1. Arzobispado de Arequipa
Domingo
17 Agosto
2014
LA COLUMNA
De Mons. Javier Del Río Alba
AREQUIPA Y EL REINO DE LOS CIELOS
Las Sagradas Escrituras relatan que, desde el
comienzo de la creación, Dios quiso vivir en
medio de los hombres y ser nuestro amigo.
Adán y Eva rechazaron su amistad y se alejaron
de Él. Pero Dios, que es fiel, siguió decidido a
poner su morada entre nosotros y eligió a un
grupo de personas para vivir en medio de ellos y,
a través suyo, ir extendiendo su presencia a
toda la humanidad. Esas personas elegidas por
Dios no eran gente de la nobleza ni grandes
potentados. Era un grupo, más bien numeroso,
que había terminado siendo esclavo del faraón
rey de Egipto. Dios eligió a Moisés para liberar a
esa gente de la esclavitud, pero como el faraón
no quiso escuchar a Moisés, Dios se vio
obligado a mandar diez terribles plagas a
Egipto, hasta que logró que el faraón accediera
a dejarlos libres para que pudieran salir de esa
tierra e ir a otra que Dios tenía reservada para
ellos. De esa manera, Moisés los guio durante
cuarenta años por el desierto, hasta que
llegaron a la tierra que Dios les había prometido.
Pero esta tierra estaba habitada por siete
naciones, más poderosas que ellos, así que
Dios tuvo que combatir a su favor, hasta
expulsar a esas siete naciones para entregarles
la tierra que les había prometido.
Así se formó el pueblo que, después, tomaría el
nombre de Israel. Era un pueblo que había sido
liberado de la esclavitud, al cual Dios había
provisto de todo lo que necesitaban para vivir en
el desierto durante cuarenta años y, finalmente,
les había dado una tierra bella y fecunda. Era el
pueblo de Dios, la nación que Él se había
elegido y sobre la cual Él quería reinar para
demostrar a todas las demás naciones que Dios
es bueno y providente. Lamentablemente, una
vez instalados en la Tierra Prometida, los
israelitas quisieron tener un rey de carne y
hueso, como lo tenían los países vecinos y,
poco a poco, se fueron alejando de Dios y
yéndose detrás de los ídolos de los otras
naciones. Sin embargo, Dios, que es bueno y
rico en misericordia, siguió adelante con su plan
de revelarse a la humanidad y establecer su
Reino en medio de nosotros. Con esa finalidad,
envió a su Hijo amado, quien siendo Dios se
hizo hombre como nosotros y vino al mundo
para hacer la voluntad de su Padre. Es así que
Jesús de Nazaret es la persona y el “lugar” en el
que Dios reina; porque como él mismo lo dijo, no
vino al mundo para hacer su voluntad sino la
voluntad de su Padre. En Jesús, entonces,
entró en el mundo el Reino de Dios; y las
primicias de ese Reino, en el que se vive del
amor de Dios, están presentes en la Iglesia
fundada por Cristo que, al igual que su Maestro,
está llamada a hacer la voluntad de Dios Padre.
Hace casi cinco siglos esa misma Iglesia llegó a
nuestra tierra arequipeña y, con ella, llegó hasta
nosotros el Reino de Dios. Esto significa que
Dios eligió a Arequipa para reinar sobre
nosotros, servirnos y llevarnos a la verdadera
felicidad. Nosotros, por nuestra parte, tenemos
dos posibilidades: acoger la voluntad de Dios,
es decir dejar que Él reine en nuestra vida y, al
igual que Jesús, experimentar en carne propia
su poder sobre el pecado y la muerte; o, como
hizo Israel, no aceptar que Dios sea nuestro rey
sino buscar que otro reine sobre nosotros y, al
final, terminar rindiendo culto a los ídolos de los
paganos que, en nuestro día, son el dinero, el
éxito efímero, el poder, la sexualidad
desordenada, etc., que al final terminan
esclavizándonos. Quiera Dios que en estas
fiestas de Arequipa sepamos darle gracias por
la fe católica que Él mismo trajo hasta nuestras
tierras y que tanto bien nos ha hecho a través de
los siglos, para que así podamos renovar
nuestro deseo de no servir a otros “dioses” sino
al único Dios que creó el cielo, la tierra y todo
cuanto existe, y que entregó su vida en la Cruz
para el perdón de nuestros pecados.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa