Patronio cuenta la historia de un deán de Santiago que viajó a Toledo para aprender nigromancia de Don Illán el Mago. Don Illán recibió al deán cortésmente y lo trató bien, pero después el deán no mostró gratitud por la ayuda recibida. Patronio aconseja al Conde Lucanor que no siga ayudando a alguien que probablemente no apreciará su ayuda, como le ocurrió a Don Illán. El Conde sigue el consejo de Patronio.