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ENTREVISTA,   página   63




    CONFESIONES DE UNA ESCRITORA:
             •

    ENTREVISTA A JOSEFINA AlDECOA
    Eugenio Sáenz de Santa María / Carlos Villar Flor




"El compromiso ético
es una de nuestras señas
de identidad, uno de los
rasgos que nos une a los
escritores de los 50"




       En verano, Santander es una fiesta. Un sarao ecléctico       y un punto pagano de
    arena fina, sol y pieles tostadas, un borbotón   incontenible    de vida a pie de chi-
    ringuito, entre las calles atestadas, en lo más alto del faro, desde donde se divisa
    la ciudad   hormigueante   y ajena a conceptos   como prisa, horas o dolor. En la
    península que parte en dos la espina dorsal de las playas santanderinas,         se yer-
    gue aristocrático el palacio de La Magdalena, antigua propiedad de la Monarquía
    que ahora, por esas cosas de la Democracia, disfruta el Pueblo en toda su exten-
    sión- que acoge en sus estancias las actividades de la Universidad       Internacional
    Menéndez Pelayo (UIMP). Las familias retozan en los cuidados jardines y se sien-
    tan ante las espléndidas vistas de la bahía, con un interés estético que se resume
ENTREVISTA,      página   64




    en interjecciones y silencios pensativos.
        En la UIMP, entre cursos, ponencias y debates, una masa multicolor             atesta los
    pulcros pasillos de palacio, antaño recorridos por quizá ociosos infantes, ayas
    con uniformes almidonados y mayordomos de librea impoluta. En estos tiempos
    de moda prett á porter, las sandal ias que envuelven tobi Ilos del icados se confun-
    den con zapatos que brillan          lustrosos; junto a camisetas desenfadadas caminan
    trajes de lino y corbatas que elevan, puede que sin precisarlo, rasurados mento-
    nes. y entre jóvenes que viven ilusionados sus primeras incursiones en ámbitos
    tan excelsos, uno puede encontrarse, de sopetón, al ex jefe de la Casa Real, don
    Sabino Fernández Campo, como abandonado                  a su suerte junto a un grupo de
    extranjeras que ignoran la porción de Historia que pasa a su lado; o, incurriendo
                                         unos metros más en el dédalo del palacio,         puede
"La novela es un género                  aparecer, trajeado y con carpeta, el ínclito actor
                                         Chinarro; o, en fin, el vistante bisoño de la UIMP
de madurez, por lo que
                                         puede acudir a la cafetería y, al solicitar   las consu-
   no se puede escribir
                                         miciones, darse cuenta de que le acaba de quitar la
  acerca de algo vivido                  vez al flamante premio Cervantes, don José Hierro,
       en el momento."                   que le mira sin verle desde sus atalayas poéticas.
                                         y entre la vorágine de carpetas, curiosidades y pasi-
    llos concurridos,    nos encontramos       con una mujer, que sabíamos escritora y que
    descubrimos     bella y sabia. A estas cualidades del cuerpo y el espíritu cabría aña-
    dir la de una juventud         que resume siete décadas de historia, personal y del país,
    un devenir que ella se empeña en perpetuar a través de sus palabras, escritas y
    habladas. Esta mujer comprometida usa su voz para recordarnos el pasado, no
    con afán de revancha, sino con intención            pedagógica. Conocernos     en los tiem-
    pos pretéritos es aprender, asegura, y las lecciones hay que desarrollarlas             en el
    incierto examen del futuro.
       Josefina Aldecoa        llega a la UIMP para explicar su relación con la literatura,
    para dar cuenta del compromiso            ético que asumió la generación de la que ella
    formó parte. En el caso de la autora, esa intención se ha plasmado en títulos que
    componen      su estela creativa. En 1961 publicó A ninguna parte. A finales de la
    década de los sesenta, se abre un paréntesis provocado por la muerte de su mari-
    do, el escritor Ignacio Aldecoa. Su reencuentro con la publicación           se produce en
    los ochenta, con títulos como Los niños de la guerra, una obra de memoria per-
    sonal y gen~racional; la novela La enredadera, en la que analiza la personalidad
    femenina      a través de dos personajes en situaciones opuestas; y Porque éramos
    jóvenes, libro donde se recoge la responsabilidad          de cada uno en la elección de
    la trayectoria vital. En El vergel, obra que publica a finales de los ochenta, se pro-
    duce una ruptura en el juego constante de la autora entre el pasado y el presente.
ENTREVISTA,    página    65




 Hay más títulos que quedan como hitos de su carrera, como Mujeres de Negro o
Confesiones de una abuela, y otros (esperamos que muchos) por venir, como el
de la novela que actualmente elabora con el provisional título de El enigma.


    - Háblenos del grupo de novelistas de los años 50 al que usted perteneció.
¿Cómo era la relación literaria y personal entre ustedes en aquellos años?
    Maravillosa. La mayoría nos habíamos conocido en la facultad de Letras de
Madrid, pero no precisamente en el aula: Ignacio (Aldecoa), jesús Femández
Santos y Ferlosio no aparecían por clase, había que encontrarlos en el bar. Los
que iban a la universidad por aquellos años pretendiendo aprender literatura y
queriendo ser escritores, no encontraban lo que buscaban. Quizá eso nunca se
encuentra, pero entonces menos, teniendo en cuenta que en mi adolescencia
estaban prohibidos libros como Platero y yo ... El grupo nació espontáneamente,
unos por otros; Ignacio y Carmen Martín Gaite se habían conocido en Salamanca,
luego fueron a Madrid y nos conocieron al resto; yo conocí a Ferlosio antes que
a Ignacio .. En total, éramos un grupo de unas diez o doce personas que mantuvi-
mos una gran amistad.
      Existía una igualdad total entre los hombres y las mujeres del grupo - Carmen
 Martín Gaite, Ana María Matute, la actriz María Luisa Romero y yo - tanto en el
 plano superficial (nadie nos cedía el paso o el sitio, todos pagábamos las consu-
 miciones) como en el profundo. A la hora de discutir o hablar de literatura exis-
 tía una igualdad total, éramos un grupo muy bien avenido. Hacíamos lecturas de
 nuestras creaciones - sobre la base "si me lees, te leo"- y opinábamos con igual-
 dad; asistíamos todos a las primeras obras de teatro de Alfonso (Sastre), nos que-
dábamos toda la noche en espera de las críticas, lo mismo las chicas que los chi-
cos; recibimos con verdadera alegría la publicación de la primera novela de Ana
María, que publicó jovencísima; nos alegrábamos cuando alguno obtenía pre-
mios literarios como si fuera nuestro ... Creo que fuimos las primeras mujeres
escritoras que fueron verdaderas compaíieras en igualdad de los hombres escri-
tores, sin discriminación, durante muchos años. Teníamos una relación verdade-
ramente avanzada para la época.
    Buero Vallejo, que era una especie de hermano mayor; como Cela y otros,
definía nuestras tertulias como lilas catacumbas". Este clima clandestino de con-
fianza nos acercaba más y disolvía todas las diferencias artificiales que se pueden
crear socialmente.

