SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 145
Descargar para leer sin conexión
Un libro digital es un libro inmortal
D.L
Índice
TRES NO SON MULTITUD
SINOPSIS
17.15
17.18, Grrrrrr
Grrrrrr
10.50
FIN
1
Elva Marmed
TRES NO SON MULTITUD
Porque no siempre “Tres son Multitud”.
TRES NO SON MULTITUD
Elva Marmed
SINOPSIS
Amanda nunca pudo imaginar que el regreso a su ciudad natal, Valencia, le traería tantos
cambios en su vida. Atrás dejaba Madrid y en ella a Alejandro, su mejor amigo, el chico que
le había robado el corazón. Alejandro y Amanda tenían una relación especial, “amigos con
derecho a roce”, pero a veces el que juega con fuego se quema. Amanda no sólo se quemó
sino que ardió en las brasas encendidas por ella misma. Huyendo de las llamas llega a
Valencia y allí descubre que no lo hace sola. Está embarazada. Nuevo trabajo. Nuevo rol en
la vida. Madre soltera. Consigue conciliar su vida laboral y familiar gracias a su familia si no
imposible triunfar en su profesión siendo madre y criándolo sola.
Cinco años han pasado desde el comienzo de su nueva vida junto al mediterráneo. Cinco
años de silencio. Cinco años de búsquedas y comparaciones. Cinco años en los que su hijo ha
crecido y ya comienza a reclamar esa figura que nunca ha conocido. Ahora, el destino o
simplemente la fusión de sus dos empresas Alejandro y Amanda vuelven a encontrarse. La
llama no apagada vuelve a encenderse pero Amanda sabe que entre ella y Alejandro hay una
asignatura pendiente. Una asignatura llamada Diego.
CAPÍTULO 1
—¿Bailamos? —Escuchó Amanda desde la puerta de su habitación. Un sonriente Diego le
brindaba su mano mientras la casa era invadida por los acordes del Dream a Little Dream of Me en la
voz de Michael Bublé. Imposible resistirse a los encantadores y sonrientes ojos de Diego y menos con
un tema tan pegadizo. Amanda terminó de subirse a sus tacones para bailar al ritmo de la sensual voz
del canadiense.
—Mamá, estás muy guapa. — Dijo Diego mientras bailaban. Estaba claro que aquel pequeñajo de
apenas cuatro años iba a ser un peligro para las féminas.
—Gracias, cariño.
—Mamá, ¿me puedo llevar unos juguetes a casa de los abuelos?
—Bueno, pero unos pocos. —Contestó Amanda sin dejar de bailar.
Amanda y Diego bailaban al compás de la música por la habitación. Diego daba saltitos de vez en
cuando para intentar alcanzar a su madre, la cual había crecido casi diez centímetros al ponerse los
tacones. Amanda no podía dejar de sonreír mientras veía los risueños ojos negros de su hijo. Era
increíble lo mucho que había crecido ya. El tiempo había pasado tan rápido, los últimos cuatro años
habían pasado sin darse cuenta.
—Say nighty-night and kiss me, just hold me tight and say you’ll miss me while I’m alone… —
canturreaba Amanda mientras un divertido Diego intentaba imitarla.
—Drina litol drin of miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii —gritaba Diego mientras Amanda no podía evitar
la risa.
—Hala, termina de guardar tus juguetes que ahora mismo nos tenemos que ir a casa de los abuelos.
Diego obedeció a su madre y se dirigió a su habitación mientras ella terminaba de arreglarse frente
al espejo. Hacía meses que no salía. En los últimos años se había olvidado de cines, amigos, salidas…
para dedicarse íntegramente a estar con aquel pequeño, que le robaba todo el tiempo. Si la maternidad
es complicada, más aún lo es cuando eres madre soltera. Pero, lo estaba logrando. Había conseguido
compaginar su vida profesional y personal. Bueno, personal, a lo que hacía referencia a su papel de
madre. Su rol de mujer se había quedado guardado en algún cajón esperando que en algún momento se
decidiera a volver a usarlo y, aquella noche parecía que volvía a salir a la superficie.
Se contempló frente al espejo. Definitivamente, había hecho una buena elección al comprar aquel
vestido verde. Le quedaba perfecto y, en principio, el verde no era un color que le gustara pero
dejándose aconsejar por Esther se lo había probado dándose cuenta de lo bien que le quedaba. Los
tacones y el corto del vestido le hacían unas piernas interminables. Diego tenía razón, estaba
realmente guapa, hacía tiempo que no se sentía así. En los últimos años o iba con sus faldas y
chaquetas para ir a trabajar o de vaqueros para hacer de mamá, hacía tiempo que no se ponía un
vestido tan bonito.
—Mamá, ya tengo mi mochila. —Gritó Diego desde su habitación.
—Voy, Diego, ya cojo el bolso y nos vamos a casa de los abuelos.
Amanda guardó todo lo que necesitaba en su minibolso y, tras comprobar que Diego tenía todo en
la mochila, salieron de casa rumbo al coche para ir a casa de sus padres. Afortunadamente, contaba
con ellos y los días que Diego estaba malo o no había cole podía quedarse en su casa, si no fuera así lo
hubiese tenido complicado para arreglárselas ella sola.
Diego se sentó en su silla. Tras comprobar que el cinturón estaba bien abrochado, Amanda se sentó
en su asiento.
—Mamá, ¿me pones una peli?
—Diego, en cinco minutos estamos en casa de los abuelos.
—Vale, pues, pon esa canción que me gusta mucho.
—¿Qué canción?— Le preguntó Amanda intentando ocultar una sonrisa porque sabía que canción
era pero le hacía mucha gracia oírsela decir.
—Pues, la que estábamos bailando en casa.
—Pero, ¿cómo se llama? —Insistió.
—Drina litol drinof miiiii.
Por arte de magia, para Diego, su canción comenzó a sonar en el coche para su disfrute ya que acto
seguido comenzó a cantar junto a Amanda la canción. Pocas canciones más sonaron antes de llegar a
casa de los padres de Amanda. Fernando esperaba a su nieto en la puerta de su casa porque a aquella
hora era imposible encontrar aparcamiento por aquella zona. Le dio un beso a su hija y sacó a su nieto
del coche mientras Amanda le daba la mochila.
—Nos vemos mañana, no vuelvas muy locos a los abuelos.
—Mami, pásalo muy bien—dijo Diego siguiendo las indicaciones de su abuelo.
—Y tú, cariño, hasta mañana, papá, cualquier cosa me llamáis al móvil.
Tras recoger a Esther se dirigieron al salón que había reservado su empresa para celebrar aquella
cena. No le gustaba ir a las fiestas de la oficina porque siempre tenías que andar con cuidado a la hora
de actuar. Sí, estabas de fiesta pero con tus compañeros de trabajo, con tus jefes. Claro que también
era verdad que tras tantos años en la empresa y los casi cinco que llevaba en su sede tenía buenos
amigos entre sus compañeros de trabajo. Entre ellos a Esther, la cual en los últimos años se había
convertido en una de sus amigas y en su casamentera oficial, porque había tratado de emparejarla en
infinidad de ocasiones infructuosamente.
—Uau, ¿y vosotras porque no venís así vestidas al trabajo?— Bromeó Juan nada más verlas entrar.
—Mira que eres tonto, Juanito— contestó Amanda.
—¿Ha llegado mucha gente?— Preguntó Esther.
—Casi todos, incluyendo a los madrileños que vienen de la revista con la que nos fusionamos.
Más de cincuenta personas estaban invitadas a aquella cena. La revista no sólo estaba logrando
sobrevivir a la crisis sino que además estaba expandiéndose y acababa de fusionarse a otra publicación
internacional, por lo cual, se abrirían paso fuera de España. Amanda se sentía afortunada trabajando
allí, se dedicaba justo a lo que le gustaba y cobraba por ello, lo cual en la caótica situación económica
que les estaba tocando vivir era toda una lotería.
—¡Qué bueno está el vino!
—¡Demasiado bueno! —Contestó Amanda a Juan —Puede llegar a ser peligroso por lo fácil que
entra.
—¡Y tanto! —Exclamó Esther.
La cena transcurrió entre risas. Reinaba un buen ambiente. Se notaba que las cosas iban bien
profesionalmente hablando y que se acercaba el buen tiempo con la llegada del verano. Tras los cafés
pocos se quedaron sentados en las mesas, la mayoría se trasladó a la pista de baile y a por sus copas a
la barra libre.
Amanda bailaba en medio de la pista junto a Esther y un par de compañeras más, las cuatro
pertenecían al mismo equipo de trabajo y habían logrado ser algo más que compañeras,
probablemente, la cercanía de edad las hacía más afines y hacer piña dentro del equipo. Amanda no
pudo evitar reírse cuando de pronto empezó a sonar el Dream a Little Dream of Me. Definitivamente,
aquella canción la perseguía. No sabía por qué le gustaba tanto a su hijo. Bueno, sí, porque Michael
Bublé era uno de los habituales en la banda sonora de su vida y, de alguna manera le había influido a
ese pequeño, que le tenía robado el corazón.
—…Stars fading but I linger on dear still crabbing your kiss… —cantaba mientras se movía al
compás de la música y hacía fuerzas para no llamar por teléfono a su hijo— …but in your dreams
whatever they be… —siguió cantando sin poder evitar sonreír cuando lo vio apoyado en la barra
observándola. Se quedó paralizada. No podía creérselo. Volvió a mirar por si estaba viendo visiones
pero no, estaba viendo bien, allí estaba Alejandro que no le quitaba ojo.
—¿Qué te ha pasado? —Preguntó Esther.
—Esther, ves al que está junto a Ricardo.
—Sí, ¿lo conoces? ¡Está muy bueno!
—Es Alejandro.
—Alejan… ¿el padre de Diego?
—Calla, no digas nada.
—Ahora entiendo lo guapo que es Diego, sin hacerte de menos.
—Pero, ¿qué demonios hace aquí?
—¿Qué hace aquí quién?— Preguntó Juan.
—Calla, Juan.—Dijo Esther —.Tendrás que hablar con él.
Amanda respiró profundamente y se dirigió hacia la barra acercándose a Alejandro.
—Hola, Amanda, ¿ya conoces a Alejandro?— Preguntó Ricardo.
Alejandro acercó sus labios a sus mejillas y le dejó dos besos. Dos besos bien dados, nada de besos
dados al aire. Él posó sus labios sobre sus mejillas mientras le sujetaba el brazo derecho con su mano
izquierda.
—Ricardo, ¿puedes venir un momento?
—Chicos, discúlpenme un momento. Alejandro te dejo en buenas manos.— Dijo alejándose de la
barra.
—Sigue siendo un placer verte bailar.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Mi revista se fusiona con la vuestra.
—¿Qué?¿Te vienes para aquí?
—No, yo no, yo regreso a Madrid en un par de días. No sabía que trabajabas aquí.
—Ni yo.
—¿No sabías que trabajabas aquí?— Bromeó Alejandro.
—No, no, no es eso. ¡ No me confundas! Me refiero que no sabía que tú formabas parte del equipo.
No sabía que habías cambiado de trabajo.
—Normal, no he sabido nada de ti en casi cinco años. Te fuiste.
—Me fui porque me tenía que ir. Bueno, un placer hablar contigo.
—Espera, me gustaría hablar contigo. Tomarnos algo juntos.
—No creo que sea una buena idea.
—Amanda, ¿no crees que me merezco al menos cinco minutos?
—Los estás teniendo. Te queda uno, aprovéchalo.—Dijo arrepintiéndose del verbo usado.
—Amanda, me gustaría que nos viésemos en estos días. No esperaba verte. Ni siquiera estaba
seguro que estuvieras en Valencia, por favor.
—Alejandro, disculpa, sé que estás en buenas manos pero quiero presentarte a alguien. —Dijo
Ricardo llevándose a Alejandro con él.
Pronto sintió la presencia de Esther a su lado. Notó la mano de su amiga apoyada sobre su hombro
mientras ella seguía con la mirada a Alejandro alejándose con Ricardo. Sabía que era algo que podía
ocurrir, España no es tan grande como para no encontrarse, ni siquiera lo es el mundo. El mundo es un
pañuelo y en cualquier momento te puedes encontrar con alguien de quien huyes. Huir de Alejandro,
no. No era, exactamente, huir lo que hacía Amanda pero sí evitarlo. Sin embargo, estaba claro que el
destino, metafísicamente hablando, o la fusión de sus empresas les había puesto frente a frente.
—¿Estás bien?
—Sí, sorprendida. No esperaba encontrarme con Alejandro. Ni siquiera sabía que estaba
trabajando en la revista.
—¿Qué te ha dicho?
—Poco. Él tampoco sabía de mi presencia en el grupo y Ricardo se lo ha llevado.
—¿Es de los que se van a quedar aquí?
—No. Vuelve a Madrid en un par de días.
—¿Vas a decirle algo?
—No, ¡no me mires así! Ya lo sé, he actuado muy mal pero no había alternativa y ahora no puedo
Esther. Me duele por Diego y por él, nunca pensé que yo fuera a actuar de esta manera.
—Pues sí, Amanda pero es lo que tiene el vino que se sube a la cabeza. —Dijo Esther ante los
incomprensivos ojos de Amanda.
—¿Qué?
—A Amanda siempre se le ha subido rápido el vino pero se pone muy graciosa. Hola, soy
Alejandro.— Dijo Alejandro que acababa de acercarse por detrás de Amanda.
—Encantada, yo soy Esther.
—¿Puedo hablar contigo un momento?— Preguntó Alejandro a Amanda.
—Los dejo, encantada de conocerte.
—No hace falta que te vayas, Esther. —Dijo Amanda con ojos suplicantes. —¿Qué quieres
Alejandro?
—¿Nos podemos ver mañana y comer juntos?
—Mañana no puedo.
—¿Y el domingo?
—Tampoco puedo el domingo.
—¿Y cenar, un café?
—Tengo el fin de semana ocupado.— Contestó de manera tajante Amanda —Hemos estados muy
liados en las últimas semanas y tengo cosas que hacer.
—Vale, muy bien. Pues, cenamos el lunes.
—Alejandro, no es una buena idea. Déjalo.
—Pero, ¿por qué?¡No te entiendo Mandy!
Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Hacía mucho que no la llamaban así. En realidad, sólo
Alejandro había tomado esa costumbre. Su cabeza intentaba pensar en excusas, que darle a Alejandro,
pero no se le ocurría ninguna más que la verdad, que no podía decirle. Esther la miró y se marchó
dejándolos a solas. A solas en un salón abarrotado de gente que reía, cantaba, bailaba a su alrededor.
—Muy bien, un café. Mañana, pero sólo porque sé que no vas a parar y, al fin y al cabo, tampoco
hay ningún motivo para no tomarnos un café juntos.
—Ninguno, es más todos los del mundo para hacerlo.
—¿Por qué dices eso?
—Hubo una época en la que fuimos buenos amigos, ¿no?
—Sí, buenos amigos, supongo.
—Bueno, algo más que amigos. Me dejas tu número, sé que no tienes el mismo, alguna vez te he
llamado y no eras tú quién contestaba.
—No, no es el mismo. Anota.
Una vez más Amanda fue salvada por Ricardo que no paraba de presentarle gente a Alejandro y
ella aprovechó para escabullirse junto a Esther, que no había dejado de observarlos desde el otro lado
de la pista.
—¿Y bien?
—Hemos quedado en vernos mañana. ¿Te quedarías en casa con Diego? No quiero abusar de mis
padres, pero si no puedes no. Se lo digo y punto o me busco una excusa para no ir y ya está.
—Amanda, calla. Sí que puedo, sabes que me quedo encantada con Diego. Mañana no iba a hacer
nada. Me quedo en tu casa y así si la cosa se alarga.
—No, olvídate de eso.
—Guapa, no me extraña que te enamoraras perdidamente de él, por cierto, no lleva anillo.
—¿Y?
—Nada. Sólo digo que no tiene anillo. Sólo es un comentario.
—Algo que no significa nada. Bien ha recalcado hace un momento que fuimos “buenos amigos”.
Para él, sólo fuimos eso, buenos amigos, amigos con ciertos derechos y privilegios cuando ambos
andábamos desparejados.
—Cariñet, quien juega con fuego se quema, y tú te quemaste. Los amigos con derecho a roce son
un peligro, siempre hay uno que termina jodido y te tocó ese papel pero ya lo tenemos superado, ¿no?
—Sí —dijo una dubitativa Amanda—, pero está Diego. Y ya comienza a hacer preguntas y no
puedo decirle la verdad pero tampoco puedo mentirle. ¿Te he contado cuál fue su deseo de año nuevo
y su deseo de cumpleaños? ¡Éste era su deseo la aparición de su padre! —comentó Amanda
recordando los deseos de Diego— ¡La he jodido, Esther! Me he metido en un lío del que no sé cómo
voy a salir. Entre más tiempo pase menos va a entenderlo Diego y Alejandro, uffff, no sé. Supongo
que en algún momento tendrá que saber que es padre y no sé cómo se lo va a tomar.
—Bueno, guapa, ya pensaremos en algo. Ahora vamos a tomarnos una copa que nos la hemos
ganado.
—Bebe tú, que yo te recuerdo he de conducir. —Dijo Amanda recuperando la sonrisa.
Tres horas después estaba de regreso a su silenciosa casa. Era raro volver a una casa vacía. Hacía
mucho que no pasaba una noche sola. Se quitó los tacones, no era cuestión de despertar a los vecinos
de abajo con el taconeo de sus zapatos a las cinco de la mañana. Entró en la cocina para servirse un
vaso de leche fría antes de irse a la cama. Un beep beep resonó en su bolso.
—¿Quién me manda un whatsapp a estas horas?
Dulces sueños, Mandy, no pude despedirme de ti. Tu jefe es un poco acaparador pero habla
maravillas de ti. Claro, imposible hacer lo contrario. Nos vemos mañana. Buenas noches.:) Estaba
alucinando. No se esperaba para nada ese mensaje de Alejandro, que actuara como si nada, como si no
hubiese pasado cinco años desde la última vez que se habían visto, que habían hablado. Y sin darse
cuenta le contestó con un simple buenas noches a su mensaje. Se llevó el vaso de leche a su habitación
y tras limpiarse la cara y quitarse la ropa se metió en la cama sin sueño, estaba totalmente desvelada.
Tras casi cinco años sin salir lo hacía y menuda salida había tenido. Inolvidable.
CAPÍTULO 2
Amanda dormía plácidamente. Le había costado conciliar el sueño. Demasiadas emociones
contenidas para una primera salida de mujer y no de mamá. ¿Quién le iba a decir a ella que entre todas
las revistas con las que podían haberse fusionado había sido esa la elegida? ¿Quién le iba a decir a ella
que Alejandro era una de los responsables de la fusión editorial? ¿Quién le iba a decir a ella que se
tropezaría con el padre de Diego? Nunca pensó que se encontraría tan pronto en esta situación. Sabía
que, más tarde o más temprano, tendría que enfrentarse a ese encuentro. Sabía que en algún momento
tendría que buscar a Alejandro y decirle que había un Diego, que había un niño, un niño de los dos. Un
niño que tenía derecho a conocer a su padre. Y un padre que tenía derecho a conocer a su hijo. Pero,
nunca pensó que ese momento llegara tan pronto y sin ella haberlo buscado. Nunca le pasó por la
mente encontrarse con Alejandro de aquella manera pero está claro que a veces no se puede luchar
contra el destino. Ella había elegido ser madre soltera. Ella había elegido no contar con él. No decirle
nada para no provocar una obligada relación pero también sabía a lo que se enfrentaba. Sabía que su
decisión no iba a ser entendida por el que otrora fuera su amigo con derecho a roce. Bien, se lo había
dicho Esther, quien con fuego juega con fuego se quema, y ella se había quemado y ardido en la
hoguera.
Los rayos de sol comenzaron a filtrarse por la persiana. Había olvidado bajarla del todo antes de
acostarse. Demasiado cansada para tener en cuenta esos detalles. Amanda notaba los rayos sobre su
cara. Abrió los ojos y sacó el brazo de debajo de la sábana para buscar el móvil y ver la hora.
—Las diez.
Volvió a dejar el smartphone en la mesita de noche. Apenas había dormido cuatro horas pero
tampoco se sentía excesivamente cansada. Se levantó de la cama y entró en el baño. Una ducha le
vendría bien para terminar de despertarse. Eso y un buen café es lo que necesitaba para espabilarse.
—Uhmm,¡ qué delicia! —Dijo al sentir el agua correr desde su cabeza a sus pies. Hacía mucho que
no se daba una ducha sin tener a un niño entrando y saliendo del baño con cualquier excusa. La
intimidad era una de las pérdidas mayores, al menos para ella, cuando te conviertes en madre. De
pronto tu vida deja de ser tuya, para ser tuya y de esa personita , que te ha robado el corazón. Desde el
mismo momento que nace dejas de tener momentos para ti sola. Sin embargo, no se arrepentía, Diego
era lo mejor que le había pasado en la vida. No lo cambiaba por nada.
—Debo ser un caso perdido. No está en casa y lo echo de menos. —Dijo al darse cuenta que no
hacía más que pensar en su pequeño pirata.
Diez largos minutos estuvo en la ducha. El vapor había invadido el baño y olía a la esencia de
mandarina, que Diego le había regalado por el día de las madres. Se secó bien, se puso la crema
corporal y tras peinarse y ponerse la hidratante en la cara se fue directa a la cocina a prepararse un
buen café. Encendió la tele mientras la cafetera se ponía en marcha, ¡cómo no!, saltaron los dibujos
nada más encenderla. Quitó a Doramon y buscó por la tele a ver si veía algo con lo que distraerse.
Nada. Mejor leía mientras desayunaba. Regresó a su habitación sobre la mesita tenía Las Cincuenta
Sombras de Grey, todo el mundo hablaba de él, para bien o para mal. No había escuchado ninguna
crítica intermedia y ahora quería comprobar por ella misma que tenía el dichoso Grey.
Tostadas con mermelada de manzana, café con leche, zumo de naranja y lectura. Hacía mucho que
no tenía un desayuno así. Se sentó en la mesa a disfrutar del relajado desayuno del sábado, quedándose
enganchada de la lectura, hasta que una hora más tarde el sonido del móvil la hacía abandonar a
Anastasia y Christian para volver a la realidad. Cogió el móvil para descubrir que el whatsapp era de
Alejandro.
Hola, Mandy, ¿te apetece tomarte algo conmigo?
No puedo, voy a comer a casa de mis padres.
¿Nos vemos a las 6?
Mejor a las 7
¿Te recojo?
No, no hace falta Cerró el libro y lo dejó sobre la mesa. Otro beep beep volvió a sonar.
¿Dónde nos vemos?
Dime dónde te estás quedando y paso a por ti Volvió a dejar el móvil sobre la mesa y se dispuso a
recoger. Ya era hora de ponerse las pilas. Escuchó que un nuevo mensaje llegaba pero no miró, sería la
dirección del hotel de Alejandro. Luego lo vería. No quería estar en una conversación eterna por el
whatssapp. Bastante tenía con pensar en qué le diría esta tarde como para ahora mantener una
conversación por mensajitos. Pasaba de las doce cuando salía de su casa y se dirigía al coche cuando
la llamó Alejandro.
—Hola, no, no he visto tus últimos mensajes. No te estoy evitando, sólo es que tengo cosas que
hacer hoy. No, no estoy enfadada contigo pero. No, de verdad, Alejandro no puedo. Hoy no puedo. Nos
vemos a la tarde. Te recojo a las siete en tu hotel. Estás en el centro y nos moveremos por ahí.
Alejandro te dejo que tengo prisa luego hablamos, hasta luego.
Amanda abrió la puerta del coche y soltó el bolso y el móvil en el asiento del copiloto. Mientras
pensaba lo extraño que era volver a hablar con Alejandro. La pérdida de naturalidad y de confianza en
sus conversaciones. La de horas de charlas que habían tenido durante tanto tiempo y cómo todo lo
habían echado a perder. Su relación de amistad se había fastidiado por cada uno querer cosas distintas.
Él se encontraba bien como estaba, amigos especiales y sólo eso, ella se había enamorado por
completo de su amigo. No había podido evitarlo y al confesárselo su relación se rompió. Y entonces
ella tuvo claro que su decisión era la adecuada. Marcharse de Madrid era lo que tocaba. Volver a casa .
Y regresó a Valencia. No es que se hubiese alejado demasiado pero sí lo suficiente para no tener que
encontrarse.
Nada más llegar a Valencia lo descubrió. Descubrió que estaba embarazada y calló. Sabía que sí se
lo contaba él querría estar con ella pero eso no es lo que buscaba. No quería una relación surgida por
un niño. No. Si él decidía estar con ella tenía que ser por ella no por un embarazo. Estuvo a punto de
llamarlo en más de una ocasión. No lo hizo esperando la llamada de él pero ambos, demasiado
orgullosos y cabezotas, esperaron la llamada del otro. Y un buen día, unos seis meses después de la
marcha de Amanda, él decide llamarla. La echaba demasiado en falta. Necesitaba volver a hablar con
ella. Volver a estar con ella pero su llamada no tuvo respuesta. Amanda había cambiado de número
porque no quería ser localizada.
Debía de ser su día de suerte. Encontrar aparcamiento justo ante la casa de sus padres era algo que
ocurría una vez en la vida y hoy era ese día. Cogió sus cosas y salió del coche escuchando los gritos de
Diego que la llamaba desde la valla. Estaba en el jardín comunitario con su padre, ambos ataviados
con espadas y gorros piratas. Amanda se rio. Diego adoraba a sus abuelos y uno de los motivos era
ese, las horas que podían pasarse jugando con él sin ningún problema.
—¿Piratas de agua dulce me abrís la puerta?
—¡Es mamá!
Fernando se acercó a la puerta para dejar entrar a su hija.
—¡Mamá!—Grito Diego abrazando a su madre como si hiciera quince días que no se vieran. —
¿Quieres jugar conmigo y el abuelo?
—Eeeeeh, en otro momento, cariño, voy a ayudar a la abuela. ¿Has dado mucha guerra?—
Preguntó Amanda tras besar a su hijo.
—No, ¿me puedo quedar esta noche?
—¿Esta noche?
—Sí, porfa mami. El primo Javi se va a quedar así podemos jugar los tres a los piratas.
—Bueno, ya hablamos luego. Papi voy a casa. —Dijo Amanda con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿De qué te ríes? ¿Te ríes de tu padre?—Preguntó Fernando sin poder evitar una amplia sonrisa.
—Me estaba imaginando la cara de tus alumnos si te vieran con esa pinta.
Amanda dejó a los piratas en plena batalla y se dirigió a la casa de sus padres, su dúplex estaba
justo frente a la piscina. Afortunadamente, desde dentro de la casa no se escuchaba las voces de los
niños cuando se apoderaban de la piscina en las largas jornadas estivales.
—¿Ya estás aquí? Pensaba que dormirías hasta más tarde aprovechando que Diego estaba con
nosotros.— Dijo Luz tras besar a su hija.
—No, me he despertado a las diez.
—¿Qué tal la salida?
—Bien.
—Uhm. No lo dices muy convencida, ¿ha pasado algo?—Preguntó Luz a su hija.
—¡Hola, familia!— Se escuchó desde el salón.
—Vaya habéis llegado las dos casi en el mismo momento —Hola, mami, hermanita. —Saludó
Cris tras el reparto de besos.—.¿Qué tal esa salida de soltera?
—Bien.
—Parece que no me gusta ese bien— dijo Cris coincidiendo con su madre.
—Eso mismo le estaba diciendo yo ahora mismo. —Respondió Luz.
—La noche estuvo bien pero me encontré con alguien.
—¿Con quién?— Preguntaron al unísono su madre y hermana.
—Alejandro.
—¿Quién es Alejandro?— Preguntó su hermana abriendo los ojos acto seguido—¿ Alejandro,
Alejandro?
—El mismo, resulta que trabaja en la revista con la que nos hemos fusionado, parece ser que es
uno de los responsables de la fusión.
—¡No jodas!
—¡Nena esa boca!— Replicó su madre mientras mostraba su asombro por la noticia —Pero, ¿has
hablado con él?
—Sí, bueno. Sí y no. Nos hemos saludado y hablado un momento.
—¿Y nada más?, ¿No ha querido hablar contigo ni nada de nada?— Preguntó su hermana. —
Bueno, espera. Te conozco. Le habrás parado los pies. Seguro, ¿me equivoco?
—Quería verme hoy. Intenté darle largas, al final he quedado con él a tomar café. No he podido
evitarlo.
—Pero, Amanda. ¿Va a quedarse a vivir en Valencia?—Preguntó su madre.
—No. Vuelve a Madrid en un par de días.
—¿Le vas a decir algo?— Preguntó Cris.
—No, ¿estás loca? ¿Cómo lo voy a ver después de cinco años y decirle “ah, éste es Diego, tu
hijo”?
—Pero, hija mía. Sabes que, más tarde o más temprano, se lo vas a tener que decir.
—Lo sé, mami, pero hoy no es el día.
—¿Quieres que Diego se quede en casa?
—Esther se iba a quedar con él en casa pero ya me estaba diciendo, nada más llegar, que se quería
quedar para jugar con Javi y papá a los piratas— dijo recuperando la sonrisa.
—Hale pues, en casa se queda y así tú puedes salir tranquila. Amanda.
—¿Qué mamá?
—Estaba pensando yo que, al final, la estrella de tu hijo, la de los deseos, va a funcionar y todo —
comentó Luz con una sonrisa.
Diego y Javi entraron en la casa corriendo con sus espadas en alto seguidos por Fernando y
Vicente, el marido de Cristina. Desapareciendo el silencio de la casa y llenándose de las risas de los
primos porque su abuelo había tropezado y casi se había caído.
—Mamá, ¿puedo quedarme esta noche con el primo, porfa?— Insistió una vez más Diego sin
saber que se iba a quedar.
—¿No quieres quedarte conmigo?
—Sí, claro, pero es que ¿puedo quedarme con el primo?— Repitió —El abuelo me dijo que te lo
preguntara.
—Vale, está bien pero quiero dos besos, piratilla— Respondió Amanda al tiempo que se agachaba
a la espera de los besos. Diego se colgó del cuello de Amanda y le dejó dos sonoros besos en las
mejillas. —.Hala, vamos a poner la mesa.
Pasaba de las seis de la tarde cuando Amanda dejó la amena charla con sus padres, hermana y
cuñado para peinarse y maquillarse.
—¿Vas a ir así?_ Preguntó Cris entrando en el baño.
—¿Voy mal?
—No. Informal, pero bien, los tejanos siempre son un buen recurso y sobre todo con esa camisa
blanca. No te la había visto.
—No me la había puesto, me la compré la semana pasada.
—¡Eh! ¡Tampoco te había visto esos tacones! Creo que voy a tener que pasar por tu casa.—
Bromeó Cris.
—¡Cuándo quieras!— Contestó Amanda terminándose de maquillar los ojos — Estoy nerviosa,
Cris, no sé si voy a poder actuar con naturalidad. ¿Qué le voy a contar de lo que ha pasado en mi vida
en los últimos años cuando lo más importante es Diego?
—Háblale del trabajo—Bromeó Cris —.No lo sé, lo tienes complicado, hermanita, la verdad es
que no quisiera estar en tu pellejo.
—¿Lo he hecho mal, verdad?
—Amanda, ahora no hay vuelta atrás, hiciste lo que creías más apropiado, fuera o no lo mejor. No
pienses más en eso, ya verás cómo sales de ésta. Venga, si has logrado sobrevivir siendo madre soltera
y triunfando en el terreno laboral sales de ésta triunfante.
—Ojalá, fuera yo igual de optimista.
—Bueno, ahora cuéntame, ¿qué has sentido al verlo?
—Ufffff, no lo sé. Ha sido todo demasiado raro. Sabes lo curioso, ¿Sabes cuándo lo vi?
—¿Cuándo?
—No lo vi al llegar, ni siquiera lo vi durante la cena. Estaba bailando cuando de pronto ponen la
canción de Diego, como dice él, drina litol drinof mi, cuando lo vi en la barra.
—Vaya. Caprichoso destino.
—Bueno, mejor será que me dé prisa si no quiero llegar tarde.
—Mañana quiero informes.— Comentó entre risas Cris dejando sola a su hermana frente al espejo.
CAPÍTULO 3
No se había percatado hasta ahora. Nada más abrir el coche se dio cuenta, que había demasiadas
señales. Demasiados indicativos de la presencia de un niño. Tenía que deshacerse de la silla de Diego
y de los cuentos que había dejado en el asiento trasero. Metió todo en el maletero y revisó bien para
comprobar que no quedaba nada más. En principio no había rastro de niño a primera vista. A no ser
que a Alejandro le diera por encender la tele para encontrarse de lleno con Monstruos S.A. Se sentó y
tras respirar profundamente le envió un mensaje para que supiera que ya estaba en camino. Volvió a
tomar aire y se puso en marcha.
Estaba nerviosa. Le daba tanta rabia haber perdido el contacto con Alejandro. Alejandro y ella se
habían conocido en la universidad y desde entonces habían sido muy buenos amigos. Inseparables.
Todos pensaban que terminarían juntos y de alguna manera así había sido. Tenían más en común de lo
que Alejandro podía imaginar.
Amanda intentaba concentrarse en la carretera y no pensar. Aquel encuentro tenía más importancia
que el reencuentro de dos amigos, que no se veían desde hacía casi cinco años. Era el reencuentro de
dos amigos unidos y separados por un pequeño, el cual desconocía que su futuro podría cambiar en un
abrir y cerrar de ojos. Un pequeño que comenzaba a hacerse preguntas y hacérselas a su madre. Un
pequeño que empezaba a preguntar por esa figura a la que nunca había conocido. Un pequeño que a
veces no entendía que todos sus amigos tuvieran un papá y una mamá. Bueno, su amiga Laura tenía
dos mamás. Pero siempre había dos figuras paternas y él sólo tenía una mamá.
Iba a estar complicado aparcar en la avenida. Había coches sobre los coches. Definitivamente,
aquel era su día de suerte, un aparcamiento al lado del hotel. Dos de dos en un mismo día. Estaba
comenzando a creer en su suerte, al menos, en la que hablaba de aparcar coches. Aparcó. Se miró en el
espejo y se dio ánimo así misma. Nada más salir del coche lo vio. Estaba justo delante de la puerta del
hotel mandando un mensaje.
—¿A quién le envías mensajitos, Alejandro?— Se preguntó en baja voz al tiempo que un beep
beep sonaba en su bolso.
Te espero en la puerta
Respondida había quedado su pregunta con aquel sencillo mensaje. A ella se lo enviaba. Iba a
guardar el móvil pero lo pensó mejor.
Lo sé. Te estoy viendo.
Alejandro levantó la vista y la vio enfrente. Sonrió al ver a su amiga. Había echado tanto en falta
sus charlas, sus risas. ¿Por qué había dejado que Amanda se fuera? ¿Por qué no evitó su huida? ¿Por
qué no se dio cuenta antes de sus propios sentimientos?
—Como siempre puntual y guapísima.— Dijo al tenerla frente a él —.Veo que hay cosas que no
