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CUENTO CON MORALEJA
(Protección contra los abusos)
Un emperador estaba por salir de su palacio para dar un paseo matutino, cuando, a las puertas
del mismo, se encuentra con un mendigo.
Suponiendo el pedido de una limosna, le preguntó: - ¿Qué quieres?
El mendigo lo miró y le dijo: - Me preguntas de una manera... como si tu pudieras satisfacer mi
deseo.
El emperador le respondió: - Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo... ¿Cuál es?
Y el mendigo le dijo: - Piensa dos veces antes de prometer.
El emperador, comenzando a molestarse, insistió: - Te daré cualquier cosa que pidas. Soy una
persona muy poderosa, y extremadamente rica... ¿qué puedes tú desear que yo no pueda
darte?
El mendigo le dijo: - Es un deseo muy simple... ¿ves esta bolsa que llevo conmigo?... ¿puedes
llenarla con algo valioso?
- Por supuesto - dijo el emperador.
Y Llamó a uno de sus servidores y le dijo: - Llena de dinero la bolsa de este hombre.
El servidor lo hizo... y el dinero, apenas ingresado a la bolsa, desapareció.
Echó más y más, y el mismo desaparecía al instante.
La bolsa del mendigo, por lo tanto, siempre estaba vacía.
El rumor de esta escena corrió rápidamente por toda la ciudad y entonces una gran multitud se
reunió en el lugar, poniendo en juego el prestigio del emperador.
Entonces el emperador le dijo a sus servidores: - Estoy dispuesto a perder mi reino entero,
pero este mendigo no se va a salir con la suya, ya que me dejará en ridículo frente al pueblo.
Diamantes, perlas, esmeraldas... uno a uno los tesoros del emperador iban ingresando en la
bolsa, la cual no parecía tener fondo.
Todo lo que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente.
Era el atardecer y habiendo quedado el emperador ya sin ninguna cosa que colocar en la bolsa
del mendigo (habiendo llegado incluso a desprenderse de joyas que habían pertenecido a su
familia por siglos), se tiró a los pies del mendigo y, admitiendo su derrota, le dijo: - Has ganado
tú, pero antes que te vayas, satisface mi curiosidad: ¿cuál es el secreto de tu bolsa?
El mendigo le dijo: - ¿El secreto?... está simplemente hecha de deseos humanos.
Anónimo
AGUANTA UN POCO MÁS...
(Educación)
Se cuenta que una vez en Inglaterra, existía una pareja que gustaba de visitar las pequeñas
tiendas del centro de Londres. Una de esas tiendas era una en donde vendían vajillas antiguas.
En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. “¿Me permite ver esa taza?”
Preguntó la señora, “¡nunca he visto nada tan fino como eso!” En cuanto tuvo en sus manos la
taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar.
- Usted no entiende – Yo no siempre he sido esta taza que usted esta sosteniendo. Hace
mucho tiempo yo era solo un montón de barro. Mi creador me tomo entre sus manos y me
golpeó y me amoldó cariñosamente.
Luego llegó el momento en que me desesperé y le grité: “Por favor”... Ya déjame en paz...
Pero mi amo sólo me sonrió y me dijo: ...”Aguanta un poco más, todavía no es tiempo.”
Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido tanto calor... Me pregunté por que mi
amo querría quemarme, así que toqué la puerta del horno.
A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi amo que me decían: “Aguanta un
poco más, todavía no es tiempo...”
Finalmente se abrió la puerta, mi amo me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara.
“Así está mucho mejor”.. me dije a mi misma, pero apenas me había refrescado, cuando mi
creador ya me estaba cepillando y pintando. El olor a la pintura era horrible...”Sentía que me
ahogaría”.....”Por favor detente...” le gritaba yo a mi amo; pero él solo movía la cabeza
haciendo un gesto negativo y decía: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo...”
Al fin mi amo dejó de pintarme; pero, esta vez me tomó y me metió nuevamente en otro
horno... No era un horno como el primero; sino que era mucho más caliente...
Ahora sí estaba segura que me sofocaría... Le rogué, y le imploré a mi amo que me sacara...
Grité, lloré; pero mi creador sólo me miraba diciendo “Aguanta un poco más, todavía no es
tiempo”
En ese momento me di cuenta que no había esperanza... Nunca lograría sobrevivir a ese
horno... Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abrió la puerta y mi amo me
tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aun más alta que la primera. Allí me dejó
un momento para que me refrescara.
Después de una hora de haber salido del segundo horno, mi amo me dio un espejo y me dijo:
“Mírate” “¡Esta eres tú!”
¡Yo no podía creerlo! ¡Esa no podía ser yo! Lo que veía era hermoso. Mi amo nuevamente me
dijo: “Yo sé que te dolió haber sido golpeada y amoldada por mis manos; pero si te hubiera
dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el
primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras estrellado.
También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte
pintado tu vida no tendría color. Y si no te hubiera puesto en el segundo horno, no hubieras
sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras.
¡”Ahora tú eres un producto terminado!” “¡Eres lo que imaginé cuando te comencé a formar!”.
Anónimo
EL PAISAJISTA
(Privación de libertad = no se puede encerrar los sentimientos y las vivencias en un cuadro)
Un pintor de mucho talento fue enviado por el emperador a una provincia lejana,
desconocida, recién conquistada, con la misión de traer imágenes pintadas. El deseo del
emperador era conocer así aquellas provincias.
El pintor viajó mucho, visitó los recodos de los nuevos territorios, pero regresó a la capital sin
una sola imagen, sin siquiera un boceto.
El emperador se sorprendió, e incluso se enfadó.
Entonces el pintor pidió que le dejasen un gran lienzo de pared del palacio. Sobre aquella
pared representó todo el país que acababa de recorrer. Cuando el trabajo estuvo terminado, el
emperador fue a visitar el gran fresco. El pintor, varilla en mano, le explicó todos los rincones
del paisaje, de las montañas, de los ríos, de los bosques.
Cuando la descripción finalizó, el pintor se acercó a un estrecho sendero que salía del primer
plano del fresco y parecía perderse en el espacio. Los ayudantes tuvieron la sensación de que
el cuerpo del pintor se adentraba a poco en el sendero, que avanzaba poco a poco en el
paisaje, que se hacia más pequeño. Pronto una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al
instante desapareció todo el paisaje, dejando el gran muro desnudo.
El emperador y las personas que lo rodeaban volvieron a sus aposentos en silencio.
Cuento Chino
DOÑA TOMASA Y PEDRITO
(Protección contra los abusos = hay que conocer a los alumnos antes de etiquetarlos)
El primer día de clase que Doña Tomasa se enfrento a sus alumnos de quinto grado, les dijo
que ella trataba a todos los alumnos por igual y que ninguno era su favorito. En la primera fila
sentado estaba Pedrito, un niño antisocial, con una actitud intolerable, que siempre andaba
sucio y todo despeinado. El año anterior, Doña Tomasa había tenido a Pedrito en una de sus
clases.
Doña Tomasa veía a Pedrito como un niño muy antipático. A ella siempre le daba mucho gusto
poder marcar con lápiz rojo todo el trabajo que Pedrito entregaba, con una "F".
En la escuela donde Doña Tomasa enseñaba se requería revisar el archivo de historia de cada
alumno y el de Pedrito fue el último que ella revisó.
Cuando ella empezó a leer el archivo de Pedrito, se encontró con varias sorpresas.
La maestra de Pedrito de primer grado había escrito: "Pedrito es un niño muy brillante y muy
amigable, siempre tiene una sonrisa en sus labios".
Él hace su trabajo a tiempo y tiene muy buenos modales. “Es un placer tenerlo en mi clase".
La maestra de segundo grado: "Pedrito es un alumno ejemplar, muy popular con sus
compañeros, pero últimamente muestra tristeza porque su mamá padece de una enfermedad
incurable".
La maestra de tercer grado: "La muerte de su mamá ha sido muy difícil para él". Pedrito trata
de hacer lo mejor que puede pero sin interés”. Tampoco el papá demuestra ningún interés en la
educación de Pedrito. “Si no se toman pasos serios, esto va afectar la vida de Pedrito".
La maestra del cuarto grado: "Pedrito no demuestra interés en la clase”.
Cada día Pedrito se cohíbe más. “No tiene casi amistades y muchas veces duerme en clase".
Después de leer todo esto, Doña Tomasa sintió vergüenza por haber juzgado a Pedrito sin
saber las razones de su actitud. Se sintió peor cuando todos sus alumnos le entregaron regalos
de Navidad envueltos en fino papel, con excepción del regalo de Pedrito, que estaba envuelto
con un cartón de la tienda.
Doña Tomasa abrió todos lo regalos y cuando abrió el de Pedrito, todos los alumnos se rieron
al ver lo que se encontraba dentro. En el cartón había una botella con un cuarto de perfume y
un brazalete al que le faltaban algunas de las piedras preciosas. Para suprimir las risas de sus
alumnos, ella se puso inmediatamente aquel brazalete y se puso un poco del perfume en cada
muñeca.
Ese día Pedrito se quedo después de clases y le dijo a la maestra: "Doña Tomasa, hoy usted
huele como mi mamá”. Después que todos se marcharon, Doña Tomasa se quedo llorando por
una hora.
Desde ese día ella cambió su método. En vez de enseñar solo lectura, escritura y aritmética,
escogió enseñar a los niños. Doña Tomasa empezó a ponerle mas atención a Pedrito. Ella
notaba que mientras más ánimos le daba a Pedrito, con más entusiasmo reaccionaba él. Al
final del año, Pedrito se convirtió en él más aplicado de la clase, y a pesar de que Doña
Tomasa había dicho el primer día de clase que todos los alumnos iban a ser tratados por igual,
Pedrito era su preferido.
Pasaron seis años y Doña Tomasa recibió una nota de Pedrito, la cual decía que se había
graduado de la secundaria y que había terminado en tercer lugar. También le decía que ella
era la mejor maestra que él había tenido.
De ahí pasaron tres años cuando Doña Tomasa volvió a recibir noticias de Pedrito. Esta vez, él
le escribió que se le había hecho muy difícil pero que muy pronto se graduaría de la
universidad con honores, y le aseguro a Doña Tomasa que todavía ella seguía siendo la mejor
maestra que había tenido en su vida.
Pasaron tres años más cuando Doña Tomasa vuelve a saber de Pedrito. En esta carta él le
explicaba que había adquirido su título y que había decidido seguir su educación. En esta carta
Pedrito también le recordaba que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida. Esta
vez la carta estaba firmada con "Dr. Pedro Altamira".
Bueno, la historia no termina ahí. En la primavera, Doña Tomasa volvió a recibir una carta de
Pedrito donde le explicaba que había conocido a una muchacha con la cual se iba a casar y
quería saber si Doña Tomasa podría asistir a la boda y tomar el lugar reservado usualmente
para los padres del novio. También le explicaba que su papá había fallecido varios años atrás.
Claro que Doña Tomasa acepto con mucha alegría, ¿y saben que hizo? El día de la boda, ella
se puso aquel brazalete sin brillantes que Pedrito le había regalado y también el perfume que la
mamá de Pedrito usaba. Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Dr. Altamira le
dijo en el oído muy bajito: “Doña Tomasa, gracias por haber creído en mí”.
“Gracias por haberme hecho sentir que yo era importante y que podía salir adelante con éxito”.
Doña Tomasa, con lágrimas en los ojos, le respondió: "Pedro, estás equivocado. Tu fuiste el
que me enseño que yo podía hacer algo especial, solo con interesarme genuinamente. “¡Yo no
sabía enseñar hasta que te conocí a ti!".
Anónimo
LA VERDAD Y LA BELLEZA
(Salud = los caprichos nos engañan, como la droga)
Cuando Dios creó a la mujer creó también LA FANTASIA. Cierto día LA VERDAD quería
conocer un gran palacio y tenía que ser el palacio del Gran Sultán Harun Ar-Rachid, el Emir de
todos los creyentes. La verdad se cubrió con un velo muy transparente y cuando despuntaba
en el cielo las primeras luces del alba fue a llamar a la puerta del palacio del Gran Sultán.
Cuando el jefe de la guardia abrió la puerta y vio aquella mujer tan bella pero prácticamente
desnuda, asombrado le pregunto:
- "¿Quién eres?"
- "Soy la Verdad y deseo hablar con el Sultán". - El jefe de la guardia celoso de la seguridad de
palacio, fue corriendo a hablar con el Gran Visir e inclinándose humildemente ante él le dijo:
- "Señor, ahí fuera hay una mujer muy hermosa, casi sin ropa que quiere hablar con el Sultán".
- ¿"Y cómo se llama?.
- "Dice llamarse Verdad, señor".
- ¿Qué dices? ¿Qué la Verdad quiere entrar en palacio? ¡De ningún modo! ¿Qué sería de
nosotros, si La Verdad entrase en palacio? Sería nuestra desgracia, nuestra ruina. Diga a esa
mujer que se marche inmediatamente. El Visir se sintió temeroso y amenazado ante aquella
inesperada visita. El jefe de la guardia volvió a la entrada del palacio y le dijo a la verdad:
- "Lo siento mucho hija mía, pero tu desnudez podría escandalizar a nuestro Califa. "Sigue tu
camino y que Dios te acompañe". La Verdad se fue muy triste, pues ella quería conocer un
gran palacio,
Pero... Cuando Dios creó a la mujer también creó la OBSTINACION. Esta vez la Verdad se
cubrió con pieles mal olientes, de las que usan los pastores del desierto y con paso firme, con
el sol quemante en su espalda, se dirigió al palacio del Gran Sultán. Cuando llegó a la puerta,
tomó la aldaba entre sus manos y golpeo con severidad. El jefe de la guardia abrió y le
preguntó:
-"¿Quién eres?"
- "Soy la acusación, y exijo una audiencia con vuestro Sultán" - (voz severa y firme).
Aquella espantosa mujer inspiró cierta desconfianza al jefe de la guardia, que cerrando la
puerta con escrúpulo, le dijo:
-"Aguarde ahí, iré a anunciar su visita"- Cuando estuvo ante el Visir le dijo:
-"Afuera hay una horrible mujer, que quiere hablar con nuestro Sultán".
-"¿Y Cual es su nombre?"
- "Afirma llamarse Acusación, mi señor".
- ¿Qué la acusación quiere entrar en palacio? ¡De ningún modo!. Ordena a esa mujer que se
marche de inmediato. "Pronto echadla de mis dominios".
El jefe de la guardia volvió y sin darle explicación alguna echó a La Verdad a empujones de
palacio.
-"Fuera, fuera de aquí, en palacio no queremos a gente como tú". La Verdad se fue muy
enojada, pues ella quería entrar en palacio.
Cuando Dios crea a la mujer creo también EL CAPRICHO. En esta ocasión La Verdad fue a
buscar las ropas más bellas que pudo encontrar, delicadas sedas, brocados y tejidos bordados
con los colores del arco iris. Adorno sus manos con anillos de piedras preciosas y su pecho con
collares de zafiros, brillantes y rubíes. Perfumó su cuerpo con esencia de jazmín. No podía
estar más bella. Cubriendo su rostro con un velo bordado en oro y plata, cuando se
vislumbraban las últimas luces del día, fue a llamar a las puertas de palacio. El jefe de la
guardia al ver aquella mujer tan bella quedo boquiabierto y pregunto con delicadeza:
-"¿Quién eres?"
-"Soy la fábula y me gustaría tener audiencia con vuestro Sultán".(Dice con voz melodiosa y
dulce). El jefe de la guardia se apresuró en ir en busca del Gran Visir, dando tropezones sin
fijarse por donde iba, pues no podía apartar sus ojos de aquella bellísima mujer. Cuando
estuvo ante el Visir, le dijo:
-"Ahí fuera hay una mujer tan hermosa que más parece una princesa en la decimocuarta noche
de luna".
-"¿Y Cómo se llama?"
- "Fábula, mi señor"
-"¿Cómo? ¿Qué la Fábula quiere entrar en palacio? ¡Bendita sea La Fábula! ¡Alabado sea
Dios! Que sea recibida por cien esclavas que vayan a su encuentro. Agasajarla con flores y
que suenen las trompetas. Y así fue como las puertas del gran palacio de Bagdad se abrieron
finalmente de par en par a nuestra peregrina.
Fue así como La Verdad vestida de Fábula, al fin pudo pasar y conocer el gran Palacio para
encontrarse con el Sultán Harun Ar-Rachid, el Emir de todos los creyentes.
Fábula anónima
HABÍA UNA VEZ... UN HADA... (Protección en tiempos de guerra)
...muy bella que protegía un bosque encantado.
Su belleza era tanto externa como interna. Sus largos cabellos rosados acariciaban sus
pequeños hombros; sus profundos ojos violetas reflejaban los destellos del sol; su sonrisa era
dulce y tibia como un beso matinal y su voz contenía todos los sonidos de la Naturaleza.
Su cuerpo estaba cubierto por una larga túnica azul; abrazaba su cintura un hilo de luna y sus
pies estaban protegidos por hojas de abedul.
Sus manos eran perfectas: suaves al tacto, prolongaciones de Amor y de caricias divinas.
Sobre su frente brillaba un punto de luz, como un diamante puro, pero la principal característica
estaba en su pecho: tenía una enorme estrella dorada que titilaba al compás de su respiración.
Asombrada por lo que veía me acerqué a ella y sin hablar nos comunicamos, sólo a través de
la intuición y de la imaginación. Fue maravilloso lo que descubrí: me reveló su secreto, que, en
realidad no era un secreto sino algo que todos poseemos.
Sentí y percibí dentro de mí el supremo mensaje. Estaba envuelto con luces mágicas y decía
algo así:
"Siempre que tengan un ratito... jueguen".
"Siempre encuentren motivos para reírse".
"Siempre que tengan oportunidad... abracen a sus seres amados y demuéstrenles cuánto los
tienen en cuenta.
"Siempre ¡¡¡ sean felices!!!.
"Siempre sueñen que se cumplen todos los deseos".
"Siempre traten de demostrar Amor a TODOS los seres de la Naturaleza, de todos los reinos, a
las plantas, a los animales, a las personas, a las piedras, a lo que vemos y a lo que no vemos
pero percibimos.
"Siempre consoliden un Mundo Mejor, un Mundo sin lágrimas, un Mundo sin guerras, un Mundo
sin violencia, un Mundo lleno de Amor y Alegrías, un Mundo en el que TODOS compartamos
las ganas de vivir AMANDO"...
Me sentí inmersa en una nube de Felicidad, y fue conmovedor cuando descubrí que en mi
pecho también brillaba una enorme estrella dorada que titilaba al compás de mi respiración.
Tuve la certeza de que TODO ES POSIBLE, de que TODO DESEO SE CUMPLE SI NACE
DESDE LO MÁS PROFUNDO DEL ALMA.
No encontraba un nombre para ponerle a lo que estaba sucediendo, pero de repente recordé
que "en el lenguaje de la Luz los nombres no cuentan".
El hadita que protegía el bosque encantado me contó, ahora sí con palabras, que un Ser muy
importante y muy especial le había concedido la misión de regalar estrellas y colocarlas en los
corazones de todos los seres que desearan vivir un mundo nuevo y feliz.
Me reveló que TODOS poseemos, dentro de nosotros, un bosque encantado. Un bosque lleno
de enormes árboles y perfumadas flores. Un bosque pintado con gotas de rocío y coloreado
con luz de luna. Un bosque habitado por millones de seres que colaboran y trabajan para que
luzca más bello: gnomos y duendes se encargan de ello. Un bosque mágico que envuelve en
su centro la esencia de todo lo que es y de todo lo que existe: el AMOR...
El hadita que protegía el bosque encantado (que no era otra que yo misma) me invitó a
recorrerlo y a regalar estrellas y a colocarlas en los corazones de los seres decentes deseosos
de compartir un Mundo de Amor.
Así lo hice: descubrí que todos anhelamos el bien, la felicidad, la salud, la paz, la alegría de
saber que somos amados por el Amor.
Coloqué en infinitos corazones la Estrella Dorada. Cada una brillaba a su manera, pero todas lo
hacían. Cada una era una especie distinta, pero todas conformaban el inmenso bosque
encantado que es el Universo.
Dentro de todos hay una bella hada que nos protege, que vela por nuestro interno bosque
mágico, que posee una tierna mirada y una dulce sonrisa, que acaricia con sus cabellos
rosados nuestros hombros cansados, que nos mima con sus manos divinas y que hace brillar
en su plenitud a la gran Estrella Dorada que es regalo de la Vida.
Es mi más sincero deseo que logres descubrir a tu Estrella Dorada. Sólo hay que anhelarlo
firmemente y con certeza. Cerrando los ojos, alivianando la mente, entregándose al Amor e
internándose en el Bosque Encantado lo lograrás y conseguirás encontrarla.
Anímala para que brille como ella sabe hacerlo y serás y te convertirás en un Ser Mágico. En
su centro sus destellos cantan:
"TODOS Y TODO SE FUNDE Y SE CONFUNDE EN EL AMOR" Anónimo
JORGE Y DOLORES
No es que pasara hace poco, pero desde entonces las niñas no dejan de cantar.
Era la época en que el Invierno se mezcla con los aires de Febrero, y la tierra seca vuelve todo
de color sepia y de un sabor como a sal. Los ríos de polvo que tenemos por caminos se salen
de su cauce, y el sol cómplice del frío nos quema los pellejos como el hielo del infierno. Era la
época del año en que se oyen voces en los vientos.
Y parece que esas voces fueron las que obedeció Jorge; o tal vez fue esa escarcha
bochornosa la que lo sedujo. Lo recuerdo muy bien - váyase pronto pa’ que no lo agarre la
candelilla - ese granizo que se pega al cuerpo y nunca se derrite, como si uno se llenara de
babas para siempre.
Ese día hubo muchas culebras en el cielo; el mismo día que Jorge huyó con Doloritas.
Ella se iba a casar con él, y ya faltaba retepoco para el casorio cuando Jorge se empezó a
notar extraño; por eso dicen que fue cosa del Diablo, porque él la quería reteharto. Dicen que
mi abuelo Pánfilo fue el último que le vio, que andaba como muerto con los ojos bien pelones
caminando por ahí - ¿Cómo estas Jorge, listo pa’ la boda? - Y que no’más no le contestó, como
si no lo hubiera oído.
Ese fue el día de las culebras, el mismo día del casorio, el día que ella enfermó de tristeza.
- ¿Cómo no va a estar? si yo apenas lo vi ayer, andaba como muerto con los ojos bien pelones.
- Y ya estaba la Iglesia bien repleta, pero esos dos nada que no llegaban; ni Jorge ni Dolores, y
pues como quien dice, pus no hubo boda, ni modo que se celebrara sin novio y sin madrina.
Entonces fue cuando Lucrecia dijo con una voz como de hombre, muy recia - Vámonos para la
casa. Estos no vendrán. - Y ahí en su cuarto se encerró, y desde fueras se ollía no’más como
sollozaba; no le abrió la puerta ni a su madre.
Y ahí estuvimos, yo retechico apenas, con los ojos bien abiertos no’más viendo y oyendo, un
tiempo muy largo; hasta que ya no se oyó el llanto. Don Facundo tiró la puerta, y ahí estaba
acostada en su colchón, dormida con su velo en la cara, y un gran charco de lágrimas en el
piso, como sí lo hubieran recién fregado. - Jálate a buscar al cura, y dile que doblen a
moribundo que Lucrecita se nos va. - Y eso es todo lo que recuerdo, el sonido grave y triste de
las campanas que rebotaba en todo el pueblo; y a Doña Petra, que mientras rezaba no sé que
cosas, salió corriendo y haciendo cruces con un cuchillo, que de tan gorda que estaba la
culebra parecía que se nos caía el cielo. Hace tiempo una culebra se llevó dos vacas.
