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Enseñanza e Investigación en Psicología | Vol. 2 | Núm. 2 | 2020 | 288-296
ABUSO ANIMAL COMO INDICADOR
DE VIOLENCIA DOMÉSTICA
Animal abuse as an indicator of domestic violence
Patricia Mora-Medina1
, Laura Olivia Arvizu-Tovar2
, Salvador Carlos Flores-Peinado1
,
Nora Rosalía Flores-Huitrón1
, Emilio Arch-Tirado3
y Ana Luisa Lino-González4
Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto Nacional de Rehabilitación “Luis Guillermo Ibarra Ibarra”
Citación: Mora M., P., Arvizu T., L.O., Flores P., S.C., Flores H., N.R., Arch T., E. y Lino G., A.L. (2020).
Abuso animal como indicador de violencia doméstica. Enseñanza e Investigación en Psicología, 2(2), 288-296.
Artículo recibido el 11 de diciembre de 2019 y aceptado el 25 de febrero de 2020.
RESUMEN
Se presenta una breve reflexión sobre el tema de la violencia doméstica y el modo en que se re-
laciona con el maltrato ejercido hacia las mascotas. Una revisión de la literatura aportó infor-
mación relacionada con el perfil de las víctimas, los victimarios y las conductas observadas,
a corto y largo plazo, en la población infantil. Por otra parte, se destaca el papel del médico
veterinario, que suele formar parte del personal sanitario que atiende a las mascotas víctimas
de maltrato en ambientes domésticos en los que impera la violencia intrafamiliar; hecho que
permite reflexionar sobre los aspectos legales y además pudieran ser parte de su formación
académica y de su participación como parte de un equipo interdisciplinario enfocado a la pre-
vención, tratamiento y seguimiento de tales situaciones.
Indicadores: Violencia doméstica; Maltrato animal; Bienestar animal; Bienestar humano.
ABSTRACT
This work presents a brief reflection on the issue of domestic violence and how it is related to
the mistreatment of pets. A review of the literature provided information related to the profile
of the victims, the perpetrators and the behaviors observed in the short and long term in child
population that usually witnesses such acts. On the other hand, the role of the veterinarian
stands out, since it is he or she who usually takes part of the medical staff that attends the
pet, victim of abuse in violence domestic environments. This fact allows us to reflect on the
legal and follow-up aspects that could be part of academic education programs in order to
take part of an interdisciplinary team focused on prevention, treatment and monitoring this
type of situations.
Keywords: Domestic violence; Animal abuse; Animal welfare; Human well-being.
1
Departamento de Ciencias Pecuarias, Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, Universidad Nacional Autóno-
ma de México, Km. 2.5 Carretera Cuautitlán-Teoloyucan, 54714 San Sebastián Xhala; Cuautitlán Izcalli, Edo. de
México, México, tel. (55)27 23 97 66, correo electrónico: mormed2001@yahoo.com.mx.
2
Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universi-
dad Nacional Autónoma de México, Av. Universidad 3000, Colonia C.U., Coyoacán, 04510 Ciudad de México, México.
3
Universidad Tecnológica de México, Campus online.
4
Subdirección de Investigación Clínica, Instituto Nacional de Rehabilitación “Luis Guillermo Ibarra Ibarra”, Arenal
de Guadalupe, Guadalupe Tlalpan, 14389 Ciudad de México, México.
Enseñanza e Investigación en Psicología | Vol. 2 | Núm. 2 | 2020
289
INTRODUCCIÓN
En los medios de información y comuni-
cación es frecuente encontrar noticias que
hacen referencia a la violencia, como la
ejercida en el hogar por alguno de los
miembros del núcleo familiar, casos cada
vez más comunes de violencia de género
en cualquiera de sus modalidades y ac-
tos de crueldad hacia los animales, como
las mascotas, entre muchas otras. Afir-
ma Vera (2006): “Violencia, es una pala-
bra que ha terminado por formar parte
de nuestra cotidianidad. Sin embargo, no
por cotidiana resulta menos preocupan-
te. Parece estar presente en los más re-
cónditos espacios que conforman nuestra
individualidad, nuestros más profundos
sentimientos, los espacios de lo público
y de lo privado, el espacio de las relacio-
nes laborales, de las relaciones entre las
naciones, el ámbito de lo familiar, entre
otros”. En el campo y práctica clínica de
la medicina veterinaria y zootecnia se
atienden casos de animales con lesiones
y signos de violencia o abuso; por lo que,
considerando el contexto en el que viven,
es sumamente probable que sea un indica-
dor de violencia doméstica en ese ámbito.
El presente documento versa sobre
la violencia ejercida en un espacio priva-
do e íntimo, como es el hogar, esto es, la
denominada violencia doméstica, y las
repercusiones que tiene en el bienestar
infantil y en el animal. Para comprender
la asociación que hay entre todos los es-
labones de violencia intra e interespecífi-
cas, es oportuno que la sociedad conozca
la manera en que el abuso animal puede
considerarse como un indicador de vio-
lencia doméstica y ser identificado por el
médico veterinario zootecnista.
Violencia
La Organización Mundial de la Salud (2014)
define la violencia como “el uso delibera-
do de la fuerza física o el poder, ya sea en
grado de amenaza o efectivo, contra uno
mismo, otra persona o un grupo o comu-
nidad, que cause o tenga muchas pro-
babilidades de causar lesiones, muerte,
daños psicológicos, trastornos del desa-
rrollo o privaciones” (cfr. Krug, Dahlberg,
Mercy y Zwi, 2003). Con base en esta de-
finición, el concepto de violencia domés-
tica se puede especificar como el poder
abusivo de un victimario ejercido hacia
una víctima dentro del núcleo familiar.
La violencia no distingue individuos,
edad, sexo, condición social o nacionali-
dad, y puede ocurrir en ambientes públi-
cos o privados, si bien en este último es
difícil de apreciar, convirtiéndose en uno
de los sitios donde la violencia se ejerce
con mayor frecuencia. Señala Sanmartín
(2006): “Uno de los grandes contextos en
los que aparece la violencia es el hogar.
Por consiguiente, sujetos, agentes o pa-
cientes de la violencia doméstica pueden
ser todos los individuos que viven en una
casa. Y hay que decir que la casa es el
segundo contexto en el que hay más vio-
lencia. Sólo se encuentra por detrás de
un ejército en tiempos de guerra. En la
casa puede haber violencia contra la mu-
jer, contra el niño y contra las personas
mayores”. La violencia no sólo se practica
entre las personas que habitan una casa,
es también ahí donde se ejerce violencia
en contra de los animales, violencia a la
que se denomina “abuso animal”, defini-
do por Ascione (1993) como “el compor-
tamiento socialmente inaceptable de un
humano, que intencionalmente provoca
dolor, sufrimiento, angustia o muerte a un
animal”. Así, en la violencia intradomés-
tica encontramos que existe una relación
entre un victimario y sus víctimas, ya sean
personas o animales.
