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Panchatamtra
Fábulas y apólogos
La imaginación oriental ha creado tan numerosas obras de géneros diferentes, ha
producido una increíble cantidad de cuentos y de apólogos. Esos poemas, en prosa o en
verso, han llegado hasta nosotros gracias a las traducciones de Wilkins y William Jones,
las cuales aparecieron a fines del siglo XVIII.

La colección más extendida en la India, y la más notable de todas las colecciones de
fábulas y apólogos indos, es ciertamente el Hitopadeza, cuyo presunto autor era un
sabio teólogo llamado Narayana, que vivió en época difícil de precisar.

El Hitopadeza no es más que una selección de los mejores apólogos contenidos en otra
colección mucho más vasta , el Panchatantra, que data del siglo V de la era cristiana.

La invención del apólogo es de tiempos muy remotos. Pero hay que buscar su origen en
Oriente.

En efecto, es natural que en el país donde se supone a los animales, y aun a las plantas,
un alma semejante a la del hombre, también se les atribuyan las ideas, las pasiones y el
lenguaje de la especie humana.

Entre los indos, el apólogo es un tratado completo de moral y política. La ficción
principal comprende otra, que se interrumpe y no vuelve a aparecer hasta que una
tercera se termina, la cual implica en sí misma una cuarta, que a veces comprende otras
varias, que se enlazan unas a otras. Este método no es una especialidad de la literatura
inda; es un sistema que se vuelve a encontrar aplicado en la escultura; se ve
frecuentemente, en efecto, un Siva de piedra que en una mano tiene un loto que soporta
un pequeño Vichnú, mientras que en la otra lleva otro emblema u otro dios, que por sí
solo es un símbolo.

Esta extraña disposición no sólo preside a una serie de fábulas, sino que también se
emplea en diferentes fases de un mismo apólogo: un hombre tiene a sus órdenes a un
demonio, el cual le concede la satisfacción de tres aspiraciones. El hombre formula un
primer deseo cuya realización implica la de un segundo deseo contrario, cuyo efecto se
conjura a su vez con el tercero. De modo que, después de satisfacer sus tres
pretensiones, el hombre se encuentra en la misma situación que antes.

La Fontaine, en el prefacio de uno de sus libros de fábulas, escribe: "Sólo diré por
gratitud que debo una parte de mis fábulas a Bidpai, sabio indo; las gentes del país lo
creen muy antiguo, y tan original como Esopo, si no es el mismo Esopo bajo el nombre
del sabio Lokman".

Bidpai, brahmán y filósofo, compuso sus fábulas para la instrucción del hijo de un
príncipe indo, en cuya corte vivía.

Su obra fue traducida en lengua persa; después pasó a poder de los árabes; muy pronto,
dicho libro se hizo célebre en todo el Oriente. En Turquía, estas fábulas se hicieron
populares gracias a la traducción de un médico llamado Alí-Chélebi: el emperador
Solimán, amigo de Francisco I, mandó copiar para el rey de Francia el libro de Alí-
Chélebi; desde esa época fueron conocidas en Oriente las fábulas de Bidpai y de
Lokman. Pero es absolutamente cierto que el fabulista Esopo tomó no poco de los
apólogos de Bidpai, del Hitopadeza y del Panchatantra.

Damos a continuación algunas fábulas y apólogos escogidos del Hitopadeza.

LAS ABEJAS

Un príncipe, después de haber cazado en pleno sol toda una mañana, fue a descansar a
un bosque. Allí vio un enjambre de abejas dedicadas al trabajo.

Quedó sorprendido de la industria maravillosa de aquellos insectos: sus movimientos y
la aplicación con que trabajaban le produjeron una admiración tan grande, que le
inspiraron el deseo de preguntar a su ministro cuál era el propósito que había movido a
aquellos seres alados a reunirse alrededor de un árbol, y a quién pertenecía aquel
ejército numeroso.

El ministro respondió: "Señor, esos animales, a pesar de su pequeñez, son muy útiles
por el provecho que puede obtenerse de su trabajo admirable: son moscas de miel y no
hacen daño a nadie. Su naturaleza es notable y parecen animados del espíritu de Dios y
dedicados a cumplir su voluntad. Tienen un rey que se llama Jasub, más corpulento que
ellas: bajo las órdenes de éste, tiemblan como la hoja del sauce, y caen delante de él
como las hojas secas en otoño al soplo impetuoso del aquilón.

"Ese rey tiene un consejero, varios ujieres, lugartenientes, porteros y guardias. Sus
favoritos y sus súbditos están dotados de un espíritu maravilloso: ellos mismos
construyen el palacio del rey, con tanto arte, que sorprendería a Sinmar, si éste viese un
edificio tan admirable hecho por un pueblo de insectos.

"Cuando está terminado el palacio, el rey recibe de las moscas de miel un juramento,
por el cual se comprometen a no posarse nunca en ninguna basura. De las rosas, de los
jacintos, de la albahaca, extraen jugos delicados, de los cuales en su estómago se forma
una sustancia admirable, que conocemos con el nombre de miel y que sirve para
componer una bebida muy útil para la salud.

"Cuando las abejas regresan de hacer su recolección, los porteros las examinan para
comprobar con cuidado si vienen o no limpias. Si observan que están manchadas de
basura, las matan en el acto con su aguijón. Cuando, por negligencia, dejan pasar
algunas impuras, el rey en persona lo averigua, y, después de ordenar que se le
presenten los culpables y los porteros, condena a muerte a estos últimos y en seguida a
las abejas, por haber contravenido la disciplina del Estado.

"Las historias cuentan que, imitando a las abejas, el famoso emperador Gemschid fue el
primero que estableció porteros, ujieres y guardias en su cámara, y oficiales en su
palacio, y que después de él, los demás reyes supieron llevar a la perfección el buen
orden que actualmente se observa en sus respectivas cortes y en sus ejércitos."

El príncipe preguntó a su ministro: "Me sorprende que las abejas, aunque salvajes, no
tengan animosidad las unas contra las otras, que no se sirvan de su aguijón más que para
tomar su alimento, y que muestren tanta dulzura..."
El ministro volvió a hacer uso de la palabra: "Esos animales, señor, no se gobiernan más
que por un común instinto; pero no sucede así con los hombres, ya que cada uno de
éstos tiene diferente condición natural. Como los hombres se componen de alma y de
cuerpo, que son cosas muy desemejantes, porque la una es sutil y la otra grosera, la una
representa la luz y la otra las tinieblas, constituye un ser elevado y al mismo tiempo un
ser vil y bajo, cada uno de estos seres quiere sobreponerse al otro: de ahí surgen las
diferencias que entre ellos se observan. Por ese motivo se entregan a la codicia, a la
envidia, al odio, a las crueldades, a las imposturas y a todas las pasiones desordenadas".
El ministro volvió a hacer uso de la palabra: "Esos animales, señor, no se gobiernan más
que por un común instinto; pero no sucede así con los hombres, ya que cada uno de
éstos tiene diferente condición natural. Como los hombres se componen de alma y de
cuerpo, que son cosas muy desemejantes, porque la una es sutil y la otra grosera, la una
representa la luz y la otra las tinieblas, constituye un ser elevado y al mismo tiempo un
ser vil y bajo, cada uno de estos seres quiere sobreponerse al otro: de ahí surgen las
diferencias que entre ellos se observan. Por ese motivo se entregan a la codicia, a la
envidia, al odio, a las crueldades, a las imposturas y a todas las pasiones desordenadas".

LAS PALOMAS, EL RATÓN, EL CUERVO, LA TORTUGA Y EL GAMO

En la orilla del Godavari había un árbol hermoso de la especie de los salmalis.

Cierto día, en el momento en que las tinieblas se disipaban, un cuervo, llamado
Lagupatanaka, que estaba en aquel árbol, vio a un pajarero que ponía granos de arroz en
el suelo, y, después, cerca de ellos, tendía una red. Luego se escondió.

En el mismo instante, el jefe de una bandada de palomas, llamado Chitragriva,
atravesando los aires con su comitiva, divisó los granos de arroz. Como las palomas
quisieran cogerlos, el jefe les dijo: "Os conjuro a que no lo intentéis. Este bosque está
inhabitado: ¿cómo puede suceder que haya arroz en un bosque deshabitado?
Indudablemente aquí debe de haber alguna trampa".

Al oír aquellas palabras, una palomita exclamó: "Si hubiésemos de escuchar siempre a
los viejos y proceder con toda circunspección, nunca haríamos nada y jamás podríamos
encontrar nuestro alimento".

Se lanzaron a los granos de arroz y todas quedaron aprisionadas en la red.

Entonces la mayor de las palomas levantó su voz: "Es necesario —dijo— alzar el vuelo
todas al mismo tiempo: así arrastraremos con nosotras la red, porque de otra manera
nuestros esfuerzos desordenados no servirán más que para ahogarnos en sus mallas".

Todas las palomas volaron juntas y levantaron la red.

El pajarero corrió tras ellas, pero al poco tiempo las perdió de vista. Las palomas,
viendo al pajarero detenerse, preguntáronse qué deberían hacer. Chitragriva les dijo:
"Tengo por amigo al rey de los ratones: se llama Hiranyaka, habita en un precioso
bosque, en las márgenes del Gandaki. Él roerá nuestra red con sus dientes".
Al oír estas palabras, se dirigieron hacia el escondite de Hiranyaka.

Éste, al ver a las palomas cogidas en la red, se preguntaba qué querría decir aquello.

Chitragriva lo puso al corriente de lo sucedido y le dijo:

"Roe las ligaduras de mis súbditos e inmediatamente cortarás las mías?. —Sacrificarse
por salvar a sus súbditos — dijo Hiranyaka— es cosa que no aprueban los hábiles en
política. Amigo mío, —respondió Chitragriva— ésas no son mis máximas. No te ocupes
de mi cuerpo, que es perecedero, ocúpate mas bien en salvar mi reputación. Salva, pues,
la vida de mis súbditos aun al precio de mis días."

Al escuchar estas palabras, Hiranyaka cumplimentó a su amigo y comenzó a roer las
ligaduras que sujetaban a las palomas. Después cumplió con su amigo las leyes de la
hospitalidad y lo abrazó. La paloma se despidió en seguida de él y partió con su
acompañamiento hacia el lado del cielo por donde sale el sol.

Hiranyaka entró en su madriguera.

El cuervo Lagupatanaka, testigo de lo que había pasado, sobrecogido de admiración,
exclamó: "Hiranyaka, eres digno de elogio, y quiero tenerte por amigo". —¿Qué
amistad puedo yo contraer contigo? —replicó Hiranyaka sonriendo: yo soy la presa, tú
eres el devorador. Además, el prudente no debe tener más relaciones que las que se
conformen con la naturaleza.
El cuervo replicó: "La unión de los insensatos está fundada en el temor y en la avaricia:
pero la unión de las personas virtuosas, sean quienes fueren, tiene su origen en la virtud.

"La gente de bien se parece a la nuez del coco, que es fea, mientras que los malos tienen
el aspecto de azufaifo, y seducen por su exterior."

A aquellas razones, Hiranyaka salió de su madriguera y exclamó: "Estoy encantado de
la dulzura de tus palabras. ¡Que tu deseo se cumpla!" Y entabló amistad con el cuervo.

Un día, el cuervo dijo a Hiranyaka: "Encuentro aquí muy difícilmente medios de
subsistencia. Ven conmigo, iremos en busca de mi amiga la tortuga Mantara, que vive
cerca del estanque llamado Karpuragora".

El cuervo partió con su amigo y llegaron cerca del estanque. Mantara los acogió con
alegría.

Los tres amigos pasaban el tiempo agradablemente, comían, se paseaban, vivían
dichosos y contentos. Un día un gamo, llamado Chitranga, espantado por un cazador,
llegó cerca de los tres amigos. Viendo de lejos correr hacia ellos a aquel gamo, se
creyeron amenazados de algún peligro; Mantara entró en el agua y el ratón se introdujo
en un agujero. El cuervo se encaramó a un árbol; después, mirando a lo lejos y no
viendo ya nada que pudiese inspirar temor, los amigos se volvieron a reunir.

"Quedaos aquí —dijo el cuervo al gamo— y habitad en sociedad con nosotros." Al oír
aquellas palabras, el gamo llegó al colmo de la alegría. Comió, bebió hasta la saciedad y
descansó a la sombra, junto al estanque.
Allí, Mantara se le reunió y le preguntó: "Amigo mío, ¿qué es lo que os ha asustado?
¿Es que vienen algunas veces cazadores por este bosque?

"Mañana por la mañana —respondió el gamo—" el rey Rukmangada estará aquí con su
séquito. He aquí lo que dicen los cazadores. Es preciso pensar en el peligro que nos
amenaza, y discurrir qué es lo que debemos hacer."

A estas palabras, la tortuga quedó sobrecogida de miedo. "Voy —dijo— a dejar el
estanque."

"¿Por qué? —le dijo el cuervo—. Una vez dentro del agua, estarás en seguridad. ¿Qué
recurso podrás encontrar en tierra firme?"

Mantara no tuvo en cuenta aquellos prudentes consejos y abandonó el estanque.
Hiranyaka y sus dos amigos la siguieron. Un cazador que recorría el bosque apareció de
improviso. Cogió a la tortuga y la ató a su arco.

Como tenía hambre y sueño, tomó el camino de su casa. El gamo, el cuervo y el ratón lo
siguieron de lejos. De pronto el ratón Hiranyaka dijo a sus compañeros: "Antes de que
el cazador salga del bosque, procuremos libertar a Mantara. Para conseguirlo, tú, gamo,
ve al borde del agua y hazte el muerto. Tú, cuervo, ponte encima de él y dale picotazos.
El cazador querrá comer carne de gamo; dejará a la tortuga y correrá hacia vosotros.

"Mientras tanto, yo roeré las ligaduras que retienen a la pobre Mantara."

Chitranga y Lagupatanaka se apresuraron a poner en ejecución los consejos del ratón.

En cierto momento, el cazador se sentó al borde de un estanque, vio al gamo, que
parecía estar tendido sin vida. Cogió su cuchillo y corrió con alegría hacia el animal
para despedazarlo.
En este tiempo, el ratón fue a cortar las ligaduras de Mantara: la tortuga se metió en
seguida en el agua.

El gamo, en cuanto vio al cazador aproximarse, se levantó y huyó. El cazador volvió
sobre sus pasos, y, al llegar, al pie del árbol, no vio a la tortuga. Entonces se dijo a sí
mismo: "He aquí lo que me he merecido por obrar sin reflexión".

"El que abandona lo cierto por correr tras lo dudoso pierde lo uno y lo otro."

Después entró en su casa, todo confuso.

Mantara y sus compañeros, salvados del infortunio, volvieron a su morada y vivieron
felices.

Es conveniente procurarse amigos y unirse a los débiles como a los fuertes.

¡Que los hombres de bien encuentren un amigo! Dándoles amigos, Laksmi favorece a
los hombres. ¡Que los reyes puedan proteger al mundo y no apartarse jamás de su deber!
¡Que Siva, que lleva una media luna en forma de diadema, pueda esparcir la dicha entre
los individuos del género humano!

EL LEÓN Y LA LIEBRE

En una montaña llamada Mandara, había un león nombrado Durdanta. Dicho león se
entretenía en hacer una continua matanza de animales. Éstos se unieron y le enviaron
representaciones.

"Señor —le dijeron— ¿por qué destruir así a todos los animales? Todos los días os
enviaremos a uno de nosotros para que os alimentéis."

Y así fue. El león, a partir de entonces, devoró todos los días a uno de aquellos
animales.

Cierto día, una liebre vieja, a la que le llegó el turno de servir de pasto, se dijo para sus
adentros: "No se obedece más que a aquel a quien se teme. Y eso para conservar la vida.
Si debo morir, ¿de qué me va a servir el demostrar sumisión al león? Voy, pues, a
tomarme tiempo excesivo para llegar hasta él. No me puede costar más que la vida ¡y
ésa la he de perder! Así habré pasado mis últimos momentos completamente desligada
de las cosas de aquí."

Se puso en camino, deteniéndose aquí y allá para masticar algunas sabrosas raíces.

Por fin llegó adonde estaba el león. Éste, que tenía hambre, le dijo colérico, en cuanto la
vio:

—¿Por qué vienes tan tarde?
—No es mía la culpa —respondió la liebre—. He sido detenida en el camino y retenida
a la fuerza por otro león, al que he jurado volver a su lado, y vengo a decirlo a vuestra
majestad.
—Llévame pronto —dijo furioso el león— cerca de ese bribón que desconoce que soy
todopoderoso.

La liebre condujo a Durdanta junto a un pozo profundo. Allí le dijo:

"Mirad, señor; el temerario está en el fondo de su antro". Y mostró al león su propia
imagen, reflejada en el agua del pozo.

El león, hinchado de orgullo, no pudo dominar su cólera, y, queriendo aplastar a su
rival, se precipitó dentro del pozo en donde encontró la muerte.

Lo cual prueba que la inteligencia aventaja a la fuerza. La fuerza desprovista de
inteligencia no sirve de nada.

