ES una leyenda de los aborígenes Emberá Wounan que viven en la región del Chocó, Darién. Ellos cuentan que el majestuoso Cerro Sapo, es un espíritu malvado que fue castigado por el Dios Acoré, por toda la eternidad, debido a sus maldades.
1. PANAMA TIERRA DE MITOS Y LEYENDAS por: Omayra Jaén El Cerro Sapo.
2. La leyenda del Cerro Sapo DARIÉN En la provincia del Darién, corregimiento de Garachiné viven los aborígenes Emberás, equivocadamente llamados Chocóes. Cuenta su tradición oral cómo se formó el imponente cerro Sapo, debido a la maldición que su dios Acoré, hecho sobre un demonio. Foto de Graciela Jans.
3. Leyenda del cerro sapo El dios Acoré tenía predilección por un siervo suyo, Jungurú. Éste era un hombre amable y bueno que gustaba de ayudar a las demás personas. Jungurú era envidiado por un demonio en forma de sapo, que siempre buscaba la manera de perjudicarle, pero el dios Acoré, siempre le protegía. Pero el dios se fue a descansar…
4. Sapo, halló la ocasión para matar a Jungurú Cuando éste buscaba hierbas y plantas medicinales con las que curaba a los enfermos, antes de que pudiera hacer uso de sus poderes mágicos, sapo , le dió un terrible golpe en la cabeza. Se tambaleó y cayó sin sentido, el perverso espíritu le quitó la vida y pisoteó su cuerpo con alegría feroz. ¿Dónde, dónde están ahora tus fuerzas Jungurú? Nadie, ni el propio Acoré te hará volver de donde estás. ¿Por qué no usas tus poderes? —gritaba Sapo burlón y enardecido. Levántate si puedes. Texto de Luisita Auilera Patiño, autora panameña.
5. La leyenda del cerro sapo Cerro Sapo, Darién. Al llegar Acoré y buscar a Jungurú , encontró a sapo sobre la tumba de Jungurú. ¿Qué escondes? Le preguntó. Al enterarse de lo ocurrido lo encadenó hasta que las mujeres dejarán de parir y como sapo escapará del castigo, lo condenó eternamente a ser un cerro en cuyas alturas las aves y otros animales le atormentan…
6. Sí, a Sapo le llevó a un lugar cercano a Garachiné. Fulminó contra el ahora tembloroso y aterrorizado espíritu, la más tremenda maldición. El rayo rasgó el cielo, retumbaron, los truenos, rugió la tormenta, se desbordaron los ríos, tembló la tierra; la naturaleza toda, estremecida hasta sus raíces, vió cómo el matador de Jungurú se distendía, perdía su forma de inmortal, para convertirse en un cerro alto, pelado y triste, en el que no crece una flor ni cuelga su nido una avecilla. Libres los chocoes de las maldades del cruel espíritu, dieron gracias a su dios con sacrificios y ofrendas. Mujer Emberá