Yo ya tengo la misma edad que tenía mi abuelo cuando la tragedia, pero me acuerdo rebién.
La enterraron con su vestido de novia.
Por eso ahora las niñas cantan cuando juegan, y por eso también es que en los días de casorio
se ve a Jorge caminar por el pueblo, y se oye el llanto de Lucrecita.
Y si viene Jorge a verme,
después de muerta,
Madre, no lo dejes que entre,
cierra la puerta.
Porque él no me quiso a mí,
quiso a Dolores;
el consuelo que me queda:
que tú me llores.
Y todas mis amiguitas,
menos Dolores,
entraran a mi casita
a traerme flores.
Aquí abajo de mí cama,
aúlla un perro;
a las doce de la noche,
Mamá me muero.
Armando López
HAY QUE SEGUIR CANTANDO
(Familia)
Como cualquier buena mamá, cuando Karen supo que estaba esperando un bebe, hizo lo que
pudo para ayudar a su hijo Michael de tres años a prepararse para una nueva etapa en su
vida.
Supieron que el nuevo bebé iba a ser una niña, y día y noche, Michael le cantaba a su
hermanita en el vientre de su madre. Él estaba encariñándose con su hermanita aun antes de
conocerla.
El embarazo de Karen progreso normalmente. A tiempo empezó su labor de parto, pronto los
dolores eran cada cinco, cada tres y finalmente cada minuto. Pero una complicación se
presento de repente y Karen tuvo horas de labor de parto.
Finalmente, después de muchas horas de lucha, la hermanita de Michael nació, pero en muy
malas condiciones. La llevaron inmediatamente en una ambulancia a la Unidad de Cuidados
Intensivos, sección neonatal del Hospital St. Mary, en Knoxville, Tennesse.
Los días pasaron y la niña empeoraba. Los pediatras tuvieron que decirle finalmente a los
padres las terribles palabras "Hay muy pocas esperanzas, prepárense para lo peor". Karen y
su esposo contactaron al cementerio local, para apartar un lugar para su hijita. Ellos habían
creado un cuarto nuevo para su hija y ahora se encontraban haciendo arreglos para un
funeral.
Sin embargo, Michael, les rogaba a sus padres que le dejaran ver a su hermanita "Quiero
cantarle", decía una y otra vez.
Estuvieron dos semanas en Terapia Intensiva y parecía que el funeral vendría antes de que
acabara la semana.
Michael siguió insistiendo que quería cantarle a su hermanita, pero le explicaban que no se
permitía la entrada de niños a Terapia Intensiva.
De pronto Karen se decidió, llevaría a Michael a ver a su hermanita, ¡la dejaran o no! Si no
veía a su hermanita en ese momento, tal vez no la vería viva nunca. Ella le puso un overol
inmenso y lo llevo a Terapia Intensiva, Michael parecía una enorme canasta de ropa sucia.
Pero la jefa de enfermeras se dio cuenta de que era un niño y se enfureció... ¡Saquen a ese
niño de aquí ahora mismo! “¡No se admiten niños aquí!"
El carácter fuerte de Karen afloro y, olvidándose de sus lindos modales de dama, que siempre
la habían caracterizado, miro con ojos de acero a la enfermera, sus labios eran una sola línea
y con firmeza dijo: "El no se va hasta que le cante a su hermanita" y levanto a Michael y lo llevo
a la cama de su hermanita.
Él miro a la pequeñita, perdiendo la batalla por conservar la vida. Después de un momento
empezó a cantar con la voz que le salía del corazón de un niño de tres años.
Michael le canto: "Eres mi luz del sol, mi única luz, tu me haces feliz cuando el cielo es gris... "
(conocida canción en ingles "You are my sunshine").
Instantáneamente, la bebe pareció responder al estimulo de la voz de Michael, su pulso se
empezó a volver normal. "Sigue cantando, Michael" le pedía desesperadamente su mama con
lagrimas en los ojos. Y el niño seguía: "Tu no sabrás nunca, querida, cuanto te amo, por favor
no te lleves mi luz del sol..."Al tiempo que Michael cantaba a su hermana, la bebe se movía y
su respiración se volvía tan suave como la de un gatito cuando lo acarician.
"Sigue cantando cariño" le decía su mama y él continuaba haciéndolo como cuando todavía
su hermanita estaba en el vientre de su madre.
"La otra noche, querida, cuando dormía, soñé que te abrazaba en mis brazos..." seguía
cantando el niño; la hermanita de Michael empezó a relajarse y a dormir con un sueño
reparador que parecía que la mejoraba por segundos. "Sigue cantando Michael"... ahora era la
voz de la enfermera gruñona que con lagrimas en los ojos no dejaba de pedirle al niño que
continuara.
"Tú eres mi luz del sol, mi única luz del sol, por favor no te lleves mi sol..." Al día siguiente... al
mismísimo día siguiente... la niña estaba en perfectas condiciones para irse a casa.
Anónimo
LA PAZ PERFECTA...
(Protección en tiempos de guerra)
... Un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz
perfecta.
Muchos artistas intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo
dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban
unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con
tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz
perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas.
Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos.
Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba
para nada pacífico. Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un
delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca.
En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua,
estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido...
Paz perfecta ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? "Porque," explicaba el Rey, "Paz no significa
estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a
pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro
corazón.
“Este es el verdadero significado de la paz.”
Anónimo
LOS TRES ÁRBOLES
(Protección a los discapacitados = todos servimos apara algo)
Un día en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles juntos estaban hablando sobre
lo que querían llegar a ser cuando fueran grandes.
El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo así: -Yo quiero guardar tesoros. Quiero ser un
cofre o un baúl, estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. Yo sería el baúl más
hermoso del mundo.
Así los otros lo contemplaron.
El segundo arbolito miró un pequeño arroyo que corría hacia el océano y dijo así:
-Yo quiero viajar a través de aguas terribles y llevar reyes poderosos sobre mí. Yo sería el
barco más importante del mundo.
Así los otros lo contemplaron.
El tercer arbolito miró hacia el valle que estaba debajo de aquella montaña donde se
econtraban y vió a hombres y mujeres trabajando, niños jugando en ese pueblo laborioso y dijo
así:
-Yo no quiero nunca irme de la cima de esta montaña.
Yo quiero crecer tan alto, que cuando la gente del pueblo se pare a mirarme, ellos levanten su
mirada hacia el cielo y piensen en Dios. Yo sería el árbol más alto del mundo.
Así pasaron los años, las estaciones, lluvias, el brillo del sol y los pequeños árboles crecieron
altos.
Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de aquella montaña.
El primer leñador miró al primer árbol y dijo:
-Qué árbol tan hermoso es éste, y así con la arremetida de su hacha brillante el primer árbol
cayó y este pensó:
- Ahora me deberán convertir en un hermoso baúl, debería contener los tesoros más
maravillosos.
El segundo leñador miró al segundo árbol y dijo:
-Este árbol es fuerte, es ideal para mí, así entonces con la arremetida de su hacha brillante el
segundo árbol cayó, y éste pensó:
-Ahora debería navegar aguas terribles, debería ser un barco importante, para reyes temidos y
poderosos.
El tercero de los arbolitos, ya árbol, sintió su corazón sufrir cuando el último leñador lo miró, el
árbol se puso derecho, alto y apuntando ferozmente al Cielo.
Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba y dijo:
-Cualquier árbol es bueno para mí, y así con la arremetida de su hacha brillante, el tercer árbol
cayó.
El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó a una carpintería, pero el carpintero lo
convirtió en una caja de alimentos para animales de granja.
Aquel hermoso árbol no fue cubierto de oro, ni llenado de tesoros, sino que fue cubierto con
polvo de cortadora y llenado de alimento para animales de granja hambrientos.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero, pero ningún barco
importante fue construido ese día. En lugar de eso ese árbol fue cortado y convertido en un
simple bote de pesca.
Era demasiado pequeño y débil para navegar en el océano, ni siquiera un río, y fue llevado a
un pequeño lago.
El tercer árbol estaba confundido, cuando el leñador lo cortó para hacer tablas fuertes, lo
abandonó en un viejo almacén de maderas.
Qué será lo que está pasando se preguntó el árbol, y entonces dijo:
-Yo todo lo que quería era quedarme en la cumbre de la montaña y apuntar a Dios...
Así pasaron muchos días y muchas noches.
A los árboles ya casi se les había olvidado sus sueños, pero una noche, la fuerte luz de una
estrella dorada alumbró al primer árbol, cuando una joven mujer puso a su hijo recién nacido en
aquella caja de alimentos.
El escuchó: -Yo quisiera haberte podido hacer una cuna al bebé, le dijo su esposo a la mujer,
ella le apretó la mano a su esposo y este sonrió, mientras la luz de la estrella alumbraba la
madera suave y fuerte de la cuna, la mujer dijo:
-Este pesebre es hermoso y de repente el primer árbol supo que contenía el tesoro más grande
del mundo en él.
Una tarde un viajero cansado y sus amigos se subieron al viejo bote de pesca, el viajero se
quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente hacia dentro del lago.
De repente una impresionante y aterradora tormenta llegó al lago, el árbol se sintió pequeño,
se llenó de temor, él sabía que no tenía la fuerza suficiente como para llevar a todos aquellos
pasajeros a salvo a la orilla, con esa lluvia y ese fuete viento.
El hombre cansado de repente se levantó se puso en pie, levantó su mano hacia el Cielo y dijo:
Calma, entonces la calma llegó, la tormenta se detuvo tan rápido como comenzó y así el
segundo árbol supo que llevaba navegando sobre él al Rey del Cielo y de la Tierra.
Un viernes por la mañana, el tercer árbol se extrañó cuando sus tablas fueron tomadas de
aquel viejo almacén de maderas olvidado, se asustó al ser llevado a través de una
impresionante multitud de personas enfadadas, se llenó de temor cuando unos soldados
clavaron las manos de un hombre en su madera, se sintió feo, áspero y cruel.
Pero un Domingo por la mañana, cuando el sol brilló y la tierra tembló con júbilo debajo de su
madera, el tercer árbol supo que el amor de Dios había cambiado todo.
Esto hizo que aquel árbol se sintiera fuerte y cada vez que la gente pensara en el tercer árbol,
ellos pensaran en Dios, que era mucho mejor que ser el árbol más alto del mundo.
Anónimo
TE VI...
(Familia)
Hoy despertaste callado, ya anoche no te sentías muy bien, te está afectando demasiado y no
sabes qué hacer.. sueles ser una persona que habla, quizá no mucho pero es porque es tu
forma de ser, pero hoy.. hoy no hablas ¿qué té pasa?, ello me demuestra que algo tienes.
Si te preguntan sonríes o una de tus máscaras se interpone en tu rostro y sólo contestas:
"nada, es que hoy me levanté cansado". Entonces los demás ya no te preguntan más si te
ocurre algo, ahora ya saben que es porque estás cansado.
Pero, yo sé que no es eso, porque tu expresión es tan clara para mí como lo es el agua, cada
una de tus muecas refleja tu sentir. Crees que no lo veo, pero yo te conozco, no me es
necesario entrar en tu alma para saber que algo te pasa. Tu risa, no es la misma, distingo muy
bien cuando ríes desde el corazón, porque te brillan los ojos, en cambio hoy... cuando te
pregunté también reíste, pero esos ojos tan hermosos... no tenían brillo, y esa mueca que tu no
te ves, me dijo: "te necesito."
Yo sé que estás mal, finjo que no me doy cuenta y sufro a tu lado. No te pregunto más y sólo
estoy cerca de ti. Te veo nervioso, cada vez te cuesta más llevar ese peso, piensas que eres el
único que sufre tanto que no te voy a comprender, que no te voy a poder ayudar, pero eso no
es lo importante, sí lo que te puedo dar: mi amor.
Te miro furtivamente porque sé que finges, y eso te agota, no quieres que nadie se dé cuenta,
eso es muy cansado, lo sé, y esperas el momento de estar a solas para desahogarte, para
quitar la máscara de que todo va bien y ponerte a llorar. Cuando no te tengo a la vista sé que lo
estás haciendo, escondido y cansado de tanto fingir que todo va bien.
Hay momentos que se te hacen tan insoportables que quisieras dejar de pensar, entonces te
vas a la cama, quieres dormirte largo tiempo sin soñar, para olvidar, a veces lo consigues pero
cuando despiertas el dolor ahí está, esperándote paciente.
Piensas que si sales a correr, o si vas al cine olvidarás, o que mañana ya estarás bien pero no
es así, el dolor sigue.. y yo, sin tú saberlo, sufro a tu lado.
Me gusta pasar cerca de ti y mirarte, esos momentos en que estamos juntos un instante y sin
saberlo mis ojos te dicen: te amo... pero sigues tenso, cada vez más cansado, te pones de mal
humor pero eso no está mal... es sólo el dolor... Y un día en la mañana al despertar me ves
sentado a tu lado, en la cama, mirándote, y entonces descubres con alegría interna de que no
te había dejado sólo, que sólo te dejaba hacer, que esperaba que me hablaras.
Y esta vez intentas hablar pero no te salen las palabras, aún queriendo no lo puedes hacer...
pero no importa y te doy un beso en la frente, acuesto tu rostro sobre mi pecho y dejo que te
duermas... y si supieras la alegría que tengo al sentir por fin tu corazón descansar, oigo sus
latidos, reposados, calmados, con un trasfondo de susurro.. te quiero papá... y nuestros
corazones se hablan sin palabras.. y así mi niño, veo como te duermes en mis brazos... Sabes
que nunca estarás sólo, que siempre me tendrás a tu lado... Tu miedo por fin se ha apagado...
TE QUIERO, PAPÁ...
Anónimo
UN CUENTO
(Privación de libertad = la libertad está en uno mismo)
Había una vez un rey muy poderoso que reinaba un país muy lejano. Pero el monarca tenía un
problema: era un rey con dos personalidades.
Había días en los que se levantaba rebosante, eufórico, feliz. Ya desde la mañana, esos días
aparecían como maravillosos. Los jardines de su palacio le parecían más bellos. Sus sirvientes,
por algún extraño fenómeno, eran amables y eficientes esas mañanas. En el desayuno
confirmaba que se fabricaban en su reino las mejores harinas y se cosechaban los mejores
frutos.
Esos eran días en que el rey rebajaba los impuestos, repartía riquezas, concedía favores y
legislaba por la paz y por el bienestar de los ancianos. Durante esos días, el rey accedía a
todos los pedidos de sus súbditos y amigos.
Sin embargo también existían otros días: Eran días negros. Desde la mañana se daba cuenta
de que hubiera preferido dormir un poco más. Pero cuando lo notaba ya era tarde y el sueño lo
había abandonado.
Por mucho esfuerzo que hacía, no podía comprender por qué sus sirvientes estaban de tan mal
humor y ni siquiera lo atendían bien. El sol lo molestaba aún más que las lluvias. La comida
estaba tibia y el café demasiado frío. La idea de recibir gente en su despacho le aumentaba el
dolor de cabeza.
Durante esos días, el rey pensaba en los compromisos contraídos en otros tiempos y se
asustaba pensando en cómo cumplirlos. Esos eran días en que el rey aumentaba los
impuestos, incautaba tierras, apresaba a sus opositores...
Temeroso del futuro y del presente, perseguido por los errores del pasado, en esos días
legislaba contra su pueblo y su palabra más usada era NO.
Consciente de los problemas que estos cambios de humor le ocasionaban, el rey llamó a todos
los sabios, magos y asesores de su reino a una reunión.
-Señores - les dijo - todos ustedes saben acerca de mis variaciones de ánimo.
Todos se han beneficiado de mis euforias y han padecidos mis enojos. Pero el que más
padece soy yo mismo, que cada día estoy deshaciendo lo que hice en otro tiempo, cuando
veía las cosas de otra manera.
Necesito de ustedes, señores, que trabajéis juntos para conseguir el remedio, sea brebaje o
conjuro que me impida ser tan absurdamente optimista como para no ver los hechos y tan
ridículamente pesimista como para oprimir y dañar a los que quiero.
Los sabios aceptaron el reto y durante semanas trabajaron en el problema del rey. Sin
embargo todas las alquimias, todos los hechizos y todas las hierbas no consiguieron encontrar
la respuesta al asunto planteado. Entonces se presentaron ante el rey y le contaron su fracaso.
Esa noche el rey lloró.
A la mañana siguiente, un extraño visitante le pidió audiencia. Era un misterioso hombre de tez
oscura y raída túnica que alguna vez había sido blanca.
-Majestad - dijo el hombre con una reverencia -, en el lugar de donde vengo se habla de tus
males y de tu dolor. He venido a traerte el remedio. Y bajando la cabeza, acercó al rey una
cajita de cuero. El rey, entre sorprendido y esperanzado, la abrió y buscó dentro de la caja. Lo
único que había era un anillo plateado.
-Gracias - dijo el rey entusiasmado - ¿es un anillo mágico?
-Por cierto lo es - respondió el viajero -, pero su magia no actúa sólo por llevarlo en tu dedo...
Todas las mañanas, apenas te levantes, deberás leer la inscripción que tiene el anillo. Y
recordar esas palabras cada vez que veas el anillo en tu dedo.
El rey tomó el anillo y leyó en voz alta: "Debes saber que esto también pasará."
Anónimo
UN TROPIEZO
Publicado en Cuentos Rodados, Editorial Patria Grande
El Chaco ardía en el algodonal. Mediaba enero, y Ciriaco se había levantado muy temprano a
fin de aprovechar el fresco de la mañana para pegar la última carpida al tabloncito de algodón
que tenía en un claro del monte, como a siete cuadras de la casa. Comenzaban ya a preñarse
los capullos tratando de reventar en una mano abierta que regalaba la blanca fibra.
Serían cerca de las once de la mañana. Estaba con la azada en la mano desde las cinco, y
ahora el cansancio se desparramaba por su cuerpo lo mismo que el sudor que lo deshidrataba
dejándole huellitas de sal al secarse. Tenía sed y esperaba llegar cuando antes a su rancho
para refrescarse bajo el chorro de agua de la bomba y beber después despacio y a sorbos
lentos. Conocía los peligros del agua fresca para el que la bebe con ansia y con el cuerpo
recalentado por las faenas del campo.
Decidió acortar el camino. En lugar de hacerlo por la huella que bordeaba un rastrojo viejo lleno
de malezas, lo cortó derecho por entre los yuyos altos y la gramilla espesa. Con la azada al
hombro, y arrastrando a medias sus viejas alpargatas, trataba de avanzar por entre el malezal
donde el año anterior había tenido la chacra. Iba distraído de lo que hacía y concentrado en lo
que le esperaba. Ni tiempo tuvo de darse cuenta, cuando sus pies tropezaron en un gran bulto
que estaba escondido entre el pastizal.
No hubo manera de evitar la costalada. Instintivamente arrojó a un lado la azada, para no
lastimarse con ella, y dejó que el cuerpo cayera lo más flojo posible, para evitar quebraduras.
Se dio un tremendo golpe que apenas si lograron mitigar las ramas del yuyo colorado que lo
recibió, junto con algunas rosetas traicioneras. Desde adentro le nació la necesidad de
desahogarse con una maldición. ¡Lo que le faltaba al día!
Pero se contuvo. Si había tropezado, con algo sería. ¿Y si aquello fuera una sandía? Se puso
de pie, y recogiendo la azada, fue despejando el lugar donde terminaban las huellas de sus
pisadas y comenzaba la de su cuerpo. Y efectivamente, allí entre la gramilla alta y los yuyos
frondosos, estaba una hermosa sandía con la guía medio seca. Pesaba como veinte kilos.
Seguramente alguna semilla de la cosecha anterior había germinado entre el rastrojo, y ahora
le ofrecía su fruto de la única manera que tenía: poniéndoselo delante de sus pies.
A pesar del cansancio, del calor, y de su cuerpo dolorido por la caída, cargó con cariño la
sandía sobre sus hombros y con cuidado completó la distancia que lo separaba de su rancho.
Y mientras de antemano saboreaba la sorpresa que le daría a su patrona, se iba diciendo a sí
mismo:
-¡No hay tropiezo que no tenga su parte aprovechable!
Anónimo
UNA HISTORIA PARA NIÑOS GRANDES
(Salud / Participación / Familia)
"Yo era todavía un niño pequeño. Entre las muchas cosas que me deslumbraban estaba el
viejo teléfono, que en la época era una antigua caja de madera colgada en la pared, con el
auricular suspendido a su costado. Lo que más me intrigaba era que en su interior vivía un
pequeño genio, muy inteligente y amable que sabia todas las cosas: la hora que era, el tiempo
que haría al otro día, el horario de los trenes, los teléfonos de los amigos de mis padres, y su
amabilidad para decir todo lo que mis padres deseaban comunicarles.
Deseaba mucho conocer el nombre de este mago chiquito así que me puse a escuchar todo lo
que mi madre le decía, hasta que descubrí que ella lo llamaba: "Informeporfavor".
Las cosas mágicas siempre tienen nombres largos, como "abracadabra".
Mi primer contacto con "Informeporfavor" se produjo un día que nunca olvidare, cuando mi
madre visitaba una vecina y me dejó sólo por unos minutos. Yo aproveché para bajar al sótano,
en donde mi padre tenía su tallercito casero. Me puse a golpear con el martillo hasta que me di
tal martillazo en un dedo que este se hinchó hasta parecerse a una morcilla. No ganaba nada
con gritar como un loco, pues en la casa no había nadie para escucharme. Pero entonces...
¡¡¡qué maravilla!!! Me acordé del genio "Informeporfavor". Subí tan rápido como pude,
descolgué el teléfono y le hablé: "Informeporfavor". En efecto, él estaba allí. Y además tenía
una suave voz de mujer. Tal vez en vez de un genio era una genia.
En cuanto me respondió, y ya que había alguien para escucharme me puse a llorar con todas
las ganas, y como pude le conté lo que me pasaba. "Estaba sólo en la casa, y me había
golpeado un dedo, y..."Informeporfavor me pregunto "puedes alcanzar en la nevera los cubitos
de hielo". Le dije "sí, puedo". Y me explicó que los aflojara bajo el chorro de agua, que sacara
uno y me lo pusiera sobre el dedo. Eso me hizo mucho bien y pensé que tal vez
"Informeporfavor" había hecho un poco de magia para ayudarme.
Desde entonces yo llamaba en secreto a "Informeporfavor" para consultarla por todo: "Como se
deletrea y se escribe: "fijar". "Como se calcula el área de un cuadrado". "¿Cuál es la capital de
España?" Y enseguida, "Informeporfavor" me decía todo, con una paciencia extraordinaria y
me lo repetía si era necesario.
Pero creo que la más grande ayuda que Sally me dio, fue un día cuando mi adorado canarito
apareció muerto en su jaula. Eso me dolió mucho más que el martillazo en el dedo. Llamé a
"Informeporfavor" y le conté mi profunda tristeza.
¿Puede usted explicarme, - le pregunte- cómo es posible que un pobre pajarito que pasa el día
cantando para alegrarnos a todos, termine un día caído sin poder moverse, ¿en el piso de su
jaula?. Pensó un momento, y luego me dijo: "Tu sabes, hay otros mundos a donde ir a
cantar"... Aquellas palabras me consolaron porque imaginé al pajarito feliz, cantando en otro
mundo tal vez más lindo que el nuestro.
Un día, cuando ya habíamos hablado algunas veces más, me pregunto mi nombre.
Yo le dije "Tom". Y ella me dijo "Me puedes llamar Sally".
Algunas semanas mas tarde, mi padre fue trasladado a causa de su trabajo y fuimos a vivir
bastante lejos del pueblo en donde telefoneaba a Sally.
