Este documento cuenta la historia de vida de Jessica Romero Romo desde su nacimiento hasta la actualidad, cuando cursa el tercer año de secundaria. Describe su infancia, incluyendo su primer día en el jardín de niños, juegos con sus hermanos y la pérdida de sus abuelos. También habla sobre su familia, compuesta por sus padres y dos hermanos, y su mudanza a una nueva casa cuando tenía 7 años. Finalmente, comenta sobre sus experiencias y amistades en la secundaria.
1. Jessica Romero Romo
Hacia un viaje eterno
¿Qué es la vida? Una ilusión, un frenesí, una sombra, un ente, una ficción, un pilar transparente y
el mayor bien es pequeño que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son…
Pedro Calderón de la Barca
Faltaba sólo la pequeña tercera hija para completar una familia perfecta a la
expectativa de mis padres. Mi historia comienza hace 15 años, en julio de 1998,
dentro del vientre de mi madre.
Cuando le dieron la noticia a mi madre que cumpliría su sueño por tercera vez las
lágrimas de felicidad fueron inevitables, a pesar de la edad a la que se enfrentaba
para tener un embarazo ella fue fuerte y estaba completamente decidida a
tenerme.
Desde el primer momento en que mi corazón comenzó a latir dentro de ella fui
tranquila, los primeros tres meses no molestaba tanto, sin embargo, a partir del
cuarto mes mi madre comenzaba a vivir los “antojos”, mis primeras pataditas y mis
primeras señas de inquietud por salir a conocer al mundo.
Pasaban cinco, seis meses… Y fue entonces que mi madre decidió hacerse un
ultrasonido, que diría que sería yo; una niña, inquieta y pequeña bebé que estaba
a escasos 3 meses de nacer.
Al séptimo mes mi madre dejó de sufrir antojos, pero cada vez mi inquietud por
salir era más y más dolorosa, no dejaba dormir a mi madre y ella ya empezaba a
sufrir dolores en la espalda y pies.
2. A los ocho meses hubo una falsa alarma de mi nacimiento, ya que mi mamá no
aguantaba los dolores, pues como dije, era una bebé muy inquieta, pero a pesar
de eso aún faltaban unas semanas para mi nacimiento, y mi mamá se empezaba
a preparar.
Finalmente, una semana antes de los nueve meses, como yo ya estaba lista,
comenzó. El trauma de nacer y la gran labor de parto que mi madre enfrentaría
habían llegado a su momento. Al igual que mis hermanos y sin excepción, fui
cesárea también. Comenzaron a anestesiar a mi madre… Y entonces lo vi, vi un
rayo de luz que cruzaba desde mi gran pupila dilatada, hasta los latidos
acelerados de mi corazón asustado. Los recuerdos se fueron con mis llantos y
gritos, el frío me agobiaba y lo único que quería era llorar… Comencé a vivir.
Veinticinco de Abril de 1999, 6:45 am, fecha exacta en la que se llenaron de
felicidad los corazones de mis padres. Es todo tan borroso para mí, que es difícil
recordar cuando me cargaron por primera vez, y cuando vi fijamente a los ojos a
mi madre, cuando me llevaron a casa y cuando vi a mis hermanos, sólo sé que
pasó.
Cuando cumplí un año viajé por primera vez al lugar de donde es originaria toda
mi familia, Chiapas, donde mis padres presentaron a la nueva integrante de la
familia Romero Romo, y conocería a todos mis familiares, abuelos, tíos, primos,
etc. Me llevaron a playas muy cálidas y lindas y a ranchos un poco tenebrosos en
esa ocasión, lástima que apenas si había dejado la andadera y los brazos, no
hablaba tan bien y tal vez no disfruté mucho ese viaje, ya que no podía estar lejos
de mis padres, corriendo de un lado a otro, sin embargo, fue bonito conocer a mi
familia tan pequeña, supongo.
Pronto comenzaría a hablar, todos en mi familia decían que yo hablaba, y hablaba,
y era imparable, jamás me mantenía en silencio, ni tranquila, pues fui una niña
bastante inquieta e hiperactiva; todo lo que veía lo quería hacer: ir a la escuela
como mis hermanos, montar una bicicleta o simplemente dormirme tarde. Es por
eso que hasta la actualidad mi madre sigue diciendo que fui muy adelantada en
mis primeros años.
Cuando ya tenía dos años, cada mañana desde que recuerdo, me despertaba
igual de temprano que mis hermanos, 6:30 am, ya que ellos se iban a la primaria,
y yo me quedaba a ver las caricaturas matutinas hasta que nueva cuenta me
quedaba dormida. Mi mamá y yo nos quedábamos juntas en las mañanas, ya que
3. ella entraba a trabajar a la 1:30 pm, mientras que mi padre se iba a trabajar, y mis
hermanos a la escuela.
Aún recuerdo que en cuando me despertaba a la misma hora que ellos, me
despedían con muchos besos y abrazos, al ser la más pequeña es más común ser
más adorable de lo normal, y mis hermanos siempre me veían como un gran oso
de peluche abrazable, suave y tierno.
Todas las mañanas, mi madre me compraba yogurts, uno, ella siempre decía que
era uno y con eso bastaba para que creciera sana y fuerte. La verdad dejé de
creer en eso en cuando vi que no crecía mucho, pero aun así debo admitir que
eran muy deliciosos
Mientras yo jugaba con mis muñecas, ella hacía la comida, y se cambiaba para
recoger de la escuela a mis hermanos. Ella se iba, me dejaba sola por un pequeño
tiempo, y cuando regresaba con mis hermanos se iba al trabajo, y nos dejaba en
manos de una señora, la pesadilla de la infancia de mis hermanos y mía, la
“niñera”, y con ella comíamos.
Gran parte de mis dos y tres años fueron así, porque, a pesar de que debí entrar
desde los 3 años al jardín de niños mi mamá se quiso esperar hasta el segundo
año de mi educación preescolar, cuando yo ya tenía cuatro años.
Mi primer día en el jardín de niños fue muy lindo y muy emotivo, aún recuerdo que
lloré mucho cuando vi a mi madre irse y dejándome con extraños, y hasta en mi
foto de recuerdo del primer día salí llorando con mucha tristeza. Pero a pesar de
eso poco a poco me fui acostumbrando y poco a poco dejé de llorar cada vez que
iba a la escuela y veía a mi mamá irse. Luego deseaba irme con ella después de
cada junta, incluso las maestras me explicaban que ella tenía que irse y yo
quedarme, y que así funcionarían las cosas para siempre. Y sí, finalmente aprendí
a quedarme en el jardín de niños sin llorar o ponerme triste.
Ahí conocí a mi primera gran amiga, Mayra, con ella empecé a tener más
confianza, y aprendí a compartir crayolas, colores, lápices, pinturas y también
juguetes.
4. Todos los recesos en el jardín de niños eran de lo mejor, mi amiga y yo jugábamos
en el pasto, le pegábamos con fuerza un manotazo y salían brincando chapulines,
mi amiga y yo salíamos corriendo al ver esto.
A veces jugábamos con nuestros peluches de la marca “The Dog” o con muñecas,
eso era la pura felicidad para mí.
Como sólo estuve dos años en el jardín de niños y era muy común que yo no
asistiera a clases, se fue volando mi estancia ahí.
Mi infancia fue una caja de travesuras y experiencias, definitivamente. Lo mejor
que puedo tener de recuerdos es casi toda mi infancia.
Siempre hacíamos un completo desastre en mi casa mis hermanos y yo.
Tomábamos las jeringas de nuestra mamá y las llenamos con agua y con esto
declarábamos la guerra, sí, una guerra de agua, lanzada con tanta fuerza que
dejaba marcas; luego tomábamos popotes y nos metíamos a la boca pequeños
trozos de papel, mascado y lleno de baba, ya bien húmedos los lanzábamos como
proyectiles entre nosotros tres.
Jugábamos con pistolitas de juguete y a veces incluso también jugábamos luchas,
aunque siempre alguno de nosotros tres terminara llorando o enojado. Pero a los
cinco minutos continuábamos jugando igual de rudo.
Recuerdo también que todas las tardes salíamos a comprar dulces con la señora
de los dulces llamada “Tere”, que nos decía a mi hermana ay a mi “chicas del
coro”.
Otro día que marcó mi infancia, y que recuerdo con mucho amor, fue cuando
fuimos a un parque, yo quise aprender a andar en bicicleta, y la verdad,
actualmente sigo esperando ese día, pero bueno…
Son recuerdos muy lindos que marcaron mi infancia, pero…, también hay cosas
que marcaron mi infancia… y no precisamente felices.
Hay tantas razones por las cuales estar triste… Cuando nos regañan, cuando
perdemos algún objeto de valor o cuando perdemos a alguien e incluso cuando los
problemas de la familia son fuertes.
El momento en el que mis abuelos comenzaban a fallecer eran tristes, pero se
volvía aún más triste, como si nos encerraran en una caja de tristes sentimientos y
no nos dejaran salir de ella.
5. Cuando año con año los vas perdiendo se vuelve una completa tortura.
Cuando tenía cinco años mi abuelo materno fue el primero; él siempre vivió en
Chiapas y jamás pude ir en mis años cuando mi cabeza ya estaba consciente de
lo que veía y recordaba, sólo lo conocí de muy pequeña. La segunda fue mi
abuela paterna, unos meses después de que yo había cumplido 7 años, tampoco
pude ir, pero de ella si me acuerdo, ella siempre nos recibía con una sonrisa muy
brillante cada ocasión que la visitábamos, aunque su salud la mantuviera en una
cama, y ella se sentía mal, su sonrisa siempre estaba presente.
Y finalmente… cuando tenía 11 años mi abuelo paterno, él fue el abuelo que, de
los tres, vivió más años, de manera que… fue doloroso, y mucho, pero estando
consciente de su edad y de los problemas de salud con los que ya cargaba era
más comprensible la razón de su fallecimiento, y era algo que con lo que ya no se
podía luchar por mucho tiempo.
Tal vez sólo algunas cosas me pusieron triste, pero, cuando me pusieron triste,
era de las ocasiones en las que entraba en una depresión muy profunda, pero
siempre lo han sabido decir, con el tiempo poco a poco se curan las heridas, y
poco a poco se llenan los vacíos.
Mi familia y yo poco a poco nos unimos más para enfrentar situaciones, como
esta, tristes; y otras más. Llegó el punto que juntos (mis hermanos, padres y yo)
nos volvimos uno solo para apoyarnos en todo tipo de circunstancias. Tengo el
gran orgullo de en el corazón de decir que después de tantos problemas nos
volvimos tan unidos que hasta la fecha seguimos juntos. Somos una familia muy
problemática e incluso se podría decir que “diversa”, pero eso es lo que le da el
toque especial a las pláticas de cada comida con ellos, eso es lo que nos
mantiene juntos.
La aceptación de nuestros diferentes gustos, temperamentos y cambios de humor
y caracteres, nos ayuda a cambiar lo malo, aceptar la extravagancia y querer lo
que ya somos.
Para ser exacta, en mi familia somos cinco, mi papá Isaías, mi mamá Alma Delia,
mi hermano William, mi hermana Paola y la más pequeña… Yo, Jessica.
Y desde que tengo uso de razón, siempre hemos sido sólo nosotros, muy aislados
de toda la familia en Chiapas, Casi no vamos allá, por eso es que sólo nos
consideramos cinco, además, la familia de mis padres ha sido muy problemática
desde que recuerdo, para evitar esto, mis papás siempre optan en no meterse con
ellos para no tener problemas. A pesar de ser familia, nadie dijo nunca que nos
6. llevaríamos bien y no existirían diferencias, y entre adultos los problemas son más
complicados.
Actualmente vivimos en una casa que le dieron a mi papá, crédito que, por trabajar
en salubridad, se le da para poder hacerse de una casa. Nos mudamos aquí
cuando yo tenía sólo siete años. Ahora llevamos viviendo aquí ocho años.
