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IGNACIO DE LOYOté
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Dios en todas las cosas
SalTerrae
Colección «EL POZO DE SIQUEM»
210
Ignacio de Loyola
Escritos Esenciales
Dios en todas las cosas
Editorial SAL TERRAE
Santander
Título del original alemán:
In allem - Gott
© 2006 by Echter Verlag GmbH,
Würzburg
Edición en español realizada con la mediación
de la Agencia Literaria Eulama (Roma)
Traducción de los textos
no publicados previamente en castellano:
Ramón Alfonso Diez Aragón
Para la edición española:
© 2007 by Editorial Sal Terrae
Polígono de Raos, Parcela 14-1
39600 Maliaño (Cantabria)
Fax: 942 369 201
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Depósito Legal: B1-879-07
Impresión y encuademación:
Grafo, S.A. - Basauri (Vizcaya)
índice
Fuentes y abreviaturas 7
Prólogo a la edición española,
por José Antonio García Rodríguez, SJ 9
Presentación, por Philipp Górtz, SJ, Willi Lambert, SJ,
y Dominik Terstriep, SJ J 9
1. AMAR:
«En todo amar y servir» 23
2. COMUNICACIÓN:
«El amor consiste en comunicación de las dos partes» 29
3. ORAR:
«La facilidad para unirse a Dios» 37
4. EJERCICIOS:
«Todo lo mejor...» 47
5. DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS:
«La discreta caridad» 59
6. ASCESIS:
«Ejercicios espirituales... para ayudarse» 65
- 5 -
7. TRABAJAR JUNTOS Y UNOS POR OTROS:
«Cómo Dios trabaja y labora por mí» 75
8. PIEDAD Y LETRAS:
«El estudio..., una oración continua» 85
9. POBREZA:
«La amistad con los pobres
nos hace amigos del Rey eterno» 89
10. OBEDIENCIA:
«Por solo nuestro Criador y Señor» 93
11. SALUD Y ENFERMEDAD:
«La meditación sobre la muerte..., un gran gozo» ... 99
12. AFORISMOS:
No más de dos frases» 105
índice general 121
- 6 -
Fuentes y abreviaturas
AHSI Archivum Historicum Societatis Iesu.
App. Apéndice (en el tomo XII de MI Epp.).
Autob. Autobiografía, en (Josep M. RAMBLA BLANCH, SJ
[ed.]) El peregrino. Autobiografía de san Ignacio de
hoyóla, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/Santander
1991 [entre corchetes se indica el número o los nú-
meros de página de esta edición].
Const. Constituciones, en (S. ARZUBIALDE - J. CORELLA -
J.M. GARCÍA LOMAS [eds.]) Constituciones de la
Compañía de Jesús, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/
Santander 1993 [entre corchetes se indica el número
o los números de página de esta edición].
Diario Diario, en (Santiago THIÓ DE POL, SJ [ed.]) La intimi-
dad del peregrino. Diario espiritual de san Ignacio
de hoyóla, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/Santander
1991 [entre corchetes se indica el número o los nú-
meros de página de esta edición].
EE Ejercicios Espirituales, en (Santiago ARZUBIALDE, SJ
[ed.]) Ejercicios Espirituales de san Ignacio. Histo-
ria y análisis, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/ Santan-
der 1991.
Mem. Memorial, en (Benigno HERNÁNDEZ MONTES, SJ
[ed.]) Recuerdos ignacianos. Memorial de huis Gon-
calves da Cámara, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/
- 7 -
Santander 1992 [entre corchetes se indica el número
o los números de página de esta edición].
MI Epp. Monumenta Histórica Societatis lesu. Monumenta
Ignatiana. Epistolae et Instructiones I-XII, Matriti
1903-1911 (después de cada texto epistolar citado se
indica entre paréntesis el número de la carta a la que
pertenece según esta edición). Para la transcripción
de los textos de las cartas seguimos la edición de las
«Cartas e instrucciones», en (Ignacio IPARRAGUIRRE -
Cándido de DALMASES - Manuel Ruiz JURADO [eds.])
Obras de San Ignacio de hoyóla, BAC, Madrid
19915
, pp. 699-1.103 [entre corchetes se indica el nú-
mero o los números de página de esta edición; cuan-
do la carta citada no se encuentra en ella y la hemos
traducido del italiano o del latín, se añade entre cor-
chetes orig. it. u orig. lat..
orig. it. Original italiano.
orig. lat. Original latino.
- 8 -
Prólogo a la edición española
rb>°°&
¿De dónde surge el renovado interés por la espiritualidad
ignaciana, no sólo entre los jesuitas, sino también en otros
ámbitos de la Iglesia? ¿Cuál es la razón de que una espiri-
tualidad nacida en pleno siglo xvi aparezca como «mo-
derna» hoy en día y capaz de inspirar la vida de los cre-
yentes y su presencia cristiana en el mundo? ¿Qué sentido
tienen y qué uso podría hacerse, por tanto, de estos
Escritos Esenciales de Ignacio de Loyola?
A preguntas como éstas quisiera responder la presen-
tación de la edición española. ¿Cómo? Relacionando sus
textos con los momentos clave de la peregrinación espiri-
tual de su autor. Buscando (si se me permite la expresión)
el Sitz im Leben en que nacieron. De este modo podremos
acercarnos a ellos, no como a una colección de textos sin
más, sino como a los hitos de un camino hacia Dios, el de
Ignacio de Loyola, capaz de inspirar el nuestro.
- 9 -
1. Para Ignacio ese camino se inicia en Loyola, adonde lle-
ga, a finales de mayo de 1521, maltrecho y seriamente he-
rido como consecuencia de su participación en la defensa
de Pamplona. Enfermedad y recuperación son para él un
tiempo de agitación y de movimientos interiores. A través
de ellos se hace consciente Ignacio de la presencia de es-
píritus encontrados en su vida; pero, sobre todo, de que
Dios quiere entrar en diálogo con él, hacerse interlocutor
suyo, participar en su situación presente y, en particular,
en su futuro.
La sorpresa es mayúscula para el derrotado Ignacio.
Hay que afirmar, sin embargo, que ahí comienza su aven-
tura espiritual y, de un modo especial, su gran aportación
a la Iglesia: el discernimiento. No porque él lo inventara,
sino por la sistematización que hizo de este modo de acer-
carse Dios al hombre, ayudado ciertamente por conversa-
ciones y lecturas posteriores, pero sobre todo por su capa-
cidad de introspección interior sobre sus movimientos in-
ternos. El Sitz im Leben del discernimiento espiritual ig-
naciano, el lugar humano de donde nace, es fundamental-
mente la peregrinación espiritual del propio Ignacio.
Dicen que cuando uno da con lo más personal suyo, es-
tá dando con lo más personal de los demás. Eso explicaría
la transculturalidad de la doctrina ignaciana sobre las mo-
ciones espirituales y el discernimiento, la actualidad de su
mistagogía en este terreno concreto de la vida espiritual.
Al creyente actual le cuesta muy poco comprenderse
como un campo de batalla donde se dan cita presencias
contrarias, con efectos emocionales, afectivos y direccio-
nales también contrarios. Se ve fácilmente reflejado en
- 10 -
ellos y encuentra que la doctrina ignaciana sobre ese mun-
do tan complejo y sobre el modo de abordarlo sigue sien-
do válida para él. De ahí su «modernidad».
En este librito podrá encontrar el lector muchas refe-
rencias al discernimiento ignaciano. Unas diseminadas
aquí y allá. Otras más concentradas, sobre todo en el capí-
tulo 1 y en el 5, este último dedicado enteramente a este
tema.
2. Lo primero que aparece en esa interlocución divina, en
el intento de Dios de entrar en la vida y el futuro de
Ignacio, es Jesucristo, un Dios y Señor a quien servir. El
caballero mundano se convierte en caballero cristiano, si
bien ello no irá sucediendo sino a través de un largo pro-
ceso de purificación. Crece en él el amor a Jesús y el de-
seo de imitarlo y seguirlo hasta convertirse en la pasión
que unificará y totalizará toda su vida. Un punto culmi-
nante de ese proceso se producirá en 1538, en la capilla de
La Storta, pocos kilómetros antes de llegar a Roma, su de-
finitiva Jerusalén.
Ignacio retrasa voluntariamente la celebración de su
primera misa un año y medio. Durante todo ese tiempo ha
estado pidiendo a María «que quiera ponerle con su Hijo».
Ser puesto con el Hijo expresa en toda su hondura la aspi-
ración más alta de Ignacio, a la vez que la condición de to-
do lo demás. Al grupo de los primeros compañeros, y so-
bre todo a él mismo, les quedan muchas incertidumbres
acerca de cómo serán recibidos en Roma, de si saldrá ade-
lante el proyecto «Compañía de Jesús» o si, al ponerse a
disposición del Papa, la experiencia de «amigos en el
- 11 -
Señor», tan querida para todos ellos, terminará en una dis-
persión apostólica sin más... Nada de ello importa defini-
tivamente. Lo verdaderamente importante, lo primero y
único, es la gracia de ser puesto con Jesús, que lleva la
cruz. En aquella capilla se le confirmó a Ignacio la gracia
tanto tiempo impetrada: «vio claramente que Dios Padre
lo ponía con Cristo, su Hijo» (Autob. 96 [p. 97])
La centralidad de Cristo en la espiritualidad ignaciana
tiene su lugar de origen en esa experiencia primera de
Ignacio en Loyola y en Manresa, en su largo proceso de
maduración y purificación espiritual posterior y en su cul-
minación en la capilla de La Storta. Imposible prescindir
de ella. Viene inevitablemente a la memoria aquella doble
afirmación de Jesús en el Evangelio de Juan: «nadie viene
a mí si mi Padre no lo atrae» y «nadie va al Padre sino por
mí».
Muchas cosas llaman la atención con respecto a
Ignacio. Una de ellas es cómo, siendo un hombre sin ape-
nas formación, llega tan rápidamente a una comprensión y
vivencia tan hondas de Dios, de Jesucristo y de la Trini-
dad. Del Padre creador que desea entrar en su vida y re-
girla; del Hijo en cuanto Dios encarnado a quien servir;
del Espíritu como Voz y maestro interior de la concreción
de su entrega...
Imposible aludir a citas concretas donde este libro
aborda la centralidad de Cristo en la espiritualidad igna-
ciana. Todos sus textos la rezuman.
3. Una segunda aportación de Ignacio al patrimonio espiri-
tual de la Iglesia es su famoso lema «buscar y hallar a Dios
12
en todas las cosas», lema que un discípulo suyo de la pri-
mera generación popularizó como «contemplativos tam-
bién en la acción» (por cierto, suprimir el también, dejan-
do sólo «contemplativos en la acción», no traduce bien ni
a Nadal, su autor, ni mucho menos a Ignacio, cuyo pensa-
miento quedaría entonces peligrosamente limitado: hay
muchas cosas en la vida que no son acción y en las que, se-
gún él, estamos llamados a ser igualmente contemplativos).
¿Otra novedad ignaciana en la Iglesia? Como idea y
deseo, no; como énfasis, sí. Y, sobre todo como proceso
espiritual para llegar a dicha contemplación. Ignacio no es
novedoso en cuanto a los conceptos; su genialidad está en
los procesos, para encarnarlos y hacerlos reales.
Si nos preguntáramos de dónde le viene a Ignacio esta
intuición -la espiritualidad del buscar y hallar a Dios en
todas las cosas-, habría que referirse claramente a Manre-
sa. Allí se le hizo espiritualmente patente -dejando en él
una impronta que no hará más que crecer hasta su muer-
te- que si el mundo surge del amor creador de Dios, Dios
está en él dándolo y dándose, habitando, trabajando, des-
cendiendo... (como escribirá más tarde en la «Contempla-
ción para alcanzar amor») y que, al menos por lo que a él
toca, no querrá ya amar y servir a Dios sino amando y sir-
viendo al mundo. Así de sencillo. Así de novedoso tam-
bién para aquella época.
¿Sólo para ella? Hay un ansia extendida en muchos
creyentes actuales de una espiritualidad así. De convertir
su vida cotidiana y su implicación en el mundo, y no sólo
su vida oracional, en espiritualidad. Por eso suena tan ac-
tual la propuesta ignaciana.
- 13 -
Ahora bien, el horizonte espiritual de buscar y hallar a
Dios en todas las cosas no se reduce para Ignacio a una es-
tética religiosa o a una mística de unión, sin más. Se trata
de un encuentro en el interior del cual se produce una
identificación de la libertad humana con la libertad de
Dios. Así se explica que las grandes experiencias místicas
con que fue agraciado Ignacio en Manresa sean al mismo
tiempo el hontanar de su pasión por «ayudar a los próji-
mos». Ignacio busca a Dios y se une a Él no sólo cuando
celebra la Eucaristía, sino también cuando busca y elige
cómo servir mejor al Reino de Dios. Ese alargamiento del
horizonte espiritual y el modo concreto de encarnarlo
constituyen su gran novedad.
Algo de esta mística y de su proceso mistagógico po-
drá encontrarlo el lector en el capítulo 3, dedicado a la ora-
ción, y en el 7, sobre cómo trabajar juntos.
4. Una tercera marca de la espiritualidad ignaciana la
constituye el magis, el «más», una expresión que aparece
miles de veces en los escritos ignacianos hasta convertirse
en una de sus características más notables: «a mayor glo-
ria de Dios», «para que más le ame y le siga», «los que
más se querrán afectar y señalar»...
No siempre se ha entendido bien esta máxima igna-
ciana. Sus críticos creyeron encontrar en ella la raíz de
ese voluntarismo espiritual de que se acusó con frecuen-
cia a la espiritualidad de los jesuítas. Sea de ello lo que
fuere, una cosa queda clara: el más ignaciano nunca tiene
como acto primero la decisión de la voluntad humana, si-
no la experiencia previa del amor siempre mayor de Dios;
- 14 -
de que siempre soy más amado, más perdonado, más lla-
mado. El acto primero del más es siempre un acto de
Dios: su amor siempre mayor. A esa experiencia respon-
de el deseo del hombre con un más que no es sino reflejo
y respuesta al más de Dios. Ignacio se muestra muy cau-
to con respecto al innato deseo de protagonismo humano:
nadie ha de adelantarse a lo que la gracia va haciendo po-
sible en él. Pero, a la vez, nadie debería distanciarse de
ella. En la vida espiritual, vida según el Espíritu, no exis-
ten tres estadios: progreso, regresión y estancamiento; tan
sólo existen dos: progreso y regresión. El estancamiento
es regresión si no incluye la dinámica del más. Bien en-
tendida, por supuesto.
El capítulo 6, dedicado a la ascesis, y muchos de los
aforismos ignacianos del capítulo 10 giran en torno a es-
te tema.
5. El capítulo 7, «Trabajar juntos y unos por otros», abor-
da un tema ignaciano de especial interés hoy. ¿Por qué?
Articular correctamente la acción de Dios y la colabo-
ración humana constituyó siempre un problema teológico
de enorme calado. Hoy existe el peligro de que el antiguo
voluntarismo en la vida espiritual -la primacía de la liber-
tad y la voluntad humanas sobre la gracia de Dios- vaya
siendo sustituido por otra polarización igualmente errónea
de una gracia sin decisión humana. Lo que Bonhoeffer lla-
maba «gracia barata», o lo que más modernamente llama-
mos espiritualidad light. Ignacio esbozó una articulación
de ambas realidades que sigue siendo ejemplar y atractiva
para nosotros hoy. ¿Cuál es su planteamiento?
- 15 -
La prioridad para Ignacio la tiene siempre la gracia de
Dios y los medios que cultivan la relación con Él: «bon-
dad y virtud, y especialmente la caridad y pura intención
del divino servicio y familiaridad con Dios...» (Const. 813
[p. 345]). Llama la atención la rotundidad con que afirma
esta prioridad para sus jesuitas, dado que la orden que ha
fundado es eminentemente apostólica: para el fin que se
pretende, «los medios que juntan el instrumento con Dios
y le disponen para que se rija bien de su divina mano son
más eficaces que los que le disponen para con los hom-
bres» (ibid. [p. 345]). ¿Se está descalificando con ello la
absoluta necesitad de poner en juego los medios huma-
nos? No: «Sobre este fundamento, los medios naturales...
ayudarán universalmente» (Const. 814 [p. 345]). Lo que
está afirmando Ignacio es que los medios humanos, si no
están articulados en los divinos, tienden a degradarse y,
con ello, a perder su eficacia apostólica: «Porque aquellos
interiores son los que han de dar eficacia a estos exterio-
res para el fin que se pretende» (Const. 813 [p. 345]). ¿No
confirma una y mil veces la vida que esto es verdad; que
los medios humanos sin pureza de intención, sin humil-
dad, sin auténtica caridad, corrompen a quien los utiliza y
no son más que ayuda parcial para quien se beneficia de
ellos? Toda actividad apostólica que no transforme a quien
la realiza está lastrada por dentro.
Esta relación ignaciana entre medios humanos y divi-
nos ha quedado plasmada en una anécdota de la que tam-
bién se hacen eco los autores en este libro. Normalmente
solía atribuirse a Ignacio el dicho: «Confía en Dios como
si todo dependiera de él; y ponió todo enjuego como si to-
- 16 -
do dependiera de ti». Todavía hay personas que le atribu-
yen este eslogan espiritual. En realidad, Ignacio nunca se
expresó así, pero es que ni siquiera parece que este dicho
responda bien a su pensamiento. Más acertada parece la
interpretación que dio de él un jesuita húngaro, Gabriel
Hevenesi, de quien se pensó en un principio que se había
equivocado. Su formulación del pensamiento de Ignacio
decía en sustancia así: «Confía en Dios como si todo de-
pendiera de ti y nada de Dios; y ponió todo enjuego como
si todo dependiera de Dios y nada de ti». Es decir, practi-
ca un tipo de confianza en Dios que movilice tu libertad,
que ponga en juego todas tus energías humanas; así será
una confianza operante. Y vive tu implicación en el mun-
do como un don que te viene de Dios, pues realmente lo
es; así tu acción en el mundo será prolongación de la de
Dios. En la primera fórmula no hay articulación entre gra-
cia y libertad; en la segunda, sí. Ignacio está claramente en
esta última.
6. Hay un concepto que le fue muy querido a Ignacio y
que se encuentra con frecuencia en las Constituciones de
la Compañía y en sus Cartas. Se trata del famoso «modo
nuestro de proceder». En este término incluye Ignacio
ciertamente conductas y actitudes ad extra de los jesuitas,
pero el asunto va mucho más allá. Se extiende también a
un modo concreto de relacionarse con Dios, de orar, de
sentir a la Iglesia, de obedecer, de afrontar los problemas
de la vida en toda su variedad y amplitud, etc. Con un
concepto muy cercano, hablaríamos hoy de «cultura
jesuítica».
- 17 -
Pues bien, este librito, al recoger en sus diversos capí-
tulos textos esenciales de san Ignacio, nos está ofreciendo
los rasgos típicos de ese «modo de proceder», de esa cul-
tura jesuítica, de esa peculiaridad carismática con que
Dios quiso enriquecer a la Iglesia para bien del mundo.
Otra clave con la que leer esta obrita...
* * *
Termino ya con una propuesta práctica sobre el modo de
utilizar este libro. No parece aconsejable leerlo seguido.
No creo que esté escrito para eso. Se trataría, más bien, de
que, utilizando los índices, se fueran escogiendo por días
aquellos temas en los que uno se sienta interesado: ¿qué
dice san Ignacio sobre este asunto?
Por otra parte, no son textos para ser únicamente leí-
dos. Se trata de pasajes que llaman a la meditación, a con-
siderar y sopesar lo que dicen, a preguntarnos en qué ilu-
minan nuestra vida, a qué nos impulsan. Muchas veces
querrán terminar en plegaria. Sólo así, creo yo, cumplirán
su finalidad.
Jesuítas o no, los lectores de este libro pueden encon-
trar en él un medio para conocer más a fondo la espiritua-
lidad ignaciana y nuevos estímulos para avanzar por ella.
Estamos muy necesitados de una espiritualidad que -más
allá de las gastadas e infructuosas polarizaciones- articule
satisfactoriamente el amor a Dios y el amor al prójimo al
modo de Jesús. La espiritualidad ignaciana aparece hoy
como un instrumento especialmente apto para lograr esta
integración.
JOSÉ ANTONIO GARCÍA RODRÍGUEZ, SJ
- 18 -
Presentación
fb^a&t
Ignacio de Loyola (1491-1556), nacido en el seno de una
familia de la nobleza vasca, destinado a hacer carrera en la
Corte y, después de su conversión, transformado en un pe-
regrino de Dios al servicio de Jesucristo y del prójimo, fue
un hombre de acción y preocupado por lograr la configu-
ración de la vida. «El amor se debe poner más en las obras
que en las palabras», afirma en sus Ejercicios. Y tal vez
sea éste el motivo por el que no hay muchas selecciones
de sus escritos, aunque se conservan más de 6.000 cartas
suyas, el libro de los Ejercicios Espirituales, una Autobio-
grafía, parte de su Diario y las Constituciones de la Com-
pañía de Jesús, que también reflejan su espíritu.
Con ocasión del 450 aniversario de su muerte, publi-
camos ahora una selección de pensamientos e impulsos
que permiten vislumbrar algo de este gran maestro de la
espiritualidad (¡y de su secretario, Juan de Polanco!), que
también hoy está presente e influye sobre todo a través de
los Ejercicios y de la Orden que fundó.
- 19 -
Sólo se aprende a comprender a Ignacio
- si no se teme el esfuerzo de la reflexión;
- si se leen siempre las expresiones ignacianas junto con
su polo opuesto: libertad y obediencia; poder de Dios
y acción humana; contemplación y acción; etcétera;
- si se tiene en cuenta que con frecuencia sus palabras
necesitan una cierta traducción del mundo de su pen-
samiento y lenguaje al nuestro;
- si se ven algunas de sus expresiones extrañas como
una oportunidad para relativizar en parte nuestra pers-
pectiva contemporánea y no entrar en el debate de
conceptos;
- si se considera que sus palabras son indicaciones pa-
ra la realización de experimentos espirituales y de
la propia vida, no elucubraciones para adquirir más
conocimientos.
Hemos elegido el subtítulo «Dios en todas las cosas» por-
que expresa de forma concisa lo esencial de la espirituali-
dad ignaciana: «Buscar y hallar a Dios en todas las cosas».
A la edad de 62 años cuenta Ignacio que en ese momento
su facilidad para unirse a Dios era mayor que en toda su
vida. En este sentido, las palabras de este libro desearían
ser postes indicadores que faciliten el acceso a Dios desde
el centro de nuestra vida. Si se realiza esta finalidad, se ha-
brá cumplido también la pasión de la llamada de Ignacio:
iuvare animas, ayudar a las personas.
- 20 -
Estructura y configuración
La mezcla de algunos textos más largos y fundamentales
con expresiones más breves y con los aforismos del último
capítulo pretende servir al conocimiento de la espirituali-
dad ignaciana, no sólo para la reflexión personal, sino
también para la preparación de cursos, etcétera. La distri-
bución temática, en la que a veces se producen solapa-
mientos, no pretende sistematizar el pensamiento de Ig-
nacio, que es de carácter pragmático-espiritual, sino pro-
porcionar accesos a diferentes ámbitos de la vida.
PHILIPP GÓRTZ, SJ
WTLLI LAMBERT, SJ
DOMINIK TERSTRIEP, SJ
- 21 -
1
AMAR
«En todo amar y servir»
Ignacio, de carácter más bien reservado, dijo en cierta oca-
sión, cuando elogiaban el amor que él mostraba, que en rea-
lidad se estaban engañando. Necesitó mucho tiempo hasta
encontrar un «amor respetuoso» y un «respeto lleno de
amor». Y en una ocasión escribe que, aun habiendo cumpli-
do ya 53 años, mucho tiempo después de su conversión, no
tenía ni idea «de humildad, amor y paciencia».
En el punto culminante de los Ejercicios, en la «Contem-
plación para alcanzar amor», pide «en todo amar y servir».
Éste es el núcleo de su espiritualidad. Ignacio entiende que
amar es com-partir, es el libre juego de recibir y dar. Una de
las características que distingue a la espiritualidad ignaciana
es la tríada siguiente: el crecimiento (el magis o «más» ig-
naciano), la discreción (el discernimiento) y la acción con-
creta del amor.