    - ¿Qué otros rasgos les unían, además de la amistad?
    La mayoría éramos estudiantes de universidad en Madrid o Barcelona, y a
todos nos unía una experiencia cronológica: la guerra civil que vivimos en nues-
ENTREVISTA,    página   66




tra infancia. Muchos empezaron en los 50 a publicar sus primeras novelas, poe-
mas, cuentos u obras de teatro con unos rasgos comunes: la preocupación por la
realidad que les rodeaba, la tristeza, sordidez y miseria de un país que arrastraba
las consecuencias de una guerra civil y después una guerra mundial. La dureza
de la posguerra, el aislamiento, las dificultades materiales y culturales, el exilio y
represión de los grandes maestros ... Muchas veces he pensado que lo que impul-
só a escribir a mis compañeros fue esa necesidad de contar lo vivido: se les l/amó
Ilescritores realistas, sociales o socio-realistas ... " Sin duda, el compromiso ético es
una de nuestras señas de identidad, uno de los rasgos que nos une a los escrito-
res de los 50.

     - ¿le parece que se mantiene este compromiso en las nuevas generaciones
literarias?
     Todos somos hijos de la consecuencia histórica que nos ha tocado vivir, ya
la generación de mis hijos o de mis nietosl lo que les contamos de esos años les
parece la guerra de las Galias. Los nuevos escritores no tienen por qué sentir la
necesidad de ese compromiso ético: cuando la realidad es más dulce uno se
puede permitir el lujo como escritor de abordar otros problemas humanos, y no
se puede decir que eso esté mal, depende de la época.
     La literatura también acusó la transición. Muchos jóvenes se incorporaron a
las filas literarias en los 60, los 70 y 80, interesados en nuevas corrientes, modos
de expresión, influencias externas, etc., y no tenían nada que ver con los escrito-
res sociales y comprometidos de los años anteriores. También éstos, en plena
madurez literaria y humana, habían cambiado: se sintieron relevados de su obli-
gación testimonial y libres para escribir de lo que quisieran, cambiar de temas,
estilos, tratamientos, elegir lo que probablemente hubieran elegido: intimismo,
fantasía, amor, problemas de una sociedad emergente ... Temas libres para escri-
tores libres.

    - Sigamos con las comparaciones odiosas. Antes se ha referido a la actividad
de su grupo de amigos escritores con unas connotaciones románticas: se reuní-
an en las "catacumbas", leían y comentaban libros prohibidos, etc ... ¿Qué le
parece el contraste con la generación literaria actual? ¿Cree que la libertad de
expresión sin límites de la que gozan ahora ha producido los frutos de calidad
esperados?
    No estoy tremendamente al día de los escritores actuales más jóvenes.
Conozco a Múgica, a Ray Loriga, ya algunos otros, y creo que el/os también tie-
nen su propia "catacumba", de otro tipo distinto: el/os parecen moverse dentro
de un ámbito muy determinado, y son testigos de una juventud con similares
hábitos de diversión, sexuales, vitales, etc. Pero también se han formado su pro-
ENTREVISTA,    página   67




pia catacumba, sus propios códigos que han de seguir si no quieren sentirse de:>-
plazados. Esto es propio de la juventud, y yo lo vi en mis hijos y lo veo en mi
alumnos y ahora en mis nietos: el joven necesita pertenecer a un grupo, no se
 halla en solitario, tiene que protegerse mediante la pertenencia a un colectivo y
sigue los códigos que ese colectivo marca. En literatura pasa algo parecido.
     En cuanto a los frutos literarios de esta nueva generación, no podemos aún
 hablar, nos falta perspectiva. Pero creo que los resultados de una educación más
 abierta tienen que ser a la larga positivos. Se dice que los jóvenes de hoy no leen,
pero yo creo que no es del todo cierto: el problema es que tienen mucho donde
 escoger, desde literatura popular, cómics, canciones, películas, televisión; video-
juegos ... Una gran variedad de opciones que influyen en el modo de entender la
 vida.
    Yo creo que en esta cuestión se aplicará la idea del péndulo: se publican de
vez en cuando verdaderas aberraciones haciendo gala de libertad de expresión,
pero las aguas volverán a su cauce cuando se haya asumido una auténtica noción
de libertad.

    - Volvamos a los comienzos. ¿Podría resumimos su trayectoria            literaria
desde los años 50 y 60?
     En esos años yo ya escribía; como mis amigos; artículos; cuentos, reseñas;
alguna traducción ... He de añadir que eran difíciles de ;;colocar'; en las escasas
revistas y periódicos que existían; pues, a diferencia de hoy, ser joven no era un
 valor que se cotizara en bolsa.
      Reuní mis primeros cuentos en el libro A ninguna parte. Escribí dos novelas;
 una de las cuales; La casa gris; quedó finalista
 del Nadal en 1953. Los premios eran entonces         "Nada de lo vivido
 casi la única salida para una novela. A finales de
                                                      permanece encerrado
 los 60, la muerte de Ignacio sumió mi vida en un
 largo paréntesis de silencio, etapa que duraría      por mucho tiempo en
 casi diez años, durante los cuales todo mi traba-
                                                      la censura del subconsciente"
jo literario se redujo a la lectura. En 1979, un
 amigo editor insistió en que hiciera un largo prólogo para una selección con notas
 de los cuentos de Ignacio; y para ese mismo editor escribí Los niños de la guerra,
 memoria generacional como homenaje a mis amigos. El hielo estaba roto.
      Después escribí una novela no social, La enredadera (1984) la historia de dos
 mujeres que habitan una misma casa con cien años de diferencia. El contraste
 entre ambas vidas me sirvió para hacer una exploración de la condición femeni-
 na y para reflexionar sobre lo que tienen en común mujeres separadas por un
 siglo. Seguirán, en 1986; Porque éramos jóvenes, y El vergel (J 988). Tratan de las
ENTREVISTA,                     página   68




