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Galápagos, las islas de ensueño
por: Carlos Olmo
En estas islas fueron donde Charles Darwin, creador de la teoría de la evolución, descubrió a una enorme
variedad de pinzones, y asíformuló su teoría de la selección natural.
Pero mas allá de eso, son unas islasenigmáticas que seducen y cautivan por su increíble y misteriosa
fauna.
El diario más difícil de todo el viaje va a ser el de Galápagos, ya que me resulta imposible poner en palabras
todas las sensaciones, imágenes, olores, y sabores que he absorbido esta semana.
Me limitaré en un primer diario a describiros lo más gráficamente posible mi recorrido por las islas, y cuando
me recupere de la impresión y cada recuerdo ocupe su sitio,
intentaré transmitiros qué se siente nadando con 6 lobos marinos que juegan contigo y te miran con sus
tiernos ojos a solo 20 cm de tu cara, bucear tranquilamente con una enorme tortuga marina que se deja
acariciar, caminar por campos de lava que nos retrotraen un millón de años escuchando el silencio,
pasearse entre miles de animales que no sólo no nos tienen miedo, sino que se acercan curiosos a tí e
intentan olerte y tocarte; en fin, comunicaros las emociones que he acumulado y que reviviéndolas ahora
me ponen la piel de gallina.
El viaje a las Galápagos es caro, pero os garantizo que vale la pena;
los precios varían mucho según la época del año en que viajemos, y es posible encontrar a última hora
descuentos de hasta el 50% siempre que no vayamos en temporada alta, que empieza ahora en Junio.
Los cruceros son de 3 tipos, barcos de unos 100 pasajeros, de 50 y de 15; esto últimos tienen poca
autonomía, por lo que no van a algunas de las islas más interesantes, como la Isabela;
los de 100 pasajeros alargan mucho el desembarque y embarque de los grupos, por lo que se pierde tiempo
y el trato es menos personal.
Nuestro barco, el TropicSun, admitía hasta 48 pasajeros, y en nuestro crucero había 40; la tripulación era
muy cordial, y en el bar siempre nos recibían con un disco de Maná porque sabían que nos gustaba mucho.
Los cruceros suelen ser de 3, 5 y 7 días, esta última es la única opción si se quieren conocer bien las islas.
Para un crucero de 7 días, el precio oscila entre $600 y $1200, a lo que hay que añadir $330 del vuelo
(Galápagos está a 1000 km del continente), y $100 de la entrada al Parque Nacional Galápagos, lo que nos
pone en un mínimo de $1000.
La única opción más barata posible, si no se tiene prisa, es tomar un barco de carga desde Guayaquil, y luego
moverse entre islas con barcos de transporte de habitantes, pero hay que tener en cuenta que las islas más
interesantes están deshabitadas, y la única manera de llegar es con un crucero.
El 4 de Junio comenzó nuestro periplo, primero con un vuelo de Tame a Guayaquil y Galápagos, que aterrizó
a mediodía en la isla de Baltra, muy llana y desértica;
el aeropuerto es una sencilla construcción de madera abierta por los lados; no se necesita más porque
apenas llueve y las temperaturas son siempre agradables.
Allí nos esperaban los guías, César y Manuel, que nos embarcaron en un bus al muelle, a 5 minutos, donde
se encontraba nuestra embarcación, que por su calado medio podía atracar en la pequeña bahía; los barcos
grandes tienen que tomar sus pasajeros en la isla Santa Cruz, lo que implica un transporte adicional de
Baltra a Santa Cruz.
Por si uno no se había dado cuenta del privilegiado lugar en que estábamos, un lobo marino estaba
dormitando en el muelle, inmutable al trasiego de gente con sus maletas. El recibimiento no podía ser
mejor.
Después de alojarnos en nuestros camarotes, sin tiempo a recuperarnos de la primera impresión, hacemos
un desembarco "mojado", lo que significa que con las pangas o dingis (lanchas pequeñas) llegamos a la
playa, y descendemos en el agua.
La playa es de roca volcánica, ya que el origen de las Galápagos es volcánico, y alguna isla como la Isabela
tiene hasta 5 volcanes, alguno de ellos todavía activo.
Lo que más sorprende en las Galápagos es la aglomeración de diferentes animales que viven en total
armonía sin molestarse los unos a los otros, a lo mejor nos podrían enseñar el secreto a los humanos;
en un pequeño espacio encuentras cangrejos, iguanas, gaviotas, lobos marinos, pelícanos, fragatas, pinzones
y cientos de nidos de tortugas marinas, que ahora están vacíos porque ha pasado la época de incubación.
Los cangrejos se encuentran a miles, y su color es negro lava de bebés, rojo de juveniles, y con tonalidades
azules cuando maduran.
También hay flamencos, pero muy pocos, ya que la población de todas las Galápagos se estima en pocos
cientos.
Después del paseo nos vamos a bucear a la playa, y si el espectáculo de la fauna terrestre era increíble, el
marino te deja sin respiración, algo peligroso en el mar;
a sólo 2 metros de profundidad, con una visibilidad total, se encuentran miles de peces tropicales de todos
los colores y tamaños, y hasta veo una serpiente marina naranja moteada de pintas azules.
Los pelícanos se zambullen continuamente en sus descensos kamikazes a la búsqueda de peces, espero que
no confundan a los bañistas con un pez multicolor.
Regresamos al barco con la misma sensación que debió sentir Darwin al desembarcar en las Galápagos y
encontrar una fauna que le permitía acercarse a centimetros para observarla, lo que le permitió desarrollar
la teoría de la evolución que al principio causó un revuelo tremendo porque emparentaba al mono con el
hombre y ponía en solfa toda las bases científicas y religiosas que había
Ell aislamiento de las diferentes islas en Galápagos le permitió demostrar que las especies evolucionaban y
se adaptaban al medio; en las Galápagos había 14 especies diferentes de tortugas terrestres, de las que sólo
quedan 11, y hasta 10 subespecies de pinzones diferentes, que habían desarrollado su pico en diferentes
formas para poder obtener su alimento, incluso uno de ellos utiliza como herramienta un palo para extraer
de los árboles las larvas de insectos.