* * *
- 23 -
«Amor» en el libro de los Ejercicios
Abrazo amoroso de Dios
«...en los tales ejercicios espirituales, más conveniente y
mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mis-
mo Criador y Señor se comunique a la su ánima devota,
abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola por la
vía que mejor podrá servirle adelante» (EE 15).
Pedir el conocimiento de Cristo
«Demandar lo que quiero; será aquí demandar conoci-
miento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre,
para que más le ame y le siga» (EE 104).
Contemplación para alcanzar amor
«El amor consiste en comunicación de las dos partes, es a
saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tie-
ne, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el
amado al amante» (EE 230-231).
Ingratitud - Gratitud
«En la su divina bondad considerando (salvo otro parecer
mejor) la ingratitud ser cosa de las más dignas de ser abo-
minada delante de nuestro Criador y Señor, y delante de
las creaturas capaces de la su divina y eterna gloria, entre
todos los males y pecados imaginables, por ser ella desco-
nocimiento de los bienes, gracias y dones recibidos, cau-
sa, principio y origo de todos los males y pecados, y por el
- 24 -
contrario, el conocimiento y gratitud de los bienes recebi-
dos, cuánto seia amado y estimado, así en el cielo como en
la tierra» (Carta 38; MI Epp. 1, 192 [p. 754]).
Temor y amor
«Dado que sobre todo se ha de estimar el mucho servir a
Dios nuestro Señor por puro amor, debemos mucho alabar
el temor de la su divina majestad. Porque no solamente el
temor filial es cosa pía y santísima, mas aun el temor ser-
vil, donde otra cosa mejor o más útil el hombre no alcan-
ce, ayuda mucho para salir del pecado mortal; y, salido, fá-
cilmente viene al temor filial, que es todo acepto y grato a
Dios nuestro Señor, por estar en uno con el amor divino»
(EE 370).
«Amor» en las Constituciones
Proemio
«Aunque la suma sapiencia y bondad de Dios nuestro
Criador y Señor es la que ha de conservar y regir y llevar
adelante en su santo servicio esta mínima Compañía de
Jesús, como se dignó comenzarla, y de nuestra parte, más
que ninguna exterior constitución, la interior ley de la ca-
ridad y amor que el Espíritu Santo escribe e imprime en
los corazones ha de ayudar para ello; todavía porque la
suave disposición de la divina providencia pide coopera-
ción de sus criaturas, y porque así lo ordenó el Vicario de
Cristo nuestro Señor, y los ejemplos de los Santos y razón
- 25 -
así nos lo enseñan en el Señor nuestro, tenemos por nece-
sario se escriban Constituciones» {Const. 134 [p. 90]).
Cualidades del Prepósito General: caridad y buen juicio
«Que sea persona cuyo ejemplo en todas virtudes ayude a
los demás de la Compañía. Y en especial debe resplande-
cer en él la caridad para con todos prójimos, y señalada-
mente para con la Compañía, y la humildad verdadera,
que de Dios nuestro Señor y de los hombres le hagan muy
amable» {Const. 725 [p. 320]).
«Y si alguna de las partes arriba dichas faltasen, a lo me-
nos no falte bondad mucha y amor a la Compañía y buen
juicio acompañado de buenas letras»
{Const. 735 [p. 322]).
Amor al prójimo - Amor a Dios
«Tendremos cuidado de guardar el corazón con mucha
limpieza en el amor de Dios, de suerte que ninguna cosa
amemos, sino a Él, y con solo Dios deseemos conversar, y
con el prójimo por amor de Él, y no por nuestros gustos y
pasatiempos» (MI Epp. 12, App. 6, 11, 674).
«Una de las cosas en que nos habernos de fundar para
agradar a nuestro Señor, será echar de nosotros todas las
cosas que nos pueden apartar del amor de los hermanos,
trabajando de los amar con entrañable caridad; porque di-
ce la suma Verdad: "En esto conocerán todos que sois dis-
cípulos míos..."» (MI Epp. 12, App. 6, 11, 675).
- 26 -
Purificación por medio del amor divino
«Y cuanto a los [males] particulares, es cierto necesario
que, quienquiera que se conoce, los reconozca en sí; pues
no dejará de haberlos en el estado de la presente miseria,
hasta que en la fragua del eterno amor de Dios nuestro
Criador y Señor se consuma toda nuestra malicia entera-
mente, siendo de Él penetradas y del todo poseídas nues-
tras ánimas, y así las voluntades del todo conformadas, an-
tes transformadas en aquella que es la misma esencial rec-
titud y perfecta bondad»
(Carta 214; MI Epp. 1, 627 [p. 822]).
- 27 -
2
COMUNICACIÓN
«El amor consiste
en comunicación de las dos partes»
Ignacio no es sólo un santo, fundador de una Orden y gran
artífice de los Ejercicios, sino también un maestro de la co-
municación. A ello contribuyó su larga formación en la Corte,
así como lo que aprendió de los numerosos encuentros que
mantuvo a lo largo de toda su vida.
Su arte de la comunicación está documentado en sus
cartas y en las instrucciones que dio a los compañeros en-
viados en misión. Tienen un gran valor informativo, sobre to-
do, las Reglas para la comunicación que imparte a los jesuí-
tas enviados al concilio de Trento. También los Ejercicios son
un testimonio de ello: su eficacia procede no sólo de las me-
ditaciones, sino también, y muy especialmente, del diálogo
diario con la persona que los da. La actividad pastoral de los
jesuítas, de cuño netamente comunicativo, ha de ser aman-
ter et prudenter, escribe el primer secretario de la Orden,
Juan de Polanco. La descripción decisiva de la comunicación
se encuentra en la caracterización ignaciana del amor: «El
amor consiste en comunicación de las dos partes» (EE 231).
* * *
- 29 -
Reglas fundamentales para la comunicación
Instrucción para los padres enviados
al concilio de Trento
«Primero. Así como en conversar y tratar con muchas per-
sonas para la salud y provecho espiritual de las ánimas con
favor divino mucho se gana, por el contrario, en la tal con-
versación, si no somos vigilantes y favorecidos del Señor
nuestro, se pierde mucho de nuestra parte, y a las veces de
todas.
Y porque, según nuestra profesión, de la tal conversa-
ción no nos podamos excusar, cuanto más fuéremos pre-
vistos y por algún concierto enderezados, tanto más ire-
mos descansados en el Señor nuestro.
Se siguen algunas cosas, de las cuales o de otras sími-
les, quitando y poniendo, nos podamos ayudar en el Señor
nuestro.
2. Sería tardo en hablar, considerado y amoroso, ma-
yormente cerca definir las cosas que se tratan o son trata-
bles en el concilio.
3. Sería tardo en hablar, ayudándome en el oír, quieto
para sentir y conocer los entendimientos, afectos y volun-
tades de los que hablan, para mejor responder o callar.
4. Cuando se hablare de símiles materias o de otras, dar
razones a ambas partes, por no se mostrar afectado con pro-
pio juicio, procurando de no dejar descontento a ninguno.
5. No traería por autores personas algunas, mayormen-
te siendo grandes, si no fuese en cosas mucho miradas, ha-
ciéndome con todos y no me apasionando por ninguno.
- 30 -
6. Si las cosas de que se hablare son tan justas, que no
se pueda o deba callar, dando allí su parecer con la mayor
quietud y humildad posible, concluyendo salvo otro pare-
cer mejor.
7. Finalmente, para conversar y tratar en las materias
adquiridas o infusas, queriendo hablar en ellas, ayuda mu-
cho no mirar mi ocio o falta de tiempo con priesa, esto es,
no mi comodidad, mas traerme a mí mismo a la comodi-
dad y condición de la persona con quien quiero tratar, pa-
ra moverle a mayor gloria divina»
(Carta 123; MI Epp. 1, 386-387 [p. 784]).
«Uno una noche ruegue a todos los otros para que le co-
rrijan en todo lo que les pareciere; y el que así fuere co-
rregido no replique, si no le dijeren que dé razón de la cau-
sa por la cual ha sido corregido.
El segundo haga lo mismo otra noche; y así consi-
guientemente para ayudarse todos en mayor caridad y en
mayor buen odor de todas partes.
A la mañana proponer, y dos veces examinarnos en el
día.
Esta orden se comience dentro de cinco días después
que fuéremos en Trento. Amén»
(Carta 123; MI Epp. 1, 389 [p. 786]).
Comunicación en la actividad pastoral
Conversar con los interlocutores indicados
«Así como hace daño el hablar mal en ausencia de los ma-
yores a la gente menuda, así puede hacer provecho hablar
- 31 -
de las malas costumbres a las mismas personas que pue-
den remediarlas» (EE 362).
Comunicación entre superiores y subditos
Comunicación entre superiores y subditos
«1. El que ha de tratar con superior, traiga las cosas diges-
tas y miradas por sí, o comunicadas con otros, según que
fueren de más o menos importancia. Con esto, en las co-
sas mínimas o de mucha priesa, faltando tiempo para mi-
rar o conferir, se deja a su buena discreción, si, sin comu-
nicarlas o mucho mirarlas, deba representarlas al superior,
o no.
2. Así digestas y miradas, propóngalas, diciendo: este
punto se ha mirado por mí, o con otros, según que fuere; y
ocurríame o mirábamos si sería bien así o así. Y nunca di-
ga al superior, tratando con él: esto o aquello es o será bien
ansí; mas dirá condicionalmente si es o si será.
3. Así propuestas las cosas, del superior será determi-
nar o esperar tiempo para mirar en ellas, o remitirlas a
quien o a quienes las han mirado; o nombrar otros que mi-
ren en ellas o determinen, según que la cosa fuere más o
menos importante o difícil.
4. Si a la determinación del superior, o lo que él toca-
re, replicare alguna cosa que bien le parezca, tornando el
superior a determinar, no haya réplica ni razones algunas
por entonces.
- 32 -
5. Si, después de así determinado el superior, sintiese
el que trata con él que otra cosa sería más conveniente, o
se le representase con fundamento alguno, aunque sus-
pendiese el sentir, después de tres o cuatro horas, o otro
día, puede representar al superior si sería bien esto o aque-
llo; guardando siempre tal forma de hablar y términos, que
no haya ni parezca disensión ni alteración alguna, ponien-
do silencio a lo que fuere determinado en aquella hora.
6. Con esto, aunque sea la cosa determinada una y dos
veces, de ahí a un mes o tiempo más largo, puede repre-
sentar asimismo lo que siente o le ocurriere por la orden ya
dicha; porque la experiencia con el tiempo descubre mu-
chas cosas, y también hay variedad en ellas con el mismo.
7. ítem, se acomode el que trata a la disposición y po-
tencias naturales del superior, hablando distinto y con voz
inteligible, y claro, y a tiempos que le sean oportunos,
cuando fuere posible»
(Carta 5400a; MI Epp. 9, 90-91 [pp. 1058-1059]).
Comunicación escrita: «viniendo a los particulares...»
«Es necesario que, para escribir prudentemente, procure
de conocer la persona a quien se escribe, y advertir sus
cualidades, para conformarse a ellas en lo que se puede,
ahora sea de fuera de la Compañía, ahora della. Si es de
fuera, la prudencia dicta que a personas en lo temporal
grandes, se escriba con más reverencia; a difíciles y áspe-
ras, con más blandura y más retenidamente; a rudas y gro-
seras, más abiertamente; a ingeniosos, con más diligencia;
- 33 -
a doctos, con más sabor de doctrina; a ocupados, breve; a
desocupados, más largamente, si quisiere; a personas ale-
gres, más alegremente; a humanas, más sin escrúpulo; a
severos, con más severidad; a tristes, con demostración de
tristeza; a ciertos amigos, con más confianza; a inciertos,
más recatadamente, y con los tales por letras breves es de
tentar su voluntad, demostrándoles amor, etc.; a iguales,
con más familiaridad; a poco conocidos, con respeto y
graciosamente, sin demasiado bajarse; a inferiores, con
mucha humanidad, no como de lugar alto, sino igual o in-
ferior, etc. Y adviértase que comúnmente en las primeras
cartas es necesario más miramiento, en especial con las
personas no conocidas; y procúrese que parezca la causa
que mueve a escribirles, pía» (AHSI 29 [1960], p. 317).
Oír largo y con gusto
«En el negociar con todos, y máxime con iguales o meno-
res según dignidad o autoridad, hablar poco y tarde, oír
largo y con gusto, oyendo largo hasta que acaben de ha-
blar lo que quieren, después respondiendo a las partes que
fueren, dar fin, despidiéndose; si replicaren, cortando las
réplicas cuanto pudiere; la despedida presta y graciosa»
(Carta 32; MI Epp. 1, 179 [p. 752]).
Comunicación con personas de diferentes caracteres
«Para conversar y venir en amor de algunos grandes o ma-
yores en mayor servicio de Dios nuestro Señor, mirar pri-
mero de qué condición sea y haceros della, es a saber: si
es colérico y habla de presto y regocijado, tener alguna
- 34 -
manera en conversación su modo en buenas y santas co-
sas, y no mostrarse grave, flemático o melancólico. Que a
natura son recatados, tardos en hablar, graves y pesados en
sus conversaciones, tomar el modo dellos con ellos, por-
que aquello es lo que les agrada: "Me he hecho todo a to-
dos" (1 Corintios 9,22).
Es de advertir que, si uno es de complexión colérico y
conversa con otro colérico, si no son en todo de un mismo
espíritu, hay grandísimo peligro que no desconcierten en
sus conversaciones sus pláticas; por tanto, si uno conoce
ser de complexión colérica, debe de ir, aun en todos los
particulares cerca conversar con otros, si es posible, mu-
cho armado con examen o con otro acuerdo de sufrir y no
se alterar con el otro, máxime si lo conoce enfermo. Si
conversare con flemático o melancólico, no hay tanto pe-
ligro de desconcertar por vía de palabras precipitadas»
(Carta 32; MI Epp. 1, 179-180 [pp. 752-753]).
Carácter público de la conversación
«En todas conversaciones, máxime en poner paz y en plá-
ticas espirituales, estar advertidos, haciendo cuenta que to-
do lo que se habla puede o verná en público»
(Carta 32; MI Epp. 1, 180 [p. 753]).
- 35 -
3
ORAR
«La facilidad para unirse a Dios»
¿Qué es lo característico de la comprensión y la praxis de la
oración de Ignacio? Lo más llamativo y lo más significativo,
desde el punto de vista de la historia de la piedad, es la
amplitud de su comprensión de la oración. El dicho que
mejor lo expresa es éste: «Buscar y hallar a Dios en todas
las cosas». Y con ello se refiere literalmente a todo: en el
pensar, en el hablar, en el trabajar, en el descanso, en la cele-
bración de los sacramentos, en la oración, etcétera. Todo es
y se hace oración en la medida en que está dirigido interior-
mente a Dios y es expresión de una entrega llena de amor.
De este modo, la persona puede ser «contemplativa en la
acción».
Desde aquí se comprende que Ignacio no insista rígida-
mente en determinadas formas de oración. Él está conven-
cido de que el modo de orar mejor para cada individuo es
aquel «donde Dios nuestro Señor más se comunica». Y, por
consiguiente, hay que probar diferentes modos.
No obstante, insiste en que la persona tiene que some-
terse a un proceso de liberación del yo, es decir, tiene que
morir a esa temerosa obsesión por el yo que hace que tam-
bién en la oración dé vueltas sólo alrededor de sí misma,
37 -
para que surja una nueva vida. Ahí radica el verdadero valor
del concepto medieval de la mortificación, que ha sido obje-
to de falsas interpretaciones. Ignacio toma como referente
la experiencia de Jesús en el huerto de los Olivos: «Padre,
aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya» (Lucas 22,42).
* * *
Grados de oración:
«donde Dios nuestro Señor más se comunica»
«Es mucho mejor [...] buscar más inmediatamente al
Señor de todos, es a saber, sus santísimos dones, así como
una infusión o gotas de lágrimas, agora sea, 1.°, sobre los
propios pecados o ajenos; agora sea, 2.°, en los misterios
de Cristo nuestro Señor en esta vida o en la otra; agora sea,
3.°, en consideración o amor de las personas divinas; y
tanto son de mayor valor y precio, cuanto son en pensar y
considerar más alto. Y aunque en sí el 3.° sea más perfec-
to que el 2.°, y el 2.° más que el primero, aquella parte es
mucho mejor para cualquier individuo, donde Dios nues-
tro Señor más se comunica mostrando sus santísimos
dones y gracias espirituales, porque ve y sabe lo que más
le conviene, y como quien todo lo sabe, le muestra la vía;
y nosotros para hallarla, mediante su gracia divina, ayuda
mucho buscar y probar por muchas maneras para caminar
por la "que le es más declarada", más feliz y bienaventu-
rada en esta vida [...]»
(Carta 466; MI Epp. 2, 235-236 [pp. 831-832]).
- 38 -
Hallar a Dios en todas las cosas (carta escrita
por el secretario Polanco, por comisión de Ignacio)
«Cuanto a la oración y meditación, no habiendo necesidad
especial por tentaciones, como dije, molestas o peligrosas,
veo que más aprueba procurar en todas cosas que hombre
hace hallar a Dios, que dar mucho tiempo junto a ella. Y
este espíritu desea ver en los de la Compañía: que no
hallen (si es posible) menos devoción en cualquiera obra
de caridad y benevolencia que en la oración o meditación;
pues no deben hacer cosa alguna sino por amor y servicio
de Dios nuestro Señor; y en aquello se debe hallar cada
uno más contento que le es mandado, pues entonces no
puede dudar que se conforma con la voluntad de Dios
nuestro Señor» (Carta 1848; MI Epp. 3, 502).
«De otras cosas a tiempos se sirve Dios
más que de la oración»
«Sería bien que mirase que no sólo se sirve Dios del hom-
bre cuando ora; que, si así fuese, serían cortas, si fuesen
las oraciones de menos de 24 horas al día, si se pudiese,
pues todo hombre se debe dar, cuando enteramente pudie-
re, a Dios. Pero es así que de otras cosas a tiempos se sirve
más que de la oración, y tanto que por ellas la oración
huelga él se deje, cuánto más que se abrevie. Así que "con-
viene orar siempre y no desfallecer"; mas bien entendién-
dolo, como los santos y doctores lo entienden»
(MI Epp. 12, App. 6, 3, 652 [p. 859]).
- 39 -
Examen de conciencia diario
y amor al prójimo como oración
«Primero, no os olvidéis de poner cuidado en conservar y
acrecentar el buen espíritu, y haced todos los días el exa-
men de conciencia; y si podéis, oíd misa y atended a las
devociones acostumbradas, aunque se pueden abreviar
para ayudar al prójimo, porque es oración lo que por él se
hace» (Carta 2926; MI Epp. 4, 456-457 [orig. it.).
Recreación como oración
«Usad muy moderadamente todo ejercicio mental, haced
cuenta que la recreación exterior ordenada [...] es oración,
y que en ella agradáis a Dios nuestro Señor, cuya gracia
siempre abunde en vuestra alma»
(Carta 4351; MI Epp. 6, 587 [p. 999]).
También la oración corta es oración
«Que oración de una y dos horas no es oración, y que son
menester más horas, es mala doctrina, contra lo que han
sentido y practicado los santos»
(MI Epp. 12, App. 6, 3, 651 [p. 858]).
«Mortificación» y engaños en la oración
«Y por fin concluyó: "[A] un verdaderamente mortificado
bástale un cuarto de hora para se unir a Dios en oración".
Y no sé si entonces añadió sobre este mismo tema lo que
le oímos decir otras muchas veces: que de cien personas
muy dadas a la oración, noventa serían ilusas»
{Mein. 196 [p. 1491).
- 40 -
Papel fundamental de la «mortificación».
Elogio de la oración que tiene «a Dios
siempre ante los ojos»
«Al día siguiente, hablándome el Padre de lo mismo, y
contándome las prolongadas oraciones que había hecho,
me decía que, a su juicio, no podía haber mayor error en
las cosas espirituales que querer dirigir a los otros según
uno mismo; y después me añadió que de cien que se entre-
guen a largas oraciones y penitencias, la mayor parte cae-
rán ordinariamente en grandes inconvenientes; se refería
sobre todo el Padre a la dureza de juicio; por eso el Padre
ponía como fundamento de todo la mortificación y abne-
gación de voluntad. [...]
Sin embargo, el Padre alaba mucho la oración, como
he observado yo mismo muchas veces, especialmente la
que se hace teniendo a Dios siempre ante los ojos»
(Mem. 256 [pp. 181-182]).
Efectos de la oración: lágrimas, consuelo,
ser uno con Dios
«Mi querido Padre, "el corazón obstinado tendrá mal fin"
(Eclesiástico 3,27), pero el corazón deseoso de la ayuda de
las almas, como el de Vuestra Reverencia, y del servicio
divino, no puede llamarse duro; y teniendo, en la voluntad
y en la parte superior del ánima, compasión de las mise-
rias del prójimo, queriendo socorrer de su parte, y hacien-
do el oficio de hombre que tal voluntad eficaz tiene en pro-
curar los medios, no son necesarias otras lágrimas ni otra
41
ternura de corazón. Y aunque algunos lo tengan, por ser tal
su natural que el afecto del alma superior redunda fácil-
mente en la inferior, o porque Dios nuestro Señor les da tal
derretirse en lágrimas, porque ve que les conviene, no por
eso tienen mayor caridad, ni son más eficaces que otros
que no tienen tales lágrimas; aunque no tienen menor
afecto en la parte superior, e.d., voluntad tan fuerte y efi-
caz (la cual es acto propio de la caridad) para el servicio
divino y bien de las almas, como los que abundan en lágri-
mas. Digo además a V. R. (como lo siento) que a algunos,
aunque estuviese en mi mano darles las lágrimas, no se las
daría, porque no les ayudan a la caridad y les causan daño
al cuerpo y a la cabeza, y en consecuencia impiden cual-
quier ejercicio de caridad. Así que no se dé pena V. R. por
la falta de lágrimas externas, y conserve su voluntad buena
y eficaz, mostrada en obras, que esto basta para la perfec-
ción propia, ayuda del prójimo y servicio de Dios»
(Carta 3924; MI Epp. 5, 714 [p. 968]).
Felicidad del ser humano liberado del yo
«Considerando que las personas, saliendo de sí y entrando
en su Criador y Señor, tienen asidua advertencia, atención
y consolación, y sentir cómo todo nuestro bien eterno sea
en todas cosas criadas, dando a todas ser, y conservando
en él con infinito ser y presencia»
(Carta 101; MI Epp. 1, 339 [pp. 779-780]).
- 42 -
No es posible una ininterrumpida y plena conciencia
de Dios
«Parece imposible, según el curso común, aun de los muy
espirituales y santos, porque tal presencia [de Dios] re-
quiere actual consideración de entendimiento y fija, antes
inmovible, lo cual repugna al estado de la vía; quejándose
aun los muy devotos siervos de Dios de las evagaciones e
instabilidad del entendimiento»
(MI Epp. 12, App. 6, 3, 648-649 [p. 856]).
¿Melancolía? No después de un cuarto de hora de oración
«Aconsejándole una vez el médico que no cayese en
depresión, que le haría daño, dijo después el Padre: "Yo he
pensado en qué cosa me podía dar malencolía, y no hallé
cosa ninguna, sino si el papa deshiciese la Compañía del
todo: y aun con esto, yo pienso que, si un cuarto de hora
me recogiese en oración, quedaría tan alegre y más que
antes"» (Mem. 182 [p. 143]).
Cuidado con los esfuerzos compulsivos
del entendimiento y el cuerpo
«Toda meditación en la cual trabaja el entendimiento hace
fatigar el cuerpo; otras meditaciones ordenadas y descan-
sadas, las cuales son aplicables al entendimiento y no tra-
bajosas a las partes interiores del ánimo, que se hacen sin
poner fuerza interior ni exterior, éstas no fatigan al cuerpo,
mas hacen descansar [...]»
(Carta 8; MI Epp. 1, 108 [pp. 734-735]).
