N 20151118 dentro de pocos años encontraremos vida fuera de la tierra (x)
N 20150403 vuelva usted dentro de treinta años
1. 1
N-20150403
Vuelva usted dentro de treinta años
Por Marcos Palacio. La Nueva España (Oviedo)
Manuel López, cabrero de Valledor, ilustra las zancadillas del trabajo
en el campo con el caso de su hijo, que quiso roturar un monte para
pastos y le pidieron que esperara tres décadas
Villanueva. (Ayuntamiento Pola de Allande),
La punta del cayado del cabrero señala un monte pendiente sin árboles, poblado
del matorral de arbusto espinoso que ahora pastan sus más de quinientas cabras.
Mirando hacia ahí, sin perder de vista a sus animales, Manuel López va a resumir
en un momento la historia moderna de la ruina del campo asturiano. Cuenta el
cabrero que su hijo Rubén, veinte años, quiso roturar el terreno, hacer pasto para
quedarse en el Valledor a vivir de la ganadería y a su solicitud respondió la
Administración que debía esperar treinta años, arguyendo que la zona quemó hace
aproximadamente cinco y que debe regenerarse.
El cabrero de Valledor, Manuel López
Manuel, “cincuenta años de cabrero, y todavía no tengo el título”, lleva medio
siglo pisando esta tierra pobre, empinada y costosa que él conserva de la única
forma que sabe, poniéndola a producir. Se queja de que no le dejan. El cayado del
cabrero levanta un arbusto y enseña “una bomba inflamable, con mecha y todo”,
un monte “donde nunca hubo un árbol” y donde hoy, pese al fuego reciente, los
matojos han progresado tanto que ya casi tapan a las cabras que los comen a
2. 2
diario. Un monte que “si está pastado y con hierba, es una defensa” contra
incendios. “Y si quema esto puede quemar mi casa”, que está ahí abajo, en
Villanueva. Pero las administraciones a su hijo “no le dejan trabajar, tiene que
escapar”, huir a ser uno más en la competencia de la cola del paro en la gran
ciudad.
El cabrero se ríe del “vuelva usted mañana” de Mariano José de Larra. En esta
esquina del agro asturiano, el aforismo crece, como el monte: “Vuelva usted dentro
de treinta años”. La pregunta es qué
quedará en treinta años.
Manuel y Rubén chiflan a sus cabras en
Villanueva, en el Valledor, en Allande,
brincando por una ladera empinadísima que
va a morir al río Valledor. Como todos los
días, de lunes a domingo, de invierno a
otoño. “A pesar de las contradicciones” y
de las zancadillas, dice, “yo fui uno de los
que hizo por que el pueblo siguiese en su
sitio. Yo cumplí”, proclama, “y ahora la
Administración me da batacazos como para
querer echanne”. “Con veinte años, Rubén
tiene que esperar a tener cincuenta” y el
aludido, allí presente, guarda un instante de
silencio antes de responder a la pregunta
de si sigue queriendo quedarse a trabajar
aquí. “Te quitan la poca ilusión que tienes”,
afirma. “Cuando hice el curso de joven
ganadero lo ponían todo muy bonito. Ahora
vienen todas las montañas seguidas”,
lamenta.
Villanueva, hoy dos casas habitadas, tenía más de cien vecinos hace medio
siglo. En Villanueva, y en todas partes, “el monte crece aunque no se haga nada”;
el abandono, la dejadez y los obstáculos con los que se encuentra su tarea de
cónservar el monte haciendo que produzca, como se ha hecho siempre, abonan
una situación que, al decir de Manuel López, “nos lleva a la ruina a todos; primero a
nosotros, pero esto es una cadena”, advierte. “Yo me considero el más tonto y lo
veo, cuánto más esa gente que tiene carreras y preparación”. La teoría de la
conservación productiva, donde la clave de todo es el elemento humano, justo lo
que escasea en esta zona, se formula con una lucidez milimétrica desde el monte
pendiente del Valledor.
“Antes”, apunta López, había en Asturias muchos más ganaderos, pastores de
ovejas y cabreros, y se declaraban muchos menos fuegos y hacían falta menos
El hijo del cabrero de Valledor
3. 3
medios aéreos, guardas y vigilantes. Había más caza, más liebres, más truchas...
¿Qué están haciendo?”
No tiene respuesta, pero después de cincuenta años en el oficio, a Manuel le
gusta “ser siempre positivo. Una cosa es saber que están equivocados y otra que
te aburras. Estamos en lo más apartado, en lo más solitario; si te aburres, te caes
solo”. Mira al horizonte, que en este valle profundo a veces ocultan las montañas, y
ve el problema a simple vista. “Con el camino que lleva todo en estas aldeas,
llegará un día en que se prenderá un fuego y quemará casas y todo. Si aún estamos
a tiempo, cada uno debe aportar sus conocimientos y evitar que eso ocurra”. El,
que de matemáticas sabe “poco”, pero que el campo lo pisa a fondo todos los días,
conoce a la perfección la fórmula que establece la equivalencia entre conservar y
producir. “Mis cabras”, sentencia, limpian más el monte que toda la guardería
junta”. Y esto, de algún modo, también son matemáticas: “Una cabra puede meter-
se al día entre diez y quince kilos de materia inflamable que a las doce horas es
abono ecológico que queda en el monte”.