La primera noche no podía terminar mejor, ya que mi pasaporte había quedado en manos de Sandra, la
responsable del pasaje, y se dio cuenta de que era mi cumpleaños,
así que después de la cena y antes del postre, se apagaron las luces del comedor, y entró el guía
acompañado de varios miembros de la tripulación con una guitarra y cantando el "cumpleaños feliz";me
emocioné y luego nos fuimos al bar a inaugurarlo y a avisarles para que lo tuvieran siempre bien provisto el
resto del viaje.
Una luna casi llena puso el perfecto final para un primer día que uno no se podía imaginar mejorable, pero
los siguientes demostraron que en las Galápagos uno nunca deja de sorprenderse y maravillarse ante el
espectáculo natural que se despliega ante sus ojos.
Galápagos. Playas Multicolores Aunque toda la orografía de las Galápagos es volcánica, es increíble la
variedad de playas que hay, ya que he visto playas de arena blanca inmaculada, pero también roja, marrón,
verde y negra;
esto es debido a la mezcla de materia orgánica, como corales y conchas, e inorgánica, minerales, que la
conforman.
Nuestro segundo día en las Galápagos no podía comenzar mejor, porque desembarcamos en la isla San
Cristobal, en una bahía muy hermosa, con una playa de arena blanca deslumbrante llena de lobos marinos
que no se inmutan por nuestra presencia.
Hay miles de cangrejos multicolores y gaviotines de cabeza blanca; el espectáculo mejora cuando nos
sumergimos en las frescas aguas para ver todo tipo de peces de colores.
Por la tarde visitamos Isla Lobos, y aquí se produce un momento mágico, porque nos bañamos en una
pequeña ensenada, y como por arte de magia aparecen varios lobos marinos que se ponen a jugar con
nosotros;
todo lo patosos que son en tierra, se convierte en agilidad y acrobacia en el agua: nadan a gran velocidad, y
cuando piensas que se van a chocar contigo, giran de repente y ya no les ves; cuando te mueves para
encontrarlo de nuevo, ya te han dado la vuelta completa; lo más alucinante es que te miran con sus ojos
enormes, y te imitan, si tú sueltas burbujas de aire, ellos también, y si giras, ellos lo hacen a tu alrededor.
Persigo a uno que está intentando pescar, nadando detrás de escurridizos peces que se esconden en los
intersicios de las rocas;
de repente, un lobo marino se para delante de mi, y manteniendo la posición, gira totalmente para mirarme
boca abajo; me da la risa y casi me ahogo;
el guía nos avisa que nos tenemos que ir, pero no queremos, todos estamos emocionados por el contacto
con estos animales.
Finalmente regresamos al barco, y al atardecer, con un sol poniendose en el horizonte, llegamos a Puerto
Baquerizo Moreno, donde desembarcamos para hacer compras;
yo, a pesar de mis deseos, encuentro un café internet y me meto, pero la conexión es tan lenta y tan cara
($5), que desisto.
Un nuevo día nos espera en la isla La Española, la noche ha sido muy movida porque el mar está bastante
picado, y en el desayuno se ven bastantes caras macilentas; yo, con el entrenamiento que tuve navegando
en el SorenLarsen por el Caribe, ni me he enterado, he dormido como un bebé.
A la hora de tomar las lanchas para el desembarco, se producen situaciones cómicas, ya que el continuo
sube y baja del mar dificulta la operación y alguno está a punto de caer al agua.
Recorremos el sendero y hay cientos de iguanas enormes, con tonalidades rojizas; asimismo hay decenas de
piqueros de patas azules, ese gracioso animal que parece que se ha despistado y metido las patas en un
cubo de pintura azul;
también hay albatros, que están anidando, cortejándose y apareándose, los vemos en todas las
modalidades, es graciosísimo, porque entrechocan sus picos y los levantan al aire como diciendo: "cuando te
pille te vas a enterar".
La población de pinzones también es grande, y tenemos que tener cuidado de no pisar alguno de los miles
de lagartos que están tomando el sol en el camino.
Al final del sendero nos espera un espectáculo inigualable, ya que hay unos enormes acantilados cortados a
pico, que están plagados de iguanas de lava, tan negras que se confunden con la roca;
están amontonadas unas sobre las otras tomando el sol, y ni se mueven cuando nos acercamos; me asomo
al acantilado, y veo muchas más iguanas escalando las rocas con sus poderosas garras;
el mar está bastante movido, y cuando miro hacia las olas, veo varios lobos marinos surfeando, pienso que
este animal debe ser uno de los más felices de la tierra, al menos parece que disfruta a tope de la naturaleza
y de los encuentros con ese ser tan raro que bucea patosamente que se llama ser humano.
Los albatros, por su gran peso y envergadura, tienen que utilizar el acantilado como pista de despegue, ya
que en tierra no lo pueden hacer.
Finalmente, como colofón a esta maravilla de la naturaleza, la fuerza del agua ha erosionado una parte del
acantilado, y creado una grieta en las rocas;
las olas llegan con tanta fuerza, que el agua se proyecta como un geiser a decenas de metros de altura, con
un ruído estremecedor.
Después de sólo 2 días en Galápagos, me pregunto que más nos puede ofrecer, ya que mi mente y mis ojos
están saturados de belleza, pero realmente el show no acababa más que empezar.
Galápagos. Desolación volcánica El tercer día en Galápagos lo dedicamos a recorrer Santa Fé, una isla que se
caracteriza por tener unos árboles de cáctus gigantes, de más de 6 metros de altura.
El desembarco en la playa se hace complicado por las olas, y alguno se moja más de lo debido.