EL CAZADOR, EL GAMO, EL JABALÍ, LA SERPIENTE Y EL CHACAL

Bueno es economizar; pero no es bueno economizar demasiado.

En la ciudad de Kalyanakatala vivía un cazador llamado Bairava. Ese hombre tomó en
cierto día su arco y fue a cazar gamos en el bosque próximo. Cuando iba caminando con
la carga de un gamo que había matado, vio a un jabalí de temible aspecto. Depositó en
tierra al gamo y disparó una flecha al jabalí. Éste dejó escapar un gruñido terrible y
atacó a su agresor, a quien abrió el vientre de una dentellada. Después cayó espirante
sobre su víctima, a la que ahogó con su peso.

Sus pies aplastaron una serpiente. Poco tiempo después, un chacal que erraba por
aquellos lugares buscando su alimento vio al gamo, al cazador, al jabalí y a la serpiente,
muertos.

"¡Ah!, se dijo contemplándolos con ávida mirada, hoy he encontrado comida abundante.

"Con su carne podré mantenerme bien durante el espacio de tres meses: el hombre me
servirá para comer un mes; el gamo y el jabalí dos meses, y la serpiente un día. Hoy por
hoy me contentaré con mascullar la cuerda del arco.

"Guardemos esas carnes deliciosas, y masquemos esa cuerda: eso será suficiente."

Pensando así, se puso a morder la cuerda; pero a la primera dentellada la cortó de
repente: el arco se distendió, y el chacal, herido en el corazón, murió.

En lo que concierne a las riquezas, el hombre rico no posee realmente más que lo que da
y lo que consume. El resto es para el primer advenedizo.

EL MONO Y EL CARPINTERO

Un carpintero se había sentado en un tablón que estaba aserrando, y para manejar la
sierra con facilidad empleaba dos cuñas que colocaba en la abertura, alternativamente, a
medida que avanzaba su obra.

Un mono observaba atentamente el trabajo del carpintero. Éste, por un motivo
accidental, tuvo que abandonar su obra: el mono inmediatamente se subió al tablón, en
el cual se sentó, pero con tan mala fortuna que la cola se le introdujo en la abertura:
después quitó la cuña que mantenía abierta aquella raja, y las dos partes se juntaron tan
fuertemente que aplastaron y magullaron la cola del pobre simio.

Éste lanzó dolorosos gritos. El carpintero acudió y vio al infeliz animal en aquel estado
lamentable. "He ahí —le dijo— lo que sucede al que se mete en un oficio del que no ha
hecho el aprendizaje. Considérate feliz, a pesar de todo, porque si en vez de ser la cola
la que ha sufrido en la aventura hubiera sido el cuello, estarías a estas horas en el
imperio de Yama."

LA SERPIENTE Y LAS RANAS

En un jardín abandonado, habitaba una serpiente vieja que no tenía ya fuerzas
suficientes ni siquiera para buscar su alimento. Se dejó caer a la orilla de un estanque y
allí permaneció inmóvil.
Una rana la vio, se le acercó y le dijo:

"¿Por qué permanecéis quieta, sin buscar vuestro alimento?" —Amiga mía —le
respondió la serpiente—: seguid vuestro camino, porque la historia de un ser
desgraciado como yo, no es interesante para nadie.

Aquella respuesta picó la curiosidad de la rana, y ésta suplicó a la serpiente que le
refiriese sus infortunios.

"En Bramapura —dijo la serpiente— vivía un sabio brahmán. Impulsada por la
malignidad, mordí en cierto día al hijo de aquel brahmán, joven de veinte años,
poseedor de todas las virtudes.

"Viendo muerto a su hijo, el anciano brahmán se desmayó de dolor y cayó al suelo.
Todos sus parientes fueron a asistirlo y uno de sus amigos le dijo:

"Es preciso que hayáis perdido la razón para lamentaros así, hermano mío; porque la
muerte no es más que la continuación de la vida; y la misma vida y todo lo que nos
sucede en el curso de los años no es más que vanidad perecedera.

"¿Adónde están ahora aquellos señores del mundo, con sus ejércitos y
acompañamientos? Solamente la tierra queda hoy como testigo que acredita su ausencia.

"¿No vemos nosotros mismos que nuestro cuerpo se desvanece por instantes? Diríase
que se disuelve como una vasija de barro mal cocido en la que se hubiera puesto agua.

"Lo mismo que en el océano dos trozos de madera se encuentran, y al instante se
apartan después que se han juntado, así en el mundo los seres vivos no se reúnen más
que para separarse.

"Buscar solidez en las relaciones de esta vida es lo mismo que pretender hallar
consistencia en una burbuja de agua.

"Desde la primera noche de su estancia en el seno de su madre, el ser nacido de raza de
hombres va derecho hacia la muerte.

"Así como los ríos siguen su curso y no retroceden a su punto de origen, las noches y
los días transcurren sin cesar y se llevan la vida de los mortales.

"Calmad, pues, vuestro dolor y alejad de vuestro espíritu cualquier pensamiento
aflictivo".

"Al oír aquellas palabras, el brahmán se levantó como un hombre que despierta de un
sueño penoso, y exclamó:

"Mi casa es ahora un infierno para mí. No quiero habitarla por más tiempo y voy a
retirarme a un bosque.

"La dicha es para quien se va del mundo.

"Lo que se llama dicha no lo es.

"La palabra dicha nos ha sido dada sólo como remedio para aliviar al afligido, lo mismo
que se da a respirar el perfume del loto a un niño que llora".

"El brahmán entonces me maldijo y exclamó: 'A partir de hoy, llevarás las ranas a tu
espalda'

"Ésa es la causa de que yo me halle bajo el peso de la maldición de un brahmán y por lo
que permanezco aquí para llevar ranas, de una parte a otra".

La rana fue seguidamente a contar aquella aventura a la reina de las ranas, la cual se
acercó y se subió encima de la serpiente. Entonces la serpiente empezó a arrastrarse
penosamente.

La reina le dijo: "¿Por qué no vas más de prisa?"

—Princesa —respondió la serpiente—, la falta de alimento me ha hecho perder mis
fuerzas. ¡Pues bien! -respondió la reina-, come ranas; te lo ordeno. -Es un gran favor el
que me concedéis —dijo la serpiente—. Y se comió una tras otra todas las ranas.

Cuando vio que ya no quedaba ninguna en el estanque, se comió a la reina.

El sabio, cuando tiene motivos para obrar, debe, si es preciso, llevar a la espalda aun a
sus enemigos.

EL BRAHMÁN Y SU MANGOSTA

La mujer de cierto brahmán, teniendo precisión de ir a comprar cebada al pueblo
vecino, dejó a su hijito al cuidado de su marido, y se fue.

En esta ocasión, el rey hizo llamar al brahmán para proceder a un sacrificio.

Cuando recibió aquella invitación el brahmán, que era pobre, se dijo: "Cuando se trata
de realizar una buena acción debe uno darse prisa, pues, de lo contrario, el tiempo se
lleva el fruto de la obra. Pero aquí no tengo a nadie que cuide del niño. ¿Qué voy a
hacer?... Voy a confiárselo a esta mangosta, a la que doy de comer hace mucho tiempo y
a la que quiero como si fuera hija mía". Así lo hizo y se fue al sacrificio.

La mangosta vio de pronto a una negra serpiente que se dirigía a la cuna del niño. Se
lanzó valientemente al reptil y aplicándole sus puntiagudos dientes a la garganta lo
mató.

Cuando vio regresar al brahmán, corrió a su encuentro, con la boca y las patas
ensangrentadas y se arrastró a sus pies.

El brahmán, viéndola en aquel estado, creyó que había matado a su hijo y mató a la
mangosta.

Entró rápidamente en su casa, y allí vio a su hijo sano y salvo y a la serpiente muerta.

Comprendió entonces que la mangosta había salvado a su hijo; y viendo que había
castigado con la muerte al gracioso animal que le había conservado lo que él tenía de
más querido en el mundo, cayó en profundo abatimiento.

Nunca debemos dejarnos llevar de la cólera antes de conocer la verdad, porque la
verdad, a veces, tiene engañosas apariencias.

EL TIRANO

Un rey gobernaba sus Estados tan bárbaramente que sus vasallos no podían ya
soportarlo, y no tenían más recurso que el de Dios, a quien pedían que lo quitara pronto
del mundo.

Al volver de una cacería, el rey, por un cambio sorprendente, envió heraldos que
publicasen este bando en las plazas de la ciudad: "Pueblo: mi insensibilidad ha sido
hasta ahora un velo que me ha impedido ver el camino que debía seguir durante mi
reinado, y mi crueldad me ha hecho hundir el puñal en el pecho de los inocentes.
Alegraos; desde hoy me dedicaré a proporcionaros toda clase de felicidades y a haceros
justicia fielmente, como debo".

