2.
INTRODUCION A LA LECTURA
LA LECTURA EN GRECIA
EL LIBRO Y LA LECTURA EN LA EPOCA
HELENISTICA
VIDEO
DESPEDIDA
RECURSOS WEB
INDICE
3.
Vivimos en una época en la que parece existir un predominio total de la
telemática (que es el resultado de la conjunción de las nuevas tecnologías
de la telecomunicación y los ordenadores) sobre los libros o sobre el papel
impreso. Pero al margen de que sea cierta esta dominación, lo que sería
muy discutible si tenemos en cuenta el número de publicaciones anuales
de libros, revistas, periódicos, monografías, etc., que se realizan en nuestro
país y en el resto del mundo, la realidad es que, hoy por hoy, la mayor
parte de los conocimientos adquiridos por los estudiantes se producen
justamente a través de la lectura y no por la utilización de otros medios, los
cuales, dicho sea de paso, no son excluyentes de la lectura, sino
complementarios de ésta, o, si se quiere, a la inversa. El estudio actual se
realiza mediante la lectura en un porcentaje elevadísimo; a mucha
distancia, le sigue la asistencia a clase, las prácticas, la toma de apuntes y el
resto de actividades desarrolladas por los estudiantes. A pesar de esta
evidencia, la lectura suele quedar relegada a un segundo plano dentro de
la formación académica, no se le da la importancia que tiene, pues su
enseñanza y adiestramiento se limita a los primeros años de la escolaridad
sin que haya una continuidad posterior.
Introducción
4.
Herodoto, historiador de dialecto jónico del siglo V, solía
emplear la forma media epilégestzai que significaba “añadir un
decir a”. El lector, nos dice Svenbro, añadía su voz al escrito,
incompleto por sí mismo: “lo escrito tenía necesidad del légein
o del lógos que el lector le adicionaba; sin él, seguiría siendo
letra muerta. O sea, que la lectura se agregaba a lo escrito como
un “epí-logo”.
Contenido
5.
Pero el verbo por excelencia para designar la acción de leer
era anagignóskein, encontrado por primera vez en un poema
de Píndaro, escrito quizá en 474 a.C.; del mismo modo que
ananémein era el más utilizado en dialecto dórico y
epilégeszai lo era en el jónico, anagignóskein era el verbo
principal en el dialecto ático.
Y si ananémein tenía un sentido distributivo y epilégeszai
implicaba una añadidura por parte del lector, anagignóskein
significaba literalmente “reconocer”, pero, ¿reconocer qué?
Un artículo escrito por Pierre Chantraine en los años 50
sostenía que se trataba de un “reconocimiento” de
caracteres y de su desciframiento; opinión que coincide con
el diccionario Liddel-Scott- Jones. Pero Svenbro no está de
acuerdo con esta interpretación.
6.
Reconocer los caracteres no es leer, mucho menos en la
Grecia antigua, donde descifrar un sentido depende en
gran medida de la lectura en alta voz, debido a las
dificultades que entraña la lectura de la scriptio
continua, rasgo característico de la escritura griega
7.
Al no haber separaciones entre las palabras, ni signos de
puntuación, la lectura cobraba sentido cuando se efectuaba
en voz alta. Era al pronunciar las letras que se determinaba
la inteligibilidad del texto.
Además de los verbos mencionados se encuentran otros
que aparecen sobre todo después de la época arcaica:
anelíssein (literalmente: desenrollar), diexiénai (recorrer),
o entunjánein y sungígneszai (tener una entrevista; tener
relaciones con). Casi todos se entienden con arreglo a la
lectura oral, “solidaria sin duda con el hecho de que
normalmente se leía poco y sin facilidad, pero sobre todo
la valoración extrema del logos sonoro, ese “príncipe,
como dijo el sofista Georgias (…)”
8.
De los verbos examinados hasta aquí Svenbro obtiene tres conclusiones.
La primera tiene que ver con el carácter instrumental del lector o de la voz
lectora (recuérdese el análisis de némein); la segunda presupone el
carácter incompleto de la lectura, es decir la necesidad de sonorizar la
palabra para descifrarla (recuérdese también el examen de epilégeszai); la
tercera es consecuencia lógica de las dos anteriores: si la voz es mero
instrumento gracias a la cual la escritura se realiza, entonces los
destinatarios de lo escrito no son lectores, sino oyentes. Estos akoúontes,
no leían nada, sino que escuchaban una lectura, del mismo modo que los
transeúntes aclamados por Mnesitheos en su epitafio.
9.
En 1968, Bernart Knox publicó un artículo que llamó la atención de
los estudiosos del tema. ¿El título? Silent reading in Antiquity (La
lectura silenciosa en la antigüedad). Se trataba de demostrar que
algunos griegos habían leído en silencio, es decir, que la lectura en
alta voz no fue exclusiva en la antigüedad griega. Y no sólo esto:
según Knox, los poetas dramáticos habrían contado con un público
que les leían en esta modalidad.
10.