han cambiado.
—A estas alturas es muy difícil cambiar, ¿no crees?— Dijo tras dejarle dos besos y percibir el olor
de la colonia de su amigo —Por ejemplo, tu olor, sigues usando la misma colonia.
—Sí, es que hace años alguien muy especial me dijo que olía muy bien. Igual la conoces. Ella sí
que le ha sido infiel a su perfume.
—Ya sabes que me gusta variar.
—Como de ciudades.
—Si es para mejor sí.
—¿Y lo ha sido?—Preguntó Alejandro mirándola fijamente a los ojos.
—Sí. No puedo quejarme de cómo me ha ido.— Respondió Amanda. —.Me va muy bien
profesionalmente.— Y antes de que la conversación siguiera por ese camino cambió el tema —
¿Entonces café?
—Sí, café— dijo sin poder evitar una sonrisa Alejandro.
—Pues, vamos por aquí, hay un pequeño café que está muy bien cerca de aquí.
—Tú mandas.
Caminaron durante cinco largos minutos uno junto al otro sin decirse nada. Amanda no sabía qué
decir, qué hacer. No sabía de qué hablar con su amigo sin tocar el tema en cuestión. Diego era lo más
importante que le había pasado en estos últimos años e igual a él también, aunque no lo supiera.
—Es aquí.
Nada más sentarse se les acercó la camarera a tomar nota.
—Yo quiero un cappuccino, gracias.
—Un café solo, gracias.— Dijo Alejandro. —.¿Y bien, qué ha sido de tu vida en estos años?
—Pues, normal, aquí en Valencia. Ya sabes en donde trabajo. Por cierto, sorpresa la mía. No sabía
que habías cambiado de trabajo.
—¿Cómo ibas a saberlo? Has estado desaparecida en combate los últimos cinco años.—
Respondió Alejandro con cierta acritud. —.Traté de ponerme en contacto contigo pero cambiaste de
número.
—Seis meses más tarde cambié de número. Seis meses tuviste para llamarme y localizarme.
—¿Por qué te fuiste sin intentar aclarar la situación?
—Porque ya nos lo habíamos dicho todo. Y era lo mejor, para ti y para mí.
—Habla por ti.— Contestó muy serio Alejandro callándose con la llegada de la camarera. —.Yo
no creo que fuera lo mejor.
—Ale, reconoce que nuestra relación se había enfriado. No queríamos lo mismo y ya nada era
igual. Quizás, tenía que haberme despedido de otra manera pero en ese momento no me apetecía.
—Y ahora, ¿podremos ser amigos?
—Pues, no lo sé. Supongo que el tiempo lo dirá. Cuéntame de ti.
—Todo igual que siempre, los mismos amigos. Bueno, me he cambiado de piso. He dejado el de
alquiler y me he comprado un piso. Cambié de trabajo hace menos de un año y no me puedo quejar de
cómo me ha ido. Nunca imaginé que el cambio de trabajo me traería hasta ti. Ahora tendré que venir
al menos una vez al mes a Valencia así que nos veremos más a menudo.
—Je, lógico. En cinco años no nos hemos visto. Ya nos vemos más a menudo.
—Veo que no te ha cambiado el sentido del humor, así me gusta, por cierto, Gustavo te manda
recuerdos.
—¿Y cómo sabía Gustavo que me ibas a ver si se supone que tú no lo sabías?
—Porque le envié un whatsapp en el mismo momento en el que te vi anoche, él me había dicho
que igual te encontraba y yo me burlé de él.
—El mundo es un pañuelo.
—Sí.
—¿Y qué tal está, Gustavo, sigue con Helena?
—Casado y con dos niños, ¿te lo puedes creer? Carlos también se ha casado y están embarazados y
Jose igual. ¿No es increíble?
—Bueno, no tanto que ya tenemos treinta y pico. La gente se casa o se va a vivir en pareja. Tiene
niños. — Dijo Amanda tragando saliva. —¿Y tú, no te has casado?
—No, sabes que no soy de bodas, y ¿tú?
—Sabes que nunca he soñado con pasar por la iglesia.
—¿Y chico, seguro que sí tienes?
—No.
—No me puedo creer que estés sin pareja. ¿Están ciegos los hombres por aquí?
— Igual que alguno de otra ciudad podrían decir.
—Tocado y hundido. Echaba de menos tu humor.
—Mi humor se siente halagado.
—Lo que decía, tu humor es único e increíblemente tuyo. Te he echado mucho de menos.
—¿Por qué no me llamaste nada más irme?
—Porque me enfadé contigo. Me dolió que te hubieras marchado de esa manera, creía que lo
nuestro era importante.
—Y lo era. Pero no queríamos lo mismo.
—Mandy, el tiempo podía haberlo cambiado todo.
—¿El tiempo? ¿Qué dices? Alejandro o te enamoras o no, el tiempo no pinta nada en este tema _Si
no hubieras cambiado de número.
—¿Qué?
—Todo hubiese sido diferente.
—¿Crees que te seguía esperando? Ale, esto no tiene sentido. Ya no vale la pena pensar en lo que
hubiese pasado o no. — De pronto le vino la imagen de su hermana a la mente diciéndole lo mismo.
—.Han pasado casi cinco años y todo ha cambiado para bien o para mal. Que te he echado de menos,
claro, decir lo contrario sería mentirte a ti y a mí misma. Pero hice lo que creía era lo mejor. Igual no
tenía que haberme venido. Igual. Seguro que tenía que haber hablado contigo, ante todo eras mi mejor
amigo pero no lo hice y ya.
—Pero ahora estamos aquí. Juntos otra vez. Podemos volver a empezar.
—¿Empezar el qué?
—Nuestra amistad. Espera.
Alejandro se levantó y salió del local ante los extrañados ojos de Amanda. No entendía qué estaba
haciendo Alejandro. Igual se había acordado que tenía que llamar a alguien y no podía o , no quería,
hacerlo delante de ella. Y de la misma manera que lo vio salir lo vio entrar pedir algo y sentarse en
otra mesa. Ahora sí que no entendía nada. Entonces lo vio coger su copa y acercarse a ella.
—Hola, me llamo, Alejandro. ¿Puedo sentarme aquí?— Dijo con una sonrisa en los labios y
arrancándole una a ella. Justo así se habían conocido años atrás.
—Sí, claro, la silla no es mía. Está libre.
—¿Y tú, cómo te llamas?
—Amanda.
—Amanda, bonito nombre, nunca había conocido a ninguna Amanda. Sólo a la de la canción.
Amanda no pudo evitar comenzar a reírse. Estaba repitiendo con pelos y señales la manera en la
que se habían conocido. Alejandro sonrió, había logrado que su amiga se relajara. Notaba que la estaba
perdiendo una vez más y no estaba dispuesto a perderla sin haberla recuperado.
—Anda, cuéntame. ¿Has roto muchos corazones?— Preguntó Alejandro.
—Mi humor no habrá cambiado pero tú sigues siendo el mismo cotilla de siempre.
—¡Por supuesto! Anda cuéntame.
—Bueno, ha habido de todo, pero nada serio.
—Sabes que ya te hacía casada o viviendo con alguien.
—Pues no. —Dijo Amanda al tiempo que pensaba que Diego no contaba como “vivir con alguien”.
—Eso quiere decir que no le has de dar cuentas a nadie y te puedo invitar a cenar. No, no me vayas
a poner excusas. Es lo mínimo que me debes. Nos tenemos que poner al día.
—Vale, está bien. Los planes que tenía para hoy ya no los tengo así que puedo.
—¡Genial! Tu jefe, ese que no para de hablar maravillas de ti me habló de un restaurante que
parece ser que es muy bueno.
—¿Cómo se llama? ¿Dónde está?
—Je je je, no te rías de mí. No me acuerdo. Espera que lo llamo.
—No, no hace falta. Ya elijo yo el sitio, ¿qué te apetece?
—Bueno, como apetecerme._ Dijo con una pícara sonrisa_ .No sé. Hala, arroz por aquello de estar
en la tierra del arroz.
—¡Qué original! Vale, arroz pues el señorito tendrá arroz. Vamos.¡ Ah! y al café te invito yo pero
la cena la pagas tú, guapito.
—¡Ésta es mi Amanda!
—No, no te equivoques. No soy tu Amanda.
—Bueno, señorita susceptible, ya me entiendes.
Tras pagar salieron del local rumbo al coche de Amanda. Iban poniéndose al día. En realidad,
Alejandro la iba poniendo al día de los cambios de sus amigos. Ella no podía ponerlo al día, al menos,
esta noche no podía contárselo. No podía soltarle un eres padre, tienes un hijo, se llama Diego y
menos después que él mismo considerada como locura que sus amigos tuvieran hijos. No, no era una
buena idea contárselo. Nada más poner el coche en marcha saltó el Dream a Little Dream of you.
Parecía que la canción la estuviera persiguiendo.
—Vaya. Ayer cuando te vi sonaba esta canción.
—¿Ah sí?— Dijo ella como si no se hubiese dado cuenta.
—Lo curioso es que cada vez que la oigo me acuerdo de ti.
—Y eso, ¿por qué?
—No lo sé. Me recuerda a ti y no te puedo decir el motivo porque no lo sé. Y ahora va y suena
nada más subirme a tu coche, curioso, el destino diría Gustavo.
—Gustavo está tontito.
—Ja ja ja. Se lo diré. Mira este whatssapp es suyo. Quiere saber qué tal contigo.
—Para que luego digan que las mujeres somos las cotillas.
La noche transcurrió tranquila. Se terminaron de poner al día. Amanda le contó todo lo que podía
contarle. Poco a poco se fue relajando durante la cena y volviendo a reír con las bromas de su amigo,
como siempre había ocurrido. Era como si el tiempo hubiese dado marcha atrás. Salvo que no lo había
hecho y había más cambios de los contados.
—¿Vamos a tomarnos algo?— Preguntó Alejandro.
—No. Estoy rota. Anoche apenas dormí. Y, necesito descansar o el lunes llegaré muerta y creo que
tengo una reunión con los madrileños a primera hora.
—Estoy muy a gusto contigo.
—Ya pero estoy muerta y he de conducir. — Dijo mirándole a los ojos —.Sí. Yo también estoy a
gusto pero, debe de ser la edad, estoy cansada.
—Vale. Está bien, ¿nos vamos, entonces?
—Venga, te llevo a tu hotel.
Se subieron al coche y en media hora estaban en la puerta del hotel aparcados en doble fila. Tocaba
despedirse.
—Me ha encantado recuperarte. Te he echado mucho de menos, Amanda.
—Y yo a ti.
—¿De verdad, no te apetece tomar algo?
—No. No hay que jugar con fuego. Nos vemos el lunes. Descansa.
—¿No nos podemos ver mañana?
—Mañana no puedo, Ale, lo siento.
—Nada, me iré a dormir entonces. Solo y abandonado.
—No seas melodramático.¡ Hala, a dormir!—Dijo dejándole dos besos en las mejillas —Te veo el
lunes.
Amanda espero a verlo entrar en el hotel. Alejandro la saludó desde la puerta antes de entrar y de
ella arrancar el coche. Su corazón latía con fuerza. Un fin de semana con demasiadas emociones para
las que no estaba preparada. Un fin de semana de reencuentros. Un fin de semana de volver a ver al
padre de su hijo. De ver al hombre del que siempre había estado enamorada.
—No ha ido tan mal la cita. Sin contar que no está preparado para ser padre. Ay, Alejandro si
supieras que fuiste el primero de tus amigos en ser papá. —Dijo poniendo en marcha el coche.
CAPÍTULO 4
No se lo podía creer. Una segunda mañana relajada en casa. Su madre la había llamado para que se
tomara el día con tranquilidad, ella y su padre se iban a pasar el día fuera con Javi y Diego. A la tarde
sus padres le llevarían al niño a casa, así que tenía todo el día para ella sola. ¿Cuánto tiempo hacía que
no tenía un día único y exclusivamente para ella? Ya no lo recordaba. Terminó de desayunar y tras
recoger su cama, poner una lavadora y recoger la loza del desayuno se sentó en la terraza a leer bajo
los cálidos rayos de sol del mes de mayo.
—¡Esto debe ser la felicidad!— Exclamó en voz alta recostándose en la tumbona mientras pensaba
que adoraba a su hijo pero que hacía tiempo que venía necesitando un descanso maternal. Abrió el
libro por donde lo había dejado el día anterior para conocer un poco más del misterioso Grey. Antes de
pasar al siguiente capítulo el teléfono comenzó a dar señales de vida. Era Esther pidiendo informes
sobre la salida con Alejandro.
—No, claro que no le hablé de Diego. No le dije que yo tengo un hijo. No hay que ser muy
inteligente para atar cabos. No, no está muy entusiasmado con la idea de la paternidad porque
considera que los amigos que ya son padres o van camino de serlo están locos. Pues, no sé. Bien. De
resto todo fue bien. Según fue pasando la noche nos parecíamos más a nosotros hace cinco años. No.
No lo voy a ver hoy. Además se suponía que hoy estaba con Diego pero sigue con mis padres, así que
estoy aprovechando la mañana de sol en la terracita leyendo. Ja ja ja. No, quita, quita. Además, estoy
leyendo al de las cincuenta sombras. Entretenido. No es un nobel de literatura pero tampoco es para
poner a la pobre escritora a parir. Hay que sentarse a escribir y saber enganchar a la gente. ¡Ojalá,
fuera yo capaz de eso! No. Ja ja ja . No hablo de lo de Grey. Ja ja ja. No me veo ni de dominante y
mucho menos de sumisa. Ja ja ja. Hablaba de escribir y conseguir el favor del público. No, me quedo
en casa. Además he puesto una lavadora. Mañana nos vemos. Ciao.
Nada más dejar el teléfono sobre la tumbona y prepararse para la lectura sonó una vez más el
teléfono. Esta vez era su hermana.
—Buenos días, ¿cómo fue esa boda? Bien, al final, pasaré el informe por escrito. No porque acaba
de llamarme Esther para preguntarme lo mismo.
Media hora después colgaba el teléfono y volvía a intentar leer pero un par de beeps la hicieron
volver coger el móvil.
Buenos días, lo pasé muy bien ayer.
Buenas, yo también.
¿De verdad no podemos vernos hoy?
No, no puedo.
¿Ni un ratito?
No, no seas pesado. No puedo.
¿Una copa?
Alejandro, no insistas. Hoy no puedo en todo el día. Tengo cosas que hacer en casa.
¿Y si voy a tu casa?
No, en otra ocasión. Hoy no puedo.
¿Qué tienes que ocultar?¿Tienes un amante que no quieres presentarme?
Uno no. Dos.
Creíble, ¿nos vemos? Si puedes con dos puedes con tres :) No, no insistas.
Te echaba de menos. Esto del whatsapp engancha.
Alejandro no me mandes más mensajitos. Tengo cosas que hacer Amanda no pudo evitar reírse.
Dejó el libro y el móvil sobre la mesa. Estaba claro que no la iban a dejar leer ni un rato tranquila así
que mejor hacía algo productivo y tendía la ropa. Mientras sacaba la ropa de la lavadora escuchaba los
constantes beeps de su móvil. Era tentador volver a salir con Alejandro pero sabía que era un error. Él
estaba allí de paso y ella le escondía un secreto y no sabía durante cuánto tiempo podía estar a su lado
siendo capaz de no decírselo.
La tarde pasó tranquila como una tarde cualquiera de domingo. Después de comer su ensalada de
fruta y yogurt se tumbó en el sofá a ver un rato la tele. Ver algo que no fuera dibujos animados era un
lujo pero nada encontró que le gustara. Terminó por apagar la tele, poner música y coger el libro. Las
horas se le pasaron sin darse cuenta. Casi había acabado el libro cuando el timbre de la puerta la hizo
regresar a la realidad. Miró la hora.
—¡Las seis! ¡Cómo pasa el tiempo cuando no se está trabajando!
—¡Mamá!— Gritó Diego saltando a sus brazos nada más abrir la puerta.
—Cariñet, te dejo que tu padre está en doble fila y aún hemos de llevar a Javi a casa de tu
hermana.— Dijo Luz —¿Qué tal ayer?
—Bien, normal. Poniéndonos al día de nuestras vidas. —Contestó Amanda a su madre.
—¿De todo?
—No, mamá, he de buscar el momento y la manera de decírselo. No es fácil.
—Lo sé, cariño. ¡Hala, nos vemos! Si me necesitas ya sabes. ¿Cuándo se vuelve a Madrid?
—No lo sé pero no voy a salir con él. Lo veré en el trabajo y ya.
—Bueno, ya sabes.— Dijo su madre tras dejarle un par de besos —Hasta luego, Diego.
—Hasta luego, abuela. —Gritó desde el salón donde ya sonaba los dibujos.
Amanda cerró la puerta y se dirigió al salón. Desde la puerta observó a su hijo ensimismado
viendo a Doramon y por primera vez se percató de lo mucho que se parecía a su padre. Sus ojos, el
pelo, la sonrisa y por descontado la altura porque dudaba que en la genética influyeran los diez
centímetros, que ella crecía cuando se subía a sus tacones. Por primera vez pensó en todo lo que se
estaba perdiendo Alejandro. Sin contar sus padres, los abuelos paternos de Diego.
—Ufff, todo lo que te estás perdiendo por mi culpa.
—¿Hablas conmigo, mami?
—No, cariño, mamá habla sola. ¿Has merendado?
—Sí, los abuelos nos han llevado a merendar horchata y fartons.
—Uhm, ¡qué rico! ¿Te has divertido?
—Sí, mami. ¡Este finde ha sido genial! Hemos jugado a los piratas el abuelo, Javi y yo. Ha sido
muy guay y ayer cenamos pizza y helado. Esta mañana el abuelo compró churros y la abuela hizo
chocolate. Estaba riquísimo pero mami el tuyo también está muy bueno.
—Ah, gracias.— Contestó sin poder evitar una sonrisa.
—Mami, ¿tú lo has pasado bien?
—Sí, pero te he echado mucho de menos.—Dijo sentándose a su lado y haciéndole cosquillas.
—¿Y qué has hecho?
—Hoy he estado en casa leyendo.
—¿Y ayer?
—Pues, fui a tomar café con un amigo.
—¿Un amigo de esos que dan besos?—Preguntó Diego con una sonrisa burlona que hacía sus ojos
pequeñitos.
—Pero, ¿qué sabes tú de esos amigos que dan besos?— Preguntó Amanda sin poder evitar las
risas.
—Porque mi amigo Jordi tiene una amiga de besos, dice que es su novia, siempre están juntos en
el patio.
—¿Y tú, tienes amigas de besos?
—No, puaf, ¡qué asco!
La cara de su hijo era pura comedia. Amanda no podía parar de reírse de sus cosas y sus gestos
cuando Diego la sorprendió con una pregunta.
—¿Mamá, mi papá y tú os dabais besos?
La cara de Amanda era un auténtico poema. Su sonrisa desapareció de golpe. Alguna vez Diego
había mencionado algo relacionado con su padre pero nunca de manera tan directa.
—Mamá, ¿dónde está mi papá?
—Tu papá está trabajando lejos. — Fue lo único que se le ocurrió decir a Amanda.
—Pero, mi papá, ¿me quiere?
—Diego, ¿cómo no te va a querer tu papá?— Amanda temía ese momento y de pronto había
llegado aunque no sabía muy bien cómo había salido el tema.
—Entonces, ¿vendrá a casa y estaremos juntos? ¿Podremos jugar a los piratas y al fútbol?
—Pues, sí, cariño, pero también puedes jugar conmigo.
—Sí, claro, mami, pero…
—¿Qué?
—Que tú eres una chica. —Contestó riéndose Diego.
—¡Diego!— Exclamó entre risas volviendo a hacerle cosquillas.
Amanda dejó de hacerle cosquillas porque escuchó el beep beep de su móvil. Imaginaba quien le
mandaba mensajitos. Él mismo que no había parado de hacerlo en todo el día. Si él supiera por qué no
he quedado con él pensó Amanda.
¿Te apetece una copa?
Alejandro, no insistas no puedo. Estoy ocupada.
¿Y en un par de horas?
No puedo, de verdad, no insistas. Hoy no puedo.
Pero, ¿por qué?
Estoy con mi sobrino, mi hermana y cuñado necesitaban un día de relax y estoy haciendo de
niñera.
Podemos salir los tres. Tres no siempre son multitud.
Déjalo, otro día, la próxima vez que vengas. Además pensaba que no te gustaban los niños.
Te tomo la palabra. En mi próximo viaje salimos. Y yo no he dicho que no me gusten los niños.
Sólo que me estoy quedando sin amigos con los que salir. Todos casados y con niños o casi. Te veo
mañana en la ofi.
Vale. Hasta mañana
A las nueve Diego se metía en su cama con un cuento. Estaba derrotado de las aventuras corridas
en el fin de semana en casa de sus abuelos. Amanda aprovechó para acurrucarse en el sofá delante de
la tele para ver una película. Miró que daban. No había nada que le gustara especialmente, así que
cotilleó entre sus dvds y eligió una de sus favoritas, Arsénico por compasión. Apagó la luz del salón y
se metió de lleno en la película. El gran Cary Grant estaba genial en ella, imposible no reírse con las
caras que ponía. De pronto, se acordó de Alejandro, muchas tardes de domingo las habían pasado
juntos viendo cine clásico y ésta era también una de sus favoritas, ¿de quién no? Como por arte de
magia no hizo más que venirle al pensamiento y sonar el teléfono.
—Hola, porque mi sobrino está en casa y se ha quedado dormido. No mañana lo llevaré yo al cole.
Si el favor completo. Me has interrumpido. Ja ja ja. No. Te he dicho que está mi sobrino. Estaba
viendo Arsénico por Compasión. Eso es lo que me has interrumpido. Mira que eres mal pensado. Ya
solo y aburrido todo el día. Pues, guapo, tampoco pensabas encontrarte conmigo así que has hecho
justo lo que habías pensado. ¿Para qué voy a cambiar si así soy divina? Je je je je. Vale. Está bien. Que
sí, la próxima vez que vengas, que sí pesado. Venga, te dejo para terminar de ver la peli e irme a la
cama que mañana tengo una reunión a primera hora con los pesados de los madrileños. ¿Qué?¿Qué?
No, no tengo ni idea. Ricardo no ha comentado nada. Pues, espero que no me ponga a mí. No, no es
que no quiera ir a Madrid pero siempre me tocan los marrones. No ir a Madrid no es un marrón y lo
sabes pero es más trabajo. Bueno, no lo sé. Joder, no lo había pensado. Bueno, ya nos enteramos
mañana. Oye, ¿tú sabes algo? Vale, vale. Hasta mañana. Buenas noches, que descanses.
Amanda colgó el teléfono y volvió a darle al play para seguir viendo la película mientras pensaba
en lo que le había comentado Alejandro. No sabía quién se iba a encargar de ir a las reuniones a
Madrid y esperaba que no le tocara a ella. ¿De verdad era ese su deseo?
CAPÍTULO 5
Amanda sacó los brazos de debajo de la almohada. Estiró la mano izquierda y palpó sobre la
mesita de noche hasta encontrar el Iphone. Miró la hora. Las seis y media. En breve sonaría el
despertador. Quitó la alarma y se levantó de la cama. Comenzaba una nueva semana tras un fin de
semana lleno de sorpresas, ya se imaginaba que igual la semana empezaba con otra. No se le había
pasado por la cabeza la idea pero, al comentarle Alejandro lo del enlace con Madrid, supo que le iba a
tocar a ella. Algo le decía en su interior que, aunque Ricardo no le hubiese dicho nada, le iba a tocar a
ella. A no ser que Ricardo se fuera a encargar personalmente de asistir a las reuniones en Madrid.
Tras lavarse la cara se miró en el espejo detenidamente. No sabía que buscaba, quizás alguna señal
que le indicara qué hacer, qué camino tomar a partir de ahora, porque tenía claro que su vida había
llegado a una etapa diferente con la aparición de Alejandro. Sin olvidar la conversación de la noche
anterior con Diego. Esa había sido otra de las sorpresas de este fin de semana y, probablemente, mayor
que el regreso a su vida de Alejandro.
Había llegado el momento. Ahora sí que debía plantearse qué hacer y, sobre todo, cómo hacerlo.
Necesitaba pensar en cómo decirle a Alejandro que tenía un hijo y cómo presentarle a Diego a su
padre.
—Uff, Amanda, todo esto te lo buscaste tú solita. Ahora te toca apechugar.— Dijo a su imagen del
otro lado del espejo.
Tras darse una ducha encendió la cafetera. Abrió su ventana para que entrara el aire de la mañana y
fue a la habitación de Diego para ir despertándolo. Amanda observó a su hijo dormir. Se había hecho
tan grande en tan poco tiempo. El tiempo pasa demasiado rápido y en los niños la evolución es
increíble. Tenía la impresión que ayer mismo lo acunaba en brazos y, ya hacía un par de meses que
había cumplido cuatro años. Ya era un niño hecho y derecho. Un niño que se preguntaba por su padre y
por qué no estaba con ellos.
Amanda le acarició la cara con su mano derecha. Diego se despertó con el simple y cálido contacto
de la mano de su madre en su cara. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Buen despertar, eso le venía de
ambos progenitores, tanto ella como Alejandro tenían buen despertar.
—Buenos días, mami.
—Buenos días, cariño. Ve despertándote para desayunar, ¿has descansado?
—Sí, mami.
Amanda entró en su habitación para terminar de vestirse. Un pantalón y chaqueta gris combinado
con una camisa azul de manga corta y tacones azules. Estaban en esa época del año en el que a
determinadas horas del día la manga larga es necesaria y a otras te sobra, así que manga corta bajo la
chaqueta. De todos modos, una vez dentro de la oficina se imponía el microclima de los aires
acondicionados. Tras recogerse el pelo en un moño bajo se dirigió a la cocina para desayunar con su
hijo. Le sirvió el colacao mientras las tostadas saltaban en la tostadora. Para ella con mermelada de
manzana, para Diego de melocotón. Ambos disfrutaban de ese momento del día porque no volverían a
verse hasta las siete de la tarde que Amanda lo recogía en casa de sus padres.
A las cinco y media salía del cole. Su abuela lo recogía cada tarde. Los martes y jueves lo llevaba
a entrenar al fútbol y el resto de los días iban directos a casa o al parque, dependiendo de cómo
estuviera la tarde. Amanda le estaría eternamente agradecida a sus padres. Sin ellos no hubiese podido
criar a Diego. La conciliación familiar es difícil pero para una madre soltera es casi un imposible. A
no ser que ella hubiese renunciado a prosperar en su carrera profesional pero le gustaba demasiado su
trabajo como para hacerlo y pensaba que la mejor de las armas para luchar por la conciliación no era
el abandono de tu profesión, sino el lograr compaginar ambas cosas. Luchando por los cambios de
horarios y un sinfín de cosas más.
A las ocho menos cuarto, como cada mañana, salían de casa rumbo al coche. La mañana estaba
soleada pero aún el sol no calentaba lo suficiente. Amanda abrió el coche acordándose que no estaba
colocada la silla de Diego.
—¿Y mi silla?
—Enseguida la coloco. Súbete y siéntate al otro lado mientras la coloco.— Amanda dejó su bolso
y su chaqueta en el asiento del copiloto. Era incapaz de conducir con la chaqueta puesta. Abrió el
maletero para coger la silla y la colocó en un momento mientras pensaba en el motivo de por qué no
estaba la silla en su sitio. Acordándose acto seguido que en breve volvería a verlo.
A las ocho Diego estaba en casa de sus tíos. Vicente dejaba cada mañana a su hijo y sobrino en el
colegio, él trabajaba allí y se hacía cargo de llevar a los niños cada mañana. Sí, había sido muy
afortunada con la familia que le había tocado y la ayuda que recibía de ellos cada día. Le dio dos besos
a su hijo y se dirigió al trabajo. Era las nueve menos cuarto cuando Amanda, aún sentada en el coche,
se ponía la chaqueta. Se miró en el espejo para comprobar cómo estaba, dándose cuenta que si estaba
comprobando el estado de su maquillaje y de su pelo era porque iba a ver a Alejandro. Un beep beep
sonó en su bolso.
¿Te tomas un café conmigo antes de entrar? Por cierto, estás muy guapa.
Amanda miró a ambos lados de la calle hasta que vio a Alejandro haciéndole señas desde la acera
de enfrente. Guardó el móvil y tras cerrar el coche cruzó la calle.—Buenos días, ¿qué tal se te da el
papel de madre?
—¿Qué?
—¿No se supone que tenías a tu sobrino hasta hace un rato?
—Ah, sí, acabo de dejarlo en el cole. Buenos días.
—Entonces, ¿un café?
—Venga. Vale pero porque ayer te dije que no, porque acabo de desayunar.
—Y yo pero necesito otro café antes de entrar en la reunión.
Entraron en un bar junto a la revista. Se quedaron de pie en la barra. Tenían tiempo para un café
rapidito y nada más. Ninguno de los dos se caracterizaba por llegar tarde.
—Me dejaste solo ayer.
—No seas peliculero. Conmigo no contabas al venirte y te recuerdo que junto contigo se vinieron
un par de compañeros, así que lo que se dice solo no estabas. —Contestó sin poder contener una
amplia sonrisa.
—Eres lista, muy lista, y no se te escapa una.
—Eso ya lo sabías. Tómate el café que he de dejar un par de indicaciones antes de entrar yo en la
reunión.
—¡A sus órdenes!
Nada más entrar en el edificio de la revista, Amanda se dirigió a su departamento, tenía que
comprobar un par de correos y dar algunas instrucciones antes de meterse en la reunión. Alejandro se
quedó hablando con Ricardo, el cual lo llevó hasta la sala de reuniones, en donde estaba todo
preparado para la reunión que empezaría de un momento a otro.
—¿Hay algo que no sepa?_ Preguntó Esther.
—¿Sobre qué?
—Sobre ti y Alejandro.
—Nada, nada nuevo.
—Entonces es pura casualidad vuestra llegada juntos.
—Sí, nos hemos encontrado abajo y nos hemos tomado un café. No hay nada más.
—Vale, anda vete tranquila a la reunión que yo lo tengo todo controlado.
—Ok, deséame suerte.
—¿Suerte? ¿Con qué?
—Me estoy temiendo algo que no se me había pasado por la mente.
—¿El qué?
—¿Quién irá a las reuniones a Madrid?
—¡Ostras! Seguro que tú, ¿no quieres?
Amanda hizo un gesto con los hombros, recogió su Ipad de la mesa y encaminó sus pasos hacia la
sala de reuniones. Al llegar se encontró con Ricardo hablando muy amigablemente con Alejandro, el
cual escuchaba atentamente las historias del primero.
—Hola, Amanda, bueno, ya os conocéis. Amanda es de lo mejorcito que tenemos en la revista.
—Hola, buenos días, gracias por los cumplidos.
En un par de minutos todos estaban sentados en la mesa de la sala de reuniones. Ricardo comenzó
con su discurso y presentó oficialmente a Alejandro, todos lo habían conocido la noche del viernes
tras la cena. Tras su discurso le tocó el turno a Alejandro. Para Amanda, aquella era una novedad,
nunca había coincidido profesionalmente con Alejandro, descubriendo una nueva faceta igual de
cautivadora. Sabía llevar a la gente a su terreno de manera sutil e inteligente. Tras él y su discurso
sobre la nueva etapa que se abría ante sus ojos volvió a hablar Ricardo. Y en ese momento de la
reunión, casi una hora después de haber entrado en la misma, Amanda descubrió que sus sospechas
eran reales y ella iba a ser el enlace entre Valencia y Madrid, lo que significaría ir a la capital al
menos una vez al mes.
No sabía si aquello le gustaba o le disgustaba. Estaba claro que profesionalmente hablando era
bueno pero su situación personal no reunía las mejores condiciones para estar yendo y viniendo a
Madrid. Este avance profesional significaba tener que depender un poco más de su familia. Sabía que
sus padres estarían encantados con tener a Diego en casa alguna noche al mes. Diego ya no era un
bebé, que necesitara constantes cuidados. Es más, era un niño bastante independiente y maduro para su
edad.
Luego estaba el tema de Alejando. Tener que lidiar con él. Uff, no sabía qué iba a ocurrir con ese
acercamiento porque estaba claro que se estaban acortando las distancias. No sólo se habían vuelto a
ver después de cinco años sino que había notado la presencia de esa química, siempre existente entre
ellos. Ahora mismo, en aquella sala la notaba. Él no le había quitado ojo y menos ahora que le había
tocado hablar a ella, tras recibir su nombramiento.
—Está claro que esto me ha llegado de sorpresa. Sinceramente, me doy cuenta de mi propia
ingenuidad a veces porque he estado trabajando codo con codo en este proyecto con Ricardo y en
ningún momento se me pasó por la mente los viajes a Madrid. — Comentó Amanda con una amplia
sonrisa en los labios mientras sus compañeros se reían con su comentario. —.Bueno, no voy a negar
que es un honor para mí el ser la elegida porque ese es un claro indicio de la plena confianza que
desde la dirección de la revista se tiene en mí. Ahora sólo espero no defraudar. Ah, pero ya pediré yo
mis compensaciones por estos desplazamientos. —Dijo sin perder la sonrisa de su cara.
—Por supuesto, Amanda— Dijo su jefe.
—Para mí será un placer trabajar directamente contigo, Amanda.— Dijo Alejandro clavándole la
mirada.
Diez minutos después Amanda estaba de vuelta en su departamento donde todo transcurría con la
normalidad de cada día. A Esther no le hizo falta preguntarle a Amanda. Nada más verla supo que ella
sería la responsable de las comunicaciones con Madrid.
—Igual es una señal del destino.
—¿Una señal?— Preguntó Amanda.
—Bueno, más que una señal creo que es un letrero luminoso de esos que tienen los bares de
carretera. Éste tiene hasta una flecha indicativa en continuo movimiento sin dejar de señalarte. —
Bromeó Esther.
—¡No te burles!
—No lo hago. Sólo que igual ya ha llegado el momento de dar la cara, de enfrentarte a algo que
sabías llegaría. Claro que ha llegado a lo grande.
El teléfono sonó en su mesa.
—Amanda González, buenos días._ Contestó.
—Amanda. No hagas planes para la comida. Comes conmigo y Alejandro para ir poniendo temas
en común. Él estará aquí hasta mañana así que vamos a aprovechar y a asentar mejor todo.
—De acuerdo, Ricardo. Sí, a las dos, de acuerdo. ¿Reunirme con él? Sí, claro, pero mejor a la
tarde. Ahora he de arreglar algunas cositas. Vale, hasta luego.
Amanda respiró profundamente tras colgar el teléfono y se concentró lo mejor que pudo en su
trabajo. Estaba claro que no pensaba con claridad porque si su nombramiento estaba cantado, esa
reunión era obvia, necesaria e imprescindible. Desde este momento se reuniría con Alejandro, por lo
menos, una vez al mes. Se vería con el padre de su hijo todos los meses y eso la hacía sentirse egoísta
por no haber compartido a Diego con él, por no haberle dejado a Diego disfrutar de su padre.
Sin darse cuenta las horas de la mañana pasaron rápidamente. Finalmente, había podido meterse de
lleno en su trabajo, incluso, le había dado tiempo de preparar un par de ideas para la reunión con
Alejandro. Ante todo ella era una profesional y sus problemas personales tenían que esperarse en la
puerta de la oficina a que ella lograra aclararse y solucionarlos.
