2. La Revolución francesa, las guerras napoleónicas
que azotan Europa y la crisis interna de los sistemas
del Antiguo Régimen provocan la pérdida de la fe en
la razón.
Como reacción aparece una nueva sensibilidad que
se caracteriza por conceder un valor primordial al
sentimiento, a la exaltación de las pasiones, a la
intuición, a la libertad imaginativa y al individuo. El
romanticismo es, ante todo, una manera de sentir.
3. Utiliza diferentes técnicas: el óleo, acuarelas, grabados y litografías.
La textura comienza a ser valorada en sí misma y aparecen las superficies rugosas junto
con las formas más sutiles. La pincelada es libre, viva y llena de expresividad.
Desaparece la línea frente al color. Se recupera la potencia sugestiva del color,
liberándose las formas y los límites excesivamente definidos.
La luz es importantísima y se cuidan sus gradaciones dando un carácter efectista y
teatral.
Las composiciones tienden a ser dinámicas, marcadas por las líneas curvas y los gestos
dramáticos.
Los temas son variados. Se cultiva el paisaje como recurso para transmitir los estados
de ánimo, dominado por lo infinito de la naturaleza ante la que el hombre aparece
relegado y oprimido. Otros temas son las revoluciones políticas, los desastres
religiosos, los retratos, lo exótico y lo fantástico.
También reivindican la individualidad, el culto al individualismo. El artista prefiere su
libertad a la de la colectividad. Dentro de esta, surge una nueva relación entre cliente y
artista. Es un trato de igual a igual, cambian un bien por un bien.
4. En Francia, la pintura se convirtió en portavoz de
un apasionado culto a los héroes, de una libertad
revolucionaria y de una tendencia a lo
sensacionalista y a lo exótico.
Sus representantes son Géricault y Delacroix.
6. Fue una figura singular en el panorama de la pintura francesa y un pionero
del Romanticismo, ideal que encarnó también en su tumultuosa vida y en
su prematura muerte, a los treinta y tres años, a causa de un accidente de
equitación.
En 1798 se trasladó con su familia a París, donde se formó artísticamente
en los estudios de Vernet y de Pierre Guérin. No obstante, su estilo se debe
en buena medida a las copias de obras maestras que realizó en el Louvre y
a una estancia en Italia (1816-1817), donde entró en contacto con la obra
de Miguel Ángel y con el barroco romano.
La carrera de Géricault como pintor se extiende apenas a lo largo de diez
años, pese a lo cual su obra es notable y abundante. En sus primeras
realizaciones (La muerte de Hipólito, La captura del caballo salvaje), un
planteamiento todavía clásico va acompañado de una materia pictórica
rica y pastosa, y de un modelado de las figuras a través de la luz, que son
ya rasgos claramente románticos.
7. En 1819 pintó y expuso en el Salón de aquel año, en París, su
pintura más famosa: La balsa de la Medusa, que ganó una
medalla y produjo una profunda conmoción por ser antitética de
las tendencias clasicistas entonces en boga.
De 1820 a 1822, Géricault estuvo en el Reino Unido, donde
pintó sobre todo carreras de caballos, en respuesta a su gran
afición al mundo de la hípica. Hacia 1822-1823 realizó una
excepcional serie de retratos de enfermos mentales, como
preparación para una obra que no llegó a ejecutar; son retratos
de sorprendente esencialidad y de un realismo crudo, connatural
este último a su estilo. Fue amigo de Delacroix, su principal
epígono y continuador artístico.
8. El cuadro aludía al naufragio de la Medusa en 1816, un acontecimiento de la época con
fuertes connotaciones políticas, tratado con acentos épicos. Tanto por el tema como por
el enfoque (la energía y la fuerza pasional son las notas dominantes), el lienzo era de una
absoluta novedad y ejerció una influencia duradera.
La Balsa de la Medusa
9. Théodore Géricault era un apasionado de los caballos. Aquí representa la carrera o derbi
de Epsom. Esta obra tuvo una notable influencia en los impresionistas. Toda la atención
se fija en los caballos, mientras que las franjas superior (el cielo) e inferior (la hierba)
son meras manchas de color que pasan rápidamente, intensificando de esta manera la
sensación de velocidad.