Aquella proclama proporcionó a todo el pueblo una alegría insuperable. Los súbditos
gozaron de un reposo que hasta entonces no habían conocido, y la justicia fue tan
exactamente observada, mientras duró el gobierno de aquel rey, que llegaron a verse
corderos alimentándose de la leche de las leonas, el halcón y la perdiz en el mismo nido
y el ganso volando en compañía del águila.

Ese cambio pareció más admirable porque se ignoraba la causa que lo había producido.
Un favorito del rey en cierto día le suplicó que le permitiese preguntarle el motivo de
aquella mudanza tan sorprendente. "He aquí la razón —le dijo—. En la última cacería a
que asistí, estando persiguiendo a una liebre, vi un perro que se equivocó y siguió la
pista de una zorra. Cogió a la zorra por una pata y se la rompió: la zorra pudo escaparse
y se escondió en un agujero. El perro la dejó entonces y corrió a buscar la liebre; pero
un transeúnte que vio el perro por el camino le arrojó una piedra que le rompió una pata.

"Poco tiempo después, un caballo marchó detrás del transeúnte y vengó al perro; pero el
caballo no hubo dado muchos pasos cuando metió un pié en un agujero y se lastimó tan
peligrosamente que se quedó cojo.

"Como fui testigo de aquellos hechos me dije: esos diferentes animales han recibido el
castigo de su punible acción. Si los dioses lo hubiesen querido, su cólera habría pasado
desde el caballo cojo a mí mismo, porque no hay razón para que un ser pueda escapar de
la cadena que lo ata a los otros seres. Es necesario procurar no hacerse merecedor de
castigo.

EL ENGAÑADOR ENGAÑADO


En la ciudad de Makandita se estableció un brahmán que había hecho voto de silencio
absoluto. No vivía más que de limosna como otros brahmanes, y se había retirado a un
convento agregado a un templo. En cierto día, mendigando, entró en la casa de un rico
comerciante, cuya hija, muy bonita, le dio una limosna. Apenas la hubo visto, el
brahmán exclamó: "¡Oh desgracia, desgracia!" El comerciante lo oyó pero lo dejó
marchar. El brahmán volvió a su convento, pero el comerciante, inquieto, fue a buscarlo
y le dijo: "¿Por qué, rompiendo tu silencio, proferiste aquella exclamación?" El
brahmán respondió: "Porque tu hija tiene un signo fatal. Si se casa, ella y su hijo te
proporcionarán muchas penas. Porque estoy convencido de esa desgracia, lancé aquella
exclamación. Si quieres salvar a tu hija, enciérrala en una caja que dejarás bogar en el
Ganges; pero a fin de poderla reconocer, ponle encima una antorcha". -¡Muy bien! -dijo
el comerciante. Y se fue a su casa y ejecutó lo que le había recomendado el brahmán.
Éste dijo a sus discípulos: "Id al Ganges: en sus aguas veréis flotar una caja que lleva
encima una antorcha: traedme esa caja, pero sin abrirla, aunque oigáis ruido en su
interior". Los discípulos fueron al río; pero antes de que llegasen, un hijo de príncipe
que había visto la caja flotante la cogió, la abrió, encontró en ella a la joven
adorablemente hermosa y se casó con ella. Colocó en la caja un mono vivo, la volvió a
clavetear y la hizo transportar al río, en cuyas aguas siguió flotando. Los discípulos del
brahmán la encontraron, la recogieron y la llevaron al brahmán que la esperaba con
impaciencia. Cuando la abrió, el mono dio un salto, se echó sobre él y a fuerza de
arañazos le destrozó la cara, mientras los discípulos reían a carcajadas. Al siguiente día,
se divulgó el suceso; el brahmán fue objeto de la burla de las gentes, y el comerciante se
alegró al saber que su hija se había casado con un príncipe.


EL RATÓN CAMBIADO EN NIÑA

Un brahmán se paseaba en cierta ocasión por los alrededores de una fuente, y vio caer,
inmediato a sus pies, un ratón desprendido del pico de un cuervo. Lo cogió y lo llevó a
su casa; después suplicó a los dioses que lo transformaran en una niña, gracia que le fue
concedida. Algunos años después, viendo que la niña había llegado a la edad apropiada
para casarla, dijo a la joven: "Elige de toda la Naturaleza el ser que más te guste;
prometo casarte con él." -Quiero —dijo la joven— un marido que sea tan fuerte que
nunca pueda ser vencido. "Es el Sol, entonces, lo que quieres" -dijo el brahmán.

Y al día siguiente, dijo al Sol: "Mi hija desea un esposo que sea invencible; ¿querríais
casaros con ella?" Pero el Sol le respondió: "La nube destruye mi fuerza; dirigíos a
ella".

El brahmán hizo la misma pregunta a la nube. "El viento —dijo ésta—, me hace ir
adonde mejor le parece."

El anciano no se desanimó y rogó al viento que se casara con su hija; pero como el
viento le hizo saber que su fuerza era detenida por la montaña; se dirigió a la montaña:
"El ratón es más fuerte que yo, puesto que me agujerea por todas partes y penetra en mis
entrañas".

El anciano fue, pues, en busca del ratón que consintió en casarse con su hija, diciendo
que hacía tiempo buscaba mujer.

El brahmán, cuando entró en su casa, preguntó a su hija si quería casarse con el ratón y
ella aceptó, puesto que el ratón vencía a la montaña, la cual detenía al viento, dueño de
la nube que oculta al sol. El buen hombre se dijo entonces: "Para llegar a este fin, ¿qué
falta hacía haber cambiado al ratón en niña?" Y rogó al dios que la joven volviera a su
primitivo estado de ratón, gracia que obtuvo.
Mahabharata
El Mahabharata y el Ramayana son como dos Iliadas de la literatura de los indos. El
Mahabharata, obra gigantesca, atribuida a Viasa, no fue, en su origen, más que un
poema épico dedicado a relatar una guerra entre dos pueblos. Paulatinamente, en el
curso de los siglos, el poema primitivo fue aumentado por adiciones sucesivas;
leyendas, relatos, simples episodios extensamente explicados, hicieron del Mahabharata,
en el correr de los tiempos, la epopeya más vasta, no solamente de la literatura inda,
sino de todas las literaturas.

Y, en efecto, no consta de menos de 215 000 versos.

No se puede señalar una fecha precisa a esta obra de muchos siglos: no obstante lo cual
debe afirmarse que probablemente comenzó hacia el siglo VIII antes de J. C., y que sus
últimas partes no fueron escritas hasta los primeros siglos de la era cristiana.

El Mahabharata contiene un conjunto de alabanzas dirigidas a los dioses, entre los
cuales Vichnú se considera el primero, de narraciones de batallas, de episodios patéticos
y de invenciones de fantástica grandeza, que solamente la poderosa imaginación de los
indos podía crear.

Es imposible ofrecer un análisis completo de esa vasta obra, en la que muchas puras
bellezas se encuentran oscurecidas por largos y a veces fastidiosos desarrollos.

El Mahabharata es, por último, una compilación de composiciones poéticas, sin unidad
de metro ni de forma, y canta la gloria de la dinastía lunar.
Asunto: Los cinco hijos del rey Pandú, casados todos con una sola esposa, Dropadi,
disputan el imperio del Doab a los Koravas o Kauravas, hijos de Dhritaratshtra, y
triunfan después de una larga serie de batallas.

El primer libro (Adi-Parva) da la genealogía de las familias rivales, los Koravas y los
Pandavas.

El rey Pandú tiene dos mujeres, Kunti y Madri. Sin embargo, la maldición de un
brahmán lo ha condenado a no tener hijos. Sus dos mujeres se unen, pues, a diversos
dioses, de los que tienen cinco hijos, que son, precisamente, los héroes del
Mahabharata. He aquí sus nombres: Yudhishtira (el animoso); Arjuna (el brillante);
Bhimasena (el terrible), Nakula y Sahadeva.

Al ocurrir la muerte de Pandú, sus cinco hijos son recibidos en la corte de su tío ciego
Dhritaratshtra, quien tiene seis hijos propios. Pero los hijos de Pandú (los Panduidas)
están dotados, los cinco, de una fuerza invencible y de bellas cualidades morales,
además. Sirven de blanco a las vejaciones y aun al odio de sus primos, quienes, cierto
día, prenden fuego a la casa en que se encuentran los cinco hermanos.

