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La Palabra de Dios en la
Liturgia y el Leccionario
de la Palabra de Dios
Smta. Amilkar Venales
La Palabra de Dios en la Liturgia
“Cristo está presente con su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la
Sagrada Escritura, es Él quien habla”. (SC 7)
Objetivo: Conocer la primacía de la Palabra de Dios en la liturgia
Concilio Vaticano
II
En la celebración litúrgica, la Palabra
de Dios no se pronuncia de una sola
manera, ni repercute siempre con la
misma eficacia en los corazones de los
que la escuchan, pero siempre Cristo
está presente en su palabra y,
realizando el misterio de salvación,
santifica a los hombres y tributa al
Padre el culto perfecto. (cf. SC 7)
La Palabra de Dios alcanza su
más pleno significado en la
acción litúrgica, de modo que
la celebración litúrgica se
convierte en una continua,
plena y eficaz exposición de
esta Palabra de Dios que es
siempre viva y eficaz. (Cf. Hb
4, 12)
Tanto el Concilio Vaticano II como en los decretos promulgados
por la santa Sede, se ha dicho la importancia de la Palabra de Dios
y de la restauración del uso de la sagrada Escritura en toda
celebración litúrgica.
Términos empleados para designar la
Palabra de Dios
Afirma los prenotandos que, para que el lenguaje sea claro y transparente, se emplearan
los mismos términos utilizados en los documentos promulgados por el mismo Concilio
o después del Concilio, y así, aplicaremos sin distinción y con el mismo sentido las
expresiones «Sagrada Escritura» y «Palabra de Dios» a los libros escritos por inspiración
del Espíritu Santo, aunque evitando cualquier confusión de nombres o de cosas.
«Sagrada Escritura» «Palabra de Dios»
Valor litúrgico de la Palabra de Dios
En las distintas celebraciones y en las diversas asambleas de fieles que participan en
dichas celebraciones, se expresan de modo admirable los múltiples tesoros de la única
palabra de Dios, ya sea en el transcurso del año litúrgico, en el que se recuerda el misterio
de Cristo en su desarrollo, ya en la celebración de los sacramentos y sacramentales de la
Iglesia, o en la respuesta de cada fiel a la acción interna del Espíritu Santo, ya que
entonces la misma celebración litúrgica que se sostiene y se apoya principalmente en la
palabra de Dios, se convierte en un acontecimiento nuevo y enriquece esta palabra con
una nueva interpretación y una nueva eficacia.
“CRISTO EXHORTA A PROUNDIZAR EL CONJUNTO DE LAS ESCRITURAS
PARTIENDO DEL «HOY» DE SU ACONTECIMIENTO PERSONAL”
La Palabra de Dios en la participación
litúrgica de los fieles
La Iglesia, en la acción litúrgica, responde
fielmente el mismo “Amen” que Cristo,
mediador entre Dios y los hombres, con la
efusión de su sangre, pronunció de una vez para
siempre, para sancionar en el Espíritu Santo, por
voluntad divina, la nueva alianza.
Cuando Dios comunica su Palabra, espera siempre una
respuesta, respuesta que es audición y adoración “en Espíritu
y verdad” (Jn 4, 23). El Espíritu Santo, en efecto, es quien da
eficacia a esta respuesta, para que se traduzca en la vida lo que
se escucha en la acción litúrgica, según aquella frase de la
escritura “Lleven a la práctica la palabra y no se limiten a
escucharla” (St 1, 22).
La Palabra de Dios en la participación
litúrgica de los fieles
Las actitudes corporales, los gestos y palabras con que se expresa la acción
litúrgica y se manifiesta la participación de los fieles reciben su significado no sólo
de la experiencia humana, de donde son tomados, sino de la palabra de Dios y de
la economía de la salvación, a la que hacen referencia, por lo cual tanto más
participan los fieles en la acción litúrgica cuanto más se esfuerzan, al escuchar la
palabra de Dios en ella proclamada, por adherirse íntimamente a la Palabra de
Dios en persona, Cristo encarnado, de modo que aquello que celebran en la
liturgia procuren reflejarlo en su vida y costumbres, y a la inversa, miren de
reflejar en la liturgia los actos de su vida.
La Palabra de Dios y el Misterio
Eucarístico
La Iglesia honra con una misma veneración , aunque no
con el mismo culto, la Palabra de Dios y el misterio
eucarístico, y quiere y sanciona que siempre y en todas
partes se imite este proceder, ya que, movida por el
ejemplo de su Fundador, nunca ha dejado de celebrar el
misterio pascual de Cristo, reuniéndose para leer “lo que
se refiere a él en toda la Escritura” (Lc 24, 27) y
ejerciendo la obra de salvación por medio del memorial
del Señor y de los sacramentos. En efecto, “se requiere la
predicación de la palabra para el ministerio de los
sacramentos, puesto que son sacramentos de la fe, la cual
procede de la palabra y de ella se nutre”.