- 43 -
La virtud es más importante
que los sentimientos de devoción
«Cuanto a la ceguedad o aridez de espíritu, que le parece
encontrar en sí, puede fácilmente proceder de la descon-
fianza o pusilanimidad, y consiguientemente curarse con
lo contrario; y sobre todo se acuerde Vuestra Reverencia
que Dios busca en nosotros las virtudes sólidas, como es
la paciencia, humildad, obediencia, abnegación de la
voluntad propia, caridad, es decir, buena voluntad de ser-
virle a Él y, por lo mismo, a los prójimos; que otras devo-
ciones las concede su providencia cuando ve que es con-
veniente; pero como no son cosas sustanciales, no hacen
perfecto al hombre cuando abundan, ni tampoco imper-
fecto cuando faltan.
Y no más diré de esto, sino rogar a Jesucristo Señor
nuestro sea siempre en ayuda nuestra y favor de todos
nosotros» (Carta 4020; MI Epp. 6, 110 [p. 972]).
El hablar de Dios -«sin ruido alguno de voces»—
acogido con humildad
«Acaece que muchas veces el Señor nuestro mueve y fuer-
za a nuestra ánima a una operación o a otra abriendo nues-
tra ánima; es a saber, hablando dentro della sin ruido algu-
no de voces, alzando toda a su divino amor, y nosotros a
su sentido, aunque quisiéramos, no pudiendo resistir; y el
sentido suyo que tomamos, necesario es conformarnos
con los mandamientos, preceptos de la Iglesia y obedien-
cia de nuestros mayores, y lleno de toda humildad, porque
el mismo espíritu divino es en todo»
(Carta 7; MI Epp. 1, 105 [p. 733]).
- 44 -
La señal de la cruz
«Para hacer la señal de la santa cruz ponemos la mano en
la cabeza, que significa Dios Padre, el cual no procede de
nadie; cuando ponemos la mano en el vientre, significa su
Hijo, nuestro Señor, el cual procede del Padre, y vino
hasta el vientre de la sacratísima Virgen María; cuando
ponemos la mano de un lado al otro significa el Espíritu
Santo, el cual procede del Padre y del Hijo; cuando pone-
mos las manos juntas, significa que las tres personas son
una verdadera esencia; cuando ponemos la cruz en la boca
significa que en Jesús, nuestro Salvador y Redentor, está
el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, un solo Dios nues-
tro creador y señor, y que la divinidad nunca fue separada
del cuerpo de Cristo en su muerte» («Suma de las predi-
caciones del Maestro Ignacio sobre la doctrina cristiana»;
MI Epp. 12, App. 6, 10, 667 [orig. it.).
- 45 -
4
EJERCICIOS
«Todo lo mejor...»
Ignacio escribe en una carta que los Ejercicios son «todo lo
mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender,
así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo como pa-
ra poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos»
(Carta 10; MI Epp. 1, 113 [p. 736]). Gracias a los Ejercicios
Espirituales, reconocidos por la Iglesia en 1548, ha prestado
a lo largo de varios siglos una ayuda decisiva a muchas per-
sonas en su camino de fe.
Los Ejercicios son un camino de meditación y ejercita-
ción espiritual en que la persona se confía por entero a la vo-
luntad amorosa de Dios, tal y como ésta se regala al mundo
en Jesucristo. El ejercitante se deja liberar y transformar en
este camino y configura su vida en el servicio al prójimo co-
mo respuesta al amor de Dios. Ignacio caracteriza breve-
mente lo que sucede en los Ejercicios con estas expresio-
nes: «ordenar su vida», el Señor se comunica «a la su ánima
devota, abrazándola en su amor».
En los Ejercicios ignacianos hay momentos de ejercita-
ción, de experiencia espiritual, de orientación según la vo-
- 47 -
luntad amorosa de Dios, de liberación de la confusión del yo;
y en ellos están presentes también la oración, la fuerza del
silencio, el diálogo del acompañamiento diario y la configu-
ración de la propia vida desde la relación con Jesucristo y su
Evangelio. Del mismo modo que uno no se sacia con la lec-
tura de una receta, tampoco se sacia con la lectura del libro
de los Ejercicios, que fue escrito ante todo para la persona
que los da, no para el ejercitante.
* * *
De las anotaciones introductorias
en el libro de los Ejercicios
Sentido de los Ejercicios
«Anotaciones para tomar alguna inteligencia en los ejerci-
cios espirituales que se siguen, y para ayudarse, así el que
los ha de dar como el que los ha de recibir. La primera
anotación es que por este nombre, ejercicios espirituales,
se entiende todo modo de examinar la conciencia, de me-
ditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras es-
pirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque
así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corpo-
rales, por la misma manera, todo modo de preparar y dis-
poner el ánima para quitar de sí todas las afecciones de-
sordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la
voluntad divina en la disposición de su vida para la salud
del ánima, se llaman ejercicios espirituales» (EE 1).
- 48 -
Indicaciones prudentes y sobrias
«La persona que da a otro modo y orden para meditar o
contemplar debe narrar fielmente la historia de la tal con-
templación o meditación, discurriendo solamente por los
puntos, con breve o sumaria declaración; porque la perso-
na que contempla, tomando el fundamento verdadero de la
historia, discurriendo y raciocinando por sí mismo, y ha-
llando alguna cosa que haga un poco más declarar o sen-
tir la historia, quier por la raciocinación propia, quier sea
en cuanto el entendimiento es ilucidado por la virtud divi-
na, es de más gusto y fruto espiritual que si el que da los
ejercicios hubiese mucho declarado y ampliado el sentido
de la historia; porque no el mucho saber harta y satisface
al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente»
(EE 2).
Actitud de «grande ánimo y liberalidad»
«Al que recibe los ejercicios mucho aprovecha entrar en
ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador y
Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su
divina majestad, así de su persona como de todo lo que tie-
ne, se sirva conforme a su santísima voluntad» (EE 5).
Animar en la desolación
«El que da los ejercicios, si ve al que los recibe que está
desolado y tentado, no se haya con él duro ni desabrido,
mas blando y suave, dándole ánimo y fuerzas para adelan-
te, y descubriéndole las astucias del enemigo de natura hu-
- 49 -
mana, y haciéndole preparar y disponer para la consola-
ción ventura» (EE 7).
Libertad para el que recibe los Ejercicios
e inmediatez de Dios
«El que da los ejercicios no debe mover al que los recibe
más a pobreza ni a promesa que a sus contrarios, ni a un es-
tado o modo de vivir que a otro. [...] En los tales ejercicios
espirituales, más conveniente y mucho mejor es, buscando
la divina voluntad, que el mismo Criador y Señor se co-
munique a la su ánima devota, abrazándola en su amor y
alabanza, y disponiéndola por la vía que mejor podrá ser-
virle adelante. De manera que el que los da no se decante
ni se incline a la una parte ni a la otra; mas estando en me-
dio, como un peso, deje inmediate obrar al Criador con la
criatura, y a la criatura con su Criador y Señor» (EE 15).
Acercamiento a Dios en la soledad
«Cuanto más nuestra ánima se halla sola y apartada, se ha-
ce más apta para se acercar y llegar a su Criador y Señor;
y cuanto más así se allega, más se dispone para recibir gra-
cias y dones de la su divina y suma bondad» (EE 20).
Textos clave de los Ejercicios
Finalidad de los Ejercicios
«Ejercicios espirituales para vencer a sí mismo y ordenar
su vida, sin determinarse por afección alguna que desor-
denada sea» (EE 21).
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Cultura del diálogo
«Para que así el que da los ejercicios espirituales, como el
que los recibe, más se ayuden y se aprovechen, se ha de
presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a
salvar la proposición del próximo que a condenarla; y si
no la puede salvar, inquira cómo la entiende; y si mal la
entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos
los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se
salve» (EE 22).
Fundamento y finalidad de los Ejercicios
«Principio y fundamento.
El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y
servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su áni-
ma; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas
para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del
fin para que es criado. De donde se sigue que el hombre
tanto ha de usar dellas cuanto le ayudan para su fin, y tan-
to debe quitarse dellas cuanto para ello le impiden.
Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas
las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad
de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal ma-
nera, que no queramos de nuestra parte más salud que en-
fermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida
larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás.
Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce
para el fin que somos criados» (EE 23).
- 51 -
Reforma de la propia vida y libertad del yo
«Para enmendar y reformar la propia vida y estado.
Es de advertir que, acerca de los que están constituidos
en prelatura o en matrimonio (quier abunden mucho de los
bienes temporales, quier no), donde no tienen lugar o muy
pronta voluntad para hacer elección de las cosas que caen
debajo de elección mutable, aprovecha mucho, en lugar de
hacer elección, dar forma y modo de enmendar y reformar
la propia vida y estado de cada uno dellos; es a saber, po-
niendo su creación, vida y estado para gloria y alabanza de
Dios nuestro Señor y salvación de su propia ánima. Para
venir y llegar a este fin, debe mucho considerar y ruminar
por los ejercicios y modos de eligir, según que está decla-
rado, cuánta casa y familia debe tener, cómo la debe regir
y gobernar, cómo la debe enseñar con palabra y con ejem-
plo; asimismo de sus facultades, cuánta debe tomar para
su familia y casa, y cuánta para dispensar en pobres y en
otras cosas pías, no queriendo ni buscando otra cosa algu-
na sino, en todo y por todo, mayor alabanza y gloria de
Dios nuestro Señor. Porque piense cada uno que tanto se
aprovechará en todas cosas espirituales cuanto saliere de
su propio amor, querer y interese» (EE 189).
Indicaciones para la meditación y la oración
El examen de conciencia general
«Modo de hacer el examen general, y contiene en sí cinco
puntos.
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El primer punto es dar gracias a Dios nuestro Señor
por los beneficios recibidos.
El segundo, pedir gracia para conocer los pecados, y
lanzallos.
El tercero, demandar cuenta al ánima desde la hora que
se levantó hasta el examen presente, de hora en hora o de
tiempo en tiempo; y primero del pensamiento, y después
de la palabra, y después de la obra; por la misma orden
que se dijo en el examen particular.
El cuarto, pedir perdón a Dios nuestro Señor de las
faltas.
El quinto, proponer enmienda con su gracia. Pater nos-
ter» (EE 43).
«La sólita oración preparatoria»
«La oración preparatoria es pedir gracia a Dios nuestro
Señor para que todas mis intenciones, acciones y opera-
ciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza
de su divina majestad» (EE 46).
Coloquio de la oración
«Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en
cruz, hacer un coloquio; cómo de Criador es venido a ha-
cerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a
morir por mis pecados. Otro tanto, mirando a mí mismo,
- lo que he hecho por Cristo,
- lo que hago por Cristo,
- lo que debo hacer por Cristo;
- 53 -
y así, viéndole tal, y así colgado en la cruz, discurrir por lo
que se ofreciere» (EE 53).
«El coloquio se hace, propiamente hablando, así como un
amigo habla a otro, o un siervo a su señor; cuándo pidien-
do alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho,
cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en
ellas. Y decir un Pater noster» (EE 54).
Petición antes de las contemplaciones
de la Sagrada Escritura
«Demandar lo que quiero; será aquí demandar conoci-
miento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre,
para que más le ame y le siga» (EE 104).
Conformidad interna en la oración
«Ante de entrar en la oración repose un poco el espíritu,
asentándose o paseándose, como mejor le parecerá, consi-
derando a dónde voy y a qué. Y esta misma adición se ha-
rá al principio de todos modos de orar» (EE 239).
El segundo modo de orar:
permanecer en la contemplación de cada palabra
«El segundo modo de orar es que la persona, de rodillas o
asentado, según la mayor disposición en que se halla y
más devoción le acompaña, teniendo los ojos cerrados o
hincados en un lugar, sin andar con ellos variando, diga
Pater; y esté en la consideración desta palabra tanto tiem-
po cuanto halle significaciones, comparaciones, gustos y
- 54 -
consolación en consideraciones pertinentes a la tal pala-
bra; y de la misma manera haga en cada palabra del Pater
noster, o de otra oración cualquiera que desta manera qui-
siere orar» (EE 252).
El tercer modo de orar
«Tercer modo de orar será por compás.
La adición será la misma que fue en el primero y se-
gundo modo de orar.
La oración preparatoria será como en el segundo mo-
do de orar.
El tercero modo de orar es que con cada un anhélito o
resollo se ha de orar mentalmente, diciendo una palabra
del Pater noster, o de otra oración que se rece, de manera
que una sola palabra se diga entre un anhélito y otro, y
mientras durare el tiempo de un anhélito a otro, se mire
principalmente en la significación de la tal palabra, o en la
persona a quien reza, o en la bajeza de sí mismo, o en la
diferencia de tanta alteza a tanta bajeza propia; y por la
misma forma y regla procederá en las otras palabras del
Pater noster; y las otras oraciones, es a saber, Ave María,
Anima Christi, Credo y Salve Regina, hará según que sue-
le» (EE 258).
Punto culminante de la espiritualidad de los Ejercicios
«Contemplación para alcanzar amor.
Nota. Primero conviene advertir en dos cosas.
- La primera es que el amor se debe poner más en las
obras que en las palabras.
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- La segunda: el amor consiste en comunicación de las
dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al
amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el
contrario, el amado al amante. De manera que si el uno tie-
ne ciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y
así el otro al otro.
Oración sólita.
Primer preámbulo es composición; que es aquí ver có-
mo estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de
los santos interpelantes por mí.
El segundo, pedir lo que quiero; será aquí pedir cono-
cimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, ente-
ramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su
divina majestad.
El primer punto es traer a la memoria los beneficios re-
cibidos de creación, redención y dones particulares, pon-
derando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro
Señor por mí, y cuánto me ha dado de lo que tiene, y con-
sequenter [de donde se deduce que] el mismo Señor desea
dárseme en cuanto puede, según su ordenación divina. Y
con esto reflectir en mí mismo, considerando con mucha
razón y justicia lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar a
la su divina majestad, es a saber, todas mis cosas y a mí
mismo con ellas, así como quien ofrece afectándose mu-
cho: "Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memo-
ria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y
mi poseer; Vos me lo distes, a Vos, Señor, lo torno; todo es
- 56
vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro
amor y gracia, que ésta me basta".
El segundo, mirar cómo Dios habita en las criaturas:
- en los elementos dando ser,
- en las plantas vegetando,
- en los animales sensando,
- en los hombres dando entender,
y así en mí
- dándome ser,
- animando,
- sensando,
- y haciéndome entender.
- Asimismo haciendo templo de mí, seyendo criado
a la similitud y imagen de su divina majestad.
Otro tanto reflictiendo en mí mismo, por el modo que
está dicho en el primer punto, o por otro que sintiere me-
jor. De la misma manera se hará sobre cada punto que se
sigue.
El tercero, considerar cómo Dios trabaja y labora por
mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra, id est,
habet se ad modum laborantis [es decir, se comporta co-
mo un "obrero"]. Así como en los cielos, elementos, plan-
tas, frutos, ganados, etc.; dando ser, conservando, vege-
tando y sensando, etc. Después reflectir en mí mismo.
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El cuarto, mirar cómo todos los bienes y dones des-
cienden de arriba, así como la mi medida potencia de la
suma y infinita de arriba, y así justicia, bondad, piedad,
misericordia, etc.; así como del sol descienden los rayos,
de la fuente las aguas, etc. Después acabar reflictiendo en
mí mismo, según está dicho.
Acabar con un coloquio y un Pater noster»
(EE 230-237).
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5
DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS
«La discreta caridad»
«Discreta caridad» no significa en Ignacio un amor que tema
la luz pública. La expresión quiere decir que el amor es «un
amor que discierne» [discreta chantas), que pregunta siem-
pre por lo que es realmente bueno para una relación o para
una actividad. Lo que veo ante mí como posibilidad de en-
cuentro y de actuación ¿corresponde al magis en la direc-
ción de la fe, la esperanza y el amor, o tiene más del gusto
de la desconfianza, la resignación y el egoísmo?
Ignacio ofrece desde su propia experiencia, sobre todo
en los Ejercicios, una cantidad de ayudas y reglas de expe-
riencia para examinar de dónde proceden las motivaciones
interiores, los fines que se persiguen y las mociones. En es-
te discernimiento intervienen todos los planos de la perso-
na: conocimiento profundo más íntimo, meditación y consi-
deración racional, y especialmente también la sensibilidad
para las mociones interiores. En este contexto se habla a
menudo de «consolación» y «desolación».
En la formulación «discreta caridad» o «caridad ordena-
da» se expresa tanto la unión fundamental con el Evangelio
de Jesús, cuyo centro es el amor, como la acentuación es-
pecífica de la espiritualidad ignaciana.
- 59 -
Espíritu Santo
«El medio para gustar con el afecto y ejecutar con suavi-
dad lo que la razón dicta que es a mayor servicio y gloria
divina, el Espíritu Santo le enseñará mejor que otro nin-
guno; aunque es verdad que, para seguir las cosas mejores
y más perfectas, suficiente moción es la de la razón; y la
otra de la voluntad, aunque no preceda la determinación y
ejecución, podría fácilmente seguirla, remunerando Dios
nuestro Señor la confianza que en su providencia se tiene,
y la resignación de sí mismo entera y abnegación de sus
propias consolaciones, con mucho contentamiento y gus-
to y tanto mayor abundancia de espiritual consolación,
cuanto menos se pretiende y más puramente se busca su
gloria y beneplácito»
(Carta 6327; MI Epp. 11, 184-185 [p. 1086]).
Cristo como consolador
«Mirar el oficio de consolar que Cristo nuestro Señor trae,
y comparando cómo unos amigos suelen consolar a otros»
(EE 224).
De las reglas de discernimiento de las mociones
interiores para la primera semana de Ejercicios
Estrategias contrarias del buen espíritu y del malo
(primera regla)
«En las personas que van de pecado mortal en pecado
mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles
- 60 -
placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y pla-
ceres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus
vicios y pecados. En las cuales personas el buen espíritu
usa contrario modo, punzándoles y remordiéndoles las
conciencias por el sindérese de la razón» (EE 314).
Lo que significa la consolación (tercera regla)
«Finalmente, llamo consolación todo aumento de esperan-
za, fe y caridad, y toda leticia interna, que llama y atrae a
las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, quie-
tándola y pacificándola en su Criador y Señor» (EE 316).
Desolación (cuarta regla)
«Llamo desolación todo el contrario [...], así como oscuri-
dad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas bajas
y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones,
moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándo-
se toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Cria-
dor y Señor» (EE 317).
«En tiempo de desolación nunca hacer mudanza»
(quinta regla)
«En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas es-
tar firme y constante en los propósitos y determinación en
que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la
determinación en que estaba en la antecedente consola-
ción. Porque, así como en la consolación nos guía y acon-
seja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con
- 61 -
cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar»
(EE318).
Medidas contra la desolación (sexta regla)
«Mucho aprovecha el intenso mudarse contra la misma
desolación, así como es en instar más en la oración, medi-
tación, en mucho examinar, y en alargarnos en algún mo-
do conveniente de hacer penitencia» (EE 319).
Gracia en la desolación (séptima regla)
«El que está en desolación considere cómo el Señor le ha
dejado en prueba, en sus potencias naturales, para que re-
sista a las varias agitaciones y tentaciones del enemigo;
pues puede con el auxilio divino, el cual siempre le queda,
aunque claramente no lo sienta; porque el Señor le ha abs-
traído su mucho hervor, crecido amor y gracia intensa,
quedándole tamen gracia suficiente para la salud eterna»
(EE 320).
Tomar fuerza de la consolación (décima regla)
«El que está en consolación piense cómo se habrá en la de-
solación que después vendrá, tomando nuevas fuerzas pa-
ra entonces» (EE 323).
«Poner mucho rostro contra las tentaciones»
(decimosegunda regla)
«[...] de la misma manera es propio del enemigo enflaque-
cerse y perder ánimo, dando huida sus tentaciones, cuan-
- 62 -
do la persona que se ejercita en las cosas espirituales pone
mucho rostro contra las tentaciones del enemigo, hacien-
do el opósito per diametrum [lo diametralmente opuesto]»
(EE 325).
Desenmascarar al enemigo que se esconde
(decimotercera regla)
«Asimismo se hace [el enemigo] como vano enamorado
en querer ser secreto y no descubierto. [...] De la misma
manera, cuando el enemigo de natura humana trae sus as-
tucias y suasiones a la ánima justa, quiere y desea que
sean recibidas y tenidas en secreto. Mas cuando las descu-
bre a su buen confesor, o a otra persona espiritual que co-
nozca sus engaños y malicias, mucho le pesa; porque co-
lige que no podrá salir con su malicia comenzada, en ser
descubiertos sus engaños manifiestos» (EE 326).
Atender a los propios puntos débiles
(decimocuarta regla)
«Asimismo se ha como un caudillo, para vencer y robar lo
que desea. Porque, así como un capitán y caudillo del
campo, asentando su real y mirando las fuerzas o disposi-
ción de un castillo, le combate por la parte más flaca, de la
misma manera el enemigo de natura humana, rodeando,
mira en torno todas nuestras virtudes teologales, cardina-
les y morales, y por donde nos halla más flacos y más ne-
cesitados para nuestra salud eterna, por allí nos bate y pro-
cura tomarnos» (EE 327).
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De las reglas de discernimiento
para la segunda semana de Ejercicios
Tentación al mal bajo la apariencia de bien
(cuarta regla)
«Propio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis
[se disfraza de ángel de luz], entrar con la ánima devota y
salir consigo. Es a saber, traer pensamientos buenos y san-
tos, conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco,
procura de salirse, trayendo a la ánima a sus engaños cu-
biertos y perversas intenciones» (EE 332).
Examinar el principio, medio y fin
de las mociones interiores (quinta regla)
«Debemos mucho advertir el discurso de los pensamien-
tos; y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado
a todo bien, señal es de buen ángel. Mas si en el discurso
de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala,
o distrativa, o menos buena que la que el ánima antes te-
nía propuesta de hacer, o la enflaquece, o inquieta, o con-
turba a la ánima, quitándola su paz, tranquilidad y quietud,
que antes tenía, clara señal es proceder de mal espíritu,
enemigo de nuestro provecho y salud eterna» (EE 333).
Estrategia espiritual contraria
«La ánima que desea aprovecharse en la vida espiritual,
siempre debe proceder contrario modo que el enemigo pro-
cede. Es a saber, si el enemigo quiere engrosar la ánima,
procure de adelgazarse; asimismo, si el enemigo procura
de atenuarla, para traerla en extremo, la ánima procure so-
lidarse en el medio, para en todo quietarse» (EE 350).
- 64 -
6
ASCESIS
«Ejercicios espirituales...
para ayudarse»
La ascesis, es decir, el ejercitarse, fue para Ignacio un tema
que lo acompañó durante toda su vida. La vida humana con-
siste en aprender y ejercitar. El aprendizaje de actitudes fun-
damentales intelectuales y espirituales a través de ejercicios
concretos, también corporales, es una parte fundamental
del libro de los Ejercicios Espirituales.
El mismo Ignacio experimentó en su propio cuerpo la
ambigüedad de la ascesis. Dado que después de la conver-
sión quiso sobrepasar a los santos todo lo posible en los
ejercicios de penitencia, arruinó por mucho tiempo su salud
y estuvo casi a punto de suicidarse, porque aquellos ejerci-
cios no le permitían encontrar la ansiada paz interior. Enton-
ces empezó a «aprender de los errores», como él mismo di-
jo más tarde. Aprendió que no podía forzar la comunión con
Dios y que el trato espiritual directo con las personas era útil
para ellas, y a él le aportaba alegría. Con todo, la ascesis si-
guió siendo importante para él, pero la entendió cada vez
más como respuesta a todo lo que Dios ya le había regala-
do y como posibilidad de colaborar con Dios, siempre y
cuando él tratara de prepararse para tal colaboración. Contra
- 65 -
los excesos ascéticos recomienda una y otra vez la modera-
ción y la medida, y se remite al principio de la adaptación a
cada persona.
* * *
Actitudes fundamentales al ejercitarse
«Mirando a Dios nuestro Señor en todas las cosas, como
le place que yo haga, y teniendo por error confiar y espe-
rar en medios algunos o industrias en sí solos; y también
no teniendo por vía segura confiar el todo en Dios nuestro
Señor, sin quererme ayudar de lo que me ha dado, por pa-
recerme en el Señor nuestro que debo usar de todas dos
partes» (Carta 5736; MI Epp. 9, 626 [p. 1070]).
«Tanto siéndonos buena alguna cosa en esta vida, cuanto
nos ayuda para la otra eterna, y tanto mala cuanto nos es-
torba» (Carta 63; MI Epp. 1, 254 [p. 770]).