Violencia doméstica y abuso animal
La violencia doméstica y el abuso animal
no son privativos de una sociedad, etnia
o nivel socioeconómico; al considerar su
290
Abuso animal como indicador de violencia doméstica | 288-296
importancia, se les ha ido documentan-
do científicamente. En Australia, Volant,
Johnson, Gullone y Coleman (2008) de-
terminaron la asociación que existe entre
la violencia doméstica y el abuso hacia
los animales mediante entrevistas telefó-
nicas hechas a mujeres atendidas en al-
bergues o que mantenían contacto con
agencias de apoyo tras haber sido some-
tidas a episodios de violencia por parte
de sus parejas, y que además eran pro-
pietarias de al menos un animal de com-
pañía. Se encontró que más de la mitad
de ellas habían presenciado previamente
eventos violentos en los que sus parejas
ejercían acciones de abuso animal; 46%
fueron testigos de que aquellos habían
expresado amenazas de abuso hacia sus
animales de compañía (perros o gatos), y
12.7% habían presenciado actos violen-
tos realizados por algún miembro de la
familia (excluyendo a los niños). En es-
tas tres situaciones los valores obtenidos
fueron significativamente mayores en
comparación con las mujeres del grupo
que no habían padecido violencia domés-
tica. Los investigadores concluyeron que
el riesgo de que una mujer sufra violen-
cia doméstica es cinco veces mayor si su
pareja (hombre) ha violentado a los ani-
males de compañía, en comparación con
una mujer cuyo compañero no ha llevado
a cabo dichas acciones.
Víctimas y victimarios
En los humanos, al igual que en otros
animales, se observan dos categorías de
agresión: la agresión predadora, también
llamada instrumental, y la agresión afec-
tiva, denominada como hostil. La agre-
sión predadora o instrumental incluye
una pauta relativamente no emocional de
comportamiento agresivo, que es ejercido
para obtener algún objetivo o recompen-
sa. Por otra parte, la agresión afectiva u
hostil incluye comportamientos agresivos
que toman lugar en un contexto de eno-
jo o temor altamente emocional, que es
menos controlado, más impulsivo, y que
frecuentemente surge como una reacción
de defensa en respuesta a la percepción
de alguna frustración, insulto o provoca-
ción, por lo que se denomina también
“agresión emocional” (Díaz, De la Peña,
Suárez y Palacios, 2004). Se ha identifi-
cado que ambos tipos de agresión se lle-
van a cabo dentro del domicilio, y en va-
rios de los casos se ejercen no solamente
sobre las personas, sino también contra
los animales domésticos.
A pesar de la aparente vinculación
que existe entre las agresiones dirigidas
a los animales y a las personas, pocos es-
tudios han examinado los atributos o los
antecedentes penales de los agresores,
victimarios o incluso delincuentes que
ejercen la crueldad hacia los animales.
No obstante, las características sociode-
mográficas de estos delincuentes (sexo,
raza o edad) han sido prácticamente igno-
radas. En efecto, poco se sabe si los victi-
marios estaban bajo la influencia de dro-
gas o alcohol al momento del incidente,
sustancias que suelen ser un factor aso-
ciado a la violencia doméstica y el abuso
animal. La mayoría de los estudios que
han intentado analizar este factor se han
basado en las versiones de los propios
delincuentes, mismas que no se pueden
considerar confiables al estar alteradas
por déficits de memoria o por trastornos
mentales (Levitt, Hoffer y Loper, 2016).
La literatura especializada refiere que
los jóvenes tienen una percepción para-
dójica de su entorno familiar, coinciden
en percibirlo como un grupo que les otor-
ga protección y seguridad, pero también
lo consideran como el medio en el que tie-
nen su primer contacto con la violencia
(Alvarado, 2013). Hay una amplia eviden-
cia de que los niños que fueron maltrata-
dos, expuestos a violencia doméstica o
que atestiguaron el abuso animal corren el
riesgo de desarrollar un comportamien-
to delictivo (Monsalve, Ferreira y García,
Enseñanza e Investigación en Psicología | Vol. 2 | Núm. 2 | 2020
291
2017); asimismo, aquellos que viven en
hogares donde la violencia doméstica está
presente experimentan con frecuencia mal-
trato concurrente, y también son más
propensos a cometer o ser víctimas de la
violencia en múltiples contextos, como la
escuela y su comunidad, en comparación
con los que viven en hogares no violentos
(McDonald et al., 2015). Jóvenes y niños,
por igual, corren el riesgo de estar en am-
bientes donde se desarrolla la violencia
doméstica y el abuso hacia los animales.
Datos reportados de encuestas recientes
desarrolladas en Estados Unidos mues-
tran que durante el transcurso de su vida
aproximadamente 17.9% de ellos han es-
tado expuestos a la violencia perpetrada
por la pareja de la madre en la modalidad
de daño físico (McDonald et al., 2015); de
igual manera, se ha demostrado que en
cerca de una tercera parte de los casos
las mujeres víctimas de violencia refirie-
ron que sus hijos habían presenciado
actos o amenazas de abuso animal por
parte de su pareja. Por último, madres en-
cuestadas, víctimas de violencia domés-
tica, refieren haber sido testigos de las
tentativas de abuso o del abuso directo
que sus propios hijos ejercían sobre sus
mascotas (Volant et al., 2008).
La violencia ejercida hacia los ani-
males no ha sido estudiada a fondo por
los profesionales de la medicina veterina-
ria. Las formas de violencia asociadas con
el ámbito doméstico, así como el vínculo
entre la violencia familiar y el abuso ani-
mal, se han estudiado con mayor frecuen-
cia e interés por las ciencias sociales. Sin
embargo, se ha demostrado que la cruel-
dad hacia los animales de compañía es
una táctica coercitiva utilizada por pare-
jas abusivas para intimidar y controlar a
su víctima. Asimismo, la relación entre la
exposición de la población infantil a am-
bientes de violencia doméstica y el abuso
animal ha sido escasamente analizada.
En un estudio efectuado por McDonald
et al. (2015) se aplicó la Escala de Expo-
sición Infantil a la Violencia Doméstica,
reportándose que 14.3% de los niños en-
cuestados respondieron afirmativamente
cuando se les preguntó si la pareja de su
madre había lastimado a su mascota. Los
resultados destacan que la exposición de
los niños al abuso de las mascotas en el
ambiente familiar puede implicar múlti-
ples tipos de exposición (ver o escuchar),
los que pueden ser graves y frecuentes.
Asimismo, Ascione et al. (2007) hallaron
que 67% de los niños que residían con
su madre en un refugio fueron testigos
de que una de sus mascotas había sido
abusada por la pareja de aquélla, mien-
tras que 93% dijo sentirse “muy molesto”
o “algo molestos” como resultado de este
maltrato.
Se ha sugerido que el grado en que
los niños intervienen en los episodios de
violencia doméstica ejercida entre los adul-
tos varía claramente, y es probable que
esté relacionada con el efecto que tiene la
exposición a la misma. De esta forma, los
niños con un fuerte apego o con vínculos
emocionales estrechos con sus mascotas
pueden tener más probabilidad de parti-
cipar verbal o físicamente en los inciden-
tes de violencia familiar, que involucren
a los animales, ya sean propios o ajenos,
lo que puede aumentar el riesgo de que
sufran lesiones físicas y problemas pos-
teriores como represalia. Estudios em-
píricos realizados en los años ochenta
documentan que los jóvenes recurrían
a menudo a los animales de compañía
como confidentes, y que podían valerse de
ellos como una forma de controlar el es-
trés; para ellos, los animales de compa-
ñía eran considerados como una de las
relaciones sociales más importantes de su
vida (Mc Donald et al., 2015).
Algunos investigadores han comen-
zado a examinar la violencia familiar y la
crueldad animal ejercida por los propios
niños. A través de entrevistas se ha ob-
servado que los infantes expuestos a vio-
lencia doméstica muestran tasas más al-
292
Abuso animal como indicador de violencia doméstica | 288-296
tas de crueldad hacia los animales que
los que no han sido expuestos a esa expe-
riencia en sus hogares. Levitt et al. (2016)
pudieron determinar que los niños y ado-
lescentes que se habían visto involucra-
dos en violencia doméstica solían partici-
par directa o indirectamente en eventos
delictivos en la edad adulta. En una en-
cuesta nacional realizada en los años
de 1990 a 2000, en Estados Unidos, en
la que participaron 1 614 individuos, se
encontró que los resultados de quienes
reportaron haber sido crueles con los ani-
males cuando eran niños presentaban dos
vertientes: eran más propensos a ser los
perpetradores, y eran también las vícti-
mas de violencia por parte de su pareja
en la adultez, en comparación con aque-
llos que no lo habían sido (Knight, Ellis
y Simmons, 2014). Se ha advertido que
las experiencias de los niños respecto al
abuso hacia sus mascotas son multifa-
céticas y potencialmente traumáticas, y
pueden involucrar a varios miembros de
la familia (Mc Donald et al., 2015). Las
investigaciones de dichos autores sugie-
ren que estos niños son más propensos a
ser crueles con los animales en el futuro.
En efecto, las personas que son violentas
con los animales son más propensas a
ser personas agresivas en su interactuar
con la sociedad (Varela, 2017). En este
orden de ideas, y tratando de caracterizar
el perfil de los victimarios capaces de ejer-
cer abuso animal, Vaughn et al. (2009),
como parte de la Encuesta Epidemiológi-
ca Nacional sobre Alcohol y Condiciones
Relacionadas, hicieron 43 093 entrevistas
psiquiátricas estructuradas a adultos que
vivían en hogares y entornos grupales.
Estos investigadores encontraron que ser
hombre, afroamericano, joven, residente
del oeste del país, con escasa escolaridad
y bajo nivel socioeconómico ofrecía mayor
probabilidad de informar que, a lo largo de
su vida se había estado involucrado en
algún incidente relacionado con crueldad
animal. Algunos estudios presentan evi-
dencias que sustentan la asociación que
existe, en niños y jóvenes, entre la cruel-
dad animal y la agresión hacia otras per-
sonas en la edad adulta (Beirne, 2016).
Sobre esta base, Wright y Hensley (2003)
tratan de explicar la causalidad y las
motivaciones que hay detrás de los ase-
sinatos en serie, entre las que incluyen
la ejecución de actos de abuso animal a
edades tempranas. A estos hechos se les
ha denominado “patrón de progresión”, los
cuales, parten del abuso animal y pro-
gresan hacia la violencia interhumana
(Beirne, 2016).
Comportamientos considerados
como abuso animal
De acuerdo con la definición de abuso ani-
mal dada por Ascione (1993), el compor-
tamiento que ejerce el ser humano para
violentar a los animales de compañía pue-
de tener diferentes rasgos. Los actos aso-
ciados con tal abuso pueden ser la eje-
cución del hecho o la mera tentativa o
amenaza (cf. Volant et al., 2008). Cabe
destacar que el abuso animal no sólo
implica el abuso físico, sino también el
abuso sexual o la negligencia (Gallagher,
Allen y Jones, 2008).
En cuanto al abuso físico, la ejecu-
ción se asocia con infligir lesiones o do-
lor, causar muerte intencionada al pro-
ducir sufrimiento al animal a través de
propinarle patadas, puñetazos o heridas,
arrojarlo, provocarle quemaduras, intro-
ducirlo en hornos de microondas o ad-
ministrarle drogas o venenos, lo que es
frecuente en los casos de violencia; sin
embargo, actos menos frecuentes, como
balancearlo o colgarlo de la cola, decapitar-
lo, romperle el cuello, asfixiarlo, estran-
gularlo o sofocarlo, suspenderlo en el aire
con cables o lazos, dispararle con armas
de fuego o apuñalarlo también se con-
sideran ejemplos de abuso animal (Ga-
llagher et al., 2008; Volant et al., 2008).
Debe considerarse también el abuso se-
Enseñanza e Investigación en Psicología | Vol. 2 | Núm. 2 | 2020
293
xual, ya que los animales pueden ser usa-
dos por el victimario para su gratificación
sexual (zoofilia). Otro aspecto de abuso
animal que generalmente pasa desaper-
cibido es la negligencia, que al ser volun-
taria consiste en el descuido del animal o
la falta de suministro de alimentos, agua,
refugio, compañía, ejercicio, actividades
al aire libre o atención médica veterinaria
(Gallagher et al., 2008).
Cualquier tipo de violencia, incluido
el abuso animal, debe denunciarse ante
las autoridades competentes. En el Reino
Unido, de acuerdo con datos de la Real
Sociedad para la Prevención de la Cruel-
dad hacia los Animales, durante 2003
hubo 1 millón 279 mil 953 denuncias de
crueldad hacia los animales, y tras 105 mil
932 investigaciones realizadas se emitie-
ron 708 condenas; sin embargo, no exis-
ten datos de otras regiones de Europa
(Gallagher et al., 2008) o Latinoamérica.
Razones por las que se abusa
de las mascotas
Se ha demostrado que se emplean los mis-
mos indicadores conductuales de abuso
o de negligencia para quienes maltratan
a sus hijos o a sus animales de compa-
ñía. Entre los posibles factores se citan
el abuso o la negligencia, durante la in-
fancia, por parte de los cuidadores, la
ignorancia sobre las normas apropiadas
para su desarrollo, el uso de una discipli-
na estricta o de reglas extremadamente
rígidas, el abuso de alcohol o drogas, la
dependencia excesiva de las restricciones
físicas y mala interpretación de las con-
ductas problemáticas de los hijos o los
animales (Levitt et al., 2016).
Recientemente, se han comenzado a
estudiar las experiencias de violencia fa-
miliar y crueldad animal ejercida por los
niños, hallándose que aquellos que estu-
vieron expuestos a la violencia doméstica
exhiben las valoraciones más elevadas
de crueldad (Currie, 2006; Levitt et al.,
2016). La explicación teórica del vínculo
entre la crueldad hacia los animales y el
abuso infantil radica, parcialmente, en
el hecho de que las mismas conductas
ponen a niños y mascotas en riesgo de
maltrato. Se argumenta que los adultos
pueden ser incapaces de satisfacer las
necesidades de niños y animales, como la
supervisión constante de sus altos nive-
les de actividad o vocalizaciones (llanto,
lloriqueo, ladridos), muestras de resis-
tencia, conductas destructivas (morder)
y accidentes al aprender a controlar sus
esfínteres (Levitt et al., 2016), lo cual pue-
de generar agresiones para detener o co-
rregir esas conductas.
Se ha identificado también que el
abuso animal es una táctica coercitiva uti-
lizada por las parejas agresoras para in-
timidar, amedrentar y controlar al otro
miembro de la relación. Investigaciones
realizadas en Irlanda refieren que las prin-
cipales causas por las que algún miem-
bro de la pareja (generalmente el hom-
bre) comete o amenaza con abusar de las
mascotas son, del total de los casos ana-
lizados (Gallagher et al., 2008), el enojo
o el control de la víctima de la violencia
(36%), la venganza (24%) y otras causas
(4%). Se observó además que, los agre-
sores varones pueden obligar o compro-
meter a las mujeres a tener relaciones
sexuales con animales –comúnmente pe-
rros– para humillarlas. Se infiere que con
este medio el agresor adquiere un mayor
control o acrecienta su dominio sexual
hacia su pareja. Como un acto extremo,
se ha encontrado que con frecuencia mu-
jeres, niños y animales se incorporan a la
pornografía como un acto más del abuso
animal y la violencia doméstica (DeGue y
DiLillo, 2009; Levitt et al., 2016).