Llama la atención por su falta de realismo. En efecto, los caballos parecen flotar en el
aire. Como si se tratara de una danza estilizada, los caballos son todos representados en
el tiempo de suspensión de su galope.
El Derby de Epsom
11. En 1815 siguiendo la recomendación de su tío, el pintor Henri-Francois Riesener entra en el
taller del pintor neoclásico Pierre Narcisse Guérin, donde Théodore Géricault y el Barón
Gros fueron sus maestros. Visitaba frecuentemente el Louvre, estudiando y copiando a los
grandes pintores que admiraba: Rubens, Velázquez, Rembrandt, Paolo Veronese.
En 1827 expone La muerte de Sardanápalo, un cuadro en el que hace gala de una de sus más
espléndidas combinaciones del color.
Fue el más emblemático pintor del movimiento romántico aparecido en el primer tercio del
siglo XIX, cuya influencia se extendió hasta los impresionistas. Auténtico genio, dejó
numerosas obras que tenían mucho que ver con la actualidad de su época (Las matanzas de
Quío). También destacó como pintor religioso pese a sus continuas declaraciones de ateísmo.
Sus obras manifiestan una gran maestría en la utilización del color.
A sus 30 años logra provocar controversia en el público con el cuadro La muerte de
Sardanápalo pintado en 1827 y expuesto en el Salón de Paris, la pintura es un buen ejemplo
de lo que era importante para los románticos franceses, el superhombre desbocado en calidad
de héroe, la combinación de erotismo y muerte, el decorado oriental, los grandes
movimientos en lugar de una composición equilibrada y apacible, y el predominio del color
sobre la línea. Delacroix la llamaría, "la Proeza asiática".
12. Las matanzas de Quío
El resultado es este cuadro prácticamente monocromo, con unas tonalidades cobrizas
que unifican el espacio y proporcionan al cuadro una luz infernal. El cuadro se
compone de tres pirámides humanas. De izquierda a derecha, se ven expresiones de
miedo y desesperación. Los cuerpos, semidesnudos y tirados, reflejan la derrota de
los griegos.
13. Viaje al Norte de África
En 1832, realiza un viaje de seis meses a Marruecos y Argelia, descubriendo allí la
deslumbrante luz y color de sus paisajes, sus gentes, la sensualidad y el misterio, sensaciones
intensas que se reflejarán en toda su obra posterior. En este periodo a Delacroix ya se le
había entregado la Legión de Honor, y era muy apreciado en la sociedad Francesa.
Se conocen muy bien los pormenores de este viaje gracias al Diario del artista, a sus cartas
dirigidas a sus amigos y al álbum de croquis que elaboró.
Los numerosos croquis y dibujos que realiza durante su estancia le servirán a su regreso a
Francia para conseguir pintar con mucho detalle el cuadro Mujeres de Argel en sus
habitaciones (1834) y una litografía de mismo tema. Después de su viaje a Marruecos, sus
anotaciones le servirán de gran inspiración para realizar lienzos como Ceremonia Nupcial
judía en Marruecos
La naturaleza y los animales de África del Norte captan también la imaginación del autor, le
inspiraran para Árabe ensillando su caballo (1855), La pelea de caballos árabes en una
cuadra (1860)... Visitó el zoológico privado del pachá donde observó a los animales;
también tomo notas y dibujo de los tigres de la casa de fieras del Jardin des Plantes en
Francia.
El 5 de Julio regresará a Toulon con más de 100 dibujos y croquis de sus viajes; se conservan
tres de ellos en el Museo del Louvre y uno en el Museo Condé de Chantilly.
14. Mujeres de Argel en sus habitaciones
Es un excelente cuadro al óleo, donde Delacroix experimentó con el color.
15. Cuando regresa de Marruecos recibe encargos oficiales para decorar y
pintar diversos edificios público: La Libertad guiando al pueblo, también
conocido como La barricada (1831), le valió la Cruz de la Legión de
Honor.
En 1857 fue admitido en la Academia de Bellas Artes.
Algunas de sus obras más ilustres se encuentran en el Museo del Louvre.
En su Diario expone sus pensamientos e ideas acerca del arte y los
artistas, compara sus propias obras anteriores y posteriores, las analiza y
disecciona, y expresa sus opiniones sobre el arte, la política y la vida. Este
diario constituye una interesante fuente de información respecto a su vida
y su época.