Knox cita dos textos. El primero de ellos es el Hipólito, de
Eurípides, escrito probablemente alrededor del 428 a.C. En uno de
sus pasajes, Fedra sostiene una tablilla cuyo contenido intriga a
Teseo que, ansioso por saber lo que podía contener rompe el sello.
El coro inquieto interviene. Teseo exclama: “¡Ay! ¿Qué desgracia
intolerable, indecible, vendrá a añadirse a la desgracia?
¡Infortunado de mí!” El coro le pide que revele lo que ha leído.
Teseo lo hará, pero a modo de síntesis de su lectura: no lee en voz
alta, sino que resume el contenido. Mientras el coro cantaba, Teseo
había leído en silencio.
11.
El segundo texto es Los caballeros (≈424 a. C), de
Aristófanes. Nicias logra robarle un oráculo escrito a
Paflagón. Demóstenes pide leer el texto a Nicias. Éste le sirve
vino, mientras aquel da lectura a la tablilla. Cuando Nicias le
pregunta por lo que lee, Demóstenes responde: “¡Lléname
otra copa!”. Asombrado Nicias le interroga creyendo que se
trata de una lectura en voz alta: “¿De veras dice que te llene
otra copa?”. La broma se repite y amplía en lo que sigue,
hasta que por fin Demóstenes expresa: “aquí adentro se dice
cómo va a perecer Paflagón”; y ofrece un resumen del
contenido del oráculo. No lee en voz alta: ya lo había hecho
en silencio.
12.
De este segundo pasaje Svenbro obtiene un valioso
dato. La pregunta de Nicias a Demóstenes sugiere
que en esa época la lectura en silencio era poco
conocida, aunque se suponía que el público la
conocía. Y si esto sucedía en Atenas, lugar de origen
de los dos textos, ¿qué podía esperarse de su
difusión en lugares como Esparta, donde la
enseñanza se limitaba a lo estrictamente necesario?
13.
“Para el lector que leía poco y de manera
esporádica- asevera Svenbro- era probable
que el desciframiento lento y a tientas de lo
escrito no engendrara la necesidad de una
interiorización de la voz, ya que la voz era
precisamente el instrumento mediante el cual
la secuencia gráfica era reconocida como
lenguaje (…) Y si esa sonorización era un
valor en sí, ¿porqué se iba a sentir la
necesidad de abandonar la scripto continua,
obstáculo técnico al desarrollo de la lectura
silenciosa?”
14.
En la introducción a su libro Historia de la lectura en
el mundo occidental, Guglielmo Cavallo y Roger
Chartier recuerdan otros dos ejemplos que muestran
la coexistencia de la práctica de la lectura silenciosa.
Ese es el caso de Las ranas, también de Aristófanes,
donde Dionisio recuerda “cuando a bordo de la nave
leía para mis adentros la Andrómeda”; y el del
protagonista del Faón platónico que exclama: “en la
soledad quiero leer este libro para mis adentros”.
15.
Según Knox, una de las razones para el desarrollo de
la lectura silenciosa puede haber sido el manejo de
extraordinarias cantidades de texto. Este era el caso
de profesionales como Herodoto, que en su labor de
historiador debe de haber abandonado la práctica de
la lectura en voz alta en aquel siglo V a. C. En la
segunda mitad del siglo IV a. C. los estudiosos de la
literatura homérica debieron sentir la misma
necesidad.
16.
Ya en la época helenística, aunque todavía subsistían
formas de oralidad, el libro comienza a adquirir un
mayor nivel de centralidad para la difusión de la
literatura; ahora la literatura depende de la escritura
y del libro. Como afirma Chartier, la filología
alejandrina impone “la concepción de que el texto es
un texto escrito, y que eso se puede captar a través
de las lecturas conservadas gracias al libro.”
El libro y la lectura en la
época helenística
17.
La biblioteca de Alejandría constituye el gran
modelo de las bibliotecas helenísticas. Fue
“universal” porque se proponía conservar “todos los
libros de todos los tiempos y de todo el orbe
conocido”; fue “racional” debido al orden a que los
libros serían sometidos, es decir a un sistema de
clasificación que los organizara por autor, obra y
contenido.
18.
Ahora los rollos debían tener una medida estándar de
longitud y altura. La norma en lo adelante sería que
cada rollo albergara un texto autónomo, cuya extensión
estaría relacionada con la estructura y el género de la
obra. Si el libro era muy extenso se subdividirían en dos
tomos.
19.
Las grandes bibliotecas helenísticas no estaban concebidas
para la lectura del público. Eran muestra de la grandeza de
las dinastías en el poder, a la vez que un espacio de
investigación para los eruditos y los hombres de letras. Esta
es la época de los manuales técnicos, de los textos de crítica
filológica, de los tratados militares o de agricultura, es decir,
de textos de consulta profesional. Pero más que leerse los
libros se acumulaban. En este sentido, se perpetuaba el
modelo de biblioteca como almacén de libros científico-
filosófico reservados a una cerrada élite intelectual.