Cuento el caso de las llaves perdidas (gabriela blacio)
1.
2. El señor Conejo se dirigía dando saltos velozmente hacia la casa
del señor Sapo, el alcalde del bosque. Cuando llegó dijo:
—¿He llegado tarde? ¿Ha empezado ya la reunión extraordinaria?
—No se preocupe, aún está a tiempo —dijo el señor Oso.
Dígame su nombre para apuntarle en la lista de asistentes.
—Soy el señor Conejo, para servirle.
—Muy bien, señor Conejo, sígame, por favor.
3. La sala de reuniones estaba llena. Al fondo de la sala se abrió una puerta de la
cual salieron el alcalde señor Sapo, acompañado por el señor Lince. En ese
momento todos los habitantes querían saber qué había acontecido en el
tranquilo bosque. Luego de un rato, hicieron silencio y el señor Lince habló:
—Como todos saben, mañana es el primer día de clases, se han perdido las
llaves y no las hemos encontrado aún, así que se deberá mantener cerrada la
escuela… para siempre.
4. Inmediatamente, se oyeron las quejas en
contra de la decisión.
—¡No es justo! ¡No lo aceptaremos!
—Hablen de uno en uno, por favor —dijo el
señor Sapo. —Digan por qué es importante
que la escuela siga abierta y quizá
reconsideremos la decisión.
De pronto, se oyó un fuerte «¡Kikirikiiiiii!»
del señor Gallo.
—Si yo no hubiera ido a la escuela, no
sabría reconocer la hora. Yo quiero que mis
hijos, los polluelos, lo aprendan también.
5. —Yo aprendí a leer en la escuela —
dijo el señor Búho— gracias a eso he
podido pasar muchas noches leyendo
cuentos.
—¡Claro! —comentó la señorita
Serpiente mientras se movía
alegremente ondeando su cuerpo—.
La escuela también te enseña a
bailar.
6. —¡Sí! ¡Y en la escuela hacemos
amigos con los que luego podemos
jugar —dijeron alegremente los
hijos del señor Ardilla.
—Queridos amigos, no nos olvidemos
que no hemos encontrado las llaves.
Desde mañana, la escuela mantendrá
cerrada sus puertas para siempre.
7. La alegría fue desapareciendo al igual que las sonrisas de los animales. De
pronto se oyó una voz:
—Yo tengo algo que decir:
Todos se volvieron hacia la voz y vieron al Oso Perezoso que bostezaba y se
frotaba los ojos.
8. —Verá, señor alcalde, mañana hubiera sido mi primer día de escuela. Sin
embargo, no tenía muchas ganas de ir. Lo que yo realmente quería era
quedarme en mi casa y dormir mucho. Así que se me ocurrió esconder las
llaves para que nadie pudiera ir a estudiar y así yo podría dormir un poco
más. Pero, después de escucharles a todos, me han entrado unas ganas
enormes de aprender, hacer amigos y pasarlo bien. Si me perdonan,
devolveré las llaves y seré el Oso Perezoso más aplicado de todo el bosque.