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El limpieza como articulador,
garante del orden y regulador
de la violencia en las cárceles
bonaerenses
POR luIS albERtO ÁngEl
Licenciado en Sociología (UNSAM 2015). Cursando actualmente la Maestría en Historia
(IDAES-UNSAM). Miembro del Programa de Investigación en Criminología (UNSAM, Recto-
rado). Docente en la escuela Secundaria Técnica de la UNSAM. Colaborador en el Seminario
“Cuestión Penal y Derechos Humanos” que se dicta en el CUSAM-UNSAM.
IntRODuccIón
La violencia entre los detenidos dentro de la cárcel
es la expresión de fuerza habitual para mantener el con-
trol en ciertos espacios. A su vez, representa el instru-
mento de sometimiento, que ejerce la dominación a
partir de la supremacía de un líder y la subordinación
del más débil. Se trata de la manifestación de la de-
sigualdad entre dos tipos de detenidos: giles1
y chorros.
La dominación se dirige sobre los giles por ser conside-
rados carentes de los derechos asociados al mundo de-
lictivo y a ciertos principios de jerarquización, respeto y
capacidad de decisión.
Trataremos de reflexionar aquí sobre la violencia no
como un único lenguaje ni como único modo de comu-
nicación, de disputa o de poder, sino como un modo más
de socialización y de sociabilidad, como una forma más
de ordenamiento dentro de la cárcel. A su vez, nos inte-
resa considerar a la violencia como un recurso cultural
legítimo que se administra a partir de estrategias de co-
gobernabilidad de la cárcel.
Para entender esta forma de cogobierno en las cár-
celes bonaerenses resulta pertinente concentrarnos en
la figura y el rol del limpieza2
. Si bien técnicamente el
termino corresponde a la persona que se ocupa del aseo
de la estructura edilicia, en realidad refiere a quien lleva
el orden en el pabellón y otros espacios de la cárcel. El
papel político que comienza a jugar esta figura es un fe-
nómeno que data de varios años en la historia del
mundo carcelario, pero que se ha mantenido oculto y
que ha sido tratado muy poco en el espacio académico.
Llegar a ser limpieza equivale a llegar al poder y se
vuelve visible a través del ejercicio de la violencia. Las
personas que acceden a este rol tienen gran capacidad
de negociación ante las altas autoridades de la institu-
ción penitenciaria y, además, garantizan el orden entre
los internos de la cárcel. Depende de los limpiezas la po-
lítica que se lleva en algunos lugares al interior de la cár-
cel. Por lo tanto, cada liderazgo de un limpieza va a
conformar una política diferente.
El accESO paRa SER lImpIEza: El caRnEt
La violencia que se ejerce en las relaciones de poder
dentro de la cárcel obliga a los presos a pagar para so-
brevivir. En este sentido, el limpieza se constituye como
regulador en dos sentidos: de la violencia a través de
procesos de jerarquización y acceso a los “carnet tum-
beros”, y del sistema de intercambios, es decir, del con-
trol de los objetos que circulan.
De las peleas no sólo se obtienen bienes materiales
(como ropa, comida o tarjetas telefónicas), sino también
espacios de jerarquización interna (Ojeda y Medina,
2009). Algunos presos deben pagar a los limpiezas tum-
beros “la prote” para no sufrir violencia. Estas prácticas
se despliegan en pabellones de mediana seguridad y de
D OSS IER
NOELIA
PIRSIC
D OSS IER
135
134
máxima. Se extiende en un continuo que va desde la pre-
sión verbal, hasta la agresión física, sexual y el asesi-
nato. Este grado de sujeción es tan extremo que, en
muchos casos, al no tener droga o dinero con que pagar
a los limpiezas, algunos internos son usados como coche
bomba3
de algún individuo con mayor jerarquía. Estas si-
tuaciones se ven agravadas, además, por el hecho de
que en la mayoría de los casos, hay complicidad o asen-
timiento de las autoridades del penal.
La legitimidad de las altas autoridades de la institu-
ción a este tipo de prácticas violentas configuran la con-
dición necesaria para la expansión y estabilización de
una forma de gobierno tumbera, debido a que permite
y respalda el despliegue y dominio territorial.
El carnet expresa las relaciones jerárquicas en la cár-
cel a partir de tres roles: limpieza de pabellón, de visita y
de cancha. Obtener un carnet es un requisito para con-
vertirse en limpieza, pero además significa el acceso a una
serie de oportunidades de poder, prestigio y competencia
en el encierro. Incluso, para algunos internos representa
posibilidades alternativas de acción en un espacio carce-
lario de relaciones más amplio. Para la institución peni-
tenciaria bonaerense es una forma, entre otras, de
responder al problema de la gobernabilidad.
Comúnmente se dice “vamos a pelear por el carnet”.
Muchas veces en los pabellones se escuchan “guitarrazos”
de los limpiezas diciendo el “que quiere carnet que pelee”;
lo hacen cuando ven manejos en el pabellón o algún com-
plot entre grupos contra ellos. De esta forma muestran el
por qué son ellos los que cumplen el rol de limpiezas.
la hIStORIa DEl “taRta”
La historia del “Tarta” ilustra el perfil del detenido que
puede acceder a ser limpieza. También nos permite iden-
tificar vínculos entre jerarquía y antigüedad: significados
atribuibles al conocimiento de códigos carcelarios. El co-
raje para ser limpieza se asemeja al “aguante” en el
mundo de los hinchas de fútbol. Como afirma garriga
(2007) “poseer el aguante requiere de valentía, coraje y
arrojo para enfrentar al rival, para hacerle frente al riesgo
del desafío físico. Sólo los que tienen huevos poseen la
bravura, el valor y la intrepidez de atreverse a luchar”.
“El Tarta” tiene 38 años, es limpieza de uno de los
pabellones de población sin conducta de la Unidad 48,
comenzó a trabajar como tal a fines de los noventa.
Cayó detenido por primera vez cuando tenía quince
años. Conoce los códigos carcelarios a la perfección.
