2. Una vez cuando se era adolescente uno las veía y se moría de ganas de ellas desnudas y
tenerlas. Ellas, que se reían coquetas y sabían que era así. Eran verdaderas hadas de
nuestra fantasía de príncipes. Solo tocarlas o besarlas era una experiencia silenciosa y
bella. Por eso cuando hoy las vemos salir de una enorme casa en un auto blindado llenas
de tarjetas portando botas de doma y una ineludible cartera que sujeta todo con
vehemencia, no se escapa ver que detrás de ello o mejor dicho entre su piernas, bajo la
amnesia de el que las miraba soñadoramente, está el lugar eterno. Entonces las que hoy
son abogadas que nos juzgan o médicas que nos miran como objetos o camareras que
imperturbables con sus minifaldas con espuelas y ganchos, o madres, hermanas, esposas
o todo lo que las hace ir en la noche atontando la ingenua realeza de la que son reales, se
abren a nuestra memoria en el lugar eterno. Es que al verlas pasar las miramos como en
aquel entonces en donde nos detenía nuestra necesidad imperiosa. Y entonces él se
relaja porque las ve pasar con todo eso, lo demás, que tapa pero no tapa. Es que está ahí
devolvernos la picardía de una vez mas conquistarlas. Y al verlas en todas sus genuinas
actividades la luz cariñosa ilumina el secreto en donde la sencillez nos alivia al recordar
si la luz alumbra la conciencia, sin importar qué hacen o adónde, para el volver a
comenzar. Un secreto bajo sábanas tras las rejas para abrirlas el que quiere aun recordar
y retomar. Y la sonrisa de él, como entonces, se atreve a dibujar con certeza la línea que
todo lo justifica cada vez que una de ellas se exhibe y no la cruz del que olvida. Si el
lugar eterno aun nos consume de deseo es que creemos en la eternidad. Es que todo lo
demás había sido hecho por otro amor. Y uno se pregunta qué era ese amor que nos
había hecho tan necios. Es cierto que el lugar eterno permaneció virgen a todo lo otro en
nuestra búsqueda, odiando lo que habíamos conseguido a cambio. Por suerte él nunca
había amado en ese falso semblante de lo amable. Es que así nunca tuvo que hacer por
amor a ello y en cambio la buscó acertando toda vez que pudo, y fue su dicha. Con la
alegría anatómica que siempre la dibujó como es. Y aquel amor que corrompía esa
virginidad hasta matarla se va como un mal recuerdo. Del lugar eterno se vive. Y tan
bello que siempre se quiere vivir. En la eternidad. Sofía sigue allí. Será que a la
sabiduría no hay que amarla de otra forma sino tenerla. Junta tus redes y ves en ella.
Síguela. Veo luz en tu ascenso al escuchar estas palabras. Que están escritas. Así. Con
la continuidad. Dibujando ahí. Donde al mal tiempo todo lo borra. Donde todo se
rebela. En tu trazo peregrino. En el camino a lo que sos. De ida o de regreso. Eso
depende. Y ella………………..ella ya sabe que lo estás planeando.
carabajo