1. ¿Quién soy yo?
Elegir nuestro propio camino no es una cosa fácil de hacer, pero todos tenemos nuestra
elección, iluminar con nuestras sonrisas al mundo o hacerlo más oscuro.
Un sobre de un CD de color rosa colocado sobre el espejo, ese es mi spot,
honestamente me cuesta mucho trabajo hacer piruetas sobre todo dominar el
spot, pero a pesar de ese pequeño inconveniente creo que es lo que más me
gusta hacer cuando voy a mis clases de ballet, es muy divertido imaginarme en
un escenario vacío practicando mis piruetas sin parar, claro que para llegar a
eso aún tengo que trabajar mucho, sin embargo eso no es algo que me
desanime, desde el momento en que elegí tomar clases de ballet sabía que no
sería tan sencillo como parece; esa fue una de las principales razones que me
motivo a hacerlo, el saber que era una de los deportes más difíciles, claro que
a pesar de que sabía un poco acerca de la complejidad que había de tras de
unos cuantos pasos no sabía con exactitud de que magnitud sería, hasta ahora
que llevo año y medio practicando esta disciplina. “Esa es la magia del ballet, el
hecho de aparentar, que no pasa nada, que no te duele, que no hay ningún
esfuerzo, que es algo fácil, cuando en realidad es todo lo contrario”, eso es lo
que suele decirnos nuestra maestra, la miss Paty y la verdad tiene razón, la
gente que va a ver obras de ballet realmente se asombra al ver a los bailarines
ejecutar tantos movimientos de una manera tan fácil, lo sé porque eso era lo
que me sucedía a mí, solía ser del montón de personas que veían el ballet
como un juego de niñas, hasta que me enfrente con la realidad, fue ahí donde
me topé con la frase “nadie entiende por lo que pasas hasta que se encuentra
en tus zapatos” en este caso no sólo se toma en sentido figurado, sino que
también en sentido literal, ya que sólo hasta subirte en puntas entiendes el
dolor que tiene que soportar los bailarines, el hecho de que tus dedos de los
pies soporten todo tu peso suena difícil de creer, más que nada porque los
subestimamos al ver lo pequeños que son en comparación con nuestro cuerpo,
pese a la escasa fe que les tenemos, nuestros dedos se entrenan y esfuerzan
hasta el punto de lograr su objetivo, algo que por desgracia no todos hacen…
hacemos porque en ocasiones yo tampoco me he esforzado lo suficiente, si
bien algo que me consuela un poco es el hecho de que aún me quedan
muchos años para seguir esforzándome en diferentes ámbitos de mi vida, no
sólo en el ballet.
Hasta este punto seguramente se preguntaran a que se debe mi gusto por este
deporte, a pesar de que ya les he contado un poco, bueno, no, en realidad no
creo que les interese, pero aun así les voy a contar, a fin de cuentas todos
algunas vez hemos querido ser escuchados, sentirnos importantes mientras
relatamos nuestras vivencias y los demás se interesan por ello, en este caso
que sigan leyendo, ya sea por interés o por el simple hecho de criticar, aunque
no terminen de leer todo, al final habrán leído lo que escribí y habrán conocido
aunque sea una pequeña parte de mí, pero bueno regresando al porque el

2. ballet llamo mi atención puedo decir que no siempre fue así o al menos no
desde un principio, todo comenzó desde que era pequeña, desde que tenía
aproximadamente unos 5 años, el ballet en entonces no llamaba mi atención, a
pesar de que cerca de mi casa vivía una niña que iba a ballet, lo sabía porque
las veces que llegaba a verla iba vestida con un leotardo, mallas, zapatillas y
un tutu de color rosa, yo calculo que debió de haber tenido unos 2 o 3 años
menos que yo. Sin embargo, el ver a mi pequeña vecina llegar de sus clases
de ballet constantemente no basto para que quisiera practicar esa disciplina,
pero si como para que quisiera vestirme como ella; recuerdo que mi mamá me
confecciono un sencillo, pero muy lindo tutu de color melón porque le había
dicho que quería un vestido igual al de mi vecina, sin duda algo que recuerdo
con mucho amor son todos los momento que pasaba con mi mamá, sobre todo
cuando salía de vacaciones, para mi esas eran las semanas por las cuales
ansiaba su llegada con mucha ilusión , ya que por dos semanas podía tener a
mi mamá todo el día en mi casa, podía regresar de la escuela y encontrarla
lavando trastes, barriendo o haciendo cualquier otra cosa, pero siempre la
encontraría allí, claro que para una niña de 6 años no podía existir mayor
alegría que el pasar tiempo con su mamá, sobre todo si ella trabaja toda la
tarde y solo la veía un par de horas antes de irse a la escuela e irse a dormir,
esos momento sin duda fueron mi máximo, aun cuando mi mamá estuviera
ocupada lo que me importaba era el hecho de que estaría todo el día en casa.
