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TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
22 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4
a escalera es signo de su
propia función: la subida.
L En la escalera, a lo largo
de la historia de la Arqui-
tectura, en muy diversas
circunstancias, y de formas muy varia-
das, se ha acentuado esa significación,
y, con la escalera, se han buscado efec-
tos escenográficos o monumentales,
compositivos y estéticos múltiples. Pero
si la escalera expresa con sus peculiari-
dades formales el acceso a algo Supe-
rior, en la raíz de esa expresión suya es-
tá la función material que cumple. Es
precisamente esta función lo primero
que quiero considerar.
LA ESCALERA COMO
ARTEFACTO FUNCIONAL
El invento de la escalera
Estamos tan acostumbrados a verla en
cualquier sitio y a emplearla para subir y
para bajar, que no es fácil que nos asom-
bremos ante el hecho tangible de una
escalera.
k
~--b-~
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--r--.l.---------
I I
I I
a I
I I I
1: I I
FIGURA 1.
Escaleras
LUIS B OROBIO, DR. A RQUITECTO
Sin embargo, podemos olvidarnos,hi-
potéticamente, de que las escaleras
existen.
Así, sin tener conocimiento de la es-
calera, nos encontramos en el suelo y
nos planteamos el problema de acceder
a un nivel inalcanzable. De esta manera,
asistimos con apasionamiento al inven-
to de una solución tan ancestralmente
asimilada que quizá nunca ha sido con-
siderada por nosotros como una inven-
ción.
Para acceder a ese nivel que en prin-
cipio es inalcanzable,establecemos una
serie de niveles intermedios, cada uno
de los cuales es directamente accesible
desde el anterior. Si queremos subir an-
dando con normalidad (no saltando ni
trepando) cada nivel debe corresponder
a un paso normal. Este es el presupues-
to del que hemos de partir para dimen-
sionar los peldaños.
Dimensionamiento de los peldaños
Podemos considerar (es éste un dato
empírico) que la longitud del paso habi-
tual de una persona media que camina
Medidas que se consideran al aplicar la fórmula
2a + b'::: 64, en el dimensionamiento de los pel-
daños.
FIGURA 2.
horizontalmente con tranquilidad es 64
cm. En todo caso (y esto es lo importan-
te) cualquier persona normal puede
ajustar su paso, sin esfuerzo,a esta me-
dida. Ahora bien, por cada centímetro
que sube el piso, el avance horizontal
del paso, es decir, su longitud, se acorta
dos centímetros. Por tanto, si queremos
mantener el ritmo de la andadura, los
peldaños deberán acortarse el doble de
lo que se levantan. La altura de cada es-
calón -de cada paso- será pues la mi-
tad de lo que disminuya su avance.
Si llamamos a a la altura del peldaño y
b al avance horizontal, las dimensiones
correctas del peldaño responderán a la
fórmula 2a + b = 64 cm. (fig. 1).
Un caso extremo es cuando no se su-
ba nada,es decir cuando el caminar sea
horizontal. No hay,pues,escalera.Al ser
a= O,será b= 64 cm. que es precisamen-
te el paso que habíamos tomado como
dato de partida.
El otro caso extremo es la escala de
mano o de travesaños horizontales en
que la subida es vertical. En ella b= O, y,
por tanto, la altura (la separación entre
los peldaños horizontales) es a= 64/2 =
32 cm. (fig. 2).
-
l'
a
k
2a+b ~ 64c.~
FIGURA 3.
Escalera de barco.
TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
Se puede dar como una escalera ópti-
ma, normal,para el interior de un edificio
en el que no haya fuertes condicionan-
tes impuestos por escasez de espacio,
por exigencias dEl representatividad, o,
simplemente, por conveniencias de ex-
presión, aquella en la que a= 17y b= 30.
Escaleras de pendiente forzada
Cuando el espacio es escaso y cuan-
do cualquier circunstancia aconseja dis-
minuir la superficie de planta que ocupa
la escalera, se puede forzar más la pen-
diente. Naturalmente, b se hace menor
en la medida en que es más fuerte la
pendiente de la subida.La necesidad de
que el pie tenga suficiente espacio de
apoyo en cada peldaño, exige que en
escaleras muy inclinadas,el piso del es-
calón (la huella) sea mayor que b (el
avance horizontal) es decir que los pel-
daños se solapen en planta.Este solape,
que facilita el apoyo del pie en los pasos
del usuario que sube, lo dificulta en los
pasos del usuario que baja, de manera
que si la inclinación de la escalera es su-
perior a 45°, el descenso se hace peli-
groso. Una escalera muy inclinada debe
estar concebida (como en el caso extre-
mo de la escalera vertical, de trave-
saños) para bajar por ella de espaldas,y
se hace necesario un asidero adecuado
para las manos. Es el caso de las llama-
das escaleras de barco (fig.3). Las esca-
Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.O 4 . 23
leras de barco tienen la ventaja de que
ocupan muy poca superficie en planta y
salvando la molestia de tener que vol-
verse de espaldas para bajar,son relati-
vamente cómodas y seguras. Su princi-
pal inconveniente es que el usuario no
puede bajar por ellas si lleva las manos
ocupadas.
Si se quiere hacer una escalera de
fuerte inclinación por la que se pueda
bajar de frente y sin necesidad de ayu-
darse de las manos, habría que dar a la
huella una amplitud suficiente, pero sin
que se superpusieran en planta los pel-
daños. Un sistema ingenioso surge de
observar que con cada uno de los pies
vamos pisando no todos los peldaños,
sino peldaños alternos: Si con el pie de-
recho pisamos los peldaños impares,
con el pie izquierdo pisaremos sólo los
pares. En estas condiciones, podremos
construir una escalera para cada pie,
con lo que cada uno de los peldaños, si
bien tendrá doble altura, se duplicará
también su superficie en planta,y, así,la
persona que descienda podrá apoyar
sin dificultad el pie en cada escalón (fig.
4). Estas escaleras de doble paso tienen
todas las ventajas que se han buscado
al construirlas (ocupan muy poca super-
ficie de planta,y quien sube o baja lo ha-
ce siempre de frente, en la dirección de
su marcha, sin necesitar ayudarse con
las manos), además, son muy cómodas
para subir. Como inconvenientes se
pueden señalar la exigencia de entrar en
ellas con un determinado pie,y la limita-
ción de la huella cuya línea es rigurosa-
mente fija; pero, sobre todo, hay que te-
ner en cuenta que,en tramos largos, de-
bido a su fuerte pendiente, pueden ser
peligrosas en la bajada. Por ello suelen
ser aconsejables si el desnivel que sal-
van no es superior a unos dos metros.
Hallaremos un dimensionamiento ra-
zonable de estas escaleras de doble pa-
so, partiendo de la fórmula general 2a +
b = 64.Como la altura y la huella de cada
peldaño son respectivamente 2a y 2b,si
queremos que la huella tenga 28 cm. (es
una dimensión bastante adecuada), de-
berá ser b = 28/2 = 14, lo que nos da una
altura de peldaño 2a = 64 - b = 50 cm.
El ritmo del paso
Para dimensionar los peldaños de una
escalera óptima, hemos partido como
dato, de un paso de 64 cm. de longitud,
por ser una medida a la que cualquier
persona normal puede adaptarse sin
esfuerzo. Podríamos haber partido de
60 cm. o de 65 cm.y nos mantendríamos
dentro de lo correcto. Esa medida -da-
to inicial- nos marca un ritmo de paso.
Podrá adoptarse una medida u otra
(dentro de unos límites admisibles),pero
el ritmo que se marque debe mantener-
se rigurosamente constante si quere-
mos que quienes circulen por la escale-
2a + b '" 64
FIGURA 4. Escalera de doble paso.
TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
24 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4
ra lo hagan cómodamente, con naturali-
dad y despreocupación. Para ello todos
los escalones deben tener, exactamen-
te, las mismas dimensiones.
Un error relativamente frecuente es
dar al primer escalón más amplitud que
a todos los demás para que la entrada
de la escalera gane en prestancia y re-
presentatividad. En estas circunstan-
cias, el viandante, después de haber pi-
sado en el primer escalón, acopla su pa-
so para pisar en el segundo,y,automáti-
camente, con esa misma amplitud de
zancada pasa al tercero. En el tercero,
normalmente,tropieza.Tropieza o,si no,
lo aborda en unas condiciones preca-
rias que le obligan a dar un pequeño
traspiés al afrontar el cuarto escalón. La
culpa de ese traspiés, que generalmen-
te es insignificante, pero que se repite
siempre en todos los indivíduos y duran-
te todos los años o siglos que pueda du-
rar la escalera, la tiene el error o la in-
competencia del "artista" que dimensio-
nó los peldaños. Ese pequeño traspiés
que se produce al subir es mucho me-
nos grave que el que se produce al bajar,
ya que el ritmo del paso ha quedado to-
talmente fijo durante todo el tramo de la
bajada; quizá, incluso, ese movimiento
maquinal se ha hecho muy rápido y, en
estas circunstancias, el tropezón que in-
defectiblemente se dará en la última
grada, puede convertirse en una apara-
tosa caída.
Cuando la escalera es muy larga, el
enfrentarse contra una sucesión innu-
merable de peldaños que se clavan en
una altura lejana es desmoralizador, y
se hace necesaria la existencia de los
rellanos o descansillos. Es importante
que los rellanos alivien la subida; pero
que no rompan el ritmo.Para ello,los pa-
sos horizontales que se den en el rellano
deben mantener el mismo compás que
se ha marcado en la subida.Si ese com-
pás viene determinado por unos pel-
daños tales que 2a + b = p,el largo de ca-
da uno de los pasos que se den en el
descansillo deberá ser p (a p se le puede
dar el valor de 64 cm., o una longitud fija
aproximada a 64 y que esté dentro de
los límites admisibles).La primera de las
pisadas que se den en el rellano, se da
en la huella del último escalón, cuya lon-
gitud es b. El paso siguiente (o los si-
guientes) deberá tener la longitud p, o,
mejor aún, 2p. Puede ser también 3p;
pero si se pasa de ahí no es ya propia-
mente un descansillo, sino un tramo ho-
rizontal en el que se pierde el rigor del rit-
mo de subida.La amplitud total del rella-
no deberá ser b + p, b + 2p o b + 3p, que,
para peldaños de 17 x 30, da, respecti-
vamente 94 cm., 158 cm. o 222 cm.
Todo el que sube por una escalera ve
la escalera aunque no la mire. El hecho
de que en la zona marginal de su visión
sienta las escansiones de la escalera le
ayuda a asumir en su paso el compás
preciso.Esta ayuda es más eficaz cuan-
to más se destaque visualmente el ritmo
de los escalones. Es conveniente, pues,
acusar, en cada escalón,una franja hori-
zontal que se distinga claramente. Pue-
de hacerse utilizando un color para la
huella (piso horizontal del peldaño) y
otro color distinto (cambiando quizá el
material) en la contrahuella o tabica, o
señalando una línea en el borde de cada
escalón. Puede hacerse, simplemente,
diseñando el perfil de la grada de mane-
ra que se dibuje con nitidez una franja de
sombra. Estas franjas repetidas inciden
(a través de nuestra periferia visual) en
la determinación del ritmo preciso de
nuestro paso.
