1. Carlos Herrera Rozo
¡ A LA CALLE, A DEFENDER NUESTROS DERECHOS Y LOS DE NUESTROS HIJOS!
Todos, niños, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, a luchar por lo que tantos años
de lucha y sufrimiento les costó a nuestros abuelos y a nuestros padres conseguir y
que hoy, políticos aviesos y empresarios desalmados quieren arrebatarnos. ¡A LA
CALLE!
A defender lo que es nuestro y el futuro de nuestros hijos. No permitamos que estas
gentes nos pongan grilletes y cadenas y condenen a las nuevas generaciones de
ciudadanos a la esclavitud, al suicidio y a la miseria.
Se afirma, por unos y por otros, que vivimos en un mundo de cambios rápidos y
violentos, que la violencia y la falta de reflexión se apoderan del entorno, que somos
cada día menos dialogantes y que nos adherimos a ciertas ideologías sin pasar sus
principios por un análisis crítico que nos permita un cierto equilibrio entre lo que
somos y lo que queremos ser. La peor violencia, aparte de cualquiera otra
interpretación sociológica o política, es la ignorancia y, ella, querámoslo o no,
proviene del sistema, está en el interior mismo del establecimiento. Al parecer hay
dentro del grupo social en que vivimos gentes para las que la equidad tiene la forma
y adquiere el valor de una perplejidad constante y paralizante, gentes cuyo
mezquino espíritu procuran por todos los medios mantener en la ignorancia a las
mayorías para poder someterlas y con ello, engrosar cada día más sus carteras… Es
esta violencia soterrada la que nos preocupa y el motivo de esta reflexión: Vemos
todos los días a abuelos adictos a las traga perras, a jóvenes y viejos fanáticos del
futbol, a jóvenes sumergidos en internet, adolescentes suicidas, depresivos,
yonquis, alcohólicos, marginales de todo tipo provenientes de los más diversos
estratos de la sociedad expulsados al borde de la destrucción. En las consultas de
las clínicas psiquiátricas vemos como cada día, con mayor frecuencia, se acercan
jóvenes y viejos adictos a internet, a las maquinas tragaperras, a los teléfonos
celulares, al porno virtual, al sexo, a las drogas legales o no, a la televisión, a los
juegos de roll etc. etc. (…)
¿Por qué ocurre rodo esto?
Porque la cultura oficial prefiere ser laxa, poco problemática, pacífica y
contemplativa. Una cultura que no profundice demasiado en nuestras miserias o,
que como ocurre con frecuencia, las oculte, para no mostrarle al mundo, ni a sí
mismos, el sinsentido de varias generaciones de ciudadanos, de gentes jóvenes, que
ven como la ilusión de un mundo mejor se desvanece en los despachos de
banqueros, multinacionales y tiburones financieros bajo la mirada cómplice de
políticos aviesos, pero también de los ciudadanos que permiten la corrupción,
mientras pregonan valores que jamás practican.
El mundo en que nos ha tocado vivir, ese mundo levantado bajo los principios de
justicia, igualdad, solidaridad y fraternidad se ha convertido a fuerza de engaños y
zalemas en una trampa en la que las nuevas generaciones naufragan, se sienten
perdidos, como si atravesaran un inmenso desierto donde el avistamiento de un
oasis es un monumental espejismo. El panorama no puede ser más desolador:
Enfermedades mentales, masacres y genocidios, millares de trabajadores sin
empleo, cientos de miles de jóvenes deambulando sin destino cierto y ,como telón
de fondo, un capitalismo hambriento pregonando nuevas medidas de conformidad
con sus cicateros intereses, apoyados porl os sectores políticos más retardatarios
incrustados en la sociedad: Se trata de quitarle a los trabajadores las conquistas
laborales conseguidas en años y años de luchas sindicales, de empobrecer aun más
si se puede a la gran masa ciudadana y mantenerla en la ignorancia, de seguir
atracando el dinero de los impuestos para hinchar los bolsillos de políticos
desaprensivos, de los bancos y de los grandes consorcios económicos. A estas
gentes ya no les basta con las grandes fortunas que han amasado a costa de la
2. miseria de los millones de ciudadanos que han explotado. Ahora quieren más, toda
vía más. Quieren el dinero público. Por ello los ciudadanos conscientes de sus
derechos, deberes y obligaciones no podemos bajar la guardia, no podemos
dejarnos engañar por quienes desde la tribuna pública hablan con ambigüedades,
ocultándose detrás de las palabras, mintiendo sobre lo que piensan hacer si el favor
de los ciudadanos, a los que piensan explotar, los favorece en las urnas. El voto,
nuestro voto, debe ser para aquellos que defiendan, sin más, nuestras conquistas
laborales, la igualdad entre hombres y mujeres, la libertad de las mujeres para
decidir si quedan o no embarazadas, la educación para todos, la salud para todos, en
síntesis, un país más equilibrado donde todos los ciudadanos sean vistos como
iguales, donde no haya ciudadanos de primera y de tercera y donde las nuevas
generaciones de ciudadanos tengan un futuro cierto. Pero todo esto requiere una
conciencia crítica, no tragar piedras de molino y estar permanentemente alertas
para que no seamos asaltados en nuestra buena fe. Parafraseando a Albert Camus
dire:
“Algunas veces pienso en lo que los historiadores del futuro dirán de nosotros. Una
sola frase será suficiente para definir al hombre moderno: fornicaban, se
preocupaban por el futbol y leían periódicos”. Te has preguntado, alguna vez,
¿mañana que dirán de Nosotros?...
Carlos Herrera Rozo.