Lo que más me fascinaba del hecho de que mi mamá estuviera en casa sin
duda era la comida recién hecha, ya que si algo realmente admiro de mi mamá
es su sazón, entre otras cosas, pero una de las principales es su riquísimo
sazón, es muy cierto eso de que nadie puede igualar el sazón de una mamá y
la verdad yo pienso que muy difícilmente alguien podría cocinar tan rico como
mi mami, por eso es que me encantaba que después de un rato de hacer la
tarea pudiera sentarme con ella en el comedor a degustar alguno de sus
guisados que preparaba con tanto amor, una de las veces que no podría
olvidar nunca fue cuando me cocino lasaña y un pastel de zanahoria con nuez
y una deliciosa cubierta de crema batida y coco por mi cumpleaños, lo
recuerdo más que nada porque la lasaña es uno de mis platillos favoritos y
como ya dije anteriormente, una lasaña como la de mi mamá, nadie la podría
hacer. Además de disfrutar de la deliciosa comida, también disfrutaba de su
compañía a la hora de comer, esa pequeña pero gran diferencia que
transformaba mis tardes por completo, ya que regularmente ella me dejaba la
comida que había hecho en un traste, para que comiera con mis tíos, sin
embargo a pesar de que la comida era hecha por ella y tenía su sazón, no
incluía su compañía, pero a pesar de eso debo reconocer que el tiempo que
pasaba con mis tíos y primas a la hora de la comida eran de lo más divertidos,
no solo a la hora de la comida, la mayor parte de los día estaban llenos de
risas, al menos es como yo recuerdo que eran mis tarde de primaria, aunque
escarbando en lo más profundo de mis recuerdos… también mis tardes del

3. kínder fueron divertidas, con la diferencia de que no las pasaba con la familia
de mi papá, sino que lo hacía con la familia de mi mamá, específicamente con
la hermana de mi mamá, mi tía Lucia, esos son algunos de mis otros recuerdos
de infancia que guardo con mucho cariño, ya que mi tía y mmi prima siempre
me hacían reír, incluso cuando me ayudaban a hacer la tarea.
Algo que recuerdo mucho eran nuestras salidas al parque, no lo hacíamos con
regularidad, pero aun así las pocas veces que llegábamos a hacerlo me
gustaba mucho. Ir a la peletería de “La Michoacana” que se encontraba en la
esquina, comprar unos helados y sentarnos en las bancas del parque para
comérnoslos mientras veíamos hacia la enorme fuente situada en el centro de
aquel parque, deleitándonos con un pequeño espectáculo al ver bailar a los
enormes chorros de agua de la fuente, alternando unos entre otros al mismo
tiempo que las luces de colores que los iluminaban alternaban entre un color y
otro, esa era nuestra rutina a seguir cada vez que salíamos, sin embargo a
pesar de que hacíamos lo mismo en cada salida, para mí no era nada
monótono, puesto que con el hecho de que alguna cosa cambiara, como la
banca en la que nos sentábamos, el sabor del helado que elegía o la ausencia
del señor que vendía gelatinas a un lado de la iglesia, por muy pequeño,
absurdo o simple que fuera el cambio, para mí ya era un cambio muy
significativo.
Otro de los recuerdos que conservo de mi infancia relativamente “fresco”,
puesto que si recuerdo con exactitud algunas cosas, más que nada pequeños
fragmentos, supongo que porque ese día fue un día muy significativo para mí
en ese entonces, porque fue el día en que me compraron el vestido que usaría
para mi fiesta de tres años. Ese día hacia una tarde muy bonita, o al menos eso
me parecía, debido a que los rayos del sol traspasaban con una fluidez
impresionante la vitrina de aquella tienda, posándose en los vestidos que
usaban los maniquíes que se encontraban a la vista, al mismo tiempo que
rebotando contra ellos y deslumbraban la vista de tan blancos que era,
recuerdo esa escena claramente, porque yo me encontraba justo detrás de
esos maniquíes, usando un vestido blanco como la nieve que hacia juego con
una linda capa roja, era el disfraz de caperucita roja… después de eso no
recuerdo lo que paso, pero sí de lago estoy segura es de que ese vestido no
fue el que use en fiesta y eso lo sé no porque recuerde haber rechazado esa
propuesta, porque como ya lo mencione antes solo recuerdo ese pequeño
instante el que me probaba el vestido; lo que me hizo percatarme de la
decisión que tome en aquellos años fue el haber visto una foto mía en la fiesta,
usando nada más y nada menos que el vestido de mi princesa favorita,
Blancanieves, junto con unos hermosos zapatitos rojos de charol, que brillaban
tanto como la mismísima manzana que la bruja le daba a Blancanieves en la
película. También recuerdo que cada vez que veía la películas de
“Blancanieves y los siete enanos” algo que era de ley para mí en ese entonces

4. era el ponerme mi disfraz para verla y en ocasiones llegar a imitar la escena del
clímax, en la cual Blancanieves muerde la manzana envenenada que la bruja le
ofrece.
Y ya que estoy hablando de mi infancia, uno de los momentos más
memorables para mí, sin duda fue la llegada de mi primer mejor amigo y
mascota, a quien yo consideraba mi hermano y por consiguiente me refería a él
como -mi hermano Morris- cada vez que hablaba de él. Recuerdo que aquella
noche transcurría como cualquier otra, mis papás habían pasado a recogerme
a casa de mi tía Lucia, ya que como había mencionado anteriormente, con ella
pasaba todas mis tardes de kínder, en su mayoría las de tercero; hasta el
momento en que me despedía de mi tía todo seguía su rumbo habitual, pero al
momento de subirme a la camioneta pude ver una caja rectangular grande con
unos cuantos hoyos e inmediatamente lance al aire la pregunta ¿qué hay en la
caja?, a lo que mi papá contesto esbozando una ligera sonrisa -un animalito-,
yo me sorprendí al instante, al mismo tiempo que me preguntaba ¿qué clase de
animalito podía estar dentro de esa caja?, lo primero que se me vino a la mente
fue que dentro de aquella caja había un pollo y que ese pollo seguramente
sería para mi abuelita, dado que ella criaba pollos, sin embargo al momento de
preguntárselo a mi mamá ella puso una expresión de extrañes seguida de un- a
poco los pollos chillan así- y la risa de mi papá a la cual se sumó un – asómate
a ver que es-, impacientemente me voltee para abrir la caja, sin saber que
dentro de aquella caja había un pequeño gatito asustado; fue a partir de aquel
momento que las cosas cambiarían para ambos, para mí porque tendría un
compañero de juegos y para Morris porque experimentaría cosas que
seguramente muchos otros gatos no habrían tenido el valor de enfrentar entre
las cuales se encuentran: el ser disfrazado de conejo, que le jalaran la cola, ser
mojado con el rociador de la ropa, jugar al circo y hacer acrobacias que
seguramente atentarían con su integridad física, entre otras cuantas maldades
que sin duda podían dejarlo con dejarlo con algún tipo de trauma psicológico o
seguramente lo habrían hecho tirar la toalla a la primea, sin embargo él
demostró ser todo un guerrero al salir vivo de eso, soportarlo durante muchos
años y encontrar la manera de vivir con sus traumas.
Durante mi infancia, como en todo momento de la vida además de vivir buenos
momentos también viví algunos malos, aunque la verdad no recuerdo muchos
y los pocos que recuerdo a mi parecer no fueron tan malos, quizá si lo fueron
en su momento, sin embargo ahora que lo analizo en su mayoría fueron golpes
que provocaba accidentalmente al brincar en la cama o pasar corriendo por la
cocina o la sala de mi casa; en ocasiones la de mi abuelita y mi tía. La que más
recuerdo fue cuando me caí de las escaleras de la casa de mi tía, era una tarde
como cualquier otra, yo iba a buscar a mi prima Dama para jugar con ella como
lo hacía siempre, a pesar de que ella me llevaba trece años me gustaba jugar
con ella, más que nada porque era como jugar con la hermana mayor que

5. nunca tuve, ella y su hermana Bere fueron y hasta la fecha son como mis
hermanas. Durante mi paso por la primaria, sobretodo lo fue Dama, ya que ella
era quien me cuidaba, me ayudaba con mi tarea ( que bueno hasta la fecha lo
sigue haciendo), jugaba conmigo y en ocasiones me consentía, pero
regresando al momento de mi desgracia, cuando llegue al cuarto de Dama le
pregunte si iríamos a jugar, como ella estaba haciendo algo, que no recuerdo,
me dijo que me adelantara a bajar y como buena niña seguí sus órdenes;
mientras corría escaleras abajo mis torpes y pequeños pies no calcularon bien
el espacio en donde tenía que pisar y para desgracia mía pise justamente en el
borde de uno de tantos escalones, lo que provoco que me resbalara y por
consiguiente callera de sentón pegándome en mi cabeza. Después de eso lo
último que recuerdo es que me encontraba llorando el los escalones hasta que
mi papá y mi tía llegaron y me preguntaron que me había pasado, yo solo
respondí entre llantos que me había caído, entonces mi papá me cargo y me
llevo hasta uno de los sillones de la sala en el cual me quede dormida hasta
que llego la noche, luego de un rato de haber estado llorando, eso es lo único
que recuerdo de ese terrible acontecimiento porque, bueno, difícilmente puedes
recuerdo todo lo que paso o por lo que pasaste cuando eras pequeño, aun
cuando pasaste por ello a una edad en la que ya se tiene uso de razón, o al
menos eso es lo que yo pienso. Por ejemplo yo no recuerdo nada de mi
nacimiento y mucho menos de lo que paso antes, difícilmente lo haría, sin
embargo sé un poco acerca de ello gracias a algunas cosas que me han
contado mis papás y mi abuelita.
Mi mamá no tuvo ningún problema durante su embarazo, transcurrió como el
de cualquier otra mamá feliz y emocionada por la llegada de un nuevo miembro
a su familia, al menos durante los primeros meses, durante los cuales se
encargó de tejerme varias cobijitas. Todo transcurría bien hasta los últimos
meses durante los cuales tuve el riesgo de no nacer, debido que dentro del
vientre de mi madre se me estaba acabando el líquido amniótico,
afortunadamente todo salió bien durante el parto y fue así como un 16 de enero
de 1999 mi mamá llego al ISSSTE de Tlaxcala, acompañada por mi papá, mi
abuelita y mi tía Lucia, fue hasta unas cuantas horas después cuando mi tía y
mi abuelita vieron a mi mamá y mi papá salir del quirófano en el que se
encontraban, ella emocionadas por conocer al nuevo integrante de su familia
se acercaron a mi papá para preguntarle dónde me encontraba, él les
respondió que mi mamá me llevaba abrazando cerca de su hombro, pero ellas
no me lograron ver a la primera debido a que era muy pequeña.
Durante los primeros cuatro años de mi vida mi abuelita fue quien cuido de mi
mientras mis papás se iban a trabajar, de esos años tengo muy pocos
recuerdos, porque como ya dije anteriormente me es un tanto difícil recordar lo
que viví en el comienzo de mi vida, pero los pocos recuerdos que conservo a
decir verdad son muy buenos. Recuerdo que había veces en las que mi

6. abuelita me sentaba en una especie de hamaca y me mecía mientras ella
reparaba su comida, tendía su tienda y hacia el quehacer de su casa, lo
recuerdo porque en ese entonces me producía una emoción muy grande, podía
pasarme las horas allí sentada y n si quiera aburrirme o sentir el paso del
tiempo. También recuerdo que solía jugar con mi primo Ricardo la mayor parte
del día, ya que él vivía en la casa de enfrente de la de mi abuelita y por eso iba
todos los días a visitarla, él fue como mi hermanito pequeño, ese con el que
haces travesuras, creo que si en ese entonces hubiera existido un concurso de
travesuras nosotros habríamos podido obtener al menos un segundo o tercer
lugar. Entre algunas de las travesuras que llegamos a hacer y que más