La línea de huella
En todo lo dicho sobre dimensiona-
miento de los peldaños y trazado de in-
clinaciones se ha dado por supuesto (al
menos no se ha hecho ninguna salve-
dad en otro sentido) que todos los esca-
lones son paralelos entre sí y que quien
sube o baja por la escalera lo hace en
línea recta, en dirección perpendicular a
las gradas. Sin embargo, las escaleras
frecuentemente no son rectas en toda
su longitud: sus distintos tramos cam-
bian de dirección, se quiebran o se cur-
van, y, consecuentemente, los peldaños
no son paralelos. Para dimensionar
unos peldaños que, por no ser paralelos,
no tienen la misma profundidad en toda
su anchura, se hace necesario determi-
nar la trayectoria habitual del usuario
para que, en esa trayectoria, se manten-
ga fijo el ritmo de subida. A ese camino
normal que espontáneamente toma
quien sube o baja por la escalera le lla-
mamos línea de huella. Podemos consi-
derar que la línea de huella está situada
a 40 cm.de la proyección vertical del pa-
samanos. Si la escalera es amplia y rec-
ta, la distancia de la línea de huella pue-
de ser mayor de los 40 cm.; en cambio, si
es estrecha y curva, el usuario tiende a
ceñirse más al pasamanos y puede re-
ducirse a 35 cm.
Escaleras curvas
En una escalera curva con peldaños
radiales, la altura a, naturalmente, es
constante en todo el escalón.La profun-
didad b, en cambio, disminuye hacia el
centro de curvatura y es mayor en la
línea de la periferia.No es en ninguno de
los extremos, sino precisamente en la
línea de huella donde debe dimensio-
narse el peldaño para que b sea tal que
2a + b = 64. Un error frecuente es tomar
esa dimensión ideal por el eje de la es-
calera. Es un error que se comprende
que lo tenga quien, sin detenerse a pen-
sar, observa que los peldaños radiales
son muy cortitos por un lado y muy lar-
gos por el otro y, entonces, aplicando
mal el adagio in medio virtus, dice "va-
mos a promediar la cosa" y tira, efectiva-
mente, por la calle de en medio. Pero
aunque es un error que puede compren-
derse, es un fallo garrafal porque quien
sube o baja por la escalera, lo hace nor-
malmente junto al pasamanos (es su
línea de huella) y, en escaleras bastante
anchas, el error de diseño hará que el
trayecto junto al pasamanos sea muy in-
cómodo si se toma por el lado de curva-
tura más abierta, y peligrosísimo si se
transita por el lado de curvatura más ce-
rrada.Sólo en escaleras curvas muy es-
trechas, por coincidir el eje con la línea
de huella, es totalmente correcto aplicar
la fórmula 2a + b = p, a la sección media
de los peldaños.
Si la escalera sube entre dos pasa-
manos, la línea de huella puede arrimar-
se a uno o al otro. En igualdad de cir-
cunstancias, la tendencia más general
es apoyarse en la mano diestra, así el
usuario circula por su derecha; pero
más influencia que esa tendencia vaga
tiene la situación del arranque de la es-
calera con relación a los accesos y al es-
pacio en que se desarrolla, la amplitud
del radio, y, sobre todo, el sentido de giro
de la curvatura. En principio, el sentido
de giro es lo que determina la línea de
huella, la cual se sitúa en el lado de cur-
vatura más cerrada. Los demás rigores
(situación, accesos, amplitud, circula-
ciones, etc.) influyen previamente para
elegir en el diseño el sentido del giro, y
quedan fijos en la solución adoptada.
Si la escalera curva es muy amplia y
bastante abierta podemos considerar
(para los efectos de dimensionamiento
de los peldaños) que la línea de huella se
sitúa a 50 cm. de la proyección vertical
del pasamanos de curvatura más cerra-
da. Se facilita esta situación (aprove-
chando la tendencia natural del usuario
al elegir su itinerario) si la escalera se
hace dextrógira. Sólo el que circule por
esta línea o por otra muy próxima a ella,
lo hará cómodamente. Los demás ten-
drán dificultades para adoptar sus pa-
sos a los peldaños, y si la afluencia de
gente es numerosa (que es lo que fun-
cionalmente justificaría que la escalera
sea muy ancha), la dificultad de adoptar
el paso se traduce no sólo en una inco-
modidad que sería salvable, sino tam-
bién en un peligro de caída para los que
descienden. Es decir que sólo una zona
muy estrecha de la escalera se puede
aceptar como útil y el resto de la anchura
no tiene justificación funcional. La zona
útil, o que se puede considerar como ad-
misible, será más ancha cuanto mayor
sea el radio de curvatura del pasamanos
interior. Las dificultades de funciona-
miento, el desaprovechamiento de su-
perficie útil y el encarecimiento de la
construcción son factores que deben in-
fluir (con más o menos fuerza según sea
el tipo de arquitectura que se plantee) en
adoptar o no como solución una escale-
ra curva ancha y generosa.Es necesario
calibrar en cada caso, si esos inconve-
TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
26 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4
nientes son compensados por los efec-
tos que se logren. Los motivos que pue-
den inducir al arquitecto a adoptar esta
solución pueden ser razones compositi-
vas de acoplamiento a otras formas e in-
tegración a unos espacios en los que se
debe desarrollar, jugar plásticamente
con la gracia que puede tener el helicoi-
de ascendente, dar una cierta monu-
mentalidad escultórica al elemento fun-
cional, o conseguir una expresión visual
de fluidez y generosidad en la subida.
Generalmente los valores plásticos de
la arquitectura suelen perder gran parte
de su eficacia estética cuando no están
acompañados de una cierta lógica fun-
cional que los adecúe a nuestra vida y
que haga que los sintamos más nues-
tros. Por eso no basta que el arquitecto
se proponga lograr unos efectos desea-
dos al proyectar su escalera helicoidal,
es necesario asegurarse de que esos
efectos no son un simple capricho per-
sonal, y de que, en caso de que tales
efectos sean objetivamente buenos y
deseables, no se queden en una intere-
sante intención truncada por falta de
adecuación sino que se logren con toda
la eficacia estética que se pretendía.
Sin embargo, los efectos estéticos y
expresivos que se logran con una esca-
lera helicoidal de hueco central,son muy
diferentes según que el borde convexo
de la escalera esté acoplado a un muro
cóncavo, o que todo el helicoide quede
exento sin más apoyos que en el arran-
que y en el arribo. En el primer caso, la
concavidad del muro acoge, dirige y
acompaña al usuario en su camino,y, al
eliminar la necesidad de un pasamanos
exterior, determina con naturalidad la
trayect~ria correcta.
En el segundo caso, la forma es más
grácil y ligera, visualmente tiene un as-
pecto más espectacular,pero el usuario
se siente más desamparado. La necesi-
dad funcional de poner una barandilla si-
guiendo el borde convexo crea una am-
bigüedad a la hora de elegir a cuál de los
dos pasamanos se debe ajustar la tra-
yectoria. La gracia aérea que este tipo
de escaleras puede tener se debe a que
su erección se hace contra toda lógica
constructiva (son, efectivamente, difíci-
les de contruir). Pero por el mismo moti-
vo es fácil que, en lugar de la gracilidad
buscada, se cree una incómoda sensa-
ción de inestabilidad.
Escalera de caracol
Una escalera de caracol es una esca-
lera helicoidal cuyos peldaños arrancan
del eje del helicoide y sus huellas son,
por tanto, sectores circulares. Su princi-
pal virtud funcional consiste en poder
salvar -en una superficie muy pe-
queña- un gran desnivel, sin tener que
forzar la pendiente.
Al ser los peldaños de huella triangu-
lar, su profundidad útil queda reducida a
FIGURAS.
una zona muy estrecha, lo que obliga a
precisar mucho la línea de huella.
En la escalera de caracol, quien sube
y quien baja tiende a arrimarse al borde
exterior, ya que hacia el eje la peligrosi-
dad aumenta,porque la inclinación tien-
de a la vertical y la superficie de apoyo
del pie se hace mínima. Es,pues, con re-
ferencia a este borde exterior como de-
be trazarse la línea de huella, contraria-
mente a lo que se suele hacer en las
otras escaleras helicoidales.
Las escaleras de caracol pueden
quedar totalmente abiertas exterior-
mente o desarrollarse encerradas por
un muro. En el primer caso se hace ne-
FIGURA 6.
cesaria una barandilla que normalmente
constituye el pasamanos.Este pasama-
nos nos determinará una línea de huella
la cual puede situarse a 35 cm. de su
proyección vertical sobre el peldaño.En
el caso de que un muro encierre el heli-
coide, el pasamanos (si lo hubiere) que-
dará fijo a la pared pero sobresaliendo
unos centímetros de ella. La línea de
huella discurrirá pues a 45 cm. o 50 cm.
del paramento.Esos 45 cm.deben man-
tenerse aún cuando no hubiere pasa-
manos, para que el cerramiento no ago-
bie. En esa línea de huella deberemos
dimensionar los peldaños con la máxi-
ma comodidad; pero teniendo en cuenta
que en una vuelta debe salvarse un des-
nivel de por lo menos dos metros para
que quien transita por la escalera lo ha-
ga sin temor de golpearse la cabeza. Pa-
ra salvar esa altura (salvar la cabezada,
suele decirse) con una pendiente cómo-
da necesitaremos un desarrollo hori-
zontal de poco más de 3 metros,que exi-
ge un radio de curvatura (distancia del
eje a la línea de huella) de medio metro.
Es lo mínimo para que quien baja pueda
separarse bastante del centro ya que la
escalera de caracol resulta peligrosísi-
ma cuando se apoya el pie cerca del eje,
debido a que, al reducirse al mínimo la
huella, si el pie no asienta bien en el es-
calón que le corresponde,no hay ningún
otro escalón que le detenga.Para dismi-
nuir la peligrosidad puede ser bueno eli-
minar los vértices agudos de los pel-
daños, cortándolos por un cilindro cen-
tral de un diámetro que parezca el más
adecuado a los efectos que se busquen
(treinta centímetros, por ejemplo).
Una escalera de caracol que cumpla
bien su función y con cierta comodidad
puede desarrollarse -según todo lo
que venimos diciendo- dentro de un ci-
lindro de 1,90 m. de diámetro. Ocupa,
pues, muy poca superficie en planta: es
su principal virtud. Sus inconvenientes
son que en ella difícilmente pueden cru-
zarse dos personas y que, si el usuario
se sale de la línea de huella prevista, re-
sulta peligrosa. Son muy útiles para ac-
TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
ceder a un sitio singular; pero no son
aconsejables en lugares de bastante
tránsito.
Según la altura total que se quiera sal-
var, el área disponible, el que convenga
o no colocar un descansillo de entrada o
de salida al piso, y según otros variados
condicionantes funcionales, contructi-
vos, expresivos o plásticos, la escalera
de caracol puede forzarse más o me-
nos; pero, para cada caso, se deben cal-
cular sus dimensiones de manera que,
en la línea de huella, los escalones res-
pondan a la fórmula general 2a + b = 63.
Además, para salvar la cabezada, y para
que la pendiente no sea excesiva, los
paramentos a y b condicionarán o esta-
rán condicionados por r (distancia de la
línea de huella al eje del helicoide) y por
n (número de peldaños que completan
una vuelta) de manera que respondan a
estas otras dos fórmulas na ~ 2 m. y nb =
2rrr> na.
La escalera de caracol sostenida por
una columna central con los peldaños
en ménsula entra dentro de unas posibi-
lidades constructivas muy lógicas y,
según la finura que se dé al diseño de
sus detalles materiales y proporciones
puede constituir un elemento de una
graciosa plasticidad e incluso integrarse
en la arquitectura como objeto singular
de positivo valor escultórico. (fig. 6).
Escaleras oblícuas
Quien sube una escalera, normal-
mente, toma la dirección perpendicular
a los peldaños: se enfrenta a cada esca-
lón frontalmente, perpendicularmente.
Si los peldaños son paralelos, el trayecto
normal es recto y perpendicular a ellos.
Si son radiales, la incidencia norma/des-
cribe un trayecto con la curvatura co-
rrespondiente.