Dice que ésos son los códigos que ordenan la vida del
chorro, y que ajustándose a los mismos “te respetan”. él
está seguro de ser respetado. No teme ser trasladado a
ninguna cárcel ni tampoco entrar a cualquier pabellón,
así esté caratulado como el más peligroso. Sus relacio-
nes con los pibes chorros son buenas, cuenta que tiene
varios compañeros dando vueltas en diferentes penales
que fueron parte de una conocida banda delictiva.
La violencia es el tema más recurrente de todas las
charlas con el “Tarta”: relata anécdotas e historias de
peleas en diferentes penales. Por ejemplo, cuenta que
llegó a la Unidad 28 de Magdalena y que sabía que los
pabellones de población estaban a todo ritmo4
, que es-
tuvo dos días en pabellón de depósito5
y le empezó a
hacer bondi6
a la policía para que lo suban a los pisos.
Como sabía que antes de entrar al pabellón no lo requi-
saban metió entre sus ropas un re fierro. De esta ma-
nera, iba a plantar bandera apenas entrase y así obtener
la limpieza del pabellón. Cuenta que una vez se había to-
mado una tableta de Rivotril y fumado unos porros, que
la droga se la pasó el encargado para mantenerlo tran-
quilo el tiempo que tardasen en atenderlo.
El “Tarta” se diferencia del resto de los presos co-
munes: algunos roban pero en cana son giles, porque
tienen miedo de pararse de mano. Siempre hace men-
ción a los lugares donde estuvo como limpieza de pa-
bellón, de visita o de cancha y los vínculos y
beneficios que consiguió. Tiene relaciones fluidas con
la mayoría de los limpiezas de otros pabellones, dice
que son “los más jodidos”, pero se lleva bien con
ellos. El ser limpieza es la mayor fuente de respeto
que posee. Además, asegura que el trabajo de lim-
pieza es un bien valorado en la población carcelaria,
más específicamente entre chorros. Es justamente la
vulneración de ese respeto lo que le causa bronca y
lo impulsó en alguna ocasión a pararse de manos y
aplicar mafia7
, para así obtener el respeto y la dis-
tancia del penitenciario. El “Tarta” pensó que esa si-
tuación ameritó tirar la olla contra la reja dejando a
la vista de todos que él se para de mano no sólo con
el preso, sino también con la policía, tal como lo hizo
siempre (Nota de campo, 15-2-2013).
ESpacIOS DE DOmInIO DEl lImpIEza: pabE-
llón DE pOblacIón, EvangélIcO y cancha
El limpieza actúa de manera diferente según el tipo
de pabellón en cual ejerce su dominio. Se trata de con-
textos diferentes y opuestos en relación con la cons-
trucción de sociabilidades en el espacio carcelario:
pabellón de población, pabellón cristiano y un tercer es-
pacio denominado cancha. En el pabellón de población
la trama por llegar al poder, o “ser limpieza”, se vuelve
muy visible a través del ejercicio de la violencia. En cam-
bio, en el pabellón cristiano los liderazgos se ejercen me-
diante rituales religiosos.
En el pabellón de población el limpieza regula el
orden a través de la violencia. La peligrosidad asociada
al mismo genera que sus habitantes se jacten de ser pe-
ligrosos por el mero hecho de vivir ahí. Estos internos
copian o imitan esta forma de vivir, tanto entre los dis-
tintos sectores de la cárcel, como a lo largo de su reco-
rrido carcelario por las diferentes unidades. Además de
que la frontera entre vida y muerte dentro de estos es-
pacios es muy fina, para los habitantes la reputación de
“pabellón peligroso” constituye un refuerzo de su iden-
tidad. Lo que predomina en los pabellones de población
es el principio de rivalidad y antagonismo en las prácti-
cas de los internos.
Muchas veces ocurre que la institución penal no sólo
no interviene para detener o desactivar los conflictos,
sino que opera como un actor más que obtiene benefi-
cios de las prácticas ilegales que allí se desarrollan
(robos en el pabellón, donde habitualmente al que
pierde la pelea se lo echa del pabellón y los que quedan
en él obtienen todas sus pertenencias: ropa, zapatillas,
televisor, etcétera). Una parte de estas pertenencias co-
múnmente es cambiada por droga. Los principales pro-
veedores son agentes penitenciarios que obtienen, por
ejemplo, unas zapatillas a cambio de entregar veinte po-
rros de marihuana en el pabellón. A su vez, algunos de
los elementos del botín también pueden ser intercam-
biados en otro pabellón.
A pesar del peligro que conlleva hay internos no tan
conflictivos que deciden vivir en estos pabellones por
una cuestión identitaria. Asumen que “si sos chorro
tenés que pertenecer a estos sectores donde habita el
delincuente”. Mariano, un detenido, cuenta por qué eli-
gió vivir en población. El relato ilustra el sentido de per-
tenencia que genera este espacio a ciertos detenidos:
Me cansé de dar vuelta por todos lados. Siempre
viví en población con los vagos, prefiero vivir ahí
antes que estar en otro pabellón que mayormente
son una ensalada rusa: hay violines, homicidas, orti-
vas. y lo peor es que no les podés hacer nada porque
la gorra los cuida. Si tengo que morir en la cárcel voy
a morir como chorro, acá si nos cagamos de hambre
nos cagamos de hambre todos juntos. Cuando hay
que hacerle frente a la gorra la pudrimos todos juntos
para que no se confundan: no somos giles. yo me
paro re de mano, yo soy chorro por eso vivo acá. En
los otros pabellones te quieren poner normas, que no
pongas música alta, que no se pelea, son más rígidos
que el covani. Acá hacemos lo que queremos y hasta
la hora que queremos. Es como estar en el barrio, la
villa, así vivimos, los ortivas para fuera, sólo chorros.
Acá la gorra no molesta mucho (Nota de campo,
28-8-2014).
