1. PSICOLOGIA TERAPIAS
Juegos en los que participamos Drama Vs. Melodrama
psicología, psicologos, seminarios, cursos Dr. Eduardo Cabau
ecabau@telefonica.net
PSICOLOGIA TERAPIAS
La vida es drama que en su sentido más profundo, significa que ocurren
cosas buenas, malas y regulares. Los humanos, para defendernos de esa
incertidumbre, generamos melodramas, que son como pequeños juegos u
obras de teatro donde el argumento es fijo, nunca ocurre nada nuevo y los
“actores” son siempre los mismos o similares.
Uno de los objetivos de la psicoterapia que manejamos, es el de la
movilidad de roles e ideologías. Esto quiere decir, que conviene no olvidar
que todos compramos y vendemos, todos reímos y lloramos, todos somos
víctimas y verdugos, etc. Esa “movilidad” de roles e ideologías, es sana,
nos hace humanos y por lo tanto “dramáticos”. El problema surge cuando
nos “especializamos” en alguno de esos papeles (víctima por ejemplo).
Entonces pasamos del “drama” al “melodrama”, donde todo es estático y
reiterativo con la intención de encapsularnos en una “vidita” cómoda y
segura.
Una vez creado un determinado melodrama, de forma inconsciente
buscamos actores o “cómplices melodramáticos”, para poder representarlo
y “mantenerlo en cartel” el mayor tiempo posible.
Un melodrama muy común es el que llamo “parejas chicles”. Son esas
parejas donde en realidad nunca ocurre nada, pasan de la bronca a la
reconciliación con suma facilidad, nunca llegan a unirse o separarse del
todo. Es como si estuvieran unidas por una vara rígida de un metro de
longitud, de manera que si uno se acerca, el otro se aleja. El “juego” es un
eterno “ni contigo ni sin ti”.
2. Sabemos que el ser humano tiene una gran resistencia a cambiar, a pesar
de que la única constante en la vida es el cambio. Por lo tanto, los
melodramas sirven para tener la ilusión de que no se cambia, de que se
“congela” el tiempo y de que todo está bajo control. Nuestro psiquismo
necesita de esos melodramas para mantener la ansiedad en niveles
soportables. Es como si uno va a ver por primera vez una película donde no
sabe qué pasará al final. Esa incertidumbre, le produce un cierto malestar o
ansiedad por temor a lo desconocido (drama). Pero si ha visto la película
varias veces, como ya sabe lo que va a pasar (melodrama), la ansiedad
desaparece. Como vemos, el melodrama siempre es un juego seguro
porque siempre sabemos lo que va a pasar, pero es muy empobrecedor,
porque nunca ocurre nada nuevo. Se cambia libertad por seguridad
(más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer). Lo más raro en
términos psicológicos, es encontrar un hombre casado con una mujer;
siempre se encuentra una madre con un hijo, dos hermanos, un padre con
una hija, un sádico con un masoquista, etc.
Es por eso que cuando haya un verdugo habrá una víctima, cuando haya un
padre habrá un hijo... son parejas complementarias y necesarias, que “se
buscan” para “calmarse” mutuamente, escenificando el correspondiente
melodrama.
Si soy un experto jugador de mús., me rodearé de “cómplices” para jugar el
juego que dómino. Si alguien me propone jugar al póker, me negaré porque
no puedo arriesgarme a la ansiedad que me produce lo desconocido y el
miedo a perder.
Sabemos que los melodramas se perpetuán gracias a los cómplices
melodramáticos que dan la réplica permitiendo que el juego continúe. La
resolución de cualquier conflicto melodramático pasa por cambiar los
“cómplices melodramáticos” por “aliados dramáticos”. Es necesario
encontrar personas sanas que no entren en el juego cómplice que se les
propone.
El primer aliado dramático debe ser el terapeuta. Este debe ayudar al
paciente a darse cuenta del “consenso cómplice” en el que se mueve,
identificando esos juegos empobrecedores y limitantes, que el paciente de
forma inconsciente, representa una y mil veces. Una vez identificado el
juego o melodrama, hay que ayudarle, mediante la interpretación, a que vea
los actores o “cómplices” de ese melodrama en cuestión.
3. “cómplices” y empezar a rodearse de “aliados”, que son los que le van a
ayudar a enfrentar lo nuevo y desconocido que se llama “vida”.
En una ficha anterior os hablé de un hombre que iba acumulando carreras
universitarias. A su melodrama le bauticé con el nombre del “eterno
adolescente”. Para poder representarlo plenamente, necesitaba de
cómplices que se lo permitieran. En su caso los cómplices melodramáticos
eran sus padres. Estaba atrapado en no crecer y seguir siendo el eterno
adolescente. Papel que dominaba, le reforzaban sus “cómplices” y al que
era adicto.
Este paciente retrasaba su crecimiento e independencia todo lo que podía.
En definitiva: se resistía a vivir el “drama” de la vida.
Cada melodrama encierra en sí mismo uno o varios conflictos. En este
ejemplo, se vio que el conflicto nuclear era el miedo a crecer, pero
dentro de este núcleo, al menos había otros dos conflictos, que eran el
miedo a separarse de los padres y el miedo a entrar en la vida
competitiva adulta.
Por eso, es bastante habitual que en las terapias, haya que trabajar
paralelamente con los padres, hijos, novios o novias de los pacientes.
Porque en general estos, de forma inconsciente, constituyen un “consenso
cómplice” del paciente, que hay que “debilitar” para lograr su liberación
dramática
Dr. Eduardo Cabau
Es médico psiquiatra y psicoterapeuta, trabaja e
investiga en el campo de las psicoterapias breves
intensivas y de urgencia, intentando sistematizar la
planificación y articulación de todo recurso
terapéutico que ayude a acelerar los procesos de
cambio. Vive en Madrid, España.