«Y nosotros para hallarla [la vía], mediante su gracia divi-
na, ayuda mucho buscar y probar por muchas maneras pa-
ra caminar por la "que le es más declarada"»
(Carta 466; MI Epp. 2, 236 [pp. 831-832]).
«En lo que toca a la oración, meditación y estudio, como
ni en la corporal ejercitación de ayunos, vigilias y otras as-
perezas o penitencias, sino aquella que la discreta caridad
les dictare, con que siempre el confesor y, habiendo dubio
en lo que conviene, el superior también, sea informado»
(Const. 582 [p. 241]).
- 66 -
«Pues el contentamiento que en esta vida puede haberse,
la experiencia muestra que se halla, no en los flojos, sino
en los que son fervientes en el servicio de Dios. [...] Así
que debríades animaros mucho a trabajar en vuestros loa-
bles ejercicios, pues aun en esta vida sentiréis el provecho
del fervor santo, no sólo en la perfección de vuestras áni-
mas, pero aun [en] el contentamiento de la presente vida»
(Carta 169; MI Epp. 1, 500 [pp. 798-799]).
«Como para un tiempo tenemos necesidad de unos ejerci-
cios, así espirituales como corporales, para otro diverso de
otros diversos» (Carta 466; MI Epp. 2, 233-234 [p. 830]).
«Porque en las obras, aunque pías, se quiere medida a fin
que se pueda continuar, lo que sería imposible si fueran
excesivamente fatigosas»
(Carta 6110; MI Epp. 10, 529 [p. 1075]).
«No haciendo caso alguno de cogitaciones malas, torpes o
sensuales, poquedades o tibiezas, cuando son contra vues-
tro querer; porque todo esto o parte de ello, que no vinie-
se, nunca lo alcanzó san Pedro ni san Pablo; mas, aunque
no del todo, alcánzase mucho con no hacer caso a ningu-
na cosa dellas» (Carta 8; MI Epp. 1, 109 [p. 735]).
Ejercitarse corporalmente
«Cuando la persona que se ejercita aún no halla lo que de-
sea, ansí como lágrimas, consolaciones, etc., muchas ve-
ces aprovecha hacer mudanza en el comer, en el dormir y
en otros modos de hacer penitencia; de manera que nos
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mudemos, haciendo dos o tres días penitencia, y otros dos
o tres no. Porque a algunos conviene hacer más penitencia,
y a otros menos. Y también porque muchas veces dejamos
de hacer penitencia por el amor sensual y por juicio erró-
neo, que el subyecto humano no podrá tolerar sin notable
enfermedad. Y algunas veces, por el contrario, hacemos
demasiado, pensando que el cuerpo pueda tolerar. Y como
Dios nuestro Señor en infinito conoce mejor nuestra natu-
ra, muchas veces en las tales mudanzas da a sentir a cada
uno lo que le conviene» (EE 89).
«Reglas para ordenarse en el comer.
Guardándose que no caiga en enfermedad, cuanto
más hombre quitare de lo conveniente, alcanzará más
presto el medio que debe tener en su comer y beber, por
dos razones:
La primera, porque así ayudándose y disponiéndose,
muchas veces sentirá más las internas noticias, consola-
ciones y divinas inspiraciones, para mostrársele el medio
que le conviene.
La segunda, si la persona se ve en la tal abstinencia, y
no con tanta fuerza corporal ni disposición para los ejerci-
cios espirituales, fácilmente vendrá a juzgar lo que con-
viene más a su sustentación corporal» (EE 213).
«Para quitar desorden mucho aprovecha que, después de
comer o después de cenar, o en otra hora que no sienta
apetito de comer, determine consigo para la comida o ce-
na por venir, y ansí consequenter [así sucesivamente] ca-
- 68 -
da día, la cantidad que conviene que coma; de la cual por
ningún apetito ni tentación pase adelante, sino antes, por
más vencer todo apetito desordenado y tentación del ene-
migo, si es tentado a comer más, coma menos» (EE 217).
«El Señor no os manda que hagáis cosas que en trabajo ni
detrimento de vuestra persona sean, mas antes quiere que
en gozo en El viváis, dando las cosas necesarias al cuerpo.
Y vuestro hablar, pensar y conversar sea en El, y en todas
las cosas necesarias al cuerpo para este fin»
(Carta 1; MI Epp. 1, 72 [p. 717]).
«Con el cuerpo sano podréis hacer mucho, con él enfermo
no sé qué podréis» (Carta 8; MI Epp. 1, 108 [p. 735]).
«Porque al cuerpo tanto debemos querer y amar cuanto
obedece y ayuda al ánima, y ella con la tal ayuda y obe-
diencia se dispone más al servicio y alabanza de nuestro
Criador y Señor. [...] Porque no solamente el ánima sea sa-
na, mas la mente seyendo sana en cuerpo sano, todo será
más sano y más dispuesto para mayor servicio divino»
(Carta 466; MI Epp. 2, 235-237 Lpp. 831-832]).
«Es a veces mayor mérito, para poder permanecer a la lar-
ga con fuerzas en el servicio divino, tomar alguna honesta
recreación de los sentidos que reprimirla»
(Carta 6699; MI Epp. 12, 152 [p. 1102]).
«Como no conviene cargar de tanto trabajo corporal que
se ahogue el espíritu y reciba daño el cuerpo, así algún
ejercicio corporal para ayudar lo uno y lo otro conviene
ordinariamente a todos, aun a los que han de insistir en los
mentales» (Const. 298 Lp. 152]).
- 69 -
Ejercitarse espiritualmente
Ayudas para meditar
«Adiciones para mejor hacer los ejercicios y para mejor
hallar lo que desea.
La primera adición es, después de acostado, ya que me
quiera dormir, por espacio de un Ave María pensar a la ho-
ra que me tengo de levantar, y a qué, resumiendo el ejer-
cicio que tengo de hacer.
La segunda, cuando me despertare, no dando lugar a
unos pensamientos ni a otros, advertir luego a lo que voy
a contemplar en el primer ejercicio de la media noche, tra-
yéndome en confusión de mis tantos pecados, poniendo
ejemplos, así como si un caballero se hallase delante de su
rey y de toda su corte, avergonzado y confundido en ha-
berle mucho ofendido, de quien primero recibió muchos
dones y muchas mercedes. Asimismo, en el segundo ejer-
cicio, haciéndome pecador grande y encadenado, es a sa-
ber, que voy atado como en cadenas a parecer delante del
sumo Juez eterno, trayendo en ejemplo cómo los encarce-
lados y encadenados, ya dignos de muerte, parecen delan-
te su juez temporal. Y con estos pensamientos vestirme, o
con otros, según subyecta materia [lo que quiero y deseo
en cada ejercicio].
La tercera, un paso o dos antes del lugar donde tengo
de contemplar o meditar, me pondré en pie, por espacio de
un Pater noster, alzado el entendimiento arriba, conside-
rando cómo Dios nuestro Señor me mira, etc.; y hacer una
reverencia o humillación.
- 70 -
La cuarta, entrar en la contemplación, cuándo de rodi-
llas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arri-
ba, cuándo asentado, cuándo en pie; andando siempre a
buscar lo que quiero. En dos cosas advertiremos: la pri-
mera es que, si hallo lo que quiero de rodillas, no pasaré
adelante; y si postrado, asimismo, etc.; la segunda, en el
punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin
tener ansia de pasar adelante hasta que me satisfaga.
La quinta, después de acabado el ejercicio, por espacio
de un cuarto de hora, quier asentado, quier paseándome,
miraré cómo me ha ido en la contemplación o meditación;
y si mal, miraré la causa donde procede y, así mirada, arre-
pentirme, para me enmendar adelante; y si bien, dando
gracias a Dios nuestro Señor; y haré otra vez de la misma
manera» (EE 73-77).
«Aprovechando a vosotros mismos en toda virtud, gran-
demente servís a los prójimos»
(Carta 169; MI Epp. 1, 509 [p. 805]).
«Todos tengan especial cuidado de guardar con mucha di-
ligencia las puertas de sus sentidos (en especial los ojos, y
oídos, y la lengua) de todo desorden»
(Const. 250 [p. 143]).
«[A] un verdaderamente mortificado bástale un cuarto de
hora para se unir a Dios en oración»
(Mem. 196 [p. 149]).
- 71 -
Peligros y límites de la ascesis
«Siendo tan duro consigo, podría fácilmente venir a serlo
demasiadamente con los que tiene a cargo; y aunque no
fuese otro que el ejemplo, podría hacer correr demasiada-
mente a algunos, y más cuanto mejores fuesen»
(Carta 4193; MI Epp. 6, 357 [p. 984]).
«Naturalmente, cuanto más se aparta la criatura racional
de las cosas materiales, su entendimiento se hace más es-
table en lo que aprende verdadero o falso, y a tales perso-
nas interviene muchas veces, en especial si humo de algu-
na pasión les ciega [...] tomar cosas dubias y aun falsas por
verísimas» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 640 [p. 849]).
«Que no solamente vienen las enfermedades espirituales
de causas frías, como es la tibieza, pero aun de calientes,
como es el demasiado fervor. [...] El nada en demasía [...]
débese en todo guardar. [...] A no tener esta moderación,
el bien se convierte en mal y la virtud en vicio, y síguense
muchos inconvenientes contrarios a la intención del que
así camina.
El primero, que no puede servir a Dios a la larga; co-
mo suele no acabar el camino el caballo muy fatigado en
las primeras jornadas, antes suele ser menester que otros
se ocupen en servirle a él.
El segundo, que no suele conservarse lo que así se ga-
na con demasiado apresuramiento.
El tercero, que no se curan de evitar el peligro de car-
gar mucho la barca; y es así que, aunque es cosa peligro-
- 72 -
sa llevarla vacía, porque andará fluctuando con tentacio-
nes, más lo es cargarla tanto que se hunda.
Cuarto. Acaece que, por crucificar el hombre viejo, se
crucifica el nuevo, no pudiendo por la flaqueza ejercitar
las virtudes»
(Carta 169; MI Epp. 1, 504-505 [pp. 801-802]).
«Siendo ella [el ánima] y el cuerpo de su Criador y Señor,
que de todo le diese buena cuenta, y para ello no dejase en-
flaquecer la natura corpórea, que, siendo ella flaca, la que
es interna no podrá hacer sus operaciones»
(Carta 466; MI Epp. 2, 235 [p. 831]).
«Por lo que respecta a la cantidad y calidad de los alimen-
tos, el sueño, el vestido, se ha de seguir el parecer del mé-
dico, y no se ha de hacer nada contra lo que él diga que es
necesario para el mantenimiento de la salud y fuerzas con-
venientes de nuestros hermanos»
(Carta 3000; MI Epp. 4, 494 [oríg. it.]).
«Generalmente, de tal manera atienda a servir a los próji-
mos, que tenga cuenta con su salud corporal, por amor del
mismo por quien sirve a los prójimos»
(Carta 1225; MI Epp. 3, 75 [p. 874]).
- 73 -
7
TRABAJAR JUNTOS Y UNOS POR OTROS
«Cómo Dios trabaja y labora por mí»
En contraposición a muchas ideas de la antigüedad, según
las cuales el ocio vale más que el trabajo, para Ignacio el tra-
bajar, el esforzarse y el hacer son signos de que el ser hu-
mano ha sido creado como imagen de Dios. Dios se esfuer-
za y trabaja en su creación y para su creación; el ser huma-
no está destinado a colaborar con él.
Ignacio piensa que al trabajar es importante que exista
un equilibrio entre el esfuerzo y la implicación personal, por
una parte, y la serenidad llena de confianza en Dios, por otra.
El ser humano tiene que distribuir y utilizar su fuerza de tra-
bajo con prudencia y razón, sin exigirse demasiado, pero
también sin exigirse demasiado poco. Un instrumento esen-
cial para ello es la ejercitación, que no puede realizarse sin
esfuerzo, pero que produce satisfacción y alegría cuando se
consigue algo.
Por último, en todo trabajo hay que prestar atención a las
prioridades que se establecen y al modo en que se configu-
ra la colaboración cuando varias personas están implicadas
en la misma tarea.
* * *
- 75 -
Acción de Dios y colaboración del ser humano
«El tercero, considerar cómo Dios trabaja y labora por mí
en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra, id est, ha-
bet se ad modum laborantis [es decir, se comporta como
un "obrero"]. Así como en los cielos, elementos, plantas,
frutos, ganados, etc.; dando ser, conservando, vegetando,
y sensando, etc. Después reflectir en mí mismo» (EE 236).
Ayudar al prójimo
«Buscad a los enfermos y pobres sin recursos que haya en
el lugar, y procurad ayudarlos; y si hay cárceles, visitad-
las. Y de los ricos o de quienes tienen más recursos en el
lugar, buscad ayuda para ellos, a fin de hacer bien corpo-
ral a unos y espiritual a otros»
(Carta 2926; MI Epp. 4, 457 [orig. it.]).
«Y lo primero ocurre ser el buen ejemplo de toda honesti-
dad y virtud cristiana, procurando no menos sino más edi-
ficar con las buenas obras que con las palabras los con
quien se trata» (Const. 637 fp. 273]).
«En lo demás, el que nos da a todos voluntad de servirle
se dignará darnos ayuda para que llevemos bien el peso
que para su mayor servicio y alabanza se nos ha puesto»
(Carta 5061; MI Epp. 8, 225 [p. 1028]).
Mirar al prójimo
«Mirad también vuestros prójimos como una imagen de la
santísima Trinidad y capaz de su gloria»
(Carta 169; MI Epp. 1, 503 [p. 801]).
- 76 -
«Y no solamente que entre vosotros mantengáis la unión y
amor continuo, pero aun le extendáis a todos, y procuréis
encender en vuestras ánimas vivos deseos de la salud del
prójimo, estimando lo que cada uno vale del precio de la
sangre y vida de Jesucristo que costó»
(Carta 169; MI Epp. 1, 507 [p. 804]).
«Que cuando me junto con alguno, aunque mucho peca-
dor, para comunicar las cosas de Dios nuestro Señor, yo
soy el que gano, y hallo en mí provecho»
(Carta 6; MI Epp. 1, 96 [p. 727]).
Dificultades y resistencias
«El haber dificultad no es cosa nueva, antes ordinaria, en
las cosas de mucha importancia para el divino servicio y
gloria; pero cuanto más difícil, tanto será más acepta esta
obra, y ocasión de dar a Dios Nuestro Señor más de cora-
zón gracias incesables por ella»
(Carta 214; MI Epp. 1, 627 [p. 823]).
Impedimento para Dios
«Sintiendo una cosa (si los que más entienden otra cosa
mejor no sienten), que hay pocos en esta vida, y más echo,
que ninguno, que en todo pueda determinar, o juzgar,
cuánto impide de su parte, y cuánto desayuda a lo que el
Señor nuestro quiere en su ánima obrar. Bien me persuado
que cuanto más una persona será versada y experimentada
de humildad y caridad, que cuanto más sentirá y conocerá
hasta las cogitaciones mucho menudas, y otras cosas del-
_ 77 _
gadas que le impiden y desayudan, aunque sean al parecer
de poco o casi de ningún momento, siendo tanto tenues en
sí; sin embargo, para en todo conocer nuestros impedi-
mentos y faltas, no es de esta vida presente, como el
Profeta [Salmo 19,13] pide ser librado de las culpas que
no conoce, y san Pablo [1 Corintios 6,14], confesando no
conocerlas, añade que no por eso es justificado»
(Carta 101; MI Epp. 1, 340-341 [p. 780]).
Confiar en Dios y establecer prioridades
«Y aun cuando quede poco tiempo para pensar el sermón,
suplirá Cristo Nuestro Señor; y también en la jornada se
podrán mejor disponer las cosas de modo que, si fuere ne-
cesario, quede más tiempo para una cosa que para otra»
(Carta 6692; MI Epp. 12, 141-142 [p. 1100]).
Colaboración del hombre con Dios
«Aquel se podría decir "que dobla las rodillas ante Baal",
que de tales medios humanos hiciere más caudal y pusie-
se más esperanza en ellos, que en Dios y sus graciosas y
sobrenaturales ayudas; pero quien tiene en Dios el funda-
mento de toda su esperanza, y para el servicio suyo con
solicitud se aprovecha de los dones que Él da, internos y
externos, espirituales y corporales, pensando que su virtud
infinita obrará con medios o sin ellos todo lo que le plu-
guiere, pero que esta tal solicitud le place cuando recta-
mente por su amor se toma, no es esto "doblar las rodillas
ante Baal", sino "ante Dios", reconociéndole por autor, no
solamente de la gracia, pero aun de la natura»
(Carta 776; MI Epp. 2, 481 [p. 841]).
- 78 -
Virtud y unión con Dios para el servicio
«Para la conservación y aumento no solamente del cuerpo
y lo exterior de la Compañía, pero aun del espíritu de ella,
y para la consecución de lo que pretende, que es ayudar las
ánimas para que consigan el último y supernatural fin su-
yo, los medios que juntan el instrumento con Dios y le dis-
ponen para que se rija bien de su divina mano son más efi-
caces que los que le disponen para con los hombres, como
son los medios de bondad y virtud, y especialmente la ca-
ridad y pura intención del divino servicio y familiaridad
con Dios nuestro Señor en ejercicios espirituales de devo-
ción, y el celo sincero de las ánimas por la gloria del que
las crió y redimió, sin otro algún interés»
(Const. 813 [p. 345]).
Equilibrio entre el esfuerzo y la confianza en Dios
«Pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis in-
tenciones, acciones y operaciones sean puramente ordena-
das en servicio y alabanza de su divina majestad» (EE 46).
«Después de un rato, en la capilla, me pareció que era vo-
luntad divina que me esforzase en buscar acatamiento y
hallarlo. No lo hallé, a pesar de que me parecía bien bus-
carlo, pero no fui capaz de hallarlo por mí mismo»
(Diario 164 [p. 187]).
«No consintáis que os hagan ventaja los hijos de este mun-
do en buscar con más solicitud y diligencia las cosas tem-
- 79 -
porales que vosotros las eternas. Avergonzaos que ellos co-
rran con más prontitud a la muerte que vosotros a la vida.
Así que no seáis, por amor de Dios, remisos ni tibios;
que, como dice, "el aflojamiento quiebra el ánimo, como
la tirantez el arco", y al contrario, "el alma de los que tra-
bajan se llenará de vigor y lozanía" (Proverbios 13,4), se-
gún Salomón» (Carta 169; MI Epp. 1, 499 [p. 798]).
«Como se requiere entrar poco a poco en los trabajos del
cuerpo, ejercitándose en los menos graves al principio,
hasta tomar uso de trabajar, así parece que, para entrar en
cosas que mucho trabajo de mente requieren, como son ar-
tes y teología escolástica, es menester que se vaya el en-
tendimiento acostumbrando a trabajar»
(Carta 174; MI Epp. 1, 522 [p. 809]).
Moderación y discreción en el trabajo
«No es necesario que os fatiguéis demasiado, sino obrad
con moderación para poder fatigaros por más tiempo»
(Carta 4917; MI Epp. 7, 725 [orig. it.]).
«Baste a nosotros hacer según nuestra fragilidad lo que
podamos, y el resto queramos dejarlo a la divina provi-
dencia, a quien toca, y cuyo curso no entienden los hom-
bres, y por eso se afligen a las veces de aquello que debe-
rían alegrarse» (Carta 6110; MI Epp. 10, 529 [p. 1075]).
«Como no conviene cargar de tanto trabajo corporal que
se ahogue el espíritu y reciba daño el cuerpo, así algún
- 80 -
ejercicio corporal para ayudar lo uno y lo otro conviene
ordinariamente a todos, aun a los que han de insistir en los
mentales, que deberían interrumpirse con los exteriores, y
no se continuar ni tomar sin la medida de la discreción»
(Const. 298 [p. 152]).
«La moderación de los trabajos espirituales y corporales,
y mediocridad en las Constituciones, que no declinen a ex-
tremo de rigor o soltura demasiada (y así se pueden mejor
guardar), ayudará para el durar y mantenerse en su ser to-
do este cuerpo [es decir, la Compañía de Jesús]»
(Const. 822 [p. 348]).
Trabar con otros,
estimándose uno mismo correctamente
«Tres consideraciones ha de tener el que es enviado, en es-
ta Compañía, a trabajar en la viña de Cristo: una referente
a sí mismo, otra al prójimo con quien conversa, otra a la
cabeza y a todo el cuerpo de la Compañía, de la cual es
miembro»
(Carta 2925a; Epp. 12, App. 1, 24, 251 [p. 917]).
«En todo procurando y deseando dar ventaja a los otros,
estimándolos en su ánima todos como si les fuesen supe-
riores» (Const. 250 [pp. 143-144]).
«En cuanto sea posible, todos sintamos y digamos lo mis-
mo [...]. La cual unión y conformidad de unos y de otros
debe muy diligentemente procurarse, y no permitirse lo
- 81 -
contrario, para que con el vínculo de la fraterna caridad
unidos entre sí, mejor puedan y más eficazmente emplear-
se en el servicio de Dios y ayuda de los prójimos»
{Const. 273 [pp. 147-148]).
«Cuando se pudiere, sería bien que no fuese uno solo, si-
no dos a lo menos; así porque entre sí ellos más se ayuden
a las cosas espirituales y corporales, como porque puedan
ser más fructuosos a los que son enviados, partiendo entre
sí los trabajos en servicio de los prójimos»
(Const. 624 [p. 270]).
«Porque serán mejor servidos y ayudados [los otros próji-
mos] cuanto con más consejo se atendiere a su bien y me-
jores medios para ello se buscaren; y a esto ayudará el co-
municar las cosas acá, y el representarlas al superior, en
manera que se pueda ver toda la obra cómo procede, por-
que así se podrá mejor pensar algo que ayude al que de
cerca trabaja; que, por estar muy esparcido y ocupado en
los particulares, es de creer que no cae en muchas cosas,
que le ayudarían en la obra de Dios»
(Carta 179; MI Epp. 1,539).
«Vemos por experiencia que mediados talentos y del me-
dio abajo son instrumentos muchas veces de muy notable
fruto y muy sobrenatural, por ser enteramente obedientes
y dejarse mover y poseer, mediante esta virtud, de la po-
tente mano del autor de todo bien; así al contrario se ve en
talentos grandes trabajar más, sin mediano fruto: porque
moviéndose de sí mismos, es decir, de su amor propio, o
no se dejando, a lo menos, bien mover de Dios nuestro
- 82 -
Señor por medio de la obediencia de sus mayores, no ha-
cen efectos proporcionados a la omnipotente mano de
Dios nuestro Señor, que no los acepta por instrumentos, si-
no a la suya muy débil y flaca»
(Carta 3105; MI Epp. 4, 561-562 [p. 927]).
Regalos recibidos para el servicio
«Sueldo suyo es todo lo natural que sois y tenéis, pues os
dio y conserva el ser y vida, y todas las partes y perfec-
ciones de ánima y cuerpo y bienes externos.
Sueldo son los dones espirituales de su gracia [...].
Sueldo es, finalmente, todo el universo y lo que en él
es contenido corporal y espiritual.
Y si por sí todos estos sueldos no bastasen, sueldo se
hizo a sí mismo, dándosenos por hermano en nuestra car-
ne, por precio de nuestra salud en la cruz, por manteni-
miento y compañía de nuestra peregrinación en la eucaris-
tía» (Carta 169; MI Epp. 1, 501-502 [pp. 799-800]).
- 83 -
8
PIEDAD Y LETRAS
«El estudio... una oración continua»
Como consecuencia del giro que dio la vida de Ignacio en su
conversión, tuvo intensas experiencias religiosas que él
transmitió pronto a otras personas, ante todo a través de los
Ejercicios. Con todo, él reconocía -y a ello contribuyeron en
buena medida las sospechas y los procesos de la Inquisición
dirigidos contra él- que podía ayudar aún más a las personas
si estudiaba teología. En esta perspectiva apostólica se sitú-
an sus declaraciones sobre el estudio y las letras. Ignacio
atribuye un gran valor a estas dos realidades, siempre y
cuando estén al servicio de Dios y del prójimo. Precisamen-
te la integración de una y otra caracteriza su espiritualidad y
la hace atractiva para muchas personas.
* * *
- 85 -
La manera de estudiar correctamente
«Lo que no alcanza un flojo en muchos años, un diligente
suele alcanzar en breve tiempo»
(Carta 169; MI Epp. 1, 499 [p. 798]).