D OSS IER D OSS IER
paRa EntEnDER ESTA fORMA
DE COgObIERNO EN LAS CáRCELES
bONAERENSES RESULTA PERTINENTE
CONCENTRARNOS EN LA fIgURA
y EL ROL DEL LIMPIEzA. SI bIEN
TéCNICAMENTE EL TERMINO
CORRESPONDE A LA PERSONA qUE
SE OCUPA DEL ASEO DE LA ESTRUCTURA
EDILICIA, EN REALIDAD REfIERE A qUIEN
LLEvA EL ORDEN EN EL PAbELLóN
y OTROS ESPACIOS DE LA CáRCEL.
llEgaR a SER LIMPIEzA EqUIvALE A
LLEgAR AL PODER y SE vUELvE
vISIbLE A TRAvéS DEL EjERCICIO DE LA
vIOLENCIA. LAS PERSONAS qUE
ACCEDEN A ESTE ROL TIENEN gRAN
CAPACIDAD DE NEgOCIACIóN ANTE LAS
ALTAS AUTORIDADES DE LA
INSTITUCIóN PENITENCIARIA, PERO
ADEMáS gARANTIzAN EL ORDEN ENTRE
LOS INTERNOS DE LA CáRCEL.
136 137
Así se desarrolla la vida dentro de estos espacios,
donde la figura del limpieza adquiere más valor y
donde es posible la aprobación de mano dura, cuanto
más cachivachesea el pabellón, más grande es el re-
conocimiento a los que manejan dichos pabellones.
No cualquiera puede estar al frente de estos lugares,
sino aquel con un prestigio previo que le otorga su
trayectoria delictiva y/o la participación exitosa en
combates violentos. “Ser limpieza implica ocupar una
posición de privilegio, tener más libertades para cir-
cular dentro de los pabellones, disponer del acceso a
ámbitos donde procurar recursos, y por ende ser un
administrador de estos entre la población. Pero estos
privilegios no están exentos de responsabilidades, ya
que ocupar esa posición implica contraer múltiples
obligaciones que deben ser cumplidas para mantener
el prestigio con el que se llegó a ella en primer lugar”
(Miguez, 2008: 146).
A diferencia del pabellón de población, en el evan-
gélico el ministerio8
regula el orden a través de cere-
monias religiosas, en las cuales el limpieza actúa como
un mediador pacífico, “un obrero de Dios”. De acuerdo
con Algranti (2011) el problema que emerge de nuestras
cárceles es que en la medida que se multiplica la pobla-
ción son más necesarias las figuras que regulen y orde-
nen ciertos espacios. De tal forma, se pone en evidencia
que las restricciones del servicio penitenciario hacia
estos pabellones o figuras de liderazgo son mínimas. Tal
como lo indica el autor:
Actualmente el sistema carcelario de la Provincia
de buenos Aires es un sistema en crisis. Los dos vec-
tores más persistentes de este proceso son la super-
población de los pabellones y la consecuente
despacificación, que trastoca los niveles de violencia
preestablecidos entre los internos y las estrategias
de intervención de las autoridades penitenciarias. En
este marco de redefinición de las reglas de juego
cobra relevancia la presencia religiosa de los evan-
gélicos, en tanto grupo mediador entre los reclusos
y las autoridades con diferentes grados de eficacia,
los pabellones cristianos intentan producir una nueva
síntesis de convivencia que contemple la canalización
de demandas internas con el mantenimiento del
orden institucional (Algranti, 2011: 56).
La cotidianeidad de estos pabellones está sumergida
en función de un mundo de reglas. Tal como lo señala
Daroqui et al. (2009: 11) la organización interna de los
pabellones evangélicos presentan una estructura de or-
ganización jerárquica denominada “ministerio”, inte-
grada esencialmente por un pastor, siervos y limpiezas
colaboradores, que gobierna a la población denominada
“pueblo ”, “ovejas” o “hermanos”. Es posible identificar
en las actividades más importantes de estos pabellones
(que consisten en momentos uniformes de levantada,
oración, trabajo y lectura bíblica) una utilización parti-
cular del cuerpo y del lenguaje, que apunta a romper
con los modelos de población general.
En los pabellones evangélicos la gobernabilidad no la
ejerce del Servicio Penitenciario bonaerense (SPb). Tal
como lo señala Daroqui et al.:
“El orden en los pabellones evangelistas es impuesto a
la totalidad de población alojada por los integrantes del
‘ministerio’, en quienes el servicio penitenciario ha de-
legado o cedido la gestión del ‘orden’ a través de una
estrategia que contempla, por un lado, la habilitación
del ejercicio directo de la violencia, así como la regula-
ción y control administrativo por parte de este grupo
de presos” (2009: 10).
Por último, la “cancha” es un espacio que habilita el
encuentro entre pabellones diferentes (población, estu-
diantes, evangélico, trabajadores), donde es necesaria
la presencia de los “cancheros” o “limpiezas de cancha”.
Al interior de la sala de visita transcurre la actividad cen-
tral del limpieza, la que permite el contacto más directo
con el exterior: el encuentro con familiares y la circula-
ción de objetos (droga, tarjetas telefónicas, ropa, etcé-
tera) que sirven como moneda de pago. El espacio de vi-
sita es el lugar que la persona detenida tiene para estar
con sus familiares, en tranquilidad e intimidad, lo que en
la jerga carcelaria se llama momento de descuelgue. Por
lo tanto, cuando alguien cuelga un poncho9
o una manta
en la ventana de la sala de visita implica una incitación
a problemas.
Ahora bien, ¿de qué manera ejercen y hacen valer
su liderazgo los limpiezas en el espacio de visita? La pre-
paración de la sala en un día de visita puede vislumbrar
una respuesta. En el siguiente fragmento un limpieza de
visita cuenta cómo se llega a tener una mesa en la sala,
a partir del ejemplo de un compañero:
“él quiere poner un mantel en una mesa de cheto.
