Las cataratas, ubicadas entre Brasil y Argentina, combinan seneridad y emociones en sus paseos a la luz de la luna y cerca de arcoiris. Publicado en Revista Estilo Pacificard.
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Torrentes de aventura
en
IguazúLas cataratas combinan serenidad y emociones en
sus paseos a la luz de la luna y cerca de arcoíris.
E
l guía Carlos Segovia grita: “¡A la Gar-
ganta del Diablo!”. Son las nueve de la
noche. En medio de un frío intenso, la
sola idea de la excursión estremece, pero una
sonrisa en su rostro brinda la confianza para
abordar el tren que a esa hora nos llevará al
salto más grande de las cataratas del Iguazú,
en Argentina. Los vagones serpentean en la
selva paranaense durante 15 minutos y se
llega a la parada final. Allí empieza el recorrido
por un sendero de metal que pasa por islas
y riachuelos que forman parte del río Iguazú.
La única luz es de la luna llena porque
el uso de flashes y linternas está restringido.
El brillo del satélite le da una coloración pla-
teada al agua. Con cada paso que se da, el
sonido de las cataratas se va haciendo más
y más intenso. Son 80 metros de caída de
agua. Esa es la Garganta del Diablo, la más
grande y torrentosa de las 160 a 260 cascadas
del Iguazú –el número depende del caudal–.
Texto y fotos
Darwin Borja
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En lanchas se
navega muy cerca
de las cascadas
del Iguazú. Es
inevitable mojarse.
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La catarata resulta imponente, solo nos
separa una baranda. Nos paramos tan cerca
que al acercarse es inevitable mojarse por la
brisa. En ese instante, el tiempo se detiene.
La luna se refleja en sus aguas que imponen
su retumbo, por el que los guaraníes le tienen
respeto y del que han creado leyendas.
Los comentarios entre los turistas argen-
tinos y de otros países –entre ellos colegas
ecuatorianos– se escuchan en el camino de
regreso: que la luna se veía más grande, que
sería bueno poder quedarse toda la noche
para contemplar las cataratas. Este recorrido
se realiza cinco noches al mes –si el clima
ayuda– al lugar considerado una de las Siete
Maravillas del Mundo y Patrimonio Natural
de la Humanidad.
En la estación principal del Parque
Nacional Iguazú, en territorio argentino, hay
cocteles de cortesía para brindar por el es-
pectáculo nocturno, del que se debe reservar
con tiempo. Mientras que en el Centro de
Atención al Visitante se encuentra el restau-
rante La Selva, donde hay menú diario con
cortes argentinos, pastas, pescados de ríos de
la zona, entre otras delicias. Tras el recorrido
que abre el apetito, es buena idea optar por
el menú con tenedor libre.
De regreso
Ya es medianoche. En la Aldea de la Selva
Lodge, en las afueras de Puerto Iguazú,
me espera una habitación bautizada con el
nombre de una especie nativa del sector en
idioma guaraní como yaguarete (jaguar). En
la recepción, construida con madera y ladrillo,
hay una chimenea y un amplio restaurante
con mesas y sillas rústicas. En el centro se
resalta un gigantesco nido de ave convertido
en obra de arte. Llave en mano, camino por
un sendero de madera que se incrusta en la
selva. Llego a mi habitación, una hamaca en
el balcón me llama la atención. Es hora de
descansar y la cama ganó la partida.
El día siguiente empieza a las ocho con
el desayuno bufé. Poco después mi grupo es
trasladado hacia el Parque Nacional Iguazú.
Esta vez nos acompaña el sol. Es la segunda
excursión a la Garganta del Diablo, pero es
como si fuera la primera. Justo a tiempo para
Por un sendero
metálico se llega a la
imponente Garganta
del Diablo, de 80
metros de altura.
En un tren ecológico,
que funciona a
gas, se llega a los
distintos senderos
para ir a las
cataratas. El diseño
de las paradas
permiten el acceso
de personas con
discapacidad.
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la selva y el café de las aguas del río Iguazú
debido a los sedimentos. Desde el mirador
se muestra en todo su esplendor esa catarata,
que es la frontera natural entre Argentina y
Brasil. A su alrededor aparecen un sinnúmero
de saltos que en la noche estaban ocultos a
la vista. La brisa origina nubes de agua. Su
sonido sigue imponente.
Lo de Garganta del Diablo no se debe
a las creencias que trajeron los españoles.
El guía Carlos Segovia cuenta la leyenda: los
guaraníes hacían sacrificios de doncellas una
vez al año con el fin de calmar a la enorme
serpiente Boi que habitaba el río Iguazú, que
en español significa agua grande. Pero la víbo-
ra enfureció al enterarse de que su doncella
se escapaba con su novio. Para impedirlo, a
ella la transformó en saltos de agua y a él en
un árbol. El sonido que emite la Garganta
del Diablo es de la serpiente que se opone
a aquel amor… Así nació su nombre.
Amor de arcoíris
Desde distintos miradores del Paseo Superior
se observa el paraíso y éste no puede estar
completo sin Adán ni Eva, dos saltos que
recuerdan a los dos primeros seres humanos
según las creencias judeocristianas.
Itinerarios:
Vuelos: Desde Quito y Guayaquil hay
frecuencias diarias de LanEcuador a
Buenos Aires. Desde allí se puede volar
a Foz de Iguazú (en Brasil) y Puerto
Iguazú (en Argentina). Tenga en cuenta
que el vuelo desde Ecuador llega a
Ezeiza (al suroeste de Buenos Aires) y
los vuelos a Iguazú parten desde el ae-
roparque Jorge Newbery, a 31 kilóme-
tros de distancia. Hay transporte entre
ambos aeropuertos.