«Tiénese cuidado especial que los oyentes no solamente se
ayuden en las letras (digo de los de fuera), pero que tam-
bién en la doctrina y vida cristiana se aprovechen»
(Carta 4617; MI Epp. 7, 259).
«Lo cual [que haya ciencia] requiere todo el hombre»
(Carta 1854; MI Epp. 3, 508 [p. 885]).
«Como es menester continuación en el ejercicio de letras,
así también alguna remisión» (Const. 462 [p. 194]).
El estudio como servicio
«Para que los escolares en estas facultades mucho aprove-
chen, primeramente procuren tener el ánima pura y la in-
tención del estudiar recta, no buscando en las letras sino la
gloria divina y el bien de las ánimas. Y con la oración a
menudo pidan gracia de aprovecharse en la doctrina para
tal fin» {Const. 360 [p. 178]).
«Considere cada uno como fin la ayuda propia y de los
otros en las letras»
(Carta 6452; MI Epp. 11, 367 [orig. it.]).
«La experiencia nos muestra que muchos letrados grandes
[...] se guardan para sí sus letras, privados del fin principal
- 86 -
que con ellas deberían pretender, que es aprovechar a sus
prójimos» (Carta 174; MI Epp. 1, 522 [pp. 808-809]).
«Y en este comedio que el estudio dura, no os parezca que
sois inútiles al prójimo; que, además de aprovecharos a
vosotros, como lo requiere la caridad ordenada [...], le ser-
vís a honra y gloria de Dios en muchas maneras»
(Carta 169; MI Epp. 1, 508 [p. 804]).
El estudio como oración
«Y aunque el estudio no os dé tiempo para usarlas [las ora-
ciones] muy largas, puede en deseos recompensarse el
tiempo a quien hace oración continua de todos sus ejerci-
cios, tomándolos por solo servicio de Dios»
(Carta 169; MI Epp. 1, 509 [p. 805]).
«Atendido el fin del estudio, por el cual no pueden los es-
colares tener largas meditaciones, [...] se pueden ejercitar
en buscar la presencia de nuestro Señor en todas las cosas,
como en el conversar con alguno, andar, ver, gustar, oír,
entender, y en todo lo que hiciéremos, pues es verdad que
está su divina Majestad por presencia, potencia y esencia
en todas las cosas. Y esta manera de meditar, hallando a
nuestro Señor Dios en todas las cosas, es más fácil que no
levantarnos a las cosas divinas más abstractas, haciéndo-
nos con trabajo a ellas presentes; y causará este buen ejer-
cicio, disponiéndonos, grandes visitaciones del Señor,
aunque sean en una breve oración»
(Carta 1854; MI Epp. 3, 510 [p. 886]).
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  • 1. IGNACIO DE LOYOté < . ; • < : ' " • • • " • > • • : • - • • • • • - • Dios en todas las cosas SalTerrae
  • 2. Colección «EL POZO DE SIQUEM» 210 Ignacio de Loyola Escritos Esenciales Dios en todas las cosas Editorial SAL TERRAE Santander
  • 3. Título del original alemán: In allem - Gott © 2006 by Echter Verlag GmbH, Würzburg Edición en español realizada con la mediación de la Agencia Literaria Eulama (Roma) Traducción de los textos no publicados previamente en castellano: Ramón Alfonso Diez Aragón Para la edición española: © 2007 by Editorial Sal Terrae Polígono de Raos, Parcela 14-1 39600 Maliaño (Cantabria) Fax: 942 369 201 salterrae@salterrae.es www.salterrae.es Diseño de cubierta: Fernando Peón / <fpeon@ono.com> Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley. cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionada puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y s. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográfieos (wWw.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos. Con las debidas licencias Impreso en España. Printed in Spain ISBN: 978-84-293-1706-0 Depósito Legal: B1-879-07 Impresión y encuademación: Grafo, S.A. - Basauri (Vizcaya) índice Fuentes y abreviaturas 7 Prólogo a la edición española, por José Antonio García Rodríguez, SJ 9 Presentación, por Philipp Górtz, SJ, Willi Lambert, SJ, y Dominik Terstriep, SJ J 9 1. AMAR: «En todo amar y servir» 23 2. COMUNICACIÓN: «El amor consiste en comunicación de las dos partes» 29 3. ORAR: «La facilidad para unirse a Dios» 37 4. EJERCICIOS: «Todo lo mejor...» 47 5. DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS: «La discreta caridad» 59 6. ASCESIS: «Ejercicios espirituales... para ayudarse» 65 - 5 -
  • 4. 7. TRABAJAR JUNTOS Y UNOS POR OTROS: «Cómo Dios trabaja y labora por mí» 75 8. PIEDAD Y LETRAS: «El estudio..., una oración continua» 85 9. POBREZA: «La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey eterno» 89 10. OBEDIENCIA: «Por solo nuestro Criador y Señor» 93 11. SALUD Y ENFERMEDAD: «La meditación sobre la muerte..., un gran gozo» ... 99 12. AFORISMOS: No más de dos frases» 105 índice general 121 - 6 - Fuentes y abreviaturas AHSI Archivum Historicum Societatis Iesu. App. Apéndice (en el tomo XII de MI Epp.). Autob. Autobiografía, en (Josep M. RAMBLA BLANCH, SJ [ed.]) El peregrino. Autobiografía de san Ignacio de hoyóla, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/Santander 1991 [entre corchetes se indica el número o los nú- meros de página de esta edición]. Const. Constituciones, en (S. ARZUBIALDE - J. CORELLA - J.M. GARCÍA LOMAS [eds.]) Constituciones de la Compañía de Jesús, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/ Santander 1993 [entre corchetes se indica el número o los números de página de esta edición]. Diario Diario, en (Santiago THIÓ DE POL, SJ [ed.]) La intimi- dad del peregrino. Diario espiritual de san Ignacio de hoyóla, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/Santander 1991 [entre corchetes se indica el número o los nú- meros de página de esta edición]. EE Ejercicios Espirituales, en (Santiago ARZUBIALDE, SJ [ed.]) Ejercicios Espirituales de san Ignacio. Histo- ria y análisis, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/ Santan- der 1991. Mem. Memorial, en (Benigno HERNÁNDEZ MONTES, SJ [ed.]) Recuerdos ignacianos. Memorial de huis Gon- calves da Cámara, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/ - 7 -
  • 5. Santander 1992 [entre corchetes se indica el número o los números de página de esta edición]. MI Epp. Monumenta Histórica Societatis lesu. Monumenta Ignatiana. Epistolae et Instructiones I-XII, Matriti 1903-1911 (después de cada texto epistolar citado se indica entre paréntesis el número de la carta a la que pertenece según esta edición). Para la transcripción de los textos de las cartas seguimos la edición de las «Cartas e instrucciones», en (Ignacio IPARRAGUIRRE - Cándido de DALMASES - Manuel Ruiz JURADO [eds.]) Obras de San Ignacio de hoyóla, BAC, Madrid 19915 , pp. 699-1.103 [entre corchetes se indica el nú- mero o los números de página de esta edición; cuan- do la carta citada no se encuentra en ella y la hemos traducido del italiano o del latín, se añade entre cor- chetes orig. it. u orig. lat.. orig. it. Original italiano. orig. lat. Original latino. - 8 - Prólogo a la edición española rb>°°& ¿De dónde surge el renovado interés por la espiritualidad ignaciana, no sólo entre los jesuitas, sino también en otros ámbitos de la Iglesia? ¿Cuál es la razón de que una espiri- tualidad nacida en pleno siglo xvi aparezca como «mo- derna» hoy en día y capaz de inspirar la vida de los cre- yentes y su presencia cristiana en el mundo? ¿Qué sentido tienen y qué uso podría hacerse, por tanto, de estos Escritos Esenciales de Ignacio de Loyola? A preguntas como éstas quisiera responder la presen- tación de la edición española. ¿Cómo? Relacionando sus textos con los momentos clave de la peregrinación espiri- tual de su autor. Buscando (si se me permite la expresión) el Sitz im Leben en que nacieron. De este modo podremos acercarnos a ellos, no como a una colección de textos sin más, sino como a los hitos de un camino hacia Dios, el de Ignacio de Loyola, capaz de inspirar el nuestro. - 9 -
  • 6. 1. Para Ignacio ese camino se inicia en Loyola, adonde lle- ga, a finales de mayo de 1521, maltrecho y seriamente he- rido como consecuencia de su participación en la defensa de Pamplona. Enfermedad y recuperación son para él un tiempo de agitación y de movimientos interiores. A través de ellos se hace consciente Ignacio de la presencia de es- píritus encontrados en su vida; pero, sobre todo, de que Dios quiere entrar en diálogo con él, hacerse interlocutor suyo, participar en su situación presente y, en particular, en su futuro. La sorpresa es mayúscula para el derrotado Ignacio. Hay que afirmar, sin embargo, que ahí comienza su aven- tura espiritual y, de un modo especial, su gran aportación a la Iglesia: el discernimiento. No porque él lo inventara, sino por la sistematización que hizo de este modo de acer- carse Dios al hombre, ayudado ciertamente por conversa- ciones y lecturas posteriores, pero sobre todo por su capa- cidad de introspección interior sobre sus movimientos in- ternos. El Sitz im Leben del discernimiento espiritual ig- naciano, el lugar humano de donde nace, es fundamental- mente la peregrinación espiritual del propio Ignacio. Dicen que cuando uno da con lo más personal suyo, es- tá dando con lo más personal de los demás. Eso explicaría la transculturalidad de la doctrina ignaciana sobre las mo- ciones espirituales y el discernimiento, la actualidad de su mistagogía en este terreno concreto de la vida espiritual. Al creyente actual le cuesta muy poco comprenderse como un campo de batalla donde se dan cita presencias contrarias, con efectos emocionales, afectivos y direccio- nales también contrarios. Se ve fácilmente reflejado en - 10 - ellos y encuentra que la doctrina ignaciana sobre ese mun- do tan complejo y sobre el modo de abordarlo sigue sien- do válida para él. De ahí su «modernidad». En este librito podrá encontrar el lector muchas refe- rencias al discernimiento ignaciano. Unas diseminadas aquí y allá. Otras más concentradas, sobre todo en el capí- tulo 1 y en el 5, este último dedicado enteramente a este tema. 2. Lo primero que aparece en esa interlocución divina, en el intento de Dios de entrar en la vida y el futuro de Ignacio, es Jesucristo, un Dios y Señor a quien servir. El caballero mundano se convierte en caballero cristiano, si bien ello no irá sucediendo sino a través de un largo pro- ceso de purificación. Crece en él el amor a Jesús y el de- seo de imitarlo y seguirlo hasta convertirse en la pasión que unificará y totalizará toda su vida. Un punto culmi- nante de ese proceso se producirá en 1538, en la capilla de La Storta, pocos kilómetros antes de llegar a Roma, su de- finitiva Jerusalén. Ignacio retrasa voluntariamente la celebración de su primera misa un año y medio. Durante todo ese tiempo ha estado pidiendo a María «que quiera ponerle con su Hijo». Ser puesto con el Hijo expresa en toda su hondura la aspi- ración más alta de Ignacio, a la vez que la condición de to- do lo demás. Al grupo de los primeros compañeros, y so- bre todo a él mismo, les quedan muchas incertidumbres acerca de cómo serán recibidos en Roma, de si saldrá ade- lante el proyecto «Compañía de Jesús» o si, al ponerse a disposición del Papa, la experiencia de «amigos en el - 11 -
  • 7. Señor», tan querida para todos ellos, terminará en una dis- persión apostólica sin más... Nada de ello importa defini- tivamente. Lo verdaderamente importante, lo primero y único, es la gracia de ser puesto con Jesús, que lleva la cruz. En aquella capilla se le confirmó a Ignacio la gracia tanto tiempo impetrada: «vio claramente que Dios Padre lo ponía con Cristo, su Hijo» (Autob. 96 [p. 97]) La centralidad de Cristo en la espiritualidad ignaciana tiene su lugar de origen en esa experiencia primera de Ignacio en Loyola y en Manresa, en su largo proceso de maduración y purificación espiritual posterior y en su cul- minación en la capilla de La Storta. Imposible prescindir de ella. Viene inevitablemente a la memoria aquella doble afirmación de Jesús en el Evangelio de Juan: «nadie viene a mí si mi Padre no lo atrae» y «nadie va al Padre sino por mí». Muchas cosas llaman la atención con respecto a Ignacio. Una de ellas es cómo, siendo un hombre sin ape- nas formación, llega tan rápidamente a una comprensión y vivencia tan hondas de Dios, de Jesucristo y de la Trini- dad. Del Padre creador que desea entrar en su vida y re- girla; del Hijo en cuanto Dios encarnado a quien servir; del Espíritu como Voz y maestro interior de la concreción de su entrega... Imposible aludir a citas concretas donde este libro aborda la centralidad de Cristo en la espiritualidad igna- ciana. Todos sus textos la rezuman. 3. Una segunda aportación de Ignacio al patrimonio espiri- tual de la Iglesia es su famoso lema «buscar y hallar a Dios 12 en todas las cosas», lema que un discípulo suyo de la pri- mera generación popularizó como «contemplativos tam- bién en la acción» (por cierto, suprimir el también, dejan- do sólo «contemplativos en la acción», no traduce bien ni a Nadal, su autor, ni mucho menos a Ignacio, cuyo pensa- miento quedaría entonces peligrosamente limitado: hay muchas cosas en la vida que no son acción y en las que, se- gún él, estamos llamados a ser igualmente contemplativos). ¿Otra novedad ignaciana en la Iglesia? Como idea y deseo, no; como énfasis, sí. Y, sobre todo como proceso espiritual para llegar a dicha contemplación. Ignacio no es novedoso en cuanto a los conceptos; su genialidad está en los procesos, para encarnarlos y hacerlos reales. Si nos preguntáramos de dónde le viene a Ignacio esta intuición -la espiritualidad del buscar y hallar a Dios en todas las cosas-, habría que referirse claramente a Manre- sa. Allí se le hizo espiritualmente patente -dejando en él una impronta que no hará más que crecer hasta su muer- te- que si el mundo surge del amor creador de Dios, Dios está en él dándolo y dándose, habitando, trabajando, des- cendiendo... (como escribirá más tarde en la «Contempla- ción para alcanzar amor») y que, al menos por lo que a él toca, no querrá ya amar y servir a Dios sino amando y sir- viendo al mundo. Así de sencillo. Así de novedoso tam- bién para aquella época. ¿Sólo para ella? Hay un ansia extendida en muchos creyentes actuales de una espiritualidad así. De convertir su vida cotidiana y su implicación en el mundo, y no sólo su vida oracional, en espiritualidad. Por eso suena tan ac- tual la propuesta ignaciana. - 13 -
  • 8. Ahora bien, el horizonte espiritual de buscar y hallar a Dios en todas las cosas no se reduce para Ignacio a una es- tética religiosa o a una mística de unión, sin más. Se trata de un encuentro en el interior del cual se produce una identificación de la libertad humana con la libertad de Dios. Así se explica que las grandes experiencias místicas con que fue agraciado Ignacio en Manresa sean al mismo tiempo el hontanar de su pasión por «ayudar a los próji- mos». Ignacio busca a Dios y se une a Él no sólo cuando celebra la Eucaristía, sino también cuando busca y elige cómo servir mejor al Reino de Dios. Ese alargamiento del horizonte espiritual y el modo concreto de encarnarlo constituyen su gran novedad. Algo de esta mística y de su proceso mistagógico po- drá encontrarlo el lector en el capítulo 3, dedicado a la ora- ción, y en el 7, sobre cómo trabajar juntos. 4. Una tercera marca de la espiritualidad ignaciana la constituye el magis, el «más», una expresión que aparece miles de veces en los escritos ignacianos hasta convertirse en una de sus características más notables: «a mayor glo- ria de Dios», «para que más le ame y le siga», «los que más se querrán afectar y señalar»... No siempre se ha entendido bien esta máxima igna- ciana. Sus críticos creyeron encontrar en ella la raíz de ese voluntarismo espiritual de que se acusó con frecuen- cia a la espiritualidad de los jesuítas. Sea de ello lo que fuere, una cosa queda clara: el más ignaciano nunca tiene como acto primero la decisión de la voluntad humana, si- no la experiencia previa del amor siempre mayor de Dios; - 14 - de que siempre soy más amado, más perdonado, más lla- mado. El acto primero del más es siempre un acto de Dios: su amor siempre mayor. A esa experiencia respon- de el deseo del hombre con un más que no es sino reflejo y respuesta al más de Dios. Ignacio se muestra muy cau- to con respecto al innato deseo de protagonismo humano: nadie ha de adelantarse a lo que la gracia va haciendo po- sible en él. Pero, a la vez, nadie debería distanciarse de ella. En la vida espiritual, vida según el Espíritu, no exis- ten tres estadios: progreso, regresión y estancamiento; tan sólo existen dos: progreso y regresión. El estancamiento es regresión si no incluye la dinámica del más. Bien en- tendida, por supuesto. El capítulo 6, dedicado a la ascesis, y muchos de los aforismos ignacianos del capítulo 10 giran en torno a es- te tema. 5. El capítulo 7, «Trabajar juntos y unos por otros», abor- da un tema ignaciano de especial interés hoy. ¿Por qué? Articular correctamente la acción de Dios y la colabo- ración humana constituyó siempre un problema teológico de enorme calado. Hoy existe el peligro de que el antiguo voluntarismo en la vida espiritual -la primacía de la liber- tad y la voluntad humanas sobre la gracia de Dios- vaya siendo sustituido por otra polarización igualmente errónea de una gracia sin decisión humana. Lo que Bonhoeffer lla- maba «gracia barata», o lo que más modernamente llama- mos espiritualidad light. Ignacio esbozó una articulación de ambas realidades que sigue siendo ejemplar y atractiva para nosotros hoy. ¿Cuál es su planteamiento? - 15 -
  • 9. La prioridad para Ignacio la tiene siempre la gracia de Dios y los medios que cultivan la relación con Él: «bon- dad y virtud, y especialmente la caridad y pura intención del divino servicio y familiaridad con Dios...» (Const. 813 [p. 345]). Llama la atención la rotundidad con que afirma esta prioridad para sus jesuitas, dado que la orden que ha fundado es eminentemente apostólica: para el fin que se pretende, «los medios que juntan el instrumento con Dios y le disponen para que se rija bien de su divina mano son más eficaces que los que le disponen para con los hom- bres» (ibid. [p. 345]). ¿Se está descalificando con ello la absoluta necesitad de poner en juego los medios huma- nos? No: «Sobre este fundamento, los medios naturales... ayudarán universalmente» (Const. 814 [p. 345]). Lo que está afirmando Ignacio es que los medios humanos, si no están articulados en los divinos, tienden a degradarse y, con ello, a perder su eficacia apostólica: «Porque aquellos interiores son los que han de dar eficacia a estos exterio- res para el fin que se pretende» (Const. 813 [p. 345]). ¿No confirma una y mil veces la vida que esto es verdad; que los medios humanos sin pureza de intención, sin humil- dad, sin auténtica caridad, corrompen a quien los utiliza y no son más que ayuda parcial para quien se beneficia de ellos? Toda actividad apostólica que no transforme a quien la realiza está lastrada por dentro. Esta relación ignaciana entre medios humanos y divi- nos ha quedado plasmada en una anécdota de la que tam- bién se hacen eco los autores en este libro. Normalmente solía atribuirse a Ignacio el dicho: «Confía en Dios como si todo dependiera de él; y ponió todo enjuego como si to- - 16 - do dependiera de ti». Todavía hay personas que le atribu- yen este eslogan espiritual. En realidad, Ignacio nunca se expresó así, pero es que ni siquiera parece que este dicho responda bien a su pensamiento. Más acertada parece la interpretación que dio de él un jesuita húngaro, Gabriel Hevenesi, de quien se pensó en un principio que se había equivocado. Su formulación del pensamiento de Ignacio decía en sustancia así: «Confía en Dios como si todo de- pendiera de ti y nada de Dios; y ponió todo enjuego como si todo dependiera de Dios y nada de ti». Es decir, practi- ca un tipo de confianza en Dios que movilice tu libertad, que ponga en juego todas tus energías humanas; así será una confianza operante. Y vive tu implicación en el mun- do como un don que te viene de Dios, pues realmente lo es; así tu acción en el mundo será prolongación de la de Dios. En la primera fórmula no hay articulación entre gra- cia y libertad; en la segunda, sí. Ignacio está claramente en esta última. 6. Hay un concepto que le fue muy querido a Ignacio y que se encuentra con frecuencia en las Constituciones de la Compañía y en sus Cartas. Se trata del famoso «modo nuestro de proceder». En este término incluye Ignacio ciertamente conductas y actitudes ad extra de los jesuitas, pero el asunto va mucho más allá. Se extiende también a un modo concreto de relacionarse con Dios, de orar, de sentir a la Iglesia, de obedecer, de afrontar los problemas de la vida en toda su variedad y amplitud, etc. Con un concepto muy cercano, hablaríamos hoy de «cultura jesuítica». - 17 -
  • 10. Pues bien, este librito, al recoger en sus diversos capí- tulos textos esenciales de san Ignacio, nos está ofreciendo los rasgos típicos de ese «modo de proceder», de esa cul- tura jesuítica, de esa peculiaridad carismática con que Dios quiso enriquecer a la Iglesia para bien del mundo. Otra clave con la que leer esta obrita... * * * Termino ya con una propuesta práctica sobre el modo de utilizar este libro. No parece aconsejable leerlo seguido. No creo que esté escrito para eso. Se trataría, más bien, de que, utilizando los índices, se fueran escogiendo por días aquellos temas en los que uno se sienta interesado: ¿qué dice san Ignacio sobre este asunto? Por otra parte, no son textos para ser únicamente leí- dos. Se trata de pasajes que llaman a la meditación, a con- siderar y sopesar lo que dicen, a preguntarnos en qué ilu- minan nuestra vida, a qué nos impulsan. Muchas veces querrán terminar en plegaria. Sólo así, creo yo, cumplirán su finalidad. Jesuítas o no, los lectores de este libro pueden encon- trar en él un medio para conocer más a fondo la espiritua- lidad ignaciana y nuevos estímulos para avanzar por ella. Estamos muy necesitados de una espiritualidad que -más allá de las gastadas e infructuosas polarizaciones- articule satisfactoriamente el amor a Dios y el amor al prójimo al modo de Jesús. La espiritualidad ignaciana aparece hoy como un instrumento especialmente apto para lograr esta integración. JOSÉ ANTONIO GARCÍA RODRÍGUEZ, SJ - 18 - Presentación fb^a&t Ignacio de Loyola (1491-1556), nacido en el seno de una familia de la nobleza vasca, destinado a hacer carrera en la Corte y, después de su conversión, transformado en un pe- regrino de Dios al servicio de Jesucristo y del prójimo, fue un hombre de acción y preocupado por lograr la configu- ración de la vida. «El amor se debe poner más en las obras que en las palabras», afirma en sus Ejercicios. Y tal vez sea éste el motivo por el que no hay muchas selecciones de sus escritos, aunque se conservan más de 6.000 cartas suyas, el libro de los Ejercicios Espirituales, una Autobio- grafía, parte de su Diario y las Constituciones de la Com- pañía de Jesús, que también reflejan su espíritu. Con ocasión del 450 aniversario de su muerte, publi- camos ahora una selección de pensamientos e impulsos que permiten vislumbrar algo de este gran maestro de la espiritualidad (¡y de su secretario, Juan de Polanco!), que también hoy está presente e influye sobre todo a través de los Ejercicios y de la Orden que fundó. - 19 -
  • 11. Sólo se aprende a comprender a Ignacio - si no se teme el esfuerzo de la reflexión; - si se leen siempre las expresiones ignacianas junto con su polo opuesto: libertad y obediencia; poder de Dios y acción humana; contemplación y acción; etcétera; - si se tiene en cuenta que con frecuencia sus palabras necesitan una cierta traducción del mundo de su pen- samiento y lenguaje al nuestro; - si se ven algunas de sus expresiones extrañas como una oportunidad para relativizar en parte nuestra pers- pectiva contemporánea y no entrar en el debate de conceptos; - si se considera que sus palabras son indicaciones pa- ra la realización de experimentos espirituales y de la propia vida, no elucubraciones para adquirir más conocimientos. Hemos elegido el subtítulo «Dios en todas las cosas» por- que expresa de forma concisa lo esencial de la espirituali- dad ignaciana: «Buscar y hallar a Dios en todas las cosas». A la edad de 62 años cuenta Ignacio que en ese momento su facilidad para unirse a Dios era mayor que en toda su vida. En este sentido, las palabras de este libro desearían ser postes indicadores que faciliten el acceso a Dios desde el centro de nuestra vida. Si se realiza esta finalidad, se ha- brá cumplido también la pasión de la llamada de Ignacio: iuvare animas, ayudar a las personas. - 20 - Estructura y configuración La mezcla de algunos textos más largos y fundamentales con expresiones más breves y con los aforismos del último capítulo pretende servir al conocimiento de la espirituali- dad ignaciana, no sólo para la reflexión personal, sino también para la preparación de cursos, etcétera. La distri- bución temática, en la que a veces se producen solapa- mientos, no pretende sistematizar el pensamiento de Ig- nacio, que es de carácter pragmático-espiritual, sino pro- porcionar accesos a diferentes ámbitos de la vida. PHILIPP GÓRTZ, SJ WTLLI LAMBERT, SJ DOMINIK TERSTRIEP, SJ - 21 -
