El documento argumenta que aunque escuchar es placentero, todo debe escribirse para preservar los pensamientos y recuerdos. Señala que la memoria no es confiable y que los dispositivos electrónicos pueden dañarse, mientras que lo escrito puede guardarse indefinidamente. Concluye que los escritos perduran más en el tiempo que lo oral y que escribir es la mejor forma de inmortalizar ideas y conocimientos.