En la nueva ciudad, cuando llamaba por teléfono a "Informeporfavor", me contestaba alguien
que no era Sally y a Sally nadie la conocía.
Tuve una gran pena.
Luego crecí, y me enseñaron como funcionan los teléfonos y aprendí que los genios no
existían. Entonces tuve más deseos de conocer a esa segunda mamá que era Sally.
Un día, siendo ya un joven empleado tuve que hacer un viaje en avión y descender en transito
cerca de mi antigua aldea natal. Tenía media hora entre dos aviones. Así que fui al teléfono
público, llame y pedí a Sally. Cuando ella me respondió le pregunte: Sally, podrías decirme
¿cómo se deletrea "fijar?”. Pensó un momento y me respondió: "¡Espero que tu dedo ande un
poco mejor!" Y entonces los dos estallamos en una carcajada simultánea.
Le conté mi nueva vida, mi empleo, y le agradecí todo lo que había hecho por mí siendo niño.
Le dije todo lo que ella había significado en mi vida. Pero entonces fue ella la que me dijo, soy
yo la que te debe mucho. No puedes imaginarlo: siempre soñé con tener un hijo, pero no lo
tuve y tu llenaste de manera formidable ese vacío. Cuando nos despedimos le prometí llamarla
cuando volviera, pues seguramente tendría que hacer un viaje similar algunas semanas
después y podría ir a conocerla. Paso un tiempo y el nuevo viaje se produjo.
Entre el cambio de aviones llame a la central telefónica. "Sally, por favor". "¿Es usted un
pariente de Sally?" -contestó otra telefonista.
- "No, pero somos viejos amigos, dígale que es Tom".
"Señor, - me respondió la telefonista- lamento tanto darle esta mala noticia, pero Sally falleció
hace 15 días. Últimamente estaba muy enferma y trabajaba solo medio tiempo, hasta que la
perdimos.
¡Todos la extrañamos tanto!... Pero, espere un poco, usted me dijo ¿qué se llama Tom?
- Sí, señora, Tom.
- ¡Ah!, Sally me dejo antes de abandonar el trabajo una notita para usted.
Espere, aquí esta, ella me dijo que usted comprendería, la nota dice: "Tom, “hay otros mundos
a donde ir a cantar”. ¿Usted puede comprender?
- Sí señora, - pude apenas articular- comprendo... muchas, muchas gracias y adiós. Faltaban
unos minutos para la partida del avión. De vuelta hacia la puerta de embarque me di cuenta
que tenía los ojos húmedos.
Anónimo
UNA SOLA OPORTUNIDAD
(Salud = desarrollo personal)
Un hombre recibió una noche la visita de un ángel. Quien le comunico que le esperaba un
futuro fabuloso: Se le daría la oportunidad de hacerse rico. De lograr una posición importante y
respetada dentro de la comunidad y de casarse con una mujer muy hermosa.
Ese hombre se paso la vida esperando que los milagros prometidos llegasen, pero nunca lo
hicieron, así que al final murió solo y pobre. Cuando llego a las puertas del cielo vio al ángel
que le había visitado tiempo atrás y protesto: "me prometiste riqueza, una buena posición social
y una bella esposa. ¡Me he pasado la vida esperando en vano!.
Yo no hice esa promesa, replico el ángel, "te prometí la oportunidad de riqueza, una buena
posición social y una esposa hermosa".
El hombre estaba realmente intrigado. "No entiendo lo que quieres decir" confesó.
“¿Recuerdas que una vez tuviste la idea de montar un negocio, pero el miedo al fracaso te
detuvo y nunca lo pusiste en practica?” El hombre asintió con un gesto.
“Al no decidirte unos años mas tarde se le dio la idea a otro hombre que no permitió que el
miedo al fracaso le impidiera ponerla en practica, recordaras que se convirtió en uno de los
hombres más ricos del reino”.
También recordaras, prosiguió el ángel “En aquella ocasión, en que un terremoto asolo la
ciudad, derrumbo muchos edificios y miles de personas quedaron atrapadas en ellos. En
aquella ocasión tuviste la oportunidad de ayudar a encontrar y rescatar a los supervivientes,
pero no quisiste dejar tu hogar solo por miedo a que los muchos saqueadores que había te
robasen tus pertenencias: así que ignoraste la petición de ayuda y te quedaste en casa”, el
hombre asintió con vergüenza.
“Esa fue tu gran oportunidad de salvarle la vida a cientos de personas, con lo que hubieras
ganado el respeto de todos ellos” continuó el ángel,
por último ¿recuerdas aquella hermosa mujer pelirroja, que te había atraído tanto? La creías
incomparable a cualquier otra y nunca conociste a nadie igual. Sin embargo, pensaste que tal
mujer no se casaría con alguien como tú y para evitar el rechazo, nunca llegaste a
proponérselo”.
El hombre volvió a asentir, pero ahora las lágrimas rodaban por sus mejillas, “si, amigo mío,
ella podría haber sido tu esposa" dijo el ángel. " Y con ella se te hubiera otorgado la bendición
de tener sanos y hermosos hijos y multiplicar la felicidad en tu vida”.
A todos se nos ofrecen a diario muchas oportunidades, pero muy a menudo, como el hombre
de la historia, las dejamos pasar por nuestros temores e inseguridades.
Pero tenemos una ventaja sobre el hombre del cuento...
“AÚN ESTAMOS VIVOS”
Anónimo
LAS ESCONDIDILLAS
Y ella seguía en mi closet. Escondida. Guardada para no verla; para imaginarme que no
existe.
Tres meses ya lleva en mi closet. Y a veces por las noches mientras sueño, sus olores
nauseabundos me despiertan. Todo se ha vuelto tan ridículo.
Pero hasta eso la situación ha mejorado. Antes era peor. Sus gritos eran peores que los
ronquidos de mi madre. Asustado: después de una pesadilla llegaba a su cama; y para qué:
para que sus ronquidos me desquiciaran. Claro que había un monstruo, pero no bajo mi cama;
estaba en su garganta. En fin, eso ya no importa. No hay ronquidos ni gritos, todo es calma.
Pero si hay olores, pensé que me acostumbraría, pero es intolerable. ¡Hasta mi ropa huele a
muerto! Realmente fue una decisión tonta. Mis vecinos empiezan a sospechar, incluso mis
compañeros de trabajo. Ayer nada más; subí las escaleras ¿y para qué? Para encontrar las
puertas de mi departamento abiertas. Claro, la portera llamó a la compañía de gas reportando
una fuga, al menos eso dijo cuando me vio. Vieja loca, qué sabe ella de fugas de gas.
En fin, creo que mi decisión de esconderla no fue muy buena. La escondí para no verla, para
olvidarla; para olvidarme de que existe. Pero ahí sigue, escondida. He planeado sacarla de mi
casa, pero la gente se daría cuenta. ¡Ya me imagino los chismes! Ja!, como si ellos no
arrumbaran las cosas que olvidan; es más, luego ni las meten al closet, a veces las tiran a la
basura o a veces nada más las avientan a un rincón.
En fin, no sé que me imaginé cuando lo hice; yo que la quiero olvidar, y ella que me obliga a
recordarla.
Armando López
¿POR QUÉ LLORA VICENTE?
Así pasa un tiempo; sin testigos, recordando, oyendo voces, recreando imágenes. Deseando
poder abrir su cráneo en dos y de una buena vez entender todo. Los gritos no lo dejan
concentrarse; la gran tempestad no ha terminado.
El río corre indiferente. Se recuesta sobre su espalda. Unas cuantas nubes, rumiando vientos,
lo observan pasivamente.
Vicente retira las lágrimas de su rostro con los dedos, y un poco de aire trémulo escapa por su
boca. Las nubes continúan mirándolo, y él dormita sintiendo el incómodo cosquilleo de un
insecto sobre su cara.
Cuando sienta hambre y regrese a casa su madre lo estará esperando.
- ¿Adónde andabas, Grillo?
- Por "ay".
Ya no hay rastros visibles, ya no hay rabia contenida; sólo un leve amargo en la garganta. Ya
no hay hormigueo en los brazos ni en el paladar. Todo sigue igual. Mañana temprano tendrá
que conseguir un nuevo cuaderno y otros colores. Pero esta vez no podrá ir con Doña Clara; y
los tendrá que esconder en otro lado; tal vez en casa de Pancho. El domingo robará limosna a
Santa Cecilia para poder pagar lo fiado. Dibujará a la Virgen suspendida sobre el río como una
libélula, y la coronará con algodones. Arrancará la hoja del cuaderno, la doblará muy bien, y la
meterá en la vitrina, y caerá junto a las otras hojas secas; y silencioso, entre velas e incienso,
abandonará la Iglesia.
El hombre está hecho de barro, y los dibujos en la tierra se borran de un soplido.
Armando López
EL ASPECTO DEL CORAJE
Yo sé cual es el aspecto del coraje. Lo vi durante un viaje en avión, hace seis años. Sólo ahora
puedo contarlo sin que se me llenen los ojos de lágrimas.
Cuando nuestro avión despegó del aeropuerto de Orlando, aquel viernes por la mañana,
llevaba a bordo a un grupo elegante y lleno de energía. El primer vuelo de la mañana era el
preferido de los profesionales que iban a Atlanta por asuntos de negocios. A mí alrededor
había mucho traje caro, mucho peinado de estilista, portafolios de cuero y todos los aderezos
del viajante avezado. Me instalé en el asiento con algo liviano para leer durante el viaje.
Inmediatamente después del despegue, notamos que algo andaba mal. El avión se
bamboleaba y tendía a desviarse hacia la izquierda. Todos los viajeros experimentados,
incluida yo, intercambiamos sonrisas sabedoras. Era un modo de comunicarnos que todos
conocíamos esos pequeños problemas. Cuando uno viaja mucho, se familiariza con esas
cosas y aprende a tomarlas con desenvoltura.
La desenvoltura no nos duró mucho. Minutos después nuestro avión empezó a perder altura,
con un ala inclinada hacia abajo. El aparato ascendió un poco, pero de nada le sirvió. El piloto
no tardó en hacer un grave anuncio: -Tenemos algunas dificultades-dijo-:En este momento
parece que no tenemos dirección de proa. Nuestros indicadores señalan que falla el sistema
hidráulico, por lo cual vamos a regresar al Aeropuerto de Orlando. Debido a la falta de
hidráulica, no estamos seguros de poder bajar el tren de aterrizaje. Por lo tanto, los auxiliares
de vuelo prepararán a los señores pasajeros para un aterrizaje de emergencia. Además, si
miran por las ventanillas verán que estamos arrojando combustible. Queremos tener la menor
cantidad posible en los tanques, por si el aterrizaje resulta muy brusco.
En otras palabras, íbamos a estrellarnos. No conozco espectáculo más apabullante que el de
esos cientos de litros de combustible pasando a chorros junto a mi ventanilla. Los auxiliares de
vuelo nos ayudaron a instalarnos bien y reconfortaron a los que ya daban señales de histeria.
Al observar a mis compañeros de vuelo, me llamó la atención el cambio general de semblante.
A muchos se los veía ya muy asustados. Hasta los más estoicos se habían puesto pálidos y
ceñudos. Estaban literalmente grises, aunque me costara creerlo. No había una sola
excepción. "Nadie se enfrenta a la muerte sin miedo", pensé. Todo el mundo había perdido la
compostura, de un modo u otro.
Comencé a buscar entre el pasaje a una sola persona que mantuviera la serenidad y la paz
que en esos casos brindan un verdadero coraje o una fe sincera. No veía a ninguna.
Sin embargo, un par de filas a la izquierda sonaba una serena voz femenina, que hablaba en
un tono absolutamente normal, sin temblores ni tensión. Era una voz encantadora, sedante. Yo
tenía que encontrar a su dueña.
A mí alrededor se oían llantos, gemidos y gritos. Algunos hombres mantenían la compostura,
pero aferrados a los brazos del asiento y con los dientes apretados; toda su actitud reflejaba
miedo.
Aunque mi fe me protegía de la histeria, yo tampoco habría podido hablar con la calma y la
dulzura que encerraba esa voz tranquilizadora. Por fin la vi.
En medio de todo ese caos, una madre hablaba con su hija. Aparentaba unos treinta y cinco
años y no tenía rasgo alguno que llamara la atención. Su hijita, de unos cuatro años, la
escuchaba con mucha atención, como si percibiera la importancia de las palabras. La madre la
miraba a los ojos, tan fija y apasionadamente que parecía aislarse de la angustia y el miedo
reinantes a su lado.
En ese momento recordé a otra niñita que, poco tiempo antes, había sobrevivido a un terrible
accidente de aviación. Se creía que debía la vida al hecho de que su madre hubiera ceñido el
cinturón de seguridad sobre su propio cuerpo, con su hija atrás, a fin de protegerla. La madre
no sobrevivió. La pequeña pasó varias semanas bajo tratamiento psicológico para evitar los
sentimientos de culpa que suelen perseguir a los sobrevivientes.
Se le dijo, una y otra vez, que la desaparición de la madre no era culpa de ella.
Rezando porque esta situación no acabara igual, agucé el oído para saber qué decía esa mujer
a su hija. Necesitaba escuchar.
Por fin, algún milagro me permitió distinguir lo que decía esa voz suave, segura y
tranquilizante. Eran las mismas frases, repetidas una y otra vez.
-Te quiero muchísimo. Sabes, ¿verdad? , que te quiero más que a nadie. -Sí, mami- repuso la
niña.
-Pase lo que pase, recuerda siempre que te quiero. Y que eres buena. A veces suceden cosas
que no son culpa de uno. Eres una niña muy buena y mi amor te acompañará siempre.
Luego la madre cubrió con su cuerpo el de su hija, abrochó el cinturón de seguridad sobre
ambas y se preparó para el desastre.
Por motivos ajenos a esta tierra, el tren de aterrizaje funcionó y nuestro descenso no fue la
tragedia que esperábamos. Todo terminó en pocos segundos.
La voz que oí aquel día no había vacilado ni por un instante, sin expresar duda alguna, y
mantuvo una serenidad que parecía emocional y físicamente imposible. Ninguno de nosotros,
avezados profesionales habría podido hablar sin que le temblara la voz. Sólo el mayor de los
corajes, ayudado por un amor más grande aún, pudo haber sostenido a esa madre y elevarla
por sobre el caos que la rodeaba.
Esa mamá me demostró cómo es un verdadero héroe. Y en esos pocos minutos oí la voz del
coraje.
Casey Hawley
LOS GRANDES MUEBLES DE SALA
Tímidos habitantes nocturnos de lo más profundo de lejanas llanuras del Asia Central, los
grandes muebles de sala habitaron hasta hace relativamente pocos años las estepas de
jugosos pastos y grandes ríos apacibles.
Los guerreros mongoles, audaces jinetes en pequeños caballos de largas crines, que cazaban
con poderosas flechas la pantera nebulosa y el lobo estepario, nunca se atrevieron a matar un
solo mueble de sala.
El Gran Khan descansaba después de las batallas reclinado en un enorme sofá amaestrado,
que dormía plácidamente la mayor parte del día en la penumbra de su tienda. Los aguerridos
hombres de la estepa, considerados salvajes por los europeos de su época, eran sin embargo,
extremadamente tiernos con los grandes muebles de sala, a los que protegían y veneraban
considerándolos dioses del descanso.
Menos razonables que los mongoles fueron los exploradores europeos, que no dudaron en
cazar a sangre y fuego los pacíficos animales, al descubrir que podían hacer con ellos un
magnífico negocio. En vista de que los ejemplares que intentaban llevar vivos a Europa morían
de tristeza una vez abandonaban su hábitat, los naturalistas disecaron y montaron algunos en
una estática actitud, para ser enviados a los grandes museos. Rellenándolos de paja y usando
resortes de alambre, hicieron un burdo remedo, una vulgar imitación de los mullidos vientres de
los pacíficos animales, que a pesar de ser sólo una infame copia del original, causaron
sensación en el público al divulgarse el uso que les daban los jefes mongoles a los ejemplares
que habían domesticado.
Los pedidos no se hicieron esperar. Reyes, príncipes, duques y papas, la nobleza de alcurnia y
la nobleza del dinero encargaron hasta tres y cuatro juegos de sala completos para alegrar
palacios y jardines.
Indefensos como la mayoría de los grandes animales nocturnos, los cazadores los
ahuyentaban por centenares incendiando los juncales donde habitaron por siglos, arreándolos
en ruidosas batidas hasta los mataderos de la llanura abierta donde los sacrificaban a garrote
para no dañar las pieles.
Fue un proceso de extinción semejante al que acabó con la mayoría de los bisontes
americanos y los grandes herbívoros africanos, con la dolorosa diferencia que los grandes
muebles de sala desaparecieron totalmente. Los cazadores furtivos, la soledad, la tristeza de
los criaderos asolados y algunas plagas como el comején y la polilla acabaron con los
poquísimos ejemplares que habían sobrevivido, en parajes aislados, a la inmisericorde
persecución llevada a cabo por los europeos.
De esta manera los fabricantes se adueñaron del mercado, inundándolo con las vulgares
imitaciones en varios estilos, que nada tienen que ver con la ternura y la gracia de los
originales. Las exorbitantes ganancias les alcanzaron hasta para pagar avisos de prensa en los
que se decía que la masacre de los grandes muebles de sala era una invención de naturalistas
celosos de la industria, de científicos exagerados y de ecólogos románticos enemigos del
progreso; y que esa maravilla de la fauna, junto con el pájaro Dodó y el lobo de Tasmania, las
otras joyas perdidas de la naturaleza, eran invenciones de viajeros alucinados.
Celso Román – Colombia
¡NINGUNO!
El pequeño Chad era un muchachito tímido y callado. Un día, al llegar a casa, dijo a su madre
que quería preparar una tarjeta de San Valentín para cada chico de su clase. Ella pensó, con el
corazón oprimido: "Ojalá no haga eso", pues había observado que, cuando los niños volvían de
la escuela, Chad iba siempre detrás de los demás. Los otros reían, conversaban e iban
abrazados, pero Chad siempre quedaba excluido. Así y todo, por seguirle la corriente compró
papel, pegamento y lápices de colores. Chad, dedicó tres semanas a trabajar con mucha
paciencia, noche tras noche, hasta hacer treinta y cinco tarjetas.
Al amanecer del Día de San Valentín, Chad no cabía en sí de entusiasmo. Apiló los regalos
con todo cuidado, los metió en una bolsa y salió corriendo a la calle. La madre decidió
prepararle sus bizcochos favoritos, para servírselos cuando regresara de la escuela. Sabía que
llegaría desilusionado y de ese modo esperaba aliviarle un poco la pena. Le dolía pensar que él
no iba a recibir muchos obsequios. Ninguno, quizá.
Esa tarde, puso en la mesa los bizcochos y el vaso de leche. Al oír el bullicio de los niños, miró
por la ventana. Como cabía esperar, venían riendo y divirtiéndose en grande. Y como siempre,
Chad venía último, aunque caminaba algo más deprisa que de costumbre.
La madre supuso que estallaría en lágrimas en cuanto entrara. El pobre venía con los brazos
vacíos. Le abrió la puerta, haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas.
-Mami te preparó leche con bizcochos-dijo.
Pero él apenas oyó esas palabras. Pasó a su lado con expresión radiante, sin decir más que:
-¡Ninguno! ¡Ninguno!
Ella sintió que el corazón le daba un vuelco.
Y entonces el niño agregó:
-¡No me olvidé de ninguno! ¡Ninguno!
Dale Galloway
UNA TIERNA CARICIA
De "Chocolate caliente para el Alma De Las Parejas
Lo que viene del corazón, toca el corazón
Don Sibet
Michael y yo no nos dimos cuenta que la camarera había venido y había puesto los platos
sobre la mesa. Estábamos sentados en un pequeño restaurante alejado del alboroto de la calle
Tres, en Nueva York. Ni siquiera el aroma de nuestros panqueques rellenos, recién llegados,
resultó un impedimento para nuestra entusiasta charla. De hecho, los panqueques
permanecieron hundidos en su crema durante bastante tiempo. Estábamos disfrutando
demasiado como para pensar en comer.
La conversación, aunque no profunda, era vivaz.
Nos reímos al recordar la película que habíamos visto la noche anterior, y no estuvimos de
acuerdo acerca del sentido del texto que acabábamos de leer para nuestro seminario de
literatura. Él me habló del momento en que había dado el drástico paso hacia la madurez al
convertirse en Michael y negarse a seguir respondiendo al nombre de “Mikey”. ¿Había sido a
los doce o a los catorce años? No lo recordaba, pero sí recordaba que su madre lloraba y que
había dicho que él estaba creciendo con demasiada rapidez. Mientras nos dedicábamos a
nuestros panqueques de arándanos, yo le hablé de los arándanos que mi hermana y yo
solíamos recoger cuando íbamos a visitar a nuestros primos al campo. Recordaba que siempre
terminaba los míos antes de volver a la casa, y mi tía me prevenía acerca de algún fuerte dolor
de estómago. Por supuesto, nunca tuve ninguno.
Mientras nuestra dulce conversación continuaba, mis ojos recorrieron el restaurante y se
detuvieron en un pequeño reservado donde estaba sentada una pareja de edad. El vestido
floreado de la mujer parecía tan falto de color como el almohadón donde ella había apoyado su
gastada cartera. La cabeza calva del hombre brillaba tanto como el huevo duro que estaba
comiendo a pequeños bocados. Ella también comía su avena con una lentitud casi tediosa.
Pero lo que me llevó a pensar en ellos fue su imperturbable silencio. Me pareció que un vacío
melancólico invadía aquel pequeño rincón. Mientras mi charla con Michael fluctuaba de risas a
susurros, de confesiones a opiniones, la intensa quietud de aquella pareja me llamó la
atención. “Qué triste –pensé- haberse quedado sin cosas para decir. ¿No hay otra página que
hayan vuelto todavía en la historia de cada uno? ¿Y si eso nos pasa a nosotros?”
Michael y yo pagamos nuestra modesta cuenta y nos levantamos para salir del restaurante.
Cuando pasamos junto al rincón donde se encontraba la pareja de edad, por casualidad se me
cayó la billetera.
Al inclinarme para recogerla, vi que sus manos libres estaban suavemente entrelazadas.
¡Habían estado de la mano todo ese tiempo!
Me incorporé y me sentí puesta en mi lugar por el simple pero profundo acto de unión que
había tenido el privilegio de observar. La caricia de aquel hombre recibía de los dedos
cansados de su esposa, llenó no sólo lo que yo había percibido como un rincón
emocionalmente vacío, sino también mi propio corazón. El de ellos no era el silencio incómodo
cuya amenaza uno siempre presiente detrás de una respuesta ingeniosa o el final de una
anécdota en una primera salida. No, el de ellos era un estado de calma y serenidad, un amor
gentil, consciente de que no siempre se necesitan palabras para expresarse.
Probablemente habían compartido esa hora de la mañana durante largo tiempo, y tal vez ese
día no era distinto al de ayer, pero se hallaban en paz con respecto a eso, y también el uno con
el otro.
Tal vez, pensé, mientras Michael y yo salíamos de allí, no iba a ser tan malo que algo similar
nos pasara a nosotros algún día. Tal vez, incluso fuera agradable.
LA AUSENTE SENCILLEZ
¿Por qué se hace hoy tan difícil la sencillez?
¿Por qué hay tan pocos gestos sencillos, sonrisas sencillas, gustos, amores, expresiones,
personas, conversaciones, modas y vidas sencillas?
Estamos inundados de artificio, amaneramiento, doblez, disimulo, sofisticación, cursilería, y
afectación.
¿Por qué siendo tan fácil ser sencillo se elige la complicación de lo sofisticado?
¡Qué absurdo empeño en colorear la gota limpia y transparente de agua clara!