Éstos escaparon, conducidos por Bhimasena, el terrible, que... "dotado de una fuerza
prodigiosa, cogió a Kunti, su madre, en sus hombros, a dos de sus hermanos alrededor
de la cintura, y a los otros en sus manos y huyó, derribando y aplastando árboles,
terrible y rápido como un huracán".

Los Panduidas vivieron ocultos en la selva, usando trajes de brahmanes. Allí supieron
que el rey Draupada había abierto un suayambara, especie de torneo, en el que ofrecía
como premio la

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  • 1. Panchatamtra Fábulas y apólogos La imaginación oriental ha creado tan numerosas obras de géneros diferentes, ha producido una increíble cantidad de cuentos y de apólogos. Esos poemas, en prosa o en verso, han llegado hasta nosotros gracias a las traducciones de Wilkins y William Jones, las cuales aparecieron a fines del siglo XVIII. La colección más extendida en la India, y la más notable de todas las colecciones de fábulas y apólogos indos, es ciertamente el Hitopadeza, cuyo presunto autor era un sabio teólogo llamado Narayana, que vivió en época difícil de precisar. El Hitopadeza no es más que una selección de los mejores apólogos contenidos en otra colección mucho más vasta , el Panchatantra, que data del siglo V de la era cristiana. La invención del apólogo es de tiempos muy remotos. Pero hay que buscar su origen en Oriente. En efecto, es natural que en el país donde se supone a los animales, y aun a las plantas, un alma semejante a la del hombre, también se les atribuyan las ideas, las pasiones y el lenguaje de la especie humana. Entre los indos, el apólogo es un tratado completo de moral y política. La ficción principal comprende otra, que se interrumpe y no vuelve a aparecer hasta que una tercera se termina, la cual implica en sí misma una cuarta, que a veces comprende otras varias, que se enlazan unas a otras. Este método no es una especialidad de la literatura inda; es un sistema que se vuelve a encontrar aplicado en la escultura; se ve frecuentemente, en efecto, un Siva de piedra que en una mano tiene un loto que soporta un pequeño Vichnú, mientras que en la otra lleva otro emblema u otro dios, que por sí solo es un símbolo. Esta extraña disposición no sólo preside a una serie de fábulas, sino que también se emplea en diferentes fases de un mismo apólogo: un hombre tiene a sus órdenes a un demonio, el cual le concede la satisfacción de tres aspiraciones. El hombre formula un primer deseo cuya realización implica la de un segundo deseo contrario, cuyo efecto se conjura a su vez con el tercero. De modo que, después de satisfacer sus tres pretensiones, el hombre se encuentra en la misma situación que antes. La Fontaine, en el prefacio de uno de sus libros de fábulas, escribe: "Sólo diré por gratitud que debo una parte de mis fábulas a Bidpai, sabio indo; las gentes del país lo creen muy antiguo, y tan original como Esopo, si no es el mismo Esopo bajo el nombre del sabio Lokman". Bidpai, brahmán y filósofo, compuso sus fábulas para la instrucción del hijo de un príncipe indo, en cuya corte vivía. Su obra fue traducida en lengua persa; después pasó a poder de los árabes; muy pronto, dicho libro se hizo célebre en todo el Oriente. En Turquía, estas fábulas se hicieron
  • 2. populares gracias a la traducción de un médico llamado Alí-Chélebi: el emperador Solimán, amigo de Francisco I, mandó copiar para el rey de Francia el libro de Alí- Chélebi; desde esa época fueron conocidas en Oriente las fábulas de Bidpai y de Lokman. Pero es absolutamente cierto que el fabulista Esopo tomó no poco de los apólogos de Bidpai, del Hitopadeza y del Panchatantra. Damos a continuación algunas fábulas y apólogos escogidos del Hitopadeza. LAS ABEJAS Un príncipe, después de haber cazado en pleno sol toda una mañana, fue a descansar a un bosque. Allí vio un enjambre de abejas dedicadas al trabajo. Quedó sorprendido de la industria maravillosa de aquellos insectos: sus movimientos y la aplicación con que trabajaban le produjeron una admiración tan grande, que le inspiraron el deseo de preguntar a su ministro cuál era el propósito que había movido a aquellos seres alados a reunirse alrededor de un árbol, y a quién pertenecía aquel ejército numeroso. El ministro respondió: "Señor, esos animales, a pesar de su pequeñez, son muy útiles por el provecho que puede obtenerse de su trabajo admirable: son moscas de miel y no hacen daño a nadie. Su naturaleza es notable y parecen animados del espíritu de Dios y dedicados a cumplir su voluntad. Tienen un rey que se llama Jasub, más corpulento que ellas: bajo las órdenes de éste, tiemblan como la hoja del sauce, y caen delante de él como las hojas secas en otoño al soplo impetuoso del aquilón. "Ese rey tiene un consejero, varios ujieres, lugartenientes, porteros y guardias. Sus favoritos y sus súbditos están dotados de un espíritu maravilloso: ellos mismos construyen el palacio del rey, con tanto arte, que sorprendería a Sinmar, si éste viese un edificio tan admirable hecho por un pueblo de insectos. "Cuando está terminado el palacio, el rey recibe de las moscas de miel un juramento, por el cual se comprometen a no posarse nunca en ninguna basura. De las rosas, de los jacintos, de la albahaca, extraen jugos delicados, de los cuales en su estómago se forma una sustancia admirable, que conocemos con el nombre de miel y que sirve para componer una bebida muy útil para la salud. "Cuando las abejas regresan de hacer su recolección, los porteros las examinan para comprobar con cuidado si vienen o no limpias. Si observan que están manchadas de basura, las matan en el acto con su aguijón. Cuando, por negligencia, dejan pasar algunas impuras, el rey en persona lo averigua, y, después de ordenar que se le presenten los culpables y los porteros, condena a muerte a estos últimos y en seguida a las abejas, por haber contravenido la disciplina del Estado. "Las historias cuentan que, imitando a las abejas, el famoso emperador Gemschid fue el primero que estableció porteros, ujieres y guardias en su cámara, y oficiales en su palacio, y que después de él, los demás reyes supieron llevar a la perfección el buen orden que actualmente se observa en sus respectivas cortes y en sus ejércitos." El príncipe preguntó a su ministro: "Me sorprende que las abejas, aunque salvajes, no
  • 3. tengan animosidad las unas contra las otras, que no se sirvan de su aguijón más que para tomar su alimento, y que muestren tanta dulzura..." El ministro volvió a hacer uso de la palabra: "Esos animales, señor, no se gobiernan más que por un común instinto; pero no sucede así con los hombres, ya que cada uno de éstos tiene diferente condición natural. Como los hombres se componen de alma y de cuerpo, que son cosas muy desemejantes, porque la una es sutil y la otra grosera, la una representa la luz y la otra las tinieblas, constituye un ser elevado y al mismo tiempo un ser vil y bajo, cada uno de estos seres quiere sobreponerse al otro: de ahí surgen las diferencias que entre ellos se observan. Por ese motivo se entregan a la codicia, a la envidia, al odio, a las crueldades, a las imposturas y a todas las pasiones desordenadas". El ministro volvió a hacer uso de la palabra: "Esos animales, señor, no se gobiernan más que por un común instinto; pero no sucede así con los hombres, ya que cada uno de éstos tiene diferente condición natural. Como los hombres se componen de alma y de cuerpo, que son cosas muy desemejantes, porque la una es sutil y la otra grosera, la una representa la luz y la otra las tinieblas, constituye un ser elevado y al mismo tiempo un ser vil y bajo, cada uno de estos seres quiere sobreponerse al otro: de ahí surgen las diferencias que entre ellos se observan. Por ese motivo se entregan a la codicia, a la envidia, al odio, a las crueldades, a las imposturas y a todas las pasiones desordenadas". LAS PALOMAS, EL RATÓN, EL CUERVO, LA TORTUGA Y EL GAMO En la orilla del Godavari había un árbol hermoso de la especie de los salmalis. Cierto día, en el momento en que las tinieblas se disipaban, un cuervo, llamado Lagupatanaka, que estaba en aquel árbol, vio a un pajarero que ponía granos de arroz en el suelo, y, después, cerca de ellos, tendía una red. Luego se escondió. En el mismo instante, el