  • 12. 1 AMAR «En todo amar y servir» Ignacio, de carácter más bien reservado, dijo en cierta oca- sión, cuando elogiaban el amor que él mostraba, que en rea- lidad se estaban engañando. Necesitó mucho tiempo hasta encontrar un «amor respetuoso» y un «respeto lleno de amor». Y en una ocasión escribe que, aun habiendo cumpli- do ya 53 años, mucho tiempo después de su conversión, no tenía ni idea «de humildad, amor y paciencia». En el punto culminante de los Ejercicios, en la «Contem- plación para alcanzar amor», pide «en todo amar y servir». Éste es el núcleo de su espiritualidad. Ignacio entiende que amar es com-partir, es el libre juego de recibir y dar. Una de las características que distingue a la espiritualidad ignaciana es la tríada siguiente: el crecimiento (el magis o «más» ig- naciano), la discreción (el discernimiento) y la acción con- creta del amor. * * * - 23 -
  • 13. «Amor» en el libro de los Ejercicios Abrazo amoroso de Dios «...en los tales ejercicios espirituales, más conveniente y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mis- mo Criador y Señor se comunique a la su ánima devota, abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante» (EE 15). Pedir el conocimiento de Cristo «Demandar lo que quiero; será aquí demandar conoci- miento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga» (EE 104). Contemplación para alcanzar amor «El amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tie- ne, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante» (EE 230-231). Ingratitud - Gratitud «En la su divina bondad considerando (salvo otro parecer mejor) la ingratitud ser cosa de las más dignas de ser abo- minada delante de nuestro Criador y Señor, y delante de las creaturas capaces de la su divina y eterna gloria, entre todos los males y pecados imaginables, por ser ella desco- nocimiento de los bienes, gracias y dones recibidos, cau- sa, principio y origo de todos los males y pecados, y por el - 24 - contrario, el conocimiento y gratitud de los bienes recebi- dos, cuánto seia amado y estimado, así en el cielo como en la tierra» (Carta 38; MI Epp. 1, 192 [p. 754]). Temor y amor «Dado que sobre todo se ha de estimar el mucho servir a Dios nuestro Señor por puro amor, debemos mucho alabar el temor de la su divina majestad. Porque no solamente el temor filial es cosa pía y santísima, mas aun el temor ser- vil, donde otra cosa mejor o más útil el hombre no alcan- ce, ayuda mucho para salir del pecado mortal; y, salido, fá- cilmente viene al temor filial, que es todo acepto y grato a Dios nuestro Señor, por estar en uno con el amor divino» (EE 370). «Amor» en las Constituciones Proemio «Aunque la suma sapiencia y bondad de Dios nuestro Criador y Señor es la que ha de conservar y regir y llevar adelante en su santo servicio esta mínima Compañía de Jesús, como se dignó comenzarla, y de nuestra parte, más que ninguna exterior constitución, la interior ley de la ca- ridad y amor que el Espíritu Santo escribe e imprime en los corazones ha de ayudar para ello; todavía porque la suave disposición de la divina providencia pide coopera- ción de sus criaturas, y porque así lo ordenó el Vicario de Cristo nuestro Señor, y los ejemplos de los Santos y razón - 25 -
  • 14. así nos lo enseñan en el Señor nuestro, tenemos por nece- sario se escriban Constituciones» {Const. 134 [p. 90]). Cualidades del Prepósito General: caridad y buen juicio «Que sea persona cuyo ejemplo en todas virtudes ayude a los demás de la Compañía. Y en especial debe resplande- cer en él la caridad para con todos prójimos, y señalada- mente para con la Compañía, y la humildad verdadera, que de Dios nuestro Señor y de los hombres le hagan muy amable» {Const. 725 [p. 320]). «Y si alguna de las partes arriba dichas faltasen, a lo me- nos no falte bondad mucha y amor a la Compañía y buen juicio acompañado de buenas letras» {Const. 735 [p. 322]). Amor al prójimo - Amor a Dios «Tendremos cuidado de guardar el corazón con mucha limpieza en el amor de Dios, de suerte que ninguna cosa amemos, sino a Él, y con solo Dios deseemos conversar, y con el prójimo por amor de Él, y no por nuestros gustos y pasatiempos» (MI Epp. 12, App. 6, 11, 674). «Una de las cosas en que nos habernos de fundar para agradar a nuestro Señor, será echar de nosotros todas las cosas que nos pueden apartar del amor de los hermanos, trabajando de los amar con entrañable caridad; porque di- ce la suma Verdad: "En esto conocerán todos que sois dis- cípulos míos..."» (MI Epp. 12, App. 6, 11, 675). - 26 - Purificación por medio del amor divino «Y cuanto a los [males] particulares, es cierto necesario que, quienquiera que se conoce, los reconozca en sí; pues no dejará de haberlos en el estado de la presente miseria, hasta que en la fragua del eterno amor de Dios nuestro Criador y Señor se consuma toda nuestra malicia entera- mente, siendo de Él penetradas y del todo poseídas nues- tras ánimas, y así las voluntades del todo conformadas, an- tes transformadas en aquella que es la misma esencial rec- titud y perfecta bondad» (Carta 214; MI Epp. 1, 627 [p. 822]). - 27 -
  • 15. 2 COMUNICACIÓN «El amor consiste en comunicación de las dos partes» Ignacio no es sólo un santo, fundador de una Orden y gran artífice de los Ejercicios, sino también un maestro de la co- municación. A ello contribuyó su larga formación en la Corte, así como lo que aprendió de los numerosos encuentros que mantuvo a lo largo de toda su vida. Su arte de la comunicación está documentado en sus cartas y en las instrucciones que dio a los compañeros en- viados en misión. Tienen un gran valor informativo, sobre to- do, las Reglas para la comunicación que imparte a los jesuí- tas enviados al concilio de Trento. También los Ejercicios son un testimonio de ello: su eficacia procede no sólo de las me- ditaciones, sino también, y muy especialmente, del diálogo diario con la persona que los da. La actividad pastoral de los jesuítas, de cuño netamente comunicativo, ha de ser aman- ter et prudenter, escribe el primer secretario de la Orden, Juan de Polanco. La descripción decisiva de la comunicación se encuentra en la caracterización ignaciana del amor: «El amor consiste en comunicación de las dos partes» (EE 231). * * * - 29 -
  • 16. Reglas fundamentales para la comunicación Instrucción para los padres enviados al concilio de Trento «Primero. Así como en conversar y tratar con muchas per- sonas para la salud y provecho espiritual de las ánimas con favor divino mucho se gana, por el contrario, en la tal con- versación, si no somos vigilantes y favorecidos del Señor nuestro, se pierde mucho de nuestra parte, y a las veces de todas. Y porque, según nuestra profesión, de la tal conversa- ción no nos podamos excusar, cuanto más fuéremos pre- vistos y por algún concierto enderezados, tanto más ire- mos descansados en el Señor nuestro. Se siguen algunas cosas, de las cuales o de otras sími- les, quitando y poniendo, nos podamos ayudar en el Señor nuestro. 2. Sería tardo en hablar, considerado y amoroso, ma- yormente cerca definir las cosas que se tratan o son trata- bles en el concilio. 3. Sería tardo en hablar, ayudándome en el oír, quieto para sentir y conocer los entendimientos, afectos y volun- tades de los que hablan, para mejor responder o callar. 4. Cuando se hablare de símiles materias o de otras, dar razones a ambas partes, por no se mostrar afectado con pro- pio juicio, procurando de no dejar descontento a ninguno. 5. No traería por autores personas algunas, mayormen- te siendo grandes, si no fuese en cosas mucho miradas, ha- ciéndome con todos y no me apasionando por ninguno. - 30 - 6. Si las cosas de que se hablare son tan justas, que no se pueda o deba callar, dando allí su parecer con la mayor quietud y humildad posible, concluyendo salvo otro pare- cer mejor. 7. Finalmente, para conversar y tratar en las materias adquiridas o infusas, queriendo hablar en ellas, ayuda mu- cho no mirar mi ocio o falta de tiempo con priesa, esto es, no mi comodidad, mas traerme a mí mismo a la comodi- dad y condición de la persona con quien quiero tratar, pa- ra moverle a mayor gloria divina» (Carta 123; MI Epp. 1, 386-387 [p. 784]). «Uno una noche ruegue a todos los otros para que le co- rrijan en todo lo que les pareciere; y el que así fuere co- rregido no replique, si no le dijeren que dé razón de la cau- sa por la cual ha sido corregido. El segundo haga lo mismo otra noche; y así consi- guientemente para ayudarse todos en mayor caridad y en mayor buen odor de todas partes. A la mañana proponer, y dos veces examinarnos en el día. Esta orden se comience dentro de cinco días después que fuéremos en Trento. Amén» (Carta 123; MI Epp. 1, 389 [p. 786]). Comunicación en la actividad pastoral Conversar con los interlocutores indicados «Así como hace daño el hablar mal en ausencia de los ma- yores a la gente menuda, así puede hacer provecho hablar - 31 -
  • 17. de las malas costumbres a las mismas personas que pue- den remediarlas» (EE 362). Comunicación entre superiores y subditos Comunicación entre superiores y subditos «1. El que ha de tratar con superior, traiga las cosas diges- tas y miradas por sí, o comunicadas con otros, según que fueren de más o menos importancia. Con esto, en las co- sas mínimas o de mucha priesa, faltando tiempo para mi- rar o conferir, se deja a su buena discreción, si, sin comu- nicarlas o mucho mirarlas, deba representarlas al superior, o no. 2. Así digestas y miradas, propóngalas, diciendo: este punto se ha mirado por mí, o con otros, según que fuere; y ocurríame o mirábamos si sería bien así o así. Y nunca di- ga al superior, tratando con él: esto o aquello es o será bien ansí; mas dirá condicionalmente si es o si será. 3. Así propuestas las cosas, del superior será determi- nar o esperar tiempo para mirar en ellas, o remitirlas a quien o a quienes las han mirado; o nombrar otros que mi- ren en ellas o determinen, según que la cosa fuere más o menos importante o difícil. 4. Si a la determinación del superior, o lo que él toca- re, replicare alguna cosa que bien le parezca, tornando el superior a determinar, no haya réplica ni razones algunas por entonces. - 32 - 5. Si, después de así determinado el superior, sintiese el que trata con él que otra cosa sería más conveniente, o se le representase con fundamento alguno, aunque sus- pendiese el sentir, después de tres o cuatro horas, o otro día, puede representar al superior si sería bien esto o aque- llo; guardando siempre tal forma de hablar y términos, que no haya ni parezca disensión ni alteración alguna, ponien- do silencio a lo que fuere determinado en aquella hora. 6. Con esto, aunque sea la cosa determinada una y dos veces, de ahí a un mes o tiempo más largo, puede repre- sentar asimismo lo que siente o le ocurriere por la orden ya dicha; porque la experiencia con el tiempo descubre mu- chas cosas, y también hay variedad en ellas con el mismo. 7. ítem, se acomode el que trata a la disposición y po- tencias naturales del superior, hablando distinto y con voz inteligible, y claro, y a tiempos que le sean oportunos, cuando fuere posible» (Carta 5400a; MI Epp. 9, 90-91 [pp. 1058-1059]). Comunicación escrita: «viniendo a los particulares...» «Es necesario que, para escribir prudentemente, procure de conocer la persona a quien se escribe, y advertir sus cualidades, para conformarse a ellas en lo que se puede, ahora sea de fuera de la Compañía, ahora della. Si es de fuera, la prudencia dicta que a personas en lo temporal grandes, se escriba con más reverencia; a difíciles y áspe- ras, con más blandura y más retenidamente; a rudas y gro- seras, más abiertamente; a ingeniosos, con más diligencia; - 33 -
  • 18. a doctos, con más sabor de doctrina; a ocupados, breve; a desocupados, más largamente, si quisiere; a personas ale- gres, más alegremente; a humanas, más sin escrúpulo; a severos, con más severidad; a tristes, con demostración de tristeza; a ciertos amigos, con más confianza; a inciertos, más recatadamente, y con los tales por letras breves es de tentar su voluntad, demostrándoles amor, etc.; a iguales, con más familiaridad; a poco conocidos, con respeto y graciosamente, sin demasiado bajarse; a inferiores, con mucha humanidad, no como de lugar alto, sino igual o in- ferior, etc. Y adviértase que comúnmente en las primeras cartas es necesario más miramiento, en especial con las personas no conocidas; y procúrese que parezca la causa que mueve a escribirles, pía» (AHSI 29 [1960], p. 317). Oír largo y con gusto «En el negociar con todos, y máxime con iguales o meno- res según dignidad o autoridad, hablar poco y tarde, oír largo y con gusto, oyendo largo hasta que acaben de ha- blar lo que quieren, después respondiendo a las partes que fueren, dar fin, despidiéndose; si replicaren, cortando las réplicas cuanto pudiere; la despedida presta y graciosa» (Carta 32; MI Epp. 1, 179 [p. 752]). Comunicación con personas de diferentes caracteres «Para conversar y venir en amor de algunos grandes o ma- yores en mayor servicio de Dios nuestro Señor, mirar pri- mero de qué condición sea y haceros della, es a saber: si es colérico y habla de presto y regocijado, tener alguna - 34 - manera en conversación su modo en buenas y santas co- sas, y no mostrarse grave, flemático o melancólico. Que a natura son recatados, tardos en hablar, graves y pesados en sus conversaciones, tomar el modo dellos con ellos, por- que aquello es lo que les agrada: "Me he hecho todo a to- dos" (1 Corintios 9,22). Es de advertir que, si uno es de complexión colérico y conversa con otro colérico, si no son en todo de un mismo espíritu, hay grandísimo peligro que no desconcierten en sus conversaciones sus pláticas; por tanto, si uno conoce ser de complexión colérica, debe de ir, aun en todos los particulares cerca conversar con otros, si es posible, mu- cho armado con examen o con otro acuerdo de sufrir y no se alterar con el otro, máxime si lo conoce enfermo. Si conversare con flemático o melancólico, no hay tanto pe- ligro de desconcertar por vía de palabras precipitadas» (Carta 32; MI Epp. 1, 179-180 [pp. 752-753]). Carácter público de la conversación «En todas conversaciones, máxime en poner paz y en plá- ticas espirituales, estar advertidos, haciendo cuenta que to- do lo que se habla puede o verná en público» (Carta 32; MI Epp. 1, 180 [p. 753]). - 35 -
  • 19. 3 ORAR «La facilidad para unirse a Dios» ¿Qué es lo característico de la comprensión y la praxis de la oración de Ignacio? Lo más llamativo y lo más significativo, desde el punto de vista de la historia de la piedad, es la amplitud de su comprensión de la oración. El dicho que mejor lo expresa es éste: «Buscar y hallar a Dios en todas las cosas». Y con ello se refiere literalmente a todo: en el pensar, en el hablar, en el trabajar, en el descanso, en la cele- bración de los sacramentos, en la oración, etcétera. Todo es y se hace oración en la medida en que está dirigido interior- mente a Dios y es expresión de una entrega llena de amor. De este modo, la persona puede ser «contemplativa en la acción». Desde aquí se comprende que Ignacio no insista rígida- mente en determinadas formas de oración. Él está conven- cido de que el modo de orar mejor para cada individuo es aquel «donde Dios nuestro Señor más se comunica». Y, por consiguiente, hay que probar diferentes modos. No obstante, insiste en que la persona tiene que some- terse a un proceso de liberación del yo, es decir, tiene que morir a esa temerosa obsesión por el yo que hace que tam- bién en la oración dé vueltas sólo alrededor de sí misma, 37 -
  • 20. para que surja una nueva vida. Ahí radica el verdadero valor del concepto medieval de la mortificación, que ha sido obje- to de falsas interpretaciones. Ignacio toma como referente la experiencia de Jesús en el huerto de los Olivos: «Padre, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22,42). * * * Grados de oración: «donde Dios nuestro Señor más se comunica» «Es mucho mejor [...] buscar más inmediatamente al Señor de todos, es a saber, sus santísimos dones, así como una infusión o gotas de lágrimas, agora sea, 1.°, sobre los propios pecados o ajenos; agora sea, 2.°, en los misterios de Cristo nuestro Señor en esta vida o en la otra; agora sea, 3.°, en consideración o amor de las personas divinas; y tanto son de mayor valor y precio, cuanto son en pensar y considerar más alto. Y aunque en sí el 3.° sea más perfec- to que el 2.°, y el 2.° más que el primero, aquella parte es mucho mejor para cualquier individuo, donde Dios nues- tro Señor más se comunica mostrando sus santísimos dones y gracias espirituales, porque ve y sabe lo que más le conviene, y como quien todo lo sabe, le muestra la vía; y nosotros para hallarla, mediante su gracia divina, ayuda mucho buscar y probar por muchas maneras para caminar por la "que le es más declarada", más feliz y bienaventu- rada en esta vida [...]» (Carta 466; MI Epp. 2, 235-236 [pp. 831-832]). - 38 - Hallar a Dios en todas las cosas (carta escrita por el secretario Polanco, por comisión de Ignacio) «Cuanto a la oración y meditación, no habiendo necesidad especial por tentaciones, como dije, molestas o peligrosas, veo que más aprueba procurar en todas cosas que hombre hace hallar a Dios, que dar mucho tiempo junto a ella. Y este espíritu desea ver en los de la Compañía: que no hallen (si es posible) menos devoción en cualquiera obra de caridad y benevolencia que en la oración o meditación; pues no deben hacer cosa alguna sino por amor y servicio de Dios nuestro Señor; y en aquello se debe hallar cada uno más contento que le es mandado, pues entonces no puede dudar que se conforma con la voluntad de Dios nuestro Señor» (Carta 1848; MI Epp. 3, 502). «De otras cosas a tiempos se sirve Dios más que de la oración» «Sería bien que mirase que no sólo se sirve Dios del hom- bre cuando ora; que, si así fuese, serían cortas, si fuesen las oraciones de menos de 24 horas al día, si se pudiese, pues todo hombre se debe dar, cuando enteramente pudie- re, a Dios. Pero es así que de otras cosas a tiempos se sirve más que de la oración, y tanto que por ellas la oración huelga él se deje, cuánto más que se abrevie. Así que "con- viene orar siempre y no desfallecer"; mas bien entendién- dolo, como los santos y doctores lo entienden» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 652 [p. 859]). - 39 -
  • 21. Examen de conciencia diario y amor al prójimo como oración «Primero, no os olvidéis de poner cuidado en conservar y acrecentar el buen espíritu, y haced todos los días el exa- men de conciencia; y si podéis, oíd misa y atended a las devociones acostumbradas, aunque se pueden abreviar para ayudar al prójimo, porque es oración lo que por él se hace» (Carta 2926; MI Epp. 4, 456-457 [orig. it.). Recreación como oración «Usad muy moderadamente todo ejercicio mental, haced cuenta que la recreación exterior ordenada [...] es oración, y que en ella agradáis a Dios nuestro Señor, cuya gracia siempre abunde en vuestra alma» (Carta 4351; MI Epp. 6, 587 [p. 999]). También la oración corta es oración «Que oración de una y dos horas no es oración, y que son menester más horas, es mala doctrina, contra lo que han sentido y practicado los santos» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 651 [p. 858]). «Mortificación» y engaños en la oración «Y por fin concluyó: "[A] un verdaderamente mortificado bástale un cuarto de hora para se unir a Dios en oración". Y no sé si entonces añadió sobre este mismo tema lo que le oímos decir otras muchas veces: que de cien personas muy dadas a la oración, noventa serían ilusas» {Mein. 196 [p. 1491). - 40 - Papel fundamental de la «mortificación». Elogio de la oración que tiene «a Dios siempre ante los ojos» «Al día siguiente, hablándome el Padre de lo mismo, y contándome las prolongadas oraciones que había hecho, me decía que, a su juicio, no podía haber mayor error en las cosas espirituales que querer dirigir a los otros según uno mismo; y después me añadió que de cien que se entre- guen a largas oraciones y penitencias, la mayor parte cae- rán ordinariamente en grandes inconvenientes; se refería sobre todo el Padre a la dureza de juicio; por eso el Padre ponía como fundamento de todo la mortificación y abne- gación de voluntad. [...] Sin embargo, el Padre alaba mucho la oración, como he observado yo mismo muchas veces, especialmente la que se hace teniendo a Dios siempre ante los ojos» (Mem. 256 [pp. 181-182]). Efectos de la oración: lágrimas, consuelo, ser uno con Dios «Mi querido Padre, "el corazón obstinado tendrá mal fin" (Eclesiástico 3,27), pero el corazón deseoso de la ayuda de las almas, como el de Vuestra Reverencia, y del servicio divino, no puede llamarse duro; y teniendo, en la voluntad y en la parte superior del ánima, compasión de las mise- rias del prójimo, queriendo socorrer de su parte, y hacien- do el oficio de hombre que tal voluntad eficaz tiene en pro- curar los medios, no son necesarias otras lágrimas ni otra 41
  • 22. ternura de corazón. Y aunque algunos lo tengan, por ser tal su natural que el afecto del alma superior redunda fácil- mente en la inferior, o porque Dios nuestro Señor les da tal derretirse en lágrimas, porque ve que les conviene, no por eso tienen mayor caridad, ni son más eficaces que otros que no tienen tales lágrimas; aunque no tienen menor afecto en la parte superior, e.d., voluntad tan fuerte y efi- caz (la cual es acto propio de la caridad) para el servicio divino y bien de las almas, como los que abundan en lágri- mas. Digo además a V. R. (como lo siento) que a algunos, aunque estuviese en mi mano darles las lágrimas, no se las daría, porque no les ayudan a la caridad y les causan daño al cuerpo y a la cabeza, y en consecuencia impiden cual- quier ejercicio de caridad. Así que no se dé pena V. R. por la falta de lágrimas externas, y conserve su voluntad buena y eficaz, mostrada en obras, que esto basta para la perfec- ción propia, ayuda del prójimo y servicio de Dios» (Carta 3924; MI Epp. 5, 714 [p. 968]). Felicidad del ser humano liberado del yo «Considerando que las personas, saliendo de sí y entrando en su Criador y Señor, tienen asidua advertencia, atención y consolación, y sentir cómo todo nuestro bien eterno sea en todas cosas criadas, dando a todas ser, y conservando en él con infinito ser y presencia» (Carta 101; MI Epp. 1, 339 [pp. 779-780]). - 42 - No es posible una ininterrumpida y plena conciencia de Dios «Parece imposible, según el curso común, aun de los muy espirituales y santos, porque tal presencia [de Dios] re- quiere actual consideración de entendimiento y fija, antes inmovible, lo cual repugna al estado de la vía; quejándose aun los muy devotos siervos de Dios de las evagaciones e instabilidad del entendimiento» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 648-649 [p. 856]). ¿Melancolía? No después de un cuarto de hora de oración «Aconsejándole una vez el médico que no cayese en depresión, que le haría daño, dijo después el Padre: "Yo he pensado en qué cosa me podía dar malencolía, y no hallé cosa ninguna, sino si el papa deshiciese la Compañía del todo: y aun con esto, yo pienso que, si un cuarto de hora me recogiese en oración, quedaría tan alegre y más que antes"» (Mem. 182 [p. 143]). Cuidado con los esfuerzos compulsivos del entendimiento y el cuerpo «Toda meditación en la cual trabaja el entendimiento hace fatigar el cuerpo; otras meditaciones ordenadas y descan- sadas, las cuales son aplicables al entendimiento y no tra- bajosas a las partes interiores del ánimo, que se hacen sin poner fuerza interior ni exterior, éstas no fatigan al cuerpo, mas hacen descansar [...]» (Carta 8; MI Epp. 1, 108 [pp. 734-735]). - 43 -