    JOSEFINA         R. ALDECOA                JOSEFlNA   R. ALDECOA


      Historia de                             Mujeres de negro
     una maestra




                      11'1

            ANAGRAMA
         NafTaINa"NspAr>l<:as




relaciones humanas, de los encuentros y desencuentros, los problemas de la
mujer en lucha con su destino, la búsqueda personal de los propios errores y
aciertos. Pero en estos libros ha desaparecido el compromiso social directo.

    - Cuando retornó la escritura después de los años de silencio, ¿sentía más
miedo que cuando empezó?
    Yo creo que, aunque mi descanso literario fue forzado por mi situación psi-
cológica de entonces, me vino bien en otro aspecto: durante el tiempo en que no
escribí maduré en muchos sentidos. Cuando volví yo había cambiado en cuanto
a la capacidad de expresión, a mis experiencias humanas ... No había cambiado
de ideas, de ideología, de sentido crítico, pero me vi impulsada a escribir de lo
que estaba escribiendo todo el mundo. Ya no quería escribir de la posguerra. No
es que pensara que ya no existía penuria o miseria, pero había una especie de
pacto en el ambiente de no tratar de esas realidades, a ver si con la transición
empezábamos a vivir en paz. Durante estos años había leído muchas cosas y me
preocupaba la situación de la mujer.
    Yo había estado alejada de la creación literaria, pero no del mundo literario,
el mundo literario eran mis amigos. Además, creo que de lo que se está viviendo
inmediatamente no se puede escribir. Yo había vivido recientemente un drama
personal, la muerte de Ignacio, pero no hubiera podido escribir ni una novela ni
un cuento en torno a lo que estaba sintiendo entonces. Creo que la novela exige
una perspectiva, y que es un género de madurez, por lo que no se puede escribir
acerca de algo vivido en el momento. Así que, de lo que yo me retiré durante esos
diez años no fue de la pasión literaria, de la lectura, de saber lo que les sucedía
ENTREVISTA,    página   69




a mis amigos - que se reunían en mi casa cada martes y viernes -, de estar al día
de lo que pasaba en el ámbito literario. No escribí durante esos diez aíios, pero
sin darme cuenta estaba siendo influida por lo que pensaban, hacían o "maqui-
naban" los demás.

    - lY   qué ocurrió para que en 1990 publicara Historia de una maestra, una
novela en la que vuelve a tomar el hilo de los cuentos de los años 50?
    La memoria es la explicación. Nada de lo vivido permanece encerrado por
mucho tiempo en la censura del subconsciente. Precisamente el hecho de escri-
bir tiene mucho que ver con la liberación del subconsciente. También es cierto
que todo escritor en un momento u otro de su vida vuelve a la infancia, que en
mi caso transcurrió en parte antes de la guerra civil y en parte durante ella.
     Pero ese despertar de la memoria no se produjo por causalidad. En las cerca-
nías de 7990 mi madre vivía sus últimos años, y regresaba con frecuencia a las
historias de su juventud, a su estancia en los pueblos de la montaña leonesa, a la
llegada de la república, a la revolución de octubre, a la guerra ... Parte de esos
recuerdos que ella reavivaba en mí estaban archivados en mi memoria, yapare-
cían de repente como flashes repentinos al hilo de su evocación. Impulsada por
esto decidí escribir Historia de una maestra. Cuando la terminé en 7990, mi edi-
tor mostró gran interés por ella, pero con una sombra de duda: ¿va a interesar en
este momento? ¿ Va a ser aceptada una novela que trata de los temas tachados por
la transición? El editor asumió el riesgo, pues le gustaba, y tuvo un éxito inespe-
rado. Lectores, críticos y amigos me pedían que continuara con la historia inicial,
llevando a los personajes adelante en el tiempo, y me decidí a continuar, com-
pletando con los tres libros una trilogía que trata de la historia de una mujer a lo
largo de todo el siglo XX.

    - lA qué atribuye el interés que despertó esa novela incluso entre los jóvenes?
    A finales de los 80 en el ambiente se larvaba la percepción de que la circus-
tancia histórica había vuelto a cambiar. Los años 90 se estrenan con una alar-
mante descenso del optimismo anterior: en el 93 los socialistas sufren un revés
que se confirma en el 96, se suceden los ataques entre los partidos políticos y el
enconamiento entre las posiciones mutuas, las campañas de descréditos, las situa-
ción delicada de los nacionalismos ..., hacen dudar a los españoles de esa transi-
ción pacífica e idílica. Y con un sobresalto, una pregunta se introduce en la mente
de muchos: ¿dónde hemos dejado la memoria? ¿dónde está el análisis reposado y
sereno, pero ineludible, de lo que fue la guerra, la postguerra y los cuarenta años
de dictadura? Los pueblos no pueden olvidar su historia, dice Santayana que el
pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Los 90 marcan el
final de la euforia de la transición, yeso explica el éxito de mi libro.
ENTREVISTA,   página   70




     - ¿le parece que entre los escritores de su generación que aún escriben se
ha producido un interés similar por recuperar la memoria?
       Un dato muy significativo es que al mismo tiempo que yo escribía Historia
de una maestra otros escritores de mi generación. habían empezado también a
 escribir de la memoria: todos habían sentido la necesidad de no pactar con el
 olvido, de recuperar la memoria de lo que hemos vivido, para dejar testimonio a
 los que vengan después. De la verdadera, profunda, humana historia de España,
 esa que no se ve en los libros de texto, la historia pequeña de la gente, de lo que
 la gente sufría, sentía y vivía en aquellos días.
      A lo largo de los 90 una corriente de exaltación de la memoria se extiende
por el país, y aparecen novelas, ensayos, y sobre todo, muchas memorias perso-
 nales en torno a la historia de España en el siglo XX. Por citar algunos, Caballero
'Bonald, Castilla del Pino, Fernán Cómez, Marsillach Haro Tecglen, jesús Pardo,
 Carda Posada. En cuanto a mí, creo que han terminado las novelas que reflejan
 directamente los acontecimientos históricos que he vivido, pero quedan las hue-
 llas, y es fácil que en otros personajes de mis novelas surjan recuerdos más o
 menos relevantes, interpretaciones de conductas cuyas raíces están en el pasado.

