Narra la secuencia vivencial del recorrido desde territorio jaeno, cruzando algunas ciudades costeras para centrase en la selva viva y sus manifestaciones continua.
2. LA VUELTA A LA AMAZONÍA EN 20 DÍAS
La tormenta eléctrica es prodigiosa, la
observo desde la hamaca, mientras leo
poemas de Vallejo. Hago retrospectiva y es
que esta secuencia se inicia en el norte
peruano, en un pueblito llamado Chontalí.
La noche agradece al tiempo, alistamos
algunas cosas en la mochila y en el buzón de
la memoria, es hora de partir, la camioneta
espera, hace frío, mi madre y hermana
están esperando; mientras avanzamos
contemplo la nirvana desde la ventana,
sonrió, poco a poco el día se apodera de
nosotros, se muestra lúcido, vivaz; estamos
en la cálida ciudad de Jaén, tierra con aroma
a café, toca esperar un poco, pronto
partiremos a la ciudad de la marinera, allí
donde los Moche y Chimúes dejaron una
magnífica herencia que trasciende hasta la
actualidad.
La espesa bruma nos abre camino a una
realidad llena de regocijo familiar, pisadas
equidistantes, permanecemos unos días en
la ciudad huidiza para trasladarnos hacia la
ciudad de la bruma perenne donde la prisa
es protagonista. Es un día decisivo para
seguir dando lo mejor, ellos se marchan por
senderos variopintos, deben avanzar,
moldearse, conocer sus ríos profundos para
oxigenarse ante el verdor de sus mantos
que se divisan en el sincretismo
atmosféricos de sus adentros. Todos han
partido en direcciones mixtas; ellas por su
parte han seguido por la carretera central
tras los rastros del Uturunku, pasando por
Ticlio, Huánuco, Tingo María, Aguaytía para
arribar a tierras coloradas o simplemente
Pucashpa como lo llaman los ancestros
locales.
La alegría es destellante, las preguntas de
ella también, no sé qué responder; su padre
corre abrazarla y calma su realidad sentida,
es honesto integrarse con sus hermanos, el
semáforo está en ámbar, rojo, en ocasiones
verde. En la mañana siguiente el sol parece
cercano como de costumbre; estamos
próximos al río Ucayali; las embarcaciones
de La Marina están monitoreando la zona
entre barlovento y sotavento.
Contemplamos el atardecer de la selva baja
como las vivencias del hoy. Los pequeños
juegan, ríen a carcajadas, las frutas
aromatizan el alma como diciendo
¡disfruten de ustedes!
Se deleita del sabor a selva, delicia colorida;
en los días sucesivos voy a la biblioteca
municipal para seguir contextualizándome,
pregunto por el museo de Antropología y
Etnología de la ciudad, está cerrado por
ahora.
Ahora acompañados por los cantos alares
toca ir a la chacra cerca de la ribera del río
Pachitea, es de noche, la luna se ha peinado,
luce danzarina entre los árboles, quiere
jugar a la escondidas con las nubes,
mientras tanto caminamos entre bosques,
cultivo de plátano, cacao, las luciérnagas
nos acompañan la travesía.
Decidimos quedarnos una semana en el
campo, al son del viento, el pescado fresco,
la cosecha cacao, preparamos mermelada
de este fruto. La lluvia es intensa, pronto
aparece la tormenta eléctrica al son de los
poemas de Vallejo algunos dan la sensación
que destruirán el río. Al siguiente día hay
protesta selvática, las aves cantan
copiosamente exigiendo la verdad.
Pronto regresamos a Pucashpa, las
heliconias se hacen notar, caobas,
platanales. Toca atrapar el sol y disfrutar de
su obra literaria tras la luz que se enciende
en el cielo, las gaviotas vuelan libremente,
la postal es memorable mientras nos
mantenemos sentadas en el peque peque
surcando las aguas del Ucayali, la
Yacumama se deja acariciar, su silueta es
escurridiza, ingresamos a un caño donde las
plantas acuáticas se han expropiado, una
casa flotante ha hecho su pausa
estacionaria.
3. Han pasado algunos días, la lancha nos
espera para zarpar, las hamacas serán
nuestro refugio durante el tramo largo de
cinco días. La vida en el agua a veces resulta
infinita, ese día llegamos a Contamana,
puerto de intercambio de productos,
durante la parada al son de la canción
alusiva al lugar, el calor apremia. Los curichis
de aguaje regulan la temperatura, los
bosques de la selva baja son exuberantes,
también hay mucha evidencia de
deforestación. Los días aumentan su dosis
terrenal; para entonces un fuerte viento ha
cacheteado la embarcación hacia casi la
ribera de uno de los pueblos de Requena,
llaman a la Capitanía de la Marina Fluvial de
Iquitos, mientras tanto los delfines rosados
hacen de las suyas en su hábitat.
