El documento describe la evolución de las lámparas incandescentes desde 1890 hasta 1913. Inicialmente se usaron filamentos de metales como osmio y tantalio, pero el tungsteno resultó ser el mejor material debido a su alta resistencia y conductividad. Más adelante, se desarrollaron procesos para trefilar finos hilos de tungsteno y envolverlos en espiral dentro de ampollas vacías o llenas de gases inertes para mejorar su eficiencia y durabilidad.