    - ¿No se siente también tentada a escribir un libro de memorias?
     Respecto a escribir un libro de memorias al uso, mi problema es que tengo
muy mala memoria inmediata. Incluso cuando leo libros similares de amigos y se
refieren a acontecimientos que tienen que ver conmigo, a veces he de admitir que
yo no me acuerdo, me asombra la memoria que tienen. La otra forma de memo-
ria, la de incorporar a la escritura recuerdos personales, archivados con claridad
y lucidez, eso sí que lo he intentado hacer. Pero no el tipo de libro de memoria
personales en que relaciono nombres, personajes, acontecimientos, fechas ... Para
eso no valgo.

    - ¿Reconoce sus influencias literarias? ¿Se ha planteado algún proceso de
depuración para quitarse el fardo de éstas conforme pasa el tiempo?
    Cuando se es joven, las influencias se notan de modo más acusado, no
conozco a ningún escritor que no haya sido también buen lector. Truman Capote
respondió ante una pregunta similar: /lamí me han influido todos/l. A mí también,
creo que me han influido desde las novelas de Tarzán, las de Crompton que leí
de cría, todo. Las influencias son una especie de poso, lo que queda cuando todo
se ha olvidado, al igual que dicen de la cultura. Es natural que escritores más afi-
nes nos influyan - en mi caso, la literatura anglosajona -, pero es un proceso
inconsciente. A veces se nota especialmente con los muy jóvenes, como cuando
se dio el boom de la novela hispanoamericana y todos los escritores que enton-
ces empezaban escribían influidos por esa novela fantástica, en el sentido tropi-
E




cal del término. Pero eso no quiere decir que vaya a continuar así. ConiornE
avanzas/ esa influencia desaparece/ aunque quede un poso/ que no podemos ni
analizar.

    - Correremos el riesgo de no ser muy originales ... ¿Influyó Ignacio en su
forma de escribir?
    Más que influencia directa/ en el estilo/ fue encontrarme con la persona que
encarnaba mi temprano entusiasmo por la literatura. Ignacio fue la persona que
más me influyó en ese respecto. También
discutíamos muchas veces/ pero hasta que
Ignacio no decía la última palabra ante        "En los años 90 se ha producido
cualquier terna de discusión (por ejemplo/     una tendecia ente los escritores
cómo entendíamos       el existencialismo
                                              a recuperar la memoria"
francés/ la influencia de la novela objeti-
vista francesa/ etc ...) yo no estaba segura.
Hablábamos tanto de literatura/ él era un ser tan literario/ con tanta formación
literaria/ que yo aprendí mucho de él. De todos modos/ creo que mi estilo tiene
poco que ver con el suyo ...
    - Volviendo a Historia de una maestra, allí refleja una universidad itineran-
te, que recorre pueblos instruyendo a la gente inculta. ¿No cree que la univer-
sidad actual está distanciada del pueblo, aislada?
    Sí/ pero no olvidemos que las "misiones pedagógicas// de los años 30 de las
que hablo en mi novela no pueden aislarse del momento histórico en que suce-
dieron. Respondieron a una labor de profesores/ estudiantes y profesionales que
de modo altruísta se implicaron en culturizar a los habitantes de pueblos muy
atrasados. Yo misma me propuse/ con Ignacio y Alfonso Sastre y otros amigos/
re5ucitar el espíritu de aquellas misiones a comienzos de los SO. Pero son cosas
del pasado/ hoy en día no tendría sentido hacer algo parecido.
    Pero sí me preocupan otros temas relacionados con la educación: la masifi-
cación de la universidad/ la falta de preparación previa en primaria y secundaria/
la carencia de ilusión. Por mis alumnos y nietos veo que la universidad produce
gran desencanto/ cuando debería ser una inyección de ilusión/ de esperanza/ de
cosas que no fueran estrictamente universitarias. Quizá no el tipo de misiones de
las que hablo/ pero sí otras misiones adaptadas a los tiempos. A los jóvenes les
falta este estímulo/ considerando el entusiasmo que despiertan entre ellos las
ONG/ el medio ambiente/ ete. Siempre estoy a favor de los jóvenes/ creo que el
responsable de los defectos que les achacamos es la sociedad adulta. Habría que
aplicar la imaginación a la educación.
ENTREVISTA,   página   72




          - ¿Y qué le dice su experiencia como maestra al respecto?
         Pienso que la educación ha de ser libre y razonada¡ pero no soy partidaria de
     dejar que los niños hagan lo que quieran. Ese es un peligro actual: algunos
                                       padres¡ quizá debido a la educación más estric-
                                       ta que recibieron¡ quieren que sus hijos no
 "los escritores jóvenes de
                                       pasen lo que ellos pasaron y les dan una libertad
hoy también se han creado              ilimitada¡ pero eso es erróneo. Al niño hay que
     su propia catacumba"              apoyarle en su crecimiento con firmeza¡ no
                                       puede hacer lo que le venga en gana. Cada
     época tiene sus características¡ que a veces funcionan como un péndulo¡ de un
     extremo a otro. Yo confío en que pronto volveremos a una situación de mayor
     normalidad en la educación.