En 1859, el pintor expone por última vez en el Salon ya que a pesar de su
empeño no puede trabajar de forma continua. Su estado de salud se
deteriora por una laringitis y tendrá que retirarse y guardar reposo fuera de
Paris, en el campo.
16. La libertad guiando al pueblo
Hay una estructura en forma de pirámide con los muertos por la libertad en la base y la
libertad en la cima sosteniendo en la mano derecha la bandera tricolor y en la mano
izquierda un rifle. El ligero pincel de Delacroix y la fuerza luminosa de sus colores exaltan
la vitalidad de sus cuadros. Para aumentar la tensión y el movimiento añadió contrastes
complementarios junto a la oposición de los claroscuros. El color para Delacroix no solo
tenía un valor de representación, sino sobre todo un significado emocional propio, con el
que el pintor intentaba plasmar sobre el lienzo el sentimiento y la disposición de ánimo de
las personas. De fondo se ve el cielo de París tormentoso (otra característica romántica).
Se utilizan colores pálidos con pinceladas sueltas destacando el azul, el rojo y el blanco de
la bandera.
17. En los últimos años del siglo XVIII, Inglaterra
aporta su contribución a la pintura del paisaje
romántico a través de las figuras de John
Constable y de William Turner.
19. Artista precoz, estudió en la Real Academia (1789-1793), de la que
sería profesor de perspectiva (1807) y presidente (1845). Expuso por
primera vez acuarelas en 1790, y pinturas al óleo en 1796. Formado en
la tradición topográfica, dirigió su actividad pictórica hacia los temas
paisajísticos de tema de tipo romántico, afirmándose sobretodo como
acuarelista.
Viajó por País de Gales y Escocia, y durante algún tiempo residió en
Suiza, donde realizó sus primeros paisajes alpinos.
Sus numerosos cuadros al óleo revelan la predilección por los
marinistas holandeses del siglo XVII y por la obra de los clasicistas
franceses. En los primeros decenios del s. XIX Turner pintó cuadros
de historia, como La Muerte de Nelson (Galería Tate, Londres), pero
centró sus preferencias artísticas en la investigación de la luz y la
atmósfera de paisaje (Lluvia, niebla, velocidad, Galería Nacional,
Londres).
20. Lluvia, niebla y velocidad
Turner centró sus preferencias artísticas en la investigación de la luz y la atmósfera
de paisaje.
21. La Bahía de Baïes
Se caracteriza por un colorido más brillante y por la difuminación de la luz.
22. Los paisajes que Turner realizó en su última
etapa en Petworth (Sussex), durante las
frecuentes visitas a la mansión del conde
Egremont, su amigo y mecenas, constituyen lo
más estimable de su obra (Mañana después
de la tormenta, Amanecer en el castillo de
Norma, Puesta de sol en el mar, Galería
Nacional, Londres); se caracterizan por la
intensa luminosidad de los efectos
atmosféricos y por la nueva y audaz libertad
compositiva y constituyen uno de los logros
más felices en la búsqueda de los aspectos
“sublimes” de la pintura romántica.
23. La mañana después de la tormenta
Turner logra un vibrante sentimiento de fuerza presentando los objetos como
masas amorfas dentro de un luminosa neblina de color, plasmando la fuerza del
mar y el ritmo de la lluvia, todo ello con la finalidad de producir sugestiones
poéticas y a veces simbólicas.
24. Tempestad de Nieve
El gran protagonista de la obra es la gran tormenta de nieve que están padeciendo las
tropas de Napoleón al cruzar los Alpes.
25. En Alemania concretamente, se mostró una
visión infantil e idílico del paisaje y la nostalgia
de una religión pura y sencilla, tomando muchos
de sus asuntos de las leyendas y cuentos de hadas
del propio país.
Su máximo representante es Friedrich.
27. Varios fallecimientos ocurridos en su familia lo indujeron a que se
ocupase intensamente en el tema de la muerte.
Entre 1794 y 1798 estudió en la Academia de Bellas Artes de
Copenhague, donde pintó vaciados de yeso de esculturas clásicas,
formándose más como dibujante que como pintor.