Lo va a poner y pueden hacerle problema. Para aco-
modar las familias en las mesa estamos nosotros,
porque si uno viene y pone un mantel sin preguntar-
nos, se está haciendo el pillo y nos está zarpando a
nosotros que somos los que trabajamos acá, ¿enten-
dés? Lo mismo pasa si alguien quita algún mantel de
alguna mesa que pusimos nosotros, porque por más
que en esa mesa no haya nadie sentado, el mantel
puesto significa que la estamos guardando para al-
guien o también porque algunos de nosotros estamos
esperando tener visita” (Nota de campo, 26-9-2014).
REflExIOnES fInalES
Los limpiezas ocupan lugares de poder dentro de la
cárcel, a través de su tarea articulan lo que en la cárcel
se distingue como polos opuestos: “chorros” y “giles”;
“presos” y “guardias”. En el servicio penitenciario bo-
naerense la figura del limpieza es una figura legitimada
que, al tiempo que permite a la población carcelaria ac-
ceder a ciertos beneficios, derechos y negociaciones,
asegura la gobernabilidad carcelaria, aun en tensión.
En ocasiones se producen conflictos entre limpiezas y
agentes penitenciarios. Por ejemplo, una negativa de los
directivos de la institución puede generar resistencia por
parte de los limpiezas. La violencia en la cárcel es un re-
curso tanto legitimante del orden como de resistencia
frente a ese orden. Es decir un limpieza puede legitimar el
“orden tumbero” pero también puede ponerlo en tensión.
Conceptualmente defino a la violencia como un recurso,
que genera y produce vínculos, y no como un fenómeno
“natural” de la vida carcelaria. En este marco, el limpieza
se presenta como articulador y negociador, pero también
alguien que puede asegurar el orden carcelario. Precisa-
mente porque en la dinámica social de la cárcel el poder
configura un orden dinámico, poroso y no unívoco, que ge-
nera acciones que ponen en tensión el orden carcelario,
así como como otras que lo aseguran. •
D OSS IER D OSS IER
notas
1
giles: forma parte del argot carcelario que permite descalificar
a los otros.
2
Si bien en este artículo nos referimos a la figura y el rol que
cumple el limpieza en las cárceles de la Provincia de buenos Aires, el
material empírico que se presenta aquí (testimonios y notas de
campo) surge de una investigación realizada en la Unidad 48 de josé
León Suárez para mi tesina de grado en Sociología de la UNSAM.
3
“Coche bomba”: se denomina así a la persona que es enviada
por el limpieza con el propósito de probar la capacidad de pelea o
reacción de aquel que ingresa al pabellón; o bien aquel que es
enviado por un agente penitenciario con el fin de generar una
revuelta para excluir a otro interno de la unidad.
guitarrazos: significa que un interno con faca (cuchillo) en mano
la golpea contra una mesa, reja o puerta llamando a la pelea.
4
A todo ritmo: significa que hay robos en el pabellón.
5
Los pabellones de depósitos existen en todas las unidades
penitenciarias. Es el lugar donde alojan a los internos recién llegados
para luego de algunos días reubicarlos en los pabellones de
convivencia con la población.
6
bondi: Problema.
7
Rivotril: Pastillas que circulan por la cárcel y que si se mezclan
con alcohol generan un cóctel explosivo. Si bien su ingreso está
prohibido abundan al interior de las cárceles.
8
Pararse de manos: significa pelear, dar pelea, combatir, luchar.
Se hace para no ser considerado como gil.
9
Aplicar mafia: significa intimidar al otro. Este tipo de acciones
es usada habitualmente no sólo entre personas detenidas, sino
también por los agentes penitenciarios para tener información sobre
qué ocurre en el interior de los pabellones.
10
El término cachivache refiere a los internos que son
conflictivos, peleadores, mal hablados y que comúnmente no tienen
conducta dentro de la institución carcelaria.
11
Ministerio: estructura de organización jerárquica integrada por
un pastor, siervos y limpiezas colaboradores, que gobierna a la
población denominada “pueblo”, “ovejas” o “hermanos”.
Descuelgue: Significa que es el momento en que el preso deja
de estar colgado de la vida del pabellón aunque sea por unas horas,
lo que dura la visita. En los pabellones se vive todo el tiempo
tensionado por los conflictos, las peleas, entonces uno tiene que
estar “colgado” (atento) a todo lo que pasa.
12
Poncho: se utiliza en los rituales de pelea, es reconocido por
toda la población carcelaria como elemento para el combate.
Exhibirlo o arrastrarlo de punta a punta del pabellón, como así
también colgarlo en una puerta o ventana puede generar malestar
en otros internos y derivar en una pelea. Si los limpiezas lo pasean
colgado en el hombro o lo arrastran ida y vuelta por el pabellón
significa que están haciendo alarde de su poder y control del
pabellón. En los combates es utilizado como escudo, en ocasiones el
que tiene un buen manejo del “poncho”, además de parar las
puñaladas, puede lograr enredar la “faca” del contrincante hasta
sacársela, lo cual significa una pelea perdida, además de una
humillación ante la mirada de los habitantes del pabellón.
Referencias bibliográficas
Algranti, j. (2011). Política y religión en los márgenes. Nuevas
formas de participación social de las mega-iglesias evangélicas en la
Argentina. buenos Aires, Ediciones Circus.
Daroqui A.; Magio, N.; bouilly M.; Motta, H. (2009). “Dios
Agradece su obediencia: la “tercerización” del gobierno intramuros
en la cárcel de Olmos”. Ponencia presentada en el XXvII Congreso
Alas. Agosto-Septiembre. buenos Aires, Argentina.
garriga, j. (2007). Hacer amigos a las piñas. violencia y redes
sociales de una hinchada de fútbol. buenos Aires, Prometeo.
Miguez, D. (2008) Delito y Cultura. Los códigos de la ilegalidad
en la juventud marginal urbana. buenos Aires, biblos.
Ojeda, N. y Medina f. (2009). “Poniendo Orden: El limpieza como
actor fundamental de la cultura carcelaria”. En burocracias,
Derechos y conflictos: investigaciones comparadas en Antropología
del Derecho. Río de janeiro.
