1. ¿Qué es orar?, alguna preguntas, algunas respuestas
1) ¿Qué es orar?
Muchos se hacen una gran pregunta, “¿QUÉ ES ORAR?” A veces nos cuesta mucho
entender que es orar, del mismo modo nos cuesta esforzarnos para acercarnos al
Señor, nos falta experiencia de apertura, de saber cómo acogerlo, de saber
esperarlo. Sin embargo Él, quien más nos ama, esta siempre esperándonos, y lo
curioso es que no está lejos, está muy junto a nosotros, suplicando en nuestros
oídos que nos abramos a Él, que le oigamos, que no nos desentendamos de Él,
que lo acojamos en nosotros, Él no se cansa nunca de invitarnos. Entonces orar es
substancialmente dar el sí en la gracia, es contestar la invitación del Señor, es un
decir: "Aquí estoy, Señor".
"Dios es la eterna novedad", y los caminos de encuentro con Él son también
misteriosos, en cualquier recodo del camino, allí esta esperándonos, para que le
respondamos; “A tu disposición; haz de mí lo que quieras”.
“Señor, enséñanos a orar”, (Lucas 11:1) le piden los discípulos a Jesús, sin
embargo ellos sabían mucho de oraciones, eran judíos y tenían que recitarlas
varias veces durante el día. Pero se dieron cuenta del maravilloso mundo de estar
en compañía de Jesús, su cercana amistad, su natural inclinación por hacer el
bien, su pasión por el Reino, entonces se aproximan a Él, para pedirle:
“Enséñanos a orar”. Y Jesús les mostró su corazón, les enseñó al Padre, les dio su
vida, su secreto, lo que llevaba de más entrañable dentro.
Pero aún nos faltan muchas preguntas, y esperamos muchas respuestas sobre
que es orar. "La oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre
infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo". "La oración es
el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el
hombre tenga sed de Él".
"Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia
el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde la prueba como desde
dentro de la alegría".
"A mi parecer la oración no es otra cosa sino un tratar de amistad, estando
muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama".
2. 2) Orar, pensar en dios y sentir a dios como a un amigo
“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4:2).
Hay muchas orientaciones prácticas que nos dicen que es orar y como debemos
estar para orar, algunos recomiendan disciplinas, otros muchos conocimientos
sobre la fe, también se dice que hay que estar esperanzados, se recomienda estar
llenos de ilusión, tranquilos, compenetrados, en fin se dan todo tipo de
recomendaciones.
Sin embargo, sabiendo que orar es hablar con Dios, y que para hablar con Él no
hay que pedirle hora o una cita especial, esto es, que lo podemos hacer en
cualquier instante y donde estemos, hagamos siempre de este diálogo algo
sencillo. Muchas veces, no sabemos qué o como orar, porque no nos damos
cuenta que hablar con Dios es como hablar con nuestro papa, del mismo modo
como lo puede hacer cualquier hijo. Entonces orar es darle a conocer a Dios
nuestras preocupaciones, contarle las cosa buenas que hemos decidido hacer y
pedirle todo lo que sea necesario para caminar hacia la santidad. Por todas esas
cosas, también orar es alabar al Señor, agradeciendo todo lo bueno que es con
nosotros.
Algunas veces queremos orar y nos ponemos a pensar que le digo al Señor. Y
buscamos palabras bonitas. Sin embargo, orar no es solamente pensar cosas
buenas respecto a Dios, de Cristo o del Espíritu Santo. Orar, es mucho más que
sentimientos de caridad, va mas allá de sentirse compasivo, tampoco es decir
muchas palabras lindas. Orar es darse cuenta de la presencia de Dios en nosotros,
por tanto es entregarnos a Él, abrirnos a Él, sentir en el corazón que le
pertenecemos, es darse cuenta que Él nos quiere solo para Él.
Por eso, al orar, no solo debemos dejar que actúe nuestra mente, también
debemos permitirnos orar con el corazón, porque la oración es sentimiento. La
oración también es vivencia de Dios, de contacto con Él y permanecer en Él.
La oración es experiencia en emocionarse y transformarse con Dios. Es así, como
cuando nos dispongamos a orar, no pensemos tanto que es lo que le debemos
decir, por que hacer mucho razonamiento no nos va ayudar a transformarnos,
porque son las emociones y las huellas de Dios, las que en nosotros producen el
cambio. Orar no es descubrir cerebralmente una exactitud teológica. Orar es vivir
3. sencillamente la presencia de Dios y es un don precioso recibido gratuitamente
que acogemos con humildad y con modestia.