jefe de una bandada de palomas, llamado Chitragriva, atravesando los aires con su comitiva, divisó los granos de arroz. Como las palomas quisieran cogerlos, el jefe les dijo: "Os conjuro a que no lo intentéis. Este bosque está inhabitado: ¿cómo puede suceder que haya arroz en un bosque deshabitado? Indudablemente aquí debe de haber alguna trampa". Al oír aquellas palabras, una palomita exclamó: "Si hubiésemos de escuchar siempre a los viejos y proceder con toda circunspección, nunca haríamos nada y jamás podríamos encontrar nuestro alimento". Se lanzaron a los granos de arroz y todas quedaron aprisionadas en la red. Entonces la mayor de las palomas levantó su voz: "Es necesario —dijo— alzar el vuelo todas al mismo tiempo: así arrastraremos con nosotras la red, porque de otra manera nuestros esfuerzos desordenados no servirán más que para ahogarnos en sus mallas". Todas las palomas volaron juntas y levantaron la red. El pajarero corrió tras ellas, pero al poco tiempo las perdió de vista. Las palomas, viendo al pajarero detenerse, preguntáronse qué deberían hacer. Chitragriva les dijo: "Tengo por amigo al rey de los ratones: se llama Hiranyaka, habita en un precioso bosque, en las márgenes del Gandaki. Él roerá nuestra red con sus dientes".
  • 4. Al oír estas palabras, se dirigieron hacia el escondite de Hiranyaka. Éste, al ver a las palomas cogidas en la red, se preguntaba qué querría decir aquello. Chitragriva lo puso al corriente de lo sucedido y le dijo: "Roe las ligaduras de mis súbditos e inmediatamente cortarás las mías?. —Sacrificarse por salvar a sus súbditos — dijo Hiranyaka— es cosa que no aprueban los hábiles en política. Amigo mío, —respondió Chitragriva— ésas no son mis máximas. No te ocupes de mi cuerpo, que es perecedero, ocúpate mas bien en salvar mi reputación. Salva, pues, la vida de mis súbditos aun al precio de mis días." Al escuchar estas palabras, Hiranyaka cumplimentó a su amigo y comenzó a roer las ligaduras que sujetaban a las palomas. Después cumplió con su amigo las leyes de la hospitalidad y lo abrazó. La paloma se despidió en seguida de él y partió con su acompañamiento hacia el lado del cielo por donde sale el sol. Hiranyaka entró en su madriguera. El cuervo Lagupatanaka, testigo de lo que había pasado, sobrecogido de admiración, exclamó: "Hiranyaka, eres digno de elogio, y quiero tenerte por amigo". —¿Qué amistad puedo yo contraer contigo? —replicó Hiranyaka sonriendo: yo soy la presa, tú eres el devorador. Además, el prudente no debe tener más relaciones que las que se conformen con la naturaleza. El cuervo replicó: "La unión de los insensatos está fundada en el temor y en la avaricia: pero la unión de las personas virtuosas, sean quienes fueren, tiene su origen en la virtud. "La gente de bien se parece a la nuez del coco, que es fea, mientras que los malos tienen el aspecto de azufaifo, y seducen por su exterior." A aquellas razones, Hiranyaka salió de su madriguera y exclamó: "Estoy encantado de la dulzura de tus palabras. ¡Que tu deseo se cumpla!" Y entabló amistad con el cuervo. Un día, el cuervo dijo a Hiranyaka: "Encuentro aquí muy difícilmente medios de subsistencia. Ven conmigo, iremos en busca de mi amiga la tortuga Mantara, que vive cerca del estanque llamado Karpuragora". El cuervo partió con su amigo y llegaron cerca del estanque. Mantara los acogió con alegría. Los tres amigos pasaban el tiempo agradablemente, comían, se paseaban, vivían dichosos y contentos. Un día un gamo, llamado Chitranga, espantado por un cazador, llegó cerca de los tres amigos. Viendo de lejos correr hacia ellos a aquel gamo, se creyeron amenazados de algún peligro; Mantara entró en el agua y el ratón se introdujo en un agujero. El cuervo se encaramó a un árbol; después, mirando a lo lejos y no viendo ya nada que pudiese inspirar temor, los amigos se volvieron a reunir. "Quedaos aquí —dijo el cuervo al gamo— y habitad en sociedad con nosotros." Al oír aquellas palabras, el gamo llegó al colmo de la alegría. Comió, bebió hasta la saciedad y descansó a la sombra, junto al estanque.
  • 5. Allí, Mantara se le reunió y le preguntó: "Amigo mío, ¿qué es lo que os ha asustado? ¿Es que vienen algunas veces cazadores por este bosque? "Mañana por la mañana —respondió el gamo—" el rey Rukmangada estará aquí con su séquito. He aquí lo que dicen los cazadores. Es preciso pensar en el peligro que nos amenaza, y discurrir qué es lo que debemos hacer." A estas palabras, la tortuga quedó sobrecogida de miedo. "Voy —dijo— a dejar el estanque." "¿Por qué? —le dijo el cuervo—. Una vez dentro del agua, estarás en seguridad. ¿Qué recurso podrás encontrar en tierra firme?" Mantara no tuvo en cuenta aquellos prudentes consejos y abandonó el estanque. Hiranyaka y sus dos amigos la siguieron. Un cazador que recorría el bosque apareció de improviso. Cogió a la tortuga y la ató a su arco. Como tenía hambre y sueño, tomó el camino de su casa. El gamo, el cuervo y el ratón lo siguieron de lejos. De pronto el ratón Hiranyaka dijo a sus compañeros: "Antes de que el cazador salga del bosque, procuremos libertar a Mantara. Para conseguirlo, tú, gamo, ve al borde del agua y hazte el muerto. Tú, cuervo, ponte encima de él y dale picotazos. El cazador querrá comer carne de gamo; dejará a la tortuga y correrá hacia vosotros. "Mientras tanto, yo roeré las ligaduras que retienen a la pobre Mantara." Chitranga y Lagupatanaka se apresuraron a poner en ejecución los consejos del ratón. En cierto momento, el cazador se sentó al borde de un estanque, vio al gamo, que parecía estar tendido sin vida. Cogió su cuchillo y corrió con alegría hacia el animal para despedazarlo. En este tiempo, el ratón fue a cortar las ligaduras de Mantara: la tortuga se metió en seguida en el agua. El gamo, en cuanto vio al cazador aproximarse, se levantó y huyó. El cazador volvió sobre sus pasos, y, al llegar, al pie del árbol, no vio a la tortuga. Entonces se dijo a sí mismo: "He aquí lo que me he merecido por obrar sin reflexión". "El que abandona lo cierto por correr tras lo dudoso pierde lo uno y lo otro." Después entró en su casa, todo confuso. Mantara y sus compañeros, salvados del infortunio, volvieron a su morada y vivieron felices. Es conveniente procurarse amigos y unirse a los débiles como a los fuertes. ¡Que los hombres de bien encuentren un amigo! Dándoles amigos, Laksmi favorece a los hombres. ¡Que los reyes puedan proteger al mundo y no apartarse jamás de su deber!
  • 6. ¡Que Siva, que lleva una media luna en forma de diadema, pueda esparcir la dicha entre los individuos del género humano! EL LEÓN Y LA LIEBRE En una montaña llamada Mandara, había un león nombrado Durdanta. Dicho león se entretenía en hacer una continua matanza de animales. Éstos se unieron y le enviaron representaciones. "Señor —le dijeron— ¿por qué destruir así a todos los animales? Todos los días os enviaremos a uno de nosotros para que os alimentéis." Y así fue. El león, a partir de entonces, devoró todos los días a uno de aquellos animales. Cierto día, una liebre vieja, a la que le llegó el turno de servir de pasto, se dijo para sus adentros: "No se obedece más que a aquel a quien se teme. Y eso para conservar la vida. Si debo morir, ¿de qué me va a servir el demostrar sumisión al león? Voy, pues, a tomarme tiempo excesivo para llegar hasta él. No me puede costar más que la vida ¡y ésa la he de perder! Así habré pasado mis últimos momentos completamente desligada de las cosas de aquí." Se puso en camino, deteniéndose aquí y allá para masticar algunas sabrosas raíces. Por fin llegó adonde estaba el león. Éste, que tenía hambre, le dijo colérico, en cuanto la vio: —¿Por qué vienes tan tarde? —No es mía la culpa —respondió la liebre—. He sido detenida en el camino y retenida a la fuerza por otro león, al que he jurado volver a su lado, y vengo a decirlo a vuestra majestad. —Llévame pronto —dijo furioso el león— cerca de ese bribón que desconoce que soy todopoderoso. La liebre condujo a Durdanta junto a un pozo profundo. Allí le dijo: "Mirad, señor; el temerario está en el fondo de su antro". Y mostró al león su propia imagen, reflejada en el agua del pozo. El león, hinchado de orgullo, no pudo dominar su cólera, y, queriendo aplastar a su rival, se precipitó dentro del pozo en donde encontró la muerte. Lo cual prueba que la inteligencia aventaja a la fuerza. La fuerza desprovista de inteligencia no sirve de nada. EL CAZADOR, EL GAMO, EL JABALÍ, LA SERPIENTE Y EL CHACAL Bueno es economizar; pero no es bueno economizar demasiado. En la ciudad de Kalyanakatala vivía un cazador llamado Bairava. Ese hombre tomó en