El lImpIEza SE CONSTITUyE COMO
REgULADOR EN DOS SENTIDOS: DE
LA vIOLENCIA A TRAvéS DE PROCESOS
DE jERARqUIzACIóN y ACCESO A LOS
“CARNET TUMbEROS”, y DEL SISTEMA
DE INTERCAMbIOS, ES DECIR,
DEL CONTROL DE LOS ObjETOS
qUE CIRCULAN.

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Angel, luis alberto. el limpieza como articulador, garante del orden y regulador de la violencia en las cárceles bonaerenses

  • 1. 133 132 El limpieza como articulador, garante del orden y regulador de la violencia en las cárceles bonaerenses POR luIS albERtO ÁngEl Licenciado en Sociología (UNSAM 2015). Cursando actualmente la Maestría en Historia (IDAES-UNSAM). Miembro del Programa de Investigación en Criminología (UNSAM, Recto- rado). Docente en la escuela Secundaria Técnica de la UNSAM. Colaborador en el Seminario “Cuestión Penal y Derechos Humanos” que se dicta en el CUSAM-UNSAM. IntRODuccIón La violencia entre los detenidos dentro de la cárcel es la expresión de fuerza habitual para mantener el con- trol en ciertos espacios. A su vez, representa el instru- mento de sometimiento, que ejerce la dominación a partir de la supremacía de un líder y la subordinación del más débil. Se trata de la manifestación de la de- sigualdad entre dos tipos de detenidos: giles1 y chorros. La dominación se dirige sobre los giles por ser conside- rados carentes de los derechos asociados al mundo de- lictivo y a ciertos principios de jerarquización, respeto y capacidad de decisión. Trataremos de reflexionar aquí sobre la violencia no como un único lenguaje ni como único modo de comu- nicación, de disputa o de poder, sino como un modo más de socialización y de sociabilidad, como una forma más de ordenamiento dentro de la cárcel. A su vez, nos inte- resa considerar a la violencia como un recurso cultural legítimo que se administra a partir de estrategias de co- gobernabilidad de la cárcel. Para entender esta forma de cogobierno en las cár- celes bonaerenses resulta pertinente concentrarnos en la figura y el rol del limpieza2 . Si bien técnicamente el termino corresponde a la persona que se ocupa del aseo de la estructura edilicia, en realidad refiere a quien lleva el orden en el pabellón y otros espacios de la cárcel. El papel político que comienza a jugar esta figura es un fe- nómeno que data de varios años en la historia del mundo carcelario, pero que se ha mantenido oculto y que ha sido tratado muy poco en el espacio académico. Llegar a ser limpieza equivale a llegar al poder y se vuelve visible a través del ejercicio de la violencia. Las personas que acceden a este rol tienen gran capacidad de negociación ante las altas autoridades de la institu- ción penitenciaria y, además, garantizan el orden entre los internos de la cárcel. Depende de los limpiezas la po- lítica que se lleva en algunos lugares al interior de la cár- cel. Por lo tanto, cada liderazgo de un limpieza va a conformar una política diferente. El accESO paRa SER lImpIEza: El caRnEt La violencia que se ejerce en las relaciones de poder dentro de la cárcel obliga a los presos a pagar para so- brevivir. En este sentido, el limpieza se constituye como regulador en dos sentidos: de la violencia a través de procesos de jerarquización y acceso a los “carnet tum- beros”, y del sistema de intercambios, es decir, del con- trol de los objetos que circulan. De las peleas no sólo se obtienen bienes materiales (como ropa, comida o tarjetas telefónicas), sino también espacios de jerarquización interna (Ojeda y Medina, 2009). Algunos presos deben pagar a los limpiezas tum- beros “la prote” para no sufrir violencia. Estas prácticas se despliegan en pabellones de mediana seguridad y de D OSS IER NOELIA PIRSIC D OSS IER
  • 2. 135 134 máxima. Se extiende en un continuo que va desde la pre- sión verbal, hasta la agresión física, sexual y el asesi- nato. Este grado de sujeción es tan extremo que, en muchos casos, al no tener droga o dinero con que pagar a los limpiezas, algunos internos son usados como coche bomba3 de algún individuo con mayor jerarquía. Estas si- tuaciones se ven agravadas, además, por el hecho de que en la mayoría de los casos, hay complicidad o asen- timiento de las autoridades del penal. La legitimidad de las altas autoridades de la institu- ción a este tipo de prácticas violentas configuran la con- dición necesaria para la expansión y estabilización de una forma de gobierno tumbera, debido a que permite y respalda el despliegue y dominio territorial. El carnet expresa las relaciones jerárquicas en la cár- cel a partir de tres roles: limpieza de pabellón, de visita y de cancha. Obtener un carnet es un requisito para con- vertirse en limpieza, pero además significa el acceso a una serie de oportunidades de poder, prestigio y competencia en el encierro. Incluso, para algunos internos representa posibilidades alternativas de acción en un espacio carce- lario de relaciones más amplio. Para la institución peni- tenciaria bonaerense es una forma, entre otras, de responder al problema de la gobernabilidad. Comúnmente se dice “vamos a pelear por el carnet”. Muchas veces en los pabellones se escuchan “guitarrazos” de los limpiezas diciendo el “que quiere carnet que pelee”; lo hacen cuando ven manejos en el pabellón o algún com- plot entre grupos contra ellos. De esta forma muestran el por qué son ellos los que cumplen el rol de limpiezas. la hIStORIa DEl “taRta” La historia del “Tarta” ilustra el perfil del detenido que puede acceder a ser limpieza. También nos permite iden- tificar vínculos entre jerarquía y antigüedad: significados atribuibles al conocimiento de códigos carcelarios. El co- raje para ser limpieza se asemeja al “aguante” en el mundo de los hinchas de fútbol. Como afirma garriga (2007) “poseer el aguante requiere de valentía, coraje y arrojo para enfrentar al rival, para hacerle frente al riesgo del desafío físico. Sólo los que tienen huevos poseen la bravura, el valor y la intrepidez de atreverse a luchar”. “El Tarta” tiene 38 años, es limpieza de uno de los pabellones de población sin conducta de la Unidad 48, comenzó a trabajar como tal a fines de los noventa. Cayó detenido por primera vez cuando tenía quince años. Conoce los códigos carcelarios a la perfección. Dice que ésos son los códigos que ordenan la vida del chorro, y que ajustándose a los mismos “te respetan”. él está seguro de ser respetado. No teme ser trasladado a ninguna cárcel ni tampoco entrar a cualquier pabellón, así esté caratulado como el más peligroso. Sus relacio- nes con los pibes chorros son buenas, cuenta que tiene varios compañeros dando vueltas en diferentes penales que fueron parte de una conocida banda delictiva. La violencia es el tema más recurrente de todas las charlas con el “Tarta”: relata anécdotas e historias de peleas en diferentes penales. Por ejemplo, cuenta que llegó a la Unidad 28 de Magdalena y que sabía que los pabellones de población estaban a todo ritmo4 , que es- tuvo dos días en pabellón de depósito5 y le empezó a hacer bondi6 a la policía para que lo suban a los pisos. Como sabía que antes de entrar al pabellón no lo requi- saban metió entre sus ropas un re fierro. De esta ma- nera, iba a plantar bandera apenas entrase y así obtener la limpieza del pabellón. Cuenta que una vez se había to- mado una tableta de Rivotril y fumado unos porros, que la droga se la pasó el encargado para mantenerlo tran- quilo el tiempo que tardasen en atenderlo. El “Tarta” se diferencia del resto de los presos co- munes: algunos roban pero en cana son giles, porque tienen miedo de pararse de mano. Siempre hace men- ción a los lugares donde estuvo como limpieza de pa- bellón, de visita o de cancha y los vínculos y beneficios que consiguió. Tiene relaciones fluidas con la mayoría de los limpiezas de otros pabellones, dice que son “los más jodidos”, pero se lleva bien con ellos. El ser limpieza es la mayor fuente de respeto que posee. Además, asegura que el trabajo de lim- pieza es un bien valorado en la población carcelaria, más específicamente entre chorros. Es justamente la vulneración de ese respeto lo que le causa bronca y lo impulsó en alguna ocasión a pararse de manos y aplicar mafia7 , para así obtener el respeto y la dis- tancia del penitenciario. El “Tarta” pensó que esa si- tuación ameritó tirar la olla contra la reja dejando a la vista de todos que él se para de mano no sólo con el preso, sino también con la policía, tal como lo hizo siempre (Nota de campo, 15-2-2013). ESpacIOS DE DOmInIO DEl lImpIEza: pabE- llón DE pOblacIón, EvangélIcO y cancha El limpieza actúa de manera diferente según el tipo de pabellón en cual ejerce su dominio. Se trata de con- textos diferentes y opuestos en relación con la cons- trucción de sociabilidades en el espacio carcelario: pabellón de población, pabellón cristiano y un tercer es- pacio denominado cancha. En el pabellón de población la trama por llegar al poder, o “ser limpieza”, se vuelve muy visible a través del ejercicio de la violencia. En cam- bio, en el pabellón cristiano los liderazgos se ejercen me- diante rituales religiosos. En el pabellón de población el limpieza regula el orden a través de la violencia. La peligrosidad asociada al mismo genera que sus habitantes se jacten de ser pe- ligrosos por el mero hecho de vivir ahí. Estos internos copian o imitan esta forma de vivir, tanto entre los dis- tintos sectores de la cárcel, como a lo largo de su reco- rrido carcelario por las diferentes unidades. Además de que la frontera entre vida y muerte dentro de estos es- pacios es muy fina, para los habitantes la reputación de “pabellón peligroso” constituye un refuerzo de su iden- tidad. Lo que predomina en los pabellones de población es el principio de rivalidad y antagonismo en las prácti- cas de los internos. Muchas veces ocurre que la institución penal no sólo no interviene para detener o desactivar los conflictos, sino que opera como un actor más que obtiene benefi- cios de las prácticas ilegales que allí se desarrollan (robos en el pabellón, donde habitualmente al que pierde la pelea se lo echa del pabellón y los que quedan en él obtienen todas sus pertenencias: ropa, zapatillas, televisor, etcétera). Una parte de estas pertenencias co- múnmente es cambiada por droga. Los principales pro- veedores son agentes penitenciarios que obtienen, por ejemplo, unas zapatillas a cambio de entregar veinte po- rros de marihuana en el pabellón. A su vez, algunos de los elementos del botín también pueden ser intercam- biados en otro pabellón. A pesar del peligro que conlleva hay internos no tan conflictivos que deciden vivir en estos pabellones por una cuestión identitaria. Asumen que “si sos chorro tenés que pertenecer a estos sectores donde habita el delincuente”. Mariano, un detenido, cuenta por qué eli- gió vivir en población. El relato ilustra el sentido de per- tenencia que genera este espacio a ciertos detenidos: Me cansé de dar vuelta por todos lados. Siempre viví en población con los vagos, prefiero vivir ahí antes que estar en otro pabellón que mayormente son una ensalada rusa: hay violines, homicidas, orti- vas. y lo peor es que no les podés hacer nada porque la gorra los cuida. Si tengo que morir en la cárcel voy a morir como chorro, acá si nos cagamos de hambre nos cagamos de hambre todos juntos. Cuando hay que hacerle frente a la gorra la pudrimos todos juntos para que no se confundan: no somos giles. yo me paro re de mano, yo soy chorro por eso vivo acá. En los otros pabellones te quieren poner normas, que no pongas música alta, que no se pelea, son más rígidos que el covani. Acá hacemos lo que queremos y hasta la hora que queremos. Es como estar en el barrio, la villa, así vivimos, los ortivas para fuera, sólo chorros. Acá la gorra no molesta mucho (Nota de campo, 28-8-2014). D OSS IER D OSS IER paRa EntEnDER ESTA fORMA DE COgObIERNO EN LAS CáRCELES bONAERENSES RESULTA PERTINENTE CONCENTRARNOS EN LA fIgURA y EL ROL DEL LIMPIEzA. SI bIEN TéCNICAMENTE EL TERMINO CORRESPONDE A LA PERSONA qUE SE OCUPA DEL ASEO DE LA ESTRUCTURA EDILICIA, EN REALIDAD REfIERE A qUIEN LLEvA EL ORDEN EN EL PAbELLóN y OTROS ESPACIOS DE LA CáRCEL. llEgaR a SER LIMPIEzA EqUIvALE A LLEgAR AL PODER y SE vUELvE vISIbLE A TRAvéS DEL EjERCICIO DE LA vIOLENCIA. LAS PERSONAS qUE ACCEDEN A ESTE ROL TIENEN gRAN CAPACIDAD DE NEgOCIACIóN ANTE LAS ALTAS AUTORIDADES DE LA INSTITUCIóN PENITENCIARIA, PERO ADEMáS gARANTIzAN EL ORDEN ENTRE LOS INTERNOS DE LA CáRCEL.