Sin embargo hay construcciones de
nuestra época (algunas de insignes ar-
quitectos como Venturi o de ciertos di-
señadores posmodernos) en las que se
ven escaleras cuyo trayecto obligado
(definido por los pasamanos o por los
muros laterales) es recto, sí; pero incide
caprichosamente oblícuo en los pel-
daños, lo que produce un cierto desaso-
FIGURA 7. Escalera oblicua en planta
Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o4 . 27
siego en quien aborda la ascensión, y,
más aún, en quien empieza el descenso.
(fig.7).
En esas escaleras oblicuas, para di-
mensionar cada escalón, debe conside-
rarse en él como longitud de huella,no la
separación normal de los peldaños en
planta, sino la distancia medida en esa
trayectoria oblicua. Si se hace así, se
marcará un ritmo de paso constante,
que podrá ser aceptable; pero,aún sién-
dolo, el espacio del que dispone el pie
derecho para moverse es diverso del
correspondiente al pie izquierdo, con la
consiguiente facilidad para tropezar o
pisar en falso.
Las escaleras oblicuas tienen, pues,
unos claros inconvenientes de índole
funcional. Esos inconvenientes podrían
desestimarse si los efectos estéticos y
expresivos que se consigan con ellos
son de un orden superior. El arquitecto
debe ser muy cauteloso a la hora de juz-
gar si el sacrificio es proporcionado al hi-
potético logro. Es posible, también, que
el logro expresivo se reduzca simple-
mente a crear esa inquietud que la im-
perfección funcional lleva consigo,y que
la presunta emoción estética no sea si-
no el desconcierto que produce lo inu-
sual. Si es así, será lícito dudar de que
sus valores arquitectónicos sean de
buena ley.
Enlace de tramos
Normalmente las escaleras que ac-
ceden a los distintos pisos de un edificio
se componen de diversos tramos suce-
sivos que cambian de dirección para
acoplarse a unos condicionantes de la
planta y someterse a unas necesidades
de funcionamiento. Suelen encerrarse
así en un área fija que se proyecta verti-
calmente para construir lo que se ha da-
do en llamar la caja de la escalera. En
general, los diferentes tramos rectos
cambian de sentido al adosarse a los
paramentos de la caja: El cambio de
sentido puede ser de 180°, en cuyo caso
cada piso está salvado por.sólo dos tra-
mos de escalera. Cuando no es así (tra-
mos -ortogonales o no- que constitu-
yen un trayecto poligonal) queda un va-
cío vertical (el hueco de la escalera).
El vértice del ángulo que forman por
su parte interior dos tramos consecuti-
vos de escalera, puede ser el punto en
que confluyen el último escalón de un
tramo con el primero del siguiente, y, en
ese caso, el desnivel que se produce en
él es de dos escalones. No es esto muy
peligroso, porque sólo en el caso de que
se apoye el pie muy ceñido al vértice
puede darse una pisada en falso. El pa-
samanos debe tener la misma pendien-
te que la escalera (es lo correcto);pero al
llegar al vértice se producirá un rompi-
miento para salvar la altura de ese doble
escalón.Si queremos dar un apoyo más
seguro al pie, y,sobre todo,si el pasama-
nos ha de seguir con limpieza su trayec-
toria y ser unitario manteniendo su debi-
da inclinación homogénea, deberemos
perder un peldaño en beneficio de la
meseta. (fig.8 Y9). Es conveniente que la
meseta gane esa superficie a costa del
tramo de escalera descendente, ya que
es en éste en el que más fácilmente po-
dría fallar la pisada.
¡.
....If
.
FIGURAS 8 Y 9.
TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
28 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4
Aunque el ángulo puede variar y lo
que vamos a decir será aplicable a cada
caso, con las oportunas variaciones, lo
más habitual es que el ángulo que for-
man entre sí los dos tramos consecuti-
vos, sea de 90°. Entonces el rellano es
un cuadrado y lo correcto es ampliarlo
con la anchura de la huella del peldaño
descendente. Es frecuente no hacerlo
así e incluso, a veces, para aprovechar
más la superficie de la planta, se esta-
blece un escalón diagonal en el cuadra-
do, o, incluso, dos escalones radiales
(fig. 10). De esta manera, el desnivel que
se produce en el vértice es de tres o de
cuatro escalones, con la consiguiente
incomodidad en la bajada e incluso peli-
gro en el caso de no asentar bien el pie.
Y, naturalmente, se da un rompimiento
total en los pasamanos.
Una escalera muy frecuente es la que
(para salvar cada piso) consta funda-
mentalmente de dos tramos paralelos
que suben en dirección contraria. Tam-
bién en ella, si queremos que el pasama-
nos tenga la claridad y elegancia que da
la continuidad en su desarrollo y la cons-
tancia en su inclinación, uno de los tra-
mos deberá ceder un peldaño en favor
de la meseta (figs. 11 y 12).
Al ceder ese peldaño, también debe-
remos tener en cuenta para la limpieza
constructiva y estética de la escalera,
que los forjados (o cielorrasos) de la me-
seta y de los tramos que en ella inciden
tengan una arista común y que no se
maclen o se apuntalen entre sí chapuce-
ramente (figs. 13 y 14).
FIGURA 10.
fLANTA
f-L....
~
. 1-. _ . _.- . -
1'LANTA
4~
/
- - -
_ . -----. _ . _.-
FIGURA 11.
_ . - . _._ .- . - .-
FIGURA 12.
1-
FIGURA 13.
Incidencia de los tramos en la meseta.Soluciones
correctas.
FIGURA 14.
Incidencia de los tramos en la meseta. Soluciones
chapuceras.
TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
Revista de Edificación Noviembre 1988 . N.O4 . 29
Es muy frecuente, sin embargo, que
estos aspectos de la nobleza y claridad
estética y constructiva no hayan llegado
a ser tenidos en cuenta por el arquitecto,
porque al proyectista se le presenta co-
mo un problema mucho más acuciante
el de meter el máximo posible de pel-
daños en el mínimo de superficie en
planta. Y en su solución suele emplear
todos los recursos de su inteligencia.De
ahí que para relacionar los dos tramos
paralelos (ascendente y descendente)
con frecuencia no sólo no se sacrifica un
peldaño en beneficio de la limpieza es-
tética y funcional del giro y de la amplitud
y claridad del rellano, sino que se frac-
ciona la meseta con un escalón central,
o, incluso, se elimina totalmente el des-
cansillo,sustituyéndolo por una serie de
peldaños radiales que fuerzan el giro y
constituyen como un injerto de escalera
de caracol entre los dos tramos rectos
(fig. 15). En el vértice (eje del giro) habrá
un desnivel vertical equivalente a la su-
ma de los siete o más escalones que en
él concurren,con el consiguiente peligro
para quien -al bajar- no tiene mucho
cuidado en asentar debidamente el pie.
Es verdad que ese desnivel vertical se
da también en las escaleras de caracol
(es propio de ellas); pero en una escale-
ra de caracol el peligro desaparece por
tratarse de un elemento singular que,
con su sola presencia, anuncia sus ca-
racterísticas, muestra una trayectoria
helicoidal y marca el ritmo que se debe
seguir. En cambio, en estas escaleras
híbridas de las que estamos hablando,
los tramos rectos determinan una ca-
dencia de paso que debe romperse vio-
lentamente en el giro. para paliar estos
inconvenientes con idéntico aprovecha-
miento del espacio, suele recurrirse a
las llamadas escaleras compensadas.
En las escaleras compensadas (fig.
16) los peldaños de los tramos rectos
van esquinándose conforme se aproxi-
man al eje de giro, pero de manera que
en la línea de huella (a unos 40 cm. del
pasamanos) se mantenga fija la anchura
de todos los peldaños. Los escalones
radiales no concurren en el eje de giro,
con lo que se elimina en este punto el
violento cambio de nivel, y, de esta ma-
nera, disminuye notablemente la peli-
grosidad. Por otra parte, el ritmo del pa-
so marcado en los tramos rectos se
mantiene con cierta regularidad durante
la curva. Los principales inconvenientes
son el que los peldaños se presentan
oblicuos al trayecto del usuario, el que
los itinerarios que se salen de la línea de
huella son muy incómodos e imprecisos,
y, además, el que hay una evidente falta
de definición y claridad geométrica y
constructiva. Las escaleras compensa-
das son aceptables como paños calien-
tes para aliviar los dolores de una enfer-
medad; pero no son una solución limpia
ni definitiva. No lo son ni funcionalmente,
ni estéticamente. Y, en general, obligan
a soluciones constructivas bastante
chapuceras.
La compensación de los escalones
en un giro de escalera suele hacerse no
sólo en la unión de dos tramos paralelos,
sino también en cualquier caso en que la
trayectoria haga un ángulo u obligue a
una vuelta.
Iluminación natural
En escaleras de una sola planta o muy
abiertas, la iluminación más convenien-
te suele ser la cenital o lateral alta.
Si la caja de escalera no es muy am-
plia y,sobre todo, si tiene que salvar mu-
chas plantas (un edificio en altura) la luz
cenital no es suficiente, y deberá tener,
en los distintos pisos, huecos al exterior
que la iluminen.
En principio, la mejor iluminación es
lateral, de manera que acuse con clari-
dad los peldaños y no deslumbre fron-
talmente a los usuarios. La situación de
la caja de la escalera en el volumen total
del edificio puede venir condicionada,
en parte,por la iluminación que habrá de
tener la escalera; pero -sobre todo-
esa situación es un condicionante muy
fuerte para fijar las características y ubi-
cación de los huecos que iluminen todos
los tramos de la caja.Para los efectos de
mera iluminación de la escalera,la mejor
posición de las aberturas luminosas es
en el paramento paralelo a las zancas.
Es,quizás,esa la mejor posición,pero su
preferencia no es muy obligante,ya que
otras posiciones son igualmente acep-
tables: su ventaja no compensa los in-
convenientes o dificultades de distribu-
ción que con ella pueden presentarse.
Es, por otra parte, la posición más com-
prometida, ya que pone un pie forzado
muy fuerte en la composición de la fa'-
chada. El sacar de ese pie forzado un
provecho estético es un reto para el pro-
yectista:puede resolverse dejando todo
el cerramiento diáfano (fig. 17), o jugan-
do con la inclinación de las zancas acu-
sándolas como recurso compositivo, o
buscando una distribución armónica y
funcional (más o menos caprichosa) de
diversos huecos...
Lo más frecuente en los edificios ordi-
narios es que por la situación de la esca-
lera en el volumen total de la construc-
ción, los huecos de iluminación (y de
ventilación) tengan que abrirse en las
mesetas intermedias. Como se debe
cumplir la doble función de iluminar y
ventilar, es normal que el proyectista no
sienta la necesidad de pensar mucho y
coloque una ventana normalizada, co-
o mo cualquiera de las del edificio (ya que
todas sirven para iluminar y ventilar), a
media altura,en la mitad del rellano para
no complicar las cosas, sin investigar si
la iluminación es suficiente y adecuada,
sin averiguar si se crea un punto de des-
lumbramiento y si la situación es funcio-
FIGURA 15.
FIGURA 16.
FIGURA 17.
TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
30 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4
FIGURA 18.