Santa Fé tiene una especie endémica de iguana de color blanco.
Al acabar el sendero, nos vamos a bucear, pero no desde la playa, porque parece que aquí hay algún macho
de lobo marino agresivo,
y ya en San Cristóbal tuvimos que salir corriendo porque nos acercamos demasiado a un cachorro que
estaba en la playa, y la madre nos pegó un susto de muerte, menos mal que en tierra no son muy rápidos.
En el buceo vemos una tortuga gigante y varias mantarayas enormes que nadan, más bien vuelan por el
grácil movimiento que le imprimen a sus aletas.
Por la tarde navegamos hacia Santa Cruz, la isla que alberga el Centro Darwin, que visitamos.
La Fundación Darwin es una entidad privada que intenta equilibrar el desarrollo turístico de las Galápagos
con su mantenimiento como paraíso de fauna y flora, ya que debido al aislamiento y a los 1000 km que le
separan de la costa continental, alberga cientos de especies endémicas.
El caso de las tortugas, que da el nombre al archipiélago, es sintomático, ya que había 14 especies en las
islas, de las que sólo quedan 11, que desgraciadamente se reducirán a 10, porque de la especie de la isla
Pinta sólo queda un ejemplar macho, llamado el solitario George, que está alojado en el centro Darwin.
Se llegó a ofrecer una recompensa de $10.000 por una hembra de su especie, ya que antes era habitual
llevarse tortugas a zoológicos e incluso para particulares, pero no hubo éxito.
Se le ha intentado cruzar con tortugas con un código genético similar al suyo, pero no muestra ningún
interés por las hembras, se rumorea incluso que puede ser gay (chiste para turistas de los guías); también se
barajan otras opciones como la inseminación artificial e incluso la clonación.
Lo que sí ha tenido un gran éxito es el programa de recuperación de las tortugas de la isla Española, ya que
cuando comenzó sólo quedaban 15 individuos, y ahora hay más de 1200.
El programa consiste en recoger los huevos puestos por las tortugas, entre 80 y 100, de los cuales
normalmente sobreviven menos de 5 por los depredadores, llevar esos huevos al Centro Darwin, incubarlos,
y mantener las tortugas allí hasta que cumplen 2 años y ya son los suficientemente adultas para sobrevivir,
momento en que son retornadas a la isla Española.
Este programa se complementa con otros que han eliminado de algunas islas los chivos, perros y ratas que
tanto perjudican al ecosistema de Galápagos.
En la isla Santa Cruz visitamos los Gemelos, dos depresiones de terreno circulares de unos 100 metros de
diámetro y 60 de profundidad, causadas por erupciones volcánicas, y también un túnel de unos 80 metros
de largo creado por un río de lava, que ha dejado una formas extraordinarias al solidificarse.
El embarque desde Santa Cruz al TropicSun es complicado por el estado del mar, y nos mojamos bastante al
subir al barco.
Navegamos toda la noche con mucho mar, para llegar temprano en la mañana a la isla más grande del
archipiélago, la Isabela,
donde desembarcamos en un campo de lava que se extiende llano en el horizonte durante kilómetros,
interrumpido por la silueta amenazadora del volcán Cerro Sur, uno de los 5 volcanes que tiene la isla, alguno
de ellos todavía en actividad.
El recorrido por el campo de lava es sobrecogedor; excepto algunos cáctus y matorrales bajos, la naturaleza
está muerta, no se oye ningún ruido de animales, y realmente es un sitio perfecto para "escuchar el
silencio", algo que me gusta mucho y no es fácil de conseguir;
de vez en cuando aparecen unas pequeñas lagunas, con agua que se ha filtrado desde el mar, y que también
albergan decenas de pargos y otros peces que se han adaptado al agua salobre;
en una laguna más grande vemos 2 solitarios flamencos que ponen una extraña nota de color en medio de la
desolación del negro paisaje de lava.
Me adelanto al grupo para sentir en solitario la sensación de retroceder un millón de años e imaginar como
sería aquello cuando los volcanes entraron en erupción;
la lava ha creado artísticas formas al solidificarse, y el color es el negro más negro que he visto en mi vida;
después de 2 horas de camino llegamos al final del sendero, hay varios pelícanos anidando en los matorrales
bajos,
tienen hasta 3 huevos, y cuando nos acercamos chocan sus picos para demostrarnos el daño que nos
pueden hacer si nos pillan;
les dejamos tranquilos, y mientras esperamos las barcas, tomo un baño de agua que después del baño de
calor en el campo de lava sin una sombra donde cobijarte, sabe a gloria.
Por la tarde el barco navega hacia los islotes Marielas, 3 extrañas formaciones rocosas que están en el medio
de la nada,
y que albergan los únicos pingüinos de las islas, además de una abundante población de iguanas, piqueros,
pelícanos, y lobos marinos;
el buceo no es agradable porque el mar está muy movido, y el agua bastante fría, y para rematar el mar está
lleno de invisibles medusas que no dejan de picarte;
mucho más agradable es el recorrido en las barcas, acercándonos a los islotes, a menos de 2 metros de los
pingüinos, que están de pie con sus uniformes de gala como porteros de una discoteca inexistente.
Me fijo en que todas las aves miran para el mismo lado, y cuando le pregunto a Cesar el guía, me dice que es
porque están secándose con los últimos rayos de sol para luego pasar la noche en sus madrigueras.
La puesta de sol es preciosa, desde el bar del barco, escuchando a Maná, ya que Javier el barman, se ha
hecho amigo nuestro (buenos clientes), y siempre nos recibe en nuestro retorno al barco con Maná y
"Rayando el sol".
Los nombres de las islas están casi todos relacionados con el descubrimiento de América: San Cristóbal,
Isabela, Pinzón, Rábida, Pinta, Fernandina, en un homenaje inesperado, aunque también tienen nombres
ingleses e indígenas.