recuerdo están: la vez en la que le echamos jabón a la olla de frijoles que mi
abuelita estaba preparando, claro, ella se dio cuenta hasta que los probó,
también está la vez en la que le escondimos sus botas a mi abuelito y claro
aquella vez que estoy segura de que nunca se me va a olvidar ni a mí ni a mi
primo, porque fue una vez en la que no nos llevamos un regaño después de
haber hecho nuestra travesura, esa vez fue peor, lo que sucedió fue que como
mi abuelita tenía una tienda mi primito y yo solíamos entrar en ella y tomar
cuanto dulce se nos antojara, lo cual era algo lógico, ya que nosotros éramos
un par de niños pequeños e ese entonces y al toparnos con un lugar lleno de
dulces, pues era una gran tentación, siempre tomábamos dulces diferentes;
claro como también era de esperarse con una abuelita al pendiente de ti, ella
nos moderaba nuestro consumo de azucares, por lo que o solíamos comer
muchos dulces, pero esa vez fue diferente, esa vez nosotros logramos tomar
más dulces de los que se suponía debíamos de comer, específicamente les
hablo de chicles “Bubbaloo”, lo que hicimos para que mi abuelita no se diera
cuenta de cuantos chicles tomamos fue tomarlos mientras ella se distraía
despachando, en el momento en que ella volteaba era cuando nosotros
tomábamos un puñado del bote en el que estaban y los escondíamos en
nuestras bolsas y zapatos, así cuando ella volteaba a vernos nosotros solo
teníamos uno o dos chicles en nuestras manos , hasta el momento en el que
habíamos logrado salir de la tienda con el botín de chicles todo iba bien, incluso
hasta cuando nos los comimos, lo malo sucedió después, cuando mi abuelita e
encontró con tantas envolturas de chicles tirados en la cama de mi mamá,
inmediatamente ella nos llamó para preguntarnos si nos habíamos tragado
todos esos chicles, ya que ella sabía perfectamente que nosotros nos
tragábamos los chicles después de un rato de haberlos masticado,
inmediatamente después de que le habíamos contestado que si nos habíamos
tragado todos esos chicles ella se dirigió a la cocina y nos llamó para que
fuéramos también, cuando llegamos mi abuelita tenía una cuchara en su mano;
nos dijo que nos sentáramos en los bancos que se encontraban enfrente de
ella y una vez que lo hicimos ella saco una botella rectangular de color azul
metálico de la alacena, vació un poco de su contenido en la cuchara hasta
llenarla, era un líquido amarillo translucido, una vez que la cuchara se
encontraba llena nos dijo que como habíamos comido tantos chicles debíamos

7. de tomar aquel liquido si no queríamos que nuestras tripas se pegaran por
tanto chicle, al oír eso mi primito y yo nos asustamos, así que nos tomamos el
aquel líquido, la primera en hacerlo fui yo, al monto en que aquel liquido toco mi
lengua sentí la necesidad de escupirlo, pero al ver mi reacción mi abuelita me
advirtió que si lo escupía me tendría que volver a dar y si nuevamente hacía lo
mismo me iba a seguir dando de aquel liquido extraño hasta que lograra
tragármelo, como yo no quise prolongar mucho mi sufrimiento me lo trague lo
más rápido que pude, después se lo dieron a mi primito, quien solo hizo una
mueca, lo cual me sorprendió porque a mí me costó mucho trabajo el poder
pasármelo, después de eso mi abuelita nos advirtió que si volvíamos a
tragarnos tantos chicles tendría que volver a darnos de esa cosa que sabía
horrible, claro que nosotros no lo tomamos enserio lo volvimos a hacer y
obviamente mi abuelita cumplió su palabra volviéndonos a dar de aquel
menjurje extraño, que años después supimos que se trataba de aceite de oliva.
Uno de mis recuerdos favoritos de los años que pase con mi abuelita es el de
ella preparándome manzana hervida, eso era lo que me encantaba de ir a su
casa, aunque se trata de un platillo sencillo, realmente tiene una gran sabor ,
mi mamá y mi tía también lo preparaban para mí, pero ellas lo hacían
regularmente cuando me enfermaba, mientras que mi abuelita me lo preparaba
con mayor frecuencia, estuviera o no enferma, la preparación era muy sencilla,
los ingredientes solo cuatro: agua, manzana, canela y azúcar, sin duda la mejor
combinación que puede existir, para algunos las galletas o postres que hacen
sus abuelas pueden ser su delirio, pero en mi caso no, en mi caso mi delirio es
la manzana hervida que hace mi abuela. Sin duda, como ya lo dije antes a
pesar de que son pocos los recuerdos que tengo de mis primeros años, estos
son muy buenos. De mis demás año también conservo algunos, no podría
olvidarlos, ya que los viví junto a varias personas de mi familia a las que les
tengo mucho cariño, dos de ellas son: mi tía Lucia y su hija, mi prima Hilda.