FIGURA 20.
nalmente la que más conviene, y sin
preocuparse de que esa ventana, a una
altura intermedia, crea un problema de
ordenación en la fachada (fig. 18). Hay
algo que subyace en el planteamiento
de cualquier problema de la arquitectura
y que en este caso se concreta así:el ar-
quitecto no debe pensar "aquí se nece-
sita una ventana", sino "esta escalera
necesita una determinada iluminación y
una posibilidad de ventilación". Quizá la
solución no sea una ventana centrada,
sino una abertura rasgada en la parte al-
ta del muro (fig. 19), o un cerramiento to-
talmente diáfano, o un hueco a ras de
suelo frente al tramo ascendente y otro a
ras de techo frente al tramo descenden-
te (fig. 19 Y 20). Quizá, en algunas oca-
siones,el rellano puede adelantarse,sa-
cándolo del paramento general de la fa-
chada, de manera que quede una aber-
tura de arriba a abajo en ambos laterales
de la meseta (fig. 21),abertura que ilumi-
nará generosamente sin producir
ningún deslumbramiento, y que puede
tener un interés expresivo tanto interior
como exteriormente,además de ser una
solución de la máxima limpieza cons-
tructiva (fig. 21).
Decoración de escaleras
Las escaleras deben tener la orna-
mentación que su carácter y circunstan-
cias, representatividad y expresión exi-
jan. Podrá haber, si se estima oportuno,
una gran riqueza ornamental en el con-
junto y en los elementos que lo integran;
pero desde el punto de vista funcional
no es aconsejable que haya elementos
singulares que puedan erigirse en cen-
tros puntuales de atención, porque dis-
traerían del acto de la subida (o de la ba-
jada) con el consiguiente peligro de tras-
piés o de caídas. Es notable este error
en los formidables frescos que adornan
los techos de algunas escaleras del re-
nacimiento italiano: el contemplador se
detiene en la escalera para admirar el
techo, y, al moverse mirando hacia arri-
ba, frecuentemente da un paso en falso.
FIGURA 19.
FIGURA 21.
ESCALERAS
MONUMENTALES
En edificios a los que, por su repre-
sentatividad, se quiere revestir de una
magnificencia aparencial, se suele dar a
la escalera, que por su propia función es
una llamada al ascenso,una gran impor-
tancia plástica, para subrayar, con su
significación específica, la excelencia
del espacio arquitectónico.
El significado de la escalera monu-
mental tiene, sin embargo, matices muy
diversos según su situación en el marco
arquitectónico, sus proporciones y la
disposición de sus elementos. Estos
matices varían también -y se enrique-
cen- con la calidad de los materiales y
con las características decorativas, tan-
to propias como del entorno en que la
escalera se desarrolla. (Fig. 22).
En muchos palacios, el vestíbulo es
monumental; pero la escalera se pre-
senta, en él, como el elemento que aca-
TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
Revista de Edificación Noviembre 1988 . N.o 4 . 31
FIGURA 23. ESCALERA DORADA DE LA
CATEDRAL DE BURGOS.
FIGURA 22. BIBLIOTECA LAURENZIANA (Miguel Angel).
En 1519, Diego de Siloe inventó la traza que
luego seguirían las escaleras imperiales: ideó
este trazado para resolver el problema funcio-
nal para acceder desde el nivel de la calle la-
teral, al suelo de la catedral (que está seis me-
tros más bajo) sin detrimento del espacio
interior del templo. La solución, con su carácter
de decoración escénica, constituye un formida-
ble hallazgo arquitectónico.
La escalera es, sobre todo, una escultura formidable y monumental que ocupa, prácticamente, to-
do el vestíbulo. La arquitectura se reduce a ser un lujoso estuche para ella.
FIGURA 24. OPERA DE PARIS (Gardnier).
La escalera monumental configura y caracteri-
za el espacio arquitectónico. No se siente
-más bien al contrario- la subordinación de
la escalera a la arquitectura.
para toda la atención. Quien entra al
vestíbulo se siente atraído hacia la esca-
lera: no está en el vestíbulo, sino que pa-
sa por él: el vestíbulo no le acoge, sino
que le invita a subir. Estoy pensando
principalmente en muchas de las llama-
das escaleras imperiales, cuyo tramo
inicial arranca y asciende siguiendo el
eje principal del edificio, que coincide
con la entrada noble, y cuyo tramo si-
guiente se desdobla en dos brazos si-
FIGURA 25. THE PHILlPPINE INTERNATIONAL CONVENTION CENTER.
La escalera como signo de subida queda diluido en su estaticidad escultórica. Configura el espa-
cio arquitectónico con una monumentalidad meramente escenográfica. Formalmente es una ver-
sión moderna de las escaleras imperiales; pero su intención estética y su significación es comple-
tamente diferente.
métricos buscando una magnificencia
escénica. Estas escaleras imperiales
-generalmente- están realzando de
manera ostensible la importancia del pi-
so superior del que son preámbulo y pe-
destal. Son signo de la altura y excelsi-
tud de la planta noble. El signo hace re-
ferencia al término de la ascensión,más
que al acto de la ascensión: la simetría
especular de las dos ramas en las que la
escalera se abre, da una solemnidad
escénica al espacio estático; pero pro-
duce una indeterminación en la trayec-
toria que resta solemnidad a la ascen-
sión en su aspecto dinámico: la simetría
creada artificialmente en las formas
aparenciales, se rompe en el acto vital
de la subida. En algunas escaleras, lla-
madas también "imperiales",se parte de
dos tramos laterales de arranque que
confluyen en uno superior central. Esta
modalidad de la escalera imperial suele
TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
32 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 N.o4
nacer de la necesidad de dar acceso
frontal a dependencias de la planta baja,
por debajo de la meseta de la escalera.
El efecto de grandiosidad (que suele ser
el móvil principal de las escaleras impe-
riales) no se consigue satisfactoriamen-
te en esta modalidad, al menos desde el
nivel inferior. Sin embargo, puede con-
seguirse, a veces, un enriquecimiento
del marco arquitectónico.
FIGURA 26. HOSPITAL DE LA SANTA CRUZ
DE TOLEDO (Covarrubias).
Es uno de los primeros ejemplos de escalera
imperial, en su forma más tipica.
FIGURA 28. VILLA FARNESSE (Vignola).
Además de los inconvenientes funcionales de
las escaleras helicoidales, se plantea el proble-
ma arquitectónico de tener que adaptar el en-
tablamento de un orden clásico (que por su
naturaleza es necesariamente horizontal) a la
línea inclinada del helicoide, lo que deja mu-
chos puntos dudosos a los que no ha podida
dar una terminación satisfactoria. Sin embargo,
el conjunto tiene una gracia indudable y se
acusa con una gran fuerza expresiva la direc-
ción ascendente.
En muchas arquitecturas (algunas re-
nacentistas, pero sobre todo barrocas,
neoclásicas, y también frecuentemente
eclecticistas) el rigor de la simetría axial
viene a considerarse como una necesi-
dad compositiva exigida para lograr el
enriquecimiento del escenario y la mag-
nificencia aparencial del espacio estáti-
co. Es curioso observar que en tales ca-
sos, esa simetría (en sí misma) llega a
ser tenida como un valor arquitectónico
esencial y tanto más valioso cuanto más
sacrificio de otros valores requiera. Así,
las escaleras imperiales ocupan mucho
más espacio del necesario, aumentan
considerablemente el volumen de cons-
trucción y exigen una riqueza ornamen-
tal muy superior: en función de estos sa-
crificios adquieren su grandilocuencia y
majestad. (Fig. 24, 25).
FIGURA 27. PALACIO DE LA GENERALIDAD DE VALENCIA.
En su monumentalidad juega compositivamente, más que con su tramo frontal, con su tramo incli-
nado que acusa la dirección ascendente.
FIGURA 29. SALON DE LOS REYES DE SAN MILLAN DE LA COGOLLA.
En su primer tramo participa de la solemnidad escénica de las escaleras imperiales, y, como ellas,
mantiene el eje de entrada e invita a subir. Sin embargo, el hecho de que este primer tramo termi-
ne en la caja monumental donde se desarrolla con normalidad el resto de la ascensión, elimina la
indeterminación de la trayectoria que produce la existencia de dos ramas simétricas, con lo que
se da una mayor solemnidad a la subida en su aspecto dinámico.
TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
I'IUI.rPll CTrs SCA L...t: Jn¡GI A: ,I D
~ " J ].¡; SF. Jl.YI NO E%TII.V('T¿
!IV• •<L€XAND1HI VII.
FIGURA 30. ESCALA REGIA DEL VATICANO
(Bernini).
Es una magnifica galeria de paso: un monu-
mental pasillo escalonado.
Otro tipo de escalera monumental,de
significación muy diferente,es la que se
mantiene encerrada en su propia caja,
visible y manifiesta para el que llega;pe-
ro no absorbente y clamorosa.Quien ha
entrado en el vestíbulo de acceso, está
en el vestíbulo, aunque esté de paso: el
vestíbulo (o en su caso, el patio) no le
lanza hacia la escalera, sino que le aco-
ge con carácter estable y, simplemente,
le da opción de tomar la escalera. La es-
calera, al estar encuadrada en un ámbito
propio, hace referencia al acto de subir y
no al término de la ascensión. Por eso,la
persona que sube siente que, subiendo,
no está efectuando una acción inestable
con entidad de simple tendencia, sino
que está realizando un acto con plenitud
actual, aunque realmente se dirija a un
sitio.Estoy pensando en multitud de pa-
lacios españoles, con la caja de la esca-
lera sensiblemente cuadrada en planta,
y tres tramos acoplados a los lados del
cuadrado. La monumentalidad de estas
escaleras radicará en su amplitud y en la
riqueza del ámbito que las encierra; pe-
ro no en una teatralidad artificiosa: su
desarrollo puede mantenerse dentro de
la más estricta lógica funcional y cons-
tructiva. Son un monumento a la ascen-
sión en sí, cuya nobleza significan: no
significan la nobleza del término de la
ascensión.Podríamos decir que en ellas
el signo actúa más vitalmente que es-
pectacularmente.Es frecuente que den-
tro de una monumental caja de escalera
que constituye un ámbito propio, se de-
sarrolle una escalera imperial,con el pri-
Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4 . 33
FIGURA 31. ESCALERA DEL PALACIO DE LAS DUEÑAS (Med ina del Campo).
La escalera no es una llamada a la subida. sino una opción para subir. No sirve para realzar el
término de la ascensión. sino que ennoblece la ascensión misma.
mer tramo central en el eje principal del
edificio y en la cara frontal del claustro o
patio noble. Estas escaleras participan
de la monumentalidad ambital de las
que se mantienen en su caja con el so-
lemne preámbulo del patio o del vestíbu-
lo, y de la teatralidad escénica que reci-
ben de su frontalidad y simetría.Es el ca-
so de la gran escalera del Alcázar de To-
ledo,proyectada por Francisco de Villal-
pando y considerada como la primera
de este tipo,y de otras que,por estar tra-
zadas en diversos palacios imperiales
de España, recibieron el nombre, que
después se hizo mucho más genérico,
de escaleras imperiales. (Fig. 26).
Las escaleras pueden lograr una mo-
numenalidad abriendo frontalmente sus
peldaños al que llega e invitando a la su-
bida;pero también se logran efectos ex-
presivos -a veces de una gran eficacia
estética- jugando compositivamente
con los tramos inclinados para acusar la
dirección ascendente. (Fig. 27) Con el
mismo espíritu de resaltar la línea as-
censional, se trazan frecuentemente
también escaleras helicoidales.
Las escaleras monumentales son
abundantísimas en la historia,y,tipológi-
camente, varían muchísimo, como
varían muchísimo los matices de su sig-
nificación monumental. Los tipos gene-
rales que hemos citado no son sino al-
gunos ejemplos. Pueden darse otros ti-
pos diferentes; pero, sobre todo, se dan
esos mismos tipos superpuestos, mati-
zados y enriquecidos. Su expresión, en
los múltiples casos es también muy va-
riable:puede dominar un carácter estáti-
co, de pedestal grandioso, o bien preva-
lecer un sentido dinámico que viene a
enaltecer la subida como acto vital. O
erigirse, ella misma, como monumento
escultórico (Biblioteca Laurenziana (Fig.
