1. La fabricación de la chicha, los sombreros blancos, las pandillas del carnaval… la historia viva del valle relatada por una mujer de 102 años<br />Cleofé recuerda que sólo hay un tiempo para cantar y bailar<br />Gisela Alcócer Caero<br />“Esta callecita no puedo pasar/ esta callecita no puedo pasar/ uthurunkus tiyan (tigre)/ que feo animal/ uthurunkus tiyan (tigre)/ que feo animal/ ajayllas vidita/ fierro argollita/ ni pipaq waqaspa (sin llorar por nadie)/ chunkitu vidita”, canta doña Cleofe Castro Gómez, recordando los carnavales que pasaba cuando era joven en el valle bajo de Cochabamba.<br />Sentada debajo de una gran higuera en una silla cómodamente acolchada, mira transcurrir el tiempo frente a sus ojos y a una mesa blanca en la que tiene un vaso de agua y la foto de un carnaval en Cerro Grande. A su lado hay dos taburetes, que esperan a sus hijos, nietos o bisnietos, que cada día se sientan junto a ella para compartir algo de comida o sólo para conversar y recordar al esposo que hace muchos años partió. No importa si hay fiesta o un festín en la casa… ella siempre vuelve a su silla, acomodada en la puerta de su cuarto, desde la cual se siente segura observando los cambios del mundo.<br />“Cantando de un extremo al otro, se preparaban luego de reunirse. Con estas canciones… eran para defenderse, pero ahora todos ya se han muerto”, dice mientras sigue recordando el carnaval de antaño y agregá “donde está el charango, tantas guitarras tenía mi esposo, mandolinas, charango, guitarra”, dice y asegura que ahora ya nadie sabe lo que es carnavalear como en su época… “mi yerno, no había sabido nada, es una pelota vacía. Ja, ja, ja”, bromea y deja escapar una estruendosa carcajada, tan alegre, que no parece provenir de un pecho que tiene 102 años y que nació el 9 de diciembre de 1909.<br />“De aquella esquina a esta esquina al trote se cantaba, se preparaban, se reunían y cantaban. Habían cánticos de contra punto, había que defenderse, era toda la cuadra, todos se han muerto, ya no existen. Ahora no hay un sólo charango, tantas guitarras, de mi esposo también tenía mandolina, guitarra. Ay, en los carnavales…”, comenta.<br />La fiesta que recuerda con más precisión fue la de la fotografía que tiene frente a ella. “Estuvimos en Cerro Grande y cuando se declaró la guerra (del Chaco) nos vinimos”, dice y empieza a hablar de su esposo… “él se murió muy joven, retornó a los tres años de la guerra, para entonces sólo estábamos concubinos, a su retorno nos casamos, murió repentinamente mi esposo, no enfermó, estando caminando apareció muerto”.<br />Encarnación Crespo Omonte, su esposo, medía casi dos metros. Ella asegura que junto a él “vivimos con muchas dificultades, nosotros trabajamos mucho junto a los peones… ya jovencita recién me casé con mi esposo. Él buscaba trabajo como pegujalero”, afirma y recuerda que lo conoció en la Hacienda en la que ella trabajaba junto a sus hermanas, pues su mamá quedó sola tras la muerte de su papá. “Mi esposo era el mayordomo, mi suegro también era mayordomo, luego nos vinimos a Mallco Rancho a trabajar”, dice y sobre su mesa se puede observar la fotografía en la que ambos están juntos y él, además de ser más alto que ella con todo su pecho, cuello y cabeza, tiene una larga barba de color blanco.<br />Asegura que toda su vida estuvo en Vinto. “Antes sólo se caminaba a pie, a Sipe Sipe también teníamos que ir a pie, a Cochabamba también. Producían los duraznos, recogíamos los higos, todo lo que recogíamos dejábamos en canastos, luego a Cochabamba íbamos a pie para vender”, asegura y explica que en esa época los campesinos “aquí siempre se reunían, aquí en Mallco Ranchu. Ahora ya no hay, ahora todo se ha callado”, se lamenta y con una profunda tristeza que nubla sus ojos sostiene que “un tiempo no más había sido, el bailar y el cantar, así querrá Dios...” <br />……….. <br />Hitos históricos<br />Carnaval valluno<br />“No has de querer/ a un ocioso y vago/ no has de querer a un vago ocioso/ es mejor si quieres/ a un carpintero/ ese te hará caminar/ con purita seda/el walaycho de a pie… pobre y andrajosa/ ajayllas vidita/ fierro argollita/sin llorar por nadie/ chunkitu vidita, así dice la canción”.