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PEQUEÑOS GE .
La nostalgia de haber sido y el dolor de ya no ser?
El deporte en toda su dimensión es un generador de héroes e ídolos que han de encarnar los ideales de una época,
pero… ¿qué sucede cuando su faceta mortal prevalece sobre su ser de bronce?
Por supuesto que nosotros como sociedad no carecemos de nuestros ídolos, de nuestros modelos a seguir. El deporte
todo ha sido, y seguirá siendo, la gran usina contemporánea de estos símbolos mundiales. Personajes anegados que
con esfuerzo y sacrificio, siendo al principio iguales al resto, alcanzan el éxito en toda su dimensión, conformándose
en ejemplo de superación y encarnando en sí todos los valores que cualquier ciudadano debe perseguir. Ídolo,
referente, figura, héroe, líder. Representa lo mejor de nuestra identidad, paradigma absoluto de lo que somos y de lo
que pretendemos ser. El ídolo no se mancha.
Sin embargo alcanzar este status conlleva también ciertas peculiaridades. La sociedad toda le aplica a estos individuos
una ética particular que ella misma no pretende seguir pero que le impone con rigurosidad a sus referentes. Por ello
se genera tanto estupor cuando se descubre que estos seres humanos elevados a un estrato superior demuestran ser
iguales que todos los demás. Resulta difícil para los fanáticos y seguidores de una figura, pensar en el final. El ocaso
de las estrellas, finalmente, siempre llega y hay que aceptarlo.
Ahora bien ¿hay algo racional que nos diga que tenemos que esperar otra cosas de estas personas? ¿Por qué ellos
han de ser diferentes? ¿Por nuestros caprichos? ¿Porque ese es el lugar que todos les hemos asignados? Lo
paradójico de toda esta situación es que sus actitudes son deleznables, pero lo que más nos duele no son las
actitudes en sí mismas si no los personajes que las realizan.
¿Qué pasa cuándo el respaldo popular está en números rojos?
Está claro que la gloria como deportista dentro de un campo de juego, no garantiza en absoluto el éxito fuera. Es
notable el contraste entre ambas etapas. Las dos imágenes son tan fuertes como opuestas. El bueno y el malo; el
exitoso y el fracasado. Ayer, los gritos coreando su nombre. Hoy , el olvido. ¿Modestia? No, esa palabra no está en el
diccionario de la mayoría de las grandes figuras. Los profetas necesitan confirmar su exaltada condición mediante
milagros.
El conflicto surge cuando elevamos a categoría de dioses a simples mortales como nosotros; cuando configuramos un
estrato por encima del nuestro y colocamos allí a sujetos nacidos a nuestro costado. Quizás la solución no esté en
esperar que los demás actúen bajo los preceptos que uno mismo no se atreve a cumplir, tal vez haya que comenzar a
convertirse en el propio héroe y dejar que los dioses lleven sus discusiones en el Olimpo mientras nosotros nos
debatimos en la tierra. Generalmente el paso del tiempo, sumado a un controvertido carácter, se terminan
devorando a la otrora reconocida figura. Se hace común entonces ver figuras del deporte, brindando pseudo clínicas
o charlas haciendo lo imposible por mantener algo parecido a un diálogo sobre un escenario, pero les resulta
complicado ya que, generalmente el auditorio que va a escucharlos, pretende del “genio” la receta mágica del triunfo
y el “genio” recién ahí se da cuenta que el diálogo es una charla con lenguaje coloquial de ida y vuelta donde además
de las palabras tienen que hablar los gestos y esto es algo que a partir de ese momento, ya no hace ningún agente ni
representante porque ya no está más dentro de la “burbuja”.
Sentimos una gran pena cuando vemos que por momentos no son capaces de reconocer su propia grandeza. Que fue
la que los subió a un pedestal. Tendrán que entender y aceptar con grandeza el dolor de ya no ser y arrastrar por este
mundo el orgullo de haber sido. Tal vez de esa manera, las estrellas puedan recuperar la grandeza que supieron
conseguir…
CR.
Adaptado/traducido al español por © TAD 2012
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