José Antonio Primo de Rivera, condenado a muerte, pide a Dios que le conceda la conformidad y la misericordia al juzgar su alma. Expresa su asombro de que después de tres años la mayoría de los españoles sigan sin entender los ideales de Falange Española. Desea que si Falange se consolida, se perciba el dolor causado por la sangre derramada por falta de atención a sus doctrinas. Rechaza haber criticado a sus camaradas de Falange por cooperar con "mercenarios traídos de fuera".