La calculadora de bolsillo apareció en los años 70 e incorporó un microprocesador, mejorando sobre anteriores métodos como el ábaco y los algoritmos. Se argumenta que la calculadora puede ser una herramienta educativa útil para apoyar la comprensión de principios matemáticos básicos siempre que se enseñe a los estudiantes cómo y cuándo usarla correctamente.