Prometo que el próximo diario será el último de las Galápagos, creo que podría hacer un monográfico de
vagamundos sobre el tema, pero realmente valen la pena, en el penúltimo día sucedió un fenomeno natural
que ocurre muy pocas veces en la vida.
Galápagos. Rayando el sol. El Sábado temprano visitamos Bahía Urbina, donde se ubica el volcan Salcedo.
Antes se podía escalar, e incluso acampar en sus inmediaciones, lo que tenía que ser impresionante, porque
se calculan más de 5.000 tortugas en sus laderas,
pero ahora hay un programa de exterminio de chivos llamado Chivo Judas, que consiste en capturar a un
chivo vivo, le pintan los cuernos de pintura roja, y le colocan un radiotransmisor en el cuello, y luego lo
liberan;
cuando el chivo se reune con la manada, los cazadores matan a todos los chivos, excepto al Judas, que se va
a buscar una nueva manada.
Por esta razón, se han suspendido las visitas al volcán, no vaya a ser que un cazador confunda a un turista
con un chivo (de hecho algunos están como tal).
El buceo es maravilloso como todos los días, la novedad es que navego plácidamente durante más de 15
minutos con una tortuga marina, que se deja acariciar por mí, e incluso tocar la cola, es increíble, pero llegas
a pensar que esto es normal, cuando realmente es una situación extraordinaria, aún en Galápagos.
De regreso al barco y navegando hacia la isla Fernandina, vemos delfines desde el solarium.
Cuando llegamos, buceamos de nuevo, y esta vez 7 lobos marinos giran a mi alrededor jugueteando;
también nado junto a 2 iguanas marinas, y millones de pequeños peces rojos y grises;
las rocas volcánicas han creado estrechos pasadizos por los que pasas casi tocando las rocas, llenos de
corales rojos y blancos, que albergan miles de peces tropicales en sus oquedades; de repente los pasadizos
acaban y el fondo se precipita abruptamente.
Por la tarde desembarcamos en Puerto Espinoza, donde vemos por primera vez cormoranes, con la
peculiaridad de que sus alas se han atrofiado y no pueden volar, su vida se limita a bucear en búsqueda de
peces;
es impresionante ver como la naturaleza evoluciona, hasta convertir aves en seres sin capacidad de volar.
Vemos un bebé de lobo marino de sólo una semana con su madre, todavía la placenta está en la arena, y sus
gemidos en busca de la leche materna son enternecedores.
Está nublado, pero tengo la esperanza de que el sol asome por una estrecha franja de cielo en el horizonte, y
me quedo rezagado mientras los demás vuelven al muelle;
de repente el sol asoma por debajo de las nubes, y la imagen de los lobos marinos tumbados en la playa, con
la arena dorada brillando por el sol será una de esas imágenes indelebles para siempre en mi retina y mi
corazón.
Cuando regresamos al barco exultantes, nos informan de que el generador se ha estropeado, y que
tendremos que cenar frío y en el bar a la luz de las velas;
a mi me encanta la idea, el único problema es que el grupo de israelitas del barco empieza a montar bronca
y a quejarse, y a la hora del buffet saltan sobre el mismo como resortes, y me dan ganas de organizar una
Intifada.
Nunca juzgo a la gente por su nacionalidad, pero mi experiencia me dice que en grupo los israelitas son los
turistas más insoportables que hay.
Para compensar las molestias, el barman hace caipirinhas para todos, especialmente para el grupo latino.
El Domingo llegamos tarde a la isla de Santiago por el problema del generador;
desembarcamos a las 11 en Bahía Egas, y el recorrido es muy bonito, ya que la erosión ha creado figuras en
las rocas, y la playa es de arena roja;
vemos focas de 2 pelos (en realidad no son focas, porque éstas no tienen orejas, sino una subespecie de
lobo marino) y varios tipos de garzas.
Por la tarde visitamos la isla Rábida, es una isla pequeña, pero tiene un mirador al que subimos, que ofrece
una hermosa vista de la laguna con la playa y el barco al fondo.
Hacemos un circuito por la isla, donde vemos un escorpión en miniatura, aunque parece que su veneno es
bastante peligroso.
De regreso a la playa, mientras esperamos las barcas, mi intuición me dice que algo va a suceder, y le digo al
guía que voy al mirador a ver la puesta de sol, donde sucede algo extraordinario, ya que por segunda vez en
mi vida veo el rayo verde;
no me lo puedo creer y miro atónito a mi compañera. Estremecido y casi asustado por tanta belleza
acumulada en tan poco tiempo, regreso silencioso al barco.
La última noche tenemos cena especial de despedida, pero lo mejor de todo es que los israelitas se
amotinan en el restaurante exigiendo no sé qué, y el bar se queda para el grupo latino, al que se añaden 2
holandeses, Ronald y Astrid, que son muy marchosos.
El barman nos había dicho que la semana anterior un grupo había cerrado el bar a las ¡¡3 am !!, y no sabía lo
que le esperaba, ya que estuvimos de juerga bailando merengue, salsa, cumbia y de todo hasta las 5 am,
cuando la diana para el último día era a las 6 am.
Con menos de 1 hora de sueño y el efecto acumulado de ron, cerveza, vino y otros licores, la última isla que
visitamos, North Seymour, se mueve bajo mis pies más que el barco, por suerte el recorrido no es muy largo,
y regresamos al barco pronto para poder recuperar energías para la despedida.
Javier y Pedro nos despiden una vez más con Maná y Rayando el sol, y nuestra barca se aleja lentamente del
TropicSun hacia el muelle;
todos sentimos una sensación enorme de tristeza, ya que abandonamos, probablemente para siempre, a la
que ha sido nuestra nueva familia durante una semana, tanto la humana como la animal, que nos han dado
lo mejor de sí mismos para hacer nuestra estancia inolvidable.