De niños fuimos muy sencillos. Cuando empezamos a ser mayores, aprendemos e imitamos la
necia afectación hipócrita de los mayores.
¿Por qué hacer complicado lo que es simple?
Lo verdadero, si es sencillo, es más verdadero.
Lo bello, si es sencillo, es más hermoso.
Lo bueno, si es sencillo y simple es mejor.
Amar las cosas sencillas, los modos sencillos, las costumbres sencillas, las palabras sencillas...
El ser más perfecto es el más simple.
Ocurre en la vida moderna como si existiera una competencia habitual por ver quién llama más
la atención por lo extravagante y afectado.
Y se ha llegado a ver todo ello como normal. Es uno de los signos de nuestro tiempo.
Darío Lostado
DEL SENDERO DEL MAGO
El más puro de los caballeros que sirvió a Arturo fue Galahad, a pesar de tener en común con
el rey el hecho de haber sido concebido fuera del matrimonio.
Aunque el hecho de que Galahad fuese hijo natural de Lancelot, no conllevaba estigma alguno,
cuando llego el día en que debía convertirse en paladín de una dama de la corte, el rey Arturo
se opuso y manifestó su descontento.
- "No permitiré que seas el paladín de ninguna dama noble", declaró Arturo.
Galahad se ruborizó y tartamudeó:- "Pero mi señor, todo caballero debe servir a una dama para
demostrarle la pureza de su amor".
"¿Qué sabes tu del amor?" Preguntó Arturo de una manera tan incisiva que Galahad se
ruborizó todavía más intensamente. "Si estás tan ansioso de luchar por una dama, te
presentaré a tres para que escojas".
El rey mandó llamar inmediatamente a Margaret, una vieja lavandera de cabello cano y con
verrugas en la nariz. "¿Le servirás a ella por amor, gentil caballero?, -le preguntó Arturo. La
confusión de Galahad fue enorme. "No comprendo mi señor" murmuró.
Arturo lo miró fijamente he hizo salir a la mujer. "Traigan a otra", ordenó. Esta vez trajeron a
una niña recién nacida. "Si Margaret te pareció demasiado vieja y fea, entonces ¿Qué piensas
de esta dama? Es de noble cuna y no puedes negar su hermosura". Aunque no había duda de
que la niña era muy hermosa, la confusión de Galahad, iba en aumento. Sacudió la cabeza.
"Este amor del que hablas es un amo difícil de complacer" dijo Arturo. Mandó llamar a una
tercera dama, y esta vez entró Arabela, una preciosa niña de doce años. Galahad la miró y
trato de reprimir la ira. "Mi señor, es apenas una jovencita y mi media hermana", dijo.
"Pediste una dama a la cual servir" dijo Arturo, "y he sido lo bastante generoso como para
presentarte a tres. Ahora debes decidir".
Galahad, estaba aturdido. "¿Por qué te burlas de mí, de ese modo?", preguntó.
Arturo hizo un gesto con la mano, y en pocos minutos, salió todo el mundo del gran salón y
ellos dos quedaron solos. "No me burlo de ti", le dijo. "Trato de mostrarte algo que aprendí de
mi maestro Merlín".
Galahad alzó los ojos y vio que el ceño de Arturo se había suavizado. "Mis caballeros dicen
servir a sus damas por amor", prosiguió el rey, "y, a pesar de sus votos de amar castamente, la
mayoría de las veces sienten pasión por aquellas a quienes sirven, ¿no es verdad?, Galahad
asintió. "Y cuanto más grande es su pasión por las damas, mayor es su celo de servirles,
¿verdad?, preguntó Arturo. El joven caballero asintió de nuevo. "Merlín me enseñó otra forma
de amar", dijo Arturo. "Piensa en la anciana, en la niña recién nacida y en la jovencita que es
tu hermana. Todas ellas son manifestaciones de lo femenino, y en la medida en que esas
formas cambian, lo que llamas amor, cambia con ellas. Cuando dices que estás enamorado, lo
que realmente estás diciendo es que has satisfecho una imagen que llevas dentro.
"Así es como comienza el apego, con la inclinación por una imagen. Podrías afirmar que amas
a una mujer, pero si ella llegara a traicionarte con otro hombre, tu amor se trocaría en odio.
¿Por qué? Porque tu imagen interior ha sido mancillada y, puesto que ésa era la imagen que
amabas, el hecho de que haya sido traicionada, te provoca ira".
"¿Qué puedo hacer al respecto?", preguntó Galahad. "Mira más allá de tus emociones, las
cuales cambiarán constantemente y pregúntate que hay detrás de la imagen. Las imágenes
son fantasías que existen para protegernos de algo que no deseamos enfrentar. En este caso
se trata del vacío. A falta de amor por ti mismo, creas una imagen para tapar el vacío. De allí, el
intenso dolor que causa un rechazo o una traición en el amor, porque deja expuesta la herida
abierta de tu propia necesidad".
"El amor, es considerado como algo muy hermoso y elevado", se lamentó
Galahad, "no obstante, tú lo haces sonar como algo horrible".
Arturo sonrió. "Lo que SUELE considerarse amor, puede tener consecuencias terribles, pero
ese no es el final de la historia. El amor tiene un secreto. Merlín me lo contó hace muchos
años, como yo te lo confío ahora: Cuando puedas amar a una anciana, a una niña y a una
jovencita de la misma manera, serás libre para amar más allá de la forma. Entonces se
desatará dentro de ti la esencia del amor, que es una fuerza universal. Y dejarás de sentir
apego -el llamado silencioso, al cual obedece el amor".
Deepak Chopra
LA CAMPANA DE PLATA
Se cuenta de un rey que hizo colocar una campana de plata en una torre muy alta de su
palacio, al comenzar su reinado. Él anunció que haría sonar la campana cada vez que
estuviera feliz, para que sus súbditos supieran de su alegría.
La gente esperaba el sonido de la campana de plata, pero esta permanecía silenciosa. Los
días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, y los meses en años. Pero la
campana no sonaba para avisar que el rey era feliz.
El rey envejeció y finalmente yacía en su lecho de muerte en el palacio. A medida que algunos
de sus llorosos súbditos llegaban para acompañarlo, él descubrió que su gente realmente le
había amado todos estos años.
Finalmente el rey fue feliz. Poco antes de morir, tiró de la cuerda de la campana de plata, para
hacerla sonar.
Piensa en esto "toda una vida de infelicidad, porque él no sabia que era muy querido y
aceptado por sus leales súbditos".
Hay muchas personas que pasan por la vida sin saber que son queridas y apreciadas por los
demás. Quizás son aquellos que están cerca de ti los que necesitan el calor de saber que
alguien piensa en ellos.
Donald Hunger Ford
EN LA CELDA
Cuando apareció por primera vez, sentí una sensación admonitoria, como de viejo augurio
cumplido. Todo en ella delataba su conjura contra mí, sabia que a partir de aquel momento no
podría escapar a mi desgracia.
Nos acomodamos en mi estrecho cuarto como pudimos, no le pregunté como había llegado,
ella no me preguntó como había vivido, firmamos un tácito acuerdo de complicidad, era la única
manera de sobrevivir.
Pero el acuerdo no resultó equitativo, no por culpa de ella, sino por culpa mía, yo necesitaba de
alguien en mi vida, pero no de cualquier manera, lo necesitaba de manera absorbente, ella así
lo entendió, por eso no puedo culparla de nada, si acaso hay un culpable, ese soy yo.
Diría que ella se limitó a complacerme, desde ese punto de vista, fue una gran compañera, casi
una amante ideal.
Por los hechos posteriores, al menos como los dio a conocer la prensa, podría pensarse que
nuestra intimidad era algo turbulenta, truculenta, sin embargo, ahora puedo afirmar que fue una
relación inocente. Sí, inocente, pues, ella conocía esa otra parte de mí que me repugnaba por
sucia y con un gran sentido de la caridad dedicaba los mejores instantes de nuestra intimidad a
complacerla. Me asustaba su proceder, me reprochaba el permitirle hacerlo, sabía que con eso
caía en sus manos, entregaba mis armas, a veces llegaba a detestarla, pero el placer era
superior a mí, a mis intenciones. Su actitud en esos momentos me remitía a su pasado, no
podía imaginarla distinta de una puta, entonces me sentía despreciable, rebajado al nivel de mi
propia existencia.
Después de esos momentos me sentía débil, incapaz de expulsarla, sabía que me destruiría,
que me acercaría al final, pero también sabia que no podría evitarlo.
Estaba vencido y ella lo sabia, se regodeaba con su victoria, jugaba con su dominio, era un
juego peligroso, pero ella no lo creía así, me consideraba un ser inofensivo y sin embargo
dispuesto a proteger. Fue su exceso de confianza en mí, lo que la perdió, cuando lo
comprendió ya era demasiado tarde, su suerte ya estaba echada.
Muchas veces quise tirarle sus trapos a la calle, pero su sumisión me vencía, quería hacerle
comprender que lo hacia por ella, por su seguridad, pero las palabras no me alcanzaban, ella
interpretaba esto como impotencia, como dominio de ella sobre mí y quizás se reía en su
interior, quizás se burlaba de mí, estaba muy equivocada.
Tal vez no estaba equivocada, tal vez estaba en lo cierto y el equivocado era yo, por eso
cuando lo comprendí, no quise darle la razón y entonces cometí el acto supremo, el único acto
que podría darme la razón.
La vez que llamó un hombre preguntando por ella no quise averiguar quién era ni qué quería,
estábamos en una lucha sin cuartel y la indagación podría perderme, así que la golpeé
salvajemente, con ruindad, sin inmutarme. Después de la paliza ella siguió limpiando el cuarto
tranquilamente, me desplomé sobre la cama, había cometido un gran error, ahora si estaba
perdido, le había dado su primer gran triunfo sobre mí, ahora ya nada podría salvarme.
Desde ese día empecé a temerle, progresivamente fui sintiendo un gran temor, empezó a
asustarme su presencia, los días se me fueron llenado de pánico.
Segura de su dominio se paseaba de manera amplia por el cuarto, yo trataba de ocupar el
menor espacio posible, por regla general siempre me recogía en un rincón, no quería alterar su
espacio, ni interrumpir su peregrinaje hacia todas mis cosas.
En aquellos momentos deseaba con fervor una excusa para matarla, la presencia de un
amante por ejemplo, sin embargo, sabia que no tendría fuerzas para cumplirlo, su pródigo
desdén me desarmaba.
Una vez intente el contraataque, ocurrió en la noche, me deslice como una babosa por junto a
su cuerpo, intente sujetarle los muslos desnudos pero la humedad y el calor de su sexo tan
próximo a mis manos me obligó a la retirada, sentí temor de perder mi dominio personal, luego
inicie el ataque por los hombros, me sentía mas seguro por estos lados, recorrí su espalda y
sus caderas, un ligero estremecimiento de sus labios me indico que ganaba terreno, cuando
abarqué su vientre con mis manos, su piel se deshizo en un tenue oleaje continuo de rítmicas
sensaciones de colores sin mirar y fragancias sin oler, no pude resistir, me hundí en aquellas
carnes húmedas hasta el final; qué me importaban orgullo, dignidad o seguridad personal,
podía perder la vida allí mismo, no me importaba, me habría sentido glorioso; había iniciado un
viaje sin retorno por el río de la degradación.
Cuando desperté me sentí despreciable. Creo que llovía, al menos yo tenia húmedos los
huesos. La mire con horror, nunca antes me había parecido tan dominante, era como un
montón de redondeces que amenazaban con venirse encima. Con temor, casi con veneración
me escurrí por entre la cobija, cuando alcance el suelo, una alegría infinita me acelero el
corazón.
Me observé en el espejo, sobrevivía, había sobrevivido a aquella tentativa sobrehumana para
mí, esto me llenó de valor y de esperanza, seguramente saldría con vida de aquella
encrucijada, en que me había metido.
Pero esa frágil tentativa de libertad no borró el miedo que sentía por la mujer, como habría sido
mi deseo, antes por el contrario lo agudizó más, ya no me atrevía a insinuarle nada de nada,
ella se fue apoderando de mis cosas, empezó a determinar mis acciones, a regularlas, no era
difícil para ella, mis acciones eran bien pobres por lo demás, no tenía mucho en que esparcir
mis deseos, en realidad todo se circunscribía al espacio que ella ocupaba, tal vez por eso se
sentía en la obligación de ordenármelo todo.
Cuando yo intentaba decirle algo, recriminarle algo, me miraba con ojos apacibles, con ojos
cansados de comprender, su respiración me recordaba el pacto inicial, pacto que yo había roto
en la creencia de ser capaz de tener una mujer, entonces no me quedaba otra alternativa
distinta a callarme.
Una vez más sentí ganas de tirarla a la calle sin explicarle nada, no quise meditar mi
resolución, simplemente cogí sus vestidos y los arroje a la calle, me miró con ojos llenos de
compasión, su mirada decía que lo entendía todo, su actitud al empezar a recoger sus cosas
mostraba un ser infinitamente culpable, un ser que se sentía infinitamente despreciable, no
pude soportar esa visión, rápidamente recogí sus vestidos de la calle para luego acomodarlos
en el sitio que ocupaban en la habitación, me reprochaba a mi mismo este gesto de debilidad,
sabia que me estaba perdiendo, que me estaba hundiendo hasta que no quedara de mí más
que una superficie grasienta por medio de la cual se podría adivinar que allí había existido un
hombre, pero no podía evitarlo.
Me consolaba y trataba de justificar mi situación diciéndome que vivía emociones fuertes, en
realidad la única emoción fuerte era el miedo. Tuve que confesarme que el miedo siempre lo
había experimentado, por eso no era una emoción fuerte, puesto que no era una sensación
nueva, ya que todo lo nuevo es lo que sentimos como fuerte.
Desde ese día todo fue un infierno para mí, había perdido la excusa principal para justificarme,
si acaso, sería un cobarde y sin embargo esto tampoco era nuevo, pues, siempre había sido un
cobarde y ella estaba ahí para recordármelo, ahora lo comprendía todo, ahora comprendía el
porque de mi miedo hacia ella, no era por su posesión violenta a través de la sumisión, no era
que ella me hubiera quitado mi espacio, simplemente ella, desde que había llegado se había
convertido en el hecho permanente que recordaba mi cobardía, mi incapacidad, mi inutilidad,
ahora estaba todo claro, ahora solo restaba negar todo ello con un acto supremo que me
reivindicara ante mí mismo, así que tome un cuchillo, el de la cocina, entre otras cosas, y la
maté.
Sí, la maté, no podía soportarla un día mas como el espejo de mi decadencia, de mi realidad
interior.
Ella simplemente trataba de sobrevivir, yo era su plato de comida diario, sin embargo ¿no es
esto más cruel todavía? es mejor no pensar más, ya no vale la pena reflexionar sobre eso,
después de todo... después de todo ya es de día y creo que no ha cambiado mucho mi vida,
por eso no me asusta mi situación actual, ya tengo algo definido, muchos años en prisión.
Edgar Samboní Andrade – Colombia
CELEBRACIÓN DE LA FANTASÍA
JUEGO
Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un
grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar,
enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la
lapicera que tenía, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí
dibujarle un cerdito en la mano.
Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de
niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de
mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente,
otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón.
Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba mas de un metro del
suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:
-Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo
-Y anda bien -le pregunté
-Atrasa un poco -reconoció.
Eduardo Galeano
TERAPIA INTENSIVA
Lo encontraron en su casa de Buenos Aires, caído en el suelo, desmayado, respirando
apenitas. Mario Benedetti había sufrido el más feroz ataque de asma de toda su vida.
En el Hospital Alemán, el oxígeno y las inyecciones lo devolvieron, poquito a poco, al mundo, o
a algún otro planeta más o menos parecido. Cuando alzaba los párpados, veía muñequitos que
bailaban, tomados de la mano, en la remota pared, y entonces volvía a sumergirse en un
silencio asueñado y ausente. Estaba molido. Había sido aporreado por Joe Louis, Rocky
Marciano y Cassius Clay, todos a la vez, aunque él nunca les había hecho nada.
Escuchó voces. Las voces iban y venían, se acercaban, se alejaban, y en alemán decían algo
así como mal, mal, lo veo muy mal; un caso difícil, difícil; quién sabe si pasa de esta noche.
Mario abrió un ojo y no vio muñequitos. Vio unas túnicas blancas, al pie de su cama. Con voz
de bandera arriada, preguntó:
—¿Tan grave estoy?
Lo preguntó en perfecto alemán. Y uno de los médicos se indignó:
—¿Y usted por qué habla alemán, si se llama Benedetti?
El ataque de risa lo curó del ataque de asma y le salvó la vida.
Eduardo Galeano
AYER
Tuvo que pasar mucho tiempo para que me diera cuenta de que el viento había cesado, de que
la palidez de la luna iluminaba una estrecha franja del cuarto, alargando la silueta de los
objetos más próximos a la ventana. Desde mi rincón intuí, más que vi, la vaga forma de un
espejo; la forma inconcreta de un mueble cualquiera consiguió llenarme de congoja,
dejándome la sensación de vacío que aún hoy puedo sentir de vez en cuando. Al tiempo de
levantarme, un pesado cenicero se volcó sobre la mesa. No me preocupé por limpiar nada.
Tampoco quise mirar por encima del hombro cuando atravesé aquella puerta.
La mañana siguiente fue especialmente desagradable en todos sus aspectos. La sensación de
fracaso que me inundaba, al mismo tiempo contribuía a desorientarme y a afianzar la pálida
melancolía que se iba apoderando de mi persona. De una manera un tanto mecánica entablé
de nuevo relaciones forzadas con la vida, ocupándome de los rutinarios quehaceres
domésticos con desgana. Tuve con demasiada lucidez la sensación de que, antes de limpiarlo
de nuevo, el polvo acumulado sobre los muebles ya lo había visto antes, de una manera
idéntica; el simétrico vuelo del ave que rompió la pulida superficie de un espejo, apenas
vislumbrado de reojo en una fracción de segundo, me recordó lo ya sucedido. No obstante,
decidí olvidarlo todo y releí, pues tuve tiempo para ello, un viejo relato de London, que me dejó
insatisfecho en medio de esa estúpida sensación que los acontecimientos presentidos dejan
por algún tenebroso rincón del inconsciente. Como en un sueño dirigí mis pasos esa jornada
repetida, pues poco a poco empecé a darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Algo vago
como un presentimiento se hizo al fin hueco en mi pecho. Y comencé a preocuparme.
Hacia mediodía consumí los mismos alimentos que en la precedente había engullido, sin
hambre; bebí los mismos caldos; me derrumbé en la cama de la misma manera desconsolada
y cansina; me levanté una media hora más tarde, con la misma sensación de ahogo que en la
víspera me aprisionó la garganta; las mismas lágrimas bañaron mi rostro entonces, pues sabía
con claridad estremecedora a lo que estaba abocado.
Decidí salir a la calle y romper así la simetría. Pero no pude hacerlo. Recordé los desesperados
esfuerzos que todo eso me había costado en otro momento, hacía veinticuatro horas justas.
Una y otra vez regresé a esa puerta cerrada, aunque de sobra sabía que jamás llegaría a
franquearla. En mi desesperación, cogí el teléfono; lo colgué sin hacer llamada alguna; volví a
la puerta, al teléfono, con el abatimiento del tigre enjaulado, con el abandono de la falta de
fuerzas ante lo que se sabe ineludible.
Pensé en saltar por la ventana, pero me di cuenta de que ya lo había pensado y de que me iba
a ser del todo imposible hallar una solución no sopesada con anterioridad, en ese cuarto, en
esa jaula idéntica de tiempo repetido. Por último, me relajé en mi asiento y fui testigo de la
caída de la tarde. Era miércoles, veinticinco de enero. Una fría luz difuminada, como
corresponde a esa época del año, se agolpaba en la sala. Los muebles en el cuarto se tornaron
con el tiempo fantasmales, atenuándose de una manera ilógica, hasta que desapareció por
completo su aparente consistencia. Ni siquiera me molesté en dar las luces de la casa.
Hacia las doce una fuerte brisa comenzó a sacudir todos los cristales del edificio, haciendo que
me estremeciera en el asiento. El fuego no se había encendido en todo el día, y por lo tanto el
frío se había alojado junto a mi persona. Supe que jamás alcanzaría las cerillas sobre la repisa
de la chimenea; que todos mis actos iban a ser duplicados exactos aquella noche de esa otra;
que no me levantaría hasta pasadas las cuatro de la madrugada y que, para entonces, tendría
que haber pasado mucho tiempo para que me diera cuenta de que el viento había cesado, de
que la palidez de la luna iluminaría una estrecha franja del cuarto, alargando la silueta de los
objetos más próximos a la ventana. Desde mi rincón intuiría la vaga forma de un espejo; la
forma inconcreta de un mueble cualquiera conseguiría llenarme de congoja, dejándome la
sensación de vacío que aún hoy puedo sentir de vez en cuando.
Al tiempo de levantarme, un pesado cenicero se volcaría sobre la mesa. No me preocuparía
por limpiar nada. Tampoco miraría por encima del hombro, cuando atravesara aquella puerta...
Eladio Bulnes Jiménez - España
LUGAR EQUIVOCADO
Trabajo perjudicial
Todavía era de noche cuando el hombre se levantó. Con el automatismo de lo que se ha hecho
miles de veces, tomó la caña, la linterna y la pipa, y se dirigió a la laguna.
Una vez allí, preparó con destreza los enseres de pesca, lanzó el anzuelo, encendió la pipa y
esperó.
Acertaba a pasar por allí un joven provisto de un equipo de pesca.
-¿Qué tal, buena pesca?
-Nada, no.
-¿Hace mucho que está?
-Hoy, desde el amanecer. Pero hace diez años que vengo todas las mañanas.
-¿Y suele obtener buenas piezas?
-No, nunca.
-Pero, ¿qué carnada usa?
-Ninguna, hijo. No vale la pena.
-¿Cómo?
-Esta laguna no tiene peces, porque no tiene ni una gota de agua.
-Y ¿para qué viene?
-Porque no sabría adónde más ir, ni qué otra cosa hacer. Cuando esta laguna tenía agua, toda
mi familia se alimentó de ella. No aprendí otra forma de vivir.
Elena Espinal
BERARDO CON FRÍO
Lo sentí desde mi cama. Curiosamente sentí su temblor de frío desde mi cuarto tan lejos de ahí
en mitad de la noche. Paula Berardo temblando sentada en un rincón, tratando de cubrirse en
vano con sus brazos y sus piernas en el piso de granito helado, desnuda en el inmenso tablero
de ajedrez de algún salón lejano. Su piel erizándose poco a poco, marcando con autoridad que
es recién el comienzo del frío, que aunque estoy a tiempo de llegar y tocar despacio su pelo
rojo sin hablar, sacándome cada prenda para ponérselo a ella, trasladarle apenas mi calor, en
un intercambio que ella y yo tomaremos equívocamente por amor. Comenzar poniéndole,
cuando ya esté completamente desnudo, mi slip negro y que por eso estemos a punto de
sonreír, pero el frío, lo cómico de una prenda demasiado masculina en un cuerpo de mujer, las
diferencias de relieve, esas cosas. Luego la necesaria camiseta de frisa blanca, doblarle un
poco las mangas hacia arriba; las medias; el pantalón demasiado holgado para Berardo pero
quizás ajustando el cinturón en el orificio indicado; la camisa celeste prendida hasta el último
botón; el chaleco, la primer sonrisa de tibio placer en el rostro de Berardo; la corbata y su nudo
impecable, inútil pero prolijo, los zapatos varios números más grandes pero quizás apretando
un poco los cordones; finalmente el saco bien prendido y poder vernos así de frente, ella con
mi traje ya templada y yo completamente desnudo, parados uno contra otro, mientras el frío
ahora sube desde la planta de mis pies.