Conviene tener siempre en cuenta que la
Palabra de Dios leída y anunciada por la
Iglesia en la liturgia, conduce, por así
decirlo, al sacrificio de la alianza y al
banquete de la gracia, es decir, a la
eucaristía, como a su fin propio. Por
consiguiente, la celebración de la misa, en la
cual se escucha la palabra y se ofrece y
recibe la eucaristía, constituye un solo acto
de culto, en la cual se ofrece a Dios el
sacrificio de alabanza y se confiere al
hombre la plenitud de la redención.
La Palabra de Dios en la
celebración de la Misa
Hacia el año 155, en Roma, san Justino dejó escrita la más antigua
descripción de la eucaristía dominical.
La proclamación de la Palabra es un hecho
constante y universal en la historia del culto
cristiano, de manera que no hay rito litúrgico que no
tenga varios leccionarios, en los que ha distribuido
la lectura de la Palabra de Dios de acuerdo con el
calendario y las necesidades pastorales de la
respectiva Iglesia.
Las lecturas tomadas de la sagrada
Escritura, con los cantos que se
intercalan, constituyen la parte
principal de la liturgia de la Palabra; la
homilía, la profesión de fe y la oración
universal u oración de los fieles, la
desarrollan y concluyen.
Consideraciones:
1. No se pueden suprimir, mermar o
sustituir las lecturas bíblicas en la
celebración.
2. La lectura del Evangelio constituye el
punto culmen de la liturgia de la Palabra.
3. Los lectores deben comunicar la palabra
de Dios a la asamblea con una voz clara
y alta.
4. Son importantes las moniciones antes de
la primera lectura. Sobre todo deben ser
sencillas, fieles al texto, breves, etc.
5. En la celebración de la misa con el
pueblo, las lecturas deben proclamarse
desde el ambón.
6. Quien proclama el evangelio debe tener
en cuenta la veneración debida y realizar
los gestos y oraciones propias antes y
después de la lectura.
Las lecturas Bíblicas
Consideraciones:
1. El salmo responsorial, llamado también gradual,
por ser parte integrante de la liturgia de la
palabra, tiene una gran importancia litúrgica y
pastoral.
2. Los fieles han de ser instruidos en el modo de
percibir la palabra de Dios y hacer del salmo
una oración comunitaria.
3. Normalmente, el salmo debe ser cantado. Puede
realizarse de dos modos: responsorial y directo.
4. El canto del salmo o de la sola antífona,
favorece mucho a la percepción del sentido
espiritual y meditación del mismo.
5. Si no se canta, debe leerse de la manera más
apta para la meditación.
6. Debe ser cantado o leído por un salmista desde
el ambón.
El salmo responsorial
Consideraciones:
1. El Aleluya, o, según el tiempo litúrgico, el
versículo antes del Evangelio “tienen por sí
mismos el valor de rito o de acto”, con el que la
asamblea de los fieles recibe y saluda al Señor
que va a hablarles, y profesa su fe con el canto.
2. El Aleluya o el versículo antes del Evangelio
deben ser cantados, estando todos de pie, pero
de manera que lo cante unánimemente todo el
pueblo, y no solo el cantor o el coro que lo
empiezan.
Aclamación antes del Evangelio
Consideraciones:
1. Tiene por objeto el que la palabra de Dios
proclamada, junto con la liturgia eucarística, sea
“como una proclamación de las maravillas de
Dios en la historia de la salvación o misterio de
Cristo”.
2. Cristo siempre está presente y operante en la
predicación de su Iglesia.
3. La homilía, tanto si explica las palabras de la
sagrada Escritura que se acaban de leer como si
se explica otro texto litúrgico, debe llevar a la
comunidad de los fieles a una activa
participación en la eucaristía, a fin de que vivan
siempre de acuerdo a la fe que profesaron.
4. La homilía no puede omitirse en los días
domingos y fiestas de precepto, ni en los
tiempos fuertes.
La profesión de fe
Consideraciones:
1. Responde a la palabra de Dios oída en las
lecturas y en la homilía.
2. Procura despertar en el creyente la fe en el
misterio próximo a celebrar.
La Homilía
Consideraciones:
1. A la luz de la Palabra de Dios, los fieles
responden y piden según las necesidades que
tengan.
2. Es dirigida por el presidente de la celebración y
leída por un diácono, un lector instituido o
algún fiel laico.
La Oración universal
El Leccionario de la
Palabra de Dios
Objetivo: Descubrir la razón de ser del leccionario de la
Palabra de Dios y profundizar en su estructura.
Es el libro que
contiene la Palabra
divina dispuesta para
ser leída y convertirse
en Espíritu
vivificante.
Es un signo de la
presencia de Dios
cuando se comunica
a los hombres
mediante su palabra
leída y proclamada.
En él está contenido
todo cuanto Dios ha
querido manifestar en
orden a la salvación.
El lugar propio de
este libro es el
ambón, desde el que
el ministro lee y
proclama la Palabra.