Yo sé que volveré a Galápagos, han quedado islas muy hermosas como Floreana y San Bartolomé por visitar,
y también subiré al volcán Salcedo y acamparé en sus faldas;
hasta que llegue ese momento, me despido con los ojos acuosos de Galápagos

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Galápagos, el paraíso de Darwin

  • 1. Galápagos, las islas de ensueño por: Carlos Olmo En estas islas fueron donde Charles Darwin, creador de la teoría de la evolución, descubrió a una enorme variedad de pinzones, y asíformuló su teoría de la selección natural. Pero mas allá de eso, son unas islasenigmáticas que seducen y cautivan por su increíble y misteriosa fauna. El diario más difícil de todo el viaje va a ser el de Galápagos, ya que me resulta imposible poner en palabras todas las sensaciones, imágenes, olores, y sabores que he absorbido esta semana. Me limitaré en un primer diario a describiros lo más gráficamente posible mi recorrido por las islas, y cuando me recupere de la impresión y cada recuerdo ocupe su sitio, intentaré transmitiros qué se siente nadando con 6 lobos marinos que juegan contigo y te miran con sus tiernos ojos a solo 20 cm de tu cara, bucear tranquilamente con una enorme tortuga marina que se deja acariciar, caminar por campos de lava que nos retrotraen un millón de años escuchando el silencio, pasearse entre miles de animales que no sólo no nos tienen miedo, sino que se acercan curiosos a tí e intentan olerte y tocarte; en fin, comunicaros las emociones que he acumulado y que reviviéndolas ahora me ponen la piel de gallina. El viaje a las Galápagos es caro, pero os garantizo que vale la pena; los precios varían mucho según la época del año en que viajemos, y es posible encontrar a última hora descuentos de hasta el 50% siempre que no vayamos en temporada alta, que empieza ahora en Junio. Los cruceros son de 3 tipos, barcos de unos 100 pasajeros, de 50 y de 15; esto últimos tienen poca autonomía, por lo que no van a algunas de las islas más interesantes, como la Isabela; los de 100 pasajeros alargan mucho el desembarque y embarque de los grupos, por lo que se pierde tiempo y el trato es menos personal. Nuestro barco, el TropicSun, admitía hasta 48 pasajeros, y en nuestro crucero había 40; la tripulación era muy cordial, y en el bar siempre nos recibían con un disco de Maná porque sabían que nos gustaba mucho. Los cruceros suelen ser de 3, 5 y 7 días, esta última es la única opción si se quieren conocer bien las islas. Para un crucero de 7 días, el precio oscila entre $600 y $1200, a lo que hay que añadir $330 del vuelo (Galápagos está a 1000 km del continente), y $100 de la entrada al Parque Nacional Galápagos, lo que nos pone en un mínimo de $1000. La única opción más barata posible, si no se tiene prisa, es tomar un barco de carga desde Guayaquil, y luego moverse entre islas con barcos de transporte de habitantes, pero hay que tener en cuenta que las islas más interesantes están deshabitadas, y la única manera de llegar es con un crucero. El 4 de Junio comenzó nuestro periplo, primero con un vuelo de Tame a Guayaquil y Galápagos, que aterrizó a mediodía en la isla de Baltra, muy llana y desértica;
  • 2. el aeropuerto es una sencilla construcción de madera abierta por los lados; no se necesita más porque apenas llueve y las temperaturas son siempre agradables. Allí nos esperaban los guías, César y Manuel, que nos embarcaron en un bus al muelle, a 5 minutos, donde se encontraba nuestra embarcación, que por su calado medio podía atracar en la pequeña bahía; los barcos grandes tienen que tomar sus pasajeros en la isla Santa Cruz, lo que implica un transporte adicional de Baltra a Santa Cruz. Por si uno no se había dado cuenta del privilegiado lugar en que estábamos, un lobo marino estaba dormitando en el muelle, inmutable al trasiego de gente con sus maletas. El recibimiento no podía ser mejor. Después de alojarnos en nuestros camarotes, sin tiempo a recuperarnos de la primera impresión, hacemos un desembarco "mojado", lo que significa que con las pangas o dingis (lanchas pequeñas) llegamos a la playa, y descendemos en el agua. La playa es de roca volcánica, ya que el origen de las Galápagos es volcánico, y alguna isla como la Isabela tiene hasta 5 volcanes, alguno de ellos todavía activo. Lo que más sorprende en las Galápagos es la aglomeración de diferentes animales que viven en total armonía sin molestarse los unos a los otros, a lo mejor nos podrían enseñar el secreto a los humanos; en un pequeño espacio encuentras cangrejos, iguanas, gaviotas, lobos marinos, pelícanos, fragatas, pinzones y cientos de nidos de tortugas marinas, que ahora están vacíos porque ha pasado la época de incubación. Los cangrejos se encuentran a miles, y su color es negro lava de bebés, rojo de juveniles, y con tonalidades azules cuando maduran. También hay flamencos, pero muy pocos, ya que la población de todas las Galápagos se estima en pocos cientos. Después del paseo nos vamos a bucear a la playa, y si el espectáculo de la fauna terrestre era increíble, el marino te deja sin respiración, algo peligroso en el mar; a sólo 2 metros de profundidad, con una visibilidad total, se encuentran miles de peces tropicales de todos los colores y tamaños, y hasta veo una serpiente marina naranja moteada de pintas azules. Los pelícanos se zambullen continuamente en sus descensos kamikazes a la búsqueda de peces, espero que no confundan a los bañistas con un pez multicolor. Regresamos al barco con la misma sensación que debió sentir Darwin al desembarcar en las Galápagos y encontrar una fauna que le permitía acercarse a centimetros para observarla, lo que le permitió desarrollar la teoría de la evolución que al principio causó un revuelo tremendo porque emparentaba al mono con el hombre y ponía en solfa toda las bases científicas y religiosas que había Ell aislamiento de las diferentes islas en Galápagos le permitió demostrar que las especies evolucionaban y se adaptaban al medio; en las Galápagos había 14 especies diferentes de tortugas terrestres, de las que sólo quedan 11, y hasta 10 subespecies de pinzones diferentes, que habían desarrollado su pico en diferentes formas para poder obtener su alimento, incluso uno de ellos utiliza como herramienta un palo para extraer de los árboles las larvas de insectos.