Son nuestras vivencias las que nos hacen cambiar, es nuestra experiencia en Dios
la que nos transforma, por eso cuando oramos, sentimos que algo nos cambia,
porque cuando hacemos oración estamos en relación con Dios, y todo lo bueno
de Dios nos va contagiando y se va quedando en nosotros.
Al orar, entreguemos todo nuestro amor a Dios, así, será mucho más fácil
descubrir el rostro de Cristo presente en muchos de nuestros hermanos, porque
la compasión por los hombres viene del amor a Él. Si vivimos en conflicto con
Dios, también vivimos en dificultades con nuestros hermanos, si vivimos en una
afectuosa relación con Dios, también las vivimos con los hombres. Se recomienda
que se debe: “vivir con Dios como con un amigo” y que: “así se halla nuestro cielo
en la tierra, pues el cielo es Dios y Dios está en nuestra alma”, porque cuanto más
cerca se vive de Dios más se ama. Las almas penetran en Dios mediante la fe viva,
simplificadas y en paz.
“La adoración es el acto por el que uno se dirige a Dios con ánimo de alabarle de
corazón”. “La oración es el acto propio de la criatura racional”. La oración es el
reconocimiento de nuestros límites y de nuestra dependencia: venimos de Dios,
somos de Dios y retornamos a Dios. Por tanto, no podemos menos de
abandonarnos a Él, nuestro Creador y Señor, con plena y total confianza [...]. La
oración es, ante todo, un acto de inteligencia, un sentimiento de humildad y
reconocimiento, una actitud de confianza y de abandono en Aquel que nos ha
dado la vida por amor. La oración es un diálogo misterioso, pero real, con Dios, un
diálogo de confianza y amor.
3) El orar, para encontrarnos con Dios, transformarnos y sentir que Dios nos
va moldeando
“Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y
celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier motivo, den gracias
a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:19-20).
DIOS, QUE SE DA A SÍ MISMO. La oración es ante todo un don de Dios
misericordioso que nos trata como a hijos, sin mérito alguno de nuestra parte, y
nos da al tiempo el poder de escucharle y responderle como a Padre. La oración
4. es lo que hace Dios con el hombre, y no al revés. No conviene perder de vista
este hecho primordial. Poder orar es, para nosotros, una gracia increíble, un don
inmenso.
LA PERSONA HUMANA, QUE RESPONDE. El don de Dios hace posible la respuesta
del hombre. El hombre se siente hijo y no recibe los dones como siervo mudo,
sino que acoge y agradece y actúa con iniciativa en el diálogo con Dios. La oración
requiere empeño por parte del creyente, que se abra a Dios con todo su ser.
EL ENCUENTRO. Dios, que muestra su rostro y se desvela como apasionado
buscador del hombre, y el orante, que también quiere descubrirle su rostro a Dios
en verdad, se encuentran y se comunican. Surge así un encuentro en fe y amor,
diálogo de amistad, trato familiar.
SER CONCIENTE DE QUE DIOS QUIERE ENTRAR EN COMUNIÓN CONTIGO. Dios nos
llama a nuestra puerta, Él quiere entablar amistad con nosotros, al orar les
abrimos la puerta.
BUSCAR NUESTROS MOMENTOS PARA ESTARNOS CON Él. Es el instante en que
sentimos como la oración es un encuentro con Dios en la verdad, la de Él y la
nuestra.
APRENDER ESTAR ANTE Él, CON Él, Y DE Él. Recordando, siempre que la oración es
un don y lleva a la vida.
LA ORACIÓN ES LA LLAVE que abre nuestro corazón y nuestra alma al Espíritu
Santo; es decir, a Su acción de transformación en nosotros. Al orar, permitimos a
Dios actuar en nuestra alma -en nuestro entendimiento y nuestra voluntad- para
ir adaptando nuestro ser a Su Divina Voluntad. “La oración nos va descubriendo el
misterio de la Voluntad de Dios.” (Efesios 1:9).
LA ORACIÓN NOS VA TRANSFORMANDO, nos va moldeando, creando nuestro ser
a esa forma de ser y de pensar que Dios busca, nos va permitiendo crear en
nosotros una inclinación natural de ser mas misericordiosos, nos va haciendo ver
las cosas y los acontecimientos, como Dios los ve, por tanto, la oración nos va
forjando nuestra vida a los planes que Dios tiene para nosotros. Dejémosle que
haga en nuestra alma su trabajo de alfarero para ir moldeándola de acuerdo a su
voluntad.
