Una mujer camina sola por un oscuro callejón cuando un hombre misterioso la detiene suavemente. A pesar de sentir miedo inicialmente, la mujer se siente atraída por el hombre y le permite explorar su cuerpo. Comparten un apasionado beso que deja a la mujer en un estado de éxtasis, pero luego el hombre revela sus colmillos y comienza a chupar su sangre, dándose cuenta la mujer de que se trata de un vampiro y que va a morir a manos del mismo.
1. Escrito por Rosu
Lost in the darkness
La oscuridad es penetrante, como el frío que cala mis huesos. Siento una angustia que no puedo
explicar, quiero salir cuanto antes de este oscuro callejón. Me siento observada. Un ruido. Ratas,
odio las ratas. A lo lejos distingo la luz de la siguiente calle, la cual sí está iluminada. Aligero el paso,
escapando de los miedos de mi mente. Cada vez está más cerca. Un poco más, sólo unos metros.
Cuando casi llego a la curva, alguien me toma del brazo.
No puedo correr, no puedo moverme. Estoy paralizada por el terror. “¡Corre! ¡Vete!” pienso una y
otra vez, pero mis pies no me obedecen. Mi cuerpo no me oye. Nada me retiene a estar aquí, sólo
siento una suave presión en mi brazo. Una mano. Intento pedir ayuda, pero el grito se atasca en mi
garganta, dejándome sin habla. De repente noto cómo mi agresor pega su pecho a mi espalda. Está
frío. No es la sensación que una espera cuando un cuerpo se aproxima. Una espera calor, temblor,
humanidad. No es nada de eso. Hielo. Una estatua de hielo me sostiene contra la pared de un oscuro
callejón, sin emplear la fuerza. Podría decirse que es… gentil.
Sus dedos comienzan a recorrer con dulzura mi cintura y mi costado. Me siento atrapada, pero no
por él, si no por mí misma. Tengo la sensación de que si echo a correr, él no me detendría. Pero no
lo hago. No puedo. Permanezco estática y en silencio mientras él explora mi cuerpo. Se adivina una
juventud vigorosa en la manera en que me toca, suave y decididamente.
Echa mi cabello hacia un lado, dejando expuesto mi cuello. Acerca su nariz y comienza a
olisquearme de una manera casi sensual. Me siento excitada. Sus labios comienzan a recorrer mi
cuello y la parte alta de mi espalda, y yo no hago nada para detenerle. Se hace dueño y señor de mi
cuerpo y yo lo dejo, es más, se lo ofrezco. Estoy aquí, apoyada contra el frío ladrillo del muro, con
los labios entreabiertos mientras un desconocido hace con mi cuerpo lo que se le antoja. Sin
embargo no es nada lujurioso o impetuoso, es algo transcendental, casi… espiritual. Me siento tan
en sintonía con esta estatua helada que le hago entrega de mi cuerpo, y de mi alma.
Me armo de valor y me giro rápidamente, quedando frente a él. El callejón es demasiado oscuro
como para ver los detalles de su rostro, mas puedo entrever un brillo en sus ojos que me paraliza de
nuevo. Sus ojos, de un negro intenso, casi se funden con la noche y, sin embargo, refulgen con la
misma intensidad que lo hacen las estrellas en una noche despejada. Por unos segundos me pierdo
en sus ojos, como hipnotizada.
Después de un instante que me parece una eternidad uno de sus dedos se acerca sigilosamente a
mis labios. Un simple toque de sus dedos helados me eriza la piel. Un suspiro. Otro más. Y mil
suspiros más hasta que lentamente su rostro se aproxima al mío. El tiempo se detiene. El tic-tac del
reloj de mi muñeca se agota. El viento deja de soplar. El mundo eclosiona en cuanto sus labios tocan
los míos. Mi pecho se hincha con una sensación extraña. Voy a explotar.
Poco a poco mi cuerpo abandona la parálisis y comienzo a acercarlo. Lo agarro del cuello de la
camisa, de la cintura. Necesito proximidad, necesito que su cuerpo se funda con el mío. ¿Cómo
puedo conseguirlo? Mis labios se separan un leve instante para respirar, pero vuelvo a besarlo
como si me fuera la vida en ello. Enredo una de mis piernas en su cintura y él posa su mano en mi
muslo. Fuego. Necesito más, más. “Hazme el amor” suspiro.
Entonces su boca abandona la mía para besar mi cuello. Estoy tan ensimismada que nada me
prepara para el dolor que siento cuando sus colmillos penetran la suave piel de mi cuello. Es un
2. Escrito por Rosu
dolor placentero que me atraviesa la médula espinal y me llega hasta los dedos de los pies. Estoy en
una nube de felicidad y éxtasis. No existe nada más que el placer que estoy sintiendo.
Sin embargo el dolor comienza a ser un poco más intenso mientras el placer desaparece. No, ya no
hay placer, sólo un intenso dolor en todo mi cuerpo. Me quema, me estoy quemando. Pero si no hay
fuego, ¿de dónde proviene? Y entonces soy consciente de la figura que me sostiene contra el muro.
Soy consciente de sus colmillos en mi cuello, succionando poco a poco mi sangre. Soy consciente de
la vida escapándose de mi cuerpo con cada succión de sus labios. Soy consciente de que voy a morir
a manos de un vampiro.