  • 23. La virtud es más importante que los sentimientos de devoción «Cuanto a la ceguedad o aridez de espíritu, que le parece encontrar en sí, puede fácilmente proceder de la descon- fianza o pusilanimidad, y consiguientemente curarse con lo contrario; y sobre todo se acuerde Vuestra Reverencia que Dios busca en nosotros las virtudes sólidas, como es la paciencia, humildad, obediencia, abnegación de la voluntad propia, caridad, es decir, buena voluntad de ser- virle a Él y, por lo mismo, a los prójimos; que otras devo- ciones las concede su providencia cuando ve que es con- veniente; pero como no son cosas sustanciales, no hacen perfecto al hombre cuando abundan, ni tampoco imper- fecto cuando faltan. Y no más diré de esto, sino rogar a Jesucristo Señor nuestro sea siempre en ayuda nuestra y favor de todos nosotros» (Carta 4020; MI Epp. 6, 110 [p. 972]). El hablar de Dios -«sin ruido alguno de voces»— acogido con humildad «Acaece que muchas veces el Señor nuestro mueve y fuer- za a nuestra ánima a una operación o a otra abriendo nues- tra ánima; es a saber, hablando dentro della sin ruido algu- no de voces, alzando toda a su divino amor, y nosotros a su sentido, aunque quisiéramos, no pudiendo resistir; y el sentido suyo que tomamos, necesario es conformarnos con los mandamientos, preceptos de la Iglesia y obedien- cia de nuestros mayores, y lleno de toda humildad, porque el mismo espíritu divino es en todo» (Carta 7; MI Epp. 1, 105 [p. 733]). - 44 - La señal de la cruz «Para hacer la señal de la santa cruz ponemos la mano en la cabeza, que significa Dios Padre, el cual no procede de nadie; cuando ponemos la mano en el vientre, significa su Hijo, nuestro Señor, el cual procede del Padre, y vino hasta el vientre de la sacratísima Virgen María; cuando ponemos la mano de un lado al otro significa el Espíritu Santo, el cual procede del Padre y del Hijo; cuando pone- mos las manos juntas, significa que las tres personas son una verdadera esencia; cuando ponemos la cruz en la boca significa que en Jesús, nuestro Salvador y Redentor, está el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, un solo Dios nues- tro creador y señor, y que la divinidad nunca fue separada del cuerpo de Cristo en su muerte» («Suma de las predi- caciones del Maestro Ignacio sobre la doctrina cristiana»; MI Epp. 12, App. 6, 10, 667 [orig. it.). - 45 -
  • 24. 4 EJERCICIOS «Todo lo mejor...» Ignacio escribe en una carta que los Ejercicios son «todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo como pa- ra poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos» (Carta 10; MI Epp. 1, 113 [p. 736]). Gracias a los Ejercicios Espirituales, reconocidos por la Iglesia en 1548, ha prestado a lo largo de varios siglos una ayuda decisiva a muchas per- sonas en su camino de fe. Los Ejercicios son un camino de meditación y ejercita- ción espiritual en que la persona se confía por entero a la vo- luntad amorosa de Dios, tal y como ésta se regala al mundo en Jesucristo. El ejercitante se deja liberar y transformar en este camino y configura su vida en el servicio al prójimo co- mo respuesta al amor de Dios. Ignacio caracteriza breve- mente lo que sucede en los Ejercicios con estas expresio- nes: «ordenar su vida», el Señor se comunica «a la su ánima devota, abrazándola en su amor». En los Ejercicios ignacianos hay momentos de ejercita- ción, de experiencia espiritual, de orientación según la vo- - 47 -
  • 25. luntad amorosa de Dios, de liberación de la confusión del yo; y en ellos están presentes también la oración, la fuerza del silencio, el diálogo del acompañamiento diario y la configu- ración de la propia vida desde la relación con Jesucristo y su Evangelio. Del mismo modo que uno no se sacia con la lec- tura de una receta, tampoco se sacia con la lectura del libro de los Ejercicios, que fue escrito ante todo para la persona que los da, no para el ejercitante. * * * De las anotaciones introductorias en el libro de los Ejercicios Sentido de los Ejercicios «Anotaciones para tomar alguna inteligencia en los ejerci- cios espirituales que se siguen, y para ayudarse, así el que los ha de dar como el que los ha de recibir. La primera anotación es que por este nombre, ejercicios espirituales, se entiende todo modo de examinar la conciencia, de me- ditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras es- pirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corpo- rales, por la misma manera, todo modo de preparar y dis- poner el ánima para quitar de sí todas las afecciones de- sordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman ejercicios espirituales» (EE 1). - 48 - Indicaciones prudentes y sobrias «La persona que da a otro modo y orden para meditar o contemplar debe narrar fielmente la historia de la tal con- templación o meditación, discurriendo solamente por los puntos, con breve o sumaria declaración; porque la perso- na que contempla, tomando el fundamento verdadero de la historia, discurriendo y raciocinando por sí mismo, y ha- llando alguna cosa que haga un poco más declarar o sen- tir la historia, quier por la raciocinación propia, quier sea en cuanto el entendimiento es ilucidado por la virtud divi- na, es de más gusto y fruto espiritual que si el que da los ejercicios hubiese mucho declarado y ampliado el sentido de la historia; porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» (EE 2). Actitud de «grande ánimo y liberalidad» «Al que recibe los ejercicios mucho aprovecha entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tie- ne, se sirva conforme a su santísima voluntad» (EE 5). Animar en la desolación «El que da los ejercicios, si ve al que los recibe que está desolado y tentado, no se haya con él duro ni desabrido, mas blando y suave, dándole ánimo y fuerzas para adelan- te, y descubriéndole las astucias del enemigo de natura hu- - 49 -
  • 26. mana, y haciéndole preparar y disponer para la consola- ción ventura» (EE 7). Libertad para el que recibe los Ejercicios e inmediatez de Dios «El que da los ejercicios no debe mover al que los recibe más a pobreza ni a promesa que a sus contrarios, ni a un es- tado o modo de vivir que a otro. [...] En los tales ejercicios espirituales, más conveniente y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mismo Criador y Señor se co- munique a la su ánima devota, abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola por la vía que mejor podrá ser- virle adelante. De manera que el que los da no se decante ni se incline a la una parte ni a la otra; mas estando en me- dio, como un peso, deje inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor» (EE 15). Acercamiento a Dios en la soledad «Cuanto más nuestra ánima se halla sola y apartada, se ha- ce más apta para se acercar y llegar a su Criador y Señor; y cuanto más así se allega, más se dispone para recibir gra- cias y dones de la su divina y suma bondad» (EE 20). Textos clave de los Ejercicios Finalidad de los Ejercicios «Ejercicios espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna que desor- denada sea» (EE 21). - 50 - Cultura del diálogo «Para que así el que da los ejercicios espirituales, como el que los recibe, más se ayuden y se aprovechen, se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del próximo que a condenarla; y si no la puede salvar, inquira cómo la entiende; y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve» (EE 22). Fundamento y finalidad de los Ejercicios «Principio y fundamento. El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su áni- ma; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar dellas cuanto le ayudan para su fin, y tan- to debe quitarse dellas cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal ma- nera, que no queramos de nuestra parte más salud que en- fermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás. Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados» (EE 23). - 51 -
  • 27. Reforma de la propia vida y libertad del yo «Para enmendar y reformar la propia vida y estado. Es de advertir que, acerca de los que están constituidos en prelatura o en matrimonio (quier abunden mucho de los bienes temporales, quier no), donde no tienen lugar o muy pronta voluntad para hacer elección de las cosas que caen debajo de elección mutable, aprovecha mucho, en lugar de hacer elección, dar forma y modo de enmendar y reformar la propia vida y estado de cada uno dellos; es a saber, po- niendo su creación, vida y estado para gloria y alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de su propia ánima. Para venir y llegar a este fin, debe mucho considerar y ruminar por los ejercicios y modos de eligir, según que está decla- rado, cuánta casa y familia debe tener, cómo la debe regir y gobernar, cómo la debe enseñar con palabra y con ejem- plo; asimismo de sus facultades, cuánta debe tomar para su familia y casa, y cuánta para dispensar en pobres y en otras cosas pías, no queriendo ni buscando otra cosa algu- na sino, en todo y por todo, mayor alabanza y gloria de Dios nuestro Señor. Porque piense cada uno que tanto se aprovechará en todas cosas espirituales cuanto saliere de su propio amor, querer y interese» (EE 189). Indicaciones para la meditación y la oración El examen de conciencia general «Modo de hacer el examen general, y contiene en sí cinco puntos. - 52 - El primer punto es dar gracias a Dios nuestro Señor por los beneficios recibidos. El segundo, pedir gracia para conocer los pecados, y lanzallos. El tercero, demandar cuenta al ánima desde la hora que se levantó hasta el examen presente, de hora en hora o de tiempo en tiempo; y primero del pensamiento, y después de la palabra, y después de la obra; por la misma orden que se dijo en el examen particular. El cuarto, pedir perdón a Dios nuestro Señor de las faltas. El quinto, proponer enmienda con su gracia. Pater nos- ter» (EE 43). «La sólita oración preparatoria» «La oración preparatoria es pedir gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones y opera- ciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad» (EE 46). Coloquio de la oración «Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio; cómo de Criador es venido a ha- cerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados. Otro tanto, mirando a mí mismo, - lo que he hecho por Cristo, - lo que hago por Cristo, - lo que debo hacer por Cristo; - 53 -
  • 28. y así, viéndole tal, y así colgado en la cruz, discurrir por lo que se ofreciere» (EE 53). «El coloquio se hace, propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor; cuándo pidien- do alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater noster» (EE 54). Petición antes de las contemplaciones de la Sagrada Escritura «Demandar lo que quiero; será aquí demandar conoci- miento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga» (EE 104). Conformidad interna en la oración «Ante de entrar en la oración repose un poco el espíritu, asentándose o paseándose, como mejor le parecerá, consi- derando a dónde voy y a qué. Y esta misma adición se ha- rá al principio de todos modos de orar» (EE 239). El segundo modo de orar: permanecer en la contemplación de cada palabra «El segundo modo de orar es que la persona, de rodillas o asentado, según la mayor disposición en que se halla y más devoción le acompaña, teniendo los ojos cerrados o hincados en un lugar, sin andar con ellos variando, diga Pater; y esté en la consideración desta palabra tanto tiem- po cuanto halle significaciones, comparaciones, gustos y - 54 - consolación en consideraciones pertinentes a la tal pala- bra; y de la misma manera haga en cada palabra del Pater noster, o de otra oración cualquiera que desta manera qui- siere orar» (EE 252). El tercer modo de orar «Tercer modo de orar será por compás. La adición será la misma que fue en el primero y se- gundo modo de orar. La oración preparatoria será como en el segundo mo- do de orar. El tercero modo de orar es que con cada un anhélito o resollo se ha de orar mentalmente, diciendo una palabra del Pater noster, o de otra oración que se rece, de manera que una sola palabra se diga entre un anhélito y otro, y mientras durare el tiempo de un anhélito a otro, se mire principalmente en la significación de la tal palabra, o en la persona a quien reza, o en la bajeza de sí mismo, o en la diferencia de tanta alteza a tanta bajeza propia; y por la misma forma y regla procederá en las otras palabras del Pater noster; y las otras oraciones, es a saber, Ave María, Anima Christi, Credo y Salve Regina, hará según que sue- le» (EE 258). Punto culminante de la espiritualidad de los Ejercicios «Contemplación para alcanzar amor. Nota. Primero conviene advertir en dos cosas. - La primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras. - 55 -
  • 29. - La segunda: el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante. De manera que si el uno tie- ne ciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro. Oración sólita. Primer preámbulo es composición; que es aquí ver có- mo estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de los santos interpelantes por mí. El segundo, pedir lo que quiero; será aquí pedir cono- cimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, ente- ramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad. El primer punto es traer a la memoria los beneficios re- cibidos de creación, redención y dones particulares, pon- derando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí, y cuánto me ha dado de lo que tiene, y con- sequenter [de donde se deduce que] el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede, según su ordenación divina. Y con esto reflectir en mí mismo, considerando con mucha razón y justicia lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar a la su divina majestad, es a saber, todas mis cosas y a mí mismo con ellas, así como quien ofrece afectándose mu- cho: "Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memo- ria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo distes, a Vos, Señor, lo torno; todo es - 56 vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta". El segundo, mirar cómo Dios habita en las criaturas: - en los elementos dando ser, - en las plantas vegetando, - en los animales sensando, - en los hombres dando entender, y así en mí - dándome ser, - animando, - sensando, - y haciéndome entender. - Asimismo haciendo templo de mí, seyendo criado a la similitud y imagen de su divina majestad. Otro tanto reflictiendo en mí mismo, por el modo que está dicho en el primer punto, o por otro que sintiere me- jor. De la misma manera se hará sobre cada punto que se sigue. El tercero, considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra, id est, habet se ad modum laborantis [es decir, se comporta co- mo un "obrero"]. Así como en los cielos, elementos, plan- tas, frutos, ganados, etc.; dando ser, conservando, vege- tando y sensando, etc. Después reflectir en mí mismo. - 57 -
  • 30. El cuarto, mirar cómo todos los bienes y dones des- cienden de arriba, así como la mi medida potencia de la suma y infinita de arriba, y así justicia, bondad, piedad, misericordia, etc.; así como del sol descienden los rayos, de la fuente las aguas, etc. Después acabar reflictiendo en mí mismo, según está dicho. Acabar con un coloquio y un Pater noster» (EE 230-237). - 58 - 5 DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS «La discreta caridad» «Discreta caridad» no significa en Ignacio un amor que tema la luz pública. La expresión quiere decir que el amor es «un amor que discierne» [discreta chantas), que pregunta siem- pre por lo que es realmente bueno para una relación o para una actividad. Lo que veo ante mí como posibilidad de en- cuentro y de actuación ¿corresponde al magis en la direc- ción de la fe, la esperanza y el amor, o tiene más del gusto de la desconfianza, la resignación y el egoísmo? Ignacio ofrece desde su propia experiencia, sobre todo en los Ejercicios, una cantidad de ayudas y reglas de expe- riencia para examinar de dónde proceden las motivaciones interiores, los fines que se persiguen y las mociones. En es- te discernimiento intervienen todos los planos de la perso- na: conocimiento profundo más íntimo, meditación y consi- deración racional, y especialmente también la sensibilidad para las mociones interiores. En este contexto se habla a menudo de «consolación» y «desolación». En la formulación «discreta caridad» o «caridad ordena- da» se expresa tanto la unión fundamental con el Evangelio de Jesús, cuyo centro es el amor, como la acentuación es- pecífica de la espiritualidad ignaciana. - 59 -
  • 31. Espíritu Santo «El medio para gustar con el afecto y ejecutar con suavi- dad lo que la razón dicta que es a mayor servicio y gloria divina, el Espíritu Santo le enseñará mejor que otro nin- guno; aunque es verdad que, para seguir las cosas mejores y más perfectas, suficiente moción es la de la razón; y la otra de la voluntad, aunque no preceda la determinación y ejecución, podría fácilmente seguirla, remunerando Dios nuestro Señor la confianza que en su providencia se tiene, y la resignación de sí mismo entera y abnegación de sus propias consolaciones, con mucho contentamiento y gus- to y tanto mayor abundancia de espiritual consolación, cuanto menos se pretiende y más puramente se busca su gloria y beneplácito» (Carta 6327; MI Epp. 11, 184-185 [p. 1086]). Cristo como consolador «Mirar el oficio de consolar que Cristo nuestro Señor trae, y comparando cómo unos amigos suelen consolar a otros» (EE 224). De las reglas de discernimiento de las mociones interiores para la primera semana de Ejercicios Estrategias contrarias del buen espíritu y del malo (primera regla) «En las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles - 60 - placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y pla- ceres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus vicios y pecados. En las cuales personas el buen espíritu usa contrario modo, punzándoles y remordiéndoles las conciencias por el sindérese de la razón» (EE 314). Lo que significa la consolación (tercera regla) «Finalmente, llamo consolación todo aumento de esperan- za, fe y caridad, y toda leticia interna, que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, quie- tándola y pacificándola en su Criador y Señor» (EE 316). Desolación (cuarta regla) «Llamo desolación todo el contrario [...], así como oscuri- dad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándo- se toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Cria- dor y Señor» (EE 317). «En tiempo de desolación nunca hacer mudanza» (quinta regla) «En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas es- tar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consola- ción. Porque, así como en la consolación nos guía y acon- seja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con - 61 -
  • 32. cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar» (EE318). Medidas contra la desolación (sexta regla) «Mucho aprovecha el intenso mudarse contra la misma desolación, así como es en instar más en la oración, medi- tación, en mucho examinar, y en alargarnos en algún mo- do conveniente de hacer penitencia» (EE 319). Gracia en la desolación (séptima regla) «El que está en desolación considere cómo el Señor le ha dejado en prueba, en sus potencias naturales, para que re- sista a las varias agitaciones y tentaciones del enemigo; pues puede con el auxilio divino, el cual siempre le queda, aunque claramente no lo sienta; porque el Señor le ha abs- traído su mucho hervor, crecido amor y gracia intensa, quedándole tamen gracia suficiente para la salud eterna» (EE 320). Tomar fuerza de la consolación (décima regla) «El que está en consolación piense cómo se habrá en la de- solación que después vendrá, tomando nuevas fuerzas pa- ra entonces» (EE 323). «Poner mucho rostro contra las tentaciones» (decimosegunda regla) «[...] de la misma manera es propio del enemigo enflaque- cerse y perder ánimo, dando huida sus tentaciones, cuan- - 62 - do la persona que se ejercita en las cosas espirituales pone mucho rostro contra las tentaciones del enemigo, hacien- do el opósito per diametrum [lo diametralmente opuesto]» (EE 325). Desenmascarar al enemigo que se esconde (decimotercera regla) «Asimismo se hace [el enemigo] como vano enamorado en querer ser secreto y no descubierto. [...] De la misma manera, cuando el enemigo de natura humana trae sus as- tucias y suasiones a la ánima justa, quiere y desea que sean recibidas y tenidas en secreto. Mas cuando las descu- bre a su buen confesor, o a otra persona espiritual que co- nozca sus engaños y malicias, mucho le pesa; porque co- lige que no podrá salir con su malicia comenzada, en ser descubiertos sus engaños manifiestos» (EE 326). Atender a los propios puntos débiles (decimocuarta regla) «Asimismo se ha como un caudillo, para vencer y robar lo que desea. Porque, así como un capitán y caudillo del campo, asentando su real y mirando las fuerzas o disposi- ción de un castillo, le combate por la parte más flaca, de la misma manera el enemigo de natura humana, rodeando, mira en torno todas nuestras virtudes teologales, cardina- les y morales, y por donde nos halla más flacos y más ne- cesitados para nuestra salud eterna, por allí nos bate y pro- cura tomarnos» (EE 327). - 63 -
  • 33. De las reglas de discernimiento para la segunda semana de Ejercicios Tentación al mal bajo la apariencia de bien (cuarta regla) «Propio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis [se disfraza de ángel de luz], entrar con la ánima devota y salir consigo. Es a saber, traer pensamientos buenos y san- tos, conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse, trayendo a la ánima a sus engaños cu- biertos y perversas intenciones» (EE 332). Examinar el principio, medio y fin de las mociones interiores (quinta regla) «Debemos mucho advertir el discurso de los pensamien- tos; y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, señal es de buen ángel. Mas si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala, o distrativa, o menos buena que la que el ánima antes te- nía propuesta de hacer, o la enflaquece, o inquieta, o con- turba a la ánima, quitándola su paz, tranquilidad y quietud, que antes tenía, clara señal es proceder de mal espíritu, enemigo de nuestro provecho y salud eterna» (EE 333). Estrategia espiritual contraria «La ánima que desea aprovecharse en la vida espiritual, siempre debe proceder contrario modo que el enemigo pro- cede. Es a saber, si el enemigo quiere engrosar la ánima, procure de adelgazarse; asimismo, si el enemigo procura de atenuarla, para traerla en extremo, la ánima procure so- lidarse en el medio, para en todo quietarse» (EE 350). - 64 - 6 ASCESIS «Ejercicios espirituales... para ayudarse» La ascesis, es decir, el ejercitarse, fue para Ignacio un tema que lo acompañó durante toda su vida. La vida humana con- siste en aprender y ejercitar. El aprendizaje de actitudes fun- damentales intelectuales y espirituales a través de ejercicios concretos, también corporales, es una parte fundamental del libro de los Ejercicios Espirituales. El mismo Ignacio experimentó en su propio cuerpo la ambigüedad de la ascesis. Dado que después de la conver- sión quiso sobrepasar a los santos todo lo posible en los ejercicios de penitencia, arruinó por mucho tiempo su salud y estuvo casi a punto de suicidarse, porque aquellos ejerci- cios no le permitían encontrar la ansiada paz interior. Enton- ces empezó a «aprender de los errores», como él mismo di- jo más tarde. Aprendió que no podía forzar la comunión con Dios y que el trato espiritual directo con las personas era útil para ellas, y a él le aportaba alegría. Con todo, la ascesis si- guió siendo importante para él, pero la entendió cada vez más como respuesta a todo lo que Dios ya le había regala- do y como posibilidad de colaborar con Dios, siempre y cuando él tratara de prepararse para tal colaboración. Contra - 65 -
