Jesús se dio cuenta de que los hombres buscaban la felicidad en cosas equivocadas como el tener, el éxito y la fama. Por eso subió a una montaña y les explicó las Bienaventuranzas, enseñándoles que la verdadera felicidad no está en cosas materiales sino en amar y ser amado. La única felicidad duradera es la que se encuentra en el cielo al estar junto a Dios para siempre.