  • 7. cierto día su arco y fue a cazar gamos en el bosque próximo. Cuando iba caminando con la carga de un gamo que había matado, vio a un jabalí de temible aspecto. Depositó en tierra al gamo y disparó una flecha al jabalí. Éste dejó escapar un gruñido terrible y atacó a su agresor, a quien abrió el vientre de una dentellada. Después cayó espirante sobre su víctima, a la que ahogó con su peso. Sus pies aplastaron una serpiente. Poco tiempo después, un chacal que erraba por aquellos lugares buscando su alimento vio al gamo, al cazador, al jabalí y a la serpiente, muertos. "¡Ah!, se dijo contemplándolos con ávida mirada, hoy he encontrado comida abundante. "Con su carne podré mantenerme bien durante el espacio de tres meses: el hombre me servirá para comer un mes; el gamo y el jabalí dos meses, y la serpiente un día. Hoy por hoy me contentaré con mascullar la cuerda del arco. "Guardemos esas carnes deliciosas, y masquemos esa cuerda: eso será suficiente." Pensando así, se puso a morder la cuerda; pero a la primera dentellada la cortó de repente: el arco se distendió, y el chacal, herido en el corazón, murió. En lo que concierne a las riquezas, el hombre rico no posee realmente más que lo que da y lo que consume. El resto es para el primer advenedizo. EL MONO Y EL CARPINTERO Un carpintero se había sentado en un tablón que estaba aserrando, y para manejar la sierra con facilidad empleaba dos cuñas que colocaba en la abertura, alternativamente, a medida que avanzaba su obra. Un mono observaba atentamente el trabajo del carpintero. Éste, por un motivo accidental, tuvo que abandonar su obra: el mono inmediatamente se subió al tablón, en el cual se sentó, pero con tan mala fortuna que la cola se le introdujo en la abertura: después quitó la cuña que mantenía abierta aquella raja, y las dos partes se juntaron tan fuertemente que aplastaron y magullaron la cola del pobre simio. Éste lanzó dolorosos gritos. El carpintero acudió y vio al infeliz animal en aquel estado lamentable. "He ahí —le dijo— lo que sucede al que se mete en un oficio del que no ha hecho el aprendizaje. Considérate feliz, a pesar de todo, porque si en vez de ser la cola la que ha sufrido en la aventura hubiera sido el cuello, estarías a estas horas en el imperio de Yama." LA SERPIENTE Y LAS RANAS En un jardín abandonado, habitaba una serpiente vieja que no tenía ya fuerzas suficientes ni siquiera para buscar su alimento. Se dejó caer a la orilla de un estanque y allí permaneció inmóvil. Una rana la vio, se le acercó y le dijo: "¿Por qué permanecéis quieta, sin buscar vuestro alimento?" —Amiga mía —le
  • 8. respondió la serpiente—: seguid vuestro camino, porque la historia de un ser desgraciado como yo, no es interesante para nadie. Aquella respuesta picó la curiosidad de la rana, y ésta suplicó a la serpiente que le refiriese sus infortunios. "En Bramapura —dijo la serpiente— vivía un sabio brahmán. Impulsada por la malignidad, mordí en cierto día al hijo de aquel brahmán, joven de veinte años, poseedor de todas las virtudes. "Viendo muerto a su hijo, el anciano brahmán se desmayó de dolor y cayó al suelo. Todos sus parientes fueron a asistirlo y uno de sus amigos le dijo: "Es preciso que hayáis perdido la razón para lamentaros así, hermano mío; porque la muerte no es más que la continuación de la vida; y la misma vida y todo lo que nos sucede en el curso de los años no es más que vanidad perecedera. "¿Adónde están ahora aquellos señores del mundo, con sus ejércitos y acompañamientos? Solamente la tierra queda hoy como testigo que acredita su ausencia. "¿No vemos nosotros mismos que nuestro cuerpo se desvanece por instantes? Diríase que se disuelve como una vasija de barro mal cocido en la que se hubiera puesto agua. "Lo mismo que en el océano dos trozos de madera se encuentran, y al instante se apartan después que se han juntado, así en el mundo los seres vivos no se reúnen más que para separarse. "Buscar solidez en las relaciones de esta vida es lo mismo que pretender hallar consistencia en una burbuja de agua. "Desde la primera noche de su estancia en el seno de su madre, el ser nacido de raza de hombres va derecho hacia la muerte. "Así como los ríos siguen su curso y no retroceden a su punto de origen, las noches y los días transcurren sin cesar y se llevan la vida de los mortales. "Calmad, pues, vuestro dolor y alejad de vuestro espíritu cualquier pensamiento aflictivo". "Al oír aquellas palabras, el brahmán se levantó como un hombre que despierta de un sueño penoso, y exclamó: "Mi casa es ahora un infierno para mí. No quiero habitarla por más tiempo y voy a retirarme a un bosque. "La dicha es para quien se va del mundo. "Lo que se llama dicha no lo es. "La palabra dicha nos ha sido dada sólo como remedio para aliviar al afligido, lo mismo
  • 9. que se da a respirar el perfume del loto a un niño que llora". "El brahmán entonces me maldijo y exclamó: 'A partir de hoy, llevarás las ranas a tu espalda' "Ésa es la causa de que yo me halle bajo el peso de la maldición de un brahmán y por lo que permanezco aquí para llevar ranas, de una parte a otra". La rana fue seguidamente a contar aquella aventura a la reina de las ranas, la cual se acercó y se subió encima de la serpiente. Entonces la serpiente empezó a arrastrarse penosamente. La reina le dijo: "¿Por qué no vas más de prisa?" —Princesa —respondió la serpiente—, la falta de alimento me ha hecho perder mis fuerzas. ¡Pues bien! -respondió la reina-, come ranas; te lo ordeno. -Es un gran favor el que me concedéis —dijo la serpiente—. Y se comió una tras otra todas las ranas. Cuando vio que ya no quedaba ninguna en el estanque, se comió a la reina. El sabio, cuando tiene motivos para obrar, debe, si es preciso, llevar a la espalda aun a sus enemigos. EL BRAHMÁN Y SU MANGOSTA La mujer de cierto brahmán, teniendo precisión de ir a comprar cebada al pueblo vecino, dejó a su hijito al cuidado de su marido, y se fue. En esta ocasión, el rey hizo llamar al brahmán para proceder a un sacrificio. Cuando recibió aquella invitación el brahmán, que era pobre, se dijo: "Cuando se trata de realizar una buena acción debe uno darse prisa, pues, de lo contrario, el tiempo se lleva el fruto de la obra. Pero aquí no tengo a nadie que cuide del niño. ¿Qué voy a hacer?... Voy a confiárselo a esta mangosta, a la que doy de comer hace mucho tiempo y a la que quiero como si fuera hija mía". Así lo hizo y se fue al sacrificio. La mangosta vio de pronto a una negra serpiente que se dirigía a la cuna del niño. Se lanzó valientemente al reptil y aplicándole sus puntiagudos dientes a la garganta lo mató. Cuando vio regresar al brahmán, corrió a su encuentro, con la boca y las patas ensangrentadas y se arrastró a sus pies. El brahmán, viéndola en aquel estado, creyó que había matado a su hijo y mató a la mangosta. Entró rápidamente en su casa, y allí vio a su hijo sano y salvo y a la serpiente muerta. Comprendió entonces que la mangosta había salvado a su hijo; y viendo que había castigado con la muerte al gracioso animal que le había conservado lo que él tenía de
