El poema describe la aurora en Nueva York como sombría y desolada. La ciudad se despierta entre columnas de lodo y palomas negras que chapotean en aguas contaminadas. La gente camina insomne como si hubieran sobrevivido a un naufragio sangriento, comprendiendo que no encontrarán paraíso ni amor, sino solo números, leyes, sudores y juegos sin sentido. La luz de la aurora se sepulta entre ruidos y cadenas en una ciencia sin raíces.