LA ORACIÓN, NOS PERMITE UNA RELACIÓN VIVA, PERSONAL, INTIMA CON DIOS,
“Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia
5. el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba
como desde dentro de la alegría”.
"LA ORACIÓN ES LA ELEVACIÓN DEL ALMA A DIOS, donde con gran humildad
reconocemos la necesidad de ella.
LA ORACIÓN ES SED DE DIOS y El tiene sed de los hombres. "Si conocieras el don
de Dios"(Juan 4:10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al
pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser
humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed,
su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración,
sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de sed del hombre. Dios tiene
sed de que el hombre tenga sed de Él.
“El don de la oración está en manos del Salvador. Cuanto más té vacíes de ti
mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa
humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón”.
“Con la oración conocemos nuestro puesto en presencia de Dios, quién es Dios y
quiénes somos nosotros”.
“Debemos amar la oración. La oración dilata el corazón hasta el punto de hacerlo
capaz de contener el don que Dios nos hace de Sí mismo”.
4) Orar para vivir una vida espiritual
“Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no
sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con
gemidos inefables. Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y
sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad
divina”. (Romanos 8:26-27).
Nuestra vida está en juego……Se nos va la Vida…… “Yo soy la Vida dijo Jesús”……La
oración nos hace revivir……. Y el mundo no sabe orar…… “Toda la tierra está
desolada porque no hay quien haga oración”……nuestro mundo se está
muriendo……y no lo sabe. ¿Médicos de urgencia? Sí, para la vida física, pero para
la vida del alma……Dramático, pero no menos cierto, pues nuestra vida está en
juego y nuestra pregunta era como encender en nosotros el espíritu de la oración,
para que tengamos vida, para que participemos de la salvación.
6. La oración nos inyecta sangre, cuando la vida actual nos desangra, hoy le
añadimos que es el oxigeno que respira el alma. Hay muchas cosas de
importancia para nuestra vida, si no respiramos, no vivimos, y si al alma no le
damos el equivalente a su oxigeno para el cuerpo, es decir la oración, el alma no
vive.
La vida espiritual necesita para vivir la oración, la vida espiritual se muere si a ella
no recurrimos.
5) Acercarse dios
Pero toda oración debe llevar implícito el amor, a Dios como nuestro Padre y
todos sus hijos como nuestros hermanos. Un corazón que vive la oración en amor,
hace oración.
Cuando oramos, nos entregamos como hijos que se ofrecen a la voluntad de Dios,
nos ofrecemos de corazón, como del mismo modo mostramos gratitud, sumisión,
contrición, actitudes que son verdaderas solo si van con sentimientos, por todo
ello, nos nace el deseo de glorificar a Dios.
La oración es lo que mejor nos acerca a Dios si esta nace en nuestro corazón y
para que en él se produzca debe estar estimulado, y para incitarlo hay que
prepararlo. ¿Se puede hacer oración si no tenemos en nosotros el espíritu de la
oración?
6) Educar el corazón para dios
Ciertamente lo que más hacemos es recurrir a las oraciones que nos son
conocidas, las que están en nuestros devocionarios, libros, estampas y Libros
Sagrados, son ellas las que nos van educando el corazón, lo estimulan y lo hacen
entrar en el espíritu de la oración.
En efecto, aquellos hombres inspirados por el espíritu santo, llegan a ser hijos de
Dios que son capaces de realizar increíbles oraciones, lo hacen con la fuerza que
les viene de Dios y les llega por el tanto amor que sentían por Él. Por tanto, son
oraciones donde la fuerza de la oración está implícita.
7. “El Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón y con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.
(Marcos 12:28-34).
Del mismo modo debemos orar, con todo nuestro corazón, con toda nuestra
alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas, comprendiendo muy
bien los que oramos, en el corazón y la mente, de esta forma el corazón se irá
educando en la oración y se verá siempre estimulado a hacerlo.
7) Preparar el corazón para dios
Preparar el corazón para Dios, es ir preparándose para Él cuando tengamos la
oportunidad de verlo Cara a Cara. Esto implica que no podemos llegar a Él si no
estamos preparados. Nuestra oración tampoco llegará con fuerza a Él si no hemos
tenido una preparación y oramos sin sentimientos. También debemos tener
presente que luego de orar, debemos dejarle tiempo a Dios para se dirija a
nosotros. Resumiendo, si oramos de prisa, sin sentimiento, sin preparación y
luego no nos damos tiempo de oír a Dios, de nada o poco nos ha servido.
