El documento describe una experiencia onírica en la que la ciudad se inunda y sus habitantes se transforman en diferentes criaturas acuáticas. Narra cómo el narrador y sus acompañantes se convierten en un cangrejo, una anguila y un pez insípido mientras conducen escuchando música de Nirvana. Al drenarse el agua, regresan a su forma humana y continúan sus vidas, aunque algunos siguen afectados por los efectos de la transformación.
Productos contestatos de la Séptima sesión ordinaria de CTE y TIFC para Docen...
Prueba
1. Contenidosblog
VESTIGIOS
Las fibras sonoras de esta canción fueron creadas con mi sintetizador Crumar
Performer de los años 70, que hace veinte años encontré en un mercado de
antigüedades.
Esta reliquia me acompaña desde entonces. De vez en cuando lo invoco para
escuchar el poder de sus historias ancestrales pero como todo sabio, sus
enseñanzas son breves, concretas y capciosas.
AVES
Cerca de mi casa, vive una pandilla de pájaros en la copa de un árbol.
Al entrar la primavera, la pandilla comienza el día silbando de tal forma que
despiertan a cualquiera, incluso antes de que salga el sol.
El canto de los pájaros es la atmosfera de esta canción. La grabé antes del
amanecer desde la ventana. Después, traté de sumar, con mi silbido, la belleza de
su melodía para probar el color de su mundo.
Si hay mérito, desde luego, es para ellos: la banda de pájaros.
ESTA YA ESTÁ EN EL BLOG
2. YOU BELIVE?
Una obra de arte se puede encontrar en cualquier lugar.
Hace algunos años, mientras caminaba en alguna calle de México, encontré este
tesoro en un espacio para anuncios espectaculares: los restos de un anuncio de
Coca-Cola que, aparentemente, cambiarían por el anuncio de otro producto.
La imagen me recordó de inmediato a la obra de Francis Picabia o algunas obras
de Jasper Johns.
Tomé una fotografía con un celular viejo y barato, y aunque es de baja calidad, me
ha servido para compartir la imagen que se forma entre pedazos de plástico mal
cortados con un cutter, sobre otros pedazos probablemente arrancados hasta dejar
ver trozos de metal oxidado, todo esto maquillado con un graffiti improvisado en
una de las esquinas.
3. La fragmentación estética del mundo, que constantemente se crea y se destruye,
es el producto de una maquinaria capital que, quizá involuntariamente, crea
experiencias cercanas al arte.
Es nuestra mirada la que hace del mundo un lugar horrible o hermoso, y bajo ese
idea, intenté recrear ciertos sonidos asociados con la "esencia mágica" que el
refresco más vendido de la historia intenta proyectar en sus comerciales.
Con esos sonidos rotos, quise hacer un collage musical que contuviera parte la
esa "esencia mágica", para mezclarla con la impresión de un mundo decadente y
abyecto, que a pesar de todo, es capaz de revelarnos su magia y belleza, en el
más cínico espectáculo del consumo.
ALL APOLOGIES
Era temporada de lluvias y las ventanillas estaban abiertas. A vuelta de rueda
cruzábamos la ciudad de norte a sur entre la inercia torpe del cardumen de autos.
Cuatro mutantes buscábamos algún pretexto visual fuera del auto para no vernos
la cara. No porque no quisiéramos saber uno del otro, sino porque creíamos que
no había nada que saber.
-¿Entonces tiene poco que llegaste a la ciudad? ¿Esta es tu primer temporada de
lluvias?- dijo el copiloto mientras prendía el radio, y con el primer trueno del cielo a
lo lejos, comenzó el riff que nos hizo cómplices: “What else should I be”, cantó mi
acompañante de asiento. “What else should I say”, entoné moviendo la cabeza
sutilmente al mismo tiempo que toqué con la mano el hombro del conductor para
anclarlo al coro mientras nos veíamos por el espejo retrovisor.
-Sí, tengo pocas semanas, dicen que aquí llueve muy fuerte ¿verdad?- El copiloto
asintió sin decir nada y sacó las manos por la ventanilla para sentir las primeras
gotas del torrente. Ahora lo puedo decir, en esas avenidas, en esa ciudad, llueve
4. como si abrieran la llave del grifo. Las gotas tibias lo cubren todo y en segundos
todo se convierte en un océano inexplicable. Una de esas gotas tibias encapsuló
al coche que iba junto a nosotros, y luego a otro y a otro, hasta que la avenida
estaba convertida en estanque creciente que se desbordaba al resto de la ciudad.
Sumergidos en el estanque azul eléctrico con fondos grises, tenebrosos, que
supongo eran las nubes; seguimos entonando todos: “Aqua seafoam shame”. Sin
darme cuenta, algunas palabras salían temblorosas como las ondas de un charco
que se pisa, y el copiloto agitaba la cabeza, tras de esta le aparecía una cresta
ondulante, y la boca se le alargaba y ensanchaba mientras los ojos se le hacían
pequeños, y cada vez que cantaba una estrofa, una descarga eléctrica lo sacudía
hasta que tuvo que salir por completo por la ventanilla hacia el creciente raudal
que era ya el periférico.
Mientras observé cómo la anguila se alejaba un poco, el piloto perdió el control del
volante pues las seis extremidades queratinosas de cangrejo que traía escondidas
bajo la ropa holgada, no le permitían manejar, por fortuna el carro ya se movía
lento con la inercia de un objeto torpe bajo el agua y el cangrejo conductor sólo
entonaba: “Aqua sea foam shame” mientras movía de manera insectoide unas
tenazas de tamaño minúsculo.
