El autor viajó a Quilotoa, Ecuador con amigos sin saber qué esperar. Después de varios cambios de transporte, llegaron a un pequeño pueblo cubierto de niebla. Al descender por una escalera, se disipó la niebla revelando un gran lago dentro del cráter de un volcán antiguo. Pasaron el día escuchando el silencio, recolectando flores y buscando formas en las rocas. El autor considera a Quilotoa como uno de los lugares más hermosos y silenciosos que ha conocido.