Con ellas pase poco tiempo, ya que solo me cuidaron durante mi paso por
tercero de kínder, pero a pesar de que no pase tanto tiempo con ella como lo
hice con mi abuelita, los momentos que pase con ella fueron realmente gratos,
porque además de que me consentían me ayudaban a hacer mi tarea y
siempre era divertido, lo que más viene a mi mente a la hora de pensar en esos
momentos son unas galletas de chispas de chocolate un poco más grandes de
lo habitual, con una consistencia como de polvorón y unos bombones de forma
cilíndrica con espirales de tres colores: rosa, naranja y blanco, que mi tía solía
darme, también solía prepararme gelatina y sentarse conmigo en la cocina
mientras hacia mi tarea, en ocasiones hasta me ayudaba a recortar, porque la
verdad en ese entonces era un asco con las tijeras, mi prima Hilda también
solía ayudarme con mi tarea, regularmente me la revisaba o me ayudaba
cuando me encontraba con las terribles sumas de tres dígitos o con cosas aún
más espantosas como 100 – 38, claro en ese momento era lo peor con lo que
me podía encontrar hoy son cosas peores.

8. Era muy divertido pasar tiempo con ellas, algo que recuerdo de las veces en
que iba a visitarlas son las escasas vece en las que mi mamá iba a dejarme en
autobús, de esas pocas veces mi tía iba a esperarnos a la parada y una vez
que llegábamos mi mamá le daba mi mochila, se despedía de mí y tomaba otro
autobús que la llevara a su trabajo, una vez que mi mamá se iba mi tía y yo
emprendíamos el camino hacia su casa, lo que me gustaba de esas veces era
que como la parada en donde nos esperaba mi tía estaba justo al lado del
parque principal (el cual teníamos que atravesar si queríamos llegar hasta su
casa), nosotras siempre pasábamos por él y durante el recorrido había veces
en las que me compraba un cacao, que es una bebida fría hecha a base de
cacao, tradicional del municipio de Tlaxcala en el que vive mi tía, una vez que
me compraba mi cacao durante el camino me iba preguntando que había
hacho en la escuela, cómo me había portado y que había desayunado. Al final
de los días en los que solía ir a casa de mi tía lo que más recuerdo es que
después de que nos bañábamos mis papás llegaban a cenar; mientras ellos
cenaban mi tía me sentaba en sus piernas y se tomaba un café, en ocasiones
ella y mi mamá discutían acerca de la novela que veían, luego de eso recogía
mis cosas y regresábamos a nuestra casa. Así era como pasaba mis día de
tercero de kínder, después cuando entre a la primaria todo comenzó a cambiar.
Cuando entre a la primaria deje de ir a casa de mi tía porque a mis papás no
les daba tiempo de pasar por mí a la escuela y luego irme a dejar a su casa, ya
que salía a la una en vez de las doce, debido a este “problema” quienes
comenzaron a hacerse cargo de mi fueron mis tíos, los hermanos de mi papá,
Gregorio y Victoia, o como a mí me gusta llamarlos – tío Goyo y Conchis-. Mi
tío Goyo era quien se encargaba de ir por mí a la escuela y mi tía Conchis de
hacer la comida y el quehacer de la casa, por su puesto además de ir a
trabajar; en ocasiones ella también me ayudaba con mi tarea pero por lo
regular quien me ayudaba era su hija Dama, que como dije anteriormente, a
ella la considero mi hermana mayor, siempre me divertía mucho con ella, a la
hora de la comida, cuando platicaba acerca de cómo le había ido en la escuela
o lo que había hecho, cuando veíamos la televisión e incluso cuando hacíamos
tarea juntas, eso son de los momentos que nunca de los nuncas cambiaría por
nada del mundo, aunque suene difícil de creer, era lo que más disfrutaba hacer
con ella, porque cuando no le entendía a algo ella me lo explicaba de una
manera tan sencilla, pero divertida y fácil de entender, la verdad pienso que mi
paso por la primaria fue una de las mejores etapas que viví, porque durante
este periodo comencé a convivir más con l familia de mi papá y gracias a ello
les tome un cariño muy especial. Ellos me enseñaron y hasta la fecha me
siguen enseñando, gracias a ellos, conocí el valor de la honestidad, ya que
ellos siempre me han dicho que diga la verdad; la solidaridad y el
compañerismo, porque siempre se apoyan entre ellos, sin importar que tan
difícil sea la situación, la responsabilidad, ya que ello siempre cumplen con su

9. trabajo, pero sobre todo me han enseñado que siempre que se quiere se puede
y eso es algo que me consta porque me lo han demostrado ellos mismos.