  • 34. los excesos ascéticos recomienda una y otra vez la modera- ción y la medida, y se remite al principio de la adaptación a cada persona. * * * Actitudes fundamentales al ejercitarse «Mirando a Dios nuestro Señor en todas las cosas, como le place que yo haga, y teniendo por error confiar y espe- rar en medios algunos o industrias en sí solos; y también no teniendo por vía segura confiar el todo en Dios nuestro Señor, sin quererme ayudar de lo que me ha dado, por pa- recerme en el Señor nuestro que debo usar de todas dos partes» (Carta 5736; MI Epp. 9, 626 [p. 1070]). «Tanto siéndonos buena alguna cosa en esta vida, cuanto nos ayuda para la otra eterna, y tanto mala cuanto nos es- torba» (Carta 63; MI Epp. 1, 254 [p. 770]). «Y nosotros para hallarla [la vía], mediante su gracia divi- na, ayuda mucho buscar y probar por muchas maneras pa- ra caminar por la "que le es más declarada"» (Carta 466; MI Epp. 2, 236 [pp. 831-832]). «En lo que toca a la oración, meditación y estudio, como ni en la corporal ejercitación de ayunos, vigilias y otras as- perezas o penitencias, sino aquella que la discreta caridad les dictare, con que siempre el confesor y, habiendo dubio en lo que conviene, el superior también, sea informado» (Const. 582 [p. 241]). - 66 - «Pues el contentamiento que en esta vida puede haberse, la experiencia muestra que se halla, no en los flojos, sino en los que son fervientes en el servicio de Dios. [...] Así que debríades animaros mucho a trabajar en vuestros loa- bles ejercicios, pues aun en esta vida sentiréis el provecho del fervor santo, no sólo en la perfección de vuestras áni- mas, pero aun [en] el contentamiento de la presente vida» (Carta 169; MI Epp. 1, 500 [pp. 798-799]). «Como para un tiempo tenemos necesidad de unos ejerci- cios, así espirituales como corporales, para otro diverso de otros diversos» (Carta 466; MI Epp. 2, 233-234 [p. 830]). «Porque en las obras, aunque pías, se quiere medida a fin que se pueda continuar, lo que sería imposible si fueran excesivamente fatigosas» (Carta 6110; MI Epp. 10, 529 [p. 1075]). «No haciendo caso alguno de cogitaciones malas, torpes o sensuales, poquedades o tibiezas, cuando son contra vues- tro querer; porque todo esto o parte de ello, que no vinie- se, nunca lo alcanzó san Pedro ni san Pablo; mas, aunque no del todo, alcánzase mucho con no hacer caso a ningu- na cosa dellas» (Carta 8; MI Epp. 1, 109 [p. 735]). Ejercitarse corporalmente «Cuando la persona que se ejercita aún no halla lo que de- sea, ansí como lágrimas, consolaciones, etc., muchas ve- ces aprovecha hacer mudanza en el comer, en el dormir y en otros modos de hacer penitencia; de manera que nos - 67 -
  • 35. mudemos, haciendo dos o tres días penitencia, y otros dos o tres no. Porque a algunos conviene hacer más penitencia, y a otros menos. Y también porque muchas veces dejamos de hacer penitencia por el amor sensual y por juicio erró- neo, que el subyecto humano no podrá tolerar sin notable enfermedad. Y algunas veces, por el contrario, hacemos demasiado, pensando que el cuerpo pueda tolerar. Y como Dios nuestro Señor en infinito conoce mejor nuestra natu- ra, muchas veces en las tales mudanzas da a sentir a cada uno lo que le conviene» (EE 89). «Reglas para ordenarse en el comer. Guardándose que no caiga en enfermedad, cuanto más hombre quitare de lo conveniente, alcanzará más presto el medio que debe tener en su comer y beber, por dos razones: La primera, porque así ayudándose y disponiéndose, muchas veces sentirá más las internas noticias, consola- ciones y divinas inspiraciones, para mostrársele el medio que le conviene. La segunda, si la persona se ve en la tal abstinencia, y no con tanta fuerza corporal ni disposición para los ejerci- cios espirituales, fácilmente vendrá a juzgar lo que con- viene más a su sustentación corporal» (EE 213). «Para quitar desorden mucho aprovecha que, después de comer o después de cenar, o en otra hora que no sienta apetito de comer, determine consigo para la comida o ce- na por venir, y ansí consequenter [así sucesivamente] ca- - 68 - da día, la cantidad que conviene que coma; de la cual por ningún apetito ni tentación pase adelante, sino antes, por más vencer todo apetito desordenado y tentación del ene- migo, si es tentado a comer más, coma menos» (EE 217). «El Señor no os manda que hagáis cosas que en trabajo ni detrimento de vuestra persona sean, mas antes quiere que en gozo en El viváis, dando las cosas necesarias al cuerpo. Y vuestro hablar, pensar y conversar sea en El, y en todas las cosas necesarias al cuerpo para este fin» (Carta 1; MI Epp. 1, 72 [p. 717]). «Con el cuerpo sano podréis hacer mucho, con él enfermo no sé qué podréis» (Carta 8; MI Epp. 1, 108 [p. 735]). «Porque al cuerpo tanto debemos querer y amar cuanto obedece y ayuda al ánima, y ella con la tal ayuda y obe- diencia se dispone más al servicio y alabanza de nuestro Criador y Señor. [...] Porque no solamente el ánima sea sa- na, mas la mente seyendo sana en cuerpo sano, todo será más sano y más dispuesto para mayor servicio divino» (Carta 466; MI Epp. 2, 235-237 Lpp. 831-832]). «Es a veces mayor mérito, para poder permanecer a la lar- ga con fuerzas en el servicio divino, tomar alguna honesta recreación de los sentidos que reprimirla» (Carta 6699; MI Epp. 12, 152 [p. 1102]). «Como no conviene cargar de tanto trabajo corporal que se ahogue el espíritu y reciba daño el cuerpo, así algún ejercicio corporal para ayudar lo uno y lo otro conviene ordinariamente a todos, aun a los que han de insistir en los mentales» (Const. 298 Lp. 152]). - 69 -
  • 36. Ejercitarse espiritualmente Ayudas para meditar «Adiciones para mejor hacer los ejercicios y para mejor hallar lo que desea. La primera adición es, después de acostado, ya que me quiera dormir, por espacio de un Ave María pensar a la ho- ra que me tengo de levantar, y a qué, resumiendo el ejer- cicio que tengo de hacer. La segunda, cuando me despertare, no dando lugar a unos pensamientos ni a otros, advertir luego a lo que voy a contemplar en el primer ejercicio de la media noche, tra- yéndome en confusión de mis tantos pecados, poniendo ejemplos, así como si un caballero se hallase delante de su rey y de toda su corte, avergonzado y confundido en ha- berle mucho ofendido, de quien primero recibió muchos dones y muchas mercedes. Asimismo, en el segundo ejer- cicio, haciéndome pecador grande y encadenado, es a sa- ber, que voy atado como en cadenas a parecer delante del sumo Juez eterno, trayendo en ejemplo cómo los encarce- lados y encadenados, ya dignos de muerte, parecen delan- te su juez temporal. Y con estos pensamientos vestirme, o con otros, según subyecta materia [lo que quiero y deseo en cada ejercicio]. La tercera, un paso o dos antes del lugar donde tengo de contemplar o meditar, me pondré en pie, por espacio de un Pater noster, alzado el entendimiento arriba, conside- rando cómo Dios nuestro Señor me mira, etc.; y hacer una reverencia o humillación. - 70 - La cuarta, entrar en la contemplación, cuándo de rodi- llas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arri- ba, cuándo asentado, cuándo en pie; andando siempre a buscar lo que quiero. En dos cosas advertiremos: la pri- mera es que, si hallo lo que quiero de rodillas, no pasaré adelante; y si postrado, asimismo, etc.; la segunda, en el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante hasta que me satisfaga. La quinta, después de acabado el ejercicio, por espacio de un cuarto de hora, quier asentado, quier paseándome, miraré cómo me ha ido en la contemplación o meditación; y si mal, miraré la causa donde procede y, así mirada, arre- pentirme, para me enmendar adelante; y si bien, dando gracias a Dios nuestro Señor; y haré otra vez de la misma manera» (EE 73-77). «Aprovechando a vosotros mismos en toda virtud, gran- demente servís a los prójimos» (Carta 169; MI Epp. 1, 509 [p. 805]). «Todos tengan especial cuidado de guardar con mucha di- ligencia las puertas de sus sentidos (en especial los ojos, y oídos, y la lengua) de todo desorden» (Const. 250 [p. 143]). «[A] un verdaderamente mortificado bástale un cuarto de hora para se unir a Dios en oración» (Mem. 196 [p. 149]). - 71 -
  • 37. Peligros y límites de la ascesis «Siendo tan duro consigo, podría fácilmente venir a serlo demasiadamente con los que tiene a cargo; y aunque no fuese otro que el ejemplo, podría hacer correr demasiada- mente a algunos, y más cuanto mejores fuesen» (Carta 4193; MI Epp. 6, 357 [p. 984]). «Naturalmente, cuanto más se aparta la criatura racional de las cosas materiales, su entendimiento se hace más es- table en lo que aprende verdadero o falso, y a tales perso- nas interviene muchas veces, en especial si humo de algu- na pasión les ciega [...] tomar cosas dubias y aun falsas por verísimas» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 640 [p. 849]). «Que no solamente vienen las enfermedades espirituales de causas frías, como es la tibieza, pero aun de calientes, como es el demasiado fervor. [...] El nada en demasía [...] débese en todo guardar. [...] A no tener esta moderación, el bien se convierte en mal y la virtud en vicio, y síguense muchos inconvenientes contrarios a la intención del que así camina. El primero, que no puede servir a Dios a la larga; co- mo suele no acabar el camino el caballo muy fatigado en las primeras jornadas, antes suele ser menester que otros se ocupen en servirle a él. El segundo, que no suele conservarse lo que así se ga- na con demasiado apresuramiento. El tercero, que no se curan de evitar el peligro de car- gar mucho la barca; y es así que, aunque es cosa peligro- - 72 - sa llevarla vacía, porque andará fluctuando con tentacio- nes, más lo es cargarla tanto que se hunda. Cuarto. Acaece que, por crucificar el hombre viejo, se crucifica el nuevo, no pudiendo por la flaqueza ejercitar las virtudes» (Carta 169; MI Epp. 1, 504-505 [pp. 801-802]). «Siendo ella [el ánima] y el cuerpo de su Criador y Señor, que de todo le diese buena cuenta, y para ello no dejase en- flaquecer la natura corpórea, que, siendo ella flaca, la que es interna no podrá hacer sus operaciones» (Carta 466; MI Epp. 2, 235 [p. 831]). «Por lo que respecta a la cantidad y calidad de los alimen- tos, el sueño, el vestido, se ha de seguir el parecer del mé- dico, y no se ha de hacer nada contra lo que él diga que es necesario para el mantenimiento de la salud y fuerzas con- venientes de nuestros hermanos» (Carta 3000; MI Epp. 4, 494 [oríg. it.]). «Generalmente, de tal manera atienda a servir a los próji- mos, que tenga cuenta con su salud corporal, por amor del mismo por quien sirve a los prójimos» (Carta 1225; MI Epp. 3, 75 [p. 874]). - 73 -
  • 38. 7 TRABAJAR JUNTOS Y UNOS POR OTROS «Cómo Dios trabaja y labora por mí» En contraposición a muchas ideas de la antigüedad, según las cuales el ocio vale más que el trabajo, para Ignacio el tra- bajar, el esforzarse y el hacer son signos de que el ser hu- mano ha sido creado como imagen de Dios. Dios se esfuer- za y trabaja en su creación y para su creación; el ser huma- no está destinado a colaborar con él. Ignacio piensa que al trabajar es importante que exista un equilibrio entre el esfuerzo y la implicación personal, por una parte, y la serenidad llena de confianza en Dios, por otra. El ser humano tiene que distribuir y utilizar su fuerza de tra- bajo con prudencia y razón, sin exigirse demasiado, pero también sin exigirse demasiado poco. Un instrumento esen- cial para ello es la ejercitación, que no puede realizarse sin esfuerzo, pero que produce satisfacción y alegría cuando se consigue algo. Por último, en todo trabajo hay que prestar atención a las prioridades que se establecen y al modo en que se configu- ra la colaboración cuando varias personas están implicadas en la misma tarea. * * * - 75 -
  • 39. Acción de Dios y colaboración del ser humano «El tercero, considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra, id est, ha- bet se ad modum laborantis [es decir, se comporta como un "obrero"]. Así como en los cielos, elementos, plantas, frutos, ganados, etc.; dando ser, conservando, vegetando, y sensando, etc. Después reflectir en mí mismo» (EE 236). Ayudar al prójimo «Buscad a los enfermos y pobres sin recursos que haya en el lugar, y procurad ayudarlos; y si hay cárceles, visitad- las. Y de los ricos o de quienes tienen más recursos en el lugar, buscad ayuda para ellos, a fin de hacer bien corpo- ral a unos y espiritual a otros» (Carta 2926; MI Epp. 4, 457 [orig. it.]). «Y lo primero ocurre ser el buen ejemplo de toda honesti- dad y virtud cristiana, procurando no menos sino más edi- ficar con las buenas obras que con las palabras los con quien se trata» (Const. 637 fp. 273]). «En lo demás, el que nos da a todos voluntad de servirle se dignará darnos ayuda para que llevemos bien el peso que para su mayor servicio y alabanza se nos ha puesto» (Carta 5061; MI Epp. 8, 225 [p. 1028]). Mirar al prójimo «Mirad también vuestros prójimos como una imagen de la santísima Trinidad y capaz de su gloria» (Carta 169; MI Epp. 1, 503 [p. 801]). - 76 - «Y no solamente que entre vosotros mantengáis la unión y amor continuo, pero aun le extendáis a todos, y procuréis encender en vuestras ánimas vivos deseos de la salud del prójimo, estimando lo que cada uno vale del precio de la sangre y vida de Jesucristo que costó» (Carta 169; MI Epp. 1, 507 [p. 804]). «Que cuando me junto con alguno, aunque mucho peca- dor, para comunicar las cosas de Dios nuestro Señor, yo soy el que gano, y hallo en mí provecho» (Carta 6; MI Epp. 1, 96 [p. 727]). Dificultades y resistencias «El haber dificultad no es cosa nueva, antes ordinaria, en las cosas de mucha importancia para el divino servicio y gloria; pero cuanto más difícil, tanto será más acepta esta obra, y ocasión de dar a Dios Nuestro Señor más de cora- zón gracias incesables por ella» (Carta 214; MI Epp. 1, 627 [p. 823]). Impedimento para Dios «Sintiendo una cosa (si los que más entienden otra cosa mejor no sienten), que hay pocos en esta vida, y más echo, que ninguno, que en todo pueda determinar, o juzgar, cuánto impide de su parte, y cuánto desayuda a lo que el Señor nuestro quiere en su ánima obrar. Bien me persuado que cuanto más una persona será versada y experimentada de humildad y caridad, que cuanto más sentirá y conocerá hasta las cogitaciones mucho menudas, y otras cosas del- _ 77 _
  • 40. gadas que le impiden y desayudan, aunque sean al parecer de poco o casi de ningún momento, siendo tanto tenues en sí; sin embargo, para en todo conocer nuestros impedi- mentos y faltas, no es de esta vida presente, como el Profeta [Salmo 19,13] pide ser librado de las culpas que no conoce, y san Pablo [1 Corintios 6,14], confesando no conocerlas, añade que no por eso es justificado» (Carta 101; MI Epp. 1, 340-341 [p. 780]). Confiar en Dios y establecer prioridades «Y aun cuando quede poco tiempo para pensar el sermón, suplirá Cristo Nuestro Señor; y también en la jornada se podrán mejor disponer las cosas de modo que, si fuere ne- cesario, quede más tiempo para una cosa que para otra» (Carta 6692; MI Epp. 12, 141-142 [p. 1100]). Colaboración del hombre con Dios «Aquel se podría decir "que dobla las rodillas ante Baal", que de tales medios humanos hiciere más caudal y pusie- se más esperanza en ellos, que en Dios y sus graciosas y sobrenaturales ayudas; pero quien tiene en Dios el funda- mento de toda su esperanza, y para el servicio suyo con solicitud se aprovecha de los dones que Él da, internos y externos, espirituales y corporales, pensando que su virtud infinita obrará con medios o sin ellos todo lo que le plu- guiere, pero que esta tal solicitud le place cuando recta- mente por su amor se toma, no es esto "doblar las rodillas ante Baal", sino "ante Dios", reconociéndole por autor, no solamente de la gracia, pero aun de la natura» (Carta 776; MI Epp. 2, 481 [p. 841]). - 78 - Virtud y unión con Dios para el servicio «Para la conservación y aumento no solamente del cuerpo y lo exterior de la Compañía, pero aun del espíritu de ella, y para la consecución de lo que pretende, que es ayudar las ánimas para que consigan el último y supernatural fin su- yo, los medios que juntan el instrumento con Dios y le dis- ponen para que se rija bien de su divina mano son más efi- caces que los que le disponen para con los hombres, como son los medios de bondad y virtud, y especialmente la ca- ridad y pura intención del divino servicio y familiaridad con Dios nuestro Señor en ejercicios espirituales de devo- ción, y el celo sincero de las ánimas por la gloria del que las crió y redimió, sin otro algún interés» (Const. 813 [p. 345]). Equilibrio entre el esfuerzo y la confianza en Dios «Pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis in- tenciones, acciones y operaciones sean puramente ordena- das en servicio y alabanza de su divina majestad» (EE 46). «Después de un rato, en la capilla, me pareció que era vo- luntad divina que me esforzase en buscar acatamiento y hallarlo. No lo hallé, a pesar de que me parecía bien bus- carlo, pero no fui capaz de hallarlo por mí mismo» (Diario 164 [p. 187]). «No consintáis que os hagan ventaja los hijos de este mun- do en buscar con más solicitud y diligencia las cosas tem- - 79 -
  • 41. porales que vosotros las eternas. Avergonzaos que ellos co- rran con más prontitud a la muerte que vosotros a la vida. Así que no seáis, por amor de Dios, remisos ni tibios; que, como dice, "el aflojamiento quiebra el ánimo, como la tirantez el arco", y al contrario, "el alma de los que tra- bajan se llenará de vigor y lozanía" (Proverbios 13,4), se- gún Salomón» (Carta 169; MI Epp. 1, 499 [p. 798]). «Como se requiere entrar poco a poco en los trabajos del cuerpo, ejercitándose en los menos graves al principio, hasta tomar uso de trabajar, así parece que, para entrar en cosas que mucho trabajo de mente requieren, como son ar- tes y teología escolástica, es menester que se vaya el en- tendimiento acostumbrando a trabajar» (Carta 174; MI Epp. 1, 522 [p. 809]). Moderación y discreción en el trabajo «No es necesario que os fatiguéis demasiado, sino obrad con moderación para poder fatigaros por más tiempo» (Carta 4917; MI Epp. 7, 725 [orig. it.]). «Baste a nosotros hacer según nuestra fragilidad lo que podamos, y el resto queramos dejarlo a la divina provi- dencia, a quien toca, y cuyo curso no entienden los hom- bres, y por eso se afligen a las veces de aquello que debe- rían alegrarse» (Carta 6110; MI Epp. 10, 529 [p. 1075]). «Como no conviene cargar de tanto trabajo corporal que se ahogue el espíritu y reciba daño el cuerpo, así algún - 80 - ejercicio corporal para ayudar lo uno y lo otro conviene ordinariamente a todos, aun a los que han de insistir en los mentales, que deberían interrumpirse con los exteriores, y no se continuar ni tomar sin la medida de la discreción» (Const. 298 [p. 152]). «La moderación de los trabajos espirituales y corporales, y mediocridad en las Constituciones, que no declinen a ex- tremo de rigor o soltura demasiada (y así se pueden mejor guardar), ayudará para el durar y mantenerse en su ser to- do este cuerpo [es decir, la Compañía de Jesús]» (Const. 822 [p. 348]). Trabar con otros, estimándose uno mismo correctamente «Tres consideraciones ha de tener el que es enviado, en es- ta Compañía, a trabajar en la viña de Cristo: una referente a sí mismo, otra al prójimo con quien conversa, otra a la cabeza y a todo el cuerpo de la Compañía, de la cual es miembro» (Carta 2925a; Epp. 12, App. 1, 24, 251 [p. 917]). «En todo procurando y deseando dar ventaja a los otros, estimándolos en su ánima todos como si les fuesen supe- riores» (Const. 250 [pp. 143-144]). «En cuanto sea posible, todos sintamos y digamos lo mis- mo [...]. La cual unión y conformidad de unos y de otros debe muy diligentemente procurarse, y no permitirse lo - 81 -
  • 42. contrario, para que con el vínculo de la fraterna caridad unidos entre sí, mejor puedan y más eficazmente emplear- se en el servicio de Dios y ayuda de los prójimos» {Const. 273 [pp. 147-148]). «Cuando se pudiere, sería bien que no fuese uno solo, si- no dos a lo menos; así porque entre sí ellos más se ayuden a las cosas espirituales y corporales, como porque puedan ser más fructuosos a los que son enviados, partiendo entre sí los trabajos en servicio de los prójimos» (Const. 624 [p. 270]). «Porque serán mejor servidos y ayudados [los otros próji- mos] cuanto con más consejo se atendiere a su bien y me- jores medios para ello se buscaren; y a esto ayudará el co- municar las cosas acá, y el representarlas al superior, en manera que se pueda ver toda la obra cómo procede, por- que así se podrá mejor pensar algo que ayude al que de cerca trabaja; que, por estar muy esparcido y ocupado en los particulares, es de creer que no cae en muchas cosas, que le ayudarían en la obra de Dios» (Carta 179; MI Epp. 1,539). «Vemos por experiencia que mediados talentos y del me- dio abajo son instrumentos muchas veces de muy notable fruto y muy sobrenatural, por ser enteramente obedientes y dejarse mover y poseer, mediante esta virtud, de la po- tente mano del autor de todo bien; así al contrario se ve en talentos grandes trabajar más, sin mediano fruto: porque moviéndose de sí mismos, es decir, de su amor propio, o no se dejando, a lo menos, bien mover de Dios nuestro - 82 - Señor por medio de la obediencia de sus mayores, no ha- cen efectos proporcionados a la omnipotente mano de Dios nuestro Señor, que no los acepta por instrumentos, si- no a la suya muy débil y flaca» (Carta 3105; MI Epp. 4, 561-562 [p. 927]). Regalos recibidos para el servicio «Sueldo suyo es todo lo natural que sois y tenéis, pues os dio y conserva el ser y vida, y todas las partes y perfec- ciones de ánima y cuerpo y bienes externos. Sueldo son los dones espirituales de su gracia [...]. Sueldo es, finalmente, todo el universo y lo que en él es contenido corporal y espiritual. Y si por sí todos estos sueldos no bastasen, sueldo se hizo a sí mismo, dándosenos por hermano en nuestra car- ne, por precio de nuestra salud en la cruz, por manteni- miento y compañía de nuestra peregrinación en la eucaris- tía» (Carta 169; MI Epp. 1, 501-502 [pp. 799-800]). - 83 -
  • 43. 8 PIEDAD Y LETRAS «El estudio... una oración continua» Como consecuencia del giro que dio la vida de Ignacio en su conversión, tuvo intensas experiencias religiosas que él transmitió pronto a otras personas, ante todo a través de los Ejercicios. Con todo, él reconocía -y a ello contribuyeron en buena medida las sospechas y los procesos de la Inquisición dirigidos contra él- que podía ayudar aún más a las personas si estudiaba teología. En esta perspectiva apostólica se sitú- an sus declaraciones sobre el estudio y las letras. Ignacio atribuye un gran valor a estas dos realidades, siempre y cuando estén al servicio de Dios y del prójimo. Precisamen- te la integración de una y otra caracteriza su espiritualidad y la hace atractiva para muchas personas. * * * - 85 -
  • 44. La manera de estudiar correctamente «Lo que no alcanza un flojo en muchos años, un diligente suele alcanzar en breve tiempo» (Carta 169; MI Epp. 1, 499 [p. 798]). «Tiénese cuidado especial que los oyentes no solamente se ayuden en las letras (digo de los de fuera), pero que tam- bién en la doctrina y vida cristiana se aprovechen» (Carta 4617; MI Epp. 7, 259). «Lo cual [que haya ciencia] requiere todo el hombre» (Carta 1854; MI Epp. 3, 508 [p. 885]). «Como es menester continuación en el ejercicio de letras, así también alguna remisión» (Const. 462 [p. 194]). El estudio como servicio «Para que los escolares en estas facultades mucho aprove- chen, primeramente procuren tener el ánima pura y la in- tención del estudiar recta, no buscando en las letras sino la gloria divina y el bien de las ánimas. Y con la oración a menudo pidan gracia de aprovecharse en la doctrina para tal fin» {Const. 360 [p. 178]). «Considere cada uno como fin la ayuda propia y de los otros en las letras» (Carta 6452; MI Epp. 11, 367 [orig. it.]). «La experiencia nos muestra que muchos letrados grandes [...] se guardan para sí sus letras, privados del fin principal - 86 - que con ellas deberían pretender, que es aprovechar a sus prójimos» (Carta 174; MI Epp. 1, 522 [pp. 808-809]). «Y en este comedio que el estudio dura, no os parezca que sois inútiles al prójimo; que, además de aprovecharos a vosotros, como lo requiere la caridad ordenada [...], le ser- vís a honra y gloria de Dios en muchas maneras» (Carta 169; MI Epp. 1, 508 [p. 804]). El estudio como oración «Y aunque el estudio no os dé tiempo para usarlas [las ora- ciones] muy largas, puede en deseos recompensarse el tiempo a quien hace oración continua de todos sus ejerci- cios, tomándolos por solo servicio de Dios» (Carta 169; MI Epp. 1, 509 [p. 805]). «Atendido el fin del estudio, por el cual no pueden los es- colares tener largas meditaciones, [...] se pueden ejercitar en buscar la presencia de nuestro Señor en todas las cosas, como en el conversar con alguno, andar, ver, gustar, oír, entender, y en todo lo que hiciéremos, pues es verdad que está su divina Majestad por presencia, potencia y esencia en todas las cosas. Y esta manera de meditar, hallando a nuestro Señor Dios en todas las cosas, es más fácil que no levantarnos a las cosas divinas más abstractas, haciéndo- nos con trabajo a ellas presentes; y causará este buen ejer- cicio, disponiéndonos, grandes visitaciones del Señor, aunque sean en una breve oración» (Carta 1854; MI Epp. 3, 510 [p. 886]). - 87 -