          - Por último, ¿qué proyectos literarios contempla?
          Ahora estoy escribiendo una novela que trata de relaciones personales entre
      hombre y mujer. Puede que tenga que ver con el pasado en algún rasgo de carác-
      ter o educación de alguno de los personajes. ¿Un título? De modo absolutamente
      provisional¡ El enigma¡ pero es muy posible que lo cambie. No sé cuando saldrá¡
      hace dos años que la empecé¡ pero no tengo mucho tiempo libre para escribir.
          En cualquier caso¡ a lo que nunca renunciaré como escritora es al compromi-
      so con el ser humano¡ sus dudas y sus miedos¡ sus heroísmos y sus cobardías¡ sus
      triunfos y derrotas¡ porque esa es¡ en mi opinión¡ la esencia de la literatura. ea..

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Entrevista a Josefina Aldecoa: el compromiso ético de los escritores de los 50

  • 1. ENTREVISTA, página 63 CONFESIONES DE UNA ESCRITORA: • ENTREVISTA A JOSEFINA AlDECOA Eugenio Sáenz de Santa María / Carlos Villar Flor "El compromiso ético es una de nuestras señas de identidad, uno de los rasgos que nos une a los escritores de los 50" En verano, Santander es una fiesta. Un sarao ecléctico y un punto pagano de arena fina, sol y pieles tostadas, un borbotón incontenible de vida a pie de chi- ringuito, entre las calles atestadas, en lo más alto del faro, desde donde se divisa la ciudad hormigueante y ajena a conceptos como prisa, horas o dolor. En la península que parte en dos la espina dorsal de las playas santanderinas, se yer- gue aristocrático el palacio de La Magdalena, antigua propiedad de la Monarquía que ahora, por esas cosas de la Democracia, disfruta el Pueblo en toda su exten- sión- que acoge en sus estancias las actividades de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). Las familias retozan en los cuidados jardines y se sien- tan ante las espléndidas vistas de la bahía, con un interés estético que se resume
  • 2. ENTREVISTA, página 64 en interjecciones y silencios pensativos. En la UIMP, entre cursos, ponencias y debates, una masa multicolor atesta los pulcros pasillos de palacio, antaño recorridos por quizá ociosos infantes, ayas con uniformes almidonados y mayordomos de librea impoluta. En estos tiempos de moda prett á porter, las sandal ias que envuelven tobi Ilos del icados se confun- den con zapatos que brillan lustrosos; junto a camisetas desenfadadas caminan trajes de lino y corbatas que elevan, puede que sin precisarlo, rasurados mento- nes. y entre jóvenes que viven ilusionados sus primeras incursiones en ámbitos tan excelsos, uno puede encontrarse, de sopetón, al ex jefe de la Casa Real, don Sabino Fernández Campo, como abandonado a su suerte junto a un grupo de extranjeras que ignoran la porción de Historia que pasa a su lado; o, incurriendo unos metros más en el dédalo del palacio, puede "La novela es un género aparecer, trajeado y con carpeta, el ínclito actor Chinarro; o, en fin, el vistante bisoño de la UIMP de madurez, por lo que puede acudir a la cafetería y, al solicitar las consu- no se puede escribir miciones, darse cuenta de que le acaba de quitar la acerca de algo vivido vez al flamante premio Cervantes, don José Hierro, en el momento." que le mira sin verle desde sus atalayas poéticas. y entre la vorágine de carpetas, curiosidades y pasi- llos concurridos, nos encontramos con una mujer, que sabíamos escritora y que descubrimos bella y sabia. A estas cualidades del cuerpo y el espíritu cabría aña- dir la de una juventud que resume siete décadas de historia, personal y del país, un devenir que ella se empeña en perpetuar a través de sus palabras, escritas y habladas. Esta mujer comprometida usa su voz para recordarnos el pasado, no con afán de revancha, sino con intención pedagógica. Conocernos en los tiem- pos pretéritos es aprender, asegura, y las lecciones hay que desarrollarlas en el incierto examen del futuro. Josefina Aldecoa llega a la UIMP para explicar su relación con la literatura, para dar cuenta del compromiso ético que asumió la generación de la que ella formó parte. En el caso de la autora, esa intención se ha plasmado en títulos que componen su estela creativa. En 1961 publicó A ninguna parte. A finales de la década de los sesenta, se abre un paréntesis provocado por la muerte de su mari- do, el escritor Ignacio Aldecoa. Su reencuentro con la publicación se produce en los ochenta, con títulos como Los niños de la guerra, una obra de memoria per- sonal y gen~racional; la novela La enredadera, en la que analiza la personalidad femenina a través de dos personajes en situaciones opuestas; y Porque éramos jóvenes, libro donde se recoge la responsabilidad de cada uno en la elección de la trayectoria vital. En El vergel, obra que publica a finales de los ochenta, se pro- duce una ruptura en el juego constante de la autora entre el pasado y el presente.
  • 3. ENTREVISTA, página 65 Hay más títulos que quedan como hitos de su carrera, como Mujeres de Negro o Confesiones de una abuela, y otros (esperamos que muchos) por venir, como el de la novela que actualmente elabora con el provisional título de El enigma. - Háblenos del grupo de novelistas de los años 50 al que usted perteneció. ¿Cómo era la relación literaria y personal entre ustedes en aquellos años? Maravillosa. La mayoría nos habíamos conocido en la facultad de Letras de Madrid, pero no precisamente en el aula: Ignacio (Aldecoa), jesús Femández Santos y Ferlosio no aparecían por clase, había que encontrarlos en el bar. Los que iban a la universidad por aquellos años pretendiendo aprender literatura y queriendo ser escritores, no encontraban lo que buscaban. Quizá eso nunca se encuentra, pero entonces menos, teniendo en cuenta que en mi adolescencia estaban prohibidos libros como Platero y yo ... El grupo nació espontáneamente, unos por otros; Ignacio y Carmen Martín Gaite se habían conocido en Salamanca, luego fueron a Madrid y nos conocieron al resto; yo conocí a Ferlosio antes que a Ignacio .. En total, éramos un grupo de unas diez o doce personas que mantuvi- mos una gran amistad. Existía una igualdad total entre los hombres y las mujeres del grupo - Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, la actriz María Luisa Romero y yo - tanto en el plano superficial (nadie nos cedía el paso o el sitio, todos pagábamos las consu- miciones) como en el profundo. A la hora de discutir o hablar de literatura exis- tía una igualdad total, éramos un grupo muy bien avenido. Hacíamos lecturas de nuestras creaciones - sobre la base "si me lees, te leo"- y opinábamos con igual- dad; asistíamos todos a las primeras obras de teatro de Alfonso (Sastre), nos que- dábamos toda la noche en espera de las críticas, lo mismo las chicas que los chi- cos; recibimos con verdadera alegría la publicación de la primera novela de Ana María, que publicó jovencísima; nos alegrábamos cuando alguno obtenía pre- mios literarios como si fuera nuestro ... Creo que fuimos las primeras mujeres escritoras que fueron verdaderas compaíieras en igualdad de los hombres escri- tores, sin discriminación, durante muchos años. Teníamos una relación verdade- ramente avanzada para la época. Buero Vallejo, que era una especie de hermano mayor; como Cela y otros, definía nuestras tertulias como lilas catacumbas". Este clima clandestino de con- fianza nos acercaba más y disolvía todas las diferencias artificiales que se pueden crear socialmente. - ¿Qué otros rasgos les unían, además de la amistad? La mayoría éramos estudiantes de universidad en Madrid o Barcelona, y a todos nos unía una experiencia cronológica: la guerra civil que vivimos en nues-
  • 4. ENTREVISTA, página 66 tra infancia. Muchos empezaron en los 50 a publicar sus primeras novelas, poe- mas, cuentos u obras de teatro con unos rasgos comunes: la preocupación por la realidad que les rodeaba, la tristeza, sordidez y miseria de un país que arrastraba las consecuencias de una guerra civil y después una guerra mundial. La dureza de la posguerra, el aislamiento, las dificultades materiales y culturales, el exilio y represión de los grandes maestros ... Muchas veces he pensado que lo que impul- só a escribir a mis compañeros fue esa necesidad de contar lo vivido: se les l/amó Ilescritores realistas, sociales o socio-realistas ... " Sin duda, el compromiso ético es una de nuestras señas de identidad, uno de los rasgos que nos une a los escrito- res de los 50. - ¿le parece que se mantiene este compromiso en las nuevas generaciones literarias? Todos somos hijos de la consecuencia histórica que nos ha tocado vivir, ya la generación de mis hijos o de mis nietosl lo que les contamos de esos años les parece la guerra de las Galias. Los nuevos escritores no tienen por qué sentir la necesidad de ese compromiso ético: cuando la realidad es más dulce uno se puede permitir el lujo como escritor de abordar otros problemas humanos, y no se puede decir que eso esté mal, depende de la época. La literatura también acusó la transición. Muchos jóvenes se incorporaron a las filas literarias en los 60, los 70 y 80, interesados en nuevas corrientes, modos de expresión, influencias externas, etc., y no tenían nada que ver con los escrito- res sociales y comprometidos de los años anteriores. También éstos, en plena madurez literaria y humana, habían cambiado: se sintieron relevados de su obli- gación testimonial y libres para escribir de lo que quisieran, cambiar de temas, estilos, tratamientos, elegir lo que probablemente hubieran elegido: intimismo, fantasía, amor, problemas de una sociedad emergente ... Temas libres para escri- tores libres. - Sigamos con las comparaciones odiosas. Antes se ha referido a la actividad de su grupo de amigos escritores con unas connotaciones románticas: se reuní- an en las "catacumbas", leían y comentaban libros prohibidos, etc ... ¿Qué le parece el contraste con la generación literaria actual? ¿Cree que la libertad de expresión sin límites de la que gozan ahora ha producido los frutos de calidad esperados? No estoy tremendamente al día de los escritores actuales más jóvenes. Conozco a Múgica, a Ray Loriga, ya algunos otros, y creo que el/os también tie- nen su propia "catacumba", de otro tipo distinto: el/os parecen moverse dentro de un ámbito muy determinado, y son testigos de una juventud con similares hábitos de diversión, sexuales, vitales, etc. Pero también se han formado su pro-
  • 5. ENTREVISTA, página 67 pia catacumba, sus propios códigos que han de seguir si no quieren sentirse de:>- plazados. Esto es propio de la juventud, y yo lo vi en mis hijos y lo veo en mi alumnos y ahora en mis nietos: el joven necesita pertenecer a un grupo, no se halla en solitario, tiene que protegerse mediante la pertenencia a un colectivo y sigue los códigos que ese colectivo marca. En literatura pasa algo parecido. En cuanto a los frutos literarios de esta nueva generación, no podemos aún hablar, nos falta perspectiva. Pero creo que los resultados de una educación más abierta tienen que ser a la larga positivos. Se dice que los jóvenes de hoy no leen, pero yo creo que no es del todo cierto: el problema es que tienen mucho donde escoger, desde literatura popular, cómics, canciones, películas, televisión; video- juegos ... Una gran variedad de opciones que influyen en el modo de entender la vida. Yo creo que en esta cuestión se aplicará la idea del péndulo: se publican de vez en cuando verdaderas aberraciones haciendo gala de libertad de expresión, pero las aguas volverán a su cauce cuando se haya asumido una auténtica noción de libertad. - Volvamos a los comienzos. ¿Podría resumimos su trayectoria literaria desde los años 50 y 60? En esos años yo ya escribía; como mis amigos; artículos; cuentos, reseñas; alguna traducción ... He de añadir que eran difíciles de ;;colocar'; en las escasas revistas y periódicos que existían; pues, a diferencia de hoy, ser joven no era un valor que se cotizara en bolsa. Reuní mis primeros cuentos en el libro A ninguna parte. Escribí dos novelas; una de las cuales; La casa gris; quedó finalista del Nadal en 1953. Los premios eran entonces "Nada de lo vivido casi la única salida para una novela. A finales de permanece encerrado los 60, la muerte de Ignacio sumió mi vida en un largo paréntesis de silencio, etapa que duraría por mucho tiempo en casi diez años, durante los cuales todo mi traba- la censura del subconsciente" jo literario se redujo a la lectura. En 1979, un amigo editor insistió en que hiciera un largo prólogo para una selección con notas de los cuentos de Ignacio; y para ese mismo editor escribí Los niños de la guerra, memoria generacional como homenaje a mis amigos. El hielo estaba roto. Después escribí una novela no social, La enredadera (1984) la historia de dos mujeres que habitan una misma casa con cien años de diferencia. El contraste entre ambas vidas me sirvió para hacer una exploración de la condición femeni- na y para reflexionar sobre lo que tienen en común mujeres separadas por un siglo. Seguirán, en 1986; Porque éramos jóvenes, y El vergel (J 988). Tratan de las
