Los iconos en la mentalidad bizantina no eran simplemente pinturas, sino representaciones materiales de la divinidad o los santos que se consideraban teofanías o revelaciones de lo divino, de manera similar a como las reliquias se consideraban en Occidente. Esta naturaleza de los iconos cambió todo acerca de su creación y contemplación, e incluso llevó a una cruenta guerra de casi dos siglos.