—¿Sigues ocupada?—Preguntó Alejandro que había entrado en su pequeño despacho sin que ella
se diera cuenta.
—¿Ya es la hora?
—Sí.
—Envío este email y ya está. —Dijo Amanda mientras veía la foto del salvapantallas de su
ordenador. Diego vestido de pirata presidia su ordenador. Apagó la pantalla deprisa para que
Alejandro no tuviera tiempo de verlo.
—Me alegro que seas tú la encargada de ir a Madrid. Ahora que nos hemos vuelto a encontrar no
voy a dejar que te escapes como hace cinco años. —Dijo Alejandro justo antes de la llegada de
Ricardo.
—Chicos, ¿vamos?
Amanda miró la hora. Pasaban de las seis de la tarde. Aún seguía reunida con Alejandro. La tarde
había sido muy productiva. Pese a todos sus miedos iniciales ambos habían sido capaces de olvidarse
de su extraña relación y concentrarse únicamente en el trabajo. Alejandro la vio mirar el reloj.
—Mejor seguimos mañana.
—Sí. —Asintió Amanda.
—¿Cenamos juntos?— Preguntó Alejandro, esa era la pregunta que ella había temido todo el día.
Sabía que él se la iba a hacer.
—No puedo.
—Te has convertido en una chica misteriosa y ocupada. Sábado ocupada, domingo igual y hoy.
—¡Eh!, el sábado cené contigo.
—Oh, ¡alabado sea dios!— Bromeó Alejandro. —Amanda que si hay alguien lo entiendo. No pasa
nada.
—No, no es eso. Es el cumpleaños de mi padre y voy a cenar con mis padres.
—Bueno, pues, entonces nos vemos mañana.
—Hasta mañana.— Contestó viéndolo salir de su despacho. Amanda recogió sus cosas sintiéndose
culpable por aquella mentira piadosa. Alejandro regresó al despacho despertándola de sus
pensamientos.
— Pero para una copa rápida tienes tiempo, ¿no?— Dijo en tono suplicante —no me apetece
meterme ya en el hotel.
— Está bien, pero sólo una y rapidito.
Media hora más tarde de lo habitual recogía a su hijo con una sonrisa tonta en su cara. Sonrisa que
hizo sonreír a su madre nada más verla. Hacía tiempo que no veía sonreír a su hija de aquella manera.
—Me alegra verte tan contenta.
—¿Qué?
—No lo niegues, cariño, esa sonrisa te delata.— Dijo tras darle dos besos su madre— ¿Qué tal
todo?
—Mami, no sé qué decirte. Bien y mal. Bien porque he visto la confianza que tienen en mí en la
empresa, mal porque desde ahora me tocará viajar a Madrid al menos una vez al mes. Así que te
cargaré con Diego.
—Cariño, sabes que Diego no es ninguna carga y, bueno, igual esto es el comienzo del camino
para que padre e hijo se conozcan.
Las palabras de su madre retumbaban en su cabeza mientras veía la tele en el silencio que se había
hecho en la casa tras acostarse Diego. Hoy apenas habían estado juntos. Eso era lo peor de ser madre y
profesional, poco tiempo de disfrute con su hijo. Muchas cosas tenían que cambiar en el país en el
tema de la conciliación. El beep beep del móvil interrumpió sus pensamientos.
¿Aún de celebración?
Amanda miró la hora. Pasaban de las diez.
Acabo de llegar a casa.
¿Qué haces?
Ver una peli. Desconectar del trabajo que hoy tuve una larga reunión con un pesado madrileño.
Eso me han dicho, je je je… me ha encantado trabajar contigo. Una manera nueva de conocerte.
Eres perfecta hasta en el trabajo.
Gracias por el cumplido. Mañana más.
Sí, mañana más.
¿A qué hora te vas mañana?
Tras la comida, ¿comes conmigo?
Vale.
Buenas noches Buenas noches
CAPÍTULO 6
Nada más aparcar vio a Esther haciéndole señas desde la puerta del bar. Miró la hora. Sí, tenían
tiempo para tomarse un café tranquilamente y charlar un rato antes de entrar en la oficina. Necesitaba
hablar con su compañera y amiga. Ella era la única persona del trabajo que conocía su gran secreto, la
única que sabía que Alejandro era el padre de su hijo.
—Buenos días, jefa.
—¡Qué graciosa estás!
Sí, era verdad que Amanda era su jefa pero no se trataban como tal porque había muy buen
ambiente en el departamento y cada uno sabía cuál era su sitio. La amistad no había supuesto ninguna
dificultad entre ambas porque sabían diferenciar entre lo profesional y la amistad. Algo que no todo el
mundo lograba alcanzar porque no es nada fácil trazar esa fina línea, línea que puede llegar a
convertirse en una grieta. En una amistad fracturada.
—¡Muy guapa se nos ha puesto hoy!— Bromeó Esther.
—¡No digas tonterías!
—Bueno, cuenta. —Dijo Esther mientras dejaba el café de ambas en una mesa.
—Ufff, Esther, estoy hecha un lío.
—Normal, eso entra dentro de la lógica.
—¿Cómo salgo de ésta?
—A ver, si has logrado criar a un hijo tú sola y salir adelante en tu profesión. De ésta también
sales.
—No es lo mismo. Con Diego he tenido ayuda, ¡hasta tuya! Pero, ¿cómo voy a lograr salir de ésta
y no meterme en un fregado?
—Cariño, en el fregado ya estás metida de lleno desde hace casi cinco años. Ahora has de lograr
salir. Intentar hacerlo con la victoria en tu mano, sin que se enfade Alejandro por el secretito.
—Y ese es otro.
—¿Qué quieres decir?
—Alejandro, ahora no para de mandarme mensajitos. Mensajes que pueden llevar a la confusión.
—¿Confusión?
—Sí, demasiado atento. No sé a qué juega, sobre todo porque sabe que nos pasó años atrás.
—¿Te sigue gustando?
—No.
—Ja, eso no te lo crees ni tú. Claro que ¿cómo no te va a gustar? El colega está como le da la gana
y su manera de mirarte no es precisamente de serle indiferente.
—No te confundas tú ahora. Eso me decía todo el mundo hace años y mira. Bueno, ya va siendo
hora de entrar a trabajar.
—¿Te reúnes con él ahora?
—Sí y como con él, hoy se vuelve a Madrid, ¿por qué esa risita?
—Porque estoy viendo que en una de éstas te nos quedas en Madrid.
—No, eso sí que no.
—Sí, sí.— Dijo Esther dirigiéndose a la puerta.
—Anda. Vámonos a trabajar.
—¡Qué bien cambiamos de tema!— Bromeó Esther—¡Uy, mira quien está llegando!
Amanda y Esther saludaron a Alejandro, el cual se unió a ellas de camino a la revista. Esther le
lanzó un guiño a Amanda al ver como Alejandro la había mirado y sonreído nada más verla.
—Jefa, antes de que te reúnas con Alejandro pásame los artículos que había que corregir.
—Eh, vale, te los paso ahora por email.— Contestó Amanda entrando en su despacho seguida por
Alejandro.
Amanda dejó su bolso y su chaqueta en el perchero bajo la atenta mirada de Alejandro que se había
quitado su chaqueta dejándola en el espaldar de su silla.
—¿Te apetece un café?
—La verdad es que me vendría bien.
—¿Sabes dónde está el office? Bueno, espera le envío una cosita a Esther y te acompaño.
Media hora después ambos estaban sentados en el despacho de Amanda terminando de trazar la
nueva línea editorial a seguir en la que sería la nueva revista surgida de la fusión. Junto a las nuevas
tendencias literarias, las novedades en el sector, entrevistas a autores se sumaba ahora el mundo de la
blogosfera. Las blogs-novelas estaban entrando de manera muy fuerte en el mundo de la literatura y se
abría un nuevo espacio en la revista. Se daría a conocer a nuevos autores, conocidos por los seguidores
del mundo de la blogosfera, se les daría recursos, trucos para adentrarse en el mundo editorial. Ambos
llevarían conjuntamente esta nueva sección. Él desde Madrid y ella desde Valencia, ambos tendrían
que investigar dentro de la blogosfera, conocer a los nuevos escritores y darlos a conocer.
Verlos trabajar juntos daba clara respuesta de porqué ellos habían sido los elegidos. Tenían un
entusiasmo contagioso. Eran brillantes, rápidos a la hora de buscar ideas y de plasmarlas. Formaban
un muy buen equipo de trabajo, imposible encontrar a dos personas más compenetradas
profesionalmente hablando. Sin duda, con ellos a la cabeza, aquella nueva sección, la nueva imagen de
la revista, saldría adelante.
—En dos semanas tendríamos que tenerlo.
—Sí, totalmente de acuerdo contigo, ¿te vendrás a Madrid?
—A Madrid. Sí, claro.
—En Madrid, todo el mundo quiere conocerte. Han oído hablar de ti muy bien y están deseosos de
que vayas.
—Sabes lo curioso de todo esto, que yo sabía que un Alejandro Rodríguez venía, y nunca creí que
fueras tú. No sé por qué pero ni me lo planteé.
—Ni yo que tú eras la Amanda de la que me hablaba mi jefe y Ricardo. La verdad es que sí es
curioso. Como curioso es lo rápido que pasan las horas a tu lado, ¿vamos a comer? Ya pasan de las
dos.
—Sí, vamos, ¿a qué hora te vas?
—¿Tantas ganas tienes de perderme de vista?
—No, sabes que no es eso, ¡señor susceptible!
—Pues, después de comer, tras reunirnos con Ricardo me voy. Te voy a echar de menos. Me gusta
trabajar contigo.
—Y a mí, quiero decir que me gusta trabajar contigo. Conmigo lo hago siempre, je je je.
Salieron entre risas del edificio y fueron a un bar cercano. No había tiempo de irse más lejos. Un
pequeño restaurante italiano al que Amanda iba de vez en cuando con Esther cuando querían salir de la
monotonía de los menús, de las ensaladas y la comida a la plancha. Nada más entrar empezó a sonar el
Dream a Little Dream y Amanda comenzó a pensar que aquella canción los perseguía.
—Eh, tu canción.—Dijo Alejandro.
—No es mi canción.
—Sí, por algún motivo me recuerda a ti. Creo que ya te lo había comentado.
—Sí, bueno, por lo menos es bonita.— Amanda esbozó una sonrisa pero porque le venía el drina
litol de su hijo, si Alejandro supiera el simbolismo de aquella canción.
Las dos horas de la comida se fueron rápidamente. Y es que el tiempo pasa muy rápido cuando uno
está a gusto y muchas eran las historias que les habían pasado en los últimos cinco años. Nadie que los
viera se imaginaría la distancia existente entre ellos en los últimos años, pues, hablaban
animadamente y las risas aparecían constantemente entre anécdota y anécdota.
—Gustavo, Carlos y Jose quieren verte cuando vengas a Madrid.
—Bueno, no sé si habrá tiempo para verlos.
—Podríamos hacer coincidir nuestra reunión con un fin de semana y así te quedas más días.
—Bueno, se verá, lo estudiaré.
—¿Qué tienes que estudiar?—Preguntó Alejandro —Pensaba que te apetecía verlos.
—Y me apetece. —Contestó Amanda mientras en su cabeza le venía la imagen de Diego y que las
idas y venidas no eran tan sencillas para ella.— .Bueno, será mejor que nos vayamos o se te hará tarde.
— No tengo prisa. No me está esperando nadie en casa, ya te lo he dicho.
—Ya.
Nada más volver a la revista fueron al despacho de Ricardo para ponerlo al corriente de sus
avances y marcar la línea para las siguientes reuniones. Cada quince días les tocaría reunirse,
turnándose en los viajes para que no siempre viajara el mismo de los dos. Amanda sabía que ,en uno
de esos viajes, tendría que contarle aquello que los unía y, eso la ponía nerviosa.
—Amanda, ¿estás aquí?—Preguntó Ricardo.
—Sí, sí, estoy de acuerdo con lo dicho.
—¡Genial! Entonces nos vemos el viernes veinticuatro.
—Sí, el viernes veinticuatro. Bueno, los voy a dejar que he de seguir trabajando. Con tanta reunión
no he podido reunirme con mi equipo y ver si todo va bien.
—Seguro que sí. Tienes el mejor equipo de toda la revista.— Contestó Ricardo.
—Sí, la verdad es que no me puedo quejar del equipo que dirijo. Alejandro te veo antes de irte.
—Sí, ahora me paso por tu despacho.
Amanda necesitaba respirar. Le ponía nerviosa la simple idea de pensar en todo lo que se le
avecinaba. No sabía qué hacer, ¿cómo se le decía a alguien que era padre? ¿Cómo decirle a Alejandro
que tenía un hijo de cuatro años? ¿Se lo tomaría bien? ¿Se enfadaría con ella por habérselo ocultado
durante estos años?
—Mandy, me voy. — Dijo Alejandro desde la puerta. Amanda dio un salto en su silla porque no lo
había escuchado acercarse.— .No era mi intención asustarte. —Dijo un sonriente Alejandro.
—Imagino, bueno, nos vemos en dos semanas. — Contestó levantándose de su silla y acercándose
a la puerta.
—Me ha encantado esta sorpresa del destino, que fueras tú mi nueva compañera. Recuperarte es lo
mejor que me ha pasado en cinco años. Bueno, sin contar las Eurocopas ganadas por la selección y el
mundial. —Bromeó Alejandro.
—Sí, ríete, pero sé que lo dices en serio. — Rio Amanda sintiendo el abrazo de su amigo y
percibiendo ese aroma que tanto le gustaba. —.Conduce con cuidado.
—Te llamo cuando llegue.
—Vale.
Nada más marcharse Alejandro y volver a su mesa vio que tenía varios emails nuevos. Entre ellos
uno de Esther.
De : Esther Pérez A: Amanda González Martes 07 de mayo, 2013
17.15
Querida Jefa,
Negar las obviedades es una soberana tontería.
Esther
De : Amanda González A: Esther Pérez
Martes 07 de mayo, 2013
17.18
Grrrrrr
Amanda
—Mamá, tu móvil está sonando, ¿contesto?
—No. — Gritó Amanda desde el baño .— .Déjalo sonar, ahora veo yo quien llama. Ve a la cama
que ahora te doy tu besito desde que salga de la ducha.
Diego hizo caso a su madre y siguió rumbo a la cama haciendo caso omiso del teléfono. Amanda
imaginaba quien la llamaba y no era cuestión de tener que empezar con explicaciones. Terminó de
ducharse y tras secarse, hidratarse y ponerse el pijama fue a darle un beso de buenas noches a su hijo
que estaba ya en su cama.
—Buenas noches, cariño— dijo Amanda dejándole un par de besos a Diego —,¿te apago la luz?
—Sí, mami. — Contestó Diego a Amanda que ya estaba en la puerta de la habitación.— Mami.
—Dime.
—Te quiero muchooooo.
—Y yo a ti.— Dijo Amanda volviendo a su lado y dejándolo otro par de besos.
Nada más salir de la habitación de Diego fue a buscar su móvil. Tal y como se había imaginado la
llamada era de Alejandro. Notó un cosquilleo en la barriga nada más ver su nombre. Encendió la tele a
ver que daban y relajarse un rato. Aún daban las noticias, deportes, fútbol y aprovechó para mandarle
un whatssapp, no se veía con ánimos de comenzar una conversación.
Perdona estaba en la ducha. Supongo que ya estás en casita Sí, sólo quería decirte que había
llegado sano y salvo. ¿Qué haces?
Nada. Ver la tele un rato.
¿Alguna peli digna de ver?
Por el momento, las noticias, deportes. Bueno, fútbol que es lo que dan en las noticias de este país.
Cuando vengas te quedas en mi casa.
La revista me paga hotel.
Pero yo tengo habitación disponible. No seas tonta ¿Y perderme el desayuno de hotel?
¡Te prepararé un superdesayuno que ni el Ritz!
Bueno, ya veremos, buenas noches ¿Buenas noches? Je je je, así que no quieres seguir hablando
conmigo, sutil manera de decirlo, sí señor.
No, no es eso, ¡señor susceptible!
Entonces, ¿hablamos?
¿De qué quieres hablar?
No sé, cualquier cosa me vale.
Alejandro, ¿a qué estás jugando?
¿Jugando?
Sí, jugando.
No se lo podía creer. El teléfono volvía a sonar pero esta vez no era un mensaje sino una llamada
de Alejandro. Respiró profundamente y contestó.
—¿Te has aburrido de escribir?¿Qué? No, no, no es eso. Ale acabamos de volver a vernos después
de casi cinco años. Si dejamos de estar en contacto fue porque, porque jugamos con fuego y nos
quemamos. Bueno, mejor decir que me quemé, así que esto de los mensajitos me crea inseguridad. Sí,
inseguridad de volver a tropezar en la misma piedra. — Amanda tragó aire mientras escuchaba a
Alejandro —.Sabes perfectamente que me ha encantado encontrarme contigo y trabajar contigo pero
dame tiempo. Ja ja ja ja, no. Otros cinco años no pero deja que las cosas fluyan y ya. Y ahora te dejo
que me lo he pensado mejor y me voy a poner a leer. Las cincuenta sombras de Grey. Ja ja ja, ya te
contaré que estoy a punto de terminar la segunda parte. Besos.Ja ja ja. Sí estoy aprendiendo muchas
cosas. Ja ja ja, genio y figura hasta la sepultura. Buenas noches, muaaack.
No podía evitar la sonrisa tonta que afloraba en sus labios. Era evidente volvía a entrar en arenas
movedizas pero estaba segura de poder controlar el peligro y no hundirse en ellas. Apagó la tele puso
música de fondo y se relajó en el sillón con la lectura.
CAPÍTULO 7
La claridad comenzaba a entrar por los pequeños huecos de la persiana. Amanda abrió los ojos y
remoloneó en su cama. Había sido una semana demasiado intensa. Un pasado fin de semana de
sorpresa tras sorpresa y una semana con mucho trabajo. El nuevo proyecto le ocupaba gran parte de su
tiempo y un sinfín de correos electrónicos entre ella y Alejandro se habían apoderado de su ordenador
a lo largo de la semana. Correos de trabajo sí y whatsapps personales cada día al despertar, antes de
dormir. Alejandro había vuelto con fuerza a su vida y parecía no estar dispuesto a no dejar huella.
Estaba claro que su intención era quedarse en su vida, quería volver a tener un hueco importante en el
espacio vital de Amanda. Pero, ¿cómo quería volver? ¿Qué quería ella? Ni ella misma sabía lo que
quería.
Ahí llegaba el primer mensaje de la mañana. Un beep beep comenzaba a sonar sobre su mesita de
noche y estaba segura que era de él, ¿quién si no le iba a enviar mensajes un sábado a las nueve de la
mañana? Estiró su brazo por fuera de la sábana y palpó hasta encontrar el teléfono. Exacto, no había
error a dudas. El nombre de Alejandro aparecía en la pantalla de su Smartphone.
Buenos días, ¿aún en la cama, dormilona?
Acabo de despertarme, no me has despertado tú por los pelos. Buenos días, ¿qué haces ya en pie y
con el teléfono en la mano?
Acabo de llegar de correr. Algunos necesitamos mantenernos en forma. Otras siempre están
divinas.
Amanda no sabía cómo demonios lo hacía pero lograba sacarle los colores hasta por escrito.
Si es un cumplido gracias.
No es un cumplido es una realidad. ¿Qué haces hoy?
Pues, aún no lo sé. Por el momento, levantarme tranquilamente, ¿y tú?
Puaff, esta noche tengo cena de parejitas. Te podrías venir y acompañarme.
Sí, claro, no pensaba yo en otra cosa que en ir a Madrid para acompañarte a una cena. Va a ser
que no.
Había que intentarlo.
Amanda se levantó con una sonrisa dibujada en la cara. No podía negar que le encantaba
despertarse con aquellos mensajes. Pero, por otro lado, le daba terror el juego en el que estaban
entrando. Sin olvidar que aún no había pensado cómo hablarle de Diego.
—Buenos días, mami, ¿puedo poner los dibus?—Preguntó Diego desde la puerta de su habitación
cuando ella estaba lavándose la cara en el baño.
—¿Desde cuándo me preguntas?— Preguntó Amanda sin poder evitar reírse y devolviéndole el
abrazo a su hijo.
—¿Puedo?
—Sí, hala ve a ver dibujos mientras preparo el desayuno.
Tras encender la cafetera preparó el colacao de Diego. Iba a preparar las tostadas cuando recordó
que su madre le había enviado unas deliciosas galletas caseras. Abrió al armarito de las “cosas
prohibidas” y sacó la lata de galletas. Colocó todo en la mesa y llamó a Diego, que a regañadientes
vino a desayunar con su madre. Prefería los dibujos al desayuno pero sabía cuáles eran las normas y
entre ellas estaba la de “prohibido comer en el salón”. Poco tiempo libre le quedaba a Amanda como
para tener que usarlo en limpiar miguitas de los sillones.
—Mami, ¿vamos a ir a casa de los abuelos?
—Pues, no lo había pensado. Igual este fin de semana les apetece salir solos, que la semana pasada
te tuvieron a ti y Javi todo el fin de semana. E igual el próximo fin de semana te tienes que quedar con
ellos porque seguramente me he de ir a Madrid.
—¿Te vas a Madrid?
—Sí, pero aún no sé si me quedo un par de días o no.
—¿Y yo no puedo ir?
—Cariño, voy a trabajar y tú tienes cole. En otra ocasión.
—Vale, además, me encanta quedarme en casa de los abuelos y ellos tienen piscina.
—Ya— contestó tras darle un sorbo a su café con leche.
—Mami, sabes que mi amigo Jorge tiene un cachorrito. —Dijo Diego como el que no quiere la
cosa. —.Es muy bonito.
—Sí, los cachorritos son muy bonitos pero no podemos tener un perro, cariño .
—¿Por qué?
—Piensa, ¿no te daría pena saber que estaría solito en casa todo el día desde que nos marchamos
temprano hasta que regresamos por la noche?
—Bueno, un poquito, pero son tan bonitos._ Insistió.
—Diego, a mí me encantan los perros pero no vamos a tener uno. Ahora mismo no podemos, lo
siento, cariño, pero no te voy a complacer en eso.— Contestó Amanda viendo la cara de pena de su
hijo. —.Cariño, igual dentro de un tiempo cuando mamá tenga menos trabajo y tú seas un poquito
mayor.
—Y papá esté en casa.—Dijo Diego ante los atónitos ojos de Amanda —.Entonces seremos tres
para cuidar del perrito.
—Diego, ¿de dónde has sacado que papá va a venir a casa?
—De un sueño— contestó —,papá se venía a nuestra casa pero no era esta casa era otra. ¡Ojalá, se
haga realidad mi sueño, mami! ¿A que sería muy guay?
Amanda miraba atónita a su hijo sin saber qué contestarle. El teléfono la salvó de tener que darle
una respuesta.
—Hola, mami, no, nada. Aquí desayunando con tu nieto y escuchando sus historias. No, no he
pensado qué hacer pero, ¿no estás cansada de nosotras y de niños? Vale, vale. Sí, esta mañana he de
limpiar algo, poner una lavadora pero a la hora de comer o un poco antes estamos ahí. Ya te contaré.
Besitos, mami.
—¿Vamos a comer a casa de los abuelos?
—Sí, así que me voy a poner las pilas y a recoger para no ir muy tarde y así te da tiempo de darte
un baño en la piscina.
—¿Van a ir los tíos y el primo?
—Sí, allí tendrás a tu primo para que volváis loco a tu abuelo con las batallas de piratas.—
Bromeó Amanda.
Terminaron de desayunar. Diego regresó al salón a ver dibujos mientras Amanda se puso a hacer
todas las tareas de la casa que durante la semana le eran casi imposible de realizar. Mientras recogía la
habitación de su hijo recordó el sueño de Diego. Le parecía alucinante que a su hijo le hubiese dado
justo en estos días por estar hablando de su padre. Sabía que era normal porque el niño cada día era
más grande, obvio, y además era muy listo y despierto para su edad. Pero, también era casualidad que
justo ahora que Alejandro había aparecido, él estuviera hablando de su padre.
—Al final me volveré loca entre unos y otros.— Dijo Amanda en voz alta mientras escuchaba un
beep beep de su Smartphone.
¿Entonces no me vas a acompañar esta noche a la cena?
¡Mira que eres pesado!
Más bien insistente y ya sabes que el que la sigue la consigue.
Va a ser que hoy no.
Bueno, pero igual sí la próxima semana.
Ja ja ja, yo no he dicho que me vaya a quedar.
Pero sé que lo harás Eso está por ver y te dejo que estoy limpiando.
No te canses. Besos
Amanda dejó el móvil en el escritorio que tenía en su habitación y siguió limpiando. No podía
quitarse de la cabeza a Diego y Alejandro. Ahora se daba cuenta de lo injusta que había sido con
ambos. Alejandro tenía que haber podido elegir si quería o no tener ese hijo y Diego tenía todo el
derecho del mundo a tener un padre. A disfrutar de su padre. Sí, igual había actuado mal pero ahora ya
estaba hecho y lo que debía pensar era qué hacer ahora, cómo presentarlos. Igual sí debía quedarse el
fin de semana en Madrid y hablarle a Alejandro de Diego.
Alrededor de la una y media Amanda y Diego entraban en la urbanización de sus abuelos. Hoy no
había aparcado en la puerta pero no le había costado nada encontrar un sitio. Debía de estar en racha
últimamente para encontrar aparcamiento. Su padre y Javi ya estaban metidos en la piscina cuando
entraron en el jardín. Diego miró a su madre con ojos suplicantes.
—Entra a darle un beso a la abuela y a quitarte la ropa, ¿no?— Dijo sin poder evitar reírse
acercándose al borde de la piscina para saludar a su padre, dándose cuenta que también estaba Vicente
en la piscina. —¡Vaya, todo el género masculino de remojo!
—Hola, cariño, ¿te vas a dar un bañito?
—Venga tía, sí, ¡qué es muy divertido!— Insistió Javi.
—Igual luego, anda os dejo para ver qué hace Diego.
Amanda entró en casa de sus padres. Diego se quitaba la ropa a toda prisa mientras su abuela iba
recogiendo la ropa.
—¡Qué guapo es mi niño!—Decía la abuela mientras lo besaba.
—¡Tú más abuela!— contestó Diego dándole un abrazo muy fuerte. —Pero ahora me tengo que ir
a la piscina.
—¿Te tienes que ir?— rio Amanda —¿Es una obligación?— preguntó entre risas acercándose a la
puerta para ver a su hijo ir hacia la piscina donde su primo lo saludaba efusivamente, como si hiciera
meses que no se vieran.
Amanda saludó a su madre y hermana tras dejar su bolso sobre el sillón y tirarse al lado de su
hermana.
—¿Qué tal todo hermanita?— Preguntó Cris.
—Uff, ¿por dónde empiezo? ¿Con la petición de un perro de mi hijo?¿ Con que Alejandro ha
vuelto con fuerzas y no deja de enviarme mensajes?¿ Con que ahora cada quince días he de verlo?¿
Con que quiere que me quede en su casa?¿ Con que he pensar cómo contarle que tiene un hijo? O lo
mejor ¿que ahora tu sobrino sueña con que su padre vuelve a casa y vivimos los tres juntos?
—Uau, Tres no son multitud.— Bromeó. —. Es un buen número, nosotros somos tres en casa, al
menos, de momento.
—¿Qué?—Gritó Amanda —¿Voy a volver a ser tía?
—Sí, eso parece.
—¿De cuánto estás?
— Ocho semanas. Apenas ayer me hice la eco.
—¿Y no me habías dicho nada? ¡Serás ca… !
—¡Amanda esa boca!— Rio su madre.
—¡Qué bien! Me encanta la idea de volver a ser tía.
—Y a mí.— Dijo Cris.
—Pues, lo llevas claro, guapa,¡ cómo no se lo digas a una de tus cuñadas!— Contestó Amanda.
—Volviendo a lo tuyo, ¿qué es eso del sueño?
—Hoy cuando desayunábamos primero me ha soltado que quería un cachorrito, que no sé qué
amigo tenía uno. Cuando le he dicho que no podíamos, que no estábamos en casa y estaría solo todo el
tiempo. Que igual más adelante cuando yo tuviera menos trabajo y, él fuera más grande, va y me
suelta, como el que no quiere la cosa, “cuando papá esté en casa con nosotros”. Juro que me quedé
fría. Me quedé de piedra. Y entonces me dijo que lo había soñado.
—Igual mi sobri tiene premoniciones.
—¡No digas tonterías!— Replicó Amanda.
—No va mal desencaminado, Alejandro y tú habláis todos los días, y los mensajitos no son por el
trabajo.—Contestó Luz.
—No, mamá, pero ¿qué pasará cuando le cuente todo?
—Que se va a enfadar y con razón, por eso, vas a tener que explicarle todo muy bien y darle
buenos motivos. — Contestó su madre —.Y lo del próximo fin de semana no te lo pienses, quédate en
Madrid vuelve a ver a los amigos, pasa tiempo con él y ve tanteando el terreno pero no se lo digas aún.
Espera a que estéis totalmente a gusto el uno con el otro.
—¿Eso no es hacer trampas, mamá?
—No, eso es llevar un as bajo la manga.— Bromeó su madre—. Cariño, hacía mucho tiempo que
no veía tus ojos brillar de esa manera y sé que es por él. Igual estáis destinados a estar juntos y de ahí
esto, de ahí este encuentro. Quizás la separación le haya hecho darse cuenta de sus verdaderos
sentimientos. Si no fuera así no creo que estuviera con tanto mensajito.
—¿Tú crees, mami?— Preguntó Amanda.
—¿Te gustaría?— Preguntó su madre.
—Mamá, esa pregunta es tonta, mira la carita que tiene. Por mucho que ella diga que no. Siempre
ha estado esperándolo. Le ha dado calabazas a todo el mundo.
—Eso no es cierto, también están los que han huido al enterarse que era madre.
—Una panda de gilipollas.
—¡Cristina González López!— Exclamó su madre.
—Perdona mamá pero es que no hay otro calificativo mejor.— Bromeó Cris.
Amanda escuchó el beep beep de su móvil sonar dentro de su bolso. Rebuscó , entre todos los
trastos que llevaba en él, hasta encontrarlo y ver que era un mensaje de Alejandro.
¿Qué haces?
No pudo evitar una sonrisa mientras lo leía y contestaba mientras su hermana le dirigía una mirada
a su madre diciéndole lo que era obvio.
En casa de mis padres que mi hermana me acaba de contar que voy a volver a ser tía.
¿A todo el mundo le ha dado por ser padre? Igual un día de estos nos tenemos que poner a ello o
estaremos desfasados.
¡Qué gracioso!
¿Tendrías un hijo conmigo? En realidad dentro de cinco años tenemos una cita, ¿lo recuerdas?
Amanda notó que le subían los colores solo de pensarlo.
¡No digas tonterías!
¿Eso es que no? ¿Qué ya no hay pacto? ¿Ya no tendremos un hijo tras un concierto de Michael
Bublé?
No, no es eso.
¿Entonces?
Alejandro, te tengo que dejar que vamos a comer.
Huyes, je je je, bueno, vale, ya hablamos, en realidad, prefiero tenerte para mí solo y no
compartirte. Besitos.
Amanda le dejó el móvil a su hermana para que viera los mensajes.
—Ufff, igual podías haberle dicho, cariño, ya tenemos uno, ¿imaginas?— bromeó Cris tras leer los
whatsapps. —Ahora te digo, no quiere sólo amistad, eso te lo digo yo. Quédate el fin de semana en
Madrid, Alejandro se puede quedar en casa con Javi.
—O aquí.— Contestó su madre.
—Bueno, me lo pienso.
—¡No has de pensar nada, Amanda! ¡Actúa!—Dijo su madre dejando sorprendidas a sus dos hijas.
—No siempre se tiene la suerte de tener una segunda oportunidad, no dejes que pase por tu puerta sin
más, la vida es algo más que el trabajo y cuidar a un niño. Así que lo dicho el fin de semana estás en
Madrid.
La comida pasó de lo más divertida. Diego se puso muy contento con la idea de tener un primo
nuevo, Javi era su único primo y le hacía ilusión tener un nuevo miembro en la familia. Tras la
comida, volvió a tocar piscina y tras la merienda cena Amanda y Diego volvieron a casa.
—Mami, ¿vemos una peli?— Preguntó Diego acurrucándose en el sofá.
—Vale, ¿Qué quieres ver?
—No sé, una.
—Mira a ver si hay alguna en la tele si no ponemos un dvd. Me doy una ducha rápida y vengo al
sofá contigo, ¿vale?
Diez minutos tardó en la ducha Amanda pero al regresar al salón se encontró a Diego plácidamente
dormido. Lo cogió en brazos como pudo y lo llevó a su cama, tanta piscina lo había cansado. Salía de
la habitación de Diego cuando comenzó a escuchar el móvil en el salón, algún mensaje le acababa de
llegar.
Me voy a la cena. ¿No vienes de camino, no?
Va a ser que no ¿Sales?
No, estoy cansada y me quedo en casa. Pásalo bien.
Te envío un mensaje cuando llegue a casa.
Vale Besos Besos
¿Qué significaba tanto mensaje? ¿Qué estaba ocurriendo entre ellos? Amanda no dejaba de darle
vueltas al asunto y le daba miedo. Le daba miedo volver a quemarse.
CAPÍTULO 8
—¡Mamá, te voy a ganar!— Gritaba Diego sin dejar de pedalear.
—¿Esto era una carrera? pensaba que estábamos paseando tranquilamente.— Dijo entre risas
Amanda, la cual ,claramente, se dejaba ganar por su hijo. No siempre lo hacía pero de vez en cuando
le dejaba saborear la victoria. Al fin y al cabo, sólo tenía cuatro años.
—El que llegue primero a la fuente grande gana.— Gritó Diego poniendo toda su alma en darle a
los pedales.
Amanda pedaleaba tranquila por el carril bici detrás de su hijo. Tranquila pero sin parecer que lo
estuviera dejando ganar. Sólo le permitía una ligera ventaja para que estuviese contento y al mismo
tiempo poder tenerlo controlado delante de ella. Nada más llegar a la fuente del Palau de la Música
Diego se bajó de su bici para celebrar la victoria dando vueltas alrededor de ella mientras su madre se
acercaba y buscaba a su hermana, Vicente y Javi. Había quedado con ellos justo allí para que los
primos pudieran ir a pasar un rato al parque del Gulliver. Luego se acomodarían en la hierba a la
sombra de los árboles a hacer un picnic. Le encantaba pasar las mañanas de domingo en el río. A veces
iba sola con Diego y mientras él corría de un lado a otro ella podía sentarse a la sombra a leer. Hoy no
habría lectura pero sí buena compañía.
Los gritos de Javi llamando a su primo se escucharon desde el otro lado. Amanda y Diego
volvieron a subirse a las bicicletas y se unieron a ellos para seguir su camino. Los dos primos
enseguida comenzaron con sus locas carreras. Era una suerte que se llevaran tan poco tiempo, incluso
iban a la misma clase en el cole. Se estaban criando juntos y se querían como hermanos. Una vez en el
Gulliver, Vicente entró con los niños a los toboganes mientras Amanda y Cris se quedaron con las
bicicletas ya en la zona donde se quedarían a comer.
—Pobre Vicente, le ha tocado el marrón de cuidar a los niños.— Dijo Amanda.
—Ja, ¿acaso crees que no se va a tirar por los toboganes él también? Hay que inocente eres
hermanita.— Rio Cris. —.¿Qué, más mensajes de tu enamorado?
—No es mi enamorado.
—Porque tú lo digas.— Replicó Cris —.¿Y bien?
—Pues, claro que me ha enviado más mensajes. Es un no parar. Ayer al poco de llegar a casa
estuvimos un rato hablando.
—¿Te llamó?
— No, conversación por whatsapp. Luego volvió a enviarme mensaje cuando regresó a su casa tras
la cena y esta mañana.
—Ya, para que luego vengas tú y me digas que no es tu enamorado. ¡Un simple amigo no te manda
mensajitos al llegar a casa para darte las buenas noches!
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed
Tres no son multitud  elva marmed