Preparar el corazón para Dios en la oración, requiere de una liberación de todo lo
que nos impide concentrarnos solo en Él. Le podemos hacer presente en la
oración nuestras preocupaciones, pero no podemos estar pendiente de nuestras
obligaciones diarias mientras oramos o mientras nos preparamos a orar o cuando
nos disponemos a oírle.
Un corazón preparado para orar, está en humildad, por lo tanto, respetuosos y
rendidos a Él
8) Estar en el agrado de dios
Ningún dialogo puede ser agradable si hay tensión en la conversación, si no hay
sinceridad en lo que decimos, sin concentración, en una posición incómoda o si
nos expresamos con desgano. Tampoco es agradable hablarle a alguien que no
está concentrado, que no nos presta la debida atención. Para con Dios es lo
mismo, el estará en agrado, si nosotros mostramos sinceridad, concentración,
preparación para recibir su mensaje. En síntesis, si nuestro espíritu esta
fortalecido en la oración, estamos en el agrado de Dios.
8. Para comprender mejor esta idea, recordemos que Dios se complace de los
misericordiosos, como de los que desean vivir con un corazón puro. Orar en el
agrado de Dios, es rogar por la liberarse de las faltas en un estado de vergüenza
por cometerlas, orar ofreciendo el perdón de las faltas de los demás debe hacerse
perdonando en el corazón a todos los que nos han ofendido.
“La oración es una compañera inseparable de la vida cristiana…... Quien ora se
ocupa en la cosa más importante”.
“Por la oración hablamos a Dios y Dios nos habla a nosotros, aspiramos a Él y
respiramos en Él, y Él nos inspira y respira sobre nosotros”.
“No cesa de orar quien no cesa de bien obrar... El afecto de la compasión
equivale a una oración continua”.
9) Reflexión de la primera parte
El Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad porque ni siquiera sabemos
qué nos conviene pedir, pero el Santo Espíritu mismo intercede con insistencia
por nosotros, con gemidos inefables (Romanos 8:26).
Hemos tratado de dar respuesta a la pregunta ¿Qué es orar?, hemos reflexionado
sobre diversas definiciones, hemos tratados algunos temas específicos, se han
entregado algunas opiniones de testigos, hemos leído lo que significa la oración,
Se ha dado respuesta a lo que se creen y se sienten lo que es orar. Todas estas
respuestas están acertadas, todo lo que se ha dicho y escrito es válido. “Todas las
oraciones son buenas, siempre que vayan acompañadas, con una recta intención
y la buena voluntad”.
¿Entonces ya sabemos lo que es orar? ¿Ya tenemos experiencia de que oramos?,
¿la oración nos va transformando?, ¿y qué nos va acercando más a Dios? No
podemos analizar de una forma sencilla nuestro recorrido de orantes, no nos
dejaría satisfechos, tampoco podemos conocer el nivel de oración de cada
persona, aunque nos guste saberlo, se nos está vedado, incluso para la propia
persona orante. Lo que conviene tener claro de todas maneras es que la oración
no es una torre de marfil. Ni una estantería con cajoncitos en los que registramos
nuestro cumplimiento. La oración es para la vida. Forma parte de nuestra vida. Y
nuestra vida tiene un sentido personal y otros muchos sentidos, familiar, social,
económico, de contribución a la prosperidad de la comunidad, tanto doméstica
9. como cívica y humana. Tiene en cuenta el crecimiento de la propia persona y el
de toda la humanidad. Dicho esto, hay que tener en cuenta que la experiencia
primera y palabra primera para quienes se deciden a "entrar" en el castillo
interior, en el camino de la oración-amistad es la perseverancia. ¿Por qué? Porque
pronto se experimentan las resistencias que opone el egoísmo, los cansancios que
genera el amor interesado en el "trato de amistad" con Dios.
Dios, "buen vecino", incansable en llamar al hombre, no se muestra arrollador. Y
menos acude a las instancias del novicio orante. Por lo demás, éste tiene muy
cerca de sí, a sus espaldas, el mundo que ha dejado. Le sigue atrayendo. Le
hostiga. La impresión es que apenas ha cambiado de "objeto": de las criaturas a
Dios. Pero con el mismo talante posesivo y egoísta. ¿Conquista o abandono?
¿Egoísmo o amor gratuito, desinteresado?