Los niños de entre 7 y 12 años de
edad son capaces de percibir las situacio-
nes de violencia doméstica asociadas con
el abuso animal. Mc Donald et al. (2015)
aplicaron en un albergue una encuesta a
hijos de víctimas de violencia doméstica;
294
Abuso animal como indicador de violencia doméstica | 288-296
la mitad de los entrevistados respondie-
ron que el tipo de violencia ejercido con-
sistía en amenazas y daños a animales,
perpetrados principalmente por el com-
pañero de la madre con la intención de
mantener el temor, aislar o castigar a la
madre por mostrar cierta independencia
o evitar que abandonara el hogar. Por
otro lado, una cuarta parte percibían ame-
nazas relacionadas con provocar daños o
maltratos a las mascotas por parte de al-
gún miembro de la familia con el propósi-
to de castigar comportamientos no desea-
dos. Finalmente, casi una quinta parte
dijo experimentar la violencia de hecho
o amenazar con ella hacia los animales,
acciones perpetradas por sus hermanos.
De igual manera, los autores detectaron
que 19% de los entrevistados mostraron
comportamientos que habían impedido
ciertas acciones de maltrato por parte de
la pareja de la madre hacia sus mascotas
(Mc Donald et al., 2015).
En resumen, un victimario daña o
mata a los animales de compañía para
demostrar o confirmar su poder o expre-
sar su furia, castigar o aterrorizar, dar
una lección o desalentar a una mujer de
abandonar a la pareja. Se añaden a estas
razones la de percibir que las mujeres se
preocupan o ponen mayor atención a las
mascotas que a sus propias parejas, lo
cual, en algunos casos, exacerbó el abu-
so hacia los animales (Levitt et al., 2016).
Las mascotas lesionadas: ¿un efecto
colateral de la violencia doméstica?
La violencia doméstica repercute en la me-
dicina veterinaria, ya que el médico vete-
rinario zootecnista es el profesional que
debe atender a las mascotas que han sido
víctimas de abuso animal, como efecto
colateral de la violencia doméstica. En
un estudio realizado en Irlanda por Mc-
Guinness, Allen y Jones (2005), cuyos ob-
jetivos fueron determinar en qué medida
los médicos veterinarios sospechaban de
lesiones no accidentales (LNA) en peque-
ñas especies, especificar las característi-
cas por las cuales reconocían estos casos
e investigar el posible vínculo entre las
LNA observadas en animales de compañía
y la violencia doméstica. Se aplicó una
encuesta a la totalidad (299) de los mé-
dicos veterinarios practicantes de medi-
cina y cirugía de animales de compañía,
así como a la mitad de los 301 médicos
veterinarios con práctica mixta (animales
de granja y equinos). El marco muestral
fue la base de datos de la Asociación Ve-
terinaria Irlandesa y las unidades mues-
trales se seleccionaron aleatoriamente.
Los resultados arrojaron que 65 encues-
tados habían observado LNA: 22 de los 62
practicantes rurales (36.2%) y 43 de los
53 practicantes urbanos (82%); asimis-
mo, 106 participantes dijeron estar cons-
cientes de que las LNA habían sido más
frecuente en los animales de compañía
(92.2%).
Los médicos veterinarios zootecnis-
tas poseen las herramientas técnicas (mé-
dicas); sin embargo, existe un vacío en la
información que manejan y que está rela-
cionada con ciertos aspectos legales para
poder identificar, denunciar y dar segui-
miento a los casos detectados de abuso
animal, identificados principalmente como
producto de la violencia doméstica (Shar-
pe y Wittum, 1999). El desconocimiento
sobre la forma de educar a las personas
o de adiestrar animales puede generar
situaciones de violencia doméstica o de
abuso animal. Definitivamente, se iden-
tifica al médico veterinario como uno de
los puntos primarios en lo que concierne
a la orientación y educación, basadas en
sus conocimientos médicos y científicos
sobre la etología de las especies anima-
les, entre las que es importante conside-
rar los comportamientos esperados, in-
cluidos el trato y la interacción humana,
en cada una de las etapas del desarrollo
de las especies (Tadich, Molento y Gallo,
2010; Mota et al., 2018), para de esta
Enseñanza e Investigación en Psicología | Vol. 2 | Núm. 2 | 2020
295
manera tratar de disminuir los casos de
abuso animal.
Para finalizar, es importante destacar
que el abuso animal puede considerarse
un indicador temprano de otras formas
de comportamiento violento, y que debe
ser tratado preferentemente mediante
estrategias preventivas más que correc-
tivas. Para ello, es fundamental que las
escuelas y facultades de medicina ve-
terinaria formen a los futuros profesio-
nistas con las competencias necesarias
para atender los casos de abuso animal
que llegasen a presentarse en su práctica
profesional cotidiana.
Se ha observado una limitada par-
ticipación de los médicos veterinarios en
las áreas sobre abuso animal y violencia
interpersonal; por ello, es necesario fo-
mentar el trabajo interdisciplinario entre
las ciencias humanas, las ciencias socia-
les y la medicina veterinaria. Ante la falta
de información en Latinoamérica, sobre
la relación entre el abuso animal y la vio-
lencia interpersonal, es necesario propi-
ciar estudios multi e interdisciplinarios
cuyo fin sea determinar la magnitud del
problema y generar programas para su
detección y atención a cargo de las ins-
tancias correspondientes.