El Leccionario aparece
como una prueba de la
interpretación y
profundización en las
Escrituras que la Iglesia
ha hecho en cada tiempo
y lugar, guiada siempre
por la luz del Espíritu
Santo
Leccionario
En los orígenes de la liturgia
cristiana, las comunidades no
tenían mas libro litúrgico que las
Sagradas Escrituras del Antiguo
Testamento, en rollos o en
fragmentos de papiro.
En el siglo II con Justino,
empiezan a circular los
evangelios y las cartas de los
Apóstoles.
Luego se empezaron a escribir
anotaciones al margen del texto,
en los libros sagrados, para
indicar el comienzo y el final de
cada lectura.
Luego se copiaron en un
volumen distinto a los libros de
las Escrituras, las listas de las
anotaciones marginales, pero
ordenadas siguiendo el
calendario.
Se da una labor de
sistematización de las lecturas
bíblicas en función de un
calendario litúrgico.
En el siglo IV con san
Ambrosio y san Agustín se dan
los primeros indicios de un
ordenamiento fijo de la lecturas.
Finalmente se copiaron los textos bíblicos en su
integridad. Son los leccionarios propiamente
dichos, que aparecen a partir del siglo VIII y
han recibido los más diversos nombres: Comes,
Apostolus, Epistolare; Evangelium excerptum,
Evangeliare, y Comes Epistulae cum Evangeliis
y Lectionarium.
Estructuras de los leccionarios antiguos
San Justino (siglo II)
Se trata de la primera referencia explicita a una liturgia de la Palabra en la
celebración de la eucaristía. Pertenece a la descripción de la asamblea
litúrgica dominical:
El día que se llama del Sol se celebra una reunión de todos los que habitan en las
ciudades, en los campos, y allí se leen en cuanto el tiempo lo permite, las Memorias
de los Apóstoles (Evangelios), los Escritos de los Profetas.
Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e
invitación a que imitemos estos bellos ejemplos.
Seguidamente, nos levantamos todos y elevamos nuestras plegarias., cuando se terminan,
se ofrece… (Apol I, 67)
Jerusalén, en los siglos IV-VI
Egeria, peregrina gallega que en el siglo IV
peregrinó a los Santos lugares del Éxodo y Tierra
Santa, escribiendo el famosísimo Itinerario de viaje,
por el que se conoce muy bien la liturgia de
Jerusalén en el siglo IV. Este testimonio se
completa con el de los Leccionarios armenios del
siglo V y el Kanonarion georgiano del siglo IV. De
aquí se deduce un esquema:
- Lectura del Profeta:
• una o dos, tomada de los libros históricos
del A.T.
• Una o dos, de los libros sapienciales
• Una o dos, de los libros proféticos.
- Lectura del Apóstol: es decir, del Nuevo
Testamento.
- Evangelio.
La liturgia hispánica
Los leccionarios de la antigua liturgia española, denominada hispánica (por latina) o hispano-visigótica y mozarabe,
presentan una extraordinaria uniformidad y estabilidad no habituales en otras liturgias. Concretamente el sistema de
lecturas de la liturgia de la Palabra de la Misa ofrece el siguiente cuadro en cada una de las dos tradiciones en que han
llegado hasta nosotros los manuscritos y los libros impresos por Cisneros.
Tradición A Tradición B
1° Lectura: Profecía
En Adviento, Navidad, Domingos después de Epifanía y después de Pentecostés y en las fiestas: lectura de los Profetas.
En Cuaresma: En Cuaresma:
Pentateuco y libros históricos Lectura sapiencial (1°)
Lectura histórica (2°)
En el tiempo pascual la primera lectura era tomada del libro del Apocalipsis.
En las fiestas de los Mártires se leía también un fragmento de la Pasión del Mártir, del libro llamado Pasionario.
2° lectura: Apóstol
• En Cuaresma se leían las Cartas Católicas
• En el Tiempo Pascual el Libro de los Hechos
• En el resto del Año litúrgico las Cartas de san Pablo.
La Liturgia Romana antigua
El leccionario de la Misa que ha llegado a nosotros en el
Misal de San Pío V, y que ha sido sustituido por el actual
Orden de lecturas de la Misa (1969-1981) no tenia más que
dos lecturas por cada misa, Epístola y Evangelio, a
excepción de los miércoles y sábados de las cuatro
Témporas, del viernes Santo en la Acción litúrgica de la
Pasión y de las Vigilias Pascual y de Pentecostés en que el
número de lecturas era mayor, sobre todo del Antiguo
Testamento.
Entró en vigor el 30 de noviembre de 1969. Se le denominó
Nuevo Orden de lecturas de Misa, promulgado por el papa Pablo
VI juntamente con el Misal Romano en la Constitución Apostólica
Missale Romanum de 3 abril del mismo año, cumpliéndose así
las disposiciones de Vaticano II: organícese una lectura de la Escritura
más rica y adaptada (SC 35, 1); y a fin de que la mesa de la Palabra de Dios
se prepare con más abundancia para los fieles, ábranse con mayor amplitud los
tesoros de la Biblia, de modo que en un período determinado de años, se lean al
pueblo las partes más significativas de la Sagrada Escritura (SC 51).