Más contenido relacionado

La actualidad más candente

La celestina imágenes
La celestina imágenesLa celestina imágenes
La celestina imágenesp_queipo
 
Poesia las estaciones del año con pictogramas.
Poesia   las estaciones del año con pictogramas.Poesia   las estaciones del año con pictogramas.
Poesia las estaciones del año con pictogramas.Asociación Autismo León
 
Cuento de navidad
Cuento de navidadCuento de navidad
Cuento de navidadpsdnoff
 
La Cenicienta Pdf (Cuento Con ImáGenes Mrc)
La Cenicienta  Pdf (Cuento Con ImáGenes Mrc)La Cenicienta  Pdf (Cuento Con ImáGenes Mrc)
La Cenicienta Pdf (Cuento Con ImáGenes Mrc)guestc0f9cbb
 
Comprension lectora (fábulas)
Comprension lectora (fábulas)Comprension lectora (fábulas)
Comprension lectora (fábulas)hernandezgut
 
Mi hermano es un mono
Mi hermano es  un monoMi hermano es  un mono
Mi hermano es un monoAngieRomero60
 
Bicho raro-graciela-montes
Bicho raro-graciela-montesBicho raro-graciela-montes
Bicho raro-graciela-montesFaby Fasulo
 
La ratita presumida
La ratita presumidaLa ratita presumida
La ratita presumidaLaura B
 
Pablo Y Su Pelota Roja
Pablo Y Su Pelota RojaPablo Y Su Pelota Roja
Pablo Y Su Pelota Rojaguestf790248
 
Libro juan, julia y jericó 4 básico.
Libro juan, julia y jericó  4 básico.Libro juan, julia y jericó  4 básico.
Libro juan, julia y jericó 4 básico.sebaucsc
 
EL RENACUAJO PASEADOR
EL RENACUAJO PASEADOREL RENACUAJO PASEADOR
EL RENACUAJO PASEADORsarid
 
50 oraciones-simples1
50 oraciones-simples150 oraciones-simples1
50 oraciones-simples1Ani Mercado
 
FELIX ENSEÑA A RECICLAR..pdf
FELIX ENSEÑA A RECICLAR..pdfFELIX ENSEÑA A RECICLAR..pdf
FELIX ENSEÑA A RECICLAR..pdfFiorellaDib
 

La actualidad más candente (20)

La celestina imágenes
La celestina imágenesLa celestina imágenes
La celestina imágenes
 
Poesia las estaciones del año con pictogramas.
Poesia   las estaciones del año con pictogramas.Poesia   las estaciones del año con pictogramas.
Poesia las estaciones del año con pictogramas.
 
CUENTO LAS VOCALES.pdf
CUENTO LAS VOCALES.pdfCUENTO LAS VOCALES.pdf
CUENTO LAS VOCALES.pdf
 
Cuento de navidad
Cuento de navidadCuento de navidad
Cuento de navidad
 
Ines del reves
Ines del revesInes del reves
Ines del reves
 
Soldadito de plomo
Soldadito de plomoSoldadito de plomo
Soldadito de plomo
 
La Cenicienta Pdf (Cuento Con ImáGenes Mrc)
La Cenicienta  Pdf (Cuento Con ImáGenes Mrc)La Cenicienta  Pdf (Cuento Con ImáGenes Mrc)
La Cenicienta Pdf (Cuento Con ImáGenes Mrc)
 
Comprension lectora (fábulas)
Comprension lectora (fábulas)Comprension lectora (fábulas)
Comprension lectora (fábulas)
 
Mi hermano es un mono
Mi hermano es  un monoMi hermano es  un mono
Mi hermano es un mono
 
Bicho raro-graciela-montes
Bicho raro-graciela-montesBicho raro-graciela-montes
Bicho raro-graciela-montes
 
Cuento Infantil: Niña Bonita
Cuento Infantil: Niña BonitaCuento Infantil: Niña Bonita
Cuento Infantil: Niña Bonita
 
La ratita presumida
La ratita presumidaLa ratita presumida
La ratita presumida
 
Pablo Y Su Pelota Roja
Pablo Y Su Pelota RojaPablo Y Su Pelota Roja
Pablo Y Su Pelota Roja
 
Caperucita roja
Caperucita rojaCaperucita roja
Caperucita roja
 
El Árbol Generoso
El Árbol GenerosoEl Árbol Generoso
El Árbol Generoso
 
Libro juan, julia y jericó 4 básico.
Libro juan, julia y jericó  4 básico.Libro juan, julia y jericó  4 básico.
Libro juan, julia y jericó 4 básico.
 