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  • 1. Enseñanza e Investigación en Psicología | Vol. 2 | Núm. 2 | 2020 | 288-296 ABUSO ANIMAL COMO INDICADOR DE VIOLENCIA DOMÉSTICA Animal abuse as an indicator of domestic violence Patricia Mora-Medina1 , Laura Olivia Arvizu-Tovar2 , Salvador Carlos Flores-Peinado1 , Nora Rosalía Flores-Huitrón1 , Emilio Arch-Tirado3 y Ana Luisa Lino-González4 Universidad Nacional Autónoma de México Instituto Nacional de Rehabilitación “Luis Guillermo Ibarra Ibarra” Citación: Mora M., P., Arvizu T., L.O., Flores P., S.C., Flores H., N.R., Arch T., E. y Lino G., A.L. (2020). Abuso animal como indicador de violencia doméstica. Enseñanza e Investigación en Psicología, 2(2), 288-296. Artículo recibido el 11 de diciembre de 2019 y aceptado el 25 de febrero de 2020. RESUMEN Se presenta una breve reflexión sobre el tema de la violencia doméstica y el modo en que se re- laciona con el maltrato ejercido hacia las mascotas. Una revisión de la literatura aportó infor- mación relacionada con el perfil de las víctimas, los victimarios y las conductas observadas, a corto y largo plazo, en la población infantil. Por otra parte, se destaca el papel del médico veterinario, que suele formar parte del personal sanitario que atiende a las mascotas víctimas de maltrato en ambientes domésticos en los que impera la violencia intrafamiliar; hecho que permite reflexionar sobre los aspectos legales y además pudieran ser parte de su formación académica y de su participación como parte de un equipo interdisciplinario enfocado a la pre- vención, tratamiento y seguimiento de tales situaciones. Indicadores: Violencia doméstica; Maltrato animal; Bienestar animal; Bienestar humano. ABSTRACT This work presents a brief reflection on the issue of domestic violence and how it is related to the mistreatment of pets. A review of the literature provided information related to the profile of the victims, the perpetrators and the behaviors observed in the short and long term in child population that usually witnesses such acts. On the other hand, the role of the veterinarian stands out, since it is he or she who usually takes part of the medical staff that attends the pet, victim of abuse in violence domestic environments. This fact allows us to reflect on the legal and follow-up aspects that could be part of academic education programs in order to take part of an interdisciplinary team focused on prevention, treatment and monitoring this type of situations. Keywords: Domestic violence; Animal abuse; Animal welfare; Human well-being. 1 Departamento de Ciencias Pecuarias, Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, Universidad Nacional Autóno- ma de México, Km. 2.5 Carretera Cuautitlán-Teoloyucan, 54714 San Sebastián Xhala; Cuautitlán Izcalli, Edo. de México, México, tel. (55)27 23 97 66, correo electrónico: mormed2001@yahoo.com.mx. 2 Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universi- dad Nacional Autónoma de México, Av. Universidad 3000, Colonia C.U., Coyoacán, 04510 Ciudad de México, México. 3 Universidad Tecnológica de México, Campus online. 4 Subdirección de Investigación Clínica, Instituto Nacional de Rehabilitación “Luis Guillermo Ibarra Ibarra”, Arenal de Guadalupe, Guadalupe Tlalpan, 14389 Ciudad de México, México.
  • 2. Enseñanza e Investigación en Psicología | Vol. 2 | Núm. 2 | 2020 289 INTRODUCCIÓN En los medios de información y comuni- cación es frecuente encontrar noticias que hacen referencia a la violencia, como la ejercida en el hogar por alguno de los miembros del núcleo familiar, casos cada vez más comunes de violencia de género en cualquiera de sus modalidades y ac- tos de crueldad hacia los animales, como las mascotas, entre muchas otras. Afir- ma Vera (2006): “Violencia, es una pala- bra que ha terminado por formar parte de nuestra cotidianidad. Sin embargo, no por cotidiana resulta menos preocupan- te. Parece estar presente en los más re- cónditos espacios que conforman nuestra individualidad, nuestros más profundos sentimientos, los espacios de lo público y de lo privado, el espacio de las relacio- nes laborales, de las relaciones entre las naciones, el ámbito de lo familiar, entre otros”. En el campo y práctica clínica de la medicina veterinaria y zootecnia se atienden casos de animales con lesiones y signos de violencia o abuso; por lo que, considerando el contexto en el que viven, es sumamente probable que sea un indica- dor de violencia doméstica en ese ámbito. El presente documento versa sobre la violencia ejercida en un espacio priva- do e íntimo, como es el hogar, esto es, la denominada violencia doméstica, y las repercusiones que tiene en el bienestar infantil y en el animal. Para comprender la asociación que hay entre todos los es- labones de violencia intra e interespecífi- cas, es oportuno que la sociedad conozca la manera en que el abuso animal puede considerarse como un indicador de vio- lencia doméstica y ser identificado por el médico veterinario zootecnista. Violencia La Organización Mundial de la Salud (2014) define la violencia como “el uso delibera- do de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comu- nidad, que cause o tenga muchas pro- babilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desa- rrollo o privaciones” (cfr. Krug, Dahlberg, Mercy y Zwi, 2003). Con base en esta de- finición, el concepto de violencia domés- tica se puede especificar como el poder abusivo de un victimario ejercido hacia una víctima dentro del núcleo familiar. La violencia no distingue individuos, edad, sexo, condición social o nacionali- dad, y puede ocurrir en ambientes públi- cos o privados, si bien en este último es difícil de apreciar, convirtiéndose en uno de los sitios donde la violencia se ejerce con mayor frecuencia. Señala Sanmartín (2006): “Uno de los grandes contextos en los que aparece la violencia es el hogar. Por consiguiente, sujetos, agentes o pa- cientes de la violencia doméstica pueden ser todos los individuos que viven en una casa. Y hay que decir que la casa es el segundo contexto en el que hay más vio- lencia. Sólo se encuentra por detrás de un ejército en tiempos de guerra. En la casa puede haber violencia contra la mu- jer, contra el niño y contra las personas mayores”. La violencia no sólo se practica entre las personas que habitan una casa, es también ahí donde se ejerce violencia en contra de los animales, violencia a la que se denomina “abuso animal”, defini- do por Ascione (1993) como “el compor- tamiento socialmente inaceptable de un humano, que intencionalmente provoca dolor, sufrimiento, angustia o muerte a un animal”. Así, en la violencia intradomés- tica encontramos que existe una relación entre un victimario y sus víctimas, ya sean personas o animales. Violencia doméstica y abuso animal La violencia doméstica y el abuso animal no son privativos de una sociedad, etnia o nivel socioeconómico; al considerar su
