1. LA ARQUITECTURA DEL MIEDO. DÍEZ AÑOS DEL 11S
Muchos definieron el once de septiembre de 2001 como el primer día del siglo XXI; esa mañana
los atentados terroristas en las ciudades de New York y Washington, no sólo cobrarían la vida de
más de 3000 personas, sino que cambiarían el mapa geopolítico del mundo entero.
Las Torres gemelas fueron proyectadas en la década de 1960 por el arquitecto asiático, afincado
en norteamérica, Minouro Yamasaki; su colapso no sólo implico la destrucción de uno de los
mayores símbolos del capitalismo americano sino que también implicó el cuestionamiento sobre
una de las tipologías edilicias más difundidas alrededor del globo: Los Rascacielos. Un sentido de
vulnerabilidad se difundió ampliamente en las principales ciudades donde se levantaban los
colosos de corporaciones, multinacionales e instituciones; y aunque inicialmente lo más escépticos
pensaron el fin de esta tipología, el curso del tiempo, la consciencia de la necesaria densificación
de las ciudades y en mayor medida la fuerza de estrategias de mercadeo, la especulación
inmobiliaria y la usual búsqueda de íconos corporativos asegurarían la buena salud de los
rascacielos y su continuidad en el mundo contemporáneo. Prueba de esto no son sólo los
megaproyectos en medio oriente, como la Torre Burj Kalifa y la emblemática Burj Dubai, sobre la
que se dice superará el kilómetro vertical, sino el mismo master-plan para la reconstrucción de la
denominada Zona 0 en Manhattan. Un complejo proyecto en donde se busca preservar la memoria
de una nación, a la vez que se garantizan procesos de recuperación y que se enfrenta a intereses
particulares y colectivos y una fuerte presión inmobiliaria y de especulación financiera.
Reconstruir
Del proyecto original presentado por Daniel Libeskind, poco o nada queda. Aunque la limpieza
después de los ataques tomó sólo nueve meses; en lugar de edificios de oficinas lo único en
aumento en la zona fueron los retrasos y los costos. Después de años de planificación, falsos
comienzos y desacuerdos sobre los proyectos de reconstrucción, las obras dieron inicio en Abril de
2006.
Tras convocar un concurso internacional, en el que se recibieron más de 5200 propuestas,
provenientes de 63 países, se estableció un conjunto de edificaciones que reunía una estación de
transporte urbano, un monumento, museo, torres de oficinas y comercio. Sin embargo, los
proyectos de Libeskind, Arad, Snohetta, Caltarava, Maki, Rogers y Gehry, finalistas del concurso,
se enfrentaron a interminables discusiones, largos procesos de rediseño, cambio de usos y
determinantes entre otras variables que desvirtuaron por completo las propuestas iniciales. Díez
años después, sólo se ha terminado la Torre de oficinas de 52 pisos WTC 7 que se ubica en una
parcela contigua a la del complejo WTC y el memorial en honor a las víctimas de los atentados,
obra de Michael Arad and Peter Walker, inaugurado el pasado 11 de septiembre.
El memorial, denominado “Reflejando ausencia” es un vacío en el que se conservan las huellas de
las torres gemelas, dos piscinas cuadradas a modo de cascadas, con un orificio central donde el
agua que corre constantemente (reflejo de la vida que continúa) no logra llenar el vacío. Alrededor
de las piscinas, un marco en bronce donde se ha tallado el nombre de las personas que fallecieron,
no sólo en los atentados del 11s, sino también las 8 víctimas de la bomba que estalló en el
estacionamiento del las Torres Gemelas en 1993. Respecto al memorial, Arad explica “En lugar de
un objeto, he diseñado una plaza donde la gente pueda reunirse”. El memorial se complementa por
un museo subterráneo, obra de la oficina Noruega Snohetta, que pese a ver ganado el concurso ha
tenido que rediseñar el proyecto que, además, a cambiado de nombre y enfoque de uso en al
menos dos ocasiones.
2. Torres y Paranoia
Entre tanto, este vacío se bordea por torres de cristal donde el proyecto original de Libeskind, fue
reemplazado por un diseño de la firma norteamericana Skidmore, Owings & Merrill, una torre que
mezcla superficie de oficinas con comercio, hotel y mirador y donde su piel de cristal, a la vez que
refleja su entorno, esconde un núcleo de concreto pensado para que el edificio resista posibles
ataques terroristas. Su piel, que se podría considerar liviana y etérea en comparación a las
fachadas estructurales de las torres de Yamasaki, disimulan una arquitectura de la paranoia, una
fortaleza inexpugnable donde los sistemas de ventilación están pensados para evitar
contaminación biológica, el sistema de seguridad atraviesa todos los espacios a favor de una
cultura de big-brother que todo lo ve, un búnker de concreto de una escala gigantesca que poco
reconoce al peatón. El vacío como emblema cívico, se contrapone a un edificio de oficinas como
ejercicio especulativo.
Estas estrategias que entienden la seguridad, casi que exclusivamente como una cuestión de
marketing en arquitectura, se ha expandido por todo el globo. Las torres de cristal no sólo son
sedes corporativas, sino también castillos residenciales donde la necesidad de autoexclusión es
cada vez más fuerte; la ciudad se enfrenta a una segregación a partir de hechos construidos
aislados, ensimismados que promueven un temor al otro; los ciudadanos desconfían entre sí. El
terrorismo es omnipresente.
Ahora bien, a la vez que los atentados del 11s han supuesto la generalización de una arquitectura
del miedo; también han sugerido avances en temas como el comportamiento de las edificaciones
frente a incendios, terremotos, etc. y el desarrollo de estrategias de evacuación que garanticen la
mayor seguridad de los usuarios. Las escaleras de evacuación se han reforzado y ampliado en
muchas edificaciones, en los nuevos desarrollos ocasionalmente se incluye bloques de escaleras
adicionales y exclusivas para el rápido desplazamiento de grupos de rescate, además en los
descansos de las escaleras se han diseñado “Zonas de Refugio”, donde los ocupantes que no
puedan descender por su propia cuenta puedan esperar para obtener ayuda.
10 años después.
En el transcurso de esta primera década encontramos la política antiterrorista impulsada por los
E.E.U.U, los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, la reciente matanza en Noruega,
eventos que dan cuenta de un variopinto panorama de culturas, religiones e idolologías. Esta
diversidad, cada vez más lejos de ejemplificar el crecimiento social y productivo en las metrópolis
contemporáneas, se cubre con el velo generalizado del fanatismo y se ha convertido en el chivo
expiatorio de gobiernos, grupos revolucionarios y demás sectores dirigentes para difundir un
discurso sobre la inseguridad y el miedo. Este discurso, ha permeado toda la estructura social y al
final lo único que tenemos es un miedo generalizado al otro y se vive bajo la idea constante idea
de estar bajo ataque, de ser vulnerables. A diez años del colapso de las torres gemelas se
continúa estudiando -y viviendo- el impacto de estos atentados en los que la visión de terrorismo,
pasó de ser un problema de cada nación, a convertirse en un problema mundial.
La arquitectura es un claro reflejo de esta filosofía del miedo. Las ciudades, que por siglos habían
ejemplificado el sitio de reunión por excelencia, hoy evidencian los temores y choques culturales
más agudos a través de muros, cercas, rejas, alambres, garitas, circuitos de televisión, etc. Nos
enfrentamos al desprestigio de los lugares públicos, si cualquiera tiene acceso, entonces todos
somos vulnerables.