3. EL GATO
El gato o gato doméstico (Felis silvestris catus) y coloquialmente llamado
minino, micho, mizo o miz; es una subespecie de mamífero carnívoro de la
familia Felidae. El gato está en convivencia cercana al ser humano desde
hace unos 9500 años, periodo superior al estimado anteriormente, que
oscilaba entre 3500 y 8000 años.
En las lenguas romances los nombres actuales más generalizados derivan
del latín vulgar catus, palabra que aludía especialmente a los gatos
salvajes en contraposición a los gatos domésticos que, en latín, eran
llamados felis.
4. Se diceque…
Se comunican con gemidos, gruñidos y alrededor de un centenar de diferentes
vocalizaciones,6 además del lenguaje corporal.
Se creía que el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica) era su ancestro más
inmediato,7 pero evidencias genéticas recientes señalan que los gatos domésticos
actuales comparten una procedencia directa con los gatos salvajes de Oriente
Medio.
Sin embargo, al tratarse de una subespecie puede intercambiar —y de hecho lo
hace— material genético con otras subespecies de Felis silvestris. Se ha detectado
hibridación con el gato montés europeo.8 Esta hibridación masiva se considera la
principal amenaza para la conservación de las variantes salvajes. Está incluido en la
lista 100 de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo9 de la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
5. DOMESTICACIÓN
El proceso de domesticación postula que los rasgos morfológicos y fisiológicos modificados por la domesticación de los
gatos se explican por las consecuencias directas e indirectas de los déficit de células de la cresta neural durante el
desarrollo embrionario y propone que los cambios en estos genes de la cresta neural están relacionados con la docilidad.
Esto sugiere que la selección para la docilidad, como resultado de acostumbrarse a los seres humanos para obtener
recompensas de comida, es la principal fuerza que alteró los primeros genomas del gato doméstico.
Algunos de los genes afectados son:
Una región putativa del cromosoma A1 hay dos genes, la protocadherina PCDHA1 y el PCDHB4 implicados en el
establecimiento y mantenimiento de conexiones neuronales, especificidad sináptica, el sistema de nervios
serotoninérgicos del cerebro y el condicionamiento del miedo.
El gen GRIA1 que codifica para un tipo de receptores de glutamato en el cromosoma A1. Son receptores de los
neurotransmisores excitatorios predominantes en el cerebro de los mamíferos y desempeñan un papel importante en la
expresión de la potenciación a largo plazo y la formación de la memoria.
El gen DCC situado en el cromosoma que codifica el receptor de netrina. Este gen muestra una abundante expresión en
las neuronas dopaminérgicas. La deficiencia del gen DCC supone una organización del sistema dopaminérgico alterado,
que culmina con el deterioro de la memoria, el comportamiento y el efecto estímulo-recompensa. El gen DCC interactúa
directamente con la cola del MYO10, un gen crítico para la capacidad migratoria de las células de la cresta neural.
7. El gato doméstico fue denominado Felis catus por Carolus Linnaeus en su obra
Systema Naturae, de 1798. Johann Christian Daniel von Schreber llamó Felis
silvestris al gato salvaje en 1775. Hoy se sabe, sin embargo, que constituye una de
las subespecies del gato salvaje.
En la opinión Nº 2027, publicada en el Volumen 60 (Parte I) del Bulletin of
Zoological Nomenclature (31 de marzo de 2003),13 la Comisión Internacional de
Nomenclatura Zoológica confirmó la utilización de F. silvestris para denominar al
gato salvaje y F. silvestris catus para las subespecies domésticas.
Johann Christian Polycarp Erxleben llamó Felis domesticus al gato doméstico en
sus obras Anfangsgründe der Naturlehre (Razones iniciales para estudiar la
naturaleza), de 1772, y Systema regni animalis, de 1777. Este nombre y también sus
variantes Felis catus domesticus y Felis silvestris domesticus son vistos a menudo,
pero no son nombres científicos válidos bajo las reglas del Código Internacional de
Nomenclatura Zoológica.
9. Durante la Edad Media, se pensaba que eran familiares de las
brujas. A veces se los quemaba vivos o se los tiraba desde la
cumbre de edificios altos durante las festividades. En el mundo
occidental es común la creencia de asociar al gato negro con la
mala suerte (aunque hay excepciones, por ejemplo, en el Reino
Unido). Para las personas supersticiosas, que se cruce un gato
negro de forma súbita, es augurio de infortunos. De hecho, se
dio el caso de culpar a los gatos de transmitir la peste bubónica,
con lo que fueron exterminados en masa en pueblos y ciudades,
contribuyendo a que se multiplicara la población de ratas,
auténticos propagadores de la plaga.