  • 3. 290 Abuso animal como indicador de violencia doméstica | 288-296 importancia, se les ha ido documentan- do científicamente. En Australia, Volant, Johnson, Gullone y Coleman (2008) de- terminaron la asociación que existe entre la violencia doméstica y el abuso hacia los animales mediante entrevistas telefó- nicas hechas a mujeres atendidas en al- bergues o que mantenían contacto con agencias de apoyo tras haber sido some- tidas a episodios de violencia por parte de sus parejas, y que además eran pro- pietarias de al menos un animal de com- pañía. Se encontró que más de la mitad de ellas habían presenciado previamente eventos violentos en los que sus parejas ejercían acciones de abuso animal; 46% fueron testigos de que aquellos habían expresado amenazas de abuso hacia sus animales de compañía (perros o gatos), y 12.7% habían presenciado actos violen- tos realizados por algún miembro de la familia (excluyendo a los niños). En es- tas tres situaciones los valores obtenidos fueron significativamente mayores en comparación con las mujeres del grupo que no habían padecido violencia domés- tica. Los investigadores concluyeron que el riesgo de que una mujer sufra violen- cia doméstica es cinco veces mayor si su pareja (hombre) ha violentado a los ani- males de compañía, en comparación con una mujer cuyo compañero no ha llevado a cabo dichas acciones. Víctimas y victimarios En los humanos, al igual que en otros animales, se observan dos categorías de agresión: la agresión predadora, también llamada instrumental, y la agresión afec- tiva, denominada como hostil. La agre- sión predadora o instrumental incluye una pauta relativamente no emocional de comportamiento agresivo, que es ejercido para obtener algún objetivo o recompen- sa. Por otra parte, la agresión afectiva u hostil incluye comportamientos agresivos que toman lugar en un contexto de eno- jo o temor altamente emocional, que es menos controlado, más impulsivo, y que frecuentemente surge como una reacción de defensa en respuesta a la percepción de alguna frustración, insulto o provoca- ción, por lo que se denomina también “agresión emocional” (Díaz, De la Peña, Suárez y Palacios, 2004). Se ha identifi- cado que ambos tipos de agresión se lle- van a cabo dentro del domicilio, y en va- rios de los casos se ejercen no solamente sobre las personas, sino también contra los animales domésticos. A pesar de la aparente vinculación que existe entre las agresiones dirigidas a los animales y a las personas, pocos es- tudios han examinado los atributos o los antecedentes penales de los agresores, victimarios o incluso delincuentes que ejercen la crueldad hacia los animales. No obstante, las características sociode- mográficas de estos delincuentes (sexo, raza o edad) han sido prácticamente igno- radas. En efecto, poco se sabe si los victi- marios estaban bajo la influencia de dro- gas o alcohol al momento del incidente, sustancias que suelen ser un factor aso- ciado a la violencia doméstica y el abuso animal. La mayoría de los estudios que han intentado analizar este factor se han basado en las versiones de los propios delincuentes, mismas que no se pueden considerar confiables al estar alteradas por déficits de memoria o por trastornos mentales (Levitt, Hoffer y Loper, 2016). La literatura especializada refiere que los jóvenes tienen una percepción para- dójica de su entorno familiar, coinciden en percibirlo como un grupo que les otor- ga protección y seguridad, pero también lo consideran como el medio en el que tie- nen su primer contacto con la violencia (Alvarado, 2013). Hay una amplia eviden- cia de que los niños que fueron maltrata- dos, expuestos a violencia doméstica o que atestiguaron el abuso animal corren el riesgo de desarrollar un comportamien- to delictivo (Monsalve, Ferreira y García,
  • 4. Enseñanza e Investigación en Psicología | Vol. 2 | Núm. 2 | 2020 291 2017); asimismo, aquellos que viven en hogares donde la violencia doméstica está presente experimentan con frecuencia mal- trato concurrente, y también son más propensos a cometer o ser víctimas de la violencia en múltiples contextos, como la escuela y su comunidad, en comparación con los que viven en hogares no violentos (McDonald et al., 2015). Jóvenes y niños, por igual, corren el riesgo de estar en am- bientes donde se desarrolla la violencia doméstica y el abuso hacia los animales. Datos reportados de encuestas recientes desarrolladas en Estados Unidos mues- tran que durante el transcurso de su vida aproximadamente 17.9% de ellos han es- tado expuestos a la violencia perpetrada por la pareja de la madre en la modalidad de daño físico (McDonald et al., 2015); de igual manera, se ha demostrado que en cerca de una tercera parte de los casos las mujeres víctimas de violencia refirie- ron que sus hijos habían presenciado actos o amenazas de abuso animal por parte de su pareja. Por último, madres en- cuestadas, víctimas de violencia domés- tica, refieren haber sido testigos de las tentativas de abuso o del abuso directo que sus propios hijos ejercían sobre sus mascotas (Volant et al., 2008). La violencia ejercida hacia los ani- males no ha sido estudiada a fondo por los profesionales de la medicina veterina- ria. Las formas de violencia asociadas con el ámbito doméstico, así como el vínculo entre la violencia familiar y el abuso ani- mal, se han estudiado con mayor frecuen- cia e interés por las ciencias sociales. Sin embargo, se ha demostrado que la cruel- dad hacia los animales de compañía es una táctica coercitiva utilizada por pare- jas abusivas para intimidar y controlar a su víctima. Asimismo, la relación entre la exposición de la población infantil a am- bientes de violencia doméstica y el abuso animal ha sido escasamente analizada. En un estudio efectuado por McDonald et al. (2015) se aplicó la Escala de Expo- sición Infantil a la Violencia Doméstica, reportándose que 14.3% de los niños en- cuestados respondieron afirmativamente cuando se les preguntó si la pareja de su madre había lastimado a su mascota. Los resultados destacan que la exposición de los niños al abuso de las mascotas en el ambiente familiar puede implicar múlti- ples tipos de exposición (ver o escuchar), los que pueden ser graves y frecuentes. Asimismo, Ascione et al. (2007) hallaron que 67% de los niños que residían con su madre en un refugio fueron testigos de que una de sus mascotas había sido abusada por la pareja de aquélla, mien- tras que 93% dijo sentirse “muy molesto” o “algo molestos” como resultado de este maltrato. Se ha sugerido que el grado en que los niños intervienen en los episodios de violencia doméstica ejercida entre los adul- tos varía claramente, y es probable que esté relacionada con el efecto que tiene la exposición a la misma. De esta forma, los niños con un fuerte apego o con vínculos emocionales estrechos con sus mascotas pueden tener más probabilidad de parti- cipar verbal o físicamente en los inciden- tes de violencia familiar, que involucren a los animales, ya sean propios o ajenos, lo que puede aumentar el riesgo de que sufran lesiones físicas y problemas pos- teriores como represalia. Estudios em- píricos realizados en los años ochenta documentan que los jóvenes recurrían a menudo a los animales de compañía como confidentes, y que podían valerse de ellos como una forma de controlar el es- trés; para ellos, los animales de compa- ñía eran considerados como una de las relaciones sociales más importantes de su vida (Mc Donald et al., 2015). Algunos investigadores han comen- zado a examinar la violencia familiar y la crueldad animal ejercida por los propios niños. A través de entrevistas se ha ob- servado que los infantes expuestos a vio- lencia doméstica muestran tasas más al-