  • 3. La primera noche no podía terminar mejor, ya que mi pasaporte había quedado en manos de Sandra, la responsable del pasaje, y se dio cuenta de que era mi cumpleaños, así que después de la cena y antes del postre, se apagaron las luces del comedor, y entró el guía acompañado de varios miembros de la tripulación con una guitarra y cantando el "cumpleaños feliz";me emocioné y luego nos fuimos al bar a inaugurarlo y a avisarles para que lo tuvieran siempre bien provisto el resto del viaje. Una luna casi llena puso el perfecto final para un primer día que uno no se podía imaginar mejorable, pero los siguientes demostraron que en las Galápagos uno nunca deja de sorprenderse y maravillarse ante el espectáculo natural que se despliega ante sus ojos. Galápagos. Playas Multicolores Aunque toda la orografía de las Galápagos es volcánica, es increíble la variedad de playas que hay, ya que he visto playas de arena blanca inmaculada, pero también roja, marrón, verde y negra; esto es debido a la mezcla de materia orgánica, como corales y conchas, e inorgánica, minerales, que la conforman. Nuestro segundo día en las Galápagos no podía comenzar mejor, porque desembarcamos en la isla San Cristobal, en una bahía muy hermosa, con una playa de arena blanca deslumbrante llena de lobos marinos que no se inmutan por nuestra presencia. Hay miles de cangrejos multicolores y gaviotines de cabeza blanca; el espectáculo mejora cuando nos sumergimos en las frescas aguas para ver todo tipo de peces de colores. Por la tarde visitamos Isla Lobos, y aquí se produce un momento mágico, porque nos bañamos en una pequeña ensenada, y como por arte de magia aparecen varios lobos marinos que se ponen a jugar con nosotros; todo lo patosos que son en tierra, se convierte en agilidad y acrobacia en el agua: nadan a gran velocidad, y cuando piensas que se van a chocar contigo, giran de repente y ya no les ves; cuando te mueves para encontrarlo de nuevo, ya te han dado la vuelta completa; lo más alucinante es que te miran con sus ojos enormes, y te imitan, si tú sueltas burbujas de aire, ellos también, y si giras, ellos lo hacen a tu alrededor. Persigo a uno que está intentando pescar, nadando detrás de escurridizos peces que se esconden en los intersicios de las rocas; de repente, un lobo marino se para delante de mi, y manteniendo la posición, gira totalmente para mirarme boca abajo; me da la risa y casi me ahogo; el guía nos avisa que nos tenemos que ir, pero no queremos, todos estamos emocionados por el contacto con estos animales. Finalmente regresamos al barco, y al atardecer, con un sol poniendose en el horizonte, llegamos a Puerto Baquerizo Moreno, donde desembarcamos para hacer compras; yo, a pesar de mis deseos, encuentro un café internet y me meto, pero la conexión es tan lenta y tan cara ($5), que desisto.
  • 4. Un nuevo día nos espera en la isla La Española, la noche ha sido muy movida porque el mar está bastante picado, y en el desayuno se ven bastantes caras macilentas; yo, con el entrenamiento que tuve navegando en el SorenLarsen por el Caribe, ni me he enterado, he dormido como un bebé. A la hora de tomar las lanchas para el desembarco, se producen situaciones cómicas, ya que el continuo sube y baja del mar dificulta la operación y alguno está a punto de caer al agua. Recorremos el sendero y hay cientos de iguanas enormes, con tonalidades rojizas; asimismo hay decenas de piqueros de patas azules, ese gracioso animal que parece que se ha despistado y metido las patas en un cubo de pintura azul; también hay albatros, que están anidando, cortejándose y apareándose, los vemos en todas las modalidades, es graciosísimo, porque entrechocan sus picos y los levantan al aire como diciendo: "cuando te pille te vas a enterar". La población de pinzones también es grande, y tenemos que tener cuidado de no pisar alguno de los miles de lagartos que están tomando el sol en el camino. Al final del sendero nos espera un espectáculo inigualable, ya que hay unos enormes acantilados cortados a pico, que están plagados de iguanas de lava, tan negras que se confunden con la roca; están amontonadas unas sobre las otras tomando el sol, y ni se mueven cuando nos acercamos; me asomo al acantilado, y veo muchas más iguanas escalando las rocas con sus poderosas garras; el mar está bastante movido, y cuando miro hacia las olas, veo varios lobos marinos surfeando, pienso que este animal debe ser uno de los más felices de la tierra, al menos parece que disfruta a tope de la naturaleza y de los encuentros con ese ser tan raro que bucea patosamente que se llama ser humano. Los albatros, por su gran peso y envergadura, tienen que utilizar el acantilado como pista de despegue, ya que en tierra no lo pueden hacer. Finalmente, como colofón a esta maravilla de la naturaleza, la fuerza del agua ha erosionado una parte del acantilado, y creado una grieta en las rocas; las olas llegan con tanta fuerza, que el agua se proyecta como un geiser a decenas de metros de altura, con un ruído estremecedor. Después de sólo 2 días en Galápagos, me pregunto que más nos puede ofrecer, ya que mi mente y mis ojos están saturados de belleza, pero realmente el show no acababa más que empezar. Galápagos. Desolación volcánica El tercer día en Galápagos lo dedicamos a recorrer Santa Fé, una isla que se caracteriza por tener unos árboles de cáctus gigantes, de más de 6 metros de altura. El desembarco en la playa se hace complicado por las olas, y alguno se moja más de lo debido. Santa Fé tiene una especie endémica de iguana de color blanco. Al acabar el sendero, nos vamos a bucear, pero no desde la playa, porque parece que aquí hay algún macho de lobo marino agresivo,