Al proclamar la verdad del nuevo orante: podemos decir que es una situación
espiritual pobre, que genera cansancio, hastío; pero con el objetivo hacia el que
debe encaminarse con decisión con sus pasos es el amor gratuito. "Toda la
pretensión de quien comienza oración" ha de ser rendirse amorosamente a Dios.
Mirarle, no mirarse. No acordarse de sí, ni de que hay regalos en este camino. La
"sustancia" de la vida espiritual: aceptar al otro, Dios, en su ser y en su manera de
actuar y comunicarse con nosotros. Ni siquiera hay que aconsejarle cómo ha de
hacerlo. Todo es accesorio fuera de este rendimiento a la voluntad de Dios.
Reconocer desde el principio, y aceptar, su protagonismo.
Pablo escribe en la Carta a los Romanos y dice: “El Espíritu viene en ayuda de
nuestra debilidad porque ni siquiera sabemos qué nos conviene pedir, pero el
Espíritu mismo intercede con insistencia por nosotros, con gemidos inefables”
(Romanos 8:26).
¿Qué es la oración? Comúnmente se considera una conversación. En una
conversación hay siempre un yo o un tú. En este caso un Tú con la T mayúscula. La
experiencia de la oración enseña que si inicialmente el yo parece el elemento más
importante, uno se da cuenta luego de que en realidad las cosas son de otro
modo.
Más importante es el Tú, porque nuestra oración parte de la iniciativa de Dios.
San Pablo en la Carta a los Romanos enseña exactamente esto. Según el apóstol,
la oración refleja toda la realidad creada, tiene en cierto sentido una función
cósmica.
10. El hombre es sacerdote de toda la creación, habla en nombre de ella, pero cuanto
es guiado por el Espíritu Santo. Se debería meditar detenidamente sobre este
pasaje de la Carta a los Romanos para entrar en el profundo centro de lo que es la
oración. Leamos: “La creación misma espera con impaciencia la revelación de los
hijos de Dios; pues fue sometida a la caducidad -no por su voluntad, sino por el
querer de aquel que la ha sometido-, y fomenta la esperanza de ser también ella
liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad de la gloria de
los hijos de Dios” (Romanos 8:19-21).
En la oración, pues, el verdadero protagonista es Dios. El protagonista es Cristo,
que constantemente libera la criatura de la esclavitud de la corrupción y la
conduce hacia la libertad, para la gloria de los hijos de Dios.
Protagonista es el Espíritu Santo, que viene en ayuda de nuestra debilidad.
Nosotros empezamos a orar con la impresión de que es una iniciativa nuestra; en
cambio, es siempre una iniciativa de Dios en nosotros. Es exactamente así, como
escribe san Pablo. Esta iniciativa nos reintegra en nuestra verdadera humanidad,
nos reintegra en nuestra especial dignidad. Sí, nos introduce en la superior
dignidad de los hijos de Dios, hijos de Dios que son lo que toda la creación espera.
Se puede y se debe orar de varios modos, como la Biblia nos enseña con
abundantes ejemplos. El Libro de los Salmos es insustituible.
Hay que orar con gemido inefables para entrar en el ritmo de las súplicas del
Espíritu Santo mismo.
Hay que implorar para obtener el perdón, integrándose en el profundo grito de
Cristo Redentor (Hebreos 5:7).
Y a través de todo esto hay que proclamar la gloria. La oración siempre es un
“opus gloriae” (obra o trabajo de gloria).
El hombre es sacerdote de la creación. Cristo ha confirmado para él una vocación
y dignidad tales. La criatura realiza su “opus gloriae” por el mero hecho de ser lo
que es, y por medio del esfuerzo de llegar a ser lo que debe ser.
También la ciencia y la técnica sirven en cierto modo al mismo fin. Sin embargo,
en cuanto obras del hombre, pueden desviarse de este fin. Ese riesgo está
particularmente presente en nuestra civilización que, por eso, encuentra tan
difícil ser la civilización de la vida y del amor. Falta en ella el “opus gloriae”, que es
el destino fundamental de toda criatura, y sobre todo del hombre, el cual ha sido
11. creado para llegar a ser, en Cristo, sacerdote, profeta y rey de toda terrena
criatura.
Sobre la oración se ha escrito muchísimo y, aún más, se ha experimentado en la
historia del género humano, de modo especial en la historia de Israel y en la del
cristianismo. El hombre alcanza la plenitud de la oración no cuando se expresa
principalmente a sí mismo, sino cuando permite que en ella se haga más
plenamente presente el propio Dios.