  • 5. 292 Abuso animal como indicador de violencia doméstica | 288-296 tas de crueldad hacia los animales que los que no han sido expuestos a esa expe- riencia en sus hogares. Levitt et al. (2016) pudieron determinar que los niños y ado- lescentes que se habían visto involucra- dos en violencia doméstica solían partici- par directa o indirectamente en eventos delictivos en la edad adulta. En una en- cuesta nacional realizada en los años de 1990 a 2000, en Estados Unidos, en la que participaron 1 614 individuos, se encontró que los resultados de quienes reportaron haber sido crueles con los ani- males cuando eran niños presentaban dos vertientes: eran más propensos a ser los perpetradores, y eran también las vícti- mas de violencia por parte de su pareja en la adultez, en comparación con aque- llos que no lo habían sido (Knight, Ellis y Simmons, 2014). Se ha advertido que las experiencias de los niños respecto al abuso hacia sus mascotas son multifa- céticas y potencialmente traumáticas, y pueden involucrar a varios miembros de la familia (Mc Donald et al., 2015). Las investigaciones de dichos autores sugie- ren que estos niños son más propensos a ser crueles con los animales en el futuro. En efecto, las personas que son violentas con los animales son más propensas a ser personas agresivas en su interactuar con la sociedad (Varela, 2017). En este orden de ideas, y tratando de caracterizar el perfil de los victimarios capaces de ejer- cer abuso animal, Vaughn et al. (2009), como parte de la Encuesta Epidemiológi- ca Nacional sobre Alcohol y Condiciones Relacionadas, hicieron 43 093 entrevistas psiquiátricas estructuradas a adultos que vivían en hogares y entornos grupales. Estos investigadores encontraron que ser hombre, afroamericano, joven, residente del oeste del país, con escasa escolaridad y bajo nivel socioeconómico ofrecía mayor probabilidad de informar que, a lo largo de su vida se había estado involucrado en algún incidente relacionado con crueldad animal. Algunos estudios presentan evi- dencias que sustentan la asociación que existe, en niños y jóvenes, entre la cruel- dad animal y la agresión hacia otras per- sonas en la edad adulta (Beirne, 2016). Sobre esta base, Wright y Hensley (2003) tratan de explicar la causalidad y las motivaciones que hay detrás de los ase- sinatos en serie, entre las que incluyen la ejecución de actos de abuso animal a edades tempranas. A estos hechos se les ha denominado “patrón de progresión”, los cuales, parten del abuso animal y pro- gresan hacia la violencia interhumana (Beirne, 2016). Comportamientos considerados como abuso animal De acuerdo con la definición de abuso ani- mal dada por Ascione (1993), el compor- tamiento que ejerce el ser humano para violentar a los animales de compañía pue- de tener diferentes rasgos. Los actos aso- ciados con tal abuso pueden ser la eje- cución del hecho o la mera tentativa o amenaza (cf. Volant et al., 2008). Cabe destacar que el abuso animal no sólo implica el abuso físico, sino también el abuso sexual o la negligencia (Gallagher, Allen y Jones, 2008). En cuanto al abuso físico, la ejecu- ción se asocia con infligir lesiones o do- lor, causar muerte intencionada al pro- ducir sufrimiento al animal a través de propinarle patadas, puñetazos o heridas, arrojarlo, provocarle quemaduras, intro- ducirlo en hornos de microondas o ad- ministrarle drogas o venenos, lo que es frecuente en los casos de violencia; sin embargo, actos menos frecuentes, como balancearlo o colgarlo de la cola, decapitar- lo, romperle el cuello, asfixiarlo, estran- gularlo o sofocarlo, suspenderlo en el aire con cables o lazos, dispararle con armas de fuego o apuñalarlo también se con- sideran ejemplos de abuso animal (Ga- llagher et al., 2008; Volant et al., 2008). Debe considerarse también el abuso se-
  • 6. Enseñanza e Investigación en Psicología | Vol. 2 | Núm. 2 | 2020 293 xual, ya que los animales pueden ser usa- dos por el victimario para su gratificación sexual (zoofilia). Otro aspecto de abuso animal que generalmente pasa desaper- cibido es la negligencia, que al ser volun- taria consiste en el descuido del animal o la falta de suministro de alimentos, agua, refugio, compañía, ejercicio, actividades al aire libre o atención médica veterinaria (Gallagher et al., 2008). Cualquier tipo de violencia, incluido el abuso animal, debe denunciarse ante las autoridades competentes. En el Reino Unido, de acuerdo con datos de la Real Sociedad para la Prevención de la Cruel- dad hacia los Animales, durante 2003 hubo 1 millón 279 mil 953 denuncias de crueldad hacia los animales, y tras 105 mil 932 investigaciones realizadas se emitie- ron 708 condenas; sin embargo, no exis- ten datos de otras regiones de Europa (Gallagher et al., 2008) o Latinoamérica. Razones por las que se abusa de las mascotas Se ha demostrado que se emplean los mis- mos indicadores conductuales de abuso o de negligencia para quienes maltratan a sus hijos o a sus animales de compa- ñía. Entre los posibles factores se citan el abuso o la negligencia, durante la in- fancia, por parte de los cuidadores, la ignorancia sobre las normas apropiadas para su desarrollo, el uso de una discipli- na estricta o de reglas extremadamente rígidas, el abuso de alcohol o drogas, la dependencia excesiva de las restricciones físicas y mala interpretación de las con- ductas problemáticas de los hijos o los animales (Levitt et al., 2016). Recientemente, se han comenzado a estudiar las experiencias de violencia fa- miliar y crueldad animal ejercida por los niños, hallándose que aquellos que estu- vieron expuestos a la violencia doméstica exhiben las valoraciones más elevadas de crueldad (Currie, 2006; Levitt et al., 2016). La explicación teórica del vínculo entre la crueldad hacia los animales y el abuso infantil radica, parcialmente, en el hecho de que las mismas conductas ponen a niños y mascotas en riesgo de maltrato. Se argumenta que los adultos pueden ser incapaces de satisfacer las necesidades de niños y animales, como la supervisión constante de sus altos nive- les de actividad o vocalizaciones (llanto, lloriqueo, ladridos), muestras de resis- tencia, conductas destructivas (morder) y accidentes al aprender a controlar sus esfínteres (Levitt et al., 2016), lo cual pue- de generar agresiones para detener o co- rregir esas conductas. Se ha identificado también que el abuso animal es una táctica coercitiva uti- lizada por las parejas agresoras para in- timidar, amedrentar y controlar al otro miembro de la relación. Investigaciones realizadas en Irlanda refieren que las prin- cipales causas por las que algún miem- bro de la pareja (generalmente el hom- bre) comete o amenaza con abusar de las mascotas son, del total de los casos ana- lizados (Gallagher et al., 2008), el enojo o el control de la víctima de la violencia (36%), la venganza (24%) y otras causas (4%). Se observó además que, los agre- sores varones pueden obligar o compro- meter a las mujeres a tener relaciones sexuales con animales –comúnmente pe- rros– para humillarlas. Se infiere que con este medio el agresor adquiere un mayor control o acrecienta su dominio sexual hacia su pareja. Como un acto extremo, se ha encontrado que con frecuencia mu- jeres, niños y animales se incorporan a la pornografía como un acto más del abuso animal y la violencia doméstica (DeGue y DiLillo, 2009; Levitt et al., 2016). Los niños de entre 7 y 12 años de edad son capaces de percibir las situacio- nes de violencia doméstica asociadas con el abuso animal. Mc Donald et al. (2015) aplicaron en un albergue una encuesta a hijos de víctimas de violencia doméstica;
  • 7. 294 Abuso animal como indicador de violencia doméstica | 288-296 la mitad de los entrevistados respondie- ron que el tipo de violencia ejercido con- sistía en amenazas y daños a animales, perpetrados principalmente por el com- pañero de la madre con la intención de mantener el temor, aislar o castigar a la madre por mostrar cierta independencia o evitar que abandonara el hogar. Por otro lado, una cuarta parte percibían ame- nazas relacionadas con provocar daños o maltratos a las mascotas por parte de al- gún miembro de la familia con el propósi- to de castigar comportamientos no desea- dos. Finalmente, casi una quinta parte dijo experimentar la violencia de hecho o amenazar con ella hacia los animales, acciones perpetradas por sus hermanos. De igual manera, los autores detectaron que 19% de los entrevistados mostraron comportamientos que habían impedido ciertas acciones de maltrato por parte de la pareja de la madre hacia sus mascotas (Mc Donald et al., 2015). En resumen, un victimario daña o mata a los animales de compañía para demostrar o confirmar su poder o expre- sar su furia, castigar o aterrorizar, dar una lección o desalentar a una mujer de abandonar a la pareja. Se añaden a estas razones la de percibir que las mujeres se preocupan o ponen mayor atención a las mascotas que a sus propias parejas, lo cual, en algunos casos, exacerbó el abu- so hacia los animales (Levitt et al., 2016). Las