En 1794 se trasladó a Dresde, el centro del movimiento romántico
alemán, donde acabó de formase.
Allí, sus paisajes se circunscriben al Norte de Alemania.
Es un gran observador de la Naturaleza, pero no por eso deja de lado
otros temas como son la figura humana o el sentimiento religioso.
Un año más tarde expuso por primera vez su obra, dibujos de paisajes,
en la Academia de Bellas Artes de Dresde.
28. Se cree que el intento de suicidio del que hablan sus contemporáneos
se produjo en torno a 1801-1802. en estos años realizó una serie de
viajes en los que fue reuniendo toda una colección de esbozos, con
paisajes e imágenes sobre las que volvería más tarde una y otra vez.
Sus paisajes son maravillosos y de ellos emana una luz clara y diáfana.
Los árboles, las colinas y montañas se envuelven en una mágica
bruma. Sus ambientes destilan gran misticismo religioso a ello remite
una de sus más conocidas pinturas “Cruz de la Montaña”, que le
proporcionó su primer éxito financiero.
En 1810 comienzan sus años de mayor éxito, con los esbozos y
apuntes que le sirvieron para numerosas obras en el futuro como “Las
Ruinas del monasterio de Eldena”.
29. El monje de la playa
La inmensidad del paisaje hace que el ser humano sea mui pequeño. La obra es un
símbolo que se divide en tres bandas: la mayor parte está formada por el cielo, dejando
poco lugar para la franja del mar y la arena de la playa.
e a area da praia.
30. La Cruz de la Montaña
Los árboles puntiagudos representan a las almas, mostrándonos un animismo
religioso. A menudo se completan con cumbres escarpadas, en cuya cima hay
una cruz. Son lugares de belleza inaccesible, solitarios o con un contemplador en
primer término y de espaldas, figura que permite al espectador meterse en el
cuadro. La técnica de Friedrich tiene un carácter minucioso, trabajando el cuadro
en diferentes etapas. El pintor trabajaba en un taller con ventanas situadas a gran
altura, que permitían la entrada de luz pero no ver el paisaje.
31. Entre 1815 y 1816 fue admitido en la Academia de Dresde como profesor.
La situación política posterior a las guerras napoleónicas no resultaban del
gusto del pintor y procura plasmarlo así en sus cuadros.
En 1820 inmortaliza paisajes campestres, sin dejar por ello las
representaciones marinas.
En 1822 pintó cuadros como “Los acantilados blancos de Rügen” y “El
caminante sobre el mar de nubes”. Su esposa posó, como personaje que se
encuentra de espaldas, para su obra Mujer asomada a la ventana (1822).
El simbolismo espiritual es una constante en su producción. Sus figuras suelen
aparecer de espaldas al espectador. Así consigue el que nos identifiquemos con
estos personajes ya que nos hacen partícipes de la composición. Las figuras
son representadas en una escala mucho menos que el paisaje. Sus personajes
son mínimos ante la inmensidad de la naturaleza y la omnipotencia de sus
fuerzas.
32. El árbol de los cuervos
El motivo central es una vieja encina, con sus ramas muertas o rotas, recortadas frente a
un colorido atardecer.
A estas se aproximan unas cornejas, aves del mal agüero, símbolo de que se aproxima la
muerte.
33. El Caminante sobre el Mar de Nubes
La obra representa a un viajero, al que se ha identificado con el propio Friedrich , que
encuentra de pie en lo alto de una montaña elevada, mirando un mar de nubes que
queda debajo. El viajero se encuentra de espaldas. Viste de negro. Adelanta una
pierna y se apoya en un bastón. Se pueden ver los picos de otras montañas saliendo
entre la niebla, mientras que una cadena de enormes montañas ocupa el fondo. La
gran extensión de cielo por encima de las alturas de las montañas del fondo cubre
gran parte del cuadro. Se trata de un paisaje de la Suiza de Sajonia.
34. Existe un interés por conocer todo el país y
mostrar sus paisajes intentado producir
sentimientos (similar al caso inglés).
36. Goya, fallecido en 1828 demuestra en sus obras tardías un interés
romántico por lo irracional. Destacan, en este período, las Pinturas
negras de la Quinta del Sordo (1819-1823, Museo del Prado).
Aquelarre, el Gran Cabrón