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MEMORIA Y ENERGÍA
Aitor Varea Oro y Francisco Azorín Chico


INTRODUCCIÓN
En esta breve reflexión vamos a ocuparnos de un caso específico del patrimonio
industrial: el que antaño ocupaba la periferia de la ciudad y hoy se encuentra envuelto
de tejido urbano1.


Una vez despojados de su actividad productiva esencial, los contenedores que hoy se
encuentran en esta situación se han adaptado a su nuevo contexto con grados de
éxito muy dispares2. En los escenarios menos positivos, su permanencia se enfrenta a
unas condiciones nuevas que hacen de su conservación un problema de solución
difícil.


Esta situación, a través de la cual el bien patrimonial pasa a percibirse como un
problema y no como una oportunidad, muestra la permanencia como una patología
que revela la insuficiencia de las herramientas actuales para gestionar el patrimonio
de una manera inteligente. Entre los motivos de esta disfunción distinguiremos dos:


1. Por una parte, la inexistencia de un catálogo que recoja y proteja específicamente
los bienes industriales.3
2. Por otra, el proceso urbanizador que absorbe al bien y que tiende a imponer su
propia lógica sobre la existente.


En este artículo vamos a proponer algunas pautas que deberían seguirse para
caminar hacia el primero de los puntos, pero asumiendo que su problemática es
indisoluble del segundo. Por ello será necesario no sólo establecer esta nueva


1 Para una primera aproximación contextualizada en el caso de la ciudad de Valencia, véase F.Azorín
Chico, “De la permanencia como patología a la transformación activa del patrimonio”, Actas II Congreso
Internacional sobre permanencia y transformación en conjuntos históricos, Universitat Politècnica de
València, 2012.
2 Si centramos nuestra mirada en Valencia, de una primera industrialización de desarrollo moderado,
se han mantenido algunos de estos contenedores industriales, debido principalmente a su carácter
monumental y un estilo arquitectónico bastante concreto. En la actualidad, dichos elementos, o bien se
han reutilizado o museificado atendiendo únicamente a sus características superficiales (la adaptación
de la Antigua Tabacalera como oficinas municipales, la reapertura como Hotel de la Fábrica de Lanas
Marín, o la reconversión del Antiguo depósito de Aguas en Museo de Historia de Valencia) o bien se
encaminan a la ruina (como la Fábrica de “Bombas Gens” o la Fábrica de Mayólicas “La Ceramo”).
3 Los bienes patrimoniales industriales, en la mayoría de comunidades autónomas, no poseen un
catálogo propio, y se incluyen en los catálogos generales bajo criterios comunes al resto de bienes
arquitectónicos.
categoría de catalogación, sino además que su registro opere atendiendo a sus
características más específicas. Esto debería conducir a una mayor relevancia en la
evaluación y protección de su ambiente circundante, tanto en sus aspectos físicos
como en los inmateriales.


Para construir estos criterios de evaluación, (que entendemos vinculados a una
acción posterior diferente de las meras políticas de protección), vamos a recurrir a un
cuerpo teórico que proviene el campo del paisajismo. De la mano de las
elaboraciones de André Corboz, Sèbastien Marot o Georges Descombes, se atenderá
no tanto a la condición objetual del bien, que creemos importante, sino a sus
capacidades relacionales con un medio más amplio, que nos parecen fundamentales
para hacer de la permanencia del patrimonio industrial en un nuevo contexto un
proyecto coherente.


Bajo este nuevo sistema de coordenadas, la tarea de catalogación se engloba en un
marco más amplio que comienza por caracterizar las oportunidades que yacen en la
ciudad y que habitualmente se presentan bajo la forma de problemáticas urbanas.
Esto será posible identificando lo urbano no solo como dimensión física, sino como
sistema de relaciones y procesos, o si se prefiere, como sistema de memoria y de
energía.


MEMORIA


En primer lugar, vamos a justificar la necesidad de incorporar el cuerpo teórico del
paisajismo, que, como veremos más adelante, nos llevará a un modo muy concreto
de evaluar, seleccionar y dinamizar estratos físicos y temporales muy diversos. Para
ello, nos serviremos del artículo “The reclaiming of sites”4, en el que Sèbastien Marot
trata de explicar los motivos del reciente renacimiento de la disciplina del paisaje, así
como la importancia que tiene este nuevo auge.


En este texto, el autor contrapone las virtudes de la disciplina del paisaje a la práctica
característica de los arquitectos y urbanistas de la modernidad, que tipifica de
burocrática y fragmentada, más interesada en la ingeniería, el planeamiento
cuantitativo y la estandardización que en la cultura e historia locales. Aunque advierte


4Sèbastien Marot: “The reclaiming of sites”, Recovering landscape. Essays in Contemporary
Landscape Architecture, Princeton Architectural Press, Editor: James Corner, 1999
que la nueva disciplina no se identifica con la mera ejecución de parques y jardines
(las prácticas en las que funda su origen), señala que la arquitectura paisajista se
destaca por tomar de ellas algunas de sus características fundamentales y que tienen
que ver fundamentalmente con las implicaciones de trabajar con organismos vivos y
ecosistemas complejos.


De este conjunto de prácticas originales se deriva un aparato teórico actual que es
posible extrapolar a otros campos de acción. En efecto, los imperativos agrarios y
ecológicos imponen unas condiciones de contorno que hacen imposible la indiferencia
del paisajista frente al lugar en el que actúa. Del mismo modo, se asume como
inevitable que lo que se cultiva no alcanzará su propósito hasta la muerte del jardinero
original. Identidad y tiempo están así vinculadas al desarrollo de una práctica que,
siempre según Marot, invierte los términos habituales del urbanismo para priorizar el
lugar sobre el programa de necesidades.


Para operar de esta forma inversa es necesario recurrir a herramientas específicas
que posibilitan el descubrimiento de esa identidad propia de los lugares capaz de
estirar de los propósitos funcionales, económicos y políticos hasta que dejan de ser
genéricos. Estas herramientas, por el carácter irreemplazable5 del medio físico sobre
el que actúan, están encaminadas a reforzar la coherencia entre el proceso de lectura
y escritura sobre el territorio.


Se trata de un proceso que es continuo a lo largo del tiempo -también del tiempo
pasado- y que es el responsable de la configuración del territorio como un
“palimpsesto que evidencia todas actividades que han contribuido a la conformación
de un paisaje específico y no otro”6. Bajo esta óptica, el territorio adquiere espesor
temporal, y sus huellas pueden ser rastreadas hasta “identificar procesos territoriales
desaparecidos”7. Hay que tener en cuenta que no es solo el territorio el que cambia,
sino también la percepción del espectador sobre el mismo, y así “Incluso




5 Según André Corboz “El territorio no es un producto de consumo que se pueda reemplazar. Cada
territorio es único, de ahí la necesidad de reciclar, de raspar una vez más (pero con el mayor cuidado si
es posible) el viejo texto que los hombres han inscrito sobre el irremplazable material de los suelos, a
fin de depositar uno nuevo que responda a las necesidades de hoy, antes de ser a su vez revocado”.
Extraído de André Corboz: “El territorio como Palimpsesto”, Lo urbano en 20 autores contemporáneos,
Edicions UPC, 2004.
6 S. Marot, op. cit.
7 A. Corboz. op. cit.
acontecimientos traumatizantes, algunas generaciones más tarde, son percibidos de
manera positiva8”.


Sin embargo, hay que tener en cuenta un aspecto fundamental: que el objetivo de
traer de vuelta estos momentos temporales desaparecidos no es en ningún caso la
celebración del pasado, sino más bien su incorporación al futuro. Según Corboz, “Una
consideración tan atenta de huellas y mutaciones no implica ninguna actitud fetichista
hacia ellas. No se trata de rodearlas con un muro para conferirles una dignidad fuera
de lugar, sino solamente de utilizarlas como elementos, puntos de apoyo, acentos
estimulantes de nuestra propia planificación (...) Todos los accidentes del territorio
tienen significación, comprenderlos es darse la oportunidad de una intervención más
inteligente”9.


Se trata de la misma linea en la que trabaja Marie Christine Boyer, quien alude a la
“memoria colectiva”10, un concepto de Maurice Hallbwachs que se define como algo
que seguía operando en el presente, formando parte de las actividades de los grupos
humanos. Sin embargo, según Boyer, si su continuidad con el pasado se rompe,
como ha ocurrido hoy en día, aquella se transforma en “historia”, en un estereotipo
ajeno a la cotidianeidad de la gente. Ello convierte “historia” y “memoria” en términos
contrapuestos11.


Hemos visto que esta fractura se cuenta entre las consecuencias de la práctica
urbana moderna, y que es característico del paisajismo permitir esta continuidad e
incluso reestablecerla si se ha perdido. Para ello, volviendo a Marot, es necesario
entender el “paisaje como un proceso, una estrategia de final abierto entendida como
una etapa necesaria para establecer condiciones futuras”12. Esta lectura del lugar
como organismo vivo requiere para su interpretación y rearticulación un tipo de
pensamiento que está más interesado en el establecimiento de relaciones que en la
identificación de categorías.




8 A.  Corboz, op. cit.
9 A.  Corboz, op. cit.
10 Marie Christine Boyer: “The city of collective memory”, The MIT Press, Cambridge (Mass), 1994
11 Cita extraída de Carlos García Vázquez: “Ciudad Hojaldre, visiones urbanas del siglo XXI”, Gustavo
Gili, 2004.
12 S. Marot, op. cit.
Como vemos, existe un hilo conductor entre las actividades efectuadas en un lugar, la
transformación del territorio y los habitantes que lo perciben. El reto del paisajista (y la
actitud que pretendemos incorporar al caso de estudio) es alimentar y visibilizar
aquellos restos de la memoria que habitan en el territorio y transmitirlos para su uso
como recursos propios de las próximas generaciones. De esta forma, la memoria se
proyecta en el futuro, con lo que se distingue de la historia, y se constituye como
fuente de energía.13


ENERGÍA


En la consideración del territorio como palimpsesto se ha atendido a un objetivo
fundamental: comprender que el valor de cada uno de los elementos que lo
componen no reside en unos atributos físicos inamovibles, sino en base a su
capacidad de establecer relaciones de complejidad con el resto de componentes del
territorio. Estas relaciones no solo se refieren al plano temporal presente, sino que
pueden vincular estratos temporales distanciados entre sí, y son aplicables tanto a
construcciones mentales como materiales14.


Puesto que el conocimiento necesario para establecer estas relaciones no responde a
un cuerpo teórico genérico ni definido a priori, sino que se construye simultáneamente
con la propia exploración del territorio, cada vez que un elemento del pasado se
incorpora al nuevo contexto se origina un cambio de percepción del mismo. Esta
reelaboración mental no solo otorga nuevos significados a lo pretérito (todos aquellos
compatibles con el sistema de procesos que operan en la transformación y
mantenimiento del paisaje) sino que además garantiza una continuidad temporal
incompatible con el anacronismo.


Este cambio de percepción es fundamental para que los elementos originados bajo
condiciones históricas distintas se incorporen de manera eficiente al circuito
productivo de lo urbano. Y viceversa: la lectura creativa del rastro del pasado es un


13 Sobre cómo la memoria puede constituir por ella misma la energía necesaria para la reactivación del
patrimonio, descubrir la experiencia del parque industrial “Rivers of Steel” en Pennsylvania. Puede
consultarse, junto con otros ejemplos de parques patrimoniales, en Sabaté B., J. y otros, “Projectant
l’Eix del Llobregat. Paisatge Cultural i Desenvolupament Regional”, UPC-MIT, Barcelona, 2001
14 “Los restos de un lugar son tanto construcciones mentales como materiales. Mi trabajo debe
orientarse tanto a la reestructuración del lugar como a su experiencia física. Pienso que cualquier
intervención ambiental es un acto creativo cultural que debería ser parte de la historia y el futuro de un
lugar y sus habitantes”. Georges Descombes: “Shifting sites”, artículo en “Recovering Landscape.
Essays in contemporary landscape architecture”. Princeton Architectural Press, 1999.
motivo para conducir el presente en curso hacia un futuro más diverso. De esta forma,
lectura y escritura sobre el territorio son partes complementarias de una misma
estrategia, cuyo objetivo es despertar la energía latente en sus elementos.


En    palabras     de    Georges       Descombes:        “Aprecio     las   permanencias        como
manifestaciones de dinámicas generadas por varias fuentes, actividades, actores.
Este proceso nunca acaba y uno debería apreciar todos los posibles futuros
desarrollos que ya están inscritos en el territorio, latentes15”


Del marco conceptual descrito se desprenden dos hechos relevantes: que esta
energía referida corresponde a varias dimensiones de lo real (o de las
manifestaciones específicas de lo real que conducen a la identidad de un lugar
determinado) y que, en consecuencia, podemos activarla con herramientas diversas,
pero que en cualquier caso van más allá del mero establecimiento de una función a
través de un programa de necesidades al uso.


A pesar de que la capacidad para albergar nuevas actividades es un valor que todo
bien heredado del pasado posee, y que esta propiedad vincula la memoria con la
energía a través del reciclaje, es muy importante no identificar este aspecto con la
totalidad de sus posibilidades energéticas. En la potencialidad latente de los
componentes del territorio existe un aspecto menos explorado: su capacidad, como
parte de un organismo más complejo, de poner en marcha un sistema de sinergias
que amplifique las posibilidades del lugar.


Esta forma de actuar encamina la acción del planeador hacia escenarios diferentes en
los que adquiere nuevos roles disciplinares. En todos ellos, la labor a realizar consiste
en incorporar a los escenarios existentes la energía residente en los nuevos requisitos
productivos de la sociedad y la economia contemporáneas, no para eliminar las
marcas del pasado, sino para protegerlas de una manera activa. El gran logro de la
disciplina del paisaje reside en conseguir esta simbiosis sin imponer una lógica sobre
la otra, sino a través de una síntesis creativa de sus elementos16.




15G. Descombes, op. cit.
16Viollet Le Duc escribe que “Restaurar un edificio no consiste en llevar a cabo trabajos de
mantenimiento,reparación o reconstrucción, sino restablecer en su totalidad un estado que puede no
haber existido jamás”. Viollet Le Duc, “Dictionarie raisonné de l’architecture française du Xlème au
XIVème siecle”, Blance, Paris, 1868, vol VIII, p.14.
Podemos concluir que en la consideración energética de los procesos territoriales
yace una profunda convicción relativista: que lo conveniente y lo inconveniente no son
atributos identificables en sus elementos individuales, sino más bien en el resultado
de las relaciones que se derivan de su sistema de orden posible. Desde este punto de
vista, vamos a tratar de mostrar como el relativismo que caracteriza esta forma de
proceder no corresponde a una imprecisión en la teoría, sino a una consideración más
realista del sistema de fuerzas en juego.


1. SOBRE LA OBSOLESCENCIA DE LAS INSTALACIONES INDUSTRIALES.
Es posible afirmar que la primera causa de obsolescencia es la desaparición de la
función que justificaba la existencia del bien. Es esta condición, a falta de una
actividad que vincule el objeto con el presente, lo que desencadena su consideración
como bien patrimonial. Con la ruptura del vínculo entre el presente y el pasado,
emerge la historia y surge la oportunidad, y el riesgo, de mantener el resto como un
testigo de una época que ya no existe.


Si por el contrario, optamos por evitar la obsolescencia manteniendo la actividad,
deberemos introducir una serie de transformaciones físicas que posibilitarán el
contacto entre el presente y el pasado. Asumiendo que la evolución no es solo
necesaria e inevitable, sino que además es característica de la arquitectura industrial,
hay que reconocer que un grado de alteración excesiva que asegure su
mantenimiento funcional puede conducir, en algunas ocasiones, a la eliminación de
rasgos esenciales que ponen en peligro su consideración como patrimonio.


Existe un tercer caso: aquel en el que la obsolescencia no se produce por una
condición que afecte directamente al bien industrial, sino al emplazamiento que lo
contextualiza. Con la pérdida de los enlaces de comunicación, de ciertas
características   ambientales    o   la     simple   deslocalización   de   economías
complementarias, puede alcanzarse una situación de obsolescencia total, en la que la
única salida posible sea la ruina, lo que conlleva una pérdida energética en términos
puramente edificatorios: tanto la acumulada en su construcción como la necesaria
para su destrucción.


Concluimos por tanto que es muy difícil establecer directrices válidas que sean
aplicables de forma genérica. Los tres escenarios previos nos demuestran la
importancia de evaluar el bien en un contexto amplio, desde sus características
arquitectónicas hasta las ambientales, no para establecer un estado ideal, sino para
determinar las posibilidades latentes que podrían desarrollarse en cada situación
concreta.


2. SOBRE EL USO CULTURAL DE LAS INSTALACIONES INDUSTRIALES.
Cuando se apuesta por la permanencia de un bien industrial no como un elemento
productivo, sino como un testigo cultural de un tiempo pasado, suele incurrirse en la
implantación de un uso ajeno a la naturaleza industrial a través de la recurrida opción
de museificar el emplazamiento. Es una estrategia que alberga un doble peligro. En
primer lugar, el peligro de fracasar, con el correspondiente despilfarro de energía
externa utilizada para implantar un uso desnaturalizado. En segundo lugar, el peligro
de tener éxito, lo que conduce a una posible revalorización (gentrificación) del
entorno, que provoca la expulsión del tejido social y económico surgido a su
alrededor, lo que no solo representa la pérdida de un valor cultural inmaterial, que en
muchas ocasiones debería estar protegido, sino además una injusticia social.


La evaluación de estos dos escenarios nos lleva a pensar que no sólo se trata de
garantizar una actividad, que a veces es imposible, sino de preocuparse por la
relación que esta tiene con el tejido que lo rodea. A menudo, los emplazamientos
industriales están habitados por un tejido social con un amplio sentido de comunidad y
de pertenencia a un pasado común, y eso conduce a situaciones de arraigo y
voluntades participativas que de otro modo habrían sido muy costosas de obtener.


En este caso, el bien industrial puede pasar a ser el contexto inmaterial, lo
circundante, y su protección pasaría por garantizar la permanencia de este entorno a
través de la valoración de su identidad ocupacional. Esto implicaría nuevas formas de
explotación como la autogesitón, el cooperativismo o la masovería. Se trata de una
concienciación colectiva que en muchas ocasiones ha estado en el origen o ha
constituido la solución misma para la protección de este patrimonio17.




17Es el caso del Horno Alto de Sagunto, reciente Grand Prix Europa Nostra en la categoría de
conservación. A este respecto, ver “The blast furnace nº2. Sagunt, Spain: the recovery of the future
memory”. Luis Fco Herrero y otros. Heritage 2012 proceedings of the III international conference on
heritage and sustainable developement. Green Lines Institute.
3. SOBRE EL USO URBANO DE LAS INSTALACIONES INDUSTRIALES
La forma física actual de las ciudades yace a menudo en el sistema de
comunicaciones previo que vinculaba las instalaciones industriales que hoy se
encuentran descaracterizadas. La antigua accesibilidad específica que servía a la
producción y logística ha servido de base para la nueva accesibilidad genérica a gran
escala y, en ocasiones, para su recuperación en términos de espacio público.
Sustituidas a menudo las antiguas fronteras del ferrocarril y remodeladas algunas de
las vías rodadas, estos contenedores industriales pueden recuperar (o no perder) su
actividad productiva, que habrá sido liberada de sus incompatibilidades urbanas por la
actual tecnología.


Hablamos de una nueva industria urbana18 que empieza a materializarse en el seno
de algunas ciudades, y que pone su atención en el patrimonio industrial como marco
de desarrollo19. Se evidencia así que la transformación del territorio permite recuperar
usos que habían sido descartados por una evolución de la tecnología o de la
percepción que se tenía sobre la misma. No sólo estaremos recuperando diversidad
económica urbana, sino que además, estaremos construyendo sobre lo existente,
desvinculando desarrollo urbano de crecimiento físico.



A MODO DE CONCLUSIÓN


El presente puede ser entendido como la clave para la permanencia de nuestro
territorio heredado, que a menudo es el testigo de posibilidades no desarrolladas,
algunas de las cuales todavía siguen latentes aunque nunca hasta ahora hayan sido
consideradas.


En el caso de la convivencia entre el patrimonio industrial y lo urbano es necesario
adquirir herramientas que permitan una sinergia entre ambas lógicas. El tratamiento
de este contexto como un sistema de fuerzas vivas, permite la inclusión de otras


18 Pueden consultarse los artículos de Paz Benito del Pozo,“Patrimonio industrial y cultura del territorio”
y “Pautas actuales de la relación entre industria y ciudad”
19 Encontramos   en Asturias dos ejemplos como son el Centro Municipal de Empresas “La Curtidora” en
Avilés (antigua Fábrica de Curtidos Maribona del S. XIX) y el Centro de Empresas “Cristasa” en Gijón
(antigua Fábrica de Cristal en el barrio de la Calzada). Ambas ofrecen sus espacios para el
establecimiento de empresas de nueva creación constituyéndose como verdaderos viveros de
empresas.
dimensiones además de las físicas y favorece una lectura de la historia más allá de su
narración como una mera línea de tiempo.


La incorporación del pasado al presente, debe hacerse desde un conocimiento
específico del medio, cuyo objetivo debe estar encaminado a la mejora de nuestras
condiciones de vida. Se enmarca así la protección del patrimonio dentro de una
estrategia de acción más amplia, favoreciendo el interés de administraciones y
técnicos, que comenzarán a considerar la herencia industrial en el contexto urbano
como una oportunidad y no como un problema u obstáculo al desarrollo.


Estas conclusiones reúnen los puntos en los que basar una auténtica reflexología
urbana, que no trata la patología directamente, sino que actúa sobre sus áreas
reflejo, es decir, sobre las terminaciones nerviosas urbanas, que no son otra cosa que
el tejido de procesos y relaciones sociales y culturales, el límite donde la forma física
se encuentra con la forma cultural.
BIBLIOGRAFÍA

LIBROS:
- Varios autores (2012), “Actas del II Congreso Internacional sobre Permanencia y
Transformación en Conjuntos Históricos”, Valencia: Editorial UPV.
- Berger, P y Luckmann, T. (2008), “La construcción social de la realidad”, Buenos Aires:
Amorrortu/editores.
- Boyer, Marie Christine (1994), “The city of collective memory. Its historical imaginery
and Architectural entertainments”, Cambridge (Mass): The MIT Press.
- Corner, J. y otros (1999), “Recovering Landscape. Essays in contemporary Landscape
Architecture”, New York: Princeton Architectural Press.
- García Vazquez, C. (2004), “Ciudad hojaldre. Visiones urbanas del siglo XXI”,
Barcelona: Gustavo Gili.
- Marot, Sébastien (2006), “Suburbanismo y el arte de la memoria”, Barcelona: Gustavo
Gili.
- Martin Ramos, A. (editor) (2004), “Lo urbano en 20 autores contemporáneos”, Barcelona:
Edicions UPC.
- Sabaté B., J. y otros (2001), “Projectant l’Eix del Llobregat. Paisatge Cultural i
Desenvolupament Regional”, Barcelona: UPC-MIT.
- Solà-Morales, Ignasi (2002), “Patrimonio arquitectónico o parque temático”, Territorios,
Barcelona: Gustavo Gili.


ARTÍCULOS:
- Benito del Pozo, Paz (2002): “Patrimonio industrial y cultura del territorio”, Boletín de la
AGE, nº 34, págs. 213-227
- Benito Del Pozo, Paz (2005): “Pautas actuales de la relación entre industria y ciudad”,
Ería. Revista de Geografía, nº 66, pp. 57-70.
- Corboz, André (2004): “El territorio como Palimpsesto”, Lo urbano en 20 autores
contemporáneos, Barcelona: Edicions UPC.
- Descombes, George (1999): “Shifting sites”, Recovering Landscape. Essays in
contemporary landscape architecture, New York: Princeton Architectural Press.
- Herrero, Luis Francisco y otros (2012), “The blast furnace nº2. Sagunt, Spain: the
recovery of the future memory”, Heritage 2012 proceedings of the III international
conference on heritage and sustainable developement, Oporto, Editores: Rogério Amoêda,
Sérgio Lira, Cristina Pinheiro - Greenlines institute.
- Marot, Sèbastien (1999): “The reclaiming of sites”, Recovering landscape. Essays in
Contemporary Landscape Architecture, New York: Princeton Architectural Press.

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Memoria y energía

  • 1. MEMORIA Y ENERGÍA Aitor Varea Oro y Francisco Azorín Chico INTRODUCCIÓN En esta breve reflexión vamos a ocuparnos de un caso específico del patrimonio industrial: el que antaño ocupaba la periferia de la ciudad y hoy se encuentra envuelto de tejido urbano1. Una vez despojados de su actividad productiva esencial, los contenedores que hoy se encuentran en esta situación se han adaptado a su nuevo contexto con grados de éxito muy dispares2. En los escenarios menos positivos, su permanencia se enfrenta a unas condiciones nuevas que hacen de su conservación un problema de solución difícil. Esta situación, a través de la cual el bien patrimonial pasa a percibirse como un problema y no como una oportunidad, muestra la permanencia como una patología que revela la insuficiencia de las herramientas actuales para gestionar el patrimonio de una manera inteligente. Entre los motivos de esta disfunción distinguiremos dos: 1. Por una parte, la inexistencia de un catálogo que recoja y proteja específicamente los bienes industriales.3 2. Por otra, el proceso urbanizador que absorbe al bien y que tiende a imponer su propia lógica sobre la existente. En este artículo vamos a proponer algunas pautas que deberían seguirse para caminar hacia el primero de los puntos, pero asumiendo que su problemática es indisoluble del segundo. Por ello será necesario no sólo establecer esta nueva 1 Para una primera aproximación contextualizada en el caso de la ciudad de Valencia, véase F.Azorín Chico, “De la permanencia como patología a la transformación activa del patrimonio”, Actas II Congreso Internacional sobre permanencia y transformación en conjuntos históricos, Universitat Politècnica de València, 2012. 2 Si centramos nuestra mirada en Valencia, de una primera industrialización de desarrollo moderado, se han mantenido algunos de estos contenedores industriales, debido principalmente a su carácter monumental y un estilo arquitectónico bastante concreto. En la actualidad, dichos elementos, o bien se han reutilizado o museificado atendiendo únicamente a sus características superficiales (la adaptación de la Antigua Tabacalera como oficinas municipales, la reapertura como Hotel de la Fábrica de Lanas Marín, o la reconversión del Antiguo depósito de Aguas en Museo de Historia de Valencia) o bien se encaminan a la ruina (como la Fábrica de “Bombas Gens” o la Fábrica de Mayólicas “La Ceramo”). 3 Los bienes patrimoniales industriales, en la mayoría de comunidades autónomas, no poseen un catálogo propio, y se incluyen en los catálogos generales bajo criterios comunes al resto de bienes arquitectónicos.
  • 2. categoría de catalogación, sino además que su registro opere atendiendo a sus características más específicas. Esto debería conducir a una mayor relevancia en la evaluación y protección de su ambiente circundante, tanto en sus aspectos físicos como en los inmateriales. Para construir estos criterios de evaluación, (que entendemos vinculados a una acción posterior diferente de las meras políticas de protección), vamos a recurrir a un cuerpo teórico que proviene el campo del paisajismo. De la mano de las elaboraciones de André Corboz, Sèbastien Marot o Georges Descombes, se atenderá no tanto a la condición objetual del bien, que creemos importante, sino a sus capacidades relacionales con un medio más amplio, que nos parecen fundamentales para hacer de la permanencia del patrimonio industrial en un nuevo contexto un proyecto coherente. Bajo este nuevo sistema de coordenadas, la tarea de catalogación se engloba en un marco más amplio que comienza por caracterizar las oportunidades que yacen en la ciudad y que habitualmente se presentan bajo la forma de problemáticas urbanas. Esto será posible identificando lo urbano no solo como dimensión física, sino como sistema de relaciones y procesos, o si se prefiere, como sistema de memoria y de energía. MEMORIA En primer lugar, vamos a justificar la necesidad de incorporar el cuerpo teórico del paisajismo, que, como veremos más adelante, nos llevará a un modo muy concreto de evaluar, seleccionar y dinamizar estratos físicos y temporales muy diversos. Para ello, nos serviremos del artículo “The reclaiming of sites”4, en el que Sèbastien Marot trata de explicar los motivos del reciente renacimiento de la disciplina del paisaje, así como la importancia que tiene este nuevo auge. En este texto, el autor contrapone las virtudes de la disciplina del paisaje a la práctica característica de los arquitectos y urbanistas de la modernidad, que tipifica de burocrática y fragmentada, más interesada en la ingeniería, el planeamiento cuantitativo y la estandardización que en la cultura e historia locales. Aunque advierte 4Sèbastien Marot: “The reclaiming of sites”, Recovering landscape. Essays in Contemporary Landscape Architecture, Princeton Architectural Press, Editor: James Corner, 1999
  • 3. que la nueva disciplina no se identifica con la mera ejecución de parques y jardines (las prácticas en las que funda su origen), señala que la arquitectura paisajista se destaca por tomar de ellas algunas de sus características fundamentales y que tienen que ver fundamentalmente con las implicaciones de trabajar con organismos vivos y ecosistemas complejos. De este conjunto de prácticas originales se deriva un aparato teórico actual que es posible extrapolar a otros campos de acción. En efecto, los imperativos agrarios y ecológicos imponen unas condiciones de contorno que hacen imposible la indiferencia del paisajista frente al lugar en el que actúa. Del mismo modo, se asume como inevitable que lo que se cultiva no alcanzará su propósito hasta la muerte del jardinero original. Identidad y tiempo están así vinculadas al desarrollo de una práctica que, siempre según Marot, invierte los términos habituales del urbanismo para priorizar el lugar sobre el programa de necesidades. Para operar de esta forma inversa es necesario recurrir a herramientas específicas que posibilitan el descubrimiento de esa identidad propia de los lugares capaz de estirar de los propósitos funcionales, económicos y políticos hasta que dejan de ser genéricos. Estas herramientas, por el carácter irreemplazable5 del medio físico sobre el que actúan, están encaminadas a reforzar la coherencia entre el proceso de lectura y escritura sobre el territorio. Se trata de un proceso que es continuo a lo largo del tiempo -también del tiempo pasado- y que es el responsable de la configuración del territorio como un “palimpsesto que evidencia todas actividades que han contribuido a la conformación de un paisaje específico y no otro”6. Bajo esta óptica, el territorio adquiere espesor temporal, y sus huellas pueden ser rastreadas hasta “identificar procesos territoriales desaparecidos”7. Hay que tener en cuenta que no es solo el territorio el que cambia, sino también la percepción del espectador sobre el mismo, y así “Incluso 5 Según André Corboz “El territorio no es un producto de consumo que se pueda reemplazar. Cada territorio es único, de ahí la necesidad de reciclar, de raspar una vez más (pero con el mayor cuidado si es posible) el viejo texto que los hombres han inscrito sobre el irremplazable material de los suelos, a fin de depositar uno nuevo que responda a las necesidades de hoy, antes de ser a su vez revocado”. Extraído de André Corboz: “El territorio como Palimpsesto”, Lo urbano en 20 autores contemporáneos, Edicions UPC, 2004. 6 S. Marot, op. cit. 7 A. Corboz. op. cit.
  • 4. acontecimientos traumatizantes, algunas generaciones más tarde, son percibidos de manera positiva8”. Sin embargo, hay que tener en cuenta un aspecto fundamental: que el objetivo de traer de vuelta estos momentos temporales desaparecidos no es en ningún caso la celebración del pasado, sino más bien su incorporación al futuro. Según Corboz, “Una consideración tan atenta de huellas y mutaciones no implica ninguna actitud fetichista hacia ellas. No se trata de rodearlas con un muro para conferirles una dignidad fuera de lugar, sino solamente de utilizarlas como elementos, puntos de apoyo, acentos estimulantes de nuestra propia planificación (...) Todos los accidentes del territorio tienen significación, comprenderlos es darse la oportunidad de una intervención más inteligente”9. Se trata de la misma linea en la que trabaja Marie Christine Boyer, quien alude a la “memoria colectiva”10, un concepto de Maurice Hallbwachs que se define como algo que seguía operando en el presente, formando parte de las actividades de los grupos humanos. Sin embargo, según Boyer, si su continuidad con el pasado se rompe, como ha ocurrido hoy en día, aquella se transforma en “historia”, en un estereotipo ajeno a la cotidianeidad de la gente. Ello convierte “historia” y “memoria” en términos contrapuestos11. Hemos visto que esta fractura se cuenta entre las consecuencias de la práctica urbana moderna, y que es característico del paisajismo permitir esta continuidad e incluso reestablecerla si se ha perdido. Para ello, volviendo a Marot, es necesario entender el “paisaje como un proceso, una estrategia de final abierto entendida como una etapa necesaria para establecer condiciones futuras”12. Esta lectura del lugar como organismo vivo requiere para su interpretación y rearticulación un tipo de pensamiento que está más interesado en el establecimiento de relaciones que en la identificación de categorías. 8 A. Corboz, op. cit. 9 A. Corboz, op. cit. 10 Marie Christine Boyer: “The city of collective memory”, The MIT Press, Cambridge (Mass), 1994 11 Cita extraída de Carlos García Vázquez: “Ciudad Hojaldre, visiones urbanas del siglo XXI”, Gustavo Gili, 2004. 12 S. Marot, op. cit.
  • 5. Como vemos, existe un hilo conductor entre las actividades efectuadas en un lugar, la transformación del territorio y los habitantes que lo perciben. El reto del paisajista (y la actitud que pretendemos incorporar al caso de estudio) es alimentar y visibilizar aquellos restos de la memoria que habitan en el territorio y transmitirlos para su uso como recursos propios de las próximas generaciones. De esta forma, la memoria se proyecta en el futuro, con lo que se distingue de la historia, y se constituye como fuente de energía.13 ENERGÍA En la consideración del territorio como palimpsesto se ha atendido a un objetivo fundamental: comprender que el valor de cada uno de los elementos que lo componen no reside en unos atributos físicos inamovibles, sino en base a su capacidad de establecer relaciones de complejidad con el resto de componentes del territorio. Estas relaciones no solo se refieren al plano temporal presente, sino que pueden vincular estratos temporales distanciados entre sí, y son aplicables tanto a construcciones mentales como materiales14. Puesto que el conocimiento necesario para establecer estas relaciones no responde a un cuerpo teórico genérico ni definido a priori, sino que se construye simultáneamente con la propia exploración del territorio, cada vez que un elemento del pasado se incorpora al nuevo contexto se origina un cambio de percepción del mismo. Esta reelaboración mental no solo otorga nuevos significados a lo pretérito (todos aquellos compatibles con el sistema de procesos que operan en la transformación y mantenimiento del paisaje) sino que además garantiza una continuidad temporal incompatible con el anacronismo. Este cambio de percepción es fundamental para que los elementos originados bajo condiciones históricas distintas se incorporen de manera eficiente al circuito productivo de lo urbano. Y viceversa: la lectura creativa del rastro del pasado es un 13 Sobre cómo la memoria puede constituir por ella misma la energía necesaria para la reactivación del patrimonio, descubrir la experiencia del parque industrial “Rivers of Steel” en Pennsylvania. Puede consultarse, junto con otros ejemplos de parques patrimoniales, en Sabaté B., J. y otros, “Projectant l’Eix del Llobregat. Paisatge Cultural i Desenvolupament Regional”, UPC-MIT, Barcelona, 2001 14 “Los restos de un lugar son tanto construcciones mentales como materiales. Mi trabajo debe orientarse tanto a la reestructuración del lugar como a su experiencia física. Pienso que cualquier intervención ambiental es un acto creativo cultural que debería ser parte de la historia y el futuro de un lugar y sus habitantes”. Georges Descombes: “Shifting sites”, artículo en “Recovering Landscape. Essays in contemporary landscape architecture”. Princeton Architectural Press, 1999.
  • 6. motivo para conducir el presente en curso hacia un futuro más diverso. De esta forma, lectura y escritura sobre el territorio son partes complementarias de una misma estrategia, cuyo objetivo es despertar la energía latente en sus elementos. En palabras de Georges Descombes: “Aprecio las permanencias como manifestaciones de dinámicas generadas por varias fuentes, actividades, actores. Este proceso nunca acaba y uno debería apreciar todos los posibles futuros desarrollos que ya están inscritos en el territorio, latentes15” Del marco conceptual descrito se desprenden dos hechos relevantes: que esta energía referida corresponde a varias dimensiones de lo real (o de las manifestaciones específicas de lo real que conducen a la identidad de un lugar determinado) y que, en consecuencia, podemos activarla con herramientas diversas, pero que en cualquier caso van más allá del mero establecimiento de una función a través de un programa de necesidades al uso. A pesar de que la capacidad para albergar nuevas actividades es un valor que todo bien heredado del pasado posee, y que esta propiedad vincula la memoria con la energía a través del reciclaje, es muy importante no identificar este aspecto con la totalidad de sus posibilidades energéticas. En la potencialidad latente de los componentes del territorio existe un aspecto menos explorado: su capacidad, como parte de un organismo más complejo, de poner en marcha un sistema de sinergias que amplifique las posibilidades del lugar. Esta forma de actuar encamina la acción del planeador hacia escenarios diferentes en los que adquiere nuevos roles disciplinares. En todos ellos, la labor a realizar consiste en incorporar a los escenarios existentes la energía residente en los nuevos requisitos productivos de la sociedad y la economia contemporáneas, no para eliminar las marcas del pasado, sino para protegerlas de una manera activa. El gran logro de la disciplina del paisaje reside en conseguir esta simbiosis sin imponer una lógica sobre la otra, sino a través de una síntesis creativa de sus elementos16. 15G. Descombes, op. cit. 16Viollet Le Duc escribe que “Restaurar un edificio no consiste en llevar a cabo trabajos de mantenimiento,reparación o reconstrucción, sino restablecer en su totalidad un estado que puede no haber existido jamás”. Viollet Le Duc, “Dictionarie raisonné de l’architecture française du Xlème au XIVème siecle”, Blance, Paris, 1868, vol VIII, p.14.
  • 7. Podemos concluir que en la consideración energética de los procesos territoriales yace una profunda convicción relativista: que lo conveniente y lo inconveniente no son atributos identificables en sus elementos individuales, sino más bien en el resultado de las relaciones que se derivan de su sistema de orden posible. Desde este punto de vista, vamos a tratar de mostrar como el relativismo que caracteriza esta forma de proceder no corresponde a una imprecisión en la teoría, sino a una consideración más realista del sistema de fuerzas en juego. 1. SOBRE LA OBSOLESCENCIA DE LAS INSTALACIONES INDUSTRIALES. Es posible afirmar que la primera causa de obsolescencia es la desaparición de la función que justificaba la existencia del bien. Es esta condición, a falta de una actividad que vincule el objeto con el presente, lo que desencadena su consideración como bien patrimonial. Con la ruptura del vínculo entre el presente y el pasado, emerge la historia y surge la oportunidad, y el riesgo, de mantener el resto como un testigo de una época que ya no existe. Si por el contrario, optamos por evitar la obsolescencia manteniendo la actividad, deberemos introducir una serie de transformaciones físicas que posibilitarán el contacto entre el presente y el pasado. Asumiendo que la evolución no es solo necesaria e inevitable, sino que además es característica de la arquitectura industrial, hay que reconocer que un grado de alteración excesiva que asegure su mantenimiento funcional puede conducir, en algunas ocasiones, a la eliminación de rasgos esenciales que ponen en peligro su consideración como patrimonio. Existe un tercer caso: aquel en el que la obsolescencia no se produce por una condición que afecte directamente al bien industrial, sino al emplazamiento que lo contextualiza. Con la pérdida de los enlaces de comunicación, de ciertas características ambientales o la simple deslocalización de economías complementarias, puede alcanzarse una situación de obsolescencia total, en la que la única salida posible sea la ruina, lo que conlleva una pérdida energética en términos puramente edificatorios: tanto la acumulada en su construcción como la necesaria para su destrucción. Concluimos por tanto que es muy difícil establecer directrices válidas que sean aplicables de forma genérica. Los tres escenarios previos nos demuestran la importancia de evaluar el bien en un contexto amplio, desde sus características
  • 8. arquitectónicas hasta las ambientales, no para establecer un estado ideal, sino para determinar las posibilidades latentes que podrían desarrollarse en cada situación concreta. 2. SOBRE EL USO CULTURAL DE LAS INSTALACIONES INDUSTRIALES. Cuando se apuesta por la permanencia de un bien industrial no como un elemento productivo, sino como un testigo cultural de un tiempo pasado, suele incurrirse en la implantación de un uso ajeno a la naturaleza industrial a través de la recurrida opción de museificar el emplazamiento. Es una estrategia que alberga un doble peligro. En primer lugar, el peligro de fracasar, con el correspondiente despilfarro de energía externa utilizada para implantar un uso desnaturalizado. En segundo lugar, el peligro de tener éxito, lo que conduce a una posible revalorización (gentrificación) del entorno, que provoca la expulsión del tejido social y económico surgido a su alrededor, lo que no solo representa la pérdida de un valor cultural inmaterial, que en muchas ocasiones debería estar protegido, sino además una injusticia social. La evaluación de estos dos escenarios nos lleva a pensar que no sólo se trata de garantizar una actividad, que a veces es imposible, sino de preocuparse por la relación que esta tiene con el tejido que lo rodea. A menudo, los emplazamientos industriales están habitados por un tejido social con un amplio sentido de comunidad y de pertenencia a un pasado común, y eso conduce a situaciones de arraigo y voluntades participativas que de otro modo habrían sido muy costosas de obtener. En este caso, el bien industrial puede pasar a ser el contexto inmaterial, lo circundante, y su protección pasaría por garantizar la permanencia de este entorno a través de la valoración de su identidad ocupacional. Esto implicaría nuevas formas de explotación como la autogesitón, el cooperativismo o la masovería. Se trata de una concienciación colectiva que en muchas ocasiones ha estado en el origen o ha constituido la solución misma para la protección de este patrimonio17. 17Es el caso del Horno Alto de Sagunto, reciente Grand Prix Europa Nostra en la categoría de conservación. A este respecto, ver “The blast furnace nº2. Sagunt, Spain: the recovery of the future memory”. Luis Fco Herrero y otros. Heritage 2012 proceedings of the III international conference on heritage and sustainable developement. Green Lines Institute.
  • 9. 3. SOBRE EL USO URBANO DE LAS INSTALACIONES INDUSTRIALES La forma física actual de las ciudades yace a menudo en el sistema de comunicaciones previo que vinculaba las instalaciones industriales que hoy se encuentran descaracterizadas. La antigua accesibilidad específica que servía a la producción y logística ha servido de base para la nueva accesibilidad genérica a gran escala y, en ocasiones, para su recuperación en términos de espacio público. Sustituidas a menudo las antiguas fronteras del ferrocarril y remodeladas algunas de las vías rodadas, estos contenedores industriales pueden recuperar (o no perder) su actividad productiva, que habrá sido liberada de sus incompatibilidades urbanas por la actual tecnología. Hablamos de una nueva industria urbana18 que empieza a materializarse en el seno de algunas ciudades, y que pone su atención en el patrimonio industrial como marco de desarrollo19. Se evidencia así que la transformación del territorio permite recuperar usos que habían sido descartados por una evolución de la tecnología o de la percepción que se tenía sobre la misma. No sólo estaremos recuperando diversidad económica urbana, sino que además, estaremos construyendo sobre lo existente, desvinculando desarrollo urbano de crecimiento físico. A MODO DE CONCLUSIÓN El presente puede ser entendido como la clave para la permanencia de nuestro territorio heredado, que a menudo es el testigo de posibilidades no desarrolladas, algunas de las cuales todavía siguen latentes aunque nunca hasta ahora hayan sido consideradas. En el caso de la convivencia entre el patrimonio industrial y lo urbano es necesario adquirir herramientas que permitan una sinergia entre ambas lógicas. El tratamiento de este contexto como un sistema de fuerzas vivas, permite la inclusión de otras 18 Pueden consultarse los artículos de Paz Benito del Pozo,“Patrimonio industrial y cultura del territorio” y “Pautas actuales de la relación entre industria y ciudad” 19 Encontramos en Asturias dos ejemplos como son el Centro Municipal de Empresas “La Curtidora” en Avilés (antigua Fábrica de Curtidos Maribona del S. XIX) y el Centro de Empresas “Cristasa” en Gijón (antigua Fábrica de Cristal en el barrio de la Calzada). Ambas ofrecen sus espacios para el establecimiento de empresas de nueva creación constituyéndose como verdaderos viveros de empresas.
  • 10. dimensiones además de las físicas y favorece una lectura de la historia más allá de su narración como una mera línea de tiempo. La incorporación del pasado al presente, debe hacerse desde un conocimiento específico del medio, cuyo objetivo debe estar encaminado a la mejora de nuestras condiciones de vida. Se enmarca así la protección del patrimonio dentro de una estrategia de acción más amplia, favoreciendo el interés de administraciones y técnicos, que comenzarán a considerar la herencia industrial en el contexto urbano como una oportunidad y no como un problema u obstáculo al desarrollo. Estas conclusiones reúnen los puntos en los que basar una auténtica reflexología urbana, que no trata la patología directamente, sino que actúa sobre sus áreas reflejo, es decir, sobre las terminaciones nerviosas urbanas, que no son otra cosa que el tejido de procesos y relaciones sociales y culturales, el límite donde la forma física se encuentra con la forma cultural.
  • 11. BIBLIOGRAFÍA LIBROS: - Varios autores (2012), “Actas del II Congreso Internacional sobre Permanencia y Transformación en Conjuntos Históricos”, Valencia: Editorial UPV. - Berger, P y Luckmann, T. (2008), “La construcción social de la realidad”, Buenos Aires: Amorrortu/editores. - Boyer, Marie Christine (1994), “The city of collective memory. Its historical imaginery and Architectural entertainments”, Cambridge (Mass): The MIT Press. - Corner, J. y otros (1999), “Recovering Landscape. Essays in contemporary Landscape Architecture”, New York: Princeton Architectural Press. - García Vazquez, C. (2004), “Ciudad hojaldre. Visiones urbanas del siglo XXI”, Barcelona: Gustavo Gili. - Marot, Sébastien (2006), “Suburbanismo y el arte de la memoria”, Barcelona: Gustavo Gili. - Martin Ramos, A. (editor) (2004), “Lo urbano en 20 autores contemporáneos”, Barcelona: Edicions UPC. - Sabaté B., J. y otros (2001), “Projectant l’Eix del Llobregat. Paisatge Cultural i Desenvolupament Regional”, Barcelona: UPC-MIT. - Solà-Morales, Ignasi (2002), “Patrimonio arquitectónico o parque temático”, Territorios, Barcelona: Gustavo Gili. ARTÍCULOS: - Benito del Pozo, Paz (2002): “Patrimonio industrial y cultura del territorio”, Boletín de la AGE, nº 34, págs. 213-227 - Benito Del Pozo, Paz (2005): “Pautas actuales de la relación entre industria y ciudad”, Ería. Revista de Geografía, nº 66, pp. 57-70. - Corboz, André (2004): “El territorio como Palimpsesto”, Lo urbano en 20 autores contemporáneos, Barcelona: Edicions UPC. - Descombes, George (1999): “Shifting sites”, Recovering Landscape. Essays in contemporary landscape architecture, New York: Princeton Architectural Press. - Herrero, Luis Francisco y otros (2012), “The blast furnace nº2. Sagunt, Spain: the recovery of the future memory”, Heritage 2012 proceedings of the III international conference on heritage and sustainable developement, Oporto, Editores: Rogério Amoêda, Sérgio Lira, Cristina Pinheiro - Greenlines institute. - Marot, Sèbastien (1999): “The reclaiming of sites”, Recovering landscape. Essays in Contemporary Landscape Architecture, New York: Princeton Architectural Press.