Un beso interminable desde su boca tibia a mis labios helados; verla alejarse por el salón como
un peón negro triunfante y salir por la puerta principal. Paula Berardo caminando tranquilo
desde su flamante calor.
Sentarme a sentir el frío en el mismo rincón, en la misma posición, los brazos y las piernas
cubriéndome inútilmente; mi piel erizándose hasta el preciso momento en que él lo sienta
desde su cama, desde su habitación lejana a mitad de la noche, hasta que por fin él se decida
y venga, cuando conozca desde allá el frío que toda mujer sentiría como yo siento aquí
sentada en un salón grandísimo contra el granito helado; hasta que otro hombre acepte el
cambio, hasta que otro hombre acepte el cambio, hasta que otro hombre acepte el cambio.
Fernando Oviedo
LA MARIONETA DE TRAPO SALUD
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo
de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero, en definitiva, pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco y soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos
sesenta segundo de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás
se duermen, escucharía mientras los demás hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de
chocolate…
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al
descubierto no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón… Escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera
el sol.
Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción
de Serrat sería la serenata que le ofrecería a la luna.
Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de
sus pétalos…
Dios mío si yo tuviera un trozo de vida… No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que
quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer de que ella es mi favorita y viviría enamorado
del amor.
A los hombres, les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse
cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos, a mis viejos,
les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres… He aprendido que todo el mundo quiere
vivir en la cima de la montaña sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la
escarpada.
He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho a mirar a otro hombre hacia abajo,
cuando ha de ayudarlo a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero finalmente mucho no habrán de
servir porque cuando me guarden dentro de esta maleta, infelizmente me estaré muriendo…
Gabriel García Márquez
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Cuentos con-moraleja

  • 1. CUENTO CON MORALEJA (Protección contra los abusos) Un emperador estaba por salir de su palacio para dar un paseo matutino, cuando, a las puertas del mismo, se encuentra con un mendigo. Suponiendo el pedido de una limosna, le preguntó: - ¿Qué quieres? El mendigo lo miró y le dijo: - Me preguntas de una manera... como si tu pudieras satisfacer mi deseo. El emperador le respondió: - Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo... ¿Cuál es? Y el mendigo le dijo: - Piensa dos veces antes de prometer. El emperador, comenzando a molestarse, insistió: - Te daré cualquier cosa que pidas. Soy una persona muy poderosa, y extremadamente rica... ¿qué puedes tú desear que yo no pueda darte? El mendigo le dijo: - Es un deseo muy simple... ¿ves esta bolsa que llevo conmigo?... ¿puedes llenarla con algo valioso? - Por supuesto - dijo el emperador. Y Llamó a uno de sus servidores y le dijo: - Llena de dinero la bolsa de este hombre. El servidor lo hizo... y el dinero, apenas ingresado a la bolsa, desapareció. Echó más y más, y el mismo desaparecía al instante. La bolsa del mendigo, por lo tanto, siempre estaba vacía. El rumor de esta escena corrió rápidamente por toda la ciudad y entonces una gran multitud se reunió en el lugar, poniendo en juego el prestigio del emperador. Entonces el emperador le dijo a sus servidores: - Estoy dispuesto a perder mi reino entero, pero este mendigo no se va a salir con la suya, ya que me dejará en ridículo frente al pueblo. Diamantes, perlas, esmeraldas... uno a uno los tesoros del emperador iban ingresando en la bolsa, la cual no parecía tener fondo. Todo lo que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente. Era el atardecer y habiendo quedado el emperador ya sin ninguna cosa que colocar en la bolsa del mendigo (habiendo llegado incluso a desprenderse de joyas que habían pertenecido a su familia por siglos), se tiró a los pies del mendigo y, admitiendo su derrota, le dijo: - Has ganado tú, pero antes que te vayas, satisface mi curiosidad: ¿cuál es el secreto de tu bolsa? El mendigo le dijo: - ¿El secreto?... está simplemente hecha de deseos humanos. Anónimo
  • 2. AGUANTA UN POCO MÁS... (Educación) Se cuenta que una vez en Inglaterra, existía una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Una de esas tiendas era una en donde vendían vajillas antiguas. En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. “¿Me permite ver esa taza?” Preguntó la señora, “¡nunca he visto nada tan fino como eso!” En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar. - Usted no entiende – Yo no siempre he sido esta taza que usted esta sosteniendo. Hace mucho tiempo yo era solo un montón de barro. Mi creador me tomo entre sus manos y me golpeó y me amoldó cariñosamente. Luego llegó el momento en que me desesperé y le grité: “Por favor”... Ya déjame en paz... Pero mi amo sólo me sonrió y me dijo: ...”Aguanta un poco más, todavía no es tiempo.” Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido tanto calor... Me pregunté por que mi amo querría quemarme, así que toqué la puerta del horno. A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi amo que me decían: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo...” Finalmente se abrió la puerta, mi amo me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara. “Así está mucho mejor”.. me dije a mi misma, pero apenas me había refrescado, cuando mi creador ya me estaba cepillando y pintando. El olor a la pintura era horrible...”Sentía que me ahogaría”.....”Por favor detente...” le gritaba yo a mi amo; pero él solo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo...” Al fin mi amo dejó de pintarme; pero, esta vez me tomó y me metió nuevamente en otro horno... No era un horno como el primero; sino que era mucho más caliente... Ahora sí estaba segura que me sofocaría... Le rogué, y le imploré a mi amo que me sacara... Grité, lloré; pero mi creador sólo me miraba diciendo “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo” En ese momento me di cuenta que no había esperanza... Nunca lograría sobrevivir a ese horno... Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abrió la puerta y mi amo me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aun más alta que la primera. Allí me dejó un momento para que me refrescara. Después de una hora de haber salido del segundo horno, mi amo me dio un espejo y me dijo: “Mírate” “¡Esta eres tú!” ¡Yo no podía creerlo! ¡Esa no podía ser yo! Lo que veía era hermoso. Mi amo nuevamente me dijo: “Yo sé que te dolió haber sido golpeada y amoldada por mis manos; pero si te hubiera dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras estrellado. También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si no te hubiera puesto en el segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras. ¡”Ahora tú eres un producto terminado!” “¡Eres lo que imaginé cuando te comencé a formar!”. Anónimo
  • 3. EL PAISAJISTA (Privación de libertad = no se puede encerrar los sentimientos y las vivencias en un cuadro) Un pintor de mucho talento fue enviado por el emperador a una provincia lejana, desconocida, recién conquistada, con la misión de traer imágenes pintadas. El deseo del emperador era conocer así aquellas provincias. El pintor viajó mucho, visitó los recodos de los nuevos territorios, pero regresó a la capital sin una sola imagen, sin siquiera un boceto. El emperador se sorprendió, e incluso se enfadó. Entonces el pintor pidió que le dejasen un gran lienzo de pared del palacio. Sobre aquella pared representó todo el país que acababa de recorrer. Cuando el trabajo estuvo terminado, el emperador fue a visitar el gran fresco. El pintor, varilla en mano, le explicó todos los rincones del paisaje, de las montañas, de los ríos, de los bosques. Cuando la descripción finalizó, el pintor se acercó a un estrecho sendero que salía del primer plano del fresco y parecía perderse en el espacio. Los ayudantes tuvieron la sensación de que el cuerpo del pintor se adentraba a poco en el sendero, que avanzaba poco a poco en el paisaje, que se hacia más pequeño. Pronto una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al instante desapareció todo el paisaje, dejando el gran muro desnudo. El emperador y las personas que lo rodeaban volvieron a sus aposentos en silencio. Cuento Chino
  • 4. DOÑA TOMASA Y PEDRITO (Protección contra los abusos = hay que conocer a los alumnos antes de etiquetarlos) El primer día de clase que Doña Tomasa se enfrento a sus alumnos de quinto grado, les dijo que ella trataba a todos los alumnos por igual y que ninguno era su favorito. En la primera fila sentado estaba Pedrito, un niño antisocial, con una actitud intolerable, que siempre andaba sucio y todo despeinado. El año anterior, Doña Tomasa había tenido a Pedrito en una de sus clases. Doña Tomasa veía a Pedrito como un niño muy antipático. A ella siempre le daba mucho gusto poder marcar con lápiz rojo todo el trabajo que Pedrito entregaba, con una "F". En la escuela donde Doña Tomasa enseñaba se requería revisar el archivo de historia de cada alumno y el de Pedrito fue el último que ella revisó. Cuando ella empezó a leer el archivo de Pedrito, se encontró con varias sorpresas. La maestra de Pedrito de primer grado había escrito: "Pedrito es un niño muy brillante y muy amigable, siempre tiene una sonrisa en sus labios". Él hace su trabajo a tiempo y tiene muy buenos modales. “Es un placer tenerlo en mi clase". La maestra de segundo grado: "Pedrito es un alumno ejemplar, muy popular con sus compañeros, pero últimamente muestra tristeza porque su mamá padece de una enfermedad incurable". La maestra de tercer grado: "La muerte de su mamá ha sido muy difícil para él". Pedrito trata de hacer lo mejor que puede pero sin interés”. Tampoco el papá demuestra ningún interés en la educación de Pedrito. “Si no se toman pasos serios, esto va afectar la vida de Pedrito". La maestra del cuarto grado: "Pedrito no demuestra interés en la clase”. Cada día Pedrito se cohíbe más. “No tiene casi amistades y muchas veces duerme en clase". Después de leer todo esto, Doña Tomasa sintió vergüenza por haber juzgado a Pedrito sin saber las razones de su actitud. Se sintió peor cuando todos sus alumnos le entregaron regalos de Navidad envueltos en fino papel, con excepción del regalo de Pedrito, que estaba envuelto con un cartón de la tienda. Doña Tomasa abrió todos lo regalos y cuando abrió el de Pedrito, todos los alumnos se rieron al ver lo que se encontraba dentro. En el cartón había una botella con un cuarto de perfume y un brazalete al que le faltaban algunas de las piedras preciosas. Para suprimir las risas de sus alumnos, ella se puso inmediatamente aquel brazalete y se puso un poco del perfume en cada muñeca. Ese día Pedrito se quedo después de clases y le dijo a la maestra: "Doña Tomasa, hoy usted huele como mi mamá”. Después que todos se marcharon, Doña Tomasa se quedo llorando por una hora. Desde ese día ella cambió su método. En vez de enseñar solo lectura, escritura y aritmética, escogió enseñar a los niños. Doña Tomasa empezó a ponerle mas atención a Pedrito. Ella notaba que mientras más ánimos le daba a Pedrito, con más entusiasmo reaccionaba él. Al final del año, Pedrito se convirtió en él más aplicado de la clase, y a pesar de que Doña Tomasa había dicho el primer día de clase que todos los alumnos iban a ser tratados por igual, Pedrito era su preferido. Pasaron seis años y Doña Tomasa recibió una nota de Pedrito, la cual decía que se había graduado de la secundaria y que había terminado en tercer lugar. También le decía que ella era la mejor maestra que él había tenido.
  • 5. De ahí pasaron tres años cuando Doña Tomasa volvió a recibir noticias de Pedrito. Esta vez, él le escribió que se le había hecho muy difícil pero que muy pronto se graduaría de la universidad con honores, y le aseguro a Doña Tomasa que todavía ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en su vida. Pasaron tres años más cuando Doña Tomasa vuelve a saber de Pedrito. En esta carta él le explicaba que había adquirido su título y que había decidido seguir su educación. En esta carta Pedrito también le recordaba que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida. Esta vez la carta estaba firmada con "Dr. Pedro Altamira". Bueno, la historia no termina ahí. En la primavera, Doña Tomasa volvió a recibir una carta de Pedrito donde le explicaba que había conocido a una muchacha con la cual se iba a casar y quería saber si Doña Tomasa podría asistir a la boda y tomar el lugar reservado usualmente para los padres del novio. También le explicaba que su papá había fallecido varios años atrás. Claro que Doña Tomasa acepto con mucha alegría, ¿y saben que hizo? El día de la boda, ella se puso aquel brazalete sin brillantes que Pedrito le había regalado y también el perfume que la mamá de Pedrito usaba. Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Dr. Altamira le dijo en el oído muy bajito: “Doña Tomasa, gracias por haber creído en mí”. “Gracias por haberme hecho sentir que yo era importante y que podía salir adelante con éxito”. Doña Tomasa, con lágrimas en los ojos, le respondió: "Pedro, estás equivocado. Tu fuiste el que me enseño que yo podía hacer algo especial, solo con interesarme genuinamente. “¡Yo no sabía enseñar hasta que te conocí a ti!". Anónimo
  • 6. LA VERDAD Y LA BELLEZA (Salud = los caprichos nos engañan, como la droga) Cuando Dios creó a la mujer creó también LA FANTASIA. Cierto día LA VERDAD quería conocer un gran palacio y tenía que ser el palacio del Gran Sultán Harun Ar-Rachid, el Emir de todos los creyentes. La verdad se cubrió con un velo muy transparente y cuando despuntaba en el cielo las primeras luces del alba fue a llamar a la puerta del palacio del Gran Sultán. Cuando el jefe de la guardia abrió la puerta y vio aquella mujer tan bella pero prácticamente desnuda, asombrado le pregunto: - "¿Quién eres?" - "Soy la Verdad y deseo hablar con el Sultán". - El jefe de la guardia celoso de la seguridad de palacio, fue corriendo a hablar con el Gran Visir e inclinándose humildemente ante él le dijo: - "Señor, ahí fuera hay una mujer muy hermosa, casi sin ropa que quiere hablar con el Sultán". - ¿"Y cómo se llama?. - "Dice llamarse Verdad, señor". - ¿Qué dices? ¿Qué la Verdad quiere entrar en palacio? ¡De ningún modo! ¿Qué sería de nosotros, si La Verdad entrase en palacio? Sería nuestra desgracia, nuestra ruina. Diga a esa mujer que se marche inmediatamente. El Visir se sintió temeroso y amenazado ante aquella inesperada visita. El jefe de la guardia volvió a la entrada del palacio y le dijo a la verdad: - "Lo siento mucho hija mía, pero tu desnudez podría escandalizar a nuestro Califa. "Sigue tu camino y que Dios te acompañe". La Verdad se fue muy triste, pues ella quería conocer un gran palacio, Pero... Cuando Dios creó a la mujer también creó la OBSTINACION. Esta vez la Verdad se cubrió con pieles mal olientes, de las que usan los pastores del desierto y con paso firme, con el sol quemante en su espalda, se dirigió al palacio del Gran Sultán. Cuando llegó a la puerta, tomó la aldaba entre sus manos y golpeo con severidad. El jefe de la guardia abrió y le preguntó: -"¿Quién eres?" - "Soy la acusación, y exijo una audiencia con vuestro Sultán" - (voz severa y firme). Aquella espantosa mujer inspiró cierta desconfianza al jefe de la guardia, que cerrando la puerta con escrúpulo, le dijo: -"Aguarde ahí, iré a anunciar su visita"- Cuando estuvo ante el Visir le dijo: -"Afuera hay una horrible mujer, que quiere hablar con nuestro Sultán". -"¿Y Cual es su nombre?" - "Afirma llamarse Acusación, mi señor". - ¿Qué la acusación quiere entrar en palacio? ¡De ningún modo!. Ordena a esa mujer que se marche de inmediato. "Pronto echadla de mis dominios". El jefe de la guardia volvió y sin darle explicación alguna echó a La Verdad a empujones de palacio. -"Fuera, fuera de aquí, en palacio no queremos a gente como tú". La Verdad se fue muy enojada, pues ella quería entrar en palacio.
  • 7. Cuando Dios crea a la mujer creo también EL CAPRICHO. En esta ocasión La Verdad fue a buscar las ropas más bellas que pudo encontrar, delicadas sedas, brocados y tejidos bordados con los colores del arco iris. Adorno sus manos con anillos de piedras preciosas y su pecho con collares de zafiros, brillantes y rubíes. Perfumó su cuerpo con esencia de jazmín. No podía estar más bella. Cubriendo su rostro con un velo bordado en oro y plata, cuando se vislumbraban las últimas luces del día, fue a llamar a las puertas de palacio. El jefe de la guardia al ver aquella mujer tan bella quedo boquiabierto y pregunto con delicadeza: -"¿Quién eres?" -"Soy la fábula y me gustaría tener audiencia con vuestro Sultán".(Dice con voz melodiosa y dulce). El jefe de la guardia se apresuró en ir en busca del Gran Visir, dando tropezones sin fijarse por donde iba, pues no podía apartar sus ojos de aquella bellísima mujer. Cuando estuvo ante el Visir, le dijo: -"Ahí fuera hay una mujer tan hermosa que más parece una princesa en la decimocuarta noche de luna". -"¿Y Cómo se llama?" - "Fábula, mi señor" -"¿Cómo? ¿Qué la Fábula quiere entrar en palacio? ¡Bendita sea La Fábula! ¡Alabado sea Dios! Que sea recibida por cien esclavas que vayan a su encuentro. Agasajarla con flores y que suenen las trompetas. Y así fue como las puertas del gran palacio de Bagdad se abrieron finalmente de par en par a nuestra peregrina. Fue así como La Verdad vestida de Fábula, al fin pudo pasar y conocer el gran Palacio para encontrarse con el Sultán Harun Ar-Rachid, el Emir de todos los creyentes. Fábula anónima
  • 8. HABÍA UNA VEZ... UN HADA... (Protección en tiempos de guerra) ...muy bella que protegía un bosque encantado. Su belleza era tanto externa como interna. Sus largos cabellos rosados acariciaban sus pequeños hombros; sus profundos ojos violetas reflejaban los destellos del sol; su sonrisa era dulce y tibia como un beso matinal y su voz contenía todos los sonidos de la Naturaleza. Su cuerpo estaba cubierto por una larga túnica azul; abrazaba su cintura un hilo de luna y sus pies estaban protegidos por hojas de abedul. Sus manos eran perfectas: suaves al tacto, prolongaciones de Amor y de caricias divinas. Sobre su frente brillaba un punto de luz, como un diamante puro, pero la principal característica estaba en su pecho: tenía una enorme estrella dorada que titilaba al compás de su respiración. Asombrada por lo que veía me acerqué a ella y sin hablar nos comunicamos, sólo a través de la intuición y de la imaginación. Fue maravilloso lo que descubrí: me reveló su secreto, que, en realidad no era un secreto sino algo que todos poseemos. Sentí y percibí dentro de mí el supremo mensaje. Estaba envuelto con luces mágicas y decía algo así: "Siempre que tengan un ratito... jueguen". "Siempre encuentren motivos para reírse". "Siempre que tengan oportunidad... abracen a sus seres amados y demuéstrenles cuánto los tienen en cuenta. "Siempre ¡¡¡ sean felices!!!. "Siempre sueñen que se cumplen todos los deseos". "Siempre traten de demostrar Amor a TODOS los seres de la Naturaleza, de todos los reinos, a las plantas, a los animales, a las personas, a las piedras, a lo que vemos y a lo que no vemos pero percibimos. "Siempre consoliden un Mundo Mejor, un Mundo sin lágrimas, un Mundo sin guerras, un Mundo sin violencia, un Mundo lleno de Amor y Alegrías, un Mundo en el que TODOS compartamos las ganas de vivir AMANDO"... Me sentí inmersa en una nube de Felicidad, y fue conmovedor cuando descubrí que en mi pecho también brillaba una enorme estrella dorada que titilaba al compás de mi respiración. Tuve la certeza de que TODO ES POSIBLE, de que TODO DESEO SE CUMPLE SI NACE DESDE LO MÁS PROFUNDO DEL ALMA. No encontraba un nombre para ponerle a lo que estaba sucediendo, pero de repente recordé que "en el lenguaje de la Luz los nombres no cuentan". El hadita que protegía el bosque encantado me contó, ahora sí con palabras, que un Ser muy importante y muy especial le había concedido la misión de regalar estrellas y colocarlas en los corazones de todos los seres que desearan vivir un mundo nuevo y feliz. Me reveló que TODOS poseemos, dentro de nosotros, un bosque encantado. Un bosque lleno de enormes árboles y perfumadas flores. Un bosque pintado con gotas de rocío y coloreado con luz de luna. Un bosque habitado por millones de seres que colaboran y trabajan para que luzca más bello: gnomos y duendes se encargan de ello. Un bosque mágico que envuelve en su centro la esencia de todo lo que es y de todo lo que existe: el AMOR...