De pequeña yo siempre le decía a mi papá que soñaba con algún día poder estar
en una casa con escaleras propias, pues antes, como vivíamos en un edificio, las
escaleras no nos pertenecían.
Cuando le dieron la noticia a mi papá a cerca del crédito que le habían dado, la
emoción de todos en la casa era tan grande que no aguantábamos la emoción por
ver donde le habían fijado su crédito.
Yo quería que fuera una sorpresa para mí, por eso cada vez que visitaban la casa
desocupada yo no iba, a pesar de que me moría de ganas no iba, para que
pudiera sorprenderme al verla.
Mi papá me mencionó el patio, las escaleras y la amplitud de la casa. Eso me
emocionaba aún más, por lo que una semana antes de mudarnos quise ir con mis
papás a ver la casa. Y ese momento quedó muy grabado en mi cabeza: Los cinco
integrantes de una familia unida, viendo su casa por dentro y por fuera, haciendo
planes de cómo se mudarían y pensando como la pintarían etc.
Finalmente una semana después nos mudamos, me despedí de mi vieja casa y
tomamos camino para la nueva casa donde habría nuevas historias que contar.
Pasó tan rápido el tiempo, que ahora estoy aquí contando lo que viví hace ya más
de siete años.
Actualmente curso tercer año de secundaria… ¡Uf! La secundaria…
Es aquí donde empiezan los recuerdos más lindos que jamás olvidaré. Todas las
experiencias vividas en los tres años de secundaria con amigos, grupales y con
compañeros también. Ser nueva en una escuela donde casi todos son “hijos”
(pertenecientes desde el grado preescolar) y no tener con quién llevarme o a
quién hablarle era aterrador para mí. Pero no todo era como yo creía: Salones
repletos de egocéntricos y creídos, para nada, resultó ser todo lo contrario: Eran
muy amables, al menos con quienes me lleve y a quienes traté, muy amistosos y
extrovertidos. Aquí, en ésta escuela, y desde primero de secundaria fue donde
conocería a mis, hasta ahora, actuales amigas. Completamente alegres, abiertas y
7. si, hasta atrevidas, con quienes comparto la mayoría de recuerdos desde que
ingresé a la secundaria.
A pesar de esto, ellas no son las únicas con las que me llevo tan bien, porque
como dije, todos son muy amistosos en el C.E.N.H.CH.
Siempre pensé que un amigo valía mucho y que era bueno sólo quedarse con los
que te acompañan en todo momento. Y conocer más amigos me hace reafirmar lo
que pienso. Tal vez algunos no son “mejores amigos” pero con el hecho de ser un
amigo se vuelven valiosos, porque amigo no es con quien hablas y le das un
cordial saludo. Un amigo es capaz de entrar en tu vida para jamás salir, dejándote
el corazón empapado de recuerdos, alegrías, consejos, y lecciones de vida. Por
eso considero parte de mi familia a los amigos.
Actualmente, todos (amigos y compañeros) estamos en el último escalón de
nuestra etapa en la secundaria, estamos a nada de la graduación, Yo me pongo
nostálgica y feliz al saber que rápido pasó el tiempo. Tres años no me alcanzaron
para darme cuenta que me estaría graduando algún día, que ahora veo cada vez
más cerca.
Terminar la secundaria, es terminar una etapa, realizar un sueño y dar espacio
para otro, guardar viejos recuerdos y atesorarlos para siempre. ¡Qué nervios! Aún
recuerdo aquella niña atrapada en un mundo de miedo al ver gente nueva, muy
distinta a lo que ya se había acostumbrado; después miro hacia adelante y veo a
la “adolescente” segura de sus nuevos objetivos preparada para lo que venga
bueno o malo.