mascotas lesionadas: ¿un efecto colateral de la violencia doméstica? La violencia doméstica repercute en la me- dicina veterinaria, ya que el médico vete- rinario zootecnista es el profesional que debe atender a las mascotas que han sido víctimas de abuso animal, como efecto colateral de la violencia doméstica. En un estudio realizado en Irlanda por Mc- Guinness, Allen y Jones (2005), cuyos ob- jetivos fueron determinar en qué medida los médicos veterinarios sospechaban de lesiones no accidentales (LNA) en peque- ñas especies, especificar las característi- cas por las cuales reconocían estos casos e investigar el posible vínculo entre las LNA observadas en animales de compañía y la violencia doméstica. Se aplicó una encuesta a la totalidad (299) de los mé- dicos veterinarios practicantes de medi- cina y cirugía de animales de compañía, así como a la mitad de los 301 médicos veterinarios con práctica mixta (animales de granja y equinos). El marco muestral fue la base de datos de la Asociación Ve- terinaria Irlandesa y las unidades mues- trales se seleccionaron aleatoriamente. Los resultados arrojaron que 65 encues- tados habían observado LNA: 22 de los 62 practicantes rurales (36.2%) y 43 de los 53 practicantes urbanos (82%); asimis- mo, 106 participantes dijeron estar cons- cientes de que las LNA habían sido más frecuente en los animales de compañía (92.2%). Los médicos veterinarios zootecnis- tas poseen las herramientas técnicas (mé- dicas); sin embargo, existe un vacío en la información que manejan y que está rela- cionada con ciertos aspectos legales para poder identificar, denunciar y dar segui- miento a los casos detectados de abuso animal, identificados principalmente como producto de la violencia doméstica (Shar- pe y Wittum, 1999). El desconocimiento sobre la forma de educar a las personas o de adiestrar animales puede generar situaciones de violencia doméstica o de abuso animal. Definitivamente, se iden- tifica al médico veterinario como uno de los puntos primarios en lo que concierne a la orientación y educación, basadas en sus conocimientos médicos y científicos sobre la etología de las especies anima- les, entre las que es importante conside- rar los comportamientos esperados, in- cluidos el trato y la interacción humana, en cada una de las etapas del desarrollo de las especies (Tadich, Molento y Gallo, 2010; Mota et al., 2018), para de esta
  • 8. Enseñanza e Investigación en Psicología | Vol. 2 | Núm. 2 | 2020 295 manera tratar de disminuir los casos de abuso animal. Para finalizar, es importante destacar que el abuso animal puede considerarse un indicador temprano de otras formas de comportamiento violento, y que debe ser tratado preferentemente mediante estrategias preventivas más que correc- tivas. Para ello, es fundamental que las escuelas y facultades de medicina ve- terinaria formen a los futuros profesio- nistas con las competencias necesarias para atender los casos de abuso animal que llegasen a presentarse en su práctica profesional cotidiana. Se ha observado una limitada par- ticipación de los médicos veterinarios en las áreas sobre abuso animal y violencia interpersonal; por ello, es necesario fo- mentar el trabajo interdisciplinario entre las ciencias humanas, las ciencias socia- les y la medicina veterinaria. Ante la falta de información en Latinoamérica, sobre la relación entre el abuso animal y la vio- lencia interpersonal, es necesario propi- ciar estudios multi e interdisciplinarios cuyo fin sea determinar la magnitud del problema y generar programas para su detección y atención a cargo de las ins- tancias correspondientes. REFERENCIAS Alvarado, A. (2013). La violencia juvenil en América Latina. Estudios Sociológicos, 31(91), 229-258. Ascione, F.R. (1993). Children who are cruel to animals: A review of research and implications for developmental psychopathology. Anthrozoös, 6(4), 226-247. Ascione, F.R., Weber, C.V., Thompson, T.M., Heath, J., Maruyama, M. y Hayashi, K. (2007). Battered pets and domestic violence: animal abuse reported by women experiencing intimate violence and by nonabused women. Violence Against Women, 13(4), 354-373. Beirne, P. (2016). ¿Hay progresión desde el abuso a animales hasta la violencia interhumana? Devenires, 33, 241-275. Currie, C.L. (2006). Animal cruelty by children exposed to domestic violence. Child Abuse & Neglect, 30(4), 425-435. DeGue, S. y DiLillo, D. (2009). Is animal cruelty a “red flag” for family violence? Investigating co-occurring violence toward children, partners, and pets. Journal of Interpersonal Vio- lence, 24(6), 1036-1056. Díaz, J.L., De la Peña, F., Suárez, J.A. y Palacios, L. (2004). Perspectiva actual de la violencia juvenil. MedUNAB, 7(20), 115-124. Gallagher, B., Allen, M. y Jones, B. (2008). Animal abuse and intimate partner violence. Re- searching the link and its significance in Ireland: a veterinary perspective. Irish Veteri- nary Journal, 61(10), 658-667. Knight, K.E., Ellis, C. y Simmons, S.B. (2014). Parental predictors of children’s animal abuse: Findings from a national and intergenerational sample. Journal of Interpersonal Vio- lence, 29(16), 3014-3034. Krug, E.G., Dahlberg, L.L., Mercy, J.A. y Zwi, A.B. (2003). El informe mundial sobre la violen- cia y la salud. Biomédica, 22(Su2), 327-336.
  • 9. 296 Abuso animal como indicador de violencia doméstica | 288-296 McDonald, S.E., Collins, E.A., Nicotera, N., Hageman, T.O., Ascione, F.R., Williams, J.H. y Graham-Bermann, S.A. (2015). Children’s experiences of companion animal maltreat- ment in households characterized by intimate partner violence. Child Abuse & Neglect, 50, 116-127. McGuinness, K., Allen, M. y Jones, B.R. (2005). Non-accidental injury in companion animals in the Republic of Ireland. Irish Veterinary Journal, 58(7), 392-396. Monsalve, S., Ferreira, F. y García, R. (2017). The connection between animal abuse and in- terpersonal violence: A review from the veterinary perspective. Research in Veterinary Science, 114, 18-26. Mota R., D., Orihuela, A., Strappini A., A., Cajiao P., M.N., Agüera B., E., Mora M., P., Ghezzi, M. y Alonso S., M. (2018). Teaching animal welfare in veterinary schools in Latin America. International Journal of Veterinary Science and Medicine, 6(2),131-142. Organización Mundial de la Salud (2014). Informe sobre la situación mundial de la prevención de la violencia 2014. Resumen de orientación. Ginebra: OMS. Sanmartín, J. (2006). ¿Qué es esa cosa llamada violencia? Diario de Campo, 40, 11-30. Sharpe, M.S. y Wittum, T.E. (1999). Veterinarian involvement in the prevention and inter- vention of human violence and animal abuse. A survey of small animal practitioners. Anthrozoös, 12(2), 97-104. Tadich, N.A., Molento, C.F. y Gallo, C.B. (2010). Teaching animal welfare in some veterinary schools in Latin America. Journal of Veterinary Medical Education, 37(1), 69-73. Varela M., L.E. (2017). La prevención del maltrato animal como factor de disminución de la violencia social en la Ciudad de México. Un modelo preventivo. Tesis inédita de doctorado en Administración Pública. México: Instituto Nacional de Administración Pública, A.C. Vaughn, M.G., Fu, Q., DeLisi, M., Beaver, K.M., Perron, B.E., Terrell, K. y Howard, M.O. (2009). Correlates of cruelty to animals in the United States: Results from the Natio- nal Epidemiologic Survey on Alcohol and Related Conditions. Journal of Psychiatric Re- search, 43(15), 1213-1218. Vera C., J.L. (2006). Laberintos y taxonomías de la violencia. Diario de Campo, 40, 11-30. Volant, A.M., Johnson, J.A., Gullone, E. y Coleman, G.J. (2008). The relationship between domestic violence and animal abuse: An Australian study. Journal of Interpersonal Vio- lence, 23(9), 1277-1295. Wright, J. y Hensley, C. (2003). From animal cruelty to serial murder: Applying the gradua- tion hypothesis. International Journal of Offender Therapy and Comparative Criminology, 47(1), 71-88.