  • 9. El hadita que protegía el bosque encantado (que no era otra que yo misma) me invitó a recorrerlo y a regalar estrellas y a colocarlas en los corazones de los seres decentes deseosos de compartir un Mundo de Amor. Así lo hice: descubrí que todos anhelamos el bien, la felicidad, la salud, la paz, la alegría de saber que somos amados por el Amor. Coloqué en infinitos corazones la Estrella Dorada. Cada una brillaba a su manera, pero todas lo hacían. Cada una era una especie distinta, pero todas conformaban el inmenso bosque encantado que es el Universo. Dentro de todos hay una bella hada que nos protege, que vela por nuestro interno bosque mágico, que posee una tierna mirada y una dulce sonrisa, que acaricia con sus cabellos rosados nuestros hombros cansados, que nos mima con sus manos divinas y que hace brillar en su plenitud a la gran Estrella Dorada que es regalo de la Vida. Es mi más sincero deseo que logres descubrir a tu Estrella Dorada. Sólo hay que anhelarlo firmemente y con certeza. Cerrando los ojos, alivianando la mente, entregándose al Amor e internándose en el Bosque Encantado lo lograrás y conseguirás encontrarla. Anímala para que brille como ella sabe hacerlo y serás y te convertirás en un Ser Mágico. En su centro sus destellos cantan: "TODOS Y TODO SE FUNDE Y SE CONFUNDE EN EL AMOR" Anónimo
  • 10. JORGE Y DOLORES No es que pasara hace poco, pero desde entonces las niñas no dejan de cantar. Era la época en que el Invierno se mezcla con los aires de Febrero, y la tierra seca vuelve todo de color sepia y de un sabor como a sal. Los ríos de polvo que tenemos por caminos se salen de su cauce, y el sol cómplice del frío nos quema los pellejos como el hielo del infierno. Era la época del año en que se oyen voces en los vientos. Y parece que esas voces fueron las que obedeció Jorge; o tal vez fue esa escarcha bochornosa la que lo sedujo. Lo recuerdo muy bien - váyase pronto pa’ que no lo agarre la candelilla - ese granizo que se pega al cuerpo y nunca se derrite, como si uno se llenara de babas para siempre. Ese día hubo muchas culebras en el cielo; el mismo día que Jorge huyó con Doloritas. Ella se iba a casar con él, y ya faltaba retepoco para el casorio cuando Jorge se empezó a notar extraño; por eso dicen que fue cosa del Diablo, porque él la quería reteharto. Dicen que mi abuelo Pánfilo fue el último que le vio, que andaba como muerto con los ojos bien pelones caminando por ahí - ¿Cómo estas Jorge, listo pa’ la boda? - Y que no’más no le contestó, como si no lo hubiera oído. Ese fue el día de las culebras, el mismo día del casorio, el día que ella enfermó de tristeza. - ¿Cómo no va a estar? si yo apenas lo vi ayer, andaba como muerto con los ojos bien pelones. - Y ya estaba la Iglesia bien repleta, pero esos dos nada que no llegaban; ni Jorge ni Dolores, y pues como quien dice, pus no hubo boda, ni modo que se celebrara sin novio y sin madrina. Entonces fue cuando Lucrecia dijo con una voz como de hombre, muy recia - Vámonos para la casa. Estos no vendrán. - Y ahí en su cuarto se encerró, y desde fueras se ollía no’más como sollozaba; no le abrió la puerta ni a su madre. Y ahí estuvimos, yo retechico apenas, con los ojos bien abiertos no’más viendo y oyendo, un tiempo muy largo; hasta que ya no se oyó el llanto. Don Facundo tiró la puerta, y ahí estaba acostada en su colchón, dormida con su velo en la cara, y un gran charco de lágrimas en el piso, como sí lo hubieran recién fregado. - Jálate a buscar al cura, y dile que doblen a moribundo que Lucrecita se nos va. - Y eso es todo lo que recuerdo, el sonido grave y triste de las campanas que rebotaba en todo el pueblo; y a Doña Petra, que mientras rezaba no sé que cosas, salió corriendo y haciendo cruces con un cuchillo, que de tan gorda que estaba la culebra parecía que se nos caía el cielo. Hace tiempo una culebra se llevó dos vacas. Yo ya tengo la misma edad que tenía mi abuelo cuando la tragedia, pero me acuerdo rebién. La enterraron con su vestido de novia. Por eso ahora las niñas cantan cuando juegan, y por eso también es que en los días de casorio se ve a Jorge caminar por el pueblo, y se oye el llanto de Lucrecita. Y si viene Jorge a verme, después de muerta, Madre, no lo dejes que entre, cierra la puerta. Porque él no me quiso a mí, quiso a Dolores; el consuelo que me queda:
  • 11. que tú me llores. Y todas mis amiguitas, menos Dolores, entraran a mi casita a traerme flores. Aquí abajo de mí cama, aúlla un perro; a las doce de la noche, Mamá me muero. Armando López
  • 12. HAY QUE SEGUIR CANTANDO (Familia) Como cualquier buena mamá, cuando Karen supo que estaba esperando un bebe, hizo lo que pudo para ayudar a su hijo Michael de tres años a prepararse para una nueva etapa en su vida. Supieron que el nuevo bebé iba a ser una niña, y día y noche, Michael le cantaba a su hermanita en el vientre de su madre. Él estaba encariñándose con su hermanita aun antes de conocerla. El embarazo de Karen progreso normalmente. A tiempo empezó su labor de parto, pronto los dolores eran cada cinco, cada tres y finalmente cada minuto. Pero una complicación se presento de repente y Karen tuvo horas de labor de parto. Finalmente, después de muchas horas de lucha, la hermanita de Michael nació, pero en muy malas condiciones. La llevaron inmediatamente en una ambulancia a la Unidad de Cuidados Intensivos, sección neonatal del Hospital St. Mary, en Knoxville, Tennesse. Los días pasaron y la niña empeoraba. Los pediatras tuvieron que decirle finalmente a los padres las terribles palabras "Hay muy pocas esperanzas, prepárense para lo peor". Karen y su esposo contactaron al cementerio local, para apartar un lugar para su hijita. Ellos habían creado un cuarto nuevo para su hija y ahora se encontraban haciendo arreglos para un funeral. Sin embargo, Michael, les rogaba a sus padres que le dejaran ver a su hermanita "Quiero cantarle", decía una y otra vez. Estuvieron dos semanas en Terapia Intensiva y parecía que el funeral vendría antes de que acabara la semana. Michael siguió insistiendo que quería cantarle a su hermanita, pero le explicaban que no se permitía la entrada de niños a Terapia Intensiva. De pronto Karen se decidió, llevaría a Michael a ver a su hermanita, ¡la dejaran o no! Si no veía a su hermanita en ese momento, tal vez no la vería viva nunca. Ella le puso un overol inmenso y lo llevo a Terapia Intensiva, Michael parecía una enorme canasta de ropa sucia. Pero la jefa de enfermeras se dio cuenta de que era un niño y se enfureció... ¡Saquen a ese niño de aquí ahora mismo! “¡No se admiten niños aquí!" El carácter fuerte de Karen afloro y, olvidándose de sus lindos modales de dama, que siempre la habían caracterizado, miro con ojos de acero a la enfermera, sus labios eran una sola línea y con firmeza dijo: "El no se va hasta que le cante a su hermanita" y levanto a Michael y lo llevo a la cama de su hermanita. Él miro a la pequeñita, perdiendo la batalla por conservar la vida. Después de un momento empezó a cantar con la voz que le salía del corazón de un niño de tres años. Michael le canto: "Eres mi luz del sol, mi única luz, tu me haces feliz cuando el cielo es gris... " (conocida canción en ingles "You are my sunshine"). Instantáneamente, la bebe pareció responder al estimulo de la voz de Michael, su pulso se empezó a volver normal. "Sigue cantando, Michael" le pedía desesperadamente su mama con lagrimas en los ojos. Y el niño seguía: "Tu no sabrás nunca, querida, cuanto te amo, por favor no te lleves mi luz del sol..."Al tiempo que Michael cantaba a su hermana, la bebe se movía y su respiración se volvía tan suave como la de un gatito cuando lo acarician. "Sigue cantando cariño" le decía su mama y él continuaba haciéndolo como cuando todavía su hermanita estaba en el vientre de su madre.
  • 13. "La otra noche, querida, cuando dormía, soñé que te abrazaba en mis brazos..." seguía cantando el niño; la hermanita de Michael empezó a relajarse y a dormir con un sueño reparador que parecía que la mejoraba por segundos. "Sigue cantando Michael"... ahora era la voz de la enfermera gruñona que con lagrimas en los ojos no dejaba de pedirle al niño que continuara. "Tú eres mi luz del sol, mi única luz del sol, por favor no te lleves mi sol..." Al día siguiente... al mismísimo día siguiente... la niña estaba en perfectas condiciones para irse a casa. Anónimo
  • 14. LA PAZ PERFECTA... (Protección en tiempos de guerra) ... Un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas. La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta. La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico. Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido... Paz perfecta ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora? El Rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? "Porque," explicaba el Rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. “Este es el verdadero significado de la paz.” Anónimo
  • 15. LOS TRES ÁRBOLES (Protección a los discapacitados = todos servimos apara algo) Un día en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles juntos estaban hablando sobre lo que querían llegar a ser cuando fueran grandes. El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo así: -Yo quiero guardar tesoros. Quiero ser un cofre o un baúl, estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. Yo sería el baúl más hermoso del mundo. Así los otros lo contemplaron. El segundo arbolito miró un pequeño arroyo que corría hacia el océano y dijo así: -Yo quiero viajar a través de aguas terribles y llevar reyes poderosos sobre mí. Yo sería el barco más importante del mundo. Así los otros lo contemplaron. El tercer arbolito miró hacia el valle que estaba debajo de aquella montaña donde se econtraban y vió a hombres y mujeres trabajando, niños jugando en ese pueblo laborioso y dijo así: -Yo no quiero nunca irme de la cima de esta montaña. Yo quiero crecer tan alto, que cuando la gente del pueblo se pare a mirarme, ellos levanten su mirada hacia el cielo y piensen en Dios. Yo sería el árbol más alto del mundo. Así pasaron los años, las estaciones, lluvias, el brillo del sol y los pequeños árboles crecieron altos. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de aquella montaña. El primer leñador miró al primer árbol y dijo: -Qué árbol tan hermoso es éste, y así con la arremetida de su hacha brillante el primer árbol cayó y este pensó: - Ahora me deberán convertir en un hermoso baúl, debería contener los tesoros más maravillosos. El segundo leñador miró al segundo árbol y dijo: -Este árbol es fuerte, es ideal para mí, así entonces con la arremetida de su hacha brillante el segundo árbol cayó, y éste pensó: -Ahora debería navegar aguas terribles, debería ser un barco importante, para reyes temidos y poderosos. El tercero de los arbolitos, ya árbol, sintió su corazón sufrir cuando el último leñador lo miró, el árbol se puso derecho, alto y apuntando ferozmente al Cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba y dijo: -Cualquier árbol es bueno para mí, y así con la arremetida de su hacha brillante, el tercer árbol cayó. El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó a una carpintería, pero el carpintero lo convirtió en una caja de alimentos para animales de granja. Aquel hermoso árbol no fue cubierto de oro, ni llenado de tesoros, sino que fue cubierto con polvo de cortadora y llenado de alimento para animales de granja hambrientos.
  • 16. El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero, pero ningún barco importante fue construido ese día. En lugar de eso ese árbol fue cortado y convertido en un simple bote de pesca. Era demasiado pequeño y débil para navegar en el océano, ni siquiera un río, y fue llevado a un pequeño lago. El tercer árbol estaba confundido, cuando el leñador lo cortó para hacer tablas fuertes, lo abandonó en un viejo almacén de maderas. Qué será lo que está pasando se preguntó el árbol, y entonces dijo: -Yo todo lo que quería era quedarme en la cumbre de la montaña y apuntar a Dios... Así pasaron muchos días y muchas noches. A los árboles ya casi se les había olvidado sus sueños, pero una noche, la fuerte luz de una estrella dorada alumbró al primer árbol, cuando una joven mujer puso a su hijo recién nacido en aquella caja de alimentos. El escuchó: -Yo quisiera haberte podido hacer una cuna al bebé, le dijo su esposo a la mujer, ella le apretó la mano a su esposo y este sonrió, mientras la luz de la estrella alumbraba la madera suave y fuerte de la cuna, la mujer dijo: -Este pesebre es hermoso y de repente el primer árbol supo que contenía el tesoro más grande del mundo en él. Una tarde un viajero cansado y sus amigos se subieron al viejo bote de pesca, el viajero se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente hacia dentro del lago. De repente una impresionante y aterradora tormenta llegó al lago, el árbol se sintió pequeño, se llenó de temor, él sabía que no tenía la fuerza suficiente como para llevar a todos aquellos pasajeros a salvo a la orilla, con esa lluvia y ese fuete viento. El hombre cansado de repente se levantó se puso en pie, levantó su mano hacia el Cielo y dijo: Calma, entonces la calma llegó, la tormenta se detuvo tan rápido como comenzó y así el segundo árbol supo que llevaba navegando sobre él al Rey del Cielo y de la Tierra. Un viernes por la mañana, el tercer árbol se extrañó cuando sus tablas fueron tomadas de aquel viejo almacén de maderas olvidado, se asustó al ser llevado a través de una impresionante multitud de personas enfadadas, se llenó de temor cuando unos soldados clavaron las manos de un hombre en su madera, se sintió feo, áspero y cruel. Pero un Domingo por la mañana, cuando el sol brilló y la tierra tembló con júbilo debajo de su madera, el tercer árbol supo que el amor de Dios había cambiado todo. Esto hizo que aquel árbol se sintiera fuerte y cada vez que la gente pensara en el tercer árbol, ellos pensaran en Dios, que era mucho mejor que ser el árbol más alto del mundo. Anónimo
  • 17. TE VI... (Familia) Hoy despertaste callado, ya anoche no te sentías muy bien, te está afectando demasiado y no sabes qué hacer.. sueles ser una persona que habla, quizá no mucho pero es porque es tu forma de ser, pero hoy.. hoy no hablas ¿qué té pasa?, ello me demuestra que algo tienes. Si te preguntan sonríes o una de tus máscaras se interpone en tu rostro y sólo contestas: "nada, es que hoy me levanté cansado". Entonces los demás ya no te preguntan más si te ocurre algo, ahora ya saben que es porque estás cansado. Pero, yo sé que no es eso, porque tu expresión es tan clara para mí como lo es el agua, cada una de tus muecas refleja tu sentir. Crees que no lo veo, pero yo te conozco, no me es necesario entrar en tu alma para saber que algo te pasa. Tu risa, no es la misma, distingo muy bien cuando ríes desde el corazón, porque te brillan los ojos, en cambio hoy... cuando te pregunté también reíste, pero esos ojos tan hermosos... no tenían brillo, y esa mueca que tu no te ves, me dijo: "te necesito." Yo sé que estás mal, finjo que no me doy cuenta y sufro a tu lado. No te pregunto más y sólo estoy cerca de ti. Te veo nervioso, cada vez te cuesta más llevar ese peso, piensas que eres el único que sufre tanto que no te voy a comprender, que no te voy a poder ayudar, pero eso no es lo importante, sí lo que te puedo dar: mi amor. Te miro furtivamente porque sé que finges, y eso te agota, no quieres que nadie se dé cuenta, eso es muy cansado, lo sé, y esperas el momento de estar a solas para desahogarte, para quitar la máscara de que todo va bien y ponerte a llorar. Cuando no te tengo a la vista sé que lo estás haciendo, escondido y cansado de tanto fingir que todo va bien. Hay momentos que se te hacen tan insoportables que quisieras dejar de pensar, entonces te vas a la cama, quieres dormirte largo tiempo sin soñar, para olvidar, a veces lo consigues pero cuando despiertas el dolor ahí está, esperándote paciente. Piensas que si sales a correr, o si vas al cine olvidarás, o que mañana ya estarás bien pero no es así, el dolor sigue.. y yo, sin tú saberlo, sufro a tu lado. Me gusta pasar cerca de ti y mirarte, esos momentos en que estamos juntos un instante y sin saberlo mis ojos te dicen: te amo... pero sigues tenso, cada vez más cansado, te pones de mal humor pero eso no está mal... es sólo el dolor... Y un día en la mañana al despertar me ves sentado a tu lado, en la cama, mirándote, y entonces descubres con alegría interna de que no te había dejado sólo, que sólo te dejaba hacer, que esperaba que me hablaras. Y esta vez intentas hablar pero no te salen las palabras, aún queriendo no lo puedes hacer... pero no importa y te doy un beso en la frente, acuesto tu rostro sobre mi pecho y dejo que te duermas... y si supieras la alegría que tengo al sentir por fin tu corazón descansar, oigo sus latidos, reposados, calmados, con un trasfondo de susurro.. te quiero papá... y nuestros corazones se hablan sin palabras.. y así mi niño, veo como te duermes en mis brazos... Sabes que nunca estarás sólo, que siempre me tendrás a tu lado... Tu miedo por fin se ha apagado... TE QUIERO, PAPÁ... Anónimo
  • 18. UN CUENTO (Privación de libertad = la libertad está en uno mismo) Había una vez un rey muy poderoso que reinaba un país muy lejano. Pero el monarca tenía un problema: era un rey con dos personalidades. Había días en los que se levantaba rebosante, eufórico, feliz. Ya desde la mañana, esos días aparecían como maravillosos. Los jardines de su palacio le parecían más bellos. Sus sirvientes, por algún extraño fenómeno, eran amables y eficientes esas mañanas. En el desayuno confirmaba que se fabricaban en su reino las mejores harinas y se cosechaban los mejores frutos. Esos eran días en que el rey rebajaba los impuestos, repartía riquezas, concedía favores y legislaba por la paz y por el bienestar de los ancianos. Durante esos días, el rey accedía a todos los pedidos de sus súbditos y amigos. Sin embargo también existían otros días: Eran días negros. Desde la mañana se daba cuenta de que hubiera preferido dormir un poco más. Pero cuando lo notaba ya era tarde y el sueño lo había abandonado. Por mucho esfuerzo que hacía, no podía comprender por qué sus sirvientes estaban de tan mal humor y ni siquiera lo atendían bien. El sol lo molestaba aún más que las lluvias. La comida estaba tibia y el café demasiado frío. La idea de recibir gente en su despacho le aumentaba el dolor de cabeza. Durante esos días, el rey pensaba en los compromisos contraídos en otros tiempos y se asustaba pensando en cómo cumplirlos. Esos eran días en que el rey aumentaba los impuestos, incautaba tierras, apresaba a sus opositores... Temeroso del futuro y del presente, perseguido por los errores del pasado, en esos días legislaba contra su pueblo y su palabra más usada era NO. Consciente de los problemas que estos cambios de humor le ocasionaban, el rey llamó a todos los sabios, magos y asesores de su reino a una reunión. -Señores - les dijo - todos ustedes saben acerca de mis variaciones de ánimo. Todos se han beneficiado de mis euforias y han padecidos mis enojos. Pero el que más padece soy yo mismo, que cada día estoy deshaciendo lo que hice en otro tiempo, cuando veía las cosas de otra manera. Necesito de ustedes, señores, que trabajéis juntos para conseguir el remedio, sea brebaje o conjuro que me impida ser tan absurdamente optimista como para no ver los hechos y tan ridículamente pesimista como para oprimir y dañar a los que quiero. Los sabios aceptaron el reto y durante semanas trabajaron en el problema del rey. Sin embargo todas las alquimias, todos los hechizos y todas las hierbas no consiguieron encontrar la respuesta al asunto planteado. Entonces se presentaron ante el rey y le contaron su fracaso. Esa noche el rey lloró. A la mañana siguiente, un extraño visitante le pidió audiencia. Era un misterioso hombre de tez oscura y raída túnica que alguna vez había sido blanca. -Majestad - dijo el hombre con una reverencia -, en el lugar de donde vengo se habla de tus males y de tu dolor. He venido a traerte el remedio. Y bajando la cabeza, acercó al rey una cajita de cuero. El rey, entre sorprendido y esperanzado, la abrió y buscó dentro de la caja. Lo único que había era un anillo plateado.
  • 19. -Gracias - dijo el rey entusiasmado - ¿es un anillo mágico? -Por cierto lo es - respondió el viajero -, pero su magia no actúa sólo por llevarlo en tu dedo... Todas las mañanas, apenas te levantes, deberás leer la inscripción que tiene el anillo. Y recordar esas palabras cada vez que veas el anillo en tu dedo. El rey tomó el anillo y leyó en voz alta: "Debes saber que esto también pasará." Anónimo
  • 20. UN TROPIEZO Publicado en Cuentos Rodados, Editorial Patria Grande El Chaco ardía en el algodonal. Mediaba enero, y Ciriaco se había levantado muy temprano a fin de aprovechar el fresco de la mañana para pegar la última carpida al tabloncito de algodón que tenía en un claro del monte, como a siete cuadras de la casa. Comenzaban ya a preñarse los capullos tratando de reventar en una mano abierta que regalaba la blanca fibra. Serían cerca de las once de la mañana. Estaba con la azada en la mano desde las cinco, y ahora el cansancio se desparramaba por su cuerpo lo mismo que el sudor que lo deshidrataba dejándole huellitas de sal al secarse. Tenía sed y esperaba llegar cuando antes a su rancho para refrescarse bajo el chorro de agua de la bomba y beber después despacio y a sorbos lentos. Conocía los peligros del agua fresca para el que la bebe con ansia y con el cuerpo recalentado por las faenas del campo. Decidió acortar el camino. En lugar de hacerlo por la huella que bordeaba un rastrojo viejo lleno de malezas, lo cortó derecho por entre los yuyos altos y la gramilla espesa. Con la azada al hombro, y arrastrando a medias sus viejas alpargatas, trataba de avanzar por entre el malezal donde el año anterior había tenido la chacra. Iba distraído de lo que hacía y concentrado en lo que le esperaba. Ni tiempo tuvo de darse cuenta, cuando sus pies tropezaron en un gran bulto que estaba escondido entre el pastizal. No hubo manera de evitar la costalada. Instintivamente arrojó a un lado la azada, para no lastimarse con ella, y dejó que el cuerpo cayera lo más flojo posible, para evitar quebraduras. Se dio un tremendo golpe que apenas si lograron mitigar las ramas del yuyo colorado que lo recibió, junto con algunas rosetas traicioneras. Desde adentro le nació la necesidad de desahogarse con una maldición. ¡Lo que le faltaba al día! Pero se contuvo. Si había tropezado, con algo sería. ¿Y si aquello fuera una sandía? Se puso de pie, y recogiendo la azada, fue despejando el lugar donde terminaban las huellas de sus pisadas y comenzaba la de su cuerpo. Y efectivamente, allí entre la gramilla alta y los yuyos frondosos, estaba una hermosa sandía con la guía medio seca. Pesaba como veinte kilos. Seguramente alguna semilla de la cosecha anterior había germinado entre el rastrojo, y ahora le ofrecía su fruto de la única manera que tenía: poniéndoselo delante de sus pies. A pesar del cansancio, del calor, y de su cuerpo dolorido por la caída, cargó con cariño la sandía sobre sus hombros y con cuidado completó la distancia que lo separaba de su rancho. Y mientras de antemano saboreaba la sorpresa que le daría a su patrona, se iba diciendo a sí mismo: -¡No hay tropiezo que no tenga su parte aprovechable! Anónimo
  • 21. UNA HISTORIA PARA NIÑOS GRANDES (Salud / Participación / Familia) "Yo era todavía un niño pequeño. Entre las muchas cosas que me deslumbraban estaba el viejo teléfono, que en la época era una antigua caja de madera colgada en la pared, con el auricular suspendido a su costado. Lo que más me intrigaba era que en su interior vivía un pequeño genio, muy inteligente y amable que sabia todas las cosas: la hora que era, el tiempo que haría al otro día, el horario de los trenes, los teléfonos de los amigos de mis padres, y su amabilidad para decir todo lo que mis padres deseaban comunicarles. Deseaba mucho conocer el nombre de este mago chiquito así que me puse a escuchar todo lo que mi madre le decía, hasta que descubrí que ella lo llamaba: "Informeporfavor". Las cosas mágicas siempre tienen nombres largos, como "abracadabra". Mi primer contacto con "Informeporfavor" se produjo un día que nunca olvidare, cuando mi madre visitaba una vecina y me dejó sólo por unos minutos. Yo aproveché para bajar al sótano, en donde mi padre tenía su tallercito casero. Me puse a golpear con el martillo hasta que me di tal martillazo en un dedo que este se hinchó hasta parecerse a una morcilla. No ganaba nada con gritar como un loco, pues en la casa no había nadie para escucharme. Pero entonces... ¡¡¡qué maravilla!!! Me acordé del genio "Informeporfavor". Subí tan rápido como pude, descolgué el teléfono y le hablé: "Informeporfavor". En efecto, él estaba allí. Y además tenía una suave voz de mujer. Tal vez en vez de un genio era una genia. En cuanto me respondió, y ya que había alguien para escucharme me puse a llorar con todas las ganas, y como pude le conté lo que me pasaba. "Estaba sólo en la casa, y me había golpeado un dedo, y..."Informeporfavor me pregunto "puedes alcanzar en la nevera los cubitos de hielo". Le dije "sí, puedo". Y me explicó que los aflojara bajo el chorro de agua, que sacara uno y me lo pusiera sobre el dedo. Eso me hizo mucho bien y pensé que tal vez "Informeporfavor" había hecho un poco de magia para ayudarme. Desde entonces yo llamaba en secreto a "Informeporfavor" para consultarla por todo: "Como se deletrea y se escribe: "fijar". "Como se calcula el área de un cuadrado". "¿Cuál es la capital de España?" Y enseguida, "Informeporfavor" me decía todo, con una paciencia extraordinaria y me lo repetía si era necesario. Pero creo que la más grande ayuda que Sally me dio, fue un día cuando mi adorado canarito apareció muerto en su jaula. Eso me dolió mucho más que el martillazo en el dedo. Llamé a "Informeporfavor" y le conté mi profunda tristeza. ¿Puede usted explicarme, - le pregunte- cómo es posible que un pobre pajarito que pasa el día cantando para alegrarnos a todos, termine un día caído sin poder moverse, ¿en el piso de su jaula?. Pensó un momento, y luego me dijo: "Tu sabes, hay otros mundos a donde ir a cantar"... Aquellas palabras me consolaron porque imaginé al pajarito feliz, cantando en otro mundo tal vez más lindo que el nuestro. Un día, cuando ya habíamos hablado algunas veces más, me pregunto mi nombre. Yo le dije "Tom". Y ella me dijo "Me puedes llamar Sally". Algunas semanas mas tarde, mi padre fue trasladado a causa de su trabajo y fuimos a vivir bastante lejos del pueblo en donde telefoneaba a Sally. En la nueva ciudad, cuando llamaba por teléfono a "Informeporfavor", me contestaba alguien que no era Sally y a Sally nadie la conocía. Tuve una gran pena. Luego crecí, y me enseñaron como funcionan los teléfonos y aprendí que los genios no existían. Entonces tuve más deseos de conocer a esa segunda mamá que era Sally.