Estar en este lugar… A punto de graduarme me hace darme cuenta de todos los
cambios por los que pasé tanto física como psicológicamente; quiero decir, todos
nos desarrollamos, adelgazamos o embarnecemos, crecemos, nos cambia la voz
y en ocasiones hasta nos hacemos de un nuevo estilo, pero, ¿Qué hay de lo
psicológico? Nuestra mentalidad también cambia, se vuelve distinta y nos hace ver
las cosas de otra manera. Si, hasta yo he cambiado, de pequeña pensaba en
comida y juguetes, y ahora sigo pensando en comida, pero también en mis
estudios, en mi futuro. Y seguirá cambiando mi mentalidad hasta que alcance la
madurez completa.
Mi voz cambio, al igual que mi cuerpo, pero también mis emociones y
sentimientos, no soy la misma de antes, este proceso me ha costado, pues al
cambiar también se sufren las consecuencias de días grises, sentimientos
encontrados y cambios de humor.
8. He llorado, reído y también me he enojado, pero eso me hace darme cuenta lo
mucho que me falta por madurar, por crecer, y si, también por cambiar.
Algunos de nosotros debemos de crecer y dejar de ver el pasado para atraparnos
en él.
Al crecer los intereses y gustos comienzan a ser otros, y yo no estoy exenta de
eso. Enamorarse por ejemplo, de alguien con ese toque especial que buscamos.
Cuando conocí al que sería el creador de mis nuevas sonrisas y a veces celos;
encontré lo esencial que busco: buen corazón, buenas intenciones y sentimientos
muy puros. Él y yo éramos muy buenos amigos desde primaria, casualidad o no
ingresamos a la misma escuela… También al mismo salón… ¿Coincidencia? O
¿Destino?
Fue ahí cuando todo comenzó. La pregunta era: ¿Yo también le gustaré?
¿También se volverá loco por mi sonrisa, mi manera de hablar y mi carisma como
yo de él?
Esperar es una virtud, y yo esperé a saber la respuesta a todas esas preguntas.
Cuando al fin las supe, tuve que volver a esperar para saber si él era el indicado
para mí. Y así fue… Esperé y él se dio tiempo para responderse sus propias
preguntas, y cuando por fin aclaramos nuestras mentes él y yo decidimos intentar
algo. Ese “algo” lleva más de un año. Y no hay nadie que se le iguale en algo a
él… Tal parece que él es el modelo perfecto de lo que yo busco en un chico y así
soy feliz.
Nunca vas a encontrar las cualidades que quieres específicas en una persona.
Hace falta conocer a las personas, y no precisamente intentando buscarles lo que
queremos, sino simplemente dejándolas mostrarnos lo que son, lo que nos
quieren enseñar de su personalidad y sus gustos.
No hace falta tener un modelo de persona ideal cuando la intensión es conocer y
darse a conocer, experimentar y disfrutar.
Hay tantos pensamientos que inundan mi cabeza, todo esto, son decisiones para
mi futuro.
Estoy segura que el lugar a donde voy, que aún no sé cuál es, me está esperando
para mostrarme todo lo que voy forjando.
9. No estoy segura de que estudiaré, en qué o para qué trabajaré, cuáles sean mis
aspiraciones, cuáles son mis metas o simplemente que es lo que haré el día de
mañana. Sólo puedo estar segura de hasta donde quiero llegar.
¿Hasta dónde llegaré? ¿Cuál es mi límite?
Jamás me pondré límites, en mí esta la decisión de mi futuro.
De grande tal vez sea una gran Química Fármaco Bióloga, me dedique a hacer
análisis en laboratorios de prestigio, o me vuelva una gran investigadora.
Mi futuro lo marco para llegar a ser alguien grande en la vida, y para no
conformarme con lo que me dé el destino en mis manos. De mi dependerá que
seré de grande…
¿Cuál es la dirección a dónde voy? ¿A dónde me llevará el viendo del futuro? ¿A
caso la trayectoria se pinta sola? O… ¿Puedo pintar yo mi línea?
No estoy tan segura de las respuestas…
Sólo sé que mi nombre es Jessica Romero Romo, estoy aquí… Escribiendo las
últimas líneas de mi biografía, pero el sendero de mi vida apenas está siendo
dibujado, estoy empezando. Y es algo que jamás terminará…