22) -Miguel Angel-). Acaso, también,
se convierten en un indicador, unas ve-
ces, del camino ascendente (escalera
helicoidal del Villa Farnese (Fig.28) Yal-
gunas en patios góticos catalanes);
otras, del término de la ascensión. En
ocasiones actúan volumétricamente
configurando un espacio (Opera de
París (Fig. 24) -Gardnier- ), o por el
contrario, se limitan a ser una decora-
ción escénica que enriquece un espacio
configurado (escalera dorada de la Ca-
tedral de Burgos (Fig.23) - Diego de Si-
loé-).
En algunos palacios renacentistas o
barrocos italianos las escaleras expre-
san más que lo que la subida tiene de as-
censión por sí misma,lo que tiene de ac-
ción inestable,con tendencia a un lugar.
En este sentido es muy expresiva la es-
calera proyectada porBernini en el pala-
cio vaticano,que es una magnifica gale-
ría de paso, un pasillo escalonado mo-
numental (Fig. 30). En algunas otras se
acusa todavía más ese carácter de ser
un riquísimo túnel ascendente: Las pa-
redes laterales cierran ambos lados de
la escalera y una bóveda cilíndrica sigue
la inclinación de la subida.

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  • 1. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 22 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4 a escalera es signo de su propia función: la subida. L En la escalera, a lo largo de la historia de la Arqui- tectura, en muy diversas circunstancias, y de formas muy varia- das, se ha acentuado esa significación, y, con la escalera, se han buscado efec- tos escenográficos o monumentales, compositivos y estéticos múltiples. Pero si la escalera expresa con sus peculiari- dades formales el acceso a algo Supe- rior, en la raíz de esa expresión suya es- tá la función material que cumple. Es precisamente esta función lo primero que quiero considerar. LA ESCALERA COMO ARTEFACTO FUNCIONAL El invento de la escalera Estamos tan acostumbrados a verla en cualquier sitio y a emplearla para subir y para bajar, que no es fácil que nos asom- bremos ante el hecho tangible de una escalera. k ~--b-~ .?i --r--.l.--------- I I I I a I I I I 1: I I FIGURA 1. Escaleras LUIS B OROBIO, DR. A RQUITECTO Sin embargo, podemos olvidarnos,hi- potéticamente, de que las escaleras existen. Así, sin tener conocimiento de la es- calera, nos encontramos en el suelo y nos planteamos el problema de acceder a un nivel inalcanzable. De esta manera, asistimos con apasionamiento al inven- to de una solución tan ancestralmente asimilada que quizá nunca ha sido con- siderada por nosotros como una inven- ción. Para acceder a ese nivel que en prin- cipio es inalcanzable,establecemos una serie de niveles intermedios, cada uno de los cuales es directamente accesible desde el anterior. Si queremos subir an- dando con normalidad (no saltando ni trepando) cada nivel debe corresponder a un paso normal. Este es el presupues- to del que hemos de partir para dimen- sionar los peldaños. Dimensionamiento de los peldaños Podemos considerar (es éste un dato empírico) que la longitud del paso habi- tual de una persona media que camina Medidas que se consideran al aplicar la fórmula 2a + b'::: 64, en el dimensionamiento de los pel- daños. FIGURA 2. horizontalmente con tranquilidad es 64 cm. En todo caso (y esto es lo importan- te) cualquier persona normal puede ajustar su paso, sin esfuerzo,a esta me- dida. Ahora bien, por cada centímetro que sube el piso, el avance horizontal del paso, es decir, su longitud, se acorta dos centímetros. Por tanto, si queremos mantener el ritmo de la andadura, los peldaños deberán acortarse el doble de lo que se levantan. La altura de cada es- calón -de cada paso- será pues la mi- tad de lo que disminuya su avance. Si llamamos a a la altura del peldaño y b al avance horizontal, las dimensiones correctas del peldaño responderán a la fórmula 2a + b = 64 cm. (fig. 1). Un caso extremo es cuando no se su- ba nada,es decir cuando el caminar sea horizontal. No hay,pues,escalera.Al ser a= O,será b= 64 cm. que es precisamen- te el paso que habíamos tomado como dato de partida. El otro caso extremo es la escala de mano o de travesaños horizontales en que la subida es vertical. En ella b= O, y, por tanto, la altura (la separación entre los peldaños horizontales) es a= 64/2 = 32 cm. (fig. 2). - l' a k 2a+b ~ 64c.~ FIGURA 3. Escalera de barco.
  • 2. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA Se puede dar como una escalera ópti- ma, normal,para el interior de un edificio en el que no haya fuertes condicionan- tes impuestos por escasez de espacio, por exigencias dEl representatividad, o, simplemente, por conveniencias de ex- presión, aquella en la que a= 17y b= 30. Escaleras de pendiente forzada Cuando el espacio es escaso y cuan- do cualquier circunstancia aconseja dis- minuir la superficie de planta que ocupa la escalera, se puede forzar más la pen- diente. Naturalmente, b se hace menor en la medida en que es más fuerte la pendiente de la subida.La necesidad de que el pie tenga suficiente espacio de apoyo en cada peldaño, exige que en escaleras muy inclinadas,el piso del es- calón (la huella) sea mayor que b (el avance horizontal) es decir que los pel- daños se solapen en planta.Este solape, que facilita el apoyo del pie en los pasos del usuario que sube, lo dificulta en los pasos del usuario que baja, de manera que si la inclinación de la escalera es su- perior a 45°, el descenso se hace peli- groso. Una escalera muy inclinada debe estar concebida (como en el caso extre- mo de la escalera vertical, de trave- saños) para bajar por ella de espaldas,y se hace necesario un asidero adecuado para las manos. Es el caso de las llama- das escaleras de barco (fig.3). Las esca- Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.O 4 . 23 leras de barco tienen la ventaja de que ocupan muy poca superficie en planta y salvando la molestia de tener que vol- verse de espaldas para bajar,son relati- vamente cómodas y seguras. Su princi- pal inconveniente es que el usuario no puede bajar por ellas si lleva las manos ocupadas. Si se quiere hacer una escalera de fuerte inclinación por la que se pueda bajar de frente y sin necesidad de ayu- darse de las manos, habría que dar a la huella una amplitud suficiente, pero sin que se superpusieran en planta los pel- daños. Un sistema ingenioso surge de observar que con cada uno de los pies vamos pisando no todos los peldaños, sino peldaños alternos: Si con el pie de- recho pisamos los peldaños impares, con el pie izquierdo pisaremos sólo los pares. En estas condiciones, podremos construir una escalera para cada pie, con lo que cada uno de los peldaños, si bien tendrá doble altura, se duplicará también su superficie en planta,y, así,la persona que descienda podrá apoyar sin dificultad el pie en cada escalón (fig. 4). Estas escaleras de doble paso tienen todas las ventajas que se han buscado al construirlas (ocupan muy poca super- ficie de planta,y quien sube o baja lo ha- ce siempre de frente, en la dirección de su marcha, sin necesitar ayudarse con las manos), además, son muy cómodas para subir. Como inconvenientes se pueden señalar la exigencia de entrar en ellas con un determinado pie,y la limita- ción de la huella cuya línea es rigurosa- mente fija; pero, sobre todo, hay que te- ner en cuenta que,en tramos largos, de- bido a su fuerte pendiente, pueden ser peligrosas en la bajada. Por ello suelen ser aconsejables si el desnivel que sal- van no es superior a unos dos metros. Hallaremos un dimensionamiento ra- zonable de estas escaleras de doble pa- so, partiendo de la fórmula general 2a + b = 64.Como la altura y la huella de cada peldaño son respectivamente 2a y 2b,si queremos que la huella tenga 28 cm. (es una dimensión bastante adecuada), de- berá ser b = 28/2 = 14, lo que nos da una altura de peldaño 2a = 64 - b = 50 cm. El ritmo del paso Para dimensionar los peldaños de una escalera óptima, hemos partido como dato, de un paso de 64 cm. de longitud, por ser una medida a la que cualquier persona normal puede adaptarse sin esfuerzo. Podríamos haber partido de 60 cm. o de 65 cm.y nos mantendríamos dentro de lo correcto. Esa medida -da- to inicial- nos marca un ritmo de paso. Podrá adoptarse una medida u otra (dentro de unos límites admisibles),pero el ritmo que se marque debe mantener- se rigurosamente constante si quere- mos que quienes circulen por la escale- 2a + b '" 64 FIGURA 4. Escalera de doble paso.
  • 3. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 24 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4 ra lo hagan cómodamente, con naturali- dad y despreocupación. Para ello todos los escalones deben tener, exactamen- te, las mismas dimensiones. Un error relativamente frecuente es dar al primer escalón más amplitud que a todos los demás para que la entrada de la escalera gane en prestancia y re- presentatividad. En estas circunstan- cias, el viandante, después de haber pi- sado en el primer escalón, acopla su pa- so para pisar en el segundo,y,automáti- camente, con esa misma amplitud de zancada pasa al tercero. En el tercero, normalmente,tropieza.Tropieza o,si no, lo aborda en unas condiciones preca- rias que le obligan a dar un pequeño traspiés al afrontar el cuarto escalón. La culpa de ese traspiés, que generalmen- te es insignificante, pero que se repite siempre en todos los indivíduos y duran- te todos los años o siglos que pueda du- rar la escalera, la tiene el error o la in- competencia del "artista" que dimensio- nó los peldaños. Ese pequeño traspiés que se produce al subir es mucho me- nos grave que el que se produce al bajar, ya que el ritmo del paso ha quedado to- talmente fijo durante todo el tramo de la bajada; quizá, incluso, ese movimiento maquinal se ha hecho muy rápido y, en estas circunstancias, el tropezón que in- defectiblemente se dará en la última grada, puede convertirse en una apara- tosa caída. Cuando la escalera es muy larga, el enfrentarse contra una sucesión innu- merable de peldaños que se clavan en una altura lejana es desmoralizador, y se hace necesaria la existencia de los rellanos o descansillos. Es importante que los rellanos alivien la subida; pero que no rompan el ritmo.Para ello,los pa- sos horizontales que se den en el rellano deben mantener el mismo compás que se ha marcado en la subida.Si ese com- pás viene determinado por unos pel- daños tales que 2a + b = p,el largo de ca- da uno de los pasos que se den en el descansillo deberá ser p (a p se le puede dar el valor de 64 cm., o una longitud fija aproximada a 64 y que esté dentro de los límites admisibles).La primera de las pisadas que se den en el rellano, se da en la huella del último escalón, cuya lon- gitud es b. El paso siguiente (o los si- guientes) deberá tener la longitud p, o, mejor aún, 2p. Puede ser también 3p; pero si se pasa de ahí no es ya propia- mente un descansillo, sino un tramo ho- rizontal en el que se pierde el rigor del rit- mo de subida.La amplitud total del rella- no deberá ser b + p, b + 2p o b + 3p, que, para peldaños de 17 x 30, da, respecti- vamente 94 cm., 158 cm. o 222 cm. Todo el que sube por una escalera ve la escalera aunque no la mire. El hecho de que en la zona marginal de su visión sienta las escansiones de la escalera le ayuda a asumir en su paso el compás preciso.Esta ayuda es más eficaz cuan- to más se destaque visualmente el ritmo de los escalones. Es conveniente, pues, acusar, en cada escalón,una franja hori- zontal que se distinga claramente. Pue- de hacerse utilizando un color para la huella (piso horizontal del peldaño) y otro color distinto (cambiando quizá el material) en la contrahuella o tabica, o señalando una línea en el borde de cada escalón. Puede hacerse, simplemente, diseñando el perfil de la grada de mane- ra que se dibuje con nitidez una franja de sombra. Estas franjas repetidas inciden (a través de nuestra periferia visual) en la determinación del ritmo preciso de nuestro paso. La línea de huella En todo lo dicho sobre dimensiona- miento de los peldaños y trazado de in- clinaciones se ha dado por supuesto (al menos no se ha hecho ninguna salve- dad en otro sentido) que todos los esca- lones son paralelos entre sí y que quien sube o baja por la escalera lo hace en línea recta, en dirección perpendicular a las gradas. Sin embargo, las escaleras frecuentemente no son rectas en toda su longitud: sus distintos tramos cam- bian de dirección, se quiebran o se cur- van, y, consecuentemente, los peldaños no son paralelos. Para dimensionar unos peldaños que, por no ser paralelos, no tienen la misma profundidad en toda su anchura, se hace necesario determi- nar la trayectoria habitual del usuario para que, en esa trayectoria, se manten- ga fijo el ritmo de subida. A ese camino normal que espontáneamente toma quien sube o baja por la escalera le lla- mamos línea de huella. Podemos consi- derar que la línea de huella está situada a 40 cm.de la proyección vertical del pa- samanos. Si la escalera es amplia y rec- ta, la distancia de la línea de huella pue- de ser mayor de los 40 cm.; en cambio, si es estrecha y curva, el usuario tiende a ceñirse más al pasamanos y puede re- ducirse a 35 cm. Escaleras curvas En una escalera curva con peldaños radiales, la altura a, naturalmente, es constante en todo el escalón.La profun- didad b, en cambio, disminuye hacia el centro de curvatura y es mayor en la línea de la periferia.No es en ninguno de los extremos, sino precisamente en la línea de huella donde debe dimensio- narse el peldaño para que b sea tal que 2a + b = 64. Un error frecuente es tomar esa dimensión ideal por el eje de la es- calera. Es un error que se comprende que lo tenga quien, sin detenerse a pen- sar, observa que los peldaños radiales son muy cortitos por un lado y muy lar- gos por el otro y, entonces, aplicando mal el adagio in medio virtus, dice "va- mos a promediar la cosa" y tira, efectiva- mente, por la calle de en medio. Pero aunque es un error que puede compren- derse, es un fallo garrafal porque quien sube o baja por la escalera, lo hace nor- malmente junto al pasamanos (es su línea de huella) y, en escaleras bastante anchas, el error de diseño hará que el trayecto junto al pasamanos sea muy in- cómodo si se toma por el lado de curva- tura más abierta, y peligrosísimo si se transita por el lado de curvatura más ce- rrada.Sólo en escaleras curvas muy es- trechas, por coincidir el eje con la línea de huella, es totalmente correcto aplicar la fórmula 2a + b = p, a la sección media de los peldaños. Si la escalera sube entre dos pasa- manos, la línea de huella puede arrimar- se a uno o al otro. En igualdad de cir- cunstancias, la tendencia más general es apoyarse en la mano diestra, así el usuario circula por su derecha; pero más influencia que esa tendencia vaga tiene la situación del arranque de la es- calera con relación a los accesos y al es- pacio en que se desarrolla, la amplitud del radio, y, sobre todo, el sentido de giro de la curvatura. En principio, el sentido de giro es lo que determina la línea de huella, la cual se sitúa en el lado de cur- vatura más cerrada. Los demás rigores (situación, accesos, amplitud, circula- ciones, etc.) influyen previamente para elegir en el diseño el sentido del giro, y quedan fijos en la solución adoptada. Si la escalera curva es muy amplia y bastante abierta podemos considerar (para los efectos de dimensionamiento de los peldaños) que la línea de huella se sitúa a 50 cm. de la proyección vertical del pasamanos de curvatura más cerra- da. Se facilita esta situación (aprove- chando la tendencia natural del usuario al elegir su itinerario) si la escalera se hace dextrógira. Sólo el que circule por esta línea o por otra muy próxima a ella, lo hará cómodamente. Los demás ten- drán dificultades para adoptar sus pa- sos a los peldaños, y si la afluencia de gente es numerosa (que es lo que fun- cionalmente justificaría que la escalera sea muy ancha), la dificultad de adoptar el paso se traduce no sólo en una inco- modidad que sería salvable, sino tam- bién en un peligro de caída para los que descienden. Es decir que sólo una zona muy estrecha de la escalera se puede aceptar como útil y el resto de la anchura no tiene justificación funcional. La zona útil, o que se puede considerar como ad- misible, será más ancha cuanto mayor sea el radio de curvatura del pasamanos interior. Las dificultades de funciona- miento, el desaprovechamiento de su- perficie útil y el encarecimiento de la construcción son factores que deben in- fluir (con más o menos fuerza según sea el tipo de arquitectura que se plantee) en adoptar o no como solución una escale- ra curva ancha y generosa.Es necesario calibrar en cada caso, si esos inconve-
  • 4. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 26 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4 nientes son compensados por los efec- tos que se logren. Los motivos que pue- den inducir al arquitecto a adoptar esta solución pueden ser razones compositi- vas de acoplamiento a otras formas e in- tegración a unos espacios en los que se debe desarrollar, jugar plásticamente con la gracia que puede tener el helicoi- de ascendente, dar una cierta monu- mentalidad escultórica al elemento fun- cional, o conseguir una expresión visual de fluidez y generosidad en la subida. Generalmente los valores plásticos de la arquitectura suelen perder gran parte de su eficacia estética cuando no están acompañados de una cierta lógica fun- cional que los adecúe a nuestra vida y que haga que los sintamos más nues- tros. Por eso no basta que el arquitecto se proponga lograr unos efectos desea- dos al proyectar su escalera helicoidal, es necesario asegurarse de que esos efectos no son un simple capricho per- sonal, y de que, en caso de que tales efectos sean objetivamente buenos y deseables, no se queden en una intere- sante intención truncada por falta de adecuación sino que se logren con toda la eficacia estética que se pretendía. Sin embargo, los efectos estéticos y expresivos que se logran con una esca- lera helicoidal de hueco central,son muy diferentes según que el borde convexo de la escalera esté acoplado a un muro cóncavo, o que todo el helicoide quede exento sin más apoyos que en el arran- que y en el arribo. En el primer caso, la concavidad del muro acoge, dirige y acompaña al usuario en su camino,y, al eliminar la necesidad de un pasamanos exterior, determina con naturalidad la trayect~ria correcta. En el segundo caso, la forma es más grácil y ligera, visualmente tiene un as- pecto más espectacular,pero el usuario se siente más desamparado. La necesi- dad funcional de poner una barandilla si- guiendo el borde convexo crea una am- bigüedad a la hora de elegir a cuál de los dos pasamanos se debe ajustar la tra- yectoria. La gracia aérea que este tipo de escaleras puede tener se debe a que su erección se hace contra toda lógica constructiva (son, efectivamente, difíci- les de contruir). Pero por el mismo moti- vo es fácil que, en lugar de la gracilidad buscada, se cree una incómoda sensa- ción de inestabilidad. Escalera de caracol Una escalera de caracol es una esca- lera helicoidal cuyos peldaños arrancan del eje del helicoide y sus huellas son, por tanto, sectores circulares. Su princi- pal virtud funcional consiste en poder salvar -en una superficie muy pe- queña- un gran desnivel, sin tener que forzar la pendiente. Al ser los peldaños de huella triangu- lar, su profundidad útil queda reducida a FIGURAS. una zona muy estrecha, lo que obliga a precisar mucho la línea de huella. En la escalera de caracol, quien sube y quien baja tiende a arrimarse al borde exterior, ya que hacia el eje la peligrosi- dad aumenta,porque la inclinación tien- de a la vertical y la superficie de apoyo del pie se hace mínima. Es,pues, con re- ferencia a este borde exterior como de- be trazarse la línea de huella, contraria- mente a lo que se suele hacer en las otras escaleras helicoidales. Las escaleras de caracol pueden quedar totalmente abiertas exterior- mente o desarrollarse encerradas por un muro. En el primer caso se hace ne- FIGURA 6. cesaria una barandilla que normalmente constituye el pasamanos.Este pasama- nos nos determinará una línea de huella la cual puede situarse a 35 cm. de su proyección vertical sobre el peldaño.En el caso de que un muro encierre el heli- coide, el pasamanos (si lo hubiere) que- dará fijo a la pared pero sobresaliendo unos centímetros de ella. La línea de huella discurrirá pues a 45 cm. o 50 cm. del paramento.Esos 45 cm.deben man- tenerse aún cuando no hubiere pasa- manos, para que el cerramiento no ago- bie. En esa línea de huella deberemos dimensionar los peldaños con la máxi- ma comodidad; pero teniendo en cuenta que en una vuelta debe salvarse un des- nivel de por lo menos dos metros para que quien transita por la escalera lo ha- ga sin temor de golpearse la cabeza. Pa- ra salvar esa altura (salvar la cabezada, suele decirse) con una pendiente cómo- da necesitaremos un desarrollo hori- zontal de poco más de 3 metros,que exi- ge un radio de curvatura (distancia del eje a la línea de huella) de medio metro. Es lo mínimo para que quien baja pueda separarse bastante del centro ya que la escalera de caracol resulta peligrosísi- ma cuando se apoya el pie cerca del eje, debido a que, al reducirse al mínimo la huella, si el pie no asienta bien en el es- calón que le corresponde,no hay ningún otro escalón que le detenga.Para dismi- nuir la peligrosidad puede ser bueno eli- minar los vértices agudos de los pel- daños, cortándolos por un cilindro cen- tral de un diámetro que parezca el más adecuado a los efectos que se busquen (treinta centímetros, por ejemplo). Una escalera de caracol que cumpla bien su función y con cierta comodidad puede desarrollarse -según todo lo que venimos diciendo- dentro de un ci- lindro de 1,90 m. de diámetro. Ocupa, pues, muy poca superficie en planta: es su principal virtud. Sus inconvenientes son que en ella difícilmente pueden cru- zarse dos personas y que, si el usuario se sale de la línea de huella prevista, re- sulta peligrosa. Son muy útiles para ac-
  • 5. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA ceder a un sitio singular; pero no son aconsejables en lugares de bastante tránsito. Según la altura total que se quiera sal- var, el área disponible, el que convenga o no colocar un descansillo de entrada o de salida al piso, y según otros variados condicionantes funcionales, contructi- vos, expresivos o plásticos, la escalera de caracol puede forzarse más o me- nos; pero, para cada caso, se deben cal- cular sus dimensiones de manera que, en la línea de huella, los escalones res- pondan a la fórmula general 2a + b = 63. Además, para salvar la cabezada, y para que la pendiente no sea excesiva, los paramentos a y b condicionarán o esta- rán condicionados por r (distancia de la línea de huella al eje del helicoide) y por n (número de peldaños que completan una vuelta) de manera que respondan a estas otras dos fórmulas na ~ 2 m. y nb = 2rrr> na. La escalera de caracol sostenida por una columna central con los peldaños en ménsula entra dentro de unas posibi- lidades constructivas muy lógicas y, según la finura que se dé al diseño de sus detalles materiales y proporciones puede constituir un elemento de una graciosa plasticidad e incluso integrarse en la arquitectura como objeto singular de positivo valor escultórico. (fig. 6). Escaleras oblícuas Quien sube una escalera, normal- mente, toma la dirección perpendicular a los peldaños: se enfrenta a cada esca- lón frontalmente, perpendicularmente. Si los peldaños son paralelos, el trayecto normal es recto y perpendicular a ellos. Si son radiales, la incidencia norma/des- cribe un trayecto con la curvatura co- rrespondiente. Sin embargo hay construcciones de nuestra época (algunas de insignes ar- quitectos como Venturi o de ciertos di- señadores posmodernos) en las que se ven escaleras cuyo trayecto obligado (definido por los pasamanos o por los muros laterales) es recto, sí; pero incide caprichosamente oblícuo en los pel- daños, lo que produce un cierto desaso- FIGURA 7. Escalera oblicua en planta Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o4 . 27 siego en quien aborda la ascensión, y, más aún, en quien empieza el descenso. (fig.7). En esas escaleras oblicuas, para di- mensionar cada escalón, debe conside- rarse en él como longitud de huella,no la separación normal de los peldaños en planta, sino la distancia medida en esa trayectoria oblicua. Si se hace así, se marcará un ritmo de paso constante, que podrá ser aceptable; pero,aún sién- dolo, el espacio del que dispone el pie derecho para moverse es diverso del correspondiente al pie izquierdo, con la consiguiente facilidad para tropezar o pisar en falso. Las escaleras oblicuas tienen, pues, unos claros inconvenientes de índole funcional. Esos inconvenientes podrían desestimarse si los efectos estéticos y expresivos que se consigan con ellos son de un orden superior. El arquitecto debe ser muy cauteloso a la hora de juz- gar si el sacrificio es proporcionado al hi- potético logro. Es posible, también, que el logro expresivo se reduzca simple- mente a crear esa inquietud que la im- perfección funcional lleva consigo,y que la presunta emoción estética no sea si- no el desconcierto que produce lo inu- sual. Si es así, será lícito dudar de que sus valores arquitectónicos sean de buena ley. Enlace de tramos Normalmente las escaleras que ac- ceden a los distintos pisos de un edificio se componen de diversos tramos suce- sivos que cambian de dirección para acoplarse a unos condicionantes de la planta y someterse a unas necesidades de funcionamiento. Suelen encerrarse así en un área fija que se proyecta verti- calmente para construir lo que se ha da- do en llamar la caja de la escalera. En general, los diferentes tramos rectos cambian de sentido al adosarse a los paramentos de la caja: El cambio de sentido puede ser de 180°, en cuyo caso cada piso está salvado por.sólo dos tra- mos de escalera. Cuando no es así (tra- mos -ortogonales o no- que constitu- yen un trayecto poligonal) queda un va- cío vertical (el hueco de la escalera). El vértice del ángulo que forman por su parte interior dos tramos consecuti- vos de escalera, puede ser el punto en que confluyen el último escalón de un tramo con el primero del siguiente, y, en ese caso, el desnivel que se produce en él es de dos escalones. No es esto muy peligroso, porque sólo en el caso de que se apoye el pie muy ceñido al vértice puede darse una pisada en falso. El pa- samanos debe tener la misma pendien- te que la escalera (es lo correcto);pero al llegar al vértice se producirá un rompi- miento para salvar la altura de ese doble escalón.Si queremos dar un apoyo más seguro al pie, y,sobre todo,si el pasama- nos ha de seguir con limpieza su trayec- toria y ser unitario manteniendo su debi- da inclinación homogénea, deberemos perder un peldaño en beneficio de la meseta. (fig.8 Y9). Es conveniente que la meseta gane esa superficie a costa del tramo de escalera descendente, ya que es en éste en el que más fácilmente po- dría fallar la pisada. ¡. ....If . FIGURAS 8 Y 9.