  • 22. Un día, siendo ya un joven empleado tuve que hacer un viaje en avión y descender en transito cerca de mi antigua aldea natal. Tenía media hora entre dos aviones. Así que fui al teléfono público, llame y pedí a Sally. Cuando ella me respondió le pregunte: Sally, podrías decirme ¿cómo se deletrea "fijar?”. Pensó un momento y me respondió: "¡Espero que tu dedo ande un poco mejor!" Y entonces los dos estallamos en una carcajada simultánea. Le conté mi nueva vida, mi empleo, y le agradecí todo lo que había hecho por mí siendo niño. Le dije todo lo que ella había significado en mi vida. Pero entonces fue ella la que me dijo, soy yo la que te debe mucho. No puedes imaginarlo: siempre soñé con tener un hijo, pero no lo tuve y tu llenaste de manera formidable ese vacío. Cuando nos despedimos le prometí llamarla cuando volviera, pues seguramente tendría que hacer un viaje similar algunas semanas después y podría ir a conocerla. Paso un tiempo y el nuevo viaje se produjo. Entre el cambio de aviones llame a la central telefónica. "Sally, por favor". "¿Es usted un pariente de Sally?" -contestó otra telefonista. - "No, pero somos viejos amigos, dígale que es Tom". "Señor, - me respondió la telefonista- lamento tanto darle esta mala noticia, pero Sally falleció hace 15 días. Últimamente estaba muy enferma y trabajaba solo medio tiempo, hasta que la perdimos. ¡Todos la extrañamos tanto!... Pero, espere un poco, usted me dijo ¿qué se llama Tom? - Sí, señora, Tom. - ¡Ah!, Sally me dejo antes de abandonar el trabajo una notita para usted. Espere, aquí esta, ella me dijo que usted comprendería, la nota dice: "Tom, “hay otros mundos a donde ir a cantar”. ¿Usted puede comprender? - Sí señora, - pude apenas articular- comprendo... muchas, muchas gracias y adiós. Faltaban unos minutos para la partida del avión. De vuelta hacia la puerta de embarque me di cuenta que tenía los ojos húmedos. Anónimo
  • 23. UNA SOLA OPORTUNIDAD (Salud = desarrollo personal) Un hombre recibió una noche la visita de un ángel. Quien le comunico que le esperaba un futuro fabuloso: Se le daría la oportunidad de hacerse rico. De lograr una posición importante y respetada dentro de la comunidad y de casarse con una mujer muy hermosa. Ese hombre se paso la vida esperando que los milagros prometidos llegasen, pero nunca lo hicieron, así que al final murió solo y pobre. Cuando llego a las puertas del cielo vio al ángel que le había visitado tiempo atrás y protesto: "me prometiste riqueza, una buena posición social y una bella esposa. ¡Me he pasado la vida esperando en vano!. Yo no hice esa promesa, replico el ángel, "te prometí la oportunidad de riqueza, una buena posición social y una esposa hermosa". El hombre estaba realmente intrigado. "No entiendo lo que quieres decir" confesó. “¿Recuerdas que una vez tuviste la idea de montar un negocio, pero el miedo al fracaso te detuvo y nunca lo pusiste en practica?” El hombre asintió con un gesto. “Al no decidirte unos años mas tarde se le dio la idea a otro hombre que no permitió que el miedo al fracaso le impidiera ponerla en practica, recordaras que se convirtió en uno de los hombres más ricos del reino”. También recordaras, prosiguió el ángel “En aquella ocasión, en que un terremoto asolo la ciudad, derrumbo muchos edificios y miles de personas quedaron atrapadas en ellos. En aquella ocasión tuviste la oportunidad de ayudar a encontrar y rescatar a los supervivientes, pero no quisiste dejar tu hogar solo por miedo a que los muchos saqueadores que había te robasen tus pertenencias: así que ignoraste la petición de ayuda y te quedaste en casa”, el hombre asintió con vergüenza. “Esa fue tu gran oportunidad de salvarle la vida a cientos de personas, con lo que hubieras ganado el respeto de todos ellos” continuó el ángel, por último ¿recuerdas aquella hermosa mujer pelirroja, que te había atraído tanto? La creías incomparable a cualquier otra y nunca conociste a nadie igual. Sin embargo, pensaste que tal mujer no se casaría con alguien como tú y para evitar el rechazo, nunca llegaste a proponérselo”. El hombre volvió a asentir, pero ahora las lágrimas rodaban por sus mejillas, “si, amigo mío, ella podría haber sido tu esposa" dijo el ángel. " Y con ella se te hubiera otorgado la bendición de tener sanos y hermosos hijos y multiplicar la felicidad en tu vida”. A todos se nos ofrecen a diario muchas oportunidades, pero muy a menudo, como el hombre de la historia, las dejamos pasar por nuestros temores e inseguridades. Pero tenemos una ventaja sobre el hombre del cuento... “AÚN ESTAMOS VIVOS” Anónimo
  • 24. LAS ESCONDIDILLAS Y ella seguía en mi closet. Escondida. Guardada para no verla; para imaginarme que no existe. Tres meses ya lleva en mi closet. Y a veces por las noches mientras sueño, sus olores nauseabundos me despiertan. Todo se ha vuelto tan ridículo. Pero hasta eso la situación ha mejorado. Antes era peor. Sus gritos eran peores que los ronquidos de mi madre. Asustado: después de una pesadilla llegaba a su cama; y para qué: para que sus ronquidos me desquiciaran. Claro que había un monstruo, pero no bajo mi cama; estaba en su garganta. En fin, eso ya no importa. No hay ronquidos ni gritos, todo es calma. Pero si hay olores, pensé que me acostumbraría, pero es intolerable. ¡Hasta mi ropa huele a muerto! Realmente fue una decisión tonta. Mis vecinos empiezan a sospechar, incluso mis compañeros de trabajo. Ayer nada más; subí las escaleras ¿y para qué? Para encontrar las puertas de mi departamento abiertas. Claro, la portera llamó a la compañía de gas reportando una fuga, al menos eso dijo cuando me vio. Vieja loca, qué sabe ella de fugas de gas. En fin, creo que mi decisión de esconderla no fue muy buena. La escondí para no verla, para olvidarla; para olvidarme de que existe. Pero ahí sigue, escondida. He planeado sacarla de mi casa, pero la gente se daría cuenta. ¡Ya me imagino los chismes! Ja!, como si ellos no arrumbaran las cosas que olvidan; es más, luego ni las meten al closet, a veces las tiran a la basura o a veces nada más las avientan a un rincón. En fin, no sé que me imaginé cuando lo hice; yo que la quiero olvidar, y ella que me obliga a recordarla. Armando López
  • 25. ¿POR QUÉ LLORA VICENTE? Así pasa un tiempo; sin testigos, recordando, oyendo voces, recreando imágenes. Deseando poder abrir su cráneo en dos y de una buena vez entender todo. Los gritos no lo dejan concentrarse; la gran tempestad no ha terminado. El río corre indiferente. Se recuesta sobre su espalda. Unas cuantas nubes, rumiando vientos, lo observan pasivamente. Vicente retira las lágrimas de su rostro con los dedos, y un poco de aire trémulo escapa por su boca. Las nubes continúan mirándolo, y él dormita sintiendo el incómodo cosquilleo de un insecto sobre su cara. Cuando sienta hambre y regrese a casa su madre lo estará esperando. - ¿Adónde andabas, Grillo? - Por "ay". Ya no hay rastros visibles, ya no hay rabia contenida; sólo un leve amargo en la garganta. Ya no hay hormigueo en los brazos ni en el paladar. Todo sigue igual. Mañana temprano tendrá que conseguir un nuevo cuaderno y otros colores. Pero esta vez no podrá ir con Doña Clara; y los tendrá que esconder en otro lado; tal vez en casa de Pancho. El domingo robará limosna a Santa Cecilia para poder pagar lo fiado. Dibujará a la Virgen suspendida sobre el río como una libélula, y la coronará con algodones. Arrancará la hoja del cuaderno, la doblará muy bien, y la meterá en la vitrina, y caerá junto a las otras hojas secas; y silencioso, entre velas e incienso, abandonará la Iglesia. El hombre está hecho de barro, y los dibujos en la tierra se borran de un soplido. Armando López
  • 26. EL ASPECTO DEL CORAJE Yo sé cual es el aspecto del coraje. Lo vi durante un viaje en avión, hace seis años. Sólo ahora puedo contarlo sin que se me llenen los ojos de lágrimas. Cuando nuestro avión despegó del aeropuerto de Orlando, aquel viernes por la mañana, llevaba a bordo a un grupo elegante y lleno de energía. El primer vuelo de la mañana era el preferido de los profesionales que iban a Atlanta por asuntos de negocios. A mí alrededor había mucho traje caro, mucho peinado de estilista, portafolios de cuero y todos los aderezos del viajante avezado. Me instalé en el asiento con algo liviano para leer durante el viaje. Inmediatamente después del despegue, notamos que algo andaba mal. El avión se bamboleaba y tendía a desviarse hacia la izquierda. Todos los viajeros experimentados, incluida yo, intercambiamos sonrisas sabedoras. Era un modo de comunicarnos que todos conocíamos esos pequeños problemas. Cuando uno viaja mucho, se familiariza con esas cosas y aprende a tomarlas con desenvoltura. La desenvoltura no nos duró mucho. Minutos después nuestro avión empezó a perder altura, con un ala inclinada hacia abajo. El aparato ascendió un poco, pero de nada le sirvió. El piloto no tardó en hacer un grave anuncio: -Tenemos algunas dificultades-dijo-:En este momento parece que no tenemos dirección de proa. Nuestros indicadores señalan que falla el sistema hidráulico, por lo cual vamos a regresar al Aeropuerto de Orlando. Debido a la falta de hidráulica, no estamos seguros de poder bajar el tren de aterrizaje. Por lo tanto, los auxiliares de vuelo prepararán a los señores pasajeros para un aterrizaje de emergencia. Además, si miran por las ventanillas verán que estamos arrojando combustible. Queremos tener la menor cantidad posible en los tanques, por si el aterrizaje resulta muy brusco. En otras palabras, íbamos a estrellarnos. No conozco espectáculo más apabullante que el de esos cientos de litros de combustible pasando a chorros junto a mi ventanilla. Los auxiliares de vuelo nos ayudaron a instalarnos bien y reconfortaron a los que ya daban señales de histeria. Al observar a mis compañeros de vuelo, me llamó la atención el cambio general de semblante. A muchos se los veía ya muy asustados. Hasta los más estoicos se habían puesto pálidos y ceñudos. Estaban literalmente grises, aunque me costara creerlo. No había una sola excepción. "Nadie se enfrenta a la muerte sin miedo", pensé. Todo el mundo había perdido la compostura, de un modo u otro. Comencé a buscar entre el pasaje a una sola persona que mantuviera la serenidad y la paz que en esos casos brindan un verdadero coraje o una fe sincera. No veía a ninguna. Sin embargo, un par de filas a la izquierda sonaba una serena voz femenina, que hablaba en un tono absolutamente normal, sin temblores ni tensión. Era una voz encantadora, sedante. Yo tenía que encontrar a su dueña. A mí alrededor se oían llantos, gemidos y gritos. Algunos hombres mantenían la compostura, pero aferrados a los brazos del asiento y con los dientes apretados; toda su actitud reflejaba miedo. Aunque mi fe me protegía de la histeria, yo tampoco habría podido hablar con la calma y la dulzura que encerraba esa voz tranquilizadora. Por fin la vi. En medio de todo ese caos, una madre hablaba con su hija. Aparentaba unos treinta y cinco años y no tenía rasgo alguno que llamara la atención. Su hijita, de unos cuatro años, la escuchaba con mucha atención, como si percibiera la importancia de las palabras. La madre la miraba a los ojos, tan fija y apasionadamente que parecía aislarse de la angustia y el miedo reinantes a su lado. En ese momento recordé a otra niñita que, poco tiempo antes, había sobrevivido a un terrible accidente de aviación. Se creía que debía la vida al hecho de que su madre hubiera ceñido el cinturón de seguridad sobre su propio cuerpo, con su hija atrás, a fin de protegerla. La madre
  • 27. no sobrevivió. La pequeña pasó varias semanas bajo tratamiento psicológico para evitar los sentimientos de culpa que suelen perseguir a los sobrevivientes. Se le dijo, una y otra vez, que la desaparición de la madre no era culpa de ella. Rezando porque esta situación no acabara igual, agucé el oído para saber qué decía esa mujer a su hija. Necesitaba escuchar. Por fin, algún milagro me permitió distinguir lo que decía esa voz suave, segura y tranquilizante. Eran las mismas frases, repetidas una y otra vez. -Te quiero muchísimo. Sabes, ¿verdad? , que te quiero más que a nadie. -Sí, mami- repuso la niña. -Pase lo que pase, recuerda siempre que te quiero. Y que eres buena. A veces suceden cosas que no son culpa de uno. Eres una niña muy buena y mi amor te acompañará siempre. Luego la madre cubrió con su cuerpo el de su hija, abrochó el cinturón de seguridad sobre ambas y se preparó para el desastre. Por motivos ajenos a esta tierra, el tren de aterrizaje funcionó y nuestro descenso no fue la tragedia que esperábamos. Todo terminó en pocos segundos. La voz que oí aquel día no había vacilado ni por un instante, sin expresar duda alguna, y mantuvo una serenidad que parecía emocional y físicamente imposible. Ninguno de nosotros, avezados profesionales habría podido hablar sin que le temblara la voz. Sólo el mayor de los corajes, ayudado por un amor más grande aún, pudo haber sostenido a esa madre y elevarla por sobre el caos que la rodeaba. Esa mamá me demostró cómo es un verdadero héroe. Y en esos pocos minutos oí la voz del coraje. Casey Hawley
  • 28. LOS GRANDES MUEBLES DE SALA Tímidos habitantes nocturnos de lo más profundo de lejanas llanuras del Asia Central, los grandes muebles de sala habitaron hasta hace relativamente pocos años las estepas de jugosos pastos y grandes ríos apacibles. Los guerreros mongoles, audaces jinetes en pequeños caballos de largas crines, que cazaban con poderosas flechas la pantera nebulosa y el lobo estepario, nunca se atrevieron a matar un solo mueble de sala. El Gran Khan descansaba después de las batallas reclinado en un enorme sofá amaestrado, que dormía plácidamente la mayor parte del día en la penumbra de su tienda. Los aguerridos hombres de la estepa, considerados salvajes por los europeos de su época, eran sin embargo, extremadamente tiernos con los grandes muebles de sala, a los que protegían y veneraban considerándolos dioses del descanso. Menos razonables que los mongoles fueron los exploradores europeos, que no dudaron en cazar a sangre y fuego los pacíficos animales, al descubrir que podían hacer con ellos un magnífico negocio. En vista de que los ejemplares que intentaban llevar vivos a Europa morían de tristeza una vez abandonaban su hábitat, los naturalistas disecaron y montaron algunos en una estática actitud, para ser enviados a los grandes museos. Rellenándolos de paja y usando resortes de alambre, hicieron un burdo remedo, una vulgar imitación de los mullidos vientres de los pacíficos animales, que a pesar de ser sólo una infame copia del original, causaron sensación en el público al divulgarse el uso que les daban los jefes mongoles a los ejemplares que habían domesticado. Los pedidos no se hicieron esperar. Reyes, príncipes, duques y papas, la nobleza de alcurnia y la nobleza del dinero encargaron hasta tres y cuatro juegos de sala completos para alegrar palacios y jardines. Indefensos como la mayoría de los grandes animales nocturnos, los cazadores los ahuyentaban por centenares incendiando los juncales donde habitaron por siglos, arreándolos en ruidosas batidas hasta los mataderos de la llanura abierta donde los sacrificaban a garrote para no dañar las pieles. Fue un proceso de extinción semejante al que acabó con la mayoría de los bisontes americanos y los grandes herbívoros africanos, con la dolorosa diferencia que los grandes muebles de sala desaparecieron totalmente. Los cazadores furtivos, la soledad, la tristeza de los criaderos asolados y algunas plagas como el comején y la polilla acabaron con los poquísimos ejemplares que habían sobrevivido, en parajes aislados, a la inmisericorde persecución llevada a cabo por los europeos. De esta manera los fabricantes se adueñaron del mercado, inundándolo con las vulgares imitaciones en varios estilos, que nada tienen que ver con la ternura y la gracia de los originales. Las exorbitantes ganancias les alcanzaron hasta para pagar avisos de prensa en los que se decía que la masacre de los grandes muebles de sala era una invención de naturalistas celosos de la industria, de científicos exagerados y de ecólogos románticos enemigos del progreso; y que esa maravilla de la fauna, junto con el pájaro Dodó y el lobo de Tasmania, las otras joyas perdidas de la naturaleza, eran invenciones de viajeros alucinados. Celso Román – Colombia
  • 29. ¡NINGUNO! El pequeño Chad era un muchachito tímido y callado. Un día, al llegar a casa, dijo a su madre que quería preparar una tarjeta de San Valentín para cada chico de su clase. Ella pensó, con el corazón oprimido: "Ojalá no haga eso", pues había observado que, cuando los niños volvían de la escuela, Chad iba siempre detrás de los demás. Los otros reían, conversaban e iban abrazados, pero Chad siempre quedaba excluido. Así y todo, por seguirle la corriente compró papel, pegamento y lápices de colores. Chad, dedicó tres semanas a trabajar con mucha paciencia, noche tras noche, hasta hacer treinta y cinco tarjetas. Al amanecer del Día de San Valentín, Chad no cabía en sí de entusiasmo. Apiló los regalos con todo cuidado, los metió en una bolsa y salió corriendo a la calle. La madre decidió prepararle sus bizcochos favoritos, para servírselos cuando regresara de la escuela. Sabía que llegaría desilusionado y de ese modo esperaba aliviarle un poco la pena. Le dolía pensar que él no iba a recibir muchos obsequios. Ninguno, quizá. Esa tarde, puso en la mesa los bizcochos y el vaso de leche. Al oír el bullicio de los niños, miró por la ventana. Como cabía esperar, venían riendo y divirtiéndose en grande. Y como siempre, Chad venía último, aunque caminaba algo más deprisa que de costumbre. La madre supuso que estallaría en lágrimas en cuanto entrara. El pobre venía con los brazos vacíos. Le abrió la puerta, haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas. -Mami te preparó leche con bizcochos-dijo. Pero él apenas oyó esas palabras. Pasó a su lado con expresión radiante, sin decir más que: -¡Ninguno! ¡Ninguno! Ella sintió que el corazón le daba un vuelco. Y entonces el niño agregó: -¡No me olvidé de ninguno! ¡Ninguno! Dale Galloway
  • 30. UNA TIERNA CARICIA De "Chocolate caliente para el Alma De Las Parejas Lo que viene del corazón, toca el corazón Don Sibet Michael y yo no nos dimos cuenta que la camarera había venido y había puesto los platos sobre la mesa. Estábamos sentados en un pequeño restaurante alejado del alboroto de la calle Tres, en Nueva York. Ni siquiera el aroma de nuestros panqueques rellenos, recién llegados, resultó un impedimento para nuestra entusiasta charla. De hecho, los panqueques permanecieron hundidos en su crema durante bastante tiempo. Estábamos disfrutando demasiado como para pensar en comer. La conversación, aunque no profunda, era vivaz. Nos reímos al recordar la película que habíamos visto la noche anterior, y no estuvimos de acuerdo acerca del sentido del texto que acabábamos de leer para nuestro seminario de literatura. Él me habló del momento en que había dado el drástico paso hacia la madurez al convertirse en Michael y negarse a seguir respondiendo al nombre de “Mikey”. ¿Había sido a los doce o a los catorce años? No lo recordaba, pero sí recordaba que su madre lloraba y que había dicho que él estaba creciendo con demasiada rapidez. Mientras nos dedicábamos a nuestros panqueques de arándanos, yo le hablé de los arándanos que mi hermana y yo solíamos recoger cuando íbamos a visitar a nuestros primos al campo. Recordaba que siempre terminaba los míos antes de volver a la casa, y mi tía me prevenía acerca de algún fuerte dolor de estómago. Por supuesto, nunca tuve ninguno. Mientras nuestra dulce conversación continuaba, mis ojos recorrieron el restaurante y se detuvieron en un pequeño reservado donde estaba sentada una pareja de edad. El vestido floreado de la mujer parecía tan falto de color como el almohadón donde ella había apoyado su gastada cartera. La cabeza calva del hombre brillaba tanto como el huevo duro que estaba comiendo a pequeños bocados. Ella también comía su avena con una lentitud casi tediosa. Pero lo que me llevó a pensar en ellos fue su imperturbable silencio. Me pareció que un vacío melancólico invadía aquel pequeño rincón. Mientras mi charla con Michael fluctuaba de risas a susurros, de confesiones a opiniones, la intensa quietud de aquella pareja me llamó la atención. “Qué triste –pensé- haberse quedado sin cosas para decir. ¿No hay otra página que hayan vuelto todavía en la historia de cada uno? ¿Y si eso nos pasa a nosotros?” Michael y yo pagamos nuestra modesta cuenta y nos levantamos para salir del restaurante. Cuando pasamos junto al rincón donde se encontraba la pareja de edad, por casualidad se me cayó la billetera. Al inclinarme para recogerla, vi que sus manos libres estaban suavemente entrelazadas. ¡Habían estado de la mano todo ese tiempo! Me incorporé y me sentí puesta en mi lugar por el simple pero profundo acto de unión que había tenido el privilegio de observar. La caricia de aquel hombre recibía de los dedos cansados de su esposa, llenó no sólo lo que yo había percibido como un rincón emocionalmente vacío, sino también mi propio corazón. El de ellos no era el silencio incómodo cuya amenaza uno siempre presiente detrás de una respuesta ingeniosa o el final de una anécdota en una primera salida. No, el de ellos era un estado de calma y serenidad, un amor gentil, consciente de que no siempre se necesitan palabras para expresarse. Probablemente habían compartido esa hora de la mañana durante largo tiempo, y tal vez ese día no era distinto al de ayer, pero se hallaban en paz con respecto a eso, y también el uno con el otro. Tal vez, pensé, mientras Michael y yo salíamos de allí, no iba a ser tan malo que algo similar nos pasara a nosotros algún día. Tal vez, incluso fuera agradable.