Si no hay cabreros, ni cabras, si no hay ganaderos ni vacas, este terreno se
pierde y se desangra. Se muere mientras crecen las colas del paro en las ciudades.
“Llevo cincuenta años aquí”, sigue López, “y sin que la Administración invierta un
euro la zona mía está como me la dejaron. Mire a ver cómo están los terrenos en
los que se han gastado miles y miles de euros”.
La flecha indica al pueblo Valledor, Ayuntamiento de Pola de Allande (Asturias)
A Manuel López, eso sí, va a costar robarle la sonrisa. Natural de Dou, en Ibias,
tiene tres hijos y así la vida aquí se hace definitivamente muy cuesta arriba, pero él
sigue pegado a esta tierra “porque realmente me gusta, también porque cuando te
das cuenta se te ha pasado el tiempo. Pero si volviera a los veinte años, iría a la
calle Uría a poner la mano. Se vive mejor que de cabrero”, bromea muy en serio.
4. 4
Porque vivir aquí es, en dos palabras, “duro y trabajoso”. ‘Tengo que estar
cuidando de mis cabras por el maldito lobo”, que de sus quinientos animales se
viene a llevar, calcula, del orden de cien o 150 cada año. Y esa es otra. Cada vez
que muere una, “tienes que ir antes de ocho días a darla de baja a Pola de Allande a
cuarenta kilómetros duros y trabajosos, y las compensaciones no cubren el
perjuicio: “Cuantas más cabras me pagan, más pierdo”, asegura. Y acto seguido
lamenta que haya quien pone “a las fieras por delante de las personas”, y se queja
de que “los que más defienden al lobo son los que menos aportan” para defender
el futuro del medio rural.
Recorriendo el Valledor, después de pasar Tremao, parece broma un cartel que
en una curva señaliza un contenedor de basuras como un “área de residuos
sólidos urbanos”. La realidad es que en esta zona deprimida del medio rural
asturiano son tantas las zancadillas que él, como todos, ha visto a muchos hacer
las maletas. Pero no se van, los echan. “Nadie abandona su casa por gusto”,
asegura. Será, según su tesis, que esto es duro y que hay muchas zancadillas y
poco aliento. Será que “desde Oviedo me mandan cumplir unas normas que van en
perjuicio de todos”. Es lo que el intentó explicar al “ingeniero de zona” en aquella
conversación que fue, tal y como la recuerda López, más o menos así:
—Los ganaderos tenéis mucha subvención.
—Por qué no te metes tú a ganadero?
—No tengo monte.
—Te doy yo el monte y las cabras.
“Agachó la cabeza y no hubo contestación”.
El caso es que el campesino está en peligro de extinción, y que Rubén López, su
hijo de veinte años, se ofrecía a quedarse, para hacer una gran inversión en este
monte, para abrir caminos y meter tractores y tal vez ponerse en peligro, porque el
terreno no es favorable. Pero no puede. “Si lo echan de aquí”, repite su padre,
“será uno más a la competencia en la ciudad y mientras el cabrito vendrá
congelado de Nueva Zelanda”. (1)
------------------------------ooo0ooo----------------------------..
Frases indiscutibles a favor del cabrero de Valledor; dice:
“Mis cabras limpian más el monte que toda la guardería junta”.
“Pese a las zancadillas, yo fui uno de los que hicieron por que el pueblo
siguiese en su sitio; yo cumplí”.
“Llevo aquí 50 años y esta zona, sin que la Administración invierta un euro,
está como me la dejaron”.
5. 5
“Esta situación nos lleva a la ruina a todos; primero a nosotros, pero esto es
una cadena”.
“Si echan de aquí a mi hijo, será uno más a competir en la ciudad, y el cabrito
vendrá congelado de Nueva Zelanda”
----------------------------ooo0ooo------------------------------------..
Llamada (1)
Los servidores de la Administración, con buenos sueldos, son incapaces de
comprender y atender a las quejas y problemas de los ganaderos y agricultores
asturianos. Los problemas que plantea el Cabrero de Valledor, con su carga
clarividente sobre el manteniendo de los montes a base de cabras, son verdades
incuestionables, pero topa con la gruñona Administración que se considera AMA del
monte, cuando su papel debiera ser de atención y ayuda a los ganaderos. Si se
atendiera a estos ganaderos, los fuegos de los pirómanos disminuirían notablemente
y se ahorraría dinero, y quizás se salvarían vidas humanas en los contrafuegos. Y, por
otra parte, habría gananciales con los cabritos, con el vacuno y con el ovino, y más
puestos de trabajo. etc. Es un tema con calado múltiple el que plantea el Cabrero
de Valledor con ribetes filosófico de Aristóteles.
---------------------------ooo0ooo--------------------------…
Trazas de la Historia Pastoril // Oviedo, 8 de abril de 2015
Víctor Manuel Cortijo Rubín de Celis