El Leccionario Romano de la Misa
Organización del leccionario de la Misa
El leccionario responde a la necesidad de proclamar los
hechos y palabras de Cristo según los Evangelios, y de
reorganizar, en torno a él, el resto de las Escrituras. Por
tanto no basta la Biblia como tal. Cada Iglesia particular
ha tomado las Escrituras para meditar, proclamar y vivir,
según su propia sensibilidad espiritual e histórica, el
misterio de Cristo. Por eso cada Iglesia ha tenido no uno,
sino varios leccionarios a lo largo de su historia, y, en
ocasiones, de manera simultánea. El conocimiento del
leccionario es fundamental para comprender qué celebra y
qué vive una Iglesia.
La estructura fundamental del Leccionario, según la praenotanda de la
segunda edición típica del Orden de Lecturas, aparece en 1981 al comienzo
de todos los leccionarios de la misa.
La edición completa y típica del Leccionario del Misal Romano, en latín,
comprende tres volúmenes:
I: De tempore: ab Adventu ad Pentecostem (ed. 1970).
II: Tempus per aunum post Pentecostem (ed. 1971).
III: Pro missis de Sanctis, Ritualibus, Ad diversa, Votiva, et
Defunctorum (ed. 1972).
La segunda edición contiene el texto latino de la Biblia Neovulgata, de acuerdo con lo dispuesto por san
Juan Pablo II en la Constitución Apostólica Scripturarum Thesaurus de 25 de abril de 1979.
La edición oficial española comenzó a publicarse en 1969, año que correspondía el ciclo “B” del
leccionario dominical, apareciendo en el mismo volumen el Leccionario ferial de Adviento, Cuaresma y
Pascua.
En la actualidad ha quedado de la siguiente manera:
I. Dominical y festivo –ciclo A-
II. Dominical y festivo –ciclo B-
III. Dominical y festivo – ciclo C-
IV. Tiempo Ordinario “per annum”
V. Propio y Común de Santos (y Difuntos)
VI. Misas diversas y votivas
VII.Tiempo ferial (Adviento, Cuaresma y Pascua)
VIII. Leccionario de las Misas Rituales
IX. Para la Misa con Niños
Los principios directivos de la organización del
leccionario son los siguientes:
• tres lecturas en los domingos y fiestas, profecía,
apóstol y Evangelio;
• ciclo de tres años para el leccionario dominical y
festivo, y de dos años para el leccionario ferial del
tiempo durante el año;
• independencia y complementariedad del leccionario
ferial respecto del dominical;
• posibilidad de selección de lecturas en las misas
rituales, del común de los santos, votivas, por
diversas necesidades y de difuntos;
• conservación del uso tradicional de algunos libros
de la Escritura en determinados tiempos litúrgicos;
• mayor presencia del Antiguo Testamento;
• recuperación de algunos textos evangélicos ligados
al catecumenado, etc.
El Leccionario Dominical y de fiestas del Señor
El conjunto de lecturas para los domingos y fiestas del
Señor se caracteriza por dos cosas fundamentalmente:
a) Toda misa comprende tres lecturas que son
obligatorias, en principio; la 1° del Antiguo
Testamento, excepto en Pascua que es de Hechos de
los Apóstoles; la 2° del Apóstol, o sea, de las Cartas y
del Apocalipsis; y la 3° del Evangelio.
b) Ciclo de tres años: A, B, C, estructurados, en cierto
modo, teniendo en cuenta el evangelio sinóptico que se
lee en lectura semicontinua durante el Tiempo
Ordinario y que está presente también en algunas de
las principales solemnidades. Cada año tiene asignado
un sinóptico, habiéndose reservado San Juan para
parte de la Cuaresma y Pascua y para completar a San
Marcos en el año B.
El Leccionario ferial
La gran novedad de esta parte del Leccionario
de la Misa consiste en haber dotado de lecturas
a las ferias de todas las semanas del año. Cada
misa tiene dos lecturas, tomadas, la primera del
A.T o del N.T en el Tiempo Pascual, de los
Hechos, y la segunda del Evangelio.
En Adviento, Cuaresma y Pascua, las lecturas
son siempre las misas todos los años.
En el Tiempo Ordinario, en las ferias de las 34
semanas, las lecturas evangélicas se distribuyen
en un solo ciclo que se repite cada año, en
cambio, la primera lectura se reparte en dos
ciclos que se leen en años alternos: el ciclo I,
en años impares y el ciclo II, en los pares.
El Leccionario de los Santos
Hay que distinguir en él una doble serie
de lecturas: la que se encuentra en el
Propio de los Santos, siguiendo las
Solemnidades, fiestas y memorias
contenidas en el calendario; y la que
comprende los llamados comunes de
los Santos.
En el primer caso se trata de textos
propios o mas adecuados para la
celebración de cada santo. En el
segundo, de repertorios de lecturas
distribuidas de acuerdo con las
diferentes categorías de santos
(mártires, pastores, vírgenes, etc.).
Las restantes secciones del Leccionario
1. Las lecturas para las misas rituales, por diversas
necesidades, votivas y de difuntos se hallan agrupadas de
modo análogo y con la misma finalidad del común de los
Santos.
2. Las lecturas para las misas rituales
se encuentran también en los
respectivos rituales de sacramentos.
Hay que notar que las lecturas del
Ritual de la Penitencia no se
encuentran en el Orden de Lecturas de
la Misa debido a que, en ningún caso,
se debe unir la celebración de la
penitencia a la eucaristía.
3. La praenotanda del Orden de las Lecturas
explican también otros criterios de selección,
extensión u omisión de algunos versículos, etc., y
ofrecen los principios que deben aplicarse en el
uso del Leccionario: facultad de elegir el texto,
numero de lecturas, si es larga o breve, entre
otros.
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  • 4. Términos empleados para designar la Palabra de Dios Afirma los prenotandos que, para que el lenguaje sea claro y transparente, se emplearan los mismos términos utilizados en los documentos promulgados por el mismo Concilio o después del Concilio, y así, aplicaremos sin distinción y con el mismo sentido las expresiones «Sagrada Escritura» y «Palabra de Dios» a los libros escritos por inspiración del Espíritu Santo, aunque evitando cualquier confusión de nombres o de cosas. «Sagrada Escritura» «Palabra de Dios»
  • 5. Valor litúrgico de la Palabra de Dios En las distintas celebraciones y en las diversas asambleas de fieles que participan en dichas celebraciones, se expresan de modo admirable los múltiples tesoros de la única palabra de Dios, ya sea en el transcurso del año litúrgico, en el que se recuerda el misterio de Cristo en su desarrollo, ya en la celebración de los sacramentos y sacramentales de la Iglesia, o en la respuesta de cada fiel a la acción interna del Espíritu Santo, ya que entonces la misma celebración litúrgica que se sostiene y se apoya principalmente en la palabra de Dios, se convierte en un acontecimiento nuevo y enriquece esta palabra con una nueva interpretación y una nueva eficacia. “CRISTO EXHORTA A PROUNDIZAR EL CONJUNTO DE LAS ESCRITURAS PARTIENDO DEL «HOY» DE SU ACONTECIMIENTO PERSONAL”
  • 6. La Palabra de Dios en la participación litúrgica de los fieles La Iglesia, en la acción litúrgica, responde fielmente el mismo “Amen” que Cristo, mediador entre Dios y los hombres, con la efusión de su sangre, pronunció de una vez para siempre, para sancionar en el Espíritu Santo, por voluntad divina, la nueva alianza. Cuando Dios comunica su Palabra, espera siempre una respuesta, respuesta que es audición y adoración “en Espíritu y verdad” (Jn 4, 23). El Espíritu Santo, en efecto, es quien da eficacia a esta respuesta, para que se traduzca en la vida lo que se escucha en la acción litúrgica, según aquella frase de la escritura “Lleven a la práctica la palabra y no se limiten a escucharla” (St 1, 22).
  • 7. La Palabra de Dios en la participación litúrgica de los fieles Las actitudes corporales, los gestos y palabras con que se expresa la acción litúrgica y se manifiesta la participación de los fieles reciben su significado no sólo de la experiencia humana, de donde son tomados, sino de la palabra de Dios y de la economía de la salvación, a la que hacen referencia, por lo cual tanto más participan los fieles en la acción litúrgica cuanto más se esfuerzan, al escuchar la palabra de Dios en ella proclamada, por adherirse íntimamente a la Palabra de Dios en persona, Cristo encarnado, de modo que aquello que celebran en la liturgia procuren reflejarlo en su vida y costumbres, y a la inversa, miren de reflejar en la liturgia los actos de su vida.
  • 8. La Palabra de Dios y el Misterio Eucarístico La Iglesia honra con una misma veneración , aunque no con el mismo culto, la Palabra de Dios y el misterio eucarístico, y quiere y sanciona que siempre y en todas partes se imite este proceder, ya que, movida por el ejemplo de su Fundador, nunca ha dejado de celebrar el misterio pascual de Cristo, reuniéndose para leer “lo que se refiere a él en toda la Escritura” (Lc 24, 27) y ejerciendo la obra de salvación por medio del memorial del Señor y de los sacramentos. En efecto, “se requiere la predicación de la palabra para el ministerio de los sacramentos, puesto que son sacramentos de la fe, la cual procede de la palabra y de ella se nutre”. Conviene tener siempre en cuenta que la Palabra de Dios leída y anunciada por la Iglesia en la liturgia, conduce, por así decirlo, al sacrificio de la alianza y al banquete de la gracia, es decir, a la eucaristía, como a su fin propio. Por consiguiente, la celebración de la misa, en la cual se escucha la palabra y se ofrece y recibe la eucaristía, constituye un solo acto de culto, en la cual se ofrece a Dios el sacrificio de alabanza y se confiere al hombre la plenitud de la redención.
  • 9. La Palabra de Dios en la celebración de la Misa Hacia el año 155, en Roma, san Justino dejó escrita la más antigua descripción de la eucaristía dominical.
  • 10. La proclamación de la Palabra es un hecho constante y universal en la historia del culto cristiano, de manera que no hay rito litúrgico que no tenga varios leccionarios, en los que ha distribuido la lectura de la Palabra de Dios de acuerdo con el calendario y las necesidades pastorales de la respectiva Iglesia. Las lecturas tomadas de la sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la liturgia de la Palabra; la homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y concluyen. Consideraciones: 1. No se pueden suprimir, mermar o sustituir las lecturas bíblicas en la celebración. 2. La lectura del Evangelio constituye el punto culmen de la liturgia de la Palabra. 3. Los lectores deben comunicar la palabra de Dios a la asamblea con una voz clara y alta. 4. Son importantes las moniciones antes de la primera lectura. Sobre todo deben ser sencillas, fieles al texto, breves, etc. 5. En la celebración de la misa con el pueblo, las lecturas deben proclamarse desde el ambón. 6. Quien proclama el evangelio debe tener en cuenta la veneración debida y realizar los gestos y oraciones propias antes y después de la lectura. Las lecturas Bíblicas
  • 11. Consideraciones: 1. El salmo responsorial, llamado también gradual, por ser parte integrante de la liturgia de la palabra, tiene una gran importancia litúrgica y pastoral. 2. Los fieles han de ser instruidos en el modo de percibir la palabra de Dios y hacer del salmo una oración comunitaria. 3. Normalmente, el salmo debe ser cantado. Puede realizarse de dos modos: responsorial y directo. 4. El canto del salmo o de la sola antífona, favorece mucho a la percepción del sentido espiritual y meditación del mismo. 5. Si no se canta, debe leerse de la manera más apta para la meditación. 6. Debe ser cantado o leído por un salmista desde el ambón. El salmo responsorial Consideraciones: 1. El Aleluya, o, según el tiempo litúrgico, el versículo antes del Evangelio “tienen por sí mismos el valor de rito o de acto”, con el que la asamblea de los fieles recibe y saluda al Señor que va a hablarles, y profesa su fe con el canto. 2. El Aleluya o el versículo antes del Evangelio deben ser cantados, estando todos de pie, pero de manera que lo cante unánimemente todo el pueblo, y no solo el cantor o el coro que lo empiezan. Aclamación antes del Evangelio
  • 12. Consideraciones: 1. Tiene por objeto el que la palabra de Dios proclamada, junto con la liturgia eucarística, sea “como una proclamación de las maravillas de Dios en la historia de la salvación o misterio de Cristo”. 2. Cristo siempre está presente y operante en la predicación de su Iglesia. 3. La homilía, tanto si explica las palabras de la sagrada Escritura que se acaban de leer como si se explica otro texto litúrgico, debe llevar a la comunidad de los fieles a una activa participación en la eucaristía, a fin de que vivan siempre de acuerdo a la fe que profesaron. 4. La homilía no puede omitirse en los días domingos y fiestas de precepto, ni en los tiempos fuertes. La profesión de fe Consideraciones: 1. Responde a la palabra de Dios oída en las lecturas y en la homilía. 2. Procura despertar en el creyente la fe en el misterio próximo a celebrar. La Homilía Consideraciones: 1. A la luz de la Palabra de Dios, los fieles responden y piden según las necesidades que tengan. 2. Es dirigida por el presidente de la celebración y leída por un diácono, un lector instituido o algún fiel laico. La Oración universal
  • 13. El Leccionario de la Palabra de Dios Objetivo: Descubrir la razón de ser del leccionario de la Palabra de Dios y profundizar en su estructura.
  • 14. Es el libro que contiene la Palabra divina dispuesta para ser leída y convertirse en Espíritu vivificante. Es un signo de la presencia de Dios cuando se comunica a los hombres mediante su palabra leída y proclamada. En él está contenido todo cuanto Dios ha querido manifestar en orden a la salvación. El lugar propio de este libro es el ambón, desde el que el ministro lee y proclama la Palabra. El Leccionario aparece como una prueba de la interpretación y profundización en las Escrituras que la Iglesia ha hecho en cada tiempo y lugar, guiada siempre por la luz del Espíritu Santo Leccionario
  • 15. En los orígenes de la liturgia cristiana, las comunidades no tenían mas libro litúrgico que las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento, en rollos o en fragmentos de papiro. En el siglo II con Justino, empiezan a circular los evangelios y las cartas de los Apóstoles. Luego se empezaron a escribir anotaciones al margen del texto, en los libros sagrados, para indicar el comienzo y el final de cada lectura. Luego se copiaron en un volumen distinto a los libros de las Escrituras, las listas de las anotaciones marginales, pero ordenadas siguiendo el calendario. Se da una labor de sistematización de las lecturas bíblicas en función de un calendario litúrgico. En el siglo IV con san Ambrosio y san Agustín se dan los primeros indicios de un ordenamiento fijo de la lecturas. Finalmente se copiaron los textos bíblicos en su integridad. Son los leccionarios propiamente dichos, que aparecen a partir del siglo VIII y han recibido los más diversos nombres: Comes, Apostolus, Epistolare; Evangelium excerptum, Evangeliare, y Comes Epistulae cum Evangeliis y Lectionarium.
  • 16. Estructuras de los leccionarios antiguos San Justino (siglo II) Se trata de la primera referencia explicita a una liturgia de la Palabra en la celebración de la eucaristía. Pertenece a la descripción de la asamblea litúrgica dominical: El día que se llama del Sol se celebra una reunión de todos los que habitan en las ciudades, en los campos, y allí se leen en cuanto el tiempo lo permite, las Memorias de los Apóstoles (Evangelios), los Escritos de los Profetas. Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos. Seguidamente, nos levantamos todos y elevamos nuestras plegarias., cuando se terminan, se ofrece… (Apol I, 67)
  • 17. Jerusalén, en los siglos IV-VI Egeria, peregrina gallega que en el siglo IV peregrinó a los Santos lugares del Éxodo y Tierra Santa, escribiendo el famosísimo Itinerario de viaje, por el que se conoce muy bien la liturgia de Jerusalén en el siglo IV. Este testimonio se completa con el de los Leccionarios armenios del siglo V y el Kanonarion georgiano del siglo IV. De aquí se deduce un esquema: - Lectura del Profeta: • una o dos, tomada de los libros históricos del A.T. • Una o dos, de los libros sapienciales • Una o dos, de los libros proféticos. - Lectura del Apóstol: es decir, del Nuevo Testamento. - Evangelio.
  • 18. La liturgia hispánica Los leccionarios de la antigua liturgia española, denominada hispánica (por latina) o hispano-visigótica y mozarabe, presentan una extraordinaria uniformidad y estabilidad no habituales en otras liturgias. Concretamente el sistema de lecturas de la liturgia de la Palabra de la Misa ofrece el siguiente cuadro en cada una de las dos tradiciones en que han llegado hasta nosotros los manuscritos y los libros impresos por Cisneros. Tradición A Tradición B 1° Lectura: Profecía En Adviento, Navidad, Domingos después de Epifanía y después de Pentecostés y en las fiestas: lectura de los Profetas. En Cuaresma: En Cuaresma: Pentateuco y libros históricos Lectura sapiencial (1°) Lectura histórica (2°) En el tiempo pascual la primera lectura era tomada del libro del Apocalipsis. En las fiestas de los Mártires se leía también un fragmento de la Pasión del Mártir, del libro llamado Pasionario. 2° lectura: Apóstol • En Cuaresma se leían las Cartas Católicas • En el Tiempo Pascual el Libro de los Hechos • En el resto del Año litúrgico las Cartas de san Pablo.
  • 19. La Liturgia Romana antigua El leccionario de la Misa que ha llegado a nosotros en el Misal de San Pío V, y que ha sido sustituido por el actual Orden de lecturas de la Misa (1969-1981) no tenia más que dos lecturas por cada misa, Epístola y Evangelio, a excepción de los miércoles y sábados de las cuatro Témporas, del viernes Santo en la Acción litúrgica de la Pasión y de las Vigilias Pascual y de Pentecostés en que el número de lecturas era mayor, sobre todo del Antiguo Testamento.
  • 20. Entró en vigor el 30 de noviembre de 1969. Se le denominó Nuevo Orden de lecturas de Misa, promulgado por el papa Pablo VI juntamente con el Misal Romano en la Constitución Apostólica Missale Romanum de 3 abril del mismo año, cumpliéndose así las disposiciones de Vaticano II: organícese una lectura de la Escritura más rica y adaptada (SC 35, 1); y a fin de que la mesa de la Palabra de Dios se prepare con más abundancia para los fieles, ábranse con mayor amplitud los tesoros de la Biblia, de modo que en un período determinado de años, se lean al pueblo las partes más significativas de la Sagrada Escritura (SC 51). El Leccionario Romano de la Misa
  • 21. Organización del leccionario de la Misa El leccionario responde a la necesidad de proclamar los hechos y palabras de Cristo según los Evangelios, y de reorganizar, en torno a él, el resto de las Escrituras. Por tanto no basta la Biblia como tal. Cada Iglesia particular ha tomado las Escrituras para meditar, proclamar y vivir, según su propia sensibilidad espiritual e histórica, el misterio de Cristo. Por eso cada Iglesia ha tenido no uno, sino varios leccionarios a lo largo de su historia, y, en ocasiones, de manera simultánea. El conocimiento del leccionario es fundamental para comprender qué celebra y qué vive una Iglesia.