  • 5. y ya en San Cristóbal tuvimos que salir corriendo porque nos acercamos demasiado a un cachorro que estaba en la playa, y la madre nos pegó un susto de muerte, menos mal que en tierra no son muy rápidos. En el buceo vemos una tortuga gigante y varias mantarayas enormes que nadan, más bien vuelan por el grácil movimiento que le imprimen a sus aletas. Por la tarde navegamos hacia Santa Cruz, la isla que alberga el Centro Darwin, que visitamos. La Fundación Darwin es una entidad privada que intenta equilibrar el desarrollo turístico de las Galápagos con su mantenimiento como paraíso de fauna y flora, ya que debido al aislamiento y a los 1000 km que le separan de la costa continental, alberga cientos de especies endémicas. El caso de las tortugas, que da el nombre al archipiélago, es sintomático, ya que había 14 especies en las islas, de las que sólo quedan 11, que desgraciadamente se reducirán a 10, porque de la especie de la isla Pinta sólo queda un ejemplar macho, llamado el solitario George, que está alojado en el centro Darwin. Se llegó a ofrecer una recompensa de $10.000 por una hembra de su especie, ya que antes era habitual llevarse tortugas a zoológicos e incluso para particulares, pero no hubo éxito. Se le ha intentado cruzar con tortugas con un código genético similar al suyo, pero no muestra ningún interés por las hembras, se rumorea incluso que puede ser gay (chiste para turistas de los guías); también se barajan otras opciones como la inseminación artificial e incluso la clonación. Lo que sí ha tenido un gran éxito es el programa de recuperación de las tortugas de la isla Española, ya que cuando comenzó sólo quedaban 15 individuos, y ahora hay más de 1200. El programa consiste en recoger los huevos puestos por las tortugas, entre 80 y 100, de los cuales normalmente sobreviven menos de 5 por los depredadores, llevar esos huevos al Centro Darwin, incubarlos, y mantener las tortugas allí hasta que cumplen 2 años y ya son los suficientemente adultas para sobrevivir, momento en que son retornadas a la isla Española. Este programa se complementa con otros que han eliminado de algunas islas los chivos, perros y ratas que tanto perjudican al ecosistema de Galápagos. En la isla Santa Cruz visitamos los Gemelos, dos depresiones de terreno circulares de unos 100 metros de diámetro y 60 de profundidad, causadas por erupciones volcánicas, y también un túnel de unos 80 metros de largo creado por un río de lava, que ha dejado una formas extraordinarias al solidificarse. El embarque desde Santa Cruz al TropicSun es complicado por el estado del mar, y nos mojamos bastante al subir al barco. Navegamos toda la noche con mucho mar, para llegar temprano en la mañana a la isla más grande del archipiélago, la Isabela, donde desembarcamos en un campo de lava que se extiende llano en el horizonte durante kilómetros, interrumpido por la silueta amenazadora del volcán Cerro Sur, uno de los 5 volcanes que tiene la isla, alguno de ellos todavía en actividad. El recorrido por el campo de lava es sobrecogedor; excepto algunos cáctus y matorrales bajos, la naturaleza está muerta, no se oye ningún ruido de animales, y realmente es un sitio perfecto para "escuchar el silencio", algo que me gusta mucho y no es fácil de conseguir;
  • 6. de vez en cuando aparecen unas pequeñas lagunas, con agua que se ha filtrado desde el mar, y que también albergan decenas de pargos y otros peces que se han adaptado al agua salobre; en una laguna más grande vemos 2 solitarios flamencos que ponen una extraña nota de color en medio de la desolación del negro paisaje de lava. Me adelanto al grupo para sentir en solitario la sensación de retroceder un millón de años e imaginar como sería aquello cuando los volcanes entraron en erupción; la lava ha creado artísticas formas al solidificarse, y el color es el negro más negro que he visto en mi vida; después de 2 horas de camino llegamos al final del sendero, hay varios pelícanos anidando en los matorrales bajos, tienen hasta 3 huevos, y cuando nos acercamos chocan sus picos para demostrarnos el daño que nos pueden hacer si nos pillan; les dejamos tranquilos, y mientras esperamos las barcas, tomo un baño de agua que después del baño de calor en el campo de lava sin una sombra donde cobijarte, sabe a gloria. Por la tarde el barco navega hacia los islotes Marielas, 3 extrañas formaciones rocosas que están en el medio de la nada, y que albergan los únicos pingüinos de las islas, además de una abundante población de iguanas, piqueros, pelícanos, y lobos marinos; el buceo no es agradable porque el mar está muy movido, y el agua bastante fría, y para rematar el mar está lleno de invisibles medusas que no dejan de picarte; mucho más agradable es el recorrido en las barcas, acercándonos a los islotes, a menos de 2 metros de los pingüinos, que están de pie con sus uniformes de gala como porteros de una discoteca inexistente. Me fijo en que todas las aves miran para el mismo lado, y cuando le pregunto a Cesar el guía, me dice que es porque están secándose con los últimos rayos de sol para luego pasar la noche en sus madrigueras. La puesta de sol es preciosa, desde el bar del barco, escuchando a Maná, ya que Javier el barman, se ha hecho amigo nuestro (buenos clientes), y siempre nos recibe en nuestro retorno al barco con Maná y "Rayando el sol". Los nombres de las islas están casi todos relacionados con el descubrimiento de América: San Cristóbal, Isabela, Pinzón, Rábida, Pinta, Fernandina, en un homenaje inesperado, aunque también tienen nombres ingleses e indígenas. Prometo que el próximo diario será el último de las Galápagos, creo que podría hacer un monográfico de vagamundos sobre el tema, pero realmente valen la pena, en el penúltimo día sucedió un fenomeno natural que ocurre muy pocas veces en la vida. Galápagos. Rayando el sol. El Sábado temprano visitamos Bahía Urbina, donde se ubica el volcan Salcedo.
