La música en la Biblia siempre ha tenido un lugar importante, David, el cantor, antes de ser rey fue llevado a la presencia misma de Saúl, primer monarca de Israel; pues, este, era atormentado por espíritus inmundos. Pero en el momento mismo en que las manos de David entonaban el arpa, dice la Biblia, Saúl encontraba paz, porque la música puede conducir al cristiano hacia los más elevados pensamientos, allí, hacia el reino de los Cielos, donde los coros angelicales alaban con aleluyas, hosannas y bendiciones al Altísimo; pero al mismo tiempo, la música también puede tener un poder terrible, como lo expresa Daniel Duarte: “La música puede llevar al cristiano a revivir al viejo hombre, viejas costumbres y vagos recuerdos que deberían ser sepultados en lo profundo de la mar, donde nadie pudiese recordar jamás”. Hebreos 12:5 dice: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios...” y Romanos 14:20,21, nos invita a no ser “tropiezo de nuestros hermanos...”