  • 3. 136 137 Así se desarrolla la vida dentro de estos espacios, donde la figura del limpieza adquiere más valor y donde es posible la aprobación de mano dura, cuanto más cachivachesea el pabellón, más grande es el re- conocimiento a los que manejan dichos pabellones. No cualquiera puede estar al frente de estos lugares, sino aquel con un prestigio previo que le otorga su trayectoria delictiva y/o la participación exitosa en combates violentos. “Ser limpieza implica ocupar una posición de privilegio, tener más libertades para cir- cular dentro de los pabellones, disponer del acceso a ámbitos donde procurar recursos, y por ende ser un administrador de estos entre la población. Pero estos privilegios no están exentos de responsabilidades, ya que ocupar esa posición implica contraer múltiples obligaciones que deben ser cumplidas para mantener el prestigio con el que se llegó a ella en primer lugar” (Miguez, 2008: 146). A diferencia del pabellón de población, en el evan- gélico el ministerio8 regula el orden a través de cere- monias religiosas, en las cuales el limpieza actúa como un mediador pacífico, “un obrero de Dios”. De acuerdo con Algranti (2011) el problema que emerge de nuestras cárceles es que en la medida que se multiplica la pobla- ción son más necesarias las figuras que regulen y orde- nen ciertos espacios. De tal forma, se pone en evidencia que las restricciones del servicio penitenciario hacia estos pabellones o figuras de liderazgo son mínimas. Tal como lo indica el autor: Actualmente el sistema carcelario de la Provincia de buenos Aires es un sistema en crisis. Los dos vec- tores más persistentes de este proceso son la super- población de los pabellones y la consecuente despacificación, que trastoca los niveles de violencia preestablecidos entre los internos y las estrategias de intervención de las autoridades penitenciarias. En este marco de redefinición de las reglas de juego cobra relevancia la presencia religiosa de los evan- gélicos, en tanto grupo mediador entre los reclusos y las autoridades con diferentes grados de eficacia, los pabellones cristianos intentan producir una nueva síntesis de convivencia que contemple la canalización de demandas internas con el mantenimiento del orden institucional (Algranti, 2011: 56). La cotidianeidad de estos pabellones está sumergida en función de un mundo de reglas. Tal como lo señala Daroqui et al. (2009: 11) la organización interna de los pabellones evangélicos presentan una estructura de or- ganización jerárquica denominada “ministerio”, inte- grada esencialmente por un pastor, siervos y limpiezas colaboradores, que gobierna a la población denominada “pueblo ”, “ovejas” o “hermanos”. Es posible identificar en las actividades más importantes de estos pabellones (que consisten en momentos uniformes de levantada, oración, trabajo y lectura bíblica) una utilización parti- cular del cuerpo y del lenguaje, que apunta a romper con los modelos de población general. En los pabellones evangélicos la gobernabilidad no la ejerce del Servicio Penitenciario bonaerense (SPb). Tal como lo señala Daroqui et al.: “El orden en los pabellones evangelistas es impuesto a la totalidad de población alojada por los integrantes del ‘ministerio’, en quienes el servicio penitenciario ha de- legado o cedido la gestión del ‘orden’ a través de una estrategia que contempla, por un lado, la habilitación del ejercicio directo de la violencia, así como la regula- ción y control administrativo por parte de este grupo de presos” (2009: 10). Por último, la “cancha” es un espacio que habilita el encuentro entre pabellones diferentes (población, estu- diantes, evangélico, trabajadores), donde es necesaria la presencia de los “cancheros” o “limpiezas de cancha”. Al interior de la sala de visita transcurre la actividad cen- tral del limpieza, la que permite el contacto más directo con el exterior: el encuentro con familiares y la circula- ción de objetos (droga, tarjetas telefónicas, ropa, etcé- tera) que sirven como moneda de pago. El espacio de vi- sita es el lugar que la persona detenida tiene para estar con sus familiares, en tranquilidad e intimidad, lo que en la jerga carcelaria se llama momento de descuelgue. Por lo tanto, cuando alguien cuelga un poncho9 o una manta en la ventana de la sala de visita implica una incitación a problemas. Ahora bien, ¿de qué manera ejercen y hacen valer su liderazgo los limpiezas en el espacio de visita? La pre- paración de la sala en un día de visita puede vislumbrar una respuesta. En el siguiente fragmento un limpieza de visita cuenta cómo se llega a tener una mesa en la sala, a partir del ejemplo de un compañero: “él quiere poner un mantel en una mesa de cheto. Lo va a poner y pueden hacerle problema. Para aco- modar las familias en las mesa estamos nosotros, porque si uno viene y pone un mantel sin preguntar- nos, se está haciendo el pillo y nos está zarpando a nosotros que somos los que trabajamos acá, ¿enten- dés? Lo mismo pasa si alguien quita algún mantel de alguna mesa que pusimos nosotros, porque por más que en esa mesa no haya nadie sentado, el mantel puesto significa que la estamos guardando para al- guien o también porque algunos de nosotros estamos esperando tener visita” (Nota de campo, 26-9-2014). REflExIOnES fInalES Los limpiezas ocupan lugares de poder dentro de la cárcel, a través de su tarea articulan lo que en la cárcel se distingue como polos opuestos: “chorros” y “giles”; “presos” y “guardias”. En el servicio penitenciario bo- naerense la figura del limpieza es una figura legitimada que, al tiempo que permite a la población carcelaria ac- ceder a ciertos beneficios, derechos y negociaciones, asegura la gobernabilidad carcelaria, aun en tensión. En ocasiones se producen conflictos entre limpiezas y agentes penitenciarios. Por ejemplo, una negativa de los directivos de la institución puede generar resistencia por parte de los limpiezas. La violencia en la cárcel es un re- curso tanto legitimante del orden como de resistencia frente a ese orden. Es decir un limpieza puede legitimar el “orden tumbero” pero también puede ponerlo en tensión. Conceptualmente defino a la violencia como un recurso, que genera y produce vínculos, y no como un fenómeno “natural” de la vida carcelaria. En este marco, el limpieza se presenta como articulador y negociador, pero también alguien que puede asegurar el orden carcelario. Precisa- mente porque en la dinámica social de la cárcel el poder configura un orden dinámico, poroso y no unívoco, que ge- nera acciones que ponen en tensión el orden carcelario, así como como otras que lo aseguran. • D OSS IER D OSS IER notas 1 giles: forma parte del argot carcelario que permite descalificar a los otros. 2 Si bien en este artículo nos referimos a la figura y el rol que cumple el limpieza en las cárceles de la Provincia de buenos Aires, el material empírico que se presenta aquí (testimonios y notas de campo) surge de una investigación realizada en la Unidad 48 de josé León Suárez para mi tesina de grado en Sociología de la UNSAM. 3 “Coche bomba”: se denomina así a la persona que es enviada por el limpieza con el propósito de probar la capacidad de pelea o reacción de aquel que ingresa al pabellón; o bien aquel que es enviado por un agente penitenciario con el fin de generar una revuelta para excluir a otro interno de la unidad. guitarrazos: significa que un interno con faca (cuchillo) en mano la golpea contra una mesa, reja o puerta llamando a la pelea. 4 A todo ritmo: significa que hay robos en el pabellón. 5 Los pabellones de depósitos existen en todas las unidades penitenciarias. Es el lugar donde alojan a los internos recién llegados para luego de algunos días reubicarlos en los pabellones de convivencia con la población. 6 bondi: Problema. 7 Rivotril: Pastillas que circulan por la cárcel y que si se mezclan con alcohol generan un cóctel explosivo. Si bien su ingreso está prohibido abundan al interior de las cárceles. 8 Pararse de manos: significa pelear, dar pelea, combatir, luchar. Se hace para no ser considerado como gil. 9 Aplicar mafia: significa intimidar al otro. Este tipo de acciones es usada habitualmente no sólo entre personas detenidas, sino también por los agentes penitenciarios para tener información sobre qué ocurre en el interior de los pabellones. 10 El término cachivache refiere a los internos que son conflictivos, peleadores, mal hablados y que comúnmente no tienen conducta dentro de la institución carcelaria. 11 Ministerio: estructura de organización jerárquica integrada por un pastor, siervos y limpiezas colaboradores, que gobierna a la población denominada “pueblo”, “ovejas” o “hermanos”. Descuelgue: Significa que es el momento en que el preso deja de estar colgado de la vida del pabellón aunque sea por unas horas, lo que dura la visita. En los pabellones se vive todo el tiempo tensionado por los conflictos, las peleas, entonces uno tiene que estar “colgado” (atento) a todo lo que pasa. 12 Poncho: se utiliza en los rituales de pelea, es reconocido por toda la población carcelaria como elemento para el combate. Exhibirlo o arrastrarlo de punta a punta del pabellón, como así también colgarlo en una puerta o ventana puede generar malestar en otros internos y derivar en una pelea. Si los limpiezas lo pasean colgado en el hombro o lo arrastran ida y vuelta por el pabellón significa que están haciendo alarde de su poder y control del pabellón. En los combates es utilizado como escudo, en ocasiones el que tiene un buen manejo del “poncho”, además de parar las puñaladas, puede lograr enredar la “faca” del contrincante hasta sacársela, lo cual significa una pelea perdida, además de una humillación ante la mirada de los habitantes del pabellón. Referencias bibliográficas Algranti, j. (2011). Política y religión en los márgenes. Nuevas formas de participación social de las mega-iglesias evangélicas en la Argentina. buenos Aires, Ediciones Circus. Daroqui A.; Magio, N.; bouilly M.; Motta, H. (2009). “Dios Agradece su obediencia: la “tercerización” del gobierno intramuros en la cárcel de Olmos”. Ponencia presentada en el XXvII Congreso Alas. Agosto-Septiembre. buenos Aires, Argentina. garriga, j. (2007). Hacer amigos a las piñas. violencia y redes sociales de una hinchada de fútbol. buenos Aires, Prometeo. Miguez, D. (2008) Delito y Cultura. Los códigos de la ilegalidad en la juventud marginal urbana. buenos Aires, biblos. Ojeda, N. y Medina f. (2009). “Poniendo Orden: El limpieza como actor fundamental de la cultura carcelaria”. En burocracias, Derechos y conflictos: investigaciones comparadas en Antropología del Derecho. Río de janeiro. El lImpIEza SE CONSTITUyE COMO REgULADOR EN DOS SENTIDOS: DE LA vIOLENCIA A TRAvéS DE PROCESOS DE jERARqUIzACIóN y ACCESO A LOS “CARNET TUMbEROS”, y DEL SISTEMA DE INTERCAMbIOS, ES DECIR, DEL CONTROL DE LOS ObjETOS qUE CIRCULAN.