EL RENACUAJO PASEADOR
EL RENACUAJO PASEADOREL RENACUAJO PASEADOR
EL RENACUAJO PASEADOR
 
50 oraciones-simples1
50 oraciones-simples150 oraciones-simples1
50 oraciones-simples1
 
FELIX ENSEÑA A RECICLAR..pdf
FELIX ENSEÑA A RECICLAR..pdfFELIX ENSEÑA A RECICLAR..pdf
FELIX ENSEÑA A RECICLAR..pdf
 
Papelucho historiador marcela paz
Papelucho historiador   marcela pazPapelucho historiador   marcela paz
Papelucho historiador marcela paz
 

Destacado

Placeres ocultos - desiree_esteban
Placeres ocultos - desiree_estebanPlaceres ocultos - desiree_esteban
Placeres ocultos - desiree_estebanAngie M
 
Libros eróticos románticos
Libros eróticos románticosLibros eróticos románticos
Libros eróticos románticosmanolirl75
 
El orgullo del sur - Carole Halston
El orgullo del sur - Carole HalstonEl orgullo del sur - Carole Halston
El orgullo del sur - Carole HalstonAngie M
 
Bad girl maya reynolds
Bad girl maya reynoldsBad girl maya reynolds
Bad girl maya reynoldsEnOc Guamàn
 
Cazadores de sombras 3 ciudad de cristal
Cazadores de sombras 3  ciudad de cristalCazadores de sombras 3  ciudad de cristal
Cazadores de sombras 3 ciudad de cristalCristina Solis
 

Destacado (9)

Placeres ocultos - desiree_esteban
Placeres ocultos - desiree_estebanPlaceres ocultos - desiree_esteban
Placeres ocultos - desiree_esteban
 
Libros eróticos románticos
Libros eróticos románticosLibros eróticos románticos
Libros eróticos románticos
 
El orgullo del sur - Carole Halston
El orgullo del sur - Carole HalstonEl orgullo del sur - Carole Halston
El orgullo del sur - Carole Halston
 
Bad girl maya reynolds
Bad girl maya reynoldsBad girl maya reynolds
Bad girl maya reynolds
 
Q,a ix
Q,a ixQ,a ix
Q,a ix
 
Q,a vii
Q,a viiQ,a vii
Q,a vii
 
quince Novelas Eroticas
quince Novelas Eroticas
quince Novelas Eroticas
quince Novelas Eroticas
 
01 el deseo concedido de anita
01 el deseo concedido de anita01 el deseo concedido de anita
01 el deseo concedido de anita
 
Cazadores de sombras 3 ciudad de cristal
Cazadores de sombras 3  ciudad de cristalCazadores de sombras 3  ciudad de cristal
Cazadores de sombras 3 ciudad de cristal
 

Similar a Tres no son multitud elva marmed

Confusin (cuento) listo
Confusin (cuento) listoConfusin (cuento) listo
Confusin (cuento) listoInformaticaIAB
 
El almacc3a9n-de-las-palabras-terribles elia-barcelc3b3
El almacc3a9n-de-las-palabras-terribles elia-barcelc3b3El almacc3a9n-de-las-palabras-terribles elia-barcelc3b3
El almacc3a9n-de-las-palabras-terribles elia-barcelc3b3Carina Andreani
 
El Halcón Maltés
El Halcón MaltésEl Halcón Maltés
El Halcón MaltésRickBlaine
 
Lucy Maud Montgomery - 6 - Ana, la de Ingleside.pdf
Lucy Maud Montgomery - 6 - Ana, la de Ingleside.pdfLucy Maud Montgomery - 6 - Ana, la de Ingleside.pdf
Lucy Maud Montgomery - 6 - Ana, la de Ingleside.pdfAnaLuciaVivanco1
 
#01_Carne_y_Sangre_Los_Vampiros_De_Shadows_Hills_Willow_Rose.pdf
#01_Carne_y_Sangre_Los_Vampiros_De_Shadows_Hills_Willow_Rose.pdf#01_Carne_y_Sangre_Los_Vampiros_De_Shadows_Hills_Willow_Rose.pdf
#01_Carne_y_Sangre_Los_Vampiros_De_Shadows_Hills_Willow_Rose.pdfJuan Jose Moreno Martinez
 
1# El verano en que me enamoré ESPAÑOL
1# El verano en que me enamoré ESPAÑOL1# El verano en que me enamoré ESPAÑOL
1# El verano en que me enamoré ESPAÑOLgabriela sanchez
 
The summer_i_turned_pretty_bbcbe
 The summer_i_turned_pretty_bbcbe The summer_i_turned_pretty_bbcbe
The summer_i_turned_pretty_bbcbelibrosdehoy14
 
La hija del espantapájaros.pdf
La hija del espantapájaros.pdfLa hija del espantapájaros.pdf
La hija del espantapájaros.pdfHellcatCuadernos
 
56752284 obras-de-teatro-cortas-in-fan-tiles-8-obras
56752284 obras-de-teatro-cortas-in-fan-tiles-8-obras56752284 obras-de-teatro-cortas-in-fan-tiles-8-obras
56752284 obras-de-teatro-cortas-in-fan-tiles-8-obrasEdgard Contreras Cano
 

Similar a Tres no son multitud elva marmed (20)

Happyboys1 01
Happyboys1 01Happyboys1 01
Happyboys1 01
 
Until Friday Night
Until Friday NightUntil Friday Night
Until Friday Night
 
Until Friday Night
Until Friday NightUntil Friday Night
Until Friday Night
 
Confusin (cuento) listo
Confusin (cuento) listoConfusin (cuento) listo
Confusin (cuento) listo
 
El almacc3a9n-de-las-palabras-terribles elia-barcelc3b3
El almacc3a9n-de-las-palabras-terribles elia-barcelc3b3El almacc3a9n-de-las-palabras-terribles elia-barcelc3b3
El almacc3a9n-de-las-palabras-terribles elia-barcelc3b3
 
Extracto Venganza
Extracto VenganzaExtracto Venganza
Extracto Venganza
 
El Halcón Maltés
El Halcón MaltésEl Halcón Maltés
El Halcón Maltés
 
Sirenas(1)
Sirenas(1)Sirenas(1)
Sirenas(1)
 
Lucy Maud Montgomery - 6 - Ana, la de Ingleside.pdf
Lucy Maud Montgomery - 6 - Ana, la de Ingleside.pdfLucy Maud Montgomery - 6 - Ana, la de Ingleside.pdf
Lucy Maud Montgomery - 6 - Ana, la de Ingleside.pdf
 
#01_Carne_y_Sangre_Los_Vampiros_De_Shadows_Hills_Willow_Rose.pdf
#01_Carne_y_Sangre_Los_Vampiros_De_Shadows_Hills_Willow_Rose.pdf#01_Carne_y_Sangre_Los_Vampiros_De_Shadows_Hills_Willow_Rose.pdf
#01_Carne_y_Sangre_Los_Vampiros_De_Shadows_Hills_Willow_Rose.pdf
 
Revista CEPA Torres 1 trim 2015 16
Revista CEPA Torres 1 trim 2015 16Revista CEPA Torres 1 trim 2015 16
Revista CEPA Torres 1 trim 2015 16
 
1# El verano en que me enamoré ESPAÑOL
1# El verano en que me enamoré ESPAÑOL1# El verano en que me enamoré ESPAÑOL
1# El verano en que me enamoré ESPAÑOL
 
The summer_i_turned_pretty_bbcbe
 The summer_i_turned_pretty_bbcbe The summer_i_turned_pretty_bbcbe
The summer_i_turned_pretty_bbcbe
 
Bloque 2 Variantes de un cuento
Bloque 2 Variantes de un cuentoBloque 2 Variantes de un cuento
Bloque 2 Variantes de un cuento
 
La hija del espantapájaros.pdf
La hija del espantapájaros.pdfLa hija del espantapájaros.pdf
La hija del espantapájaros.pdf
 
Aprilynne pike alas
Aprilynne pike alasAprilynne pike alas
Aprilynne pike alas
 
Bloque 2 Variantes de un cuento
Bloque 2 Variantes de un cuentoBloque 2 Variantes de un cuento
Bloque 2 Variantes de un cuento
 
Amor a primera vista
Amor a primera vistaAmor a primera vista
Amor a primera vista
 
56752284 obras-de-teatro-cortas-in-fan-tiles-8-obras
56752284 obras-de-teatro-cortas-in-fan-tiles-8-obras56752284 obras-de-teatro-cortas-in-fan-tiles-8-obras
56752284 obras-de-teatro-cortas-in-fan-tiles-8-obras
 
