Liz tuvo problemas económicos y le pidió a Dios un millón de pesos sin necesidad de pedir prestado. Al día siguiente, su amigo fue a visitarla temprano y le ofreció el dinero sin interés a pesar de que Liz nunca le había pedido prestado antes. Más tarde, Liz se dio cuenta que Dios ya le había puesto en el corazón de su amigo ayudarla antes de que ella orara, demostrando que Dios responde las oraciones de forma maravillosa.