Toda la ciudad, que minutos antes era asfalto y lentitud, se habían convertido en
corrientes marinas por las que muchos seguíamos nuestro rumbo, mientras otros
nadaban entre los edificios, se elevaban agradecidos con la libertad del azul que
abarcaba todo ese espacio inundado. Los espectaculares de publicidad,
distribuidores viales y prácticamente cualquier espacio del estanque, lo mismo que
5. las calles, fueron borrados con nuestra humanidad por un instante y la gente, al
igual que los autos, se desplazaba, ya fuera con sus aletas o tentáculos, y otros
simplemente caían al fondo convertidos en larvas que eran amenazadas por
tiburones en camionetas de lujo, quienes como bólidos se sumergían al fondo sin
problema alguno para devorarlas.
Apenas a unas leguas de nosotros, se formó un remolino de espuma, no era
grande ni violento, sino un gesto de sensualidad por que salió una mujer, al
parecer abrió la ventanilla del auto para contraerse y estirarse en una danza de
mutación que dibujaba líneas de espuma en su intento por ascender. Al igual que
mi amigo anguila, con cada movimiento, la mujer conseguía poco a poco
convertirse en una hermosa medusa, su cuerpo translúcido se alejaba entre las
líneas de espuma que dibujaba y que centellaban con un brillo morado desde
alguna orilla de su cuerpo.
Al perder de vista a la medusa, desde mi ventanilla vi entonces el desfile inmenso
de criaturas acuíferas que éramos en realidad, y con los destellos emanados de
algunos cuerpos y haces luz que llegaban desde la superficie, pude ver a detalle
algunas creaturas. A lo lejos vi un pez globo que se inflaba descomunalmente
frente a la mirada depravada de un cefalópodo; y a unos metros de ellos, una
pareja de delfines hacía figuras con el cuerpo: figuras circulares que parecidas a
un Ying y Yang.
Intenté salir del auto pero fue imposible, algo impedía que me moviera, además,
con el cangrejo al frente, ni entre los asientos pude pasar para escaparme por la
6. ventanilla de mi amigo anguila. En cambio, pude ver la dimensión del cangrejo
conductor, tenía el mismo tamaño que cuando es humano y lentamente movía las
tenazas diminutas mientras seguía cantando: “Aqua sea foam shame”. A mi lado,
el otro compañero, convertido en un pez insipiente, repetía una y otra vez: “In the
sun, In the sun I fell as one…”, entonces le pregunté: “¿Tú qué clase de pez
eres?”, y con apenas un movimiento tieso de cabeza respondió intentando voltear
a ver su cuerpo grisáceo, pero sin nada bello que resaltarle, sólo pude ver un poco
de las branquias abiertas cuando repetía: “In the sun, In the sun I fell as one…”.
Con la inercia fluvial, el agua nos había llevado ya a un punto de la ciudad donde
no había edificios altos ni tiburones, eran aguas más tranquilas. Algunas especies
parecían ser anfibios, restos de coral o peces de pesca. También en las
banquetas se podía ver arena de playa y en el parabrisas del carro nos sorprendió
una estrella de mar que parecía haberse refugiado ante la vorágine del periférico.
A lo lejos, de donde veníamos, aparecieron remolinos que arrastraban cosas y
creaturas al suelo, como si los succionara un retrete. Entonces los ductos del
desagüe de la ciudad, increíblemente funcionaron, y gracias a las coladeras, el
estanque devolvía a su naturaleza a la ciudad. Nadie se dio cuenta en qué
momento dejó de llover, pero al drenarse las avenidas, los embotellamientos
reaparecieron y poco a poco volvíamos a ser mamíferos todos, y otros
desconcertados recobraban la conciencia con resaca.
Por las avenidas lamosas algunos regresaban a sus autos. Días después, supe
que gracias a la densidad fluvial de la ciudad, los niveles de estrés bajan, aunque
7. al volver a la forma humana, las reacciones los efectos secundarios provocan
caras mortecinas en algunos peces o en horas distintas se les ve vagando a
algunos que se resisten a volver a su forma bípeda.
Una vez que el aire ocupó gran parte de lo que por momentos fue agua, en una
especie de ola, llegamos flotando a una avenida lateral y en la radio se
escuchaba: “All in all is all we are”, mientras se bajaba gradualmente el volumen
de la canción para pasar a otra. Afuera, como pasa siempre en temporada de
lluvias, todo estaba de cabeza y fuera de sitio. En las aceras algunas personas
exprimían sonrientemente su ropa para continuar con el día. A otras las sorprendió
el desagüe aun en las azoteas de los edificios. Había una moto atorada en el
balcón de un departamento: “All in all is all we are”.
Una señora quedó arriba de un semáforo y avergonzada trataba de meterse la
aleta en la blusa mientras una pareja de novios tendía su ropa en una banquilla y
se quitaban el uno al otro las escamas del rostro. Las cornisas y los techos de las
casas goteaban como en el deshielo y los árboles escurrían como regaderas.
Nuestro carro, sacaba los últimos chisguetes de agua por el escape: “All in all is all
we are”, cantaba adentro mi compañero de asiento, con algunas partes del cuerpo
ya vueltas en forma humana, y dijo entre los versos de la canción: -Gracias por el
aventón-, para salir de un brincó por la ventanilla y alejarse saltando como los
8. peces recién salidos del agua. El cangrejo estaba casi listo para manejar de
nuevo, me tendió una mano humana para despedirme y dijo:
-No sabía que te gusta Nirvana.
-Me encantaban cuando iba en la prepa… oye…- aproveché para preguntarle-
¿No me di cuenta en qué me convertí.
Me miró por el retrovisor y me sonrió pero no dijo nada y después de unos
segundos, dijo:
- Mañana subo ese disco de Nirvana, los espero en el estacionamiento, trata de
llegar diez minutos antes para evitar el tráfico.