  • 31. LA AUSENTE SENCILLEZ ¿Por qué se hace hoy tan difícil la sencillez? ¿Por qué hay tan pocos gestos sencillos, sonrisas sencillas, gustos, amores, expresiones, personas, conversaciones, modas y vidas sencillas? Estamos inundados de artificio, amaneramiento, doblez, disimulo, sofisticación, cursilería, y afectación. ¿Por qué siendo tan fácil ser sencillo se elige la complicación de lo sofisticado? ¡Qué absurdo empeño en colorear la gota limpia y transparente de agua clara! De niños fuimos muy sencillos. Cuando empezamos a ser mayores, aprendemos e imitamos la necia afectación hipócrita de los mayores. ¿Por qué hacer complicado lo que es simple? Lo verdadero, si es sencillo, es más verdadero. Lo bello, si es sencillo, es más hermoso. Lo bueno, si es sencillo y simple es mejor. Amar las cosas sencillas, los modos sencillos, las costumbres sencillas, las palabras sencillas... El ser más perfecto es el más simple. Ocurre en la vida moderna como si existiera una competencia habitual por ver quién llama más la atención por lo extravagante y afectado. Y se ha llegado a ver todo ello como normal. Es uno de los signos de nuestro tiempo. Darío Lostado
  • 32. DEL SENDERO DEL MAGO El más puro de los caballeros que sirvió a Arturo fue Galahad, a pesar de tener en común con el rey el hecho de haber sido concebido fuera del matrimonio. Aunque el hecho de que Galahad fuese hijo natural de Lancelot, no conllevaba estigma alguno, cuando llego el día en que debía convertirse en paladín de una dama de la corte, el rey Arturo se opuso y manifestó su descontento. - "No permitiré que seas el paladín de ninguna dama noble", declaró Arturo. Galahad se ruborizó y tartamudeó:- "Pero mi señor, todo caballero debe servir a una dama para demostrarle la pureza de su amor". "¿Qué sabes tu del amor?" Preguntó Arturo de una manera tan incisiva que Galahad se ruborizó todavía más intensamente. "Si estás tan ansioso de luchar por una dama, te presentaré a tres para que escojas". El rey mandó llamar inmediatamente a Margaret, una vieja lavandera de cabello cano y con verrugas en la nariz. "¿Le servirás a ella por amor, gentil caballero?, -le preguntó Arturo. La confusión de Galahad fue enorme. "No comprendo mi señor" murmuró. Arturo lo miró fijamente he hizo salir a la mujer. "Traigan a otra", ordenó. Esta vez trajeron a una niña recién nacida. "Si Margaret te pareció demasiado vieja y fea, entonces ¿Qué piensas de esta dama? Es de noble cuna y no puedes negar su hermosura". Aunque no había duda de que la niña era muy hermosa, la confusión de Galahad, iba en aumento. Sacudió la cabeza. "Este amor del que hablas es un amo difícil de complacer" dijo Arturo. Mandó llamar a una tercera dama, y esta vez entró Arabela, una preciosa niña de doce años. Galahad la miró y trato de reprimir la ira. "Mi señor, es apenas una jovencita y mi media hermana", dijo. "Pediste una dama a la cual servir" dijo Arturo, "y he sido lo bastante generoso como para presentarte a tres. Ahora debes decidir". Galahad, estaba aturdido. "¿Por qué te burlas de mí, de ese modo?", preguntó. Arturo hizo un gesto con la mano, y en pocos minutos, salió todo el mundo del gran salón y ellos dos quedaron solos. "No me burlo de ti", le dijo. "Trato de mostrarte algo que aprendí de mi maestro Merlín". Galahad alzó los ojos y vio que el ceño de Arturo se había suavizado. "Mis caballeros dicen servir a sus damas por amor", prosiguió el rey, "y, a pesar de sus votos de amar castamente, la mayoría de las veces sienten pasión por aquellas a quienes sirven, ¿no es verdad?, Galahad asintió. "Y cuanto más grande es su pasión por las damas, mayor es su celo de servirles, ¿verdad?, preguntó Arturo. El joven caballero asintió de nuevo. "Merlín me enseñó otra forma de amar", dijo Arturo. "Piensa en la anciana, en la niña recién nacida y en la jovencita que es tu hermana. Todas ellas son manifestaciones de lo femenino, y en la medida en que esas formas cambian, lo que llamas amor, cambia con ellas. Cuando dices que estás enamorado, lo que realmente estás diciendo es que has satisfecho una imagen que llevas dentro. "Así es como comienza el apego, con la inclinación por una imagen. Podrías afirmar que amas a una mujer, pero si ella llegara a traicionarte con otro hombre, tu amor se trocaría en odio. ¿Por qué? Porque tu imagen interior ha sido mancillada y, puesto que ésa era la imagen que amabas, el hecho de que haya sido traicionada, te provoca ira". "¿Qué puedo hacer al respecto?", preguntó Galahad. "Mira más allá de tus emociones, las cuales cambiarán constantemente y pregúntate que hay detrás de la imagen. Las imágenes son fantasías que existen para protegernos de algo que no deseamos enfrentar. En este caso se trata del vacío. A falta de amor por ti mismo, creas una imagen para tapar el vacío. De allí, el
  • 33. intenso dolor que causa un rechazo o una traición en el amor, porque deja expuesta la herida abierta de tu propia necesidad". "El amor, es considerado como algo muy hermoso y elevado", se lamentó Galahad, "no obstante, tú lo haces sonar como algo horrible". Arturo sonrió. "Lo que SUELE considerarse amor, puede tener consecuencias terribles, pero ese no es el final de la historia. El amor tiene un secreto. Merlín me lo contó hace muchos años, como yo te lo confío ahora: Cuando puedas amar a una anciana, a una niña y a una jovencita de la misma manera, serás libre para amar más allá de la forma. Entonces se desatará dentro de ti la esencia del amor, que es una fuerza universal. Y dejarás de sentir apego -el llamado silencioso, al cual obedece el amor". Deepak Chopra
  • 34. LA CAMPANA DE PLATA Se cuenta de un rey que hizo colocar una campana de plata en una torre muy alta de su palacio, al comenzar su reinado. Él anunció que haría sonar la campana cada vez que estuviera feliz, para que sus súbditos supieran de su alegría. La gente esperaba el sonido de la campana de plata, pero esta permanecía silenciosa. Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, y los meses en años. Pero la campana no sonaba para avisar que el rey era feliz. El rey envejeció y finalmente yacía en su lecho de muerte en el palacio. A medida que algunos de sus llorosos súbditos llegaban para acompañarlo, él descubrió que su gente realmente le había amado todos estos años. Finalmente el rey fue feliz. Poco antes de morir, tiró de la cuerda de la campana de plata, para hacerla sonar. Piensa en esto "toda una vida de infelicidad, porque él no sabia que era muy querido y aceptado por sus leales súbditos". Hay muchas personas que pasan por la vida sin saber que son queridas y apreciadas por los demás. Quizás son aquellos que están cerca de ti los que necesitan el calor de saber que alguien piensa en ellos. Donald Hunger Ford
  • 35. EN LA CELDA Cuando apareció por primera vez, sentí una sensación admonitoria, como de viejo augurio cumplido. Todo en ella delataba su conjura contra mí, sabia que a partir de aquel momento no podría escapar a mi desgracia. Nos acomodamos en mi estrecho cuarto como pudimos, no le pregunté como había llegado, ella no me preguntó como había vivido, firmamos un tácito acuerdo de complicidad, era la única manera de sobrevivir. Pero el acuerdo no resultó equitativo, no por culpa de ella, sino por culpa mía, yo necesitaba de alguien en mi vida, pero no de cualquier manera, lo necesitaba de manera absorbente, ella así lo entendió, por eso no puedo culparla de nada, si acaso hay un culpable, ese soy yo. Diría que ella se limitó a complacerme, desde ese punto de vista, fue una gran compañera, casi una amante ideal. Por los hechos posteriores, al menos como los dio a conocer la prensa, podría pensarse que nuestra intimidad era algo turbulenta, truculenta, sin embargo, ahora puedo afirmar que fue una relación inocente. Sí, inocente, pues, ella conocía esa otra parte de mí que me repugnaba por sucia y con un gran sentido de la caridad dedicaba los mejores instantes de nuestra intimidad a complacerla. Me asustaba su proceder, me reprochaba el permitirle hacerlo, sabía que con eso caía en sus manos, entregaba mis armas, a veces llegaba a detestarla, pero el placer era superior a mí, a mis intenciones. Su actitud en esos momentos me remitía a su pasado, no podía imaginarla distinta de una puta, entonces me sentía despreciable, rebajado al nivel de mi propia existencia. Después de esos momentos me sentía débil, incapaz de expulsarla, sabía que me destruiría, que me acercaría al final, pero también sabia que no podría evitarlo. Estaba vencido y ella lo sabia, se regodeaba con su victoria, jugaba con su dominio, era un juego peligroso, pero ella no lo creía así, me consideraba un ser inofensivo y sin embargo dispuesto a proteger. Fue su exceso de confianza en mí, lo que la perdió, cuando lo comprendió ya era demasiado tarde, su suerte ya estaba echada. Muchas veces quise tirarle sus trapos a la calle, pero su sumisión me vencía, quería hacerle comprender que lo hacia por ella, por su seguridad, pero las palabras no me alcanzaban, ella interpretaba esto como impotencia, como dominio de ella sobre mí y quizás se reía en su interior, quizás se burlaba de mí, estaba muy equivocada. Tal vez no estaba equivocada, tal vez estaba en lo cierto y el equivocado era yo, por eso cuando lo comprendí, no quise darle la razón y entonces cometí el acto supremo, el único acto que podría darme la razón. La vez que llamó un hombre preguntando por ella no quise averiguar quién era ni qué quería, estábamos en una lucha sin cuartel y la indagación podría perderme, así que la golpeé salvajemente, con ruindad, sin inmutarme. Después de la paliza ella siguió limpiando el cuarto tranquilamente, me desplomé sobre la cama, había cometido un gran error, ahora si estaba perdido, le había dado su primer gran triunfo sobre mí, ahora ya nada podría salvarme. Desde ese día empecé a temerle, progresivamente fui sintiendo un gran temor, empezó a asustarme su presencia, los días se me fueron llenado de pánico. Segura de su dominio se paseaba de manera amplia por el cuarto, yo trataba de ocupar el menor espacio posible, por regla general siempre me recogía en un rincón, no quería alterar su espacio, ni interrumpir su peregrinaje hacia todas mis cosas.
  • 36. En aquellos momentos deseaba con fervor una excusa para matarla, la presencia de un amante por ejemplo, sin embargo, sabia que no tendría fuerzas para cumplirlo, su pródigo desdén me desarmaba. Una vez intente el contraataque, ocurrió en la noche, me deslice como una babosa por junto a su cuerpo, intente sujetarle los muslos desnudos pero la humedad y el calor de su sexo tan próximo a mis manos me obligó a la retirada, sentí temor de perder mi dominio personal, luego inicie el ataque por los hombros, me sentía mas seguro por estos lados, recorrí su espalda y sus caderas, un ligero estremecimiento de sus labios me indico que ganaba terreno, cuando abarqué su vientre con mis manos, su piel se deshizo en un tenue oleaje continuo de rítmicas sensaciones de colores sin mirar y fragancias sin oler, no pude resistir, me hundí en aquellas carnes húmedas hasta el final; qué me importaban orgullo, dignidad o seguridad personal, podía perder la vida allí mismo, no me importaba, me habría sentido glorioso; había iniciado un viaje sin retorno por el río de la degradación. Cuando desperté me sentí despreciable. Creo que llovía, al menos yo tenia húmedos los huesos. La mire con horror, nunca antes me había parecido tan dominante, era como un montón de redondeces que amenazaban con venirse encima. Con temor, casi con veneración me escurrí por entre la cobija, cuando alcance el suelo, una alegría infinita me acelero el corazón. Me observé en el espejo, sobrevivía, había sobrevivido a aquella tentativa sobrehumana para mí, esto me llenó de valor y de esperanza, seguramente saldría con vida de aquella encrucijada, en que me había metido. Pero esa frágil tentativa de libertad no borró el miedo que sentía por la mujer, como habría sido mi deseo, antes por el contrario lo agudizó más, ya no me atrevía a insinuarle nada de nada, ella se fue apoderando de mis cosas, empezó a determinar mis acciones, a regularlas, no era difícil para ella, mis acciones eran bien pobres por lo demás, no tenía mucho en que esparcir mis deseos, en realidad todo se circunscribía al espacio que ella ocupaba, tal vez por eso se sentía en la obligación de ordenármelo todo. Cuando yo intentaba decirle algo, recriminarle algo, me miraba con ojos apacibles, con ojos cansados de comprender, su respiración me recordaba el pacto inicial, pacto que yo había roto en la creencia de ser capaz de tener una mujer, entonces no me quedaba otra alternativa distinta a callarme. Una vez más sentí ganas de tirarla a la calle sin explicarle nada, no quise meditar mi resolución, simplemente cogí sus vestidos y los arroje a la calle, me miró con ojos llenos de compasión, su mirada decía que lo entendía todo, su actitud al empezar a recoger sus cosas mostraba un ser infinitamente culpable, un ser que se sentía infinitamente despreciable, no pude soportar esa visión, rápidamente recogí sus vestidos de la calle para luego acomodarlos en el sitio que ocupaban en la habitación, me reprochaba a mi mismo este gesto de debilidad, sabia que me estaba perdiendo, que me estaba hundiendo hasta que no quedara de mí más que una superficie grasienta por medio de la cual se podría adivinar que allí había existido un hombre, pero no podía evitarlo. Me consolaba y trataba de justificar mi situación diciéndome que vivía emociones fuertes, en realidad la única emoción fuerte era el miedo. Tuve que confesarme que el miedo siempre lo había experimentado, por eso no era una emoción fuerte, puesto que no era una sensación nueva, ya que todo lo nuevo es lo que sentimos como fuerte. Desde ese día todo fue un infierno para mí, había perdido la excusa principal para justificarme, si acaso, sería un cobarde y sin embargo esto tampoco era nuevo, pues, siempre había sido un cobarde y ella estaba ahí para recordármelo, ahora lo comprendía todo, ahora comprendía el porque de mi miedo hacia ella, no era por su posesión violenta a través de la sumisión, no era que ella me hubiera quitado mi espacio, simplemente ella, desde que había llegado se había convertido en el hecho permanente que recordaba mi cobardía, mi incapacidad, mi inutilidad, ahora estaba todo claro, ahora solo restaba negar todo ello con un acto supremo que me reivindicara ante mí mismo, así que tome un cuchillo, el de la cocina, entre otras cosas, y la maté.
  • 37. Sí, la maté, no podía soportarla un día mas como el espejo de mi decadencia, de mi realidad interior. Ella simplemente trataba de sobrevivir, yo era su plato de comida diario, sin embargo ¿no es esto más cruel todavía? es mejor no pensar más, ya no vale la pena reflexionar sobre eso, después de todo... después de todo ya es de día y creo que no ha cambiado mucho mi vida, por eso no me asusta mi situación actual, ya tengo algo definido, muchos años en prisión. Edgar Samboní Andrade – Colombia
  • 38. CELEBRACIÓN DE LA FANTASÍA JUEGO Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano. Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón. Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba mas de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca: -Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo -Y anda bien -le pregunté -Atrasa un poco -reconoció. Eduardo Galeano
  • 39. TERAPIA INTENSIVA Lo encontraron en su casa de Buenos Aires, caído en el suelo, desmayado, respirando apenitas. Mario Benedetti había sufrido el más feroz ataque de asma de toda su vida. En el Hospital Alemán, el oxígeno y las inyecciones lo devolvieron, poquito a poco, al mundo, o a algún otro planeta más o menos parecido. Cuando alzaba los párpados, veía muñequitos que bailaban, tomados de la mano, en la remota pared, y entonces volvía a sumergirse en un silencio asueñado y ausente. Estaba molido. Había sido aporreado por Joe Louis, Rocky Marciano y Cassius Clay, todos a la vez, aunque él nunca les había hecho nada. Escuchó voces. Las voces iban y venían, se acercaban, se alejaban, y en alemán decían algo así como mal, mal, lo veo muy mal; un caso difícil, difícil; quién sabe si pasa de esta noche. Mario abrió un ojo y no vio muñequitos. Vio unas túnicas blancas, al pie de su cama. Con voz de bandera arriada, preguntó: —¿Tan grave estoy? Lo preguntó en perfecto alemán. Y uno de los médicos se indignó: —¿Y usted por qué habla alemán, si se llama Benedetti? El ataque de risa lo curó del ataque de asma y le salvó la vida. Eduardo Galeano
  • 40. AYER Tuvo que pasar mucho tiempo para que me diera cuenta de que el viento había cesado, de que la palidez de la luna iluminaba una estrecha franja del cuarto, alargando la silueta de los objetos más próximos a la ventana. Desde mi rincón intuí, más que vi, la vaga forma de un espejo; la forma inconcreta de un mueble cualquiera consiguió llenarme de congoja, dejándome la sensación de vacío que aún hoy puedo sentir de vez en cuando. Al tiempo de levantarme, un pesado cenicero se volcó sobre la mesa. No me preocupé por limpiar nada. Tampoco quise mirar por encima del hombro cuando atravesé aquella puerta. La mañana siguiente fue especialmente desagradable en todos sus aspectos. La sensación de fracaso que me inundaba, al mismo tiempo contribuía a desorientarme y a afianzar la pálida melancolía que se iba apoderando de mi persona. De una manera un tanto mecánica entablé de nuevo relaciones forzadas con la vida, ocupándome de los rutinarios quehaceres domésticos con desgana. Tuve con demasiada lucidez la sensación de que, antes de limpiarlo de nuevo, el polvo acumulado sobre los muebles ya lo había visto antes, de una manera idéntica; el simétrico vuelo del ave que rompió la pulida superficie de un espejo, apenas vislumbrado de reojo en una fracción de segundo, me recordó lo ya sucedido. No obstante, decidí olvidarlo todo y releí, pues tuve tiempo para ello, un viejo relato de London, que me dejó insatisfecho en medio de esa estúpida sensación que los acontecimientos presentidos dejan por algún tenebroso rincón del inconsciente. Como en un sueño dirigí mis pasos esa jornada repetida, pues poco a poco empecé a darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Algo vago como un presentimiento se hizo al fin hueco en mi pecho. Y comencé a preocuparme. Hacia mediodía consumí los mismos alimentos que en la precedente había engullido, sin hambre; bebí los mismos caldos; me derrumbé en la cama de la misma manera desconsolada y cansina; me levanté una media hora más tarde, con la misma sensación de ahogo que en la víspera me aprisionó la garganta; las mismas lágrimas bañaron mi rostro entonces, pues sabía con claridad estremecedora a lo que estaba abocado. Decidí salir a la calle y romper así la simetría. Pero no pude hacerlo. Recordé los desesperados esfuerzos que todo eso me había costado en otro momento, hacía veinticuatro horas justas. Una y otra vez regresé a esa puerta cerrada, aunque de sobra sabía que jamás llegaría a franquearla. En mi desesperación, cogí el teléfono; lo colgué sin hacer llamada alguna; volví a la puerta, al teléfono, con el abatimiento del tigre enjaulado, con el abandono de la falta de fuerzas ante lo que se sabe ineludible. Pensé en saltar por la ventana, pero me di cuenta de que ya lo había pensado y de que me iba a ser del todo imposible hallar una solución no sopesada con anterioridad, en ese cuarto, en esa jaula idéntica de tiempo repetido. Por último, me relajé en mi asiento y fui testigo de la caída de la tarde. Era miércoles, veinticinco de enero. Una fría luz difuminada, como corresponde a esa época del año, se agolpaba en la sala. Los muebles en el cuarto se tornaron con el tiempo fantasmales, atenuándose de una manera ilógica, hasta que desapareció por completo su aparente consistencia. Ni siquiera me molesté en dar las luces de la casa. Hacia las doce una fuerte brisa comenzó a sacudir todos los cristales del edificio, haciendo que me estremeciera en el asiento. El fuego no se había encendido en todo el día, y por lo tanto el frío se había alojado junto a mi persona. Supe que jamás alcanzaría las cerillas sobre la repisa de la chimenea; que todos mis actos iban a ser duplicados exactos aquella noche de esa otra; que no me levantaría hasta pasadas las cuatro de la madrugada y que, para entonces, tendría que haber pasado mucho tiempo para que me diera cuenta de que el viento había cesado, de que la palidez de la luna iluminaría una estrecha franja del cuarto, alargando la silueta de los objetos más próximos a la ventana. Desde mi rincón intuiría la vaga forma de un espejo; la forma inconcreta de un mueble cualquiera conseguiría llenarme de congoja, dejándome la sensación de vacío que aún hoy puedo sentir de vez en cuando. Al tiempo de levantarme, un pesado cenicero se volcaría sobre la mesa. No me preocuparía por limpiar nada. Tampoco miraría por encima del hombro, cuando atravesara aquella puerta... Eladio Bulnes Jiménez - España
  • 41. LUGAR EQUIVOCADO Trabajo perjudicial Todavía era de noche cuando el hombre se levantó. Con el automatismo de lo que se ha hecho miles de veces, tomó la caña, la linterna y la pipa, y se dirigió a la laguna. Una vez allí, preparó con destreza los enseres de pesca, lanzó el anzuelo, encendió la pipa y esperó. Acertaba a pasar por allí un joven provisto de un equipo de pesca. -¿Qué tal, buena pesca? -Nada, no. -¿Hace mucho que está? -Hoy, desde el amanecer. Pero hace diez años que vengo todas las mañanas. -¿Y suele obtener buenas piezas? -No, nunca. -Pero, ¿qué carnada usa? -Ninguna, hijo. No vale la pena. -¿Cómo? -Esta laguna no tiene peces, porque no tiene ni una gota de agua. -Y ¿para qué viene? -Porque no sabría adónde más ir, ni qué otra cosa hacer. Cuando esta laguna tenía agua, toda mi familia se alimentó de ella. No aprendí otra forma de vivir. Elena Espinal
  • 42. BERARDO CON FRÍO Lo sentí desde mi cama. Curiosamente sentí su temblor de frío desde mi cuarto tan lejos de ahí en mitad de la noche. Paula Berardo temblando sentada en un rincón, tratando de cubrirse en vano con sus brazos y sus piernas en el piso de granito helado, desnuda en el inmenso tablero de ajedrez de algún salón lejano. Su piel erizándose poco a poco, marcando con autoridad que es recién el comienzo del frío, que aunque estoy a tiempo de llegar y tocar despacio su pelo rojo sin hablar, sacándome cada prenda para ponérselo a ella, trasladarle apenas mi calor, en un intercambio que ella y yo tomaremos equívocamente por amor. Comenzar poniéndole, cuando ya esté completamente desnudo, mi slip negro y que por eso estemos a punto de sonreír, pero el frío, lo cómico de una prenda demasiado masculina en un cuerpo de mujer, las diferencias de relieve, esas cosas. Luego la necesaria camiseta de frisa blanca, doblarle un poco las mangas hacia arriba; las medias; el pantalón demasiado holgado para Berardo pero quizás ajustando el cinturón en el orificio indicado; la camisa celeste prendida hasta el último botón; el chaleco, la primer sonrisa de tibio placer en el rostro de Berardo; la corbata y su nudo impecable, inútil pero prolijo, los zapatos varios números más grandes pero quizás apretando un poco los cordones; finalmente el saco bien prendido y poder vernos así de frente, ella con mi traje ya templada y yo completamente desnudo, parados uno contra otro, mientras el frío ahora sube desde la planta de mis pies. Un beso interminable desde su boca tibia a mis labios helados; verla alejarse por el salón como un peón negro triunfante y salir por la puerta principal. Paula Berardo caminando tranquilo desde su flamante calor. Sentarme a sentir el frío en el mismo rincón, en la misma posición, los brazos y las piernas cubriéndome inútilmente; mi piel erizándose hasta el preciso momento en que él lo sienta desde su cama, desde su habitación lejana a mitad de la noche, hasta que por fin él se decida y venga, cuando conozca desde allá el frío que toda mujer sentiría como yo siento aquí sentada en un salón grandísimo contra el granito helado; hasta que otro hombre acepte el cambio, hasta que otro hombre acepte el cambio, hasta que otro hombre acepte el cambio. Fernando Oviedo
  • 43. LA MARIONETA DE TRAPO SALUD Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero, en definitiva, pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco y soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundo de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás se duermen, escucharía mientras los demás hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate… Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo, sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón… Escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que le ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos… Dios mío si yo tuviera un trozo de vida… No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer de que ella es mi favorita y viviría enamorado del amor. A los hombres, les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos, a mis viejos, les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres… He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho a mirar a otro hombre hacia abajo, cuando ha de ayudarlo a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero finalmente mucho no habrán de servir porque cuando me guarden dentro de esta maleta, infelizmente me estaré muriendo… Gabriel García Márquez