Momentos de paz. El recorrido nocturno a la Garganta del Diablo es un privilegio que se da cinco días al mes y si el clima ayuda.
El restaurante Aqua, en Puerto Iguazú,
se caracteriza por su menú de carnes y
pescados de río. El vino es recomendado.
embarcarnos en el tren, un transporte ecoló-
gico que funciona a gas y sus vagones tienen
sitios para personas en sillas de ruedas.
A la luz del día se observa el verdor de
6. Por senderos de piedra y metal se llega a
estas cascadas. La que más impacta es el salto
San Martín, la segunda más grande, nombrada
en honor a José de San Martín, libertador de
Argentina. Con algo de suerte y paciencia se
puede observar el salto Escondido.
Luego de un descanso y del almuerzo
en La Selva, la historia guaraní continúa: para
superar esa barrera de la malvada serpiente,
los novios se juntan cada vez que hay un arco-
íris. Entre saltos y saltos aparece en la tarde
este colorido fenómeno de luz y agua. Así,
este símbolo del amor guaraní complementa
con la belleza de los saltos.
También resalta la isla San Martín, en la
que se pueden realizar caminatas en medio de
las cascadas. El acceso a este lugar depende
del caudal del Iguazú, que varía de acuerdo
a las lluvias y de las necesidades de
agua que tiene la represa hidroeléc-
trica paraguaya-brasileña de Itaipú,
la más grande del mundo.
Al agua
El guía nos recomienda guardar
nuestras cosas en bolsas de cau-
cho y protegernos con ponchos
plásticos. Ya preparados, subimos
a un bote a motor con asientos
de plástico de Iguazú Jungle. La
lancha se abre paso en las aguas
algo torrentosas del río. Se acerca
al salto San Martín, caen gotas de
agua como una lluvia intensa. Es
refrescante y muchos turistas preferimos
quitarnos los ponchos para sentir la energía
del líquido vital.
Vamos para el otro lado. Ahí aparecen
los saltos llamados los Tres Mosqueteros por
la obra de Alejandro Dumas. Ahora sí tan
cerca, el agua cae. Las cataratas se muestran
con tanta vida. Otra vez hay arcoíris.
La lancha después del paseo se dirige a
otro puerto, en donde nos espera un camión
que funciona a gas para recorrer la selva del
Paraná. Tucanes, monos, coatíes se ocultan
entre las ramas de palmito, palmeras gigantes.
¡Una orquídea!
En la noche al restaurante Aqua, en
Las cataratas
del Iguazú,
con hasta 260
saltos, son
consideradas
una de las
Siete Maravillas
Naturales del
Mundo. Es
inevitable volver
a este paraíso.
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Con escala en
Buenos Aires:
Al son: Una opción es recorrer
Buenos Aires antes de viajar a Puerto
Iguazú. En la capital argentina puede
disfrutar de shows de tango y cena
en la Esquina de Carlos Gardel y des-
cubrir la historia de esta música en
El Caminito, que se encuentra en el
barrio de La Boca.
Sitios de interés: En la capital ar-
gentina puede conocer el Obelisco, la
Catedral, la Casa Rosada y descubrir
la arquitectura europeo-americana
que hay en las principales avenidas,
entre ellas Santa Fe, Corrientes o De
Mayo o en barrios como Palermo. Si
va un domingo, es imperdible la feria
de antigüedades de San Telmo.
Pasión: Si le gusta el fútbol, puede
coordinar su agenda para que se
incluya la visita a la Bombonera de
Boca Juniors o al Monumental de
River o, mejor, asistir a un partido
de fútbol para que sienta la pasión
argentina por este deporte.
Gastronomía: En Cabernet Res-
taurant (en Palermo Soho) puede
disfrutar de la pasta casera y platos
de autor. Además cuenta con una
cava de más de 300 etiquetas. Mien-
tras que en Aldo’s Vinoteca Restoran
(en San Telmo) tiene gastronomía
clásica, con toques de autor, como se
demuestra en el solomillo de corde-
ro. Pero su carta de presentación es
su cava con más de 600 etiquetas
seleccionadas en distintas catas a
ciegas por sus sommeliers.
Hospedaje: El hotel boutique
Home, en Palermo Hollywood, es
una alternativa con sus habitaciones
y lofts decoradas con papel tapiz
francés. Su gastronomía de autor y el
spa también son recomendados.
el centro de Puerto Iguazú. Su diseño ar-
quitectónico recuerda a las casas suizas de
madera y su calidez se siente con la atención
personalizada. Su propietario Jorge Antonio
me sugiere un plato con pescado de río. Me
decido por el surubí con salsa de vino blanco,
langostinos y risotto de papas.
El último día en Puerto Iguazú incluye una
excursión de compras al mejor duty free del
mundo, premiado con este título durante tres
años por la revista británica Frontier. Se encuen-
tra cerca de la frontera con Brasil. También se
puede visitar la única triple frontera del mundo,
en donde el río Paraná y el Iguazú se unen, y
es el límite entre Paraguay, Brasil y Argentina.
Para recobrar energías, visitamos el Bio-
centro, donde se exhiben especies de anfibios
y reptiles del sector y de otros países. Pero
lo que disfrutamos más fue el mariposario
y el orquideario, en donde se puede ver a
colibríes volar libremente entre las flores.
Y de aquí al aeropuerto de Puerto
Iguazú para ir a Buenos Aires y retornar a
Ecuador. Al elevarse el avión miré por última
vez las cataratas del Iguazú. Entre cascadas, un
arcoíris me dice que debo regresar. p
En la Esquina de
Carlos Gardel, en
Buenos Aires, se
disfruta después
de la cena de un
show de tango con
orquesta en vivo.
Con chaleco
salvavidas y un
poncho plástico,
el autor de esta
crónica sintió la
energía del agua.