<br />Reciprocidad<br />“El Carnaval era una celebración en el tiempo del Parai Pacha, para hacerle una retribución a la Pachamama y con la llegada de la colonia, los indígenas cambian a hacer una celebración más de algazara y diversión”, según explica la responsable de la Agenda Cultural cochabambina y antropóloga, Melby Mojica, quien informó que “el contrapunteo es una forma de expresar que llegó con los españoles y las coplas adquieren identidad, como parte del sincretismo, cuando se las empieza a cantar en quechua y se van haciendo tradicionales en el área rural”.<br />La experta sostuvo que “los españoles tenían el cariz de cantar en doble sentido y con alusiones a la sexualidad, porque así es su carácter, más extrovertido y más inclinado a la diversión, pero cuando se empiezan a hacer coplas en la cultura quechua, se empezó a incluir canciones de reciprocidad con la naturaleza, de tipo agrícola, con las que estaban cantando a la producción de la papa y las verduras”.<br />…<br />Sombrero blanco<br />“Nos poníamos siempre el sombrero blanco, pero ahora, hace mucho tiempo que ya no nos ponemos. Ahora usan como estos de paja, no hay como esos sombreros blancos de antes que parecían una copa, tenían toquilla y su forro. Con esto siempre estábamos, claro está, cuando ya nos pusimos pollera… de pequeñas, sólo teníamos falditas no más, cuando ya fuimos jovencitas nos pusimos polleras”.<br />Derecha e izquierda<br />La inclinación del sombrero de la chola cochabambina servía para guiar a los hombres, pues las solteras lo inclinaban a la izquierda y las casadas a la derecha, recuerda la antropóloga Melby Mojica, quien realizó una investigación sobre esta prenda para la Agenda Cultural Cochabambina. “Cualquier sombrero en cualquier parte de esta América es una herencia colonial, porque antiguamente, las crónicas registran que en el incanato no usaban sombreros con alas, sólo unkus de tres puntas”, dijo la experta, quien sostuvo que “hubo una especie de imitación de la vestimenta de las españolas, por parte de las personas que se liberaron de la Hacienda, cuando sobresale la actividad minera”.<br />La antropóloga explicó que en Cochabamba se eligió el sombrero blanco, que ahora cuesta más de 200 bolivianos que “en Punata, Arani o Cliza, se diferencia en el tono de blanco, y también en el alto y en la forma de la copa, porque las de Cliza lo tienen más alto y la parte de arriba de la copa plana, mientras que las de Arani lo tienen redondeado”. <br />…<br />Chicha en Cochabamba<br />“Chicha ya no hay, ya no saben ni chicha, las chicheras se han muerto, han vendido todas sus cosas, yo también hacía chicha, peroles, virques, todo lo han vendido. Se quedaba para dos días en los carnavales, si ya no ha de haber, en otro lado empieza. Ya no harán chicha… Mis ojos ya no pueden ver”.<br />Antigua como la vida<br />La chicha es tan antigua como la vida humana en Cochabamba y fue el principal motor de la economía y del progreso de la región, pues con los diferentes impuestos que les cobraron a los productores de esta bebida se construyeron las que hasta ahora son las principales y más grandes “obras estrella” de la ciudad, como el estadium Félix Capriles, el antiguo Hospital Viedma, todos los puentes antiguos sobre el río Rocha, la Universidad Mayor de San Simón, la presa de la Angostura, el tranvía urbano, la pavimentación, entre otras.<br />Según explicó el arqueólogo David Pereira, en lo que hoy es la ciudad de Cochabamba se encontraron restos humanos que tienen una antigüedad de más de 2.000 años antes de Cristo, que corresponderían al período denominado como formativo. Según explicó el experto, en la mayoría de los casos cuando estos huesos fueron hallados, estaban acompañados por vasos y grandes cántaros que se presume fueron utilizados para la fabricación de la chicha.<br />…<br />Reforma Educativa<br />“No me pusieron a la escuela. Aunque ingresamos pero nos sacaron. Nosotras trabajando nos criamos…. mis hermanas ya eran jovencitas, se matrimoniaron y quedamos las menores”.<br />Llegada de las escuelas<br />“El 20 de enero de 1953 (siendo ministro de Educación, Mario Diez de Medina) se dictó el Código de Educación que determinó modificaciones sustanciales en la estructura educativa boliviana.<br />Básicamente se concebían cuatro niveles educativos. La educación regular a través del ciclo pre escolar, primario, secundario, vocacional, técnico y universitario (…) Se puso mucho énfasis en el sistema escolar campesino, con el incremento de núcleos educativos desde primaria hasta normales rurales (siguiendo la experiencia de Elizardo Pérez). Se determinó la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza primaria”.<br />….<br />