  • 6. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 28 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4 Aunque el ángulo puede variar y lo que vamos a decir será aplicable a cada caso, con las oportunas variaciones, lo más habitual es que el ángulo que for- man entre sí los dos tramos consecuti- vos, sea de 90°. Entonces el rellano es un cuadrado y lo correcto es ampliarlo con la anchura de la huella del peldaño descendente. Es frecuente no hacerlo así e incluso, a veces, para aprovechar más la superficie de la planta, se esta- blece un escalón diagonal en el cuadra- do, o, incluso, dos escalones radiales (fig. 10). De esta manera, el desnivel que se produce en el vértice es de tres o de cuatro escalones, con la consiguiente incomodidad en la bajada e incluso peli- gro en el caso de no asentar bien el pie. Y, naturalmente, se da un rompimiento total en los pasamanos. Una escalera muy frecuente es la que (para salvar cada piso) consta funda- mentalmente de dos tramos paralelos que suben en dirección contraria. Tam- bién en ella, si queremos que el pasama- nos tenga la claridad y elegancia que da la continuidad en su desarrollo y la cons- tancia en su inclinación, uno de los tra- mos deberá ceder un peldaño en favor de la meseta (figs. 11 y 12). Al ceder ese peldaño, también debe- remos tener en cuenta para la limpieza constructiva y estética de la escalera, que los forjados (o cielorrasos) de la me- seta y de los tramos que en ella inciden tengan una arista común y que no se maclen o se apuntalen entre sí chapuce- ramente (figs. 13 y 14). FIGURA 10. fLANTA f-L.... ~ . 1-. _ . _.- . - 1'LANTA 4~ / - - - _ . -----. _ . _.- FIGURA 11. _ . - . _._ .- . - .- FIGURA 12. 1- FIGURA 13. Incidencia de los tramos en la meseta.Soluciones correctas. FIGURA 14. Incidencia de los tramos en la meseta. Soluciones chapuceras.
  • 7. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA Revista de Edificación Noviembre 1988 . N.O4 . 29 Es muy frecuente, sin embargo, que estos aspectos de la nobleza y claridad estética y constructiva no hayan llegado a ser tenidos en cuenta por el arquitecto, porque al proyectista se le presenta co- mo un problema mucho más acuciante el de meter el máximo posible de pel- daños en el mínimo de superficie en planta. Y en su solución suele emplear todos los recursos de su inteligencia.De ahí que para relacionar los dos tramos paralelos (ascendente y descendente) con frecuencia no sólo no se sacrifica un peldaño en beneficio de la limpieza es- tética y funcional del giro y de la amplitud y claridad del rellano, sino que se frac- ciona la meseta con un escalón central, o, incluso, se elimina totalmente el des- cansillo,sustituyéndolo por una serie de peldaños radiales que fuerzan el giro y constituyen como un injerto de escalera de caracol entre los dos tramos rectos (fig. 15). En el vértice (eje del giro) habrá un desnivel vertical equivalente a la su- ma de los siete o más escalones que en él concurren,con el consiguiente peligro para quien -al bajar- no tiene mucho cuidado en asentar debidamente el pie. Es verdad que ese desnivel vertical se da también en las escaleras de caracol (es propio de ellas); pero en una escale- ra de caracol el peligro desaparece por tratarse de un elemento singular que, con su sola presencia, anuncia sus ca- racterísticas, muestra una trayectoria helicoidal y marca el ritmo que se debe seguir. En cambio, en estas escaleras híbridas de las que estamos hablando, los tramos rectos determinan una ca- dencia de paso que debe romperse vio- lentamente en el giro. para paliar estos inconvenientes con idéntico aprovecha- miento del espacio, suele recurrirse a las llamadas escaleras compensadas. En las escaleras compensadas (fig. 16) los peldaños de los tramos rectos van esquinándose conforme se aproxi- man al eje de giro, pero de manera que en la línea de huella (a unos 40 cm. del pasamanos) se mantenga fija la anchura de todos los peldaños. Los escalones radiales no concurren en el eje de giro, con lo que se elimina en este punto el violento cambio de nivel, y, de esta ma- nera, disminuye notablemente la peli- grosidad. Por otra parte, el ritmo del pa- so marcado en los tramos rectos se mantiene con cierta regularidad durante la curva. Los principales inconvenientes son el que los peldaños se presentan oblicuos al trayecto del usuario, el que los itinerarios que se salen de la línea de huella son muy incómodos e imprecisos, y, además, el que hay una evidente falta de definición y claridad geométrica y constructiva. Las escaleras compensa- das son aceptables como paños calien- tes para aliviar los dolores de una enfer- medad; pero no son una solución limpia ni definitiva. No lo son ni funcionalmente, ni estéticamente. Y, en general, obligan a soluciones constructivas bastante chapuceras. La compensación de los escalones en un giro de escalera suele hacerse no sólo en la unión de dos tramos paralelos, sino también en cualquier caso en que la trayectoria haga un ángulo u obligue a una vuelta. Iluminación natural En escaleras de una sola planta o muy abiertas, la iluminación más convenien- te suele ser la cenital o lateral alta. Si la caja de escalera no es muy am- plia y,sobre todo, si tiene que salvar mu- chas plantas (un edificio en altura) la luz cenital no es suficiente, y deberá tener, en los distintos pisos, huecos al exterior que la iluminen. En principio, la mejor iluminación es lateral, de manera que acuse con clari- dad los peldaños y no deslumbre fron- talmente a los usuarios. La situación de la caja de la escalera en el volumen total del edificio puede venir condicionada, en parte,por la iluminación que habrá de tener la escalera; pero -sobre todo- esa situación es un condicionante muy fuerte para fijar las características y ubi- cación de los huecos que iluminen todos los tramos de la caja.Para los efectos de mera iluminación de la escalera,la mejor posición de las aberturas luminosas es en el paramento paralelo a las zancas. Es,quizás,esa la mejor posición,pero su preferencia no es muy obligante,ya que otras posiciones son igualmente acep- tables: su ventaja no compensa los in- convenientes o dificultades de distribu- ción que con ella pueden presentarse. Es, por otra parte, la posición más com- prometida, ya que pone un pie forzado muy fuerte en la composición de la fa'- chada. El sacar de ese pie forzado un provecho estético es un reto para el pro- yectista:puede resolverse dejando todo el cerramiento diáfano (fig. 17), o jugan- do con la inclinación de las zancas acu- sándolas como recurso compositivo, o buscando una distribución armónica y funcional (más o menos caprichosa) de diversos huecos... Lo más frecuente en los edificios ordi- narios es que por la situación de la esca- lera en el volumen total de la construc- ción, los huecos de iluminación (y de ventilación) tengan que abrirse en las mesetas intermedias. Como se debe cumplir la doble función de iluminar y ventilar, es normal que el proyectista no sienta la necesidad de pensar mucho y coloque una ventana normalizada, co- o mo cualquiera de las del edificio (ya que todas sirven para iluminar y ventilar), a media altura,en la mitad del rellano para no complicar las cosas, sin investigar si la iluminación es suficiente y adecuada, sin averiguar si se crea un punto de des- lumbramiento y si la situación es funcio- FIGURA 15. FIGURA 16. FIGURA 17.
