El mito de Júpiter y la ninfa Ío convertida en vaca
1.
2. Este mito habla de la pasión de
Júpiter por la ninfa Ío.
Una mañana mientras la ninfa Ío
se bañaba en una fuente, Júpiter
encendido de amor la miraba. Ella al
verlo se asustó y corrió y corrió.
Cuando creía estar a
salvo, Júpiter, convertido en
niebla, la envolvió y la hizo conocer
la intimidad del amor, sin ella poder
evitarlo.
3. Poco después desde la cima
del Olimpo, Juno, la mujer de
Júpiter, miró hacia la tierra y al
ver la niebla se dio cuenta de que
era su marido siéndole infiel.
Juno bajó a la Tierra y cuando
llegó a junto de su marido, se lo
encontró tumbado en la hierba al
lado de una vaca.
Juno le preguntó de quien era
la vaca y él le dijo que de nadie.
Juno sabía que la vaca escondía
algo, así que, se la quedó.
4. Juno le pidió a Argos, un gigante con cien ojos diseminados por
todo su cuerpo, que vigilara a la vaca en todo momento. Éste le
dio su palabra y así lo cumplió.
Un día dejando pastar a la vaca por el prado apareció el padre
de Ío, Ínaco, y dio de comer a la vaca, ésta hizo un dibujo en la
arena y su padre supo de inmediato que era su hija, al darse
cuenta la abrazó. Argos al ver la escena pensó que el viejo Ínaco
quería robarle a la vaca, así que se la llevó.
5. Júpiter al ver esto se estremeció de
lástima y quiso liberarla de inmediato.
Llamó a uno de sus hijos, Mercurio, y
le explicó que quería que liberara a la
vaca. Para liberarla tendría que matar a
Argos.
Aquella tarde, mientras Ío
pastaba, Mercurio se sentó en la hierba y
empezó a tocar un extraño instrumento.
Argos quedó cautivado por su música así
que le dijo que se acercara para
escucharlo mejor.
6. Al acabar la canción, por primera vez, todos los ojos de Argos
estaban cerrados. Para asegurarse de que no se
despertaría, Mercurio le pasó sobre la cabeza su mágico
cadúceo, que tiene la virtud de hacer el sueño más largo y más
pesado. Luego, con despiadada determinación, sacó su espada y le
dio un golpe brutal en el cuello. Cuando Juno se enteró de lo
sucedido montó en cólera por la liberación de Ío. Para
recompensar a Argos y perpetuar su recuerdo, colocó los cien ojos
en las plumas de pavo
real, tiñéndolos de dorado y
turquesa. Luego, le ordenó a
una de las furias que
persiguiera a Ío allá donde
fuera.
7. Ío sufrió lo indecible tratando de huir de aquella criatura diabólica. Tanto se
afanaba en la fuga, que acabó por recorrer toda la tierra. Por si eso no era
bastante, Juno envió contra Ío un tábano que la atormentaba a todas horas. Un
día, al llegar a orillas del Nilo, Ío se dejó arrastrar por la desesperación. Levantó la
cara hacia el cielo y lanzó un doloroso mugido, estaba tan apenada que deseaba
morir. Cuando Júpiter la vio acudió en busca de Juno para suplicarle que la dejara
en paz.
Juno la dejó en paz con la condición
de que Júpiter no la volviera a ver.
Ío, al transformarse de nuevo en
mujer, se dio cuenta de que estaba
embarazada. A los pocos meses dio
a luz al niño que llamó Épafo.
Los egipcios decidieron adorarlo
como a uno más de sus dioses.
Todavía hoy le dirigen plegarias y
lo honran con sacrificios, y levantan
templos de piedra en su honor en
las fértiles orillas del Nilo.