Obras cortas
Obras cortasObras cortas
Obras cortas
 

Tres no son multitud elva marmed

  • 1.
  • 2. Un libro digital es un libro inmortal D.L
  • 3. Índice TRES NO SON MULTITUD SINOPSIS 17.15 17.18, Grrrrrr Grrrrrr 10.50 FIN 1
  • 4. Elva Marmed TRES NO SON MULTITUD Porque no siempre “Tres son Multitud”.
  • 5. TRES NO SON MULTITUD Elva Marmed SINOPSIS Amanda nunca pudo imaginar que el regreso a su ciudad natal, Valencia, le traería tantos cambios en su vida. Atrás dejaba Madrid y en ella a Alejandro, su mejor amigo, el chico que le había robado el corazón. Alejandro y Amanda tenían una relación especial, “amigos con derecho a roce”, pero a veces el que juega con fuego se quema. Amanda no sólo se quemó sino que ardió en las brasas encendidas por ella misma. Huyendo de las llamas llega a Valencia y allí descubre que no lo hace sola. Está embarazada. Nuevo trabajo. Nuevo rol en la vida. Madre soltera. Consigue conciliar su vida laboral y familiar gracias a su familia si no imposible triunfar en su profesión siendo madre y criándolo sola. Cinco años han pasado desde el comienzo de su nueva vida junto al mediterráneo. Cinco años de silencio. Cinco años de búsquedas y comparaciones. Cinco años en los que su hijo ha crecido y ya comienza a reclamar esa figura que nunca ha conocido. Ahora, el destino o simplemente la fusión de sus dos empresas Alejandro y Amanda vuelven a encontrarse. La llama no apagada vuelve a encenderse pero Amanda sabe que entre ella y Alejandro hay una asignatura pendiente. Una asignatura llamada Diego.
  • 6. CAPÍTULO 1 —¿Bailamos? —Escuchó Amanda desde la puerta de su habitación. Un sonriente Diego le brindaba su mano mientras la casa era invadida por los acordes del Dream a Little Dream of Me en la voz de Michael Bublé. Imposible resistirse a los encantadores y sonrientes ojos de Diego y menos con un tema tan pegadizo. Amanda terminó de subirse a sus tacones para bailar al ritmo de la sensual voz del canadiense. —Mamá, estás muy guapa. — Dijo Diego mientras bailaban. Estaba claro que aquel pequeñajo de apenas cuatro años iba a ser un peligro para las féminas. —Gracias, cariño. —Mamá, ¿me puedo llevar unos juguetes a casa de los abuelos? —Bueno, pero unos pocos. —Contestó Amanda sin dejar de bailar. Amanda y Diego bailaban al compás de la música por la habitación. Diego daba saltitos de vez en cuando para intentar alcanzar a su madre, la cual había crecido casi diez centímetros al ponerse los tacones. Amanda no podía dejar de sonreír mientras veía los risueños ojos negros de su hijo. Era increíble lo mucho que había crecido ya. El tiempo había pasado tan rápido, los últimos cuatro años habían pasado sin darse cuenta. —Say nighty-night and kiss me, just hold me tight and say you’ll miss me while I’m alone… — canturreaba Amanda mientras un divertido Diego intentaba imitarla. —Drina litol drin of miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii —gritaba Diego mientras Amanda no podía evitar la risa. —Hala, termina de guardar tus juguetes que ahora mismo nos tenemos que ir a casa de los abuelos. Diego obedeció a su madre y se dirigió a su habitación mientras ella terminaba de arreglarse frente al espejo. Hacía meses que no salía. En los últimos años se había olvidado de cines, amigos, salidas… para dedicarse íntegramente a estar con aquel pequeño, que le robaba todo el tiempo. Si la maternidad es complicada, más aún lo es cuando eres madre soltera. Pero, lo estaba logrando. Había conseguido compaginar su vida profesional y personal. Bueno, personal, a lo que hacía referencia a su papel de madre. Su rol de mujer se había quedado guardado en algún cajón esperando que en algún momento se decidiera a volver a usarlo y, aquella noche parecía que volvía a salir a la superficie. Se contempló frente al espejo. Definitivamente, había hecho una buena elección al comprar aquel vestido verde. Le quedaba perfecto y, en principio, el verde no era un color que le gustara pero dejándose aconsejar por Esther se lo había probado dándose cuenta de lo bien que le quedaba. Los tacones y el corto del vestido le hacían unas piernas interminables. Diego tenía razón, estaba realmente guapa, hacía tiempo que no se sentía así. En los últimos años o iba con sus faldas y chaquetas para ir a trabajar o de vaqueros para hacer de mamá, hacía tiempo que no se ponía un
  • 7. vestido tan bonito. —Mamá, ya tengo mi mochila. —Gritó Diego desde su habitación. —Voy, Diego, ya cojo el bolso y nos vamos a casa de los abuelos. Amanda guardó todo lo que necesitaba en su minibolso y, tras comprobar que Diego tenía todo en la mochila, salieron de casa rumbo al coche para ir a casa de sus padres. Afortunadamente, contaba con ellos y los días que Diego estaba malo o no había cole podía quedarse en su casa, si no fuera así lo hubiese tenido complicado para arreglárselas ella sola. Diego se sentó en su silla. Tras comprobar que el cinturón estaba bien abrochado, Amanda se sentó en su asiento. —Mamá, ¿me pones una peli? —Diego, en cinco minutos estamos en casa de los abuelos. —Vale, pues, pon esa canción que me gusta mucho. —¿Qué canción?— Le preguntó Amanda intentando ocultar una sonrisa porque sabía que canción era pero le hacía mucha gracia oírsela decir. —Pues, la que estábamos bailando en casa. —Pero, ¿cómo se llama? —Insistió. —Drina litol drinof miiiii. Por arte de magia, para Diego, su canción comenzó a sonar en el coche para su disfrute ya que acto seguido comenzó a cantar junto a Amanda la canción. Pocas canciones más sonaron antes de llegar a casa de los padres de Amanda. Fernando esperaba a su nieto en la puerta de su casa porque a aquella hora era imposible encontrar aparcamiento por aquella zona. Le dio un beso a su hija y sacó a su nieto del coche mientras Amanda le daba la mochila. —Nos vemos mañana, no vuelvas muy locos a los abuelos. —Mami, pásalo muy bien—dijo Diego siguiendo las indicaciones de su abuelo. —Y tú, cariño, hasta mañana, papá, cualquier cosa me llamáis al móvil. Tras recoger a Esther se dirigieron al salón que había reservado su empresa para celebrar aquella cena. No le gustaba ir a las fiestas de la oficina porque siempre tenías que andar con cuidado a la hora de actuar. Sí, estabas de fiesta pero con tus compañeros de trabajo, con tus jefes. Claro que también era verdad que tras tantos años en la empresa y los casi cinco que llevaba en su sede tenía buenos amigos entre sus compañeros de trabajo. Entre ellos a Esther, la cual en los últimos años se había convertido en una de sus amigas y en su casamentera oficial, porque había tratado de emparejarla en infinidad de ocasiones infructuosamente. —Uau, ¿y vosotras porque no venís así vestidas al trabajo?— Bromeó Juan nada más verlas entrar. —Mira que eres tonto, Juanito— contestó Amanda. —¿Ha llegado mucha gente?— Preguntó Esther.
  • 8. —Casi todos, incluyendo a los madrileños que vienen de la revista con la que nos fusionamos. Más de cincuenta personas estaban invitadas a aquella cena. La revista no sólo estaba logrando sobrevivir a la crisis sino que además estaba expandiéndose y acababa de fusionarse a otra publicación internacional, por lo cual, se abrirían paso fuera de España. Amanda se sentía afortunada trabajando allí, se dedicaba justo a lo que le gustaba y cobraba por ello, lo cual en la caótica situación económica que les estaba tocando vivir era toda una lotería. —¡Qué bueno está el vino! —¡Demasiado bueno! —Contestó Amanda a Juan —Puede llegar a ser peligroso por lo fácil que entra. —¡Y tanto! —Exclamó Esther. La cena transcurrió entre risas. Reinaba un buen ambiente. Se notaba que las cosas iban bien profesionalmente hablando y que se acercaba el buen tiempo con la llegada del verano. Tras los cafés pocos se quedaron sentados en las mesas, la mayoría se trasladó a la pista de baile y a por sus copas a la barra libre. Amanda bailaba en medio de la pista junto a Esther y un par de compañeras más, las cuatro pertenecían al mismo equipo de trabajo y habían logrado ser algo más que compañeras, probablemente, la cercanía de edad las hacía más afines y hacer piña dentro del equipo. Amanda no pudo evitar reírse cuando de pronto empezó a sonar el Dream a Little Dream of Me. Definitivamente, aquella canción la perseguía. No sabía por qué le gustaba tanto a su hijo. Bueno, sí, porque Michael Bublé era uno de los habituales en la banda sonora de su vida y, de alguna manera le había influido a ese pequeño, que le tenía robado el corazón. —…Stars fading but I linger on dear still crabbing your kiss… —cantaba mientras se movía al compás de la música y hacía fuerzas para no llamar por teléfono a su hijo— …but in your dreams whatever they be… —siguió cantando sin poder evitar sonreír cuando lo vio apoyado en la barra observándola. Se quedó paralizada. No podía creérselo. Volvió a mirar por si estaba viendo visiones pero no, estaba viendo bien, allí estaba Alejandro que no le quitaba ojo. —¿Qué te ha pasado? —Preguntó Esther. —Esther, ves al que está junto a Ricardo. —Sí, ¿lo conoces? ¡Está muy bueno! —Es Alejandro. —Alejan… ¿el padre de Diego? —Calla, no digas nada. —Ahora entiendo lo guapo que es Diego, sin hacerte de menos. —Pero, ¿qué demonios hace aquí? —¿Qué hace aquí quién?— Preguntó Juan. —Calla, Juan.—Dijo Esther —.Tendrás que hablar con él.
  • 9. Amanda respiró profundamente y se dirigió hacia la barra acercándose a Alejandro. —Hola, Amanda, ¿ya conoces a Alejandro?— Preguntó Ricardo. Alejandro acercó sus labios a sus mejillas y le dejó dos besos. Dos besos bien dados, nada de besos dados al aire. Él posó sus labios sobre sus mejillas mientras le sujetaba el brazo derecho con su mano izquierda. —Ricardo, ¿puedes venir un momento? —Chicos, discúlpenme un momento. Alejandro te dejo en buenas manos.— Dijo alejándose de la barra. —Sigue siendo un placer verte bailar. —¿Qué estás haciendo aquí? —Mi revista se fusiona con la vuestra. —¿Qué?¿Te vienes para aquí? —No, yo no, yo regreso a Madrid en un par de días. No sabía que trabajabas aquí. —Ni yo. —¿No sabías que trabajabas aquí?— Bromeó Alejandro. —No, no, no es eso. ¡ No me confundas! Me refiero que no sabía que tú formabas parte del equipo. No sabía que habías cambiado de trabajo. —Normal, no he sabido nada de ti en casi cinco años. Te fuiste. —Me fui porque me tenía que ir. Bueno, un placer hablar contigo. —Espera, me gustaría hablar contigo. Tomarnos algo juntos. —No creo que sea una buena idea. —Amanda, ¿no crees que me merezco al menos cinco minutos? —Los estás teniendo. Te queda uno, aprovéchalo.—Dijo arrepintiéndose del verbo usado. —Amanda, me gustaría que nos viésemos en estos días. No esperaba verte. Ni siquiera estaba seguro que estuvieras en Valencia, por favor. —Alejandro, disculpa, sé que estás en buenas manos pero quiero presentarte a alguien. —Dijo Ricardo llevándose a Alejandro con él. Pronto sintió la presencia de Esther a su lado. Notó la mano de su amiga apoyada sobre su hombro mientras ella seguía con la mirada a Alejandro alejándose con Ricardo. Sabía que era algo que podía ocurrir, España no es tan grande como para no encontrarse, ni siquiera lo es el mundo. El mundo es un pañuelo y en cualquier momento te puedes encontrar con alguien de quien huyes. Huir de Alejandro, no. No era, exactamente, huir lo que hacía Amanda pero sí evitarlo. Sin embargo, estaba claro que el destino, metafísicamente hablando, o la fusión de sus empresas les había puesto frente a frente. —¿Estás bien? —Sí, sorprendida. No esperaba encontrarme con Alejandro. Ni siquiera sabía que estaba
  • 10. trabajando en la revista. —¿Qué te ha dicho? —Poco. Él tampoco sabía de mi presencia en el grupo y Ricardo se lo ha llevado. —¿Es de los que se van a quedar aquí? —No. Vuelve a Madrid en un par de días. —¿Vas a decirle algo? —No, ¡no me mires así! Ya lo sé, he actuado muy mal pero no había alternativa y ahora no puedo Esther. Me duele por Diego y por él, nunca pensé que yo fuera a actuar de esta manera. —Pues sí, Amanda pero es lo que tiene el vino que se sube a la cabeza. —Dijo Esther ante los incomprensivos ojos de Amanda. —¿Qué? —A Amanda siempre se le ha subido rápido el vino pero se pone muy graciosa. Hola, soy Alejandro.— Dijo Alejandro que acababa de acercarse por detrás de Amanda. —Encantada, yo soy Esther. —¿Puedo hablar contigo un momento?— Preguntó Alejandro a Amanda. —Los dejo, encantada de conocerte. —No hace falta que te vayas, Esther. —Dijo Amanda con ojos suplicantes. —¿Qué quieres Alejandro? —¿Nos podemos ver mañana y comer juntos? —Mañana no puedo. —¿Y el domingo? —Tampoco puedo el domingo. —¿Y cenar, un café? —Tengo el fin de semana ocupado.— Contestó de manera tajante Amanda —Hemos estados muy liados en las últimas semanas y tengo cosas que hacer. —Vale, muy bien. Pues, cenamos el lunes. —Alejandro, no es una buena idea. Déjalo. —Pero, ¿por qué?¡No te entiendo Mandy! Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Hacía mucho que no la llamaban así. En realidad, sólo Alejandro había tomado esa costumbre. Su cabeza intentaba pensar en excusas, que darle a Alejandro, pero no se le ocurría ninguna más que la verdad, que no podía decirle. Esther la miró y se marchó dejándolos a solas. A solas en un salón abarrotado de gente que reía, cantaba, bailaba a su alrededor. —Muy bien, un café. Mañana, pero sólo porque sé que no vas a parar y, al fin y al cabo, tampoco hay ningún motivo para no tomarnos un café juntos. —Ninguno, es más todos los del mundo para hacerlo. —¿Por qué dices eso?
  • 11. —Hubo una época en la que fuimos buenos amigos, ¿no? —Sí, buenos amigos, supongo. —Bueno, algo más que amigos. Me dejas tu número, sé que no tienes el mismo, alguna vez te he llamado y no eras tú quién contestaba. —No, no es el mismo. Anota. Una vez más Amanda fue salvada por Ricardo que no paraba de presentarle gente a Alejandro y ella aprovechó para escabullirse junto a Esther, que no había dejado de observarlos desde el otro lado de la pista. —¿Y bien? —Hemos quedado en vernos mañana. ¿Te quedarías en casa con Diego? No quiero abusar de mis padres, pero si no puedes no. Se lo digo y punto o me busco una excusa para no ir y ya está. —Amanda, calla. Sí que puedo, sabes que me quedo encantada con Diego. Mañana no iba a hacer nada. Me quedo en tu casa y así si la cosa se alarga. —No, olvídate de eso. —Guapa, no me extraña que te enamoraras perdidamente de él, por cierto, no lleva anillo. —¿Y? —Nada. Sólo digo que no tiene anillo. Sólo es un comentario. —Algo que no significa nada. Bien ha recalcado hace un momento que fuimos “buenos amigos”. Para él, sólo fuimos eso, buenos amigos, amigos con ciertos derechos y privilegios cuando ambos andábamos desparejados. —Cariñet, quien juega con fuego se quema, y tú te quemaste. Los amigos con derecho a roce son un peligro, siempre hay uno que termina jodido y te tocó ese papel pero ya lo tenemos superado, ¿no? —Sí —dijo una dubitativa Amanda—, pero está Diego. Y ya comienza a hacer preguntas y no puedo decirle la verdad pero tampoco puedo mentirle. ¿Te he contado cuál fue su deseo de año nuevo y su deseo de cumpleaños? ¡Éste era su deseo la aparición de su padre! —comentó Amanda recordando los deseos de Diego— ¡La he jodido, Esther! Me he metido en un lío del que no sé cómo voy a salir. Entre más tiempo pase menos va a entenderlo Diego y Alejandro, uffff, no sé. Supongo que en algún momento tendrá que saber que es padre y no sé cómo se lo va a tomar. —Bueno, guapa, ya pensaremos en algo. Ahora vamos a tomarnos una copa que nos la hemos ganado. —Bebe tú, que yo te recuerdo he de conducir. —Dijo Amanda recuperando la sonrisa. Tres horas después estaba de regreso a su silenciosa casa. Era raro volver a una casa vacía. Hacía mucho que no pasaba una noche sola. Se quitó los tacones, no era cuestión de despertar a los vecinos de abajo con el taconeo de sus zapatos a las cinco de la mañana. Entró en la cocina para servirse un
  • 12. vaso de leche fría antes de irse a la cama. Un beep beep resonó en su bolso. —¿Quién me manda un whatsapp a estas horas? Dulces sueños, Mandy, no pude despedirme de ti. Tu jefe es un poco acaparador pero habla maravillas de ti. Claro, imposible hacer lo contrario. Nos vemos mañana. Buenas noches.:) Estaba alucinando. No se esperaba para nada ese mensaje de Alejandro, que actuara como si nada, como si no hubiese pasado cinco años desde la última vez que se habían visto, que habían hablado. Y sin darse cuenta le contestó con un simple buenas noches a su mensaje. Se llevó el vaso de leche a su habitación y tras limpiarse la cara y quitarse la ropa se metió en la cama sin sueño, estaba totalmente desvelada. Tras casi cinco años sin salir lo hacía y menuda salida había tenido. Inolvidable.
  • 13. CAPÍTULO 2 Amanda dormía plácidamente. Le había costado conciliar el sueño. Demasiadas emociones contenidas para una primera salida de mujer y no de mamá. ¿Quién le iba a decir a ella que entre todas las revistas con las que podían haberse fusionado había sido esa la elegida? ¿Quién le iba a decir a ella que Alejandro era una de los responsables de la fusión editorial? ¿Quién le iba a decir a ella que se tropezaría con el padre de Diego? Nunca pensó que se encontraría tan pronto en esta situación. Sabía que, más tarde o más temprano, tendría que enfrentarse a ese encuentro. Sabía que en algún momento tendría que buscar a Alejandro y decirle que había un Diego, que había un niño, un niño de los dos. Un niño que tenía derecho a conocer a su padre. Y un padre que tenía derecho a conocer a su hijo. Pero, nunca pensó que ese momento llegara tan pronto y sin ella haberlo buscado. Nunca le pasó por la mente encontrarse con Alejandro de aquella manera pero está claro que a veces no se puede luchar contra el destino. Ella había elegido ser madre soltera. Ella había elegido no contar con él. No decirle nada para no provocar una obligada relación pero también sabía a lo que se enfrentaba. Sabía que su decisión no iba a ser entendida por el que otrora fuera su amigo con derecho a roce. Bien, se lo había dicho Esther, quien con fuego juega con fuego se quema, y ella se había quemado y ardido en la hoguera. Los rayos de sol comenzaron a filtrarse por la persiana. Había olvidado bajarla del todo antes de acostarse. Demasiado cansada para tener en cuenta esos detalles. Amanda notaba los rayos sobre su cara. Abrió los ojos y sacó el brazo de debajo de la sábana para buscar el móvil y ver la hora. —Las diez. Volvió a dejar el smartphone en la mesita de noche. Apenas había dormido cuatro horas pero tampoco se sentía excesivamente cansada. Se levantó de la cama y entró en el baño. Una ducha le vendría bien para terminar de despertarse. Eso y un buen café es lo que necesitaba para espabilarse. —Uhmm,¡ qué delicia! —Dijo al sentir el agua correr desde su cabeza a sus pies. Hacía mucho que no se daba una ducha sin tener a un niño entrando y saliendo del baño con cualquier excusa. La intimidad era una de las pérdidas mayores, al menos para ella, cuando te conviertes en madre. De pronto tu vida deja de ser tuya, para ser tuya y de esa personita , que te ha robado el corazón. Desde el mismo momento que nace dejas de tener momentos para ti sola. Sin embargo, no se arrepentía, Diego era lo mejor que le había pasado en la vida. No lo cambiaba por nada. —Debo ser un caso perdido. No está en casa y lo echo de menos. —Dijo al darse cuenta que no hacía más que pensar en su pequeño pirata. Diez largos minutos estuvo en la ducha. El vapor había invadido el baño y olía a la esencia de mandarina, que Diego le había regalado por el día de las madres. Se secó bien, se puso la crema corporal y tras peinarse y ponerse la hidratante en la cara se fue directa a la cocina a prepararse un
  • 14. buen café. Encendió la tele mientras la cafetera se ponía en marcha, ¡cómo no!, saltaron los dibujos nada más encenderla. Quitó a Doramon y buscó por la tele a ver si veía algo con lo que distraerse. Nada. Mejor leía mientras desayunaba. Regresó a su habitación sobre la mesita tenía Las Cincuenta Sombras de Grey, todo el mundo hablaba de él, para bien o para mal. No había escuchado ninguna crítica intermedia y ahora quería comprobar por ella misma que tenía el dichoso Grey. Tostadas con mermelada de manzana, café con leche, zumo de naranja y lectura. Hacía mucho que no tenía un desayuno así. Se sentó en la mesa a disfrutar del relajado desayuno del sábado, quedándose enganchada de la lectura, hasta que una hora más tarde el sonido del móvil la hacía abandonar a Anastasia y Christian para volver a la realidad. Cogió el móvil para descubrir que el whatsapp era de Alejandro. Hola, Mandy, ¿te apetece tomarte algo conmigo? No puedo, voy a comer a casa de mis padres. ¿Nos vemos a las 6? Mejor a las 7 ¿Te recojo? No, no hace falta Cerró el libro y lo dejó sobre la mesa. Otro beep beep volvió a sonar. ¿Dónde nos vemos? Dime dónde te estás quedando y paso a por ti Volvió a dejar el móvil sobre la mesa y se dispuso a recoger. Ya era hora de ponerse las pilas. Escuchó que un nuevo mensaje llegaba pero no miró, sería la dirección del hotel de Alejandro. Luego lo vería. No quería estar en una conversación eterna por el whatssapp. Bastante tenía con pensar en qué le diría esta tarde como para ahora mantener una conversación por mensajitos. Pasaba de las doce cuando salía de su casa y se dirigía al coche cuando la llamó Alejandro. —Hola, no, no he visto tus últimos mensajes. No te estoy evitando, sólo es que tengo cosas que hacer hoy. No, no estoy enfadada contigo pero. No, de verdad, Alejandro no puedo. Hoy no puedo. Nos vemos a la tarde. Te recojo a las siete en tu hotel. Estás en el centro y nos moveremos por ahí. Alejandro te dejo que tengo prisa luego hablamos, hasta luego. Amanda abrió la puerta del coche y soltó el bolso y el móvil en el asiento del copiloto. Mientras pensaba lo extraño que era volver a hablar con Alejandro. La pérdida de naturalidad y de confianza en sus conversaciones. La de horas de charlas que habían tenido durante tanto tiempo y cómo todo lo habían echado a perder. Su relación de amistad se había fastidiado por cada uno querer cosas distintas. Él se encontraba bien como estaba, amigos especiales y sólo eso, ella se había enamorado por completo de su amigo. No había podido evitarlo y al confesárselo su relación se rompió. Y entonces ella tuvo claro que su decisión era la adecuada. Marcharse de Madrid era lo que tocaba. Volver a casa . Y regresó a Valencia. No es que se hubiese alejado demasiado pero sí lo suficiente para no tener que encontrarse.
  • 15. Nada más llegar a Valencia lo descubrió. Descubrió que estaba embarazada y calló. Sabía que sí se lo contaba él querría estar con ella pero eso no es lo que buscaba. No quería una relación surgida por un niño. No. Si él decidía estar con ella tenía que ser por ella no por un embarazo. Estuvo a punto de llamarlo en más de una ocasión. No lo hizo esperando la llamada de él pero ambos, demasiado orgullosos y cabezotas, esperaron la llamada del otro. Y un buen día, unos seis meses después de la marcha de Amanda, él decide llamarla. La echaba demasiado en falta. Necesitaba volver a hablar con ella. Volver a estar con ella pero su llamada no tuvo respuesta. Amanda había cambiado de número porque no quería ser localizada. Debía de ser su día de suerte. Encontrar aparcamiento justo ante la casa de sus padres era algo que ocurría una vez en la vida y hoy era ese día. Cogió sus cosas y salió del coche escuchando los gritos de Diego que la llamaba desde la valla. Estaba en el jardín comunitario con su padre, ambos ataviados con espadas y gorros piratas. Amanda se rio. Diego adoraba a sus abuelos y uno de los motivos era ese, las horas que podían pasarse jugando con él sin ningún problema. —¿Piratas de agua dulce me abrís la puerta? —¡Es mamá! Fernando se acercó a la puerta para dejar entrar a su hija. —¡Mamá!—Grito Diego abrazando a su madre como si hiciera quince días que no se vieran. — ¿Quieres jugar conmigo y el abuelo? —Eeeeeh, en otro momento, cariño, voy a ayudar a la abuela. ¿Has dado mucha guerra?— Preguntó Amanda tras besar a su hijo. —No, ¿me puedo quedar esta noche? —¿Esta noche? —Sí, porfa mami. El primo Javi se va a quedar así podemos jugar los tres a los piratas. —Bueno, ya hablamos luego. Papi voy a casa. —Dijo Amanda con una sonrisa de oreja a oreja. —¿De qué te ríes? ¿Te ríes de tu padre?—Preguntó Fernando sin poder evitar una amplia sonrisa. —Me estaba imaginando la cara de tus alumnos si te vieran con esa pinta. Amanda dejó a los piratas en plena batalla y se dirigió a la casa de sus padres, su dúplex estaba justo frente a la piscina. Afortunadamente, desde dentro de la casa no se escuchaba las voces de los niños cuando se apoderaban de la piscina en las largas jornadas estivales. —¿Ya estás aquí? Pensaba que dormirías hasta más tarde aprovechando que Diego estaba con nosotros.— Dijo Luz tras besar a su hija. —No, me he despertado a las diez. —¿Qué tal la salida? —Bien. —Uhm. No lo dices muy convencida, ¿ha pasado algo?—Preguntó Luz a su hija.
  • 16. —¡Hola, familia!— Se escuchó desde el salón. —Vaya habéis llegado las dos casi en el mismo momento —Hola, mami, hermanita. —Saludó Cris tras el reparto de besos.—.¿Qué tal esa salida de soltera? —Bien. —Parece que no me gusta ese bien— dijo Cris coincidiendo con su madre. —Eso mismo le estaba diciendo yo ahora mismo. —Respondió Luz. —La noche estuvo bien pero me encontré con alguien. —¿Con quién?— Preguntaron al unísono su madre y hermana. —Alejandro. —¿Quién es Alejandro?— Preguntó su hermana abriendo los ojos acto seguido—¿ Alejandro, Alejandro? —El mismo, resulta que trabaja en la revista con la que nos hemos fusionado, parece ser que es uno de los responsables de la fusión. —¡No jodas! —¡Nena esa boca!— Replicó su madre mientras mostraba su asombro por la noticia —Pero, ¿has hablado con él? —Sí, bueno. Sí y no. Nos hemos saludado y hablado un momento. —¿Y nada más?, ¿No ha querido hablar contigo ni nada de nada?— Preguntó su hermana. — Bueno, espera. Te conozco. Le habrás parado los pies. Seguro, ¿me equivoco? —Quería verme hoy. Intenté darle largas, al final he quedado con él a tomar café. No he podido evitarlo. —Pero, Amanda. ¿Va a quedarse a vivir en Valencia?—Preguntó su madre. —No. Vuelve a Madrid en un par de días. —¿Le vas a decir algo?— Preguntó Cris. —No, ¿estás loca? ¿Cómo lo voy a ver después de cinco años y decirle “ah, éste es Diego, tu hijo”? —Pero, hija mía. Sabes que, más tarde o más temprano, se lo vas a tener que decir. —Lo sé, mami, pero hoy no es el día. —¿Quieres que Diego se quede en casa? —Esther se iba a quedar con él en casa pero ya me estaba diciendo, nada más llegar, que se quería quedar para jugar con Javi y papá a los piratas— dijo recuperando la sonrisa. —Hale pues, en casa se queda y así tú puedes salir tranquila. Amanda. —¿Qué mamá? —Estaba pensando yo que, al final, la estrella de tu hijo, la de los deseos, va a funcionar y todo — comentó Luz con una sonrisa. Diego y Javi entraron en la casa corriendo con sus espadas en alto seguidos por Fernando y
  • 17. Vicente, el marido de Cristina. Desapareciendo el silencio de la casa y llenándose de las risas de los primos porque su abuelo había tropezado y casi se había caído. —Mamá, ¿puedo quedarme esta noche con el primo, porfa?— Insistió una vez más Diego sin saber que se iba a quedar. —¿No quieres quedarte conmigo? —Sí, claro, pero es que ¿puedo quedarme con el primo?— Repitió —El abuelo me dijo que te lo preguntara. —Vale, está bien pero quiero dos besos, piratilla— Respondió Amanda al tiempo que se agachaba a la espera de los besos. Diego se colgó del cuello de Amanda y le dejó dos sonoros besos en las mejillas. —.Hala, vamos a poner la mesa. Pasaba de las seis de la tarde cuando Amanda dejó la amena charla con sus padres, hermana y cuñado para peinarse y maquillarse. —¿Vas a ir así?_ Preguntó Cris entrando en el baño. —¿Voy mal? —No. Informal, pero bien, los tejanos siempre son un buen recurso y sobre todo con esa camisa blanca. No te la había visto. —No me la había puesto, me la compré la semana pasada. —¡Eh! ¡Tampoco te había visto esos tacones! Creo que voy a tener que pasar por tu casa.— Bromeó Cris. —¡Cuándo quieras!— Contestó Amanda terminándose de maquillar los ojos — Estoy nerviosa, Cris, no sé si voy a poder actuar con naturalidad. ¿Qué le voy a contar de lo que ha pasado en mi vida en los últimos años cuando lo más importante es Diego? —Háblale del trabajo—Bromeó Cris —.No lo sé, lo tienes complicado, hermanita, la verdad es que no quisiera estar en tu pellejo. —¿Lo he hecho mal, verdad? —Amanda, ahora no hay vuelta atrás, hiciste lo que creías más apropiado, fuera o no lo mejor. No pienses más en eso, ya verás cómo sales de ésta. Venga, si has logrado sobrevivir siendo madre soltera y triunfando en el terreno laboral sales de ésta triunfante. —Ojalá, fuera yo igual de optimista. —Bueno, ahora cuéntame, ¿qué has sentido al verlo? —Ufffff, no lo sé. Ha sido todo demasiado raro. Sabes lo curioso, ¿Sabes cuándo lo vi? —¿Cuándo? —No lo vi al llegar, ni siquiera lo vi durante la cena. Estaba bailando cuando de pronto ponen la canción de Diego, como dice él, drina litol drinof mi, cuando lo vi en la barra. —Vaya. Caprichoso destino. —Bueno, mejor será que me dé prisa si no quiero llegar tarde.
  • 18. —Mañana quiero informes.— Comentó entre risas Cris dejando sola a su hermana frente al espejo.
  • 19. CAPÍTULO 3 No se había percatado hasta ahora. Nada más abrir el coche se dio cuenta, que había demasiadas señales. Demasiados indicativos de la presencia de un niño. Tenía que deshacerse de la silla de Diego y de los cuentos que había dejado en el asiento trasero. Metió todo en el maletero y revisó bien para comprobar que no quedaba nada más. En principio no había rastro de niño a primera vista. A no ser que a Alejandro le diera por encender la tele para encontrarse de lleno con Monstruos S.A. Se sentó y tras respirar profundamente le envió un mensaje para que supiera que ya estaba en camino. Volvió a tomar aire y se puso en marcha. Estaba nerviosa. Le daba tanta rabia haber perdido el contacto con Alejandro. Alejandro y ella se habían conocido en la universidad y desde entonces habían sido muy buenos amigos. Inseparables. Todos pensaban que terminarían juntos y de alguna manera así había sido. Tenían más en común de lo que Alejandro podía imaginar. Amanda intentaba concentrarse en la carretera y no pensar. Aquel encuentro tenía más importancia que el reencuentro de dos amigos, que no se veían desde hacía casi cinco años. Era el reencuentro de dos amigos unidos y separados por un pequeño, el cual desconocía que su futuro podría cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Un pequeño que comenzaba a hacerse preguntas y hacérselas a su madre. Un pequeño que empezaba a preguntar por esa figura a la que nunca había conocido. Un pequeño que a veces no entendía que todos sus amigos tuvieran un papá y una mamá. Bueno, su amiga Laura tenía dos mamás. Pero siempre había dos figuras paternas y él sólo tenía una mamá. Iba a estar complicado aparcar en la avenida. Había coches sobre los coches. Definitivamente, aquel era su día de suerte, un aparcamiento al lado del hotel. Dos de dos en un mismo día. Estaba comenzando a creer en su suerte, al menos, en la que hablaba de aparcar coches. Aparcó. Se miró en el espejo y se dio ánimo así misma. Nada más salir del coche lo vio. Estaba justo delante de la puerta del hotel mandando un mensaje. —¿A quién le envías mensajitos, Alejandro?— Se preguntó en baja voz al tiempo que un beep beep sonaba en su bolso.
