El documento habla sobre la importancia de vivir en comunión con Dios y con el prójimo a través del Espíritu Santo. Insta a los lectores a examinar sus relaciones con los demás, especialmente con la familia, y ver si faltan el amor, apoyo mutuo y conocimiento del otro. Finalmente, invita a aprovechar la Palabra de Dios y los sacramentos durante la Cuaresma para liberarse del egoísmo y experimentar el Cielo en la tierra amando a Dios y al prójimo.
1. Arzobispado de Arequipa
Domingo
08 Marzo
del 2015
LA ColumnA
De Mons. Javier Del Río Alba
EL CIELO EN LA TIERRA
Lo propio del cristiano es vivir en comunión
con Dios y con el prójimo. Esta comunión
implica participar de las alegrías y de los
sufrimientos de los demás, como si fueran
nuestros. Esto es posible en virtud del
Espíritu Santo, que hemos recibido a través
del bautismo y que seguimos recibiendo en
la medida en que participamos en la vida de
la Iglesia. El amor de Dios, infundido en
nuestros corazones por el Espíritu Santo,
nos da la fuerza para no vivir encerrados en
nuestros propios intereses sino salir al
encuentro de las necesidades de los
demás. El Espíritu Santo rescata al hombre
de la indiferencia que muchas veces se
instala en su corazón y termina
recluyéndolo detrás de los barrotes de la
cárcel de su propio “yo”.
En esta tercera semana de Cuaresma,
entonces, para poder avanzar en el camino
que nos conduce a la Pascua, sería
conveniente que nos preguntáramos cómo
está nuestra relación con los demás,
empezando por las personas que nos están
más cerca: el esposo, la esposa, los hijos,
los abuelitos, los padres, etc. ¿Cómo van
nuestras relaciones en el hogar y en la
familia? ¿Compartimos alegrías y
tristezas? ¿Nos apoyamos mutuamente?
¿Los padres saben lo que hacen sus hijos,
qué programas ven en la televisión, qué
amigos frecuentan y qué hacen a través del
internet o cuando salen de casa? Y los
hijos, ¿saben cómo les va a sus padres en
el trabajo? ¿saben si se sienten satisfechos
con su vida, si se sienten amados por la
familia? ¿Visitamos y honramos a nuestros
familiares ancianos y enfermos? Preguntas
similares nos podemos hacer respecto a
las personas con quienes trabajamos o nos
relacionamos por otras razones. ¿Tenemos
una relación cordial con ellos? ¿Vivimos
relaciones de amistad con los compañeros
de trabajo? ¿Nos ayudamos mutuamente
entre los vecinos del mismo barrio? En
síntesis, ¿nos amamos los unos a los
otros?
Si nos detenemos a pensar en estos
asuntos es posible que nos demos cuenta
de que muchas veces nuestras relaciones
son frías y superficiales. Falta amor y, por
eso, aunque tengamos resueltos otros
aspectos de nuestra vida, no nos sentimos
plenamente satisfechos. De ser así, los
invito a aprovechar los medios que, en
nombre de la Iglesia, el Papa Francisco nos
ofrece para esta Cuaresma. El primer
medio es la Palabra de Dios, que podemos
leer en nuestra propia casa y escuchar con
atención en la Misa. La Palabra de Dios
tiene una gran potencia para liberarnos del
egoísmo y hacernos pensar en los demás.
El segundo medio son los sacramentos, en
especial la Confesión y la Eucaristía. A
través de la Confesión, Dios nos perdona
los pecados y nos vuelve a dar su Espíritu
Santo que nos capacita para hacer el bien.
En la Eucaristía, por su parte, Dios nos
eleva a su vida divina y nos impulsa a ir al
encuentro de los demás. Vivir así, amando
a Dios y al prójimo, hace posible que
comencemos a experimentar el Cielo en la
tierra. ¡No dejemos pasar la oportunidad!
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa