Esta madre le pide a Jesús que la ayude a ser más devota y paciente con su familia en medio de sus múltiples responsabilidades, ya que siente que vive a una velocidad que no le permite conectarse con lo espiritual. Le ofrece entregarle completamente su corazón, boca, manos y carácter para que Él dirija sus acciones con mansedumbre y ternura, y transformar así sus relaciones familiares en una continua revelación de alegría y bienaventuranzas que acerque a los demás a D
La novena a María que desata los nudos es también conocida como la “Novena que derrota al diablo” o “Novena que destruye el diablo”. Estas definiciones nacieron gracias a un exorcismo del Padre Michele Bianco, un sacerdote exorcista italiano con importantes dones carismáticos, Cura del Santuario de San Ciriaco de Torre Le Nocelle, pueblecito de la provincia de Avellino en el sur Italia. En efecto, ha sido el mismo diablo, durante ese exorcismo, quien confesó que fue aquella novena – rezada por la mujer de un hombre poseído – la que destruyó el diabólico plan homicida hacia el pobre desafortunado. Desde aquel momento el exorcista aconsejó a todos los devotos que se encomendaran a la Virgen María rezando esta Novena particular, porque es la que destruye los planes del diablo.
Como vitaminas para el alma se han elaborado piezas con oraciones de diferentes autores. Si deseas tener las piezas en jpg (gratis) sólo tienes que solicitarlo en pasbiopal@gmail.com
Corazon traspasado de Jesus herido por el desamor.Raquel Z
Hijos míos: soy el Dios del amor, el Dios compasivo, el Dios misericordioso, no tengáis temores en venir hacia Mí. No tengáis temores en entregarme vuestros pecados. Deseo sanar las llagas abiertas y purulentas de vuestros corazones. Quiero restaurar vuestras vidas. Quiero quitar, de una vez por todas, las cadenas oxidadas que os esclavizan, cadenas que os impiden andar en libertad. Quiero besar vuestras conciencias y daros luz.
Quiero soplar mi Espíritu Santo en todos vosotros, para que recibáis Sabiduría.
2. Oh mi amado y buen Jesús, apenas me queda tiempo para Ti. ¿Puede ser? ¡Que vergüenza! Un día y otro ando desquiciada en mil afanes, segura de poder solucionarlo todo, de llegar a todo. Sí, Tú eres Dios, mi alegría y mi descanso. Y Te quiero.
3. Pero dime, si yo fallo, ¿quién hará las cosas? Ya ves mi casa, entre el ajetreo de los niños y sus estudios, entre la compra, las comidas y el polvo de las estanterías. Y atender a mis padres -tan mayores ya-, y a mis hermanos, sobrinos y demás parientes. ¿Mi marido? No creas que se me olvida. Ya sé que quieres que le atienda con más mimo, que cuide de su alma, que tenga paciencia. Pero ayúdame con él, Jesús mío, porque es como si siempre quisiera llevarme la contraria. ¿O sólo me lo parece a mí?
4. Es una de las peticiones que quiero hacerte. Darme sin resquicios a mi marido (tengo que ser más afectuosa), darme sin nervios a mis hijos, darme por entero a todos los que llevo en mi corazón. Pero quisiera hacerlo con un cariño más profundo, más delicado, más sosegado y, sobre todo, más sobrenatural. Porque la vida, mi vida, va a tal velocidad, que me precipito en mil vértigos. Es como si me faltara el aire, el oxígeno de Tu paz. Sé que pierdo el resuello mil veces en naderías, sin darme tiempo a tocar con mis manos apresuradas la eternidad de Tu Providencia.
5. Ya me ves ahora, cabizbaja y agotada, ante Ti... No ando muy bien de esperanza Jesús mío, de confianza en tu divino proceder. Lo reconozco, y Te lo digo. Ayúdame a ser más tuya. Quisiera arrodillarme durante el día en todo lo que hago, que no hubiera gesto ni palabra que no sea para Ti; para ver en cada una de mis tareas una pequeña parte de esa cotidiana liturgia que desemboca en tu amor omnipotente.
6. Jesús, que no se apodere de mí nunca más el grito o la exasperación, el enfado o el zaherimiento. Y como no soy indispensable -aunque a veces lo piense- Te ofrezco desde ahora todo lo que soy. Toma mi corazón, mi boca y mis manos, toma mi carácter y mis nervios, toma mis prisas y mi impaciencia, y sé Tú su latido, su palabra, su mansedumbre y su ternura.
7. Que se note el cambio, la conversión de mi conducta. Y que cada sonrisa, o lágrima, sea un acto de piedad en toda regla. Un signo más de Tu presencia en mi vida. Te lo ofrezco todo mi Jesús, hasta a mis hijos. Tómalos para Ti, para Tu gloria. Transforma también mi matrimonio en un continua revelación de alegría -sin discordias o estériles discusiones-, en un aluvión de bienaventuranzas que sirva para que las almas de los que nos conozcan se acerquen más a Ti.
8. Y una última cosa Jesús mío, que sabes que me cuesta especialmente. No dejes que piense que tengo siempre la razón. Aunque la tuviera. Con Tu ayuda quiero aprender el difícil arte de saber callarme a tiempo. Haciendo de ese silencio -¡cómo cuesta!- oración. A ejemplo de María, Madre de todas las madres. Así sea.