Este poema ofrece consejos para cuando la gente diga que Jesús ya no está presente o que ha fracasado. Recomienda recordar a Jesús, sonreír, llorar, buscarlo, caminar con él, mirar sus entrañas, acercarse a él, escucharlo, seguir sus huellas, descubrir la alianza, perseguirlo, palpar sus llagas, buscarlo entre los vivos, no detenerse, hablar de encuentros con él, decir que perdonó, y afirmar que Jesús está vivo en cada persona.