  • 22. La estructura fundamental del Leccionario, según la praenotanda de la segunda edición típica del Orden de Lecturas, aparece en 1981 al comienzo de todos los leccionarios de la misa. La edición completa y típica del Leccionario del Misal Romano, en latín, comprende tres volúmenes: I: De tempore: ab Adventu ad Pentecostem (ed. 1970). II: Tempus per aunum post Pentecostem (ed. 1971). III: Pro missis de Sanctis, Ritualibus, Ad diversa, Votiva, et Defunctorum (ed. 1972).
  • 23. La segunda edición contiene el texto latino de la Biblia Neovulgata, de acuerdo con lo dispuesto por san Juan Pablo II en la Constitución Apostólica Scripturarum Thesaurus de 25 de abril de 1979. La edición oficial española comenzó a publicarse en 1969, año que correspondía el ciclo “B” del leccionario dominical, apareciendo en el mismo volumen el Leccionario ferial de Adviento, Cuaresma y Pascua. En la actualidad ha quedado de la siguiente manera: I. Dominical y festivo –ciclo A- II. Dominical y festivo –ciclo B- III. Dominical y festivo – ciclo C- IV. Tiempo Ordinario “per annum” V. Propio y Común de Santos (y Difuntos) VI. Misas diversas y votivas VII.Tiempo ferial (Adviento, Cuaresma y Pascua) VIII. Leccionario de las Misas Rituales IX. Para la Misa con Niños
  • 24. Los principios directivos de la organización del leccionario son los siguientes: • tres lecturas en los domingos y fiestas, profecía, apóstol y Evangelio; • ciclo de tres años para el leccionario dominical y festivo, y de dos años para el leccionario ferial del tiempo durante el año; • independencia y complementariedad del leccionario ferial respecto del dominical; • posibilidad de selección de lecturas en las misas rituales, del común de los santos, votivas, por diversas necesidades y de difuntos; • conservación del uso tradicional de algunos libros de la Escritura en determinados tiempos litúrgicos; • mayor presencia del Antiguo Testamento; • recuperación de algunos textos evangélicos ligados al catecumenado, etc.
  • 25. El Leccionario Dominical y de fiestas del Señor El conjunto de lecturas para los domingos y fiestas del Señor se caracteriza por dos cosas fundamentalmente: a) Toda misa comprende tres lecturas que son obligatorias, en principio; la 1° del Antiguo Testamento, excepto en Pascua que es de Hechos de los Apóstoles; la 2° del Apóstol, o sea, de las Cartas y del Apocalipsis; y la 3° del Evangelio. b) Ciclo de tres años: A, B, C, estructurados, en cierto modo, teniendo en cuenta el evangelio sinóptico que se lee en lectura semicontinua durante el Tiempo Ordinario y que está presente también en algunas de las principales solemnidades. Cada año tiene asignado un sinóptico, habiéndose reservado San Juan para parte de la Cuaresma y Pascua y para completar a San Marcos en el año B.
  • 26. El Leccionario ferial La gran novedad de esta parte del Leccionario de la Misa consiste en haber dotado de lecturas a las ferias de todas las semanas del año. Cada misa tiene dos lecturas, tomadas, la primera del A.T o del N.T en el Tiempo Pascual, de los Hechos, y la segunda del Evangelio. En Adviento, Cuaresma y Pascua, las lecturas son siempre las misas todos los años. En el Tiempo Ordinario, en las ferias de las 34 semanas, las lecturas evangélicas se distribuyen en un solo ciclo que se repite cada año, en cambio, la primera lectura se reparte en dos ciclos que se leen en años alternos: el ciclo I, en años impares y el ciclo II, en los pares. El Leccionario de los Santos Hay que distinguir en él una doble serie de lecturas: la que se encuentra en el Propio de los Santos, siguiendo las Solemnidades, fiestas y memorias contenidas en el calendario; y la que comprende los llamados comunes de los Santos. En el primer caso se trata de textos propios o mas adecuados para la celebración de cada santo. En el segundo, de repertorios de lecturas distribuidas de acuerdo con las diferentes categorías de santos (mártires, pastores, vírgenes, etc.).
  • 27. Las restantes secciones del Leccionario 1. Las lecturas para las misas rituales, por diversas necesidades, votivas y de difuntos se hallan agrupadas de modo análogo y con la misma finalidad del común de los Santos. 2. Las lecturas para las misas rituales se encuentran también en los respectivos rituales de sacramentos. Hay que notar que las lecturas del Ritual de la Penitencia no se encuentran en el Orden de Lecturas de la Misa debido a que, en ningún caso, se debe unir la celebración de la penitencia a la eucaristía. 3. La praenotanda del Orden de las Lecturas explican también otros criterios de selección, extensión u omisión de algunos versículos, etc., y ofrecen los principios que deben aplicarse en el uso del Leccionario: facultad de elegir el texto, numero de lecturas, si es larga o breve, entre otros.