1. Justicia para los niños de Hermosillo
Ojo por ojo
Por: Álvaro Cueva
Periódico Online Milenio
2009-06-14•Acentos
A veces quisiera salir a la calle, pararme en medio de una plaza
y gritar hasta acabarme la garganta para sacar todo este horror
que llevo dentro.
Tengo ganas de correr, de llorar, de perderme. Estoy
desesperado y cada día me cuesta más conservar la calma.
Asaltos, asesinatos, secuestros, balaceras, violaciones, discriminación,
pederastas, burocracia, crisis, impunidad, ignorancia, impuestos,
desempleo, incompetencia, corrupción, fanatismo, campañas políticas,
crimen organizado, pobreza, Vive México.
¿Qué haces cuando sientes que nada funciona? ¿Adónde te
vas? ¿A quién te encomiendas? ¿Cómo te desahogas? ¿Cómo
finges? ¿Qué le dices a tus hijos cuando te preguntan? ¿Qué te
dices a ti mismo cuando piensas en el futuro?
Hace nueve años teníamos el pretexto de que como el PRI llevaba más
de siete décadas gobernándonos, entonces el PRI era el culpable de
todas nuestras desgracias.
Ahora tenemos otros partidos y es peor. Ya no creemos en el PRI, pero
tampoco en el PAN, en el PRD ni en nada ni siquiera en la Selección
Nacional de futbol o en las telenovelas.
¿Usted no está decepcionado? Yo sí, porque al igual que
muchos mexicanos me parto la espalda todos los días para salir
adelante, hago mi parte, me porto bien.
¿Y qué recibo a cambio? Nada. Si quiero seguridad, la tengo
que pagar extra. Si quiero salud, también. Educación, ni se
diga.
2. ¿Por qué le estoy escribiendo esto? Porque llegué a mi límite.
Estoy muy mal. El caso de los niños de Hermosillo acabó
conmigo.
No me cabe en la cabeza que sigan pasando los días y que
nadie esté recibiendo un castigo ejemplar, que a los padres de
las víctimas les pretendan dar una miseria por la vida de sus
hijos ni toda la porquería que está saliendo a flote.
Se supone que una guardería es algo chiquito. No me quiero ni
imaginar lo que pasaría si le rascáramos a otros negocios, a
otros peligros, a otras injusticias.
Y me pongo peor nada más de imaginar que a este caso tan
“deja que
doloroso le vayan a aplicar el viejo truco de
pase el tiempo para que se le olvide a la gente”
y que nunca nadie vaya a pagar por la vida de esos angelitos.
¿Por qué el Presidente no hace algo más que ofrecer su
solidaridad y cumple con su promesa de la mano dura? ¿Qué
está esperando? ¿Que la gente de Sonora se levante en armas y
se haga justicia con sus propias manos porque hay demasiados
intereses metidos en esa desgracia?
El caso del incendio de Hermosillo va más allá
de la nota roja, tiene un valor simbólico. Esos
niños eran nuestras esperanzas. Ahora están
muertos. Nos los mató la corrupción. Nos los
mató el sistema.
Pobrecitos niños. Pobrecitas de nuestras esperanzas.
Pobrecitos de nosotros.
¿Qué vamos a hacer? ¿Nada? Cuidado, los niños de Hermosillo
son como una invitación a pasar por encima de las
instituciones, a que todos nos rijamos por la ley del que no
tranza no avanza.
No por nada el comentario más recurrente en medios
electrónicos después de que se supo parte de lo que ahí había
“¿dónde me formo para que me den
ocurrido fue:
una guardería?”
3. En este mismo sentido, le pregunto: ¿usted cree que Aviacsa
estaría teniendo tantos problemas para operar si entre sus
dueños estuviera algún pariente de algún político como en el
caso de la guardería de Sonora?
Moraleja: ¿no sería mejor, la próxima vez que
uno quiera poner un negocio, invitar a alguno
de los miembros de esas familias para
garantizar la permanencia en el mercado?
Esto es lo peor de estas historias, al
final uno termina por aprender cosas
que no debería.
Ante el fracaso de nuestros poderes oficiales en algo tan obvio
como el incendio de Hermosillo, ¿a usted no se le ha ocurrido,
por ejemplo, acudir a los poderes fácticos para pedir apoyo?
¿Qué pasaría si la Iglesia o las televisoras resolvieran
lo que el gobierno no está resolviendo? ¿Cómo
reaccionaría la autoridad ante la presión estas
instancias? ¿Cómo cambiaría la percepción de la
sociedad?
Señores de la autoridad: muévanse porque de lo contrario,
alguien más lo podría hacer y ustedes podrían ser castigados
con algo menos elegante que los votos en blanco.
Ya no maten nuestras esperanzas, ya no nos harten, ya no
jueguen a “deja que pase el tiempo para que se le olvide a la
gente”. Hagan algo por nosotros.
Yo, por lo pronto, ya llegué a mi límite, no puedo más.
¡Atrévase a opinar!
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