  • 20. Te espero en la puerta Respondida había quedado su pregunta con aquel sencillo mensaje. A ella se lo enviaba. Iba a guardar el móvil pero lo pensó mejor. Lo sé. Te estoy viendo. Alejandro levantó la vista y la vio enfrente. Sonrió al ver a su amiga. Había echado tanto en falta sus charlas, sus risas. ¿Por qué había dejado que Amanda se fuera? ¿Por qué no evitó su huida? ¿Por qué no se dio cuenta antes de sus propios sentimientos? —Como siempre puntual y guapísima.— Dijo al tenerla frente a él —.Veo que hay cosas que no han cambiado. —A estas alturas es muy difícil cambiar, ¿no crees?— Dijo tras dejarle dos besos y percibir el olor de la colonia de su amigo —Por ejemplo, tu olor, sigues usando la misma colonia. —Sí, es que hace años alguien muy especial me dijo que olía muy bien. Igual la conoces. Ella sí que le ha sido infiel a su perfume. —Ya sabes que me gusta variar. —Como de ciudades. —Si es para mejor sí. —¿Y lo ha sido?—Preguntó Alejandro mirándola fijamente a los ojos. —Sí. No puedo quejarme de cómo me ha ido.— Respondió Amanda. —.Me va muy bien profesionalmente.— Y antes de que la conversación siguiera por ese camino cambió el tema — ¿Entonces café? —Sí, café— dijo sin poder evitar una sonrisa Alejandro. —Pues, vamos por aquí, hay un pequeño café que está muy bien cerca de aquí. —Tú mandas. Caminaron durante cinco largos minutos uno junto al otro sin decirse nada. Amanda no sabía qué decir, qué hacer. No sabía de qué hablar con su amigo sin tocar el tema en cuestión. Diego era lo más importante que le había pasado en estos últimos años e igual a él también, aunque no lo supiera. —Es aquí. Nada más sentarse se les acercó la camarera a tomar nota. —Yo quiero un cappuccino, gracias. —Un café solo, gracias.— Dijo Alejandro. —.¿Y bien, qué ha sido de tu vida en estos años? —Pues, normal, aquí en Valencia. Ya sabes en donde trabajo. Por cierto, sorpresa la mía. No sabía que habías cambiado de trabajo. —¿Cómo ibas a saberlo? Has estado desaparecida en combate los últimos cinco años.— Respondió Alejandro con cierta acritud. —.Traté de ponerme en contacto contigo pero cambiaste de número. —Seis meses más tarde cambié de número. Seis meses tuviste para llamarme y localizarme.
  • 21. —¿Por qué te fuiste sin intentar aclarar la situación? —Porque ya nos lo habíamos dicho todo. Y era lo mejor, para ti y para mí. —Habla por ti.— Contestó muy serio Alejandro callándose con la llegada de la camarera. —.Yo no creo que fuera lo mejor. —Ale, reconoce que nuestra relación se había enfriado. No queríamos lo mismo y ya nada era igual. Quizás, tenía que haberme despedido de otra manera pero en ese momento no me apetecía. —Y ahora, ¿podremos ser amigos? —Pues, no lo sé. Supongo que el tiempo lo dirá. Cuéntame de ti. —Todo igual que siempre, los mismos amigos. Bueno, me he cambiado de piso. He dejado el de alquiler y me he comprado un piso. Cambié de trabajo hace menos de un año y no me puedo quejar de cómo me ha ido. Nunca imaginé que el cambio de trabajo me traería hasta ti. Ahora tendré que venir al menos una vez al mes a Valencia así que nos veremos más a menudo. —Je, lógico. En cinco años no nos hemos visto. Ya nos vemos más a menudo. —Veo que no te ha cambiado el sentido del humor, así me gusta, por cierto, Gustavo te manda recuerdos. —¿Y cómo sabía Gustavo que me ibas a ver si se supone que tú no lo sabías? —Porque le envié un whatsapp en el mismo momento en el que te vi anoche, él me había dicho que igual te encontraba y yo me burlé de él. —El mundo es un pañuelo. —Sí. —¿Y qué tal está, Gustavo, sigue con Helena? —Casado y con dos niños, ¿te lo puedes creer? Carlos también se ha casado y están embarazados y Jose igual. ¿No es increíble? —Bueno, no tanto que ya tenemos treinta y pico. La gente se casa o se va a vivir en pareja. Tiene niños. — Dijo Amanda tragando saliva. —¿Y tú, no te has casado? —No, sabes que no soy de bodas, y ¿tú? —Sabes que nunca he soñado con pasar por la iglesia. —¿Y chico, seguro que sí tienes? —No. —No me puedo creer que estés sin pareja. ¿Están ciegos los hombres por aquí? — Igual que alguno de otra ciudad podrían decir. —Tocado y hundido. Echaba de menos tu humor. —Mi humor se siente halagado. —Lo que decía, tu humor es único e increíblemente tuyo. Te he echado mucho de menos. —¿Por qué no me llamaste nada más irme? —Porque me enfadé contigo. Me dolió que te hubieras marchado de esa manera, creía que lo
  • 22. nuestro era importante. —Y lo era. Pero no queríamos lo mismo. —Mandy, el tiempo podía haberlo cambiado todo. —¿El tiempo? ¿Qué dices? Alejandro o te enamoras o no, el tiempo no pinta nada en este tema _Si no hubieras cambiado de número. —¿Qué? —Todo hubiese sido diferente. —¿Crees que te seguía esperando? Ale, esto no tiene sentido. Ya no vale la pena pensar en lo que hubiese pasado o no. — De pronto le vino la imagen de su hermana a la mente diciéndole lo mismo. —.Han pasado casi cinco años y todo ha cambiado para bien o para mal. Que te he echado de menos, claro, decir lo contrario sería mentirte a ti y a mí misma. Pero hice lo que creía era lo mejor. Igual no tenía que haberme venido. Igual. Seguro que tenía que haber hablado contigo, ante todo eras mi mejor amigo pero no lo hice y ya. —Pero ahora estamos aquí. Juntos otra vez. Podemos volver a empezar. —¿Empezar el qué? —Nuestra amistad. Espera. Alejandro se levantó y salió del local ante los extrañados ojos de Amanda. No entendía qué estaba haciendo Alejandro. Igual se había acordado que tenía que llamar a alguien y no podía o , no quería, hacerlo delante de ella. Y de la misma manera que lo vio salir lo vio entrar pedir algo y sentarse en otra mesa. Ahora sí que no entendía nada. Entonces lo vio coger su copa y acercarse a ella. —Hola, me llamo, Alejandro. ¿Puedo sentarme aquí?— Dijo con una sonrisa en los labios y arrancándole una a ella. Justo así se habían conocido años atrás. —Sí, claro, la silla no es mía. Está libre. —¿Y tú, cómo te llamas? —Amanda. —Amanda, bonito nombre, nunca había conocido a ninguna Amanda. Sólo a la de la canción. Amanda no pudo evitar comenzar a reírse. Estaba repitiendo con pelos y señales la manera en la que se habían conocido. Alejandro sonrió, había logrado que su amiga se relajara. Notaba que la estaba perdiendo una vez más y no estaba dispuesto a perderla sin haberla recuperado. —Anda, cuéntame. ¿Has roto muchos corazones?— Preguntó Alejandro. —Mi humor no habrá cambiado pero tú sigues siendo el mismo cotilla de siempre. —¡Por supuesto! Anda cuéntame. —Bueno, ha habido de todo, pero nada serio. —Sabes que ya te hacía casada o viviendo con alguien. —Pues no. —Dijo Amanda al tiempo que pensaba que Diego no contaba como “vivir con alguien”.
  • 23. —Eso quiere decir que no le has de dar cuentas a nadie y te puedo invitar a cenar. No, no me vayas a poner excusas. Es lo mínimo que me debes. Nos tenemos que poner al día. —Vale, está bien. Los planes que tenía para hoy ya no los tengo así que puedo. —¡Genial! Tu jefe, ese que no para de hablar maravillas de ti me habló de un restaurante que parece ser que es muy bueno. —¿Cómo se llama? ¿Dónde está? —Je je je, no te rías de mí. No me acuerdo. Espera que lo llamo. —No, no hace falta. Ya elijo yo el sitio, ¿qué te apetece? —Bueno, como apetecerme._ Dijo con una pícara sonrisa_ .No sé. Hala, arroz por aquello de estar en la tierra del arroz. —¡Qué original! Vale, arroz pues el señorito tendrá arroz. Vamos.¡ Ah! y al café te invito yo pero la cena la pagas tú, guapito. —¡Ésta es mi Amanda! —No, no te equivoques. No soy tu Amanda. —Bueno, señorita susceptible, ya me entiendes. Tras pagar salieron del local rumbo al coche de Amanda. Iban poniéndose al día. En realidad, Alejandro la iba poniendo al día de los cambios de sus amigos. Ella no podía ponerlo al día, al menos, esta noche no podía contárselo. No podía soltarle un eres padre, tienes un hijo, se llama Diego y menos después que él mismo considerada como locura que sus amigos tuvieran hijos. No, no era una buena idea contárselo. Nada más poner el coche en marcha saltó el Dream a Little Dream of you. Parecía que la canción la estuviera persiguiendo. —Vaya. Ayer cuando te vi sonaba esta canción. —¿Ah sí?— Dijo ella como si no se hubiese dado cuenta. —Lo curioso es que cada vez que la oigo me acuerdo de ti. —Y eso, ¿por qué? —No lo sé. Me recuerda a ti y no te puedo decir el motivo porque no lo sé. Y ahora va y suena nada más subirme a tu coche, curioso, el destino diría Gustavo. —Gustavo está tontito. —Ja ja ja. Se lo diré. Mira este whatssapp es suyo. Quiere saber qué tal contigo. —Para que luego digan que las mujeres somos las cotillas. La noche transcurrió tranquila. Se terminaron de poner al día. Amanda le contó todo lo que podía contarle. Poco a poco se fue relajando durante la cena y volviendo a reír con las bromas de su amigo, como siempre había ocurrido. Era como si el tiempo hubiese dado marcha atrás. Salvo que no lo había hecho y había más cambios de los contados. —¿Vamos a tomarnos algo?— Preguntó Alejandro.
  • 24. —No. Estoy rota. Anoche apenas dormí. Y, necesito descansar o el lunes llegaré muerta y creo que tengo una reunión con los madrileños a primera hora. —Estoy muy a gusto contigo. —Ya pero estoy muerta y he de conducir. — Dijo mirándole a los ojos —.Sí. Yo también estoy a gusto pero, debe de ser la edad, estoy cansada. —Vale. Está bien, ¿nos vamos, entonces? —Venga, te llevo a tu hotel. Se subieron al coche y en media hora estaban en la puerta del hotel aparcados en doble fila. Tocaba despedirse. —Me ha encantado recuperarte. Te he echado mucho de menos, Amanda. —Y yo a ti. —¿De verdad, no te apetece tomar algo? —No. No hay que jugar con fuego. Nos vemos el lunes. Descansa. —¿No nos podemos ver mañana? —Mañana no puedo, Ale, lo siento. —Nada, me iré a dormir entonces. Solo y abandonado. —No seas melodramático.¡ Hala, a dormir!—Dijo dejándole dos besos en las mejillas —Te veo el lunes. Amanda espero a verlo entrar en el hotel. Alejandro la saludó desde la puerta antes de entrar y de ella arrancar el coche. Su corazón latía con fuerza. Un fin de semana con demasiadas emociones para las que no estaba preparada. Un fin de semana de reencuentros. Un fin de semana de volver a ver al padre de su hijo. De ver al hombre del que siempre había estado enamorada. —No ha ido tan mal la cita. Sin contar que no está preparado para ser padre. Ay, Alejandro si supieras que fuiste el primero de tus amigos en ser papá. —Dijo poniendo en marcha el coche.
  • 25. CAPÍTULO 4 No se lo podía creer. Una segunda mañana relajada en casa. Su madre la había llamado para que se tomara el día con tranquilidad, ella y su padre se iban a pasar el día fuera con Javi y Diego. A la tarde sus padres le llevarían al niño a casa, así que tenía todo el día para ella sola. ¿Cuánto tiempo hacía que no tenía un día único y exclusivamente para ella? Ya no lo recordaba. Terminó de desayunar y tras recoger su cama, poner una lavadora y recoger la loza del desayuno se sentó en la terraza a leer bajo los cálidos rayos de sol del mes de mayo. —¡Esto debe ser la felicidad!— Exclamó en voz alta recostándose en la tumbona mientras pensaba que adoraba a su hijo pero que hacía tiempo que venía necesitando un descanso maternal. Abrió el libro por donde lo había dejado el día anterior para conocer un poco más del misterioso Grey. Antes de pasar al siguiente capítulo el teléfono comenzó a dar señales de vida. Era Esther pidiendo informes sobre la salida con Alejandro. —No, claro que no le hablé de Diego. No le dije que yo tengo un hijo. No hay que ser muy inteligente para atar cabos. No, no está muy entusiasmado con la idea de la paternidad porque considera que los amigos que ya son padres o van camino de serlo están locos. Pues, no sé. Bien. De resto todo fue bien. Según fue pasando la noche nos parecíamos más a nosotros hace cinco años. No. No lo voy a ver hoy. Además se suponía que hoy estaba con Diego pero sigue con mis padres, así que estoy aprovechando la mañana de sol en la terracita leyendo. Ja ja ja. No, quita, quita. Además, estoy leyendo al de las cincuenta sombras. Entretenido. No es un nobel de literatura pero tampoco es para poner a la pobre escritora a parir. Hay que sentarse a escribir y saber enganchar a la gente. ¡Ojalá, fuera yo capaz de eso! No. Ja ja ja . No hablo de lo de Grey. Ja ja ja. No me veo ni de dominante y mucho menos de sumisa. Ja ja ja. Hablaba de escribir y conseguir el favor del público. No, me quedo en casa. Además he puesto una lavadora. Mañana nos vemos. Ciao. Nada más dejar el teléfono sobre la tumbona y prepararse para la lectura sonó una vez más el teléfono. Esta vez era su hermana. —Buenos días, ¿cómo fue esa boda? Bien, al final, pasaré el informe por escrito. No porque acaba de llamarme Esther para preguntarme lo mismo. Media hora después colgaba el teléfono y volvía a intentar leer pero un par de beeps la hicieron volver coger el móvil. Buenos días, lo pasé muy bien ayer. Buenas, yo también. ¿De verdad no podemos vernos hoy? No, no puedo. ¿Ni un ratito?
  • 26. No, no seas pesado. No puedo. ¿Una copa? Alejandro, no insistas. Hoy no puedo en todo el día. Tengo cosas que hacer en casa. ¿Y si voy a tu casa? No, en otra ocasión. Hoy no puedo. ¿Qué tienes que ocultar?¿Tienes un amante que no quieres presentarme? Uno no. Dos. Creíble, ¿nos vemos? Si puedes con dos puedes con tres :) No, no insistas. Te echaba de menos. Esto del whatsapp engancha. Alejandro no me mandes más mensajitos. Tengo cosas que hacer Amanda no pudo evitar reírse. Dejó el libro y el móvil sobre la mesa. Estaba claro que no la iban a dejar leer ni un rato tranquila así que mejor hacía algo productivo y tendía la ropa. Mientras sacaba la ropa de la lavadora escuchaba los constantes beeps de su móvil. Era tentador volver a salir con Alejandro pero sabía que era un error. Él estaba allí de paso y ella le escondía un secreto y no sabía durante cuánto tiempo podía estar a su lado siendo capaz de no decírselo. La tarde pasó tranquila como una tarde cualquiera de domingo. Después de comer su ensalada de fruta y yogurt se tumbó en el sofá a ver un rato la tele. Ver algo que no fuera dibujos animados era un lujo pero nada encontró que le gustara. Terminó por apagar la tele, poner música y coger el libro. Las horas se le pasaron sin darse cuenta. Casi había acabado el libro cuando el timbre de la puerta la hizo regresar a la realidad. Miró la hora. —¡Las seis! ¡Cómo pasa el tiempo cuando no se está trabajando! —¡Mamá!— Gritó Diego saltando a sus brazos nada más abrir la puerta. —Cariñet, te dejo que tu padre está en doble fila y aún hemos de llevar a Javi a casa de tu hermana.— Dijo Luz —¿Qué tal ayer? —Bien, normal. Poniéndonos al día de nuestras vidas. —Contestó Amanda a su madre. —¿De todo? —No, mamá, he de buscar el momento y la manera de decírselo. No es fácil. —Lo sé, cariño. ¡Hala, nos vemos! Si me necesitas ya sabes. ¿Cuándo se vuelve a Madrid? —No lo sé pero no voy a salir con él. Lo veré en el trabajo y ya. —Bueno, ya sabes.— Dijo su madre tras dejarle un par de besos —Hasta luego, Diego. —Hasta luego, abuela. —Gritó desde el salón donde ya sonaba los dibujos. Amanda cerró la puerta y se dirigió al salón. Desde la puerta observó a su hijo ensimismado viendo a Doramon y por primera vez se percató de lo mucho que se parecía a su padre. Sus ojos, el pelo, la sonrisa y por descontado la altura porque dudaba que en la genética influyeran los diez centímetros, que ella crecía cuando se subía a sus tacones. Por primera vez pensó en todo lo que se
  • 27. estaba perdiendo Alejandro. Sin contar sus padres, los abuelos paternos de Diego. —Ufff, todo lo que te estás perdiendo por mi culpa. —¿Hablas conmigo, mami? —No, cariño, mamá habla sola. ¿Has merendado? —Sí, los abuelos nos han llevado a merendar horchata y fartons. —Uhm, ¡qué rico! ¿Te has divertido? —Sí, mami. ¡Este finde ha sido genial! Hemos jugado a los piratas el abuelo, Javi y yo. Ha sido muy guay y ayer cenamos pizza y helado. Esta mañana el abuelo compró churros y la abuela hizo chocolate. Estaba riquísimo pero mami el tuyo también está muy bueno. —Ah, gracias.— Contestó sin poder evitar una sonrisa. —Mami, ¿tú lo has pasado bien? —Sí, pero te he echado mucho de menos.—Dijo sentándose a su lado y haciéndole cosquillas. —¿Y qué has hecho? —Hoy he estado en casa leyendo. —¿Y ayer? —Pues, fui a tomar café con un amigo. —¿Un amigo de esos que dan besos?—Preguntó Diego con una sonrisa burlona que hacía sus ojos pequeñitos. —Pero, ¿qué sabes tú de esos amigos que dan besos?— Preguntó Amanda sin poder evitar las risas. —Porque mi amigo Jordi tiene una amiga de besos, dice que es su novia, siempre están juntos en el patio. —¿Y tú, tienes amigas de besos? —No, puaf, ¡qué asco! La cara de su hijo era pura comedia. Amanda no podía parar de reírse de sus cosas y sus gestos cuando Diego la sorprendió con una pregunta. —¿Mamá, mi papá y tú os dabais besos? La cara de Amanda era un auténtico poema. Su sonrisa desapareció de golpe. Alguna vez Diego había mencionado algo relacionado con su padre pero nunca de manera tan directa. —Mamá, ¿dónde está mi papá? —Tu papá está trabajando lejos. — Fue lo único que se le ocurrió decir a Amanda. —Pero, mi papá, ¿me quiere? —Diego, ¿cómo no te va a querer tu papá?— Amanda temía ese momento y de pronto había llegado aunque no sabía muy bien cómo había salido el tema. —Entonces, ¿vendrá a casa y estaremos juntos? ¿Podremos jugar a los piratas y al fútbol? —Pues, sí, cariño, pero también puedes jugar conmigo.
  • 28. —Sí, claro, mami, pero… —¿Qué? —Que tú eres una chica. —Contestó riéndose Diego. —¡Diego!— Exclamó entre risas volviendo a hacerle cosquillas. Amanda dejó de hacerle cosquillas porque escuchó el beep beep de su móvil. Imaginaba quien le mandaba mensajitos. Él mismo que no había parado de hacerlo en todo el día. Si él supiera por qué no he quedado con él pensó Amanda. ¿Te apetece una copa? Alejandro, no insistas no puedo. Estoy ocupada. ¿Y en un par de horas? No puedo, de verdad, no insistas. Hoy no puedo. Pero, ¿por qué? Estoy con mi sobrino, mi hermana y cuñado necesitaban un día de relax y estoy haciendo de niñera. Podemos salir los tres. Tres no siempre son multitud. Déjalo, otro día, la próxima vez que vengas. Además pensaba que no te gustaban los niños. Te tomo la palabra. En mi próximo viaje salimos. Y yo no he dicho que no me gusten los niños. Sólo que me estoy quedando sin amigos con los que salir. Todos casados y con niños o casi. Te veo mañana en la ofi. Vale. Hasta mañana A las nueve Diego se metía en su cama con un cuento. Estaba derrotado de las aventuras corridas en el fin de semana en casa de sus abuelos. Amanda aprovechó para acurrucarse en el sofá delante de la tele para ver una película. Miró que daban. No había nada que le gustara especialmente, así que cotilleó entre sus dvds y eligió una de sus favoritas, Arsénico por compasión. Apagó la luz del salón y se metió de lleno en la película. El gran Cary Grant estaba genial en ella, imposible no reírse con las caras que ponía. De pronto, se acordó de Alejandro, muchas tardes de domingo las habían pasado juntos viendo cine clásico y ésta era también una de sus favoritas, ¿de quién no? Como por arte de magia no hizo más que venirle al pensamiento y sonar el teléfono. —Hola, porque mi sobrino está en casa y se ha quedado dormido. No mañana lo llevaré yo al cole. Si el favor completo. Me has interrumpido. Ja ja ja. No. Te he dicho que está mi sobrino. Estaba viendo Arsénico por Compasión. Eso es lo que me has interrumpido. Mira que eres mal pensado. Ya solo y aburrido todo el día. Pues, guapo, tampoco pensabas encontrarte conmigo así que has hecho justo lo que habías pensado. ¿Para qué voy a cambiar si así soy divina? Je je je je. Vale. Está bien. Que sí, la próxima vez que vengas, que sí pesado. Venga, te dejo para terminar de ver la peli e irme a la cama que mañana tengo una reunión a primera hora con los pesados de los madrileños. ¿Qué?¿Qué?
  • 29. No, no tengo ni idea. Ricardo no ha comentado nada. Pues, espero que no me ponga a mí. No, no es que no quiera ir a Madrid pero siempre me tocan los marrones. No ir a Madrid no es un marrón y lo sabes pero es más trabajo. Bueno, no lo sé. Joder, no lo había pensado. Bueno, ya nos enteramos mañana. Oye, ¿tú sabes algo? Vale, vale. Hasta mañana. Buenas noches, que descanses. Amanda colgó el teléfono y volvió a darle al play para seguir viendo la película mientras pensaba en lo que le había comentado Alejandro. No sabía quién se iba a encargar de ir a las reuniones a Madrid y esperaba que no le tocara a ella. ¿De verdad era ese su deseo?
  • 30. CAPÍTULO 5 Amanda sacó los brazos de debajo de la almohada. Estiró la mano izquierda y palpó sobre la mesita de noche hasta encontrar el Iphone. Miró la hora. Las seis y media. En breve sonaría el despertador. Quitó la alarma y se levantó de la cama. Comenzaba una nueva semana tras un fin de semana lleno de sorpresas, ya se imaginaba que igual la semana empezaba con otra. No se le había pasado por la cabeza la idea pero, al comentarle Alejandro lo del enlace con Madrid, supo que le iba a tocar a ella. Algo le decía en su interior que, aunque Ricardo no le hubiese dicho nada, le iba a tocar a ella. A no ser que Ricardo se fuera a encargar personalmente de asistir a las reuniones en Madrid. Tras lavarse la cara se miró en el espejo detenidamente. No sabía que buscaba, quizás alguna señal que le indicara qué hacer, qué camino tomar a partir de ahora, porque tenía claro que su vida había llegado a una etapa diferente con la aparición de Alejandro. Sin olvidar la conversación de la noche anterior con Diego. Esa había sido otra de las sorpresas de este fin de semana y, probablemente, mayor que el regreso a su vida de Alejandro. Había llegado el momento. Ahora sí que debía plantearse qué hacer y, sobre todo, cómo hacerlo. Necesitaba pensar en cómo decirle a Alejandro que tenía un hijo y cómo presentarle a Diego a su padre. —Uff, Amanda, todo esto te lo buscaste tú solita. Ahora te toca apechugar.— Dijo a su imagen del otro lado del espejo. Tras darse una ducha encendió la cafetera. Abrió su ventana para que entrara el aire de la mañana y fue a la habitación de Diego para ir despertándolo. Amanda observó a su hijo dormir. Se había hecho tan grande en tan poco tiempo. El tiempo pasa demasiado rápido y en los niños la evolución es increíble. Tenía la impresión que ayer mismo lo acunaba en brazos y, ya hacía un par de meses que había cumplido cuatro años. Ya era un niño hecho y derecho. Un niño que se preguntaba por su padre y por qué no estaba con ellos. Amanda le acarició la cara con su mano derecha. Diego se despertó con el simple y cálido contacto de la mano de su madre en su cara. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Buen despertar, eso le venía de ambos progenitores, tanto ella como Alejandro tenían buen despertar. —Buenos días, mami. —Buenos días, cariño. Ve despertándote para desayunar, ¿has descansado? —Sí, mami. Amanda entró en su habitación para terminar de vestirse. Un pantalón y chaqueta gris combinado con una camisa azul de manga corta y tacones azules. Estaban en esa época del año en el que a determinadas horas del día la manga larga es necesaria y a otras te sobra, así que manga corta bajo la chaqueta. De todos modos, una vez dentro de la oficina se imponía el microclima de los aires
  • 31. acondicionados. Tras recogerse el pelo en un moño bajo se dirigió a la cocina para desayunar con su hijo. Le sirvió el colacao mientras las tostadas saltaban en la tostadora. Para ella con mermelada de manzana, para Diego de melocotón. Ambos disfrutaban de ese momento del día porque no volverían a verse hasta las siete de la tarde que Amanda lo recogía en casa de sus padres. A las cinco y media salía del cole. Su abuela lo recogía cada tarde. Los martes y jueves lo llevaba a entrenar al fútbol y el resto de los días iban directos a casa o al parque, dependiendo de cómo estuviera la tarde. Amanda le estaría eternamente agradecida a sus padres. Sin ellos no hubiese podido criar a Diego. La conciliación familiar es difícil pero para una madre soltera es casi un imposible. A no ser que ella hubiese renunciado a prosperar en su carrera profesional pero le gustaba demasiado su trabajo como para hacerlo y pensaba que la mejor de las armas para luchar por la conciliación no era el abandono de tu profesión, sino el lograr compaginar ambas cosas. Luchando por los cambios de horarios y un sinfín de cosas más. A las ocho menos cuarto, como cada mañana, salían de casa rumbo al coche. La mañana estaba soleada pero aún el sol no calentaba lo suficiente. Amanda abrió el coche acordándose que no estaba colocada la silla de Diego. —¿Y mi silla? —Enseguida la coloco. Súbete y siéntate al otro lado mientras la coloco.— Amanda dejó su bolso y su chaqueta en el asiento del copiloto. Era incapaz de conducir con la chaqueta puesta. Abrió el maletero para coger la silla y la colocó en un momento mientras pensaba en el motivo de por qué no estaba la silla en su sitio. Acordándose acto seguido que en breve volvería a verlo. A las ocho Diego estaba en casa de sus tíos. Vicente dejaba cada mañana a su hijo y sobrino en el colegio, él trabajaba allí y se hacía cargo de llevar a los niños cada mañana. Sí, había sido muy afortunada con la familia que le había tocado y la ayuda que recibía de ellos cada día. Le dio dos besos a su hijo y se dirigió al trabajo. Era las nueve menos cuarto cuando Amanda, aún sentada en el coche, se ponía la chaqueta. Se miró en el espejo para comprobar cómo estaba, dándose cuenta que si estaba comprobando el estado de su maquillaje y de su pelo era porque iba a ver a Alejandro. Un beep beep sonó en su bolso. ¿Te tomas un café conmigo antes de entrar? Por cierto, estás muy guapa. Amanda miró a ambos lados de la calle hasta que vio a Alejandro haciéndole señas desde la acera de enfrente. Guardó el móvil y tras cerrar el coche cruzó la calle.—Buenos días, ¿qué tal se te da el papel de madre? —¿Qué? —¿No se supone que tenías a tu sobrino hasta hace un rato? —Ah, sí, acabo de dejarlo en el cole. Buenos días. —Entonces, ¿un café? —Venga. Vale pero porque ayer te dije que no, porque acabo de desayunar.
  • 32. —Y yo pero necesito otro café antes de entrar en la reunión. Entraron en un bar junto a la revista. Se quedaron de pie en la barra. Tenían tiempo para un café rapidito y nada más. Ninguno de los dos se caracterizaba por llegar tarde. —Me dejaste solo ayer. —No seas peliculero. Conmigo no contabas al venirte y te recuerdo que junto contigo se vinieron un par de compañeros, así que lo que se dice solo no estabas. —Contestó sin poder contener una amplia sonrisa. —Eres lista, muy lista, y no se te escapa una. —Eso ya lo sabías. Tómate el café que he de dejar un par de indicaciones antes de entrar yo en la reunión. —¡A sus órdenes! Nada más entrar en el edificio de la revista, Amanda se dirigió a su departamento, tenía que comprobar un par de correos y dar algunas instrucciones antes de meterse en la reunión. Alejandro se quedó hablando con Ricardo, el cual lo llevó hasta la sala de reuniones, en donde estaba todo preparado para la reunión que empezaría de un momento a otro. —¿Hay algo que no sepa?_ Preguntó Esther. —¿Sobre qué? —Sobre ti y Alejandro. —Nada, nada nuevo. —Entonces es pura casualidad vuestra llegada juntos. —Sí, nos hemos encontrado abajo y nos hemos tomado un café. No hay nada más. —Vale, anda vete tranquila a la reunión que yo lo tengo todo controlado. —Ok, deséame suerte. —¿Suerte? ¿Con qué? —Me estoy temiendo algo que no se me había pasado por la mente. —¿El qué? —¿Quién irá a las reuniones a Madrid? —¡Ostras! Seguro que tú, ¿no quieres? Amanda hizo un gesto con los hombros, recogió su Ipad de la mesa y encaminó sus pasos hacia la sala de reuniones. Al llegar se encontró con Ricardo hablando muy amigablemente con Alejandro, el cual escuchaba atentamente las historias del primero. —Hola, Amanda, bueno, ya os conocéis. Amanda es de lo mejorcito que tenemos en la revista. —Hola, buenos días, gracias por los cumplidos. En un par de minutos todos estaban sentados en la mesa de la sala de reuniones. Ricardo comenzó
  • 33. con su discurso y presentó oficialmente a Alejandro, todos lo habían conocido la noche del viernes tras la cena. Tras su discurso le tocó el turno a Alejandro. Para Amanda, aquella era una novedad, nunca había coincidido profesionalmente con Alejandro, descubriendo una nueva faceta igual de cautivadora. Sabía llevar a la gente a su terreno de manera sutil e inteligente. Tras él y su discurso sobre la nueva etapa que se abría ante sus ojos volvió a hablar Ricardo. Y en ese momento de la reunión, casi una hora después de haber entrado en la misma, Amanda descubrió que sus sospechas eran reales y ella iba a ser el enlace entre Valencia y Madrid, lo que significaría ir a la capital al menos una vez al mes. No sabía si aquello le gustaba o le disgustaba. Estaba claro que profesionalmente hablando era bueno pero su situación personal no reunía las mejores condiciones para estar yendo y viniendo a Madrid. Este avance profesional significaba tener que depender un poco más de su familia. Sabía que sus padres estarían encantados con tener a Diego en casa alguna noche al mes. Diego ya no era un bebé, que necesitara constantes cuidados. Es más, era un niño bastante independiente y maduro para su edad. Luego estaba el tema de Alejando. Tener que lidiar con él. Uff, no sabía qué iba a ocurrir con ese acercamiento porque estaba claro que se estaban acortando las distancias. No sólo se habían vuelto a ver después de cinco años sino que había notado la presencia de esa química, siempre existente entre ellos. Ahora mismo, en aquella sala la notaba. Él no le había quitado ojo y menos ahora que le había tocado hablar a ella, tras recibir su nombramiento. —Está claro que esto me ha llegado de sorpresa. Sinceramente, me doy cuenta de mi propia ingenuidad a veces porque he estado trabajando codo con codo en este proyecto con Ricardo y en ningún momento se me pasó por la mente los viajes a Madrid. — Comentó Amanda con una amplia sonrisa en los labios mientras sus compañeros se reían con su comentario. —.Bueno, no voy a negar que es un honor para mí el ser la elegida porque ese es un claro indicio de la plena confianza que desde la dirección de la revista se tiene en mí. Ahora sólo espero no defraudar. Ah, pero ya pediré yo mis compensaciones por estos desplazamientos. —Dijo sin perder la sonrisa de su cara. —Por supuesto, Amanda— Dijo su jefe. —Para mí será un placer trabajar directamente contigo, Amanda.— Dijo Alejandro clavándole la mirada. Diez minutos después Amanda estaba de vuelta en su departamento donde todo transcurría con la normalidad de cada día. A Esther no le hizo falta preguntarle a Amanda. Nada más verla supo que ella sería la responsable de las comunicaciones con Madrid. —Igual es una señal del destino. —¿Una señal?— Preguntó Amanda. —Bueno, más que una señal creo que es un letrero luminoso de esos que tienen los bares de
  • 34. carretera. Éste tiene hasta una flecha indicativa en continuo movimiento sin dejar de señalarte. — Bromeó Esther. —¡No te burles! —No lo hago. Sólo que igual ya ha llegado el momento de dar la cara, de enfrentarte a algo que sabías llegaría. Claro que ha llegado a lo grande. El teléfono sonó en su mesa. —Amanda González, buenos días._ Contestó. —Amanda. No hagas planes para la comida. Comes conmigo y Alejandro para ir poniendo temas en común. Él estará aquí hasta mañana así que vamos a aprovechar y a asentar mejor todo. —De acuerdo, Ricardo. Sí, a las dos, de acuerdo. ¿Reunirme con él? Sí, claro, pero mejor a la tarde. Ahora he de arreglar algunas cositas. Vale, hasta luego. Amanda respiró profundamente tras colgar el teléfono y se concentró lo mejor que pudo en su trabajo. Estaba claro que no pensaba con claridad porque si su nombramiento estaba cantado, esa reunión era obvia, necesaria e imprescindible. Desde este momento se reuniría con Alejandro, por lo menos, una vez al mes. Se vería con el padre de su hijo todos los meses y eso la hacía sentirse egoísta por no haber compartido a Diego con él, por no haberle dejado a Diego disfrutar de su padre. Sin darse cuenta las horas de la mañana pasaron rápidamente. Finalmente, había podido meterse de lleno en su trabajo, incluso, le había dado tiempo de preparar un par de ideas para la reunión con Alejandro. Ante todo ella era una profesional y sus problemas personales tenían que esperarse en la puerta de la oficina a que ella lograra aclararse y solucionarlos. —¿Sigues ocupada?—Preguntó Alejandro que había entrado en su pequeño despacho sin que ella se diera cuenta. —¿Ya es la hora? —Sí. —Envío este email y ya está. —Dijo Amanda mientras veía la foto del salvapantallas de su ordenador. Diego vestido de pirata presidia su ordenador. Apagó la pantalla deprisa para que Alejandro no tuviera tiempo de verlo. —Me alegro que seas tú la encargada de ir a Madrid. Ahora que nos hemos vuelto a encontrar no voy a dejar que te escapes como hace cinco años. —Dijo Alejandro justo antes de la llegada de Ricardo. —Chicos, ¿vamos? Amanda miró la hora. Pasaban de las seis de la tarde. Aún seguía reunida con Alejandro. La tarde había sido muy productiva. Pese a todos sus miedos iniciales ambos habían sido capaces de olvidarse de su extraña relación y concentrarse únicamente en el trabajo. Alejandro la vio mirar el reloj.