  • 10. más querido en el mundo, cayó en profundo abatimiento. Nunca debemos dejarnos llevar de la cólera antes de conocer la verdad, porque la verdad, a veces, tiene engañosas apariencias. EL TIRANO Un rey gobernaba sus Estados tan bárbaramente que sus vasallos no podían ya soportarlo, y no tenían más recurso que el de Dios, a quien pedían que lo quitara pronto del mundo. Al volver de una cacería, el rey, por un cambio sorprendente, envió heraldos que publicasen este bando en las plazas de la ciudad: "Pueblo: mi insensibilidad ha sido hasta ahora un velo que me ha impedido ver el camino que debía seguir durante mi reinado, y mi crueldad me ha hecho hundir el puñal en el pecho de los inocentes. Alegraos; desde hoy me dedicaré a proporcionaros toda clase de felicidades y a haceros justicia fielmente, como debo". Aquella proclama proporcionó a todo el pueblo una alegría insuperable. Los súbditos gozaron de un reposo que hasta entonces no habían conocido, y la justicia fue tan exactamente observada, mientras duró el gobierno de aquel rey, que llegaron a verse corderos alimentándose de la leche de las leonas, el halcón y la perdiz en el mismo nido y el ganso volando en compañía del águila. Ese cambio pareció más admirable porque se ignoraba la causa que lo había producido. Un favorito del rey en cierto día le suplicó que le permitiese preguntarle el motivo de aquella mudanza tan sorprendente. "He aquí la razón —le dijo—. En la última cacería a que asistí, estando persiguiendo a una liebre, vi un perro que se equivocó y siguió la pista de una zorra. Cogió a la zorra por una pata y se la rompió: la zorra pudo escaparse y se escondió en un agujero. El perro la dejó entonces y corrió a buscar la liebre; pero un transeúnte que vio el perro por el camino le arrojó una piedra que le rompió una pata. "Poco tiempo después, un caballo marchó detrás del transeúnte y vengó al perro; pero el caballo no hubo dado muchos pasos cuando metió un pié en un agujero y se lastimó tan peligrosamente que se quedó cojo. "Como fui testigo de aquellos hechos me dije: esos diferentes animales han recibido el castigo de su punible acción. Si los dioses lo hubiesen querido, su cólera habría pasado desde el caballo cojo a mí mismo, porque no hay razón para que un ser pueda escapar de la cadena que lo ata a los otros seres. Es necesario procurar no hacerse merecedor de castigo. EL ENGAÑADOR ENGAÑADO En la ciudad de Makandita se estableció un brahmán que había hecho voto de silencio absoluto. No vivía más que de limosna como otros brahmanes, y se había retirado a un convento agregado a un templo. En cierto día, mendigando, entró en la casa de un rico comerciante, cuya hija, muy bonita, le dio una limosna. Apenas la hubo visto, el brahmán exclamó: "¡Oh desgracia, desgracia!" El comerciante lo oyó pero lo dejó
  • 11. marchar. El brahmán volvió a su convento, pero el comerciante, inquieto, fue a buscarlo y le dijo: "¿Por qué, rompiendo tu silencio, proferiste aquella exclamación?" El brahmán respondió: "Porque tu hija tiene un signo fatal. Si se casa, ella y su hijo te proporcionarán muchas penas. Porque estoy convencido de esa desgracia, lancé aquella exclamación. Si quieres salvar a tu hija, enciérrala en una caja que dejarás bogar en el Ganges; pero a fin de poderla reconocer, ponle encima una antorcha". -¡Muy bien! -dijo el comerciante. Y se fue a su casa y ejecutó lo que le había recomendado el brahmán. Éste dijo a sus discípulos: "Id al Ganges: en sus aguas veréis flotar una caja que lleva encima una antorcha: traedme esa caja, pero sin abrirla, aunque oigáis ruido en su interior". Los discípulos fueron al río; pero antes de que llegasen, un hijo de príncipe que había visto la caja flotante la cogió, la abrió, encontró en ella a la joven adorablemente hermosa y se casó con ella. Colocó en la caja un mono vivo, la volvió a clavetear y la hizo transportar al río, en cuyas aguas siguió flotando. Los discípulos del brahmán la encontraron, la recogieron y la llevaron al brahmán que la esperaba con impaciencia. Cuando la abrió, el mono dio un salto, se echó sobre él y a fuerza de arañazos le destrozó la cara, mientras los discípulos reían a carcajadas. Al siguiente día, se divulgó el suceso; el brahmán fue objeto de la burla de las gentes, y el comerciante se alegró al saber que su hija se había casado con un príncipe. EL RATÓN CAMBIADO EN NIÑA Un brahmán se paseaba en cierta ocasión por los alrededores de una fuente, y vio caer, inmediato a sus pies, un ratón desprendido del pico de un cuervo. Lo cogió y lo llevó a su casa; después suplicó a los dioses que lo transformaran en una niña, gracia que le fue concedida. Algunos años después, viendo que la niña había llegado a la edad apropiada para casarla, dijo a la joven: "Elige de toda la Naturaleza el ser que más te guste; prometo casarte con él." -Quiero —dijo la joven— un marido que sea tan fuerte que nunca pueda ser vencido. "Es el Sol, entonces, lo que quieres" -dijo el brahmán. Y al día siguiente, dijo al Sol: "Mi hija desea un esposo que sea invencible; ¿querríais casaros con ella?" Pero el Sol le respondió: "La nube destruye mi fuerza; dirigíos a ella". El brahmán hizo la misma pregunta a la nube. "El viento —dijo ésta—, me hace ir adonde mejor le parece." El anciano no se desanimó y rogó al viento que se casara con su hija; pero como el viento le hizo saber que su fuerza era detenida por la montaña; se dirigió a la montaña: "El ratón es más fuerte que yo, puesto que me agujerea por todas partes y penetra en mis entrañas". El anciano fue, pues, en busca del ratón que consintió en casarse con su hija, diciendo que hacía tiempo buscaba mujer. El brahmán, cuando entró en su casa, preguntó a su hija si quería casarse con el ratón y ella aceptó, puesto que el ratón vencía a la montaña, la cual detenía al viento, dueño de la nube que oculta al sol. El buen hombre se dijo entonces: "Para llegar a este fin, ¿qué falta hacía haber cambiado al ratón en niña?" Y rogó al dios que la joven volviera a su primitivo estado de ratón, gracia que obtuvo.
  • 12. Mahabharata El Mahabharata y el Ramayana son como dos Iliadas de la literatura de los indos. El Mahabharata, obra gigantesca, atribuida a Viasa, no fue, en su origen, más que un poema épico dedicado a relatar una guerra entre dos pueblos. Paulatinamente, en el curso de los siglos, el poema primitivo fue aumentado por adiciones sucesivas; leyendas, relatos, simples episodios extensamente explicados, hicieron del Mahabharata, en el correr de los tiempos, la epopeya más vasta, no solamente de la literatura inda, sino de todas las literaturas. Y, en efecto, no consta de menos de 215 000 versos. No se puede señalar una fecha precisa a esta obra de muchos siglos: no obstante lo cual debe afirmarse que probablemente comenzó hacia el siglo VIII antes de J. C., y que sus últimas partes no fueron escritas hasta los primeros siglos de la era cristiana. El Mahabharata contiene un conjunto de alabanzas dirigidas a los dioses, entre los cuales Vichnú se considera el primero, de narraciones de batallas, de episodios patéticos y de invenciones de fantástica grandeza, que solamente la poderosa imaginación de los indos podía crear. Es imposible ofrecer un análisis completo de esa vasta obra, en la que muchas puras bellezas se encuentran oscurecidas por largos y a veces fastidiosos desarrollos. El Mahabharata es, por último, una compilación de composiciones poéticas, sin unidad de metro ni de forma, y canta la gloria de la dinastía lunar. Asunto: Los cinco hijos del rey Pandú, casados todos con una sola esposa, Dropadi, disputan el imperio del Doab a los Koravas o Kauravas, hijos de Dhritaratshtra, y triunfan después de una larga serie de batallas. El primer libro (Adi-Parva) da la genealogía de las familias rivales, los Koravas y los Pandavas. El rey Pandú tiene dos mujeres, Kunti y Madri. Sin embargo, la maldición de un brahmán lo ha condenado a no tener hijos. Sus dos mujeres se unen, pues, a diversos dioses, de los que tienen cinco hijos, que son, precisamente, los héroes del Mahabharata. He aquí sus nombres: Yudhishtira (el animoso); Arjuna (el brillante); Bhimasena (el terrible), Nakula y Sahadeva. Al ocurrir la muerte de Pandú, sus cinco hijos son recibidos en la corte de su tío ciego Dhritaratshtra, quien tiene seis hijos propios. Pero los hijos de Pandú (los Panduidas) están dotados, los cinco, de una fuerza invencible y de bellas cualidades morales, además. Sirven de blanco a las vejaciones y aun al odio de sus primos, quienes, cierto día, prenden fuego a la casa en que se encuentran los cinco hermanos. Éstos escaparon, conducidos por Bhimasena, el terrible, que... "dotado de una fuerza prodigiosa, cogió a Kunti, su madre, en sus hombros, a dos de sus hermanos alrededor de la cintura, y a los otros en sus manos y huyó, derribando y aplastando árboles,
  • 13. terrible y rápido como un huracán". Los Panduidas vivieron ocultos en la selva, usando trajes de brahmanes. Allí supieron que el rey Draupada había abierto un suayambara, especie de torneo, en el que ofrecía como premio la