La calma regresa, la embarcación continúa
su curso río arriba mezclándose con otros
afluentes que hacen algunos tramos más
torrentosos. Los atardeceres son
inolvidables, en algunas ocasiones el sol
eclipsa el agua con su tono rojo, formando
efectos de sombras con las siluetas del
bosque.
Han acontecido varias jornadas, estamos en
el quinto día, el consenso entre los
tripulantes es prometedor, intercambiamos
conversaciones, libros con algunos
tripulantes, atravesamos el Amazonas,
llegamos al puerto de Itaya de Iquitos.
Subimos a la mototaxi para instalarse en el
hospedaje; aprovechamos para ir a visitar el
Museo de Etnografía y Etnología de la
ciudad, donde comprendemos parte de su
cultura y evolución social. Asimismo,
acudimos al museo flotante de Ayapua,
embarcación usada en tiempos del boom
cauchero donde murieron muchos locales
productos de la sobreexplotación.
Extraño los cerros cubiertos de bosques de
la selva alta. La plaza central de Iquitos tiene
una iglesia de estilo gótico, la casa de Fierro
construida por Gustave Eiffel de Francia, su
malecón cercano rodea parte de la ciudad.
Me pregunto ¿qué hay fuera de la urbe?
Trato de comprender el contexto yendo a su
Biblioteca Municipal, el mariposario de
Pillpintuwasi, para este último se acude al
puerto del río Nanay, hay que embarcarnos
entre la metamorfosis del ecosistema, agua
arriba al desviar por el río Momón se llega a
la comunidad nativa de los Boras.
Estando en Iquitos es imperdible ir al
mercado Belén, biblioteca etnográfica
accesible donde uno puede confabularse
con las creencias, tradiciones. Disfrutar de
sus frutos y frutas nativas es una bendición
aromática. La diversidad Amazónica el vasta
mucho más sensible ante las amenazada
latentes como la tala ilegal de flora, tráfico
de fauna, muchas de ellas especies en
peligro de extinción. Iquitos es una ciudad
custodiada por diversos frentes militares
por estar ubicado cerca de la frontera de
Brasil, Colombia y Ecuador.
El ciclo nuevamente toca zarpar con
dirección a Yurimaguas, estamos en el
Puerto del río Itaya, seguido nos
adelantamos hasta llegar al Puerto de
Nauta, lugar donde se encuentran dos
gigantes, el Marañón con el Amazonas
protagonistas de muchas historias a lo largo
de su travesía. El tiempo que resta nos
regocijamos del paisaje, su biodiversidad.
Subo al espacio donde está el mástil de la
bandera del Perú, me siento para apreciar
gratitud del recorrido, hay complicidad
mágico-real.
Pronto ingresaremos a un nuevo río, el
Huallaga, vadeando por un túnel de neblina,
que hace recordar la escena de la Odisea
cuando Ulises ingresa a una de las cuevas,
horas más tarde salimos hacia una zona
diáfana donde los árboles lucían sacados de
un cuento en complicidad con la nubosidad
y algunos rayos de sol. Transitamos por una
planta petrolera de Petroperú, hay
4. disconformidad de los locales quiénes
expresan su malestar, la tierra firme está
cada vez más próxima, así llegamos al
destino planteado. Poco después nos
embarcamos en una combi hacia la ciudad
de Tarapoto a través de una serpiente
encajonada que a veces envenena
provocando vómito. Al llegar pernoctar en
Moyobamba por la cercanía a nuestro
destino de Jaén, aprovechando el tiempo
para marchar al Orquidiario Waqanki,
espacio armonioso dentro de una ACP
donde confluyen las orquídeas con los
colibríes, estos últimos revolotean por la
cabeza cual danza de la vida.
Por la noche retornamos a Jaén que dista 6
horas y media desde Moyobamba, a la
mañana postrimera de este recorrido
partimos al origen del Huayllabamba.
Las memorias del agua, son discontinuas, a
veces hacen pausas en los valles del tiempo,
se miran el rostro en el espejo del cielo. Es
hora de iniciar el ciclo cuantitativo como
cualitativo. A veces se camina, corre, salta,
se trepa árboles de cultura viva, monadas
nuestras de cambios continuos en este
madrugar pintado por los matices del
encuentro entre la lluvia y el sol asiduo.
Escrito por: Cindy Díaz Horna
(Yamanua)