2. Nació en Arequipa, Perú, el 28 de marzo de 1936,
y tiene ascendencia mestiza y criolla.
Los inicios literarios de Vargas Llosa fueron el
estreno, cuando tenía 16 años, de una obra de
teatro titulada La huida del Inca, y algunos
cuentos publicados en Lima en diversos medios.
En 1955, a la edad de 19 años, contrajo
matrimonio con Julia Urquidi, su tía política por
parte materna.
Empezó con seriedad su carrera literaria con la
publicación de sus primeros relatos: El abuelo (en
el diario El Comercio, 9 de diciembre de 1956) y
Los jefes (en la revista Mercurio Peruano, febrero
de 1957).
3. En la capital francesa, terminó de escribir su
primera novela, La ciudad y los perros,
publicada en 1963.
En 1971 obtiene un Doctorado en Filosofía y
Letras por la Universidad Complutense de
Madrid, publicando su tesis doctoral García
Márquez: historia de un deicidio.
En 1977, Vargas Llosa publicó La tía Julia y el
escribidor, basado en parte en el matrimonio
con su primera esposa, Julia Urquidi, a quien
dedicó la novela.
En 1981, publicó La guerra del fin del mundo, su
primera novela histórica.
En 1983 su exesposa publicó sus memorias.
4. Tras un período de intensa actividad
política, Vargas Llosa volvió a ocuparse
en la literatura con su libro
autobiográfico El pez en el agua (1993),
Los cuadernos de don Rigoberto (1997), y
El paraíso en la otra esquina (2003).
En 2010 publicó El sueño del celta,
última novela de Vargas Llosa hasta el
momento.
5. Los jefes (1957).
La ciudad y los perros (1962).
La casa verde (1965).
Los cachorros (1967).
Conversación en la catedral (1969).
Pantaleón y las Visitadoras (1973).
La tía Julia y el escribidor (1977).
La guerra del fin del mundo (1981).
La fiesta del Chivo (2000).
6. Este es un fragmento de la novela de Vargas Llosa
La tía Julia y el escribidor, cuya portada está aquí a
la derecha.
En él, se aprecia la gran habilidad descriptiva del
autor:
"Era un ser pequeñito y menudo, en el límite mismo del
hombre de baja estatura y el enano, con una nariz grande y
unos ojos extraordinariamente vivos, en los que bullía algo
excesivo.
Vestía de negro, un terno que se advertía muy usado, y su
camisa y su corbatita de lazo tenían máculas, pero, al mismo
tiempo, en su manera de llevar esas prendas había algo en él
de atildado y de compuesto, de rígido, como en esos
caballeros de las viejas fotografías que parecen presos en sus
levitas almidonadas, en sus chisteras tan justas.
Podría tener cualquier edad entre treinta y cincuenta años, y
lucía una aceitosa cabellera negra que le llegaba hasta los
hombros. Su postura, sus movimientos, su expresión
parecían el desmentido mismo de lo espontáneo y natural,
hacían pensar inmediatamente en el muñeco articulado, en
los hilos del títere. (...) Parecía que en esa voz no solo
desfilara cada letra, sin quedar mutilada ni una sola, sino
también las partículas y los átomos de cada una, los sonidos
del sonido”.