Algo no puedo omitir de mi paso por la primaria es que ese fue el periodo en el
que conocí a mis primeras amiga Jessica y Andrea, con ella pase un sinfín de
momentos muy gratos, lo triste del hecho de que éramos tan unidas fue cuando
pasamos a la secundaria, porque a mí me toco en un salón diferente al de ellas
y la verdad el salón en el que me había tocado no era de mi agrado, bueno,
honestamente lo odiaba, la mayoría de las personas que iba en él me caían
mal, claro con excepción de unas cuantas pero muy contadas personas, aún
recuerdo el primer día de clases, ese día casi loro de la tristeza y frustración al
no poder estar con mis amigas, pero después de unos cuantos días logre
adaptarme, sobre todo porque encontré un plan para no extrañarla tanto, ese
plan era, llegar temprano, botar mi mochila en mi banca y salir disparada al 1°
“D”, eso lo hacía a la hora de entrada y en receso, durante ese año
prácticamente era del 1° “D”, pero iba a tomar clases al 1° “I”. Ese periodo no
fue del todo triste, porque a pesar de que casi no hablaba con nadie de mi
salón logre hacer amigos en el salón de Andrea y Jessica, los cuales aún
conservo en la actualidad, entre los cuales se encuentran: Jafet, Jessica, Viri y
Andrea. Puede parecer que no tengo amigos, porque son muy pocos los
nombres que mencione, pero a decir verdad yo creo que muy pocas personas
pueden llegar a ganarse el título de amigos. Pero, bueno, ellos no son los
únicos a los que yo podría llamar amigos durante mi paso por la secundaria
también conocí a otras cuantas personas como: Irving, quien en cierto
momento se podría decir que me cuido; a Carlos, con quien pase muchos
momentos muy divertidos, dentro de los cuales están las veces en las que lo
ayudaba con la tarea y claro también esta una persona que conocí
recientemente, con la que paso muchos momentos muy divertidos, en parte
gracias a que tenemos varias cosas en común, ella es un claro ejemplo de una
persona que en mi opinión se merece el título de amiga, porque realmente
entiende el concepto de la palabra AMISTAD, se preocupa por sus amigos, los
ayuda sin esperar nada a cambio y siempre esta cuando ellos la necesitan,
además de que es una persona muy responsable y esa persona se llama
Aimeé, realmente no me arrepiento de haberle hablado aquel día en el que ella
le pregunto a Viri si conocía Big Bang. Honestamente ahora que analizo mi
paso a tra vez de la secundaria me doy cuenta de que he cambiado un poco,
ahora ya me relaciona más con la gente, también aprendí valorar más a las
personas, sobre todo a reconocer quienes realmente son tus amigo, yo no me
considero muy inteligente, pero algo que reconozco es que soy muy leal a mis
amigos, a mi parecer diría que soy como un gato, ya que el gato por pequeño
que parezca en comparación con sus primos lejanos como el jaguar, el leopado
o el león, es la combinación de todo ellos y yo al igual que el gato soy la
combinación de varios felinos a los que me gusta llamar familia, porque todos
ellos me han ayudado en la conformación de mi personalidad. Considero

10. también parecerme al gato, ya que hasta con a primera mosca que pase se
distrae, sin embargo una vez que algo atrapa la atención de un gato éste no
parara hasta conseguir lo que quiere. Además pienso que un gato puede llegar
a ser tan fiel e incluso más que un perro, claro está cuando considera que una
persona es realmente merecedora de su confianza.
Seguramente se preguntaran quien soy, lo cual es lógico porque no mencione
mi nombre con anterioridad, bueno, pues yo soy Mayra Fernanda Díaz Pérez,
hija de José Pascual Díaz e Irma Pérez Ramírez