  • 8. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 30 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4 FIGURA 18. FIGURA 20. nalmente la que más conviene, y sin preocuparse de que esa ventana, a una altura intermedia, crea un problema de ordenación en la fachada (fig. 18). Hay algo que subyace en el planteamiento de cualquier problema de la arquitectura y que en este caso se concreta así:el ar- quitecto no debe pensar "aquí se nece- sita una ventana", sino "esta escalera necesita una determinada iluminación y una posibilidad de ventilación". Quizá la solución no sea una ventana centrada, sino una abertura rasgada en la parte al- ta del muro (fig. 19), o un cerramiento to- talmente diáfano, o un hueco a ras de suelo frente al tramo ascendente y otro a ras de techo frente al tramo descenden- te (fig. 19 Y 20). Quizá, en algunas oca- siones,el rellano puede adelantarse,sa- cándolo del paramento general de la fa- chada, de manera que quede una aber- tura de arriba a abajo en ambos laterales de la meseta (fig. 21),abertura que ilumi- nará generosamente sin producir ningún deslumbramiento, y que puede tener un interés expresivo tanto interior como exteriormente,además de ser una solución de la máxima limpieza cons- tructiva (fig. 21). Decoración de escaleras Las escaleras deben tener la orna- mentación que su carácter y circunstan- cias, representatividad y expresión exi- jan. Podrá haber, si se estima oportuno, una gran riqueza ornamental en el con- junto y en los elementos que lo integran; pero desde el punto de vista funcional no es aconsejable que haya elementos singulares que puedan erigirse en cen- tros puntuales de atención, porque dis- traerían del acto de la subida (o de la ba- jada) con el consiguiente peligro de tras- piés o de caídas. Es notable este error en los formidables frescos que adornan los techos de algunas escaleras del re- nacimiento italiano: el contemplador se detiene en la escalera para admirar el techo, y, al moverse mirando hacia arri- ba, frecuentemente da un paso en falso. FIGURA 19. FIGURA 21. ESCALERAS MONUMENTALES En edificios a los que, por su repre- sentatividad, se quiere revestir de una magnificencia aparencial, se suele dar a la escalera, que por su propia función es una llamada al ascenso,una gran impor- tancia plástica, para subrayar, con su significación específica, la excelencia del espacio arquitectónico. El significado de la escalera monu- mental tiene, sin embargo, matices muy diversos según su situación en el marco arquitectónico, sus proporciones y la disposición de sus elementos. Estos matices varían también -y se enrique- cen- con la calidad de los materiales y con las características decorativas, tan- to propias como del entorno en que la escalera se desarrolla. (Fig. 22). En muchos palacios, el vestíbulo es monumental; pero la escalera se pre- senta, en él, como el elemento que aca-
  • 9. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA Revista de Edificación Noviembre 1988 . N.o 4 . 31 FIGURA 23. ESCALERA DORADA DE LA CATEDRAL DE BURGOS. FIGURA 22. BIBLIOTECA LAURENZIANA (Miguel Angel). En 1519, Diego de Siloe inventó la traza que luego seguirían las escaleras imperiales: ideó este trazado para resolver el problema funcio- nal para acceder desde el nivel de la calle la- teral, al suelo de la catedral (que está seis me- tros más bajo) sin detrimento del espacio interior del templo. La solución, con su carácter de decoración escénica, constituye un formida- ble hallazgo arquitectónico. La escalera es, sobre todo, una escultura formidable y monumental que ocupa, prácticamente, to- do el vestíbulo. La arquitectura se reduce a ser un lujoso estuche para ella. FIGURA 24. OPERA DE PARIS (Gardnier). La escalera monumental configura y caracteri- za el espacio arquitectónico. No se siente -más bien al contrario- la subordinación de la escalera a la arquitectura. para toda la atención. Quien entra al vestíbulo se siente atraído hacia la esca- lera: no está en el vestíbulo, sino que pa- sa por él: el vestíbulo no le acoge, sino que le invita a subir. Estoy pensando principalmente en muchas de las llama- das escaleras imperiales, cuyo tramo inicial arranca y asciende siguiendo el eje principal del edificio, que coincide con la entrada noble, y cuyo tramo si- guiente se desdobla en dos brazos si- FIGURA 25. THE PHILlPPINE INTERNATIONAL CONVENTION CENTER. La escalera como signo de subida queda diluido en su estaticidad escultórica. Configura el espa- cio arquitectónico con una monumentalidad meramente escenográfica. Formalmente es una ver- sión moderna de las escaleras imperiales; pero su intención estética y su significación es comple- tamente diferente. métricos buscando una magnificencia escénica. Estas escaleras imperiales -generalmente- están realzando de manera ostensible la importancia del pi- so superior del que son preámbulo y pe- destal. Son signo de la altura y excelsi- tud de la planta noble. El signo hace re- ferencia al término de la ascensión,más que al acto de la ascensión: la simetría especular de las dos ramas en las que la escalera se abre, da una solemnidad escénica al espacio estático; pero pro- duce una indeterminación en la trayec- toria que resta solemnidad a la ascen- sión en su aspecto dinámico: la simetría creada artificialmente en las formas aparenciales, se rompe en el acto vital de la subida. En algunas escaleras, lla- madas también "imperiales",se parte de dos tramos laterales de arranque que confluyen en uno superior central. Esta modalidad de la escalera imperial suele
  • 10. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 32 . Revista de Edificación . Noviembre 1988 N.o4 nacer de la necesidad de dar acceso frontal a dependencias de la planta baja, por debajo de la meseta de la escalera. El efecto de grandiosidad (que suele ser el móvil principal de las escaleras impe- riales) no se consigue satisfactoriamen- te en esta modalidad, al menos desde el nivel inferior. Sin embargo, puede con- seguirse, a veces, un enriquecimiento del marco arquitectónico. FIGURA 26. HOSPITAL DE LA SANTA CRUZ DE TOLEDO (Covarrubias). Es uno de los primeros ejemplos de escalera imperial, en su forma más tipica. FIGURA 28. VILLA FARNESSE (Vignola). Además de los inconvenientes funcionales de las escaleras helicoidales, se plantea el proble- ma arquitectónico de tener que adaptar el en- tablamento de un orden clásico (que por su naturaleza es necesariamente horizontal) a la línea inclinada del helicoide, lo que deja mu- chos puntos dudosos a los que no ha podida dar una terminación satisfactoria. Sin embargo, el conjunto tiene una gracia indudable y se acusa con una gran fuerza expresiva la direc- ción ascendente. En muchas arquitecturas (algunas re- nacentistas, pero sobre todo barrocas, neoclásicas, y también frecuentemente eclecticistas) el rigor de la simetría axial viene a considerarse como una necesi- dad compositiva exigida para lograr el enriquecimiento del escenario y la mag- nificencia aparencial del espacio estáti- co. Es curioso observar que en tales ca- sos, esa simetría (en sí misma) llega a ser tenida como un valor arquitectónico esencial y tanto más valioso cuanto más sacrificio de otros valores requiera. Así, las escaleras imperiales ocupan mucho más espacio del necesario, aumentan considerablemente el volumen de cons- trucción y exigen una riqueza ornamen- tal muy superior: en función de estos sa- crificios adquieren su grandilocuencia y majestad. (Fig. 24, 25). FIGURA 27. PALACIO DE LA GENERALIDAD DE VALENCIA. En su monumentalidad juega compositivamente, más que con su tramo frontal, con su tramo incli- nado que acusa la dirección ascendente. FIGURA 29. SALON DE LOS REYES DE SAN MILLAN DE LA COGOLLA. En su primer tramo participa de la solemnidad escénica de las escaleras imperiales, y, como ellas, mantiene el eje de entrada e invita a subir. Sin embargo, el hecho de que este primer tramo termi- ne en la caja monumental donde se desarrolla con normalidad el resto de la ascensión, elimina la indeterminación de la trayectoria que produce la existencia de dos ramas simétricas, con lo que se da una mayor solemnidad a la subida en su aspecto dinámico.
  • 11. TEORIA E HISTORIA DE LA ARQUITECTURA I'IUI.rPll CTrs SCA L...t: Jn¡GI A: ,I D ~ " J ].¡; SF. Jl.YI NO E%TII.V('T¿ !IV• •<L€XAND1HI VII. FIGURA 30. ESCALA REGIA DEL VATICANO (Bernini). Es una magnifica galeria de paso: un monu- mental pasillo escalonado. Otro tipo de escalera monumental,de significación muy diferente,es la que se mantiene encerrada en su propia caja, visible y manifiesta para el que llega;pe- ro no absorbente y clamorosa.Quien ha entrado en el vestíbulo de acceso, está en el vestíbulo, aunque esté de paso: el vestíbulo (o en su caso, el patio) no le lanza hacia la escalera, sino que le aco- ge con carácter estable y, simplemente, le da opción de tomar la escalera. La es- calera, al estar encuadrada en un ámbito propio, hace referencia al acto de subir y no al término de la ascensión. Por eso,la persona que sube siente que, subiendo, no está efectuando una acción inestable con entidad de simple tendencia, sino que está realizando un acto con plenitud actual, aunque realmente se dirija a un sitio.Estoy pensando en multitud de pa- lacios españoles, con la caja de la esca- lera sensiblemente cuadrada en planta, y tres tramos acoplados a los lados del cuadrado. La monumentalidad de estas escaleras radicará en su amplitud y en la riqueza del ámbito que las encierra; pe- ro no en una teatralidad artificiosa: su desarrollo puede mantenerse dentro de la más estricta lógica funcional y cons- tructiva. Son un monumento a la ascen- sión en sí, cuya nobleza significan: no significan la nobleza del término de la ascensión.Podríamos decir que en ellas el signo actúa más vitalmente que es- pectacularmente.Es frecuente que den- tro de una monumental caja de escalera que constituye un ámbito propio, se de- sarrolle una escalera imperial,con el pri- Revista de Edificación . Noviembre 1988 . N.o 4 . 33 FIGURA 31. ESCALERA DEL PALACIO DE LAS DUEÑAS (Med ina del Campo). La escalera no es una llamada a la subida. sino una opción para subir. No sirve para realzar el término de la ascensión. sino que ennoblece la ascensión misma. mer tramo central en el eje principal del edificio y en la cara frontal del claustro o patio noble. Estas escaleras participan de la monumentalidad ambital de las que se mantienen en su caja con el so- lemne preámbulo del patio o del vestíbu- lo, y de la teatralidad escénica que reci- ben de su frontalidad y simetría.Es el ca- so de la gran escalera del Alcázar de To- ledo,proyectada por Francisco de Villal- pando y considerada como la primera de este tipo,y de otras que,por estar tra- zadas en diversos palacios imperiales de España, recibieron el nombre, que después se hizo mucho más genérico, de escaleras imperiales. (Fig. 26). Las escaleras pueden lograr una mo- numenalidad abriendo frontalmente sus peldaños al que llega e invitando a la su- bida;pero también se logran efectos ex- presivos -a veces de una gran eficacia estética- jugando compositivamente con los tramos inclinados para acusar la dirección ascendente. (Fig. 27) Con el mismo espíritu de resaltar la línea as- censional, se trazan frecuentemente también escaleras helicoidales. Las escaleras monumentales son abundantísimas en la historia,y,tipológi- camente, varían muchísimo, como varían muchísimo los matices de su sig- nificación monumental. Los tipos gene- rales que hemos citado no son sino al- gunos ejemplos. Pueden darse otros ti- pos diferentes; pero, sobre todo, se dan esos mismos tipos superpuestos, mati- zados y enriquecidos. Su expresión, en los múltiples casos es también muy va- riable:puede dominar un carácter estáti- co, de pedestal grandioso, o bien preva- lecer un sentido dinámico que viene a enaltecer la subida como acto vital. O erigirse, ella misma, como monumento escultórico (Biblioteca Laurenziana (Fig. 22) -Miguel Angel-). Acaso, también, se convierten en un indicador, unas ve- ces, del camino ascendente (escalera helicoidal del Villa Farnese (Fig.28) Yal- gunas en patios góticos catalanes); otras, del término de la ascensión. En ocasiones actúan volumétricamente configurando un espacio (Opera de París (Fig. 24) -Gardnier- ), o por el contrario, se limitan a ser una decora- ción escénica que enriquece un espacio configurado (escalera dorada de la Ca- tedral de Burgos (Fig.23) - Diego de Si- loé-). En algunos palacios renacentistas o barrocos italianos las escaleras expre- san más que lo que la subida tiene de as- censión por sí misma,lo que tiene de ac- ción inestable,con tendencia a un lugar. En este sentido es muy expresiva la es- calera proyectada porBernini en el pala- cio vaticano,que es una magnifica gale- ría de paso, un pasillo escalonado mo- numental (Fig. 30). En algunas otras se acusa todavía más ese carácter de ser un riquísimo túnel ascendente: Las pa- redes laterales cierran ambos lados de la escalera y una bóveda cilíndrica sigue la inclinación de la subida.