  • 6. ENTREVISTA, página 68 JOSEFINA R. ALDECOA JOSEFlNA R. ALDECOA Historia de Mujeres de negro una maestra 11'1 ANAGRAMA NafTaINa"NspAr>l<:as relaciones humanas, de los encuentros y desencuentros, los problemas de la mujer en lucha con su destino, la búsqueda personal de los propios errores y aciertos. Pero en estos libros ha desaparecido el compromiso social directo. - Cuando retornó la escritura después de los años de silencio, ¿sentía más miedo que cuando empezó? Yo creo que, aunque mi descanso literario fue forzado por mi situación psi- cológica de entonces, me vino bien en otro aspecto: durante el tiempo en que no escribí maduré en muchos sentidos. Cuando volví yo había cambiado en cuanto a la capacidad de expresión, a mis experiencias humanas ... No había cambiado de ideas, de ideología, de sentido crítico, pero me vi impulsada a escribir de lo que estaba escribiendo todo el mundo. Ya no quería escribir de la posguerra. No es que pensara que ya no existía penuria o miseria, pero había una especie de pacto en el ambiente de no tratar de esas realidades, a ver si con la transición empezábamos a vivir en paz. Durante estos años había leído muchas cosas y me preocupaba la situación de la mujer. Yo había estado alejada de la creación literaria, pero no del mundo literario, el mundo literario eran mis amigos. Además, creo que de lo que se está viviendo inmediatamente no se puede escribir. Yo había vivido recientemente un drama personal, la muerte de Ignacio, pero no hubiera podido escribir ni una novela ni un cuento en torno a lo que estaba sintiendo entonces. Creo que la novela exige una perspectiva, y que es un género de madurez, por lo que no se puede escribir acerca de algo vivido en el momento. Así que, de lo que yo me retiré durante esos diez años no fue de la pasión literaria, de la lectura, de saber lo que les sucedía
  • 7. ENTREVISTA, página 69 a mis amigos - que se reunían en mi casa cada martes y viernes -, de estar al día de lo que pasaba en el ámbito literario. No escribí durante esos diez aíios, pero sin darme cuenta estaba siendo influida por lo que pensaban, hacían o "maqui- naban" los demás. - lY qué ocurrió para que en 1990 publicara Historia de una maestra, una novela en la que vuelve a tomar el hilo de los cuentos de los años 50? La memoria es la explicación. Nada de lo vivido permanece encerrado por mucho tiempo en la censura del subconsciente. Precisamente el hecho de escri- bir tiene mucho que ver con la liberación del subconsciente. También es cierto que todo escritor en un momento u otro de su vida vuelve a la infancia, que en mi caso transcurrió en parte antes de la guerra civil y en parte durante ella. Pero ese despertar de la memoria no se produjo por causalidad. En las cerca- nías de 7990 mi madre vivía sus últimos años, y regresaba con frecuencia a las historias de su juventud, a su estancia en los pueblos de la montaña leonesa, a la llegada de la república, a la revolución de octubre, a la guerra ... Parte de esos recuerdos que ella reavivaba en mí estaban archivados en mi memoria, yapare- cían de repente como flashes repentinos al hilo de su evocación. Impulsada por esto decidí escribir Historia de una maestra. Cuando la terminé en 7990, mi edi- tor mostró gran interés por ella, pero con una sombra de duda: ¿va a interesar en este momento? ¿ Va a ser aceptada una novela que trata de los temas tachados por la transición? El editor asumió el riesgo, pues le gustaba, y tuvo un éxito inespe- rado. Lectores, críticos y amigos me pedían que continuara con la historia inicial, llevando a los personajes adelante en el tiempo, y me decidí a continuar, com- pletando con los tres libros una trilogía que trata de la historia de una mujer a lo largo de todo el siglo XX. - lA qué atribuye el interés que despertó esa novela incluso entre los jóvenes? A finales de los 80 en el ambiente se larvaba la percepción de que la circus- tancia histórica había vuelto a cambiar. Los años 90 se estrenan con una alar- mante descenso del optimismo anterior: en el 93 los socialistas sufren un revés que se confirma en el 96, se suceden los ataques entre los partidos políticos y el enconamiento entre las posiciones mutuas, las campañas de descréditos, las situa- ción delicada de los nacionalismos ..., hacen dudar a los españoles de esa transi- ción pacífica e idílica. Y con un sobresalto, una pregunta se introduce en la mente de muchos: ¿dónde hemos dejado la memoria? ¿dónde está el análisis reposado y sereno, pero ineludible, de lo que fue la guerra, la postguerra y los cuarenta años de dictadura? Los pueblos no pueden olvidar su historia, dice Santayana que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Los 90 marcan el final de la euforia de la transición, yeso explica el éxito de mi libro.
