Isabel Flores de Oliva nació en Lima en 1586 y se unió como terciaria al Convento de Santo Domingo a los 20 años, donde ayunaba y se castigaba para acompañar la pasión de Cristo. También ayudaba a su familia y atendía a los enfermos en los hospitales. Murió en 1617 a los 31 años de edad y sus restos descansan en el Convento de Santo Domingo, donde más tarde fue beatificada y canonizada.