Cuando una persona nace de nuevo, recibe el Espíritu Santo, el cual sella al creyente para el día de la redención. La espiritualidad cristiana genuina se basa en la medida en que el creyente permita al Espíritu Santo dirigir y controlar su vida, manifestando las características del fruto del Espíritu. El apóstol Pablo enseña que los creyentes deben mantenerse llenos del Espíritu Santo a través de la confesión continua de pecados para no contristar al Espíritu