  • 8. ENTREVISTA, página 70 - ¿le parece que entre los escritores de su generación que aún escriben se ha producido un interés similar por recuperar la memoria? Un dato muy significativo es que al mismo tiempo que yo escribía Historia de una maestra otros escritores de mi generación. habían empezado también a escribir de la memoria: todos habían sentido la necesidad de no pactar con el olvido, de recuperar la memoria de lo que hemos vivido, para dejar testimonio a los que vengan después. De la verdadera, profunda, humana historia de España, esa que no se ve en los libros de texto, la historia pequeña de la gente, de lo que la gente sufría, sentía y vivía en aquellos días. A lo largo de los 90 una corriente de exaltación de la memoria se extiende por el país, y aparecen novelas, ensayos, y sobre todo, muchas memorias perso- nales en torno a la historia de España en el siglo XX. Por citar algunos, Caballero 'Bonald, Castilla del Pino, Fernán Cómez, Marsillach Haro Tecglen, jesús Pardo, Carda Posada. En cuanto a mí, creo que han terminado las novelas que reflejan directamente los acontecimientos históricos que he vivido, pero quedan las hue- llas, y es fácil que en otros personajes de mis novelas surjan recuerdos más o menos relevantes, interpretaciones de conductas cuyas raíces están en el pasado. - ¿No se siente también tentada a escribir un libro de memorias? Respecto a escribir un libro de memorias al uso, mi problema es que tengo muy mala memoria inmediata. Incluso cuando leo libros similares de amigos y se refieren a acontecimientos que tienen que ver conmigo, a veces he de admitir que yo no me acuerdo, me asombra la memoria que tienen. La otra forma de memo- ria, la de incorporar a la escritura recuerdos personales, archivados con claridad y lucidez, eso sí que lo he intentado hacer. Pero no el tipo de libro de memoria personales en que relaciono nombres, personajes, acontecimientos, fechas ... Para eso no valgo. - ¿Reconoce sus influencias literarias? ¿Se ha planteado algún proceso de depuración para quitarse el fardo de éstas conforme pasa el tiempo? Cuando se es joven, las influencias se notan de modo más acusado, no conozco a ningún escritor que no haya sido también buen lector. Truman Capote respondió ante una pregunta similar: /lamí me han influido todos/l. A mí también, creo que me han influido desde las novelas de Tarzán, las de Crompton que leí de cría, todo. Las influencias son una especie de poso, lo que queda cuando todo se ha olvidado, al igual que dicen de la cultura. Es natural que escritores más afi- nes nos influyan - en mi caso, la literatura anglosajona -, pero es un proceso inconsciente. A veces se nota especialmente con los muy jóvenes, como cuando se dio el boom de la novela hispanoamericana y todos los escritores que enton- ces empezaban escribían influidos por esa novela fantástica, en el sentido tropi-
  • 9. E cal del término. Pero eso no quiere decir que vaya a continuar así. ConiornE avanzas/ esa influencia desaparece/ aunque quede un poso/ que no podemos ni analizar. - Correremos el riesgo de no ser muy originales ... ¿Influyó Ignacio en su forma de escribir? Más que influencia directa/ en el estilo/ fue encontrarme con la persona que encarnaba mi temprano entusiasmo por la literatura. Ignacio fue la persona que más me influyó en ese respecto. También discutíamos muchas veces/ pero hasta que Ignacio no decía la última palabra ante "En los años 90 se ha producido cualquier terna de discusión (por ejemplo/ una tendecia ente los escritores cómo entendíamos el existencialismo a recuperar la memoria" francés/ la influencia de la novela objeti- vista francesa/ etc ...) yo no estaba segura. Hablábamos tanto de literatura/ él era un ser tan literario/ con tanta formación literaria/ que yo aprendí mucho de él. De todos modos/ creo que mi estilo tiene poco que ver con el suyo ... - Volviendo a Historia de una maestra, allí refleja una universidad itineran- te, que recorre pueblos instruyendo a la gente inculta. ¿No cree que la univer- sidad actual está distanciada del pueblo, aislada? Sí/ pero no olvidemos que las "misiones pedagógicas// de los años 30 de las que hablo en mi novela no pueden aislarse del momento histórico en que suce- dieron. Respondieron a una labor de profesores/ estudiantes y profesionales que de modo altruísta se implicaron en culturizar a los habitantes de pueblos muy atrasados. Yo misma me propuse/ con Ignacio y Alfonso Sastre y otros amigos/ re5ucitar el espíritu de aquellas misiones a comienzos de los SO. Pero son cosas del pasado/ hoy en día no tendría sentido hacer algo parecido. Pero sí me preocupan otros temas relacionados con la educación: la masifi- cación de la universidad/ la falta de preparación previa en primaria y secundaria/ la carencia de ilusión. Por mis alumnos y nietos veo que la universidad produce gran desencanto/ cuando debería ser una inyección de ilusión/ de esperanza/ de cosas que no fueran estrictamente universitarias. Quizá no el tipo de misiones de las que hablo/ pero sí otras misiones adaptadas a los tiempos. A los jóvenes les falta este estímulo/ considerando el entusiasmo que despiertan entre ellos las ONG/ el medio ambiente/ ete. Siempre estoy a favor de los jóvenes/ creo que el responsable de los defectos que les achacamos es la sociedad adulta. Habría que aplicar la imaginación a la educación.
  • 10. ENTREVISTA, página 72 - ¿Y qué le dice su experiencia como maestra al respecto? Pienso que la educación ha de ser libre y razonada¡ pero no soy partidaria de dejar que los niños hagan lo que quieran. Ese es un peligro actual: algunos padres¡ quizá debido a la educación más estric- ta que recibieron¡ quieren que sus hijos no "los escritores jóvenes de pasen lo que ellos pasaron y les dan una libertad hoy también se han creado ilimitada¡ pero eso es erróneo. Al niño hay que su propia catacumba" apoyarle en su crecimiento con firmeza¡ no puede hacer lo que le venga en gana. Cada época tiene sus características¡ que a veces funcionan como un péndulo¡ de un extremo a otro. Yo confío en que pronto volveremos a una situación de mayor normalidad en la educación. - Por último, ¿qué proyectos literarios contempla? Ahora estoy escribiendo una novela que trata de relaciones personales entre hombre y mujer. Puede que tenga que ver con el pasado en algún rasgo de carác- ter o educación de alguno de los personajes. ¿Un título? De modo absolutamente provisional¡ El enigma¡ pero es muy posible que lo cambie. No sé cuando saldrá¡ hace dos años que la empecé¡ pero no tengo mucho tiempo libre para escribir. En cualquier caso¡ a lo que nunca renunciaré como escritora es al compromi- so con el ser humano¡ sus dudas y sus miedos¡ sus heroísmos y sus cobardías¡ sus triunfos y derrotas¡ porque esa es¡ en mi opinión¡ la esencia de la literatura. ea..