  • 35. —Mejor seguimos mañana. —Sí. —Asintió Amanda. —¿Cenamos juntos?— Preguntó Alejandro, esa era la pregunta que ella había temido todo el día. Sabía que él se la iba a hacer. —No puedo. —Te has convertido en una chica misteriosa y ocupada. Sábado ocupada, domingo igual y hoy. —¡Eh!, el sábado cené contigo. —Oh, ¡alabado sea dios!— Bromeó Alejandro. —Amanda que si hay alguien lo entiendo. No pasa nada. —No, no es eso. Es el cumpleaños de mi padre y voy a cenar con mis padres. —Bueno, pues, entonces nos vemos mañana. —Hasta mañana.— Contestó viéndolo salir de su despacho. Amanda recogió sus cosas sintiéndose culpable por aquella mentira piadosa. Alejandro regresó al despacho despertándola de sus pensamientos. — Pero para una copa rápida tienes tiempo, ¿no?— Dijo en tono suplicante —no me apetece meterme ya en el hotel. — Está bien, pero sólo una y rapidito. Media hora más tarde de lo habitual recogía a su hijo con una sonrisa tonta en su cara. Sonrisa que hizo sonreír a su madre nada más verla. Hacía tiempo que no veía sonreír a su hija de aquella manera. —Me alegra verte tan contenta. —¿Qué? —No lo niegues, cariño, esa sonrisa te delata.— Dijo tras darle dos besos su madre— ¿Qué tal todo? —Mami, no sé qué decirte. Bien y mal. Bien porque he visto la confianza que tienen en mí en la empresa, mal porque desde ahora me tocará viajar a Madrid al menos una vez al mes. Así que te cargaré con Diego. —Cariño, sabes que Diego no es ninguna carga y, bueno, igual esto es el comienzo del camino para que padre e hijo se conozcan. Las palabras de su madre retumbaban en su cabeza mientras veía la tele en el silencio que se había hecho en la casa tras acostarse Diego. Hoy apenas habían estado juntos. Eso era lo peor de ser madre y profesional, poco tiempo de disfrute con su hijo. Muchas cosas tenían que cambiar en el país en el tema de la conciliación. El beep beep del móvil interrumpió sus pensamientos. ¿Aún de celebración? Amanda miró la hora. Pasaban de las diez.
  • 36. Acabo de llegar a casa. ¿Qué haces? Ver una peli. Desconectar del trabajo que hoy tuve una larga reunión con un pesado madrileño. Eso me han dicho, je je je… me ha encantado trabajar contigo. Una manera nueva de conocerte. Eres perfecta hasta en el trabajo. Gracias por el cumplido. Mañana más. Sí, mañana más. ¿A qué hora te vas mañana? Tras la comida, ¿comes conmigo? Vale. Buenas noches Buenas noches
  • 37. CAPÍTULO 6 Nada más aparcar vio a Esther haciéndole señas desde la puerta del bar. Miró la hora. Sí, tenían tiempo para tomarse un café tranquilamente y charlar un rato antes de entrar en la oficina. Necesitaba hablar con su compañera y amiga. Ella era la única persona del trabajo que conocía su gran secreto, la única que sabía que Alejandro era el padre de su hijo. —Buenos días, jefa. —¡Qué graciosa estás! Sí, era verdad que Amanda era su jefa pero no se trataban como tal porque había muy buen ambiente en el departamento y cada uno sabía cuál era su sitio. La amistad no había supuesto ninguna dificultad entre ambas porque sabían diferenciar entre lo profesional y la amistad. Algo que no todo el mundo lograba alcanzar porque no es nada fácil trazar esa fina línea, línea que puede llegar a convertirse en una grieta. En una amistad fracturada. —¡Muy guapa se nos ha puesto hoy!— Bromeó Esther. —¡No digas tonterías! —Bueno, cuenta. —Dijo Esther mientras dejaba el café de ambas en una mesa. —Ufff, Esther, estoy hecha un lío. —Normal, eso entra dentro de la lógica. —¿Cómo salgo de ésta? —A ver, si has logrado criar a un hijo tú sola y salir adelante en tu profesión. De ésta también sales. —No es lo mismo. Con Diego he tenido ayuda, ¡hasta tuya! Pero, ¿cómo voy a lograr salir de ésta y no meterme en un fregado? —Cariño, en el fregado ya estás metida de lleno desde hace casi cinco años. Ahora has de lograr salir. Intentar hacerlo con la victoria en tu mano, sin que se enfade Alejandro por el secretito. —Y ese es otro. —¿Qué quieres decir? —Alejandro, ahora no para de mandarme mensajitos. Mensajes que pueden llevar a la confusión. —¿Confusión? —Sí, demasiado atento. No sé a qué juega, sobre todo porque sabe que nos pasó años atrás. —¿Te sigue gustando? —No. —Ja, eso no te lo crees ni tú. Claro que ¿cómo no te va a gustar? El colega está como le da la gana y su manera de mirarte no es precisamente de serle indiferente. —No te confundas tú ahora. Eso me decía todo el mundo hace años y mira. Bueno, ya va siendo
  • 38. hora de entrar a trabajar. —¿Te reúnes con él ahora? —Sí y como con él, hoy se vuelve a Madrid, ¿por qué esa risita? —Porque estoy viendo que en una de éstas te nos quedas en Madrid. —No, eso sí que no. —Sí, sí.— Dijo Esther dirigiéndose a la puerta. —Anda. Vámonos a trabajar. —¡Qué bien cambiamos de tema!— Bromeó Esther—¡Uy, mira quien está llegando! Amanda y Esther saludaron a Alejandro, el cual se unió a ellas de camino a la revista. Esther le lanzó un guiño a Amanda al ver como Alejandro la había mirado y sonreído nada más verla. —Jefa, antes de que te reúnas con Alejandro pásame los artículos que había que corregir. —Eh, vale, te los paso ahora por email.— Contestó Amanda entrando en su despacho seguida por Alejandro. Amanda dejó su bolso y su chaqueta en el perchero bajo la atenta mirada de Alejandro que se había quitado su chaqueta dejándola en el espaldar de su silla. —¿Te apetece un café? —La verdad es que me vendría bien. —¿Sabes dónde está el office? Bueno, espera le envío una cosita a Esther y te acompaño. Media hora después ambos estaban sentados en el despacho de Amanda terminando de trazar la nueva línea editorial a seguir en la que sería la nueva revista surgida de la fusión. Junto a las nuevas tendencias literarias, las novedades en el sector, entrevistas a autores se sumaba ahora el mundo de la blogosfera. Las blogs-novelas estaban entrando de manera muy fuerte en el mundo de la literatura y se abría un nuevo espacio en la revista. Se daría a conocer a nuevos autores, conocidos por los seguidores del mundo de la blogosfera, se les daría recursos, trucos para adentrarse en el mundo editorial. Ambos llevarían conjuntamente esta nueva sección. Él desde Madrid y ella desde Valencia, ambos tendrían que investigar dentro de la blogosfera, conocer a los nuevos escritores y darlos a conocer. Verlos trabajar juntos daba clara respuesta de porqué ellos habían sido los elegidos. Tenían un entusiasmo contagioso. Eran brillantes, rápidos a la hora de buscar ideas y de plasmarlas. Formaban un muy buen equipo de trabajo, imposible encontrar a dos personas más compenetradas profesionalmente hablando. Sin duda, con ellos a la cabeza, aquella nueva sección, la nueva imagen de la revista, saldría adelante. —En dos semanas tendríamos que tenerlo. —Sí, totalmente de acuerdo contigo, ¿te vendrás a Madrid? —A Madrid. Sí, claro. —En Madrid, todo el mundo quiere conocerte. Han oído hablar de ti muy bien y están deseosos de
  • 39. que vayas. —Sabes lo curioso de todo esto, que yo sabía que un Alejandro Rodríguez venía, y nunca creí que fueras tú. No sé por qué pero ni me lo planteé. —Ni yo que tú eras la Amanda de la que me hablaba mi jefe y Ricardo. La verdad es que sí es curioso. Como curioso es lo rápido que pasan las horas a tu lado, ¿vamos a comer? Ya pasan de las dos. —Sí, vamos, ¿a qué hora te vas? —¿Tantas ganas tienes de perderme de vista? —No, sabes que no es eso, ¡señor susceptible! —Pues, después de comer, tras reunirnos con Ricardo me voy. Te voy a echar de menos. Me gusta trabajar contigo. —Y a mí, quiero decir que me gusta trabajar contigo. Conmigo lo hago siempre, je je je. Salieron entre risas del edificio y fueron a un bar cercano. No había tiempo de irse más lejos. Un pequeño restaurante italiano al que Amanda iba de vez en cuando con Esther cuando querían salir de la monotonía de los menús, de las ensaladas y la comida a la plancha. Nada más entrar empezó a sonar el Dream a Little Dream y Amanda comenzó a pensar que aquella canción los perseguía. —Eh, tu canción.—Dijo Alejandro. —No es mi canción. —Sí, por algún motivo me recuerda a ti. Creo que ya te lo había comentado. —Sí, bueno, por lo menos es bonita.— Amanda esbozó una sonrisa pero porque le venía el drina litol de su hijo, si Alejandro supiera el simbolismo de aquella canción. Las dos horas de la comida se fueron rápidamente. Y es que el tiempo pasa muy rápido cuando uno está a gusto y muchas eran las historias que les habían pasado en los últimos cinco años. Nadie que los viera se imaginaría la distancia existente entre ellos en los últimos años, pues, hablaban animadamente y las risas aparecían constantemente entre anécdota y anécdota. —Gustavo, Carlos y Jose quieren verte cuando vengas a Madrid. —Bueno, no sé si habrá tiempo para verlos. —Podríamos hacer coincidir nuestra reunión con un fin de semana y así te quedas más días. —Bueno, se verá, lo estudiaré. —¿Qué tienes que estudiar?—Preguntó Alejandro —Pensaba que te apetecía verlos. —Y me apetece. —Contestó Amanda mientras en su cabeza le venía la imagen de Diego y que las idas y venidas no eran tan sencillas para ella.— .Bueno, será mejor que nos vayamos o se te hará tarde. — No tengo prisa. No me está esperando nadie en casa, ya te lo he dicho. —Ya.
  • 40. Nada más volver a la revista fueron al despacho de Ricardo para ponerlo al corriente de sus avances y marcar la línea para las siguientes reuniones. Cada quince días les tocaría reunirse, turnándose en los viajes para que no siempre viajara el mismo de los dos. Amanda sabía que ,en uno de esos viajes, tendría que contarle aquello que los unía y, eso la ponía nerviosa. —Amanda, ¿estás aquí?—Preguntó Ricardo. —Sí, sí, estoy de acuerdo con lo dicho. —¡Genial! Entonces nos vemos el viernes veinticuatro. —Sí, el viernes veinticuatro. Bueno, los voy a dejar que he de seguir trabajando. Con tanta reunión no he podido reunirme con mi equipo y ver si todo va bien. —Seguro que sí. Tienes el mejor equipo de toda la revista.— Contestó Ricardo. —Sí, la verdad es que no me puedo quejar del equipo que dirijo. Alejandro te veo antes de irte. —Sí, ahora me paso por tu despacho. Amanda necesitaba respirar. Le ponía nerviosa la simple idea de pensar en todo lo que se le avecinaba. No sabía qué hacer, ¿cómo se le decía a alguien que era padre? ¿Cómo decirle a Alejandro que tenía un hijo de cuatro años? ¿Se lo tomaría bien? ¿Se enfadaría con ella por habérselo ocultado durante estos años? —Mandy, me voy. — Dijo Alejandro desde la puerta. Amanda dio un salto en su silla porque no lo había escuchado acercarse.— .No era mi intención asustarte. —Dijo un sonriente Alejandro. —Imagino, bueno, nos vemos en dos semanas. — Contestó levantándose de su silla y acercándose a la puerta. —Me ha encantado esta sorpresa del destino, que fueras tú mi nueva compañera. Recuperarte es lo mejor que me ha pasado en cinco años. Bueno, sin contar las Eurocopas ganadas por la selección y el mundial. —Bromeó Alejandro. —Sí, ríete, pero sé que lo dices en serio. — Rio Amanda sintiendo el abrazo de su amigo y percibiendo ese aroma que tanto le gustaba. —.Conduce con cuidado. —Te llamo cuando llegue. —Vale. Nada más marcharse Alejandro y volver a su mesa vio que tenía varios emails nuevos. Entre ellos uno de Esther. De : Esther Pérez A: Amanda González Martes 07 de mayo, 2013 17.15
  • 41. Querida Jefa, Negar las obviedades es una soberana tontería. Esther De : Amanda González A: Esther Pérez Martes 07 de mayo, 2013 17.18 Grrrrrr Amanda —Mamá, tu móvil está sonando, ¿contesto? —No. — Gritó Amanda desde el baño .— .Déjalo sonar, ahora veo yo quien llama. Ve a la cama que ahora te doy tu besito desde que salga de la ducha. Diego hizo caso a su madre y siguió rumbo a la cama haciendo caso omiso del teléfono. Amanda imaginaba quien la llamaba y no era cuestión de tener que empezar con explicaciones. Terminó de ducharse y tras secarse, hidratarse y ponerse el pijama fue a darle un beso de buenas noches a su hijo que estaba ya en su cama. —Buenas noches, cariño— dijo Amanda dejándole un par de besos a Diego —,¿te apago la luz? —Sí, mami. — Contestó Diego a Amanda que ya estaba en la puerta de la habitación.— Mami. —Dime. —Te quiero muchooooo. —Y yo a ti.— Dijo Amanda volviendo a su lado y dejándolo otro par de besos. Nada más salir de la habitación de Diego fue a buscar su móvil. Tal y como se había imaginado la llamada era de Alejandro. Notó un cosquilleo en la barriga nada más ver su nombre. Encendió la tele a ver que daban y relajarse un rato. Aún daban las noticias, deportes, fútbol y aprovechó para mandarle un whatssapp, no se veía con ánimos de comenzar una conversación. Perdona estaba en la ducha. Supongo que ya estás en casita Sí, sólo quería decirte que había llegado sano y salvo. ¿Qué haces? Nada. Ver la tele un rato. ¿Alguna peli digna de ver? Por el momento, las noticias, deportes. Bueno, fútbol que es lo que dan en las noticias de este país. Cuando vengas te quedas en mi casa.
  • 42. La revista me paga hotel. Pero yo tengo habitación disponible. No seas tonta ¿Y perderme el desayuno de hotel? ¡Te prepararé un superdesayuno que ni el Ritz! Bueno, ya veremos, buenas noches ¿Buenas noches? Je je je, así que no quieres seguir hablando conmigo, sutil manera de decirlo, sí señor. No, no es eso, ¡señor susceptible! Entonces, ¿hablamos? ¿De qué quieres hablar? No sé, cualquier cosa me vale. Alejandro, ¿a qué estás jugando? ¿Jugando? Sí, jugando. No se lo podía creer. El teléfono volvía a sonar pero esta vez no era un mensaje sino una llamada de Alejandro. Respiró profundamente y contestó. —¿Te has aburrido de escribir?¿Qué? No, no, no es eso. Ale acabamos de volver a vernos después de casi cinco años. Si dejamos de estar en contacto fue porque, porque jugamos con fuego y nos quemamos. Bueno, mejor decir que me quemé, así que esto de los mensajitos me crea inseguridad. Sí, inseguridad de volver a tropezar en la misma piedra. — Amanda tragó aire mientras escuchaba a Alejandro —.Sabes perfectamente que me ha encantado encontrarme contigo y trabajar contigo pero dame tiempo. Ja ja ja ja, no. Otros cinco años no pero deja que las cosas fluyan y ya. Y ahora te dejo que me lo he pensado mejor y me voy a poner a leer. Las cincuenta sombras de Grey. Ja ja ja, ya te contaré que estoy a punto de terminar la segunda parte. Besos.Ja ja ja. Sí estoy aprendiendo muchas cosas. Ja ja ja, genio y figura hasta la sepultura. Buenas noches, muaaack. No podía evitar la sonrisa tonta que afloraba en sus labios. Era evidente volvía a entrar en arenas movedizas pero estaba segura de poder controlar el peligro y no hundirse en ellas. Apagó la tele puso música de fondo y se relajó en el sillón con la lectura.
  • 43. CAPÍTULO 7 La claridad comenzaba a entrar por los pequeños huecos de la persiana. Amanda abrió los ojos y remoloneó en su cama. Había sido una semana demasiado intensa. Un pasado fin de semana de sorpresa tras sorpresa y una semana con mucho trabajo. El nuevo proyecto le ocupaba gran parte de su tiempo y un sinfín de correos electrónicos entre ella y Alejandro se habían apoderado de su ordenador a lo largo de la semana. Correos de trabajo sí y whatsapps personales cada día al despertar, antes de dormir. Alejandro había vuelto con fuerza a su vida y parecía no estar dispuesto a no dejar huella. Estaba claro que su intención era quedarse en su vida, quería volver a tener un hueco importante en el espacio vital de Amanda. Pero, ¿cómo quería volver? ¿Qué quería ella? Ni ella misma sabía lo que quería. Ahí llegaba el primer mensaje de la mañana. Un beep beep comenzaba a sonar sobre su mesita de noche y estaba segura que era de él, ¿quién si no le iba a enviar mensajes un sábado a las nueve de la mañana? Estiró su brazo por fuera de la sábana y palpó hasta encontrar el teléfono. Exacto, no había error a dudas. El nombre de Alejandro aparecía en la pantalla de su Smartphone. Buenos días, ¿aún en la cama, dormilona? Acabo de despertarme, no me has despertado tú por los pelos. Buenos días, ¿qué haces ya en pie y con el teléfono en la mano? Acabo de llegar de correr. Algunos necesitamos mantenernos en forma. Otras siempre están divinas. Amanda no sabía cómo demonios lo hacía pero lograba sacarle los colores hasta por escrito. Si es un cumplido gracias. No es un cumplido es una realidad. ¿Qué haces hoy? Pues, aún no lo sé. Por el momento, levantarme tranquilamente, ¿y tú? Puaff, esta noche tengo cena de parejitas. Te podrías venir y acompañarme. Sí, claro, no pensaba yo en otra cosa que en ir a Madrid para acompañarte a una cena. Va a ser que no. Había que intentarlo. Amanda se levantó con una sonrisa dibujada en la cara. No podía negar que le encantaba despertarse con aquellos mensajes. Pero, por otro lado, le daba terror el juego en el que estaban entrando. Sin olvidar que aún no había pensado cómo hablarle de Diego. —Buenos días, mami, ¿puedo poner los dibus?—Preguntó Diego desde la puerta de su habitación cuando ella estaba lavándose la cara en el baño. —¿Desde cuándo me preguntas?— Preguntó Amanda sin poder evitar reírse y devolviéndole el abrazo a su hijo.
  • 44. —¿Puedo? —Sí, hala ve a ver dibujos mientras preparo el desayuno. Tras encender la cafetera preparó el colacao de Diego. Iba a preparar las tostadas cuando recordó que su madre le había enviado unas deliciosas galletas caseras. Abrió al armarito de las “cosas prohibidas” y sacó la lata de galletas. Colocó todo en la mesa y llamó a Diego, que a regañadientes vino a desayunar con su madre. Prefería los dibujos al desayuno pero sabía cuáles eran las normas y entre ellas estaba la de “prohibido comer en el salón”. Poco tiempo libre le quedaba a Amanda como para tener que usarlo en limpiar miguitas de los sillones. —Mami, ¿vamos a ir a casa de los abuelos? —Pues, no lo había pensado. Igual este fin de semana les apetece salir solos, que la semana pasada te tuvieron a ti y Javi todo el fin de semana. E igual el próximo fin de semana te tienes que quedar con ellos porque seguramente me he de ir a Madrid. —¿Te vas a Madrid? —Sí, pero aún no sé si me quedo un par de días o no. —¿Y yo no puedo ir? —Cariño, voy a trabajar y tú tienes cole. En otra ocasión. —Vale, además, me encanta quedarme en casa de los abuelos y ellos tienen piscina. —Ya— contestó tras darle un sorbo a su café con leche. —Mami, sabes que mi amigo Jorge tiene un cachorrito. —Dijo Diego como el que no quiere la cosa. —.Es muy bonito. —Sí, los cachorritos son muy bonitos pero no podemos tener un perro, cariño . —¿Por qué? —Piensa, ¿no te daría pena saber que estaría solito en casa todo el día desde que nos marchamos temprano hasta que regresamos por la noche? —Bueno, un poquito, pero son tan bonitos._ Insistió. —Diego, a mí me encantan los perros pero no vamos a tener uno. Ahora mismo no podemos, lo siento, cariño, pero no te voy a complacer en eso.— Contestó Amanda viendo la cara de pena de su hijo. —.Cariño, igual dentro de un tiempo cuando mamá tenga menos trabajo y tú seas un poquito mayor. —Y papá esté en casa.—Dijo Diego ante los atónitos ojos de Amanda —.Entonces seremos tres para cuidar del perrito. —Diego, ¿de dónde has sacado que papá va a venir a casa? —De un sueño— contestó —,papá se venía a nuestra casa pero no era esta casa era otra. ¡Ojalá, se haga realidad mi sueño, mami! ¿A que sería muy guay? Amanda miraba atónita a su hijo sin saber qué contestarle. El teléfono la salvó de tener que darle
  • 45. una respuesta. —Hola, mami, no, nada. Aquí desayunando con tu nieto y escuchando sus historias. No, no he pensado qué hacer pero, ¿no estás cansada de nosotras y de niños? Vale, vale. Sí, esta mañana he de limpiar algo, poner una lavadora pero a la hora de comer o un poco antes estamos ahí. Ya te contaré. Besitos, mami. —¿Vamos a comer a casa de los abuelos? —Sí, así que me voy a poner las pilas y a recoger para no ir muy tarde y así te da tiempo de darte un baño en la piscina. —¿Van a ir los tíos y el primo? —Sí, allí tendrás a tu primo para que volváis loco a tu abuelo con las batallas de piratas.— Bromeó Amanda. Terminaron de desayunar. Diego regresó al salón a ver dibujos mientras Amanda se puso a hacer todas las tareas de la casa que durante la semana le eran casi imposible de realizar. Mientras recogía la habitación de su hijo recordó el sueño de Diego. Le parecía alucinante que a su hijo le hubiese dado justo en estos días por estar hablando de su padre. Sabía que era normal porque el niño cada día era más grande, obvio, y además era muy listo y despierto para su edad. Pero, también era casualidad que justo ahora que Alejandro había aparecido, él estuviera hablando de su padre. —Al final me volveré loca entre unos y otros.— Dijo Amanda en voz alta mientras escuchaba un beep beep de su Smartphone. ¿Entonces no me vas a acompañar esta noche a la cena? ¡Mira que eres pesado! Más bien insistente y ya sabes que el que la sigue la consigue. Va a ser que hoy no. Bueno, pero igual sí la próxima semana. Ja ja ja, yo no he dicho que me vaya a quedar. Pero sé que lo harás Eso está por ver y te dejo que estoy limpiando. No te canses. Besos Amanda dejó el móvil en el escritorio que tenía en su habitación y siguió limpiando. No podía quitarse de la cabeza a Diego y Alejandro. Ahora se daba cuenta de lo injusta que había sido con ambos. Alejandro tenía que haber podido elegir si quería o no tener ese hijo y Diego tenía todo el derecho del mundo a tener un padre. A disfrutar de su padre. Sí, igual había actuado mal pero ahora ya estaba hecho y lo que debía pensar era qué hacer ahora, cómo presentarlos. Igual sí debía quedarse el fin de semana en Madrid y hablarle a Alejandro de Diego. Alrededor de la una y media Amanda y Diego entraban en la urbanización de sus abuelos. Hoy no había aparcado en la puerta pero no le había costado nada encontrar un sitio. Debía de estar en racha
  • 46. últimamente para encontrar aparcamiento. Su padre y Javi ya estaban metidos en la piscina cuando entraron en el jardín. Diego miró a su madre con ojos suplicantes. —Entra a darle un beso a la abuela y a quitarte la ropa, ¿no?— Dijo sin poder evitar reírse acercándose al borde de la piscina para saludar a su padre, dándose cuenta que también estaba Vicente en la piscina. —¡Vaya, todo el género masculino de remojo! —Hola, cariño, ¿te vas a dar un bañito? —Venga tía, sí, ¡qué es muy divertido!— Insistió Javi. —Igual luego, anda os dejo para ver qué hace Diego. Amanda entró en casa de sus padres. Diego se quitaba la ropa a toda prisa mientras su abuela iba recogiendo la ropa. —¡Qué guapo es mi niño!—Decía la abuela mientras lo besaba. —¡Tú más abuela!— contestó Diego dándole un abrazo muy fuerte. —Pero ahora me tengo que ir a la piscina. —¿Te tienes que ir?— rio Amanda —¿Es una obligación?— preguntó entre risas acercándose a la puerta para ver a su hijo ir hacia la piscina donde su primo lo saludaba efusivamente, como si hiciera meses que no se vieran. Amanda saludó a su madre y hermana tras dejar su bolso sobre el sillón y tirarse al lado de su hermana. —¿Qué tal todo hermanita?— Preguntó Cris. —Uff, ¿por dónde empiezo? ¿Con la petición de un perro de mi hijo?¿ Con que Alejandro ha vuelto con fuerzas y no deja de enviarme mensajes?¿ Con que ahora cada quince días he de verlo?¿ Con que quiere que me quede en su casa?¿ Con que he pensar cómo contarle que tiene un hijo? O lo mejor ¿que ahora tu sobrino sueña con que su padre vuelve a casa y vivimos los tres juntos? —Uau, Tres no son multitud.— Bromeó. —. Es un buen número, nosotros somos tres en casa, al menos, de momento. —¿Qué?—Gritó Amanda —¿Voy a volver a ser tía? —Sí, eso parece. —¿De cuánto estás? — Ocho semanas. Apenas ayer me hice la eco. —¿Y no me habías dicho nada? ¡Serás ca… ! —¡Amanda esa boca!— Rio su madre. —¡Qué bien! Me encanta la idea de volver a ser tía. —Y a mí.— Dijo Cris. —Pues, lo llevas claro, guapa,¡ cómo no se lo digas a una de tus cuñadas!— Contestó Amanda. —Volviendo a lo tuyo, ¿qué es eso del sueño?
  • 47. —Hoy cuando desayunábamos primero me ha soltado que quería un cachorrito, que no sé qué amigo tenía uno. Cuando le he dicho que no podíamos, que no estábamos en casa y estaría solo todo el tiempo. Que igual más adelante cuando yo tuviera menos trabajo y, él fuera más grande, va y me suelta, como el que no quiere la cosa, “cuando papá esté en casa con nosotros”. Juro que me quedé fría. Me quedé de piedra. Y entonces me dijo que lo había soñado. —Igual mi sobri tiene premoniciones. —¡No digas tonterías!— Replicó Amanda. —No va mal desencaminado, Alejandro y tú habláis todos los días, y los mensajitos no son por el trabajo.—Contestó Luz. —No, mamá, pero ¿qué pasará cuando le cuente todo? —Que se va a enfadar y con razón, por eso, vas a tener que explicarle todo muy bien y darle buenos motivos. — Contestó su madre —.Y lo del próximo fin de semana no te lo pienses, quédate en Madrid vuelve a ver a los amigos, pasa tiempo con él y ve tanteando el terreno pero no se lo digas aún. Espera a que estéis totalmente a gusto el uno con el otro. —¿Eso no es hacer trampas, mamá? —No, eso es llevar un as bajo la manga.— Bromeó su madre—. Cariño, hacía mucho tiempo que no veía tus ojos brillar de esa manera y sé que es por él. Igual estáis destinados a estar juntos y de ahí esto, de ahí este encuentro. Quizás la separación le haya hecho darse cuenta de sus verdaderos sentimientos. Si no fuera así no creo que estuviera con tanto mensajito. —¿Tú crees, mami?— Preguntó Amanda. —¿Te gustaría?— Preguntó su madre. —Mamá, esa pregunta es tonta, mira la carita que tiene. Por mucho que ella diga que no. Siempre ha estado esperándolo. Le ha dado calabazas a todo el mundo. —Eso no es cierto, también están los que han huido al enterarse que era madre. —Una panda de gilipollas. —¡Cristina González López!— Exclamó su madre. —Perdona mamá pero es que no hay otro calificativo mejor.— Bromeó Cris. Amanda escuchó el beep beep de su móvil sonar dentro de su bolso. Rebuscó , entre todos los trastos que llevaba en él, hasta encontrarlo y ver que era un mensaje de Alejandro. ¿Qué haces? No pudo evitar una sonrisa mientras lo leía y contestaba mientras su hermana le dirigía una mirada a su madre diciéndole lo que era obvio. En casa de mis padres que mi hermana me acaba de contar que voy a volver a ser tía. ¿A todo el mundo le ha dado por ser padre? Igual un día de estos nos tenemos que poner a ello o estaremos desfasados. ¡Qué gracioso!
  • 48. ¿Tendrías un hijo conmigo? En realidad dentro de cinco años tenemos una cita, ¿lo recuerdas? Amanda notó que le subían los colores solo de pensarlo. ¡No digas tonterías! ¿Eso es que no? ¿Qué ya no hay pacto? ¿Ya no tendremos un hijo tras un concierto de Michael Bublé? No, no es eso. ¿Entonces? Alejandro, te tengo que dejar que vamos a comer. Huyes, je je je, bueno, vale, ya hablamos, en realidad, prefiero tenerte para mí solo y no compartirte. Besitos. Amanda le dejó el móvil a su hermana para que viera los mensajes. —Ufff, igual podías haberle dicho, cariño, ya tenemos uno, ¿imaginas?— bromeó Cris tras leer los whatsapps. —Ahora te digo, no quiere sólo amistad, eso te lo digo yo. Quédate el fin de semana en Madrid, Alejandro se puede quedar en casa con Javi. —O aquí.— Contestó su madre. —Bueno, me lo pienso. —¡No has de pensar nada, Amanda! ¡Actúa!—Dijo su madre dejando sorprendidas a sus dos hijas. —No siempre se tiene la suerte de tener una segunda oportunidad, no dejes que pase por tu puerta sin más, la vida es algo más que el trabajo y cuidar a un niño. Así que lo dicho el fin de semana estás en Madrid. La comida pasó de lo más divertida. Diego se puso muy contento con la idea de tener un primo nuevo, Javi era su único primo y le hacía ilusión tener un nuevo miembro en la familia. Tras la comida, volvió a tocar piscina y tras la merienda cena Amanda y Diego volvieron a casa. —Mami, ¿vemos una peli?— Preguntó Diego acurrucándose en el sofá. —Vale, ¿Qué quieres ver? —No sé, una. —Mira a ver si hay alguna en la tele si no ponemos un dvd. Me doy una ducha rápida y vengo al sofá contigo, ¿vale? Diez minutos tardó en la ducha Amanda pero al regresar al salón se encontró a Diego plácidamente dormido. Lo cogió en brazos como pudo y lo llevó a su cama, tanta piscina lo había cansado. Salía de la habitación de Diego cuando comenzó a escuchar el móvil en el salón, algún mensaje le acababa de llegar. Me voy a la cena. ¿No vienes de camino, no?
  • 49. Va a ser que no ¿Sales? No, estoy cansada y me quedo en casa. Pásalo bien. Te envío un mensaje cuando llegue a casa. Vale Besos Besos ¿Qué significaba tanto mensaje? ¿Qué estaba ocurriendo entre ellos? Amanda no dejaba de darle vueltas al asunto y le daba miedo. Le daba miedo volver a quemarse.
  • 50. CAPÍTULO 8 —¡Mamá, te voy a ganar!— Gritaba Diego sin dejar de pedalear. —¿Esto era una carrera? pensaba que estábamos paseando tranquilamente.— Dijo entre risas Amanda, la cual ,claramente, se dejaba ganar por su hijo. No siempre lo hacía pero de vez en cuando le dejaba saborear la victoria. Al fin y al cabo, sólo tenía cuatro años. —El que llegue primero a la fuente grande gana.— Gritó Diego poniendo toda su alma en darle a los pedales. Amanda pedaleaba tranquila por el carril bici detrás de su hijo. Tranquila pero sin parecer que lo estuviera dejando ganar. Sólo le permitía una ligera ventaja para que estuviese contento y al mismo tiempo poder tenerlo controlado delante de ella. Nada más llegar a la fuente del Palau de la Música Diego se bajó de su bici para celebrar la victoria dando vueltas alrededor de ella mientras su madre se acercaba y buscaba a su hermana, Vicente y Javi. Había quedado con ellos justo allí para que los primos pudieran ir a pasar un rato al parque del Gulliver. Luego se acomodarían en la hierba a la sombra de los árboles a hacer un picnic. Le encantaba pasar las mañanas de domingo en el río. A veces iba sola con Diego y mientras él corría de un lado a otro ella podía sentarse a la sombra a leer. Hoy no habría lectura pero sí buena compañía. Los gritos de Javi llamando a su primo se escucharon desde el otro lado. Amanda y Diego volvieron a subirse a las bicicletas y se unieron a ellos para seguir su camino. Los dos primos enseguida comenzaron con sus locas carreras. Era una suerte que se llevaran tan poco tiempo, incluso iban a la misma clase en el cole. Se estaban criando juntos y se querían como hermanos. Una vez en el Gulliver, Vicente entró con los niños a los toboganes mientras Amanda y Cris se quedaron con las bicicletas ya en la zona donde se quedarían a comer. —Pobre Vicente, le ha tocado el marrón de cuidar a los niños.— Dijo Amanda. —Ja, ¿acaso crees que no se va a tirar por los toboganes él también? Hay que inocente eres hermanita.— Rio Cris. —.¿Qué, más mensajes de tu enamorado? —No es mi enamorado. —Porque tú lo digas.— Replicó Cris —.¿Y bien? —Pues, claro que me ha enviado más mensajes. Es un no parar. Ayer al poco de llegar a casa estuvimos un rato hablando. —¿Te llamó? — No, conversación por whatsapp. Luego volvió a enviarme mensaje cuando regresó a su casa tras la cena y esta mañana. —Ya, para que luego vengas tú y me digas que no es tu enamorado. ¡Un simple amigo no te manda mensajitos al llegar a casa para darte las buenas noches!