  • 7. Antes se podía escalar, e incluso acampar en sus inmediaciones, lo que tenía que ser impresionante, porque se calculan más de 5.000 tortugas en sus laderas, pero ahora hay un programa de exterminio de chivos llamado Chivo Judas, que consiste en capturar a un chivo vivo, le pintan los cuernos de pintura roja, y le colocan un radiotransmisor en el cuello, y luego lo liberan; cuando el chivo se reune con la manada, los cazadores matan a todos los chivos, excepto al Judas, que se va a buscar una nueva manada. Por esta razón, se han suspendido las visitas al volcán, no vaya a ser que un cazador confunda a un turista con un chivo (de hecho algunos están como tal). El buceo es maravilloso como todos los días, la novedad es que navego plácidamente durante más de 15 minutos con una tortuga marina, que se deja acariciar por mí, e incluso tocar la cola, es increíble, pero llegas a pensar que esto es normal, cuando realmente es una situación extraordinaria, aún en Galápagos. De regreso al barco y navegando hacia la isla Fernandina, vemos delfines desde el solarium. Cuando llegamos, buceamos de nuevo, y esta vez 7 lobos marinos giran a mi alrededor jugueteando; también nado junto a 2 iguanas marinas, y millones de pequeños peces rojos y grises; las rocas volcánicas han creado estrechos pasadizos por los que pasas casi tocando las rocas, llenos de corales rojos y blancos, que albergan miles de peces tropicales en sus oquedades; de repente los pasadizos acaban y el fondo se precipita abruptamente. Por la tarde desembarcamos en Puerto Espinoza, donde vemos por primera vez cormoranes, con la peculiaridad de que sus alas se han atrofiado y no pueden volar, su vida se limita a bucear en búsqueda de peces; es impresionante ver como la naturaleza evoluciona, hasta convertir aves en seres sin capacidad de volar. Vemos un bebé de lobo marino de sólo una semana con su madre, todavía la placenta está en la arena, y sus gemidos en busca de la leche materna son enternecedores. Está nublado, pero tengo la esperanza de que el sol asome por una estrecha franja de cielo en el horizonte, y me quedo rezagado mientras los demás vuelven al muelle; de repente el sol asoma por debajo de las nubes, y la imagen de los lobos marinos tumbados en la playa, con la arena dorada brillando por el sol será una de esas imágenes indelebles para siempre en mi retina y mi corazón. Cuando regresamos al barco exultantes, nos informan de que el generador se ha estropeado, y que tendremos que cenar frío y en el bar a la luz de las velas; a mi me encanta la idea, el único problema es que el grupo de israelitas del barco empieza a montar bronca y a quejarse, y a la hora del buffet saltan sobre el mismo como resortes, y me dan ganas de organizar una Intifada.
  • 8. Nunca juzgo a la gente por su nacionalidad, pero mi experiencia me dice que en grupo los israelitas son los turistas más insoportables que hay. Para compensar las molestias, el barman hace caipirinhas para todos, especialmente para el grupo latino. El Domingo llegamos tarde a la isla de Santiago por el problema del generador; desembarcamos a las 11 en Bahía Egas, y el recorrido es muy bonito, ya que la erosión ha creado figuras en las rocas, y la playa es de arena roja; vemos focas de 2 pelos (en realidad no son focas, porque éstas no tienen orejas, sino una subespecie de lobo marino) y varios tipos de garzas. Por la tarde visitamos la isla Rábida, es una isla pequeña, pero tiene un mirador al que subimos, que ofrece una hermosa vista de la laguna con la playa y el barco al fondo. Hacemos un circuito por la isla, donde vemos un escorpión en miniatura, aunque parece que su veneno es bastante peligroso. De regreso a la playa, mientras esperamos las barcas, mi intuición me dice que algo va a suceder, y le digo al guía que voy al mirador a ver la puesta de sol, donde sucede algo extraordinario, ya que por segunda vez en mi vida veo el rayo verde; no me lo puedo creer y miro atónito a mi compañera. Estremecido y casi asustado por tanta belleza acumulada en tan poco tiempo, regreso silencioso al barco. La última noche tenemos cena especial de despedida, pero lo mejor de todo es que los israelitas se amotinan en el restaurante exigiendo no sé qué, y el bar se queda para el grupo latino, al que se añaden 2 holandeses, Ronald y Astrid, que son muy marchosos. El barman nos había dicho que la semana anterior un grupo había cerrado el bar a las ¡¡3 am !!, y no sabía lo que le esperaba, ya que estuvimos de juerga bailando merengue, salsa, cumbia y de todo hasta las 5 am, cuando la diana para el último día era a las 6 am. Con menos de 1 hora de sueño y el efecto acumulado de ron, cerveza, vino y otros licores, la última isla que visitamos, North Seymour, se mueve bajo mis pies más que el barco, por suerte el recorrido no es muy largo, y regresamos al barco pronto para poder recuperar energías para la despedida. Javier y Pedro nos despiden una vez más con Maná y Rayando el sol, y nuestra barca se aleja lentamente del TropicSun hacia el muelle; todos sentimos una sensación enorme de tristeza, ya que abandonamos, probablemente para siempre, a la que ha sido nuestra nueva familia durante una semana, tanto la humana como la animal, que nos han dado lo mejor de sí mismos para hacer nuestra estancia inolvidable. Yo sé que volveré a Galápagos, han quedado islas muy hermosas como Floreana y San Bartolomé por visitar, y también subiré al volcán Salcedo y acamparé